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Conjeturas sobre el futuro del capitalismo y el “protosocialismo”

Desde la más remota antigüedad guerras, inundaciones, terremotos, sequías, hambrunas y pestes han sido las parteras de profundos cambios experimentados por las sociedades que padecieron estas adversidades.

Historia y contexto actual

Las dos guerras mundiales del siglo veinte influenciaron decisivamente la restructuración no sólo económica sino también política y social de buena parte de las naciones afectadas por estos conflictos.

Lo mismo ocurrió con la Gran Depresión de los años treinta, que fue un ominoso paréntesis entre ambas conflagraciones mundiales en donde el bajón económico y el desempleo masivo se combinaron con el auge de los fascismos. La peste negra en Europa mató aproximadamente a un tercio de su población entre 1347- 1353 y fue el preludio de lo que de la mano de Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio se conocería tiempo después como el Humanismo, la gran renovación de la cultura europea. La Gran Peste de Londres (1665-1666) aniquiló a unas 100.000 personas, la cuarta parte de su  población. Una de sus consecuencias políticas fue el debilitamiento del absolutismo monárquico que, tiempo después, abriría las puertas a la victoria del Parlamento sobre la Corona en lo que los ingleses han dado en llamar “la Revolución Gloriosa” (1688-1689). Guerras y pestes tienen un enorme y variado impacto. Señalemos tan sólo uno, usualmente subestimado: el exterminio de una parte de la población y la consiguiente reducción de la mano de obra disponible modifica la relación de fuerzas entre la burguesía y la aristocracia –la clase dominante- y sus trabajadores. Tanto los campesinos enfeudados en la época medieval o los obreros y jornaleros en la Londres de mediados del siglo XVII mejoraron sus ingresos reales (de diverso tipo) más del doble después de esas plagas.[1] Y lo mismo ocurrió después de las grandes guerras del siglo pasado, especialmente de la Segunda. Sin duda, la recuperación de la fuerza de las izquierdas y el movimiento obrero jugaron un papel fundamental en esa recomposición progresiva de la distribución del ingreso. Pero los veinte millones de muertos caídos en los principales países de Europa Occidental (aparte de los 29 millones caídos en la URSS) fueron un factor de indudable gravitación que modificó el la conciencia pública de la época y facilitó una significativa mutación en la relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores.

Como no podía ser de otra manera ante un acontecimiento absolutamente único en la historia universal y que además entraña una mortal amenaza para la población mundial, el coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los difusos  -aunque no  inescrutables contornos- del tipo de sociedad y economía que nacerán una vez que el flagelo haya desaparecido. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró el COVID-19 fue la versión neoliberal del capitalismo, lo cual no es poca cosa luego de haber sufrido casi medio siglo de la pandemia del virus neoliberal, como solía llamarlo Samir Amin. Y si lo que hasta ayer era “normal” (por ejemplo, que los gobiernos permitieran, cuando no impulsaban abiertamente, que la atención médica o la venta de medicamentos fuesen lucrativos negocios) hoy constituye una aberración repudiada por grandes sectores de las sociedades contemporáneas que ante la visión dantesca de centenares de muertos apilados en grandes ciudades o enterrados en fosas comunes cae en la cuenta de lo absurdo de dicha política.[2] Y decimos la “versión” neoliberal del capitalismo porque no creemos que el virus en cuestión obre el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como organización económica internacional. Pero algo es algo y la era neoliberal ya es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo a raíz de esta pandemia? En las próximas líneas ofreceremos algunas conjeturas al respecto.

Fin de una época

Lo primero que podemos afirmar con total certeza es que el mundo que brotará de las ruinas dejadas a su paso por  esta pandemia, la primera realmente global en la historia, no será la alegre continuidad del que le precedió. Consternado, Henry Kissinger, impune criminal de guerra, protagonista y atento observador de la realidad internacional lo reconoció en una nota publicada en la edición del fin de Semana del Wall Street Journal cuando escribió que “el mundo jamás volverá a ser el mismo luego del coronavirus.”[3]  La Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción keynesiana de la posguerra habían detenido por un tiempo el primado de las ideas liberales que predominaban desde mediados del siglo diecinueve. La bancarrota de la “ortodoxia”, como acostumbraba decir Raúl Prebisch, dio nacimiento a los “veinticinco años gloriosos” de la historia del capitalismo, transitados entre 1948 y 1973, momento en que el ciclo keynesiano comienza a derrumbarse. No obstante la restauración del viejo paradigma de gobernanza macroeconómica, ahora bajo el engañoso nombre de “neoliberal”, fue impotente para hacer retroceder el reloj de la historia hasta las vísperas del crack de la bolsa neoyorquina en octubre de 1929. Por más que se esforzaron los gobiernos de la oleada neoconservadora y neoliberal que azotaron tantos países luego del agotamiento del ciclo keynesiano sus intentos de regresar al “estado mínimo” del pasado y de emancipar a los mercados de cualquier tipo de regulación pública terminaron en un rotundo fracaso. El enorme crecimiento del gasto y el empleo públicos así como  los avances en la regulación de los mercados no pudieron ser revertidos. Hubo sí una excepción porque el capital financiero habiendo resuelto a su favor la pugna con la burguesía industrial y convertido ya en la fracción hegemónica del bloque burgués logró desmarcarse de esa tendencia. Los sucesivos ocupantes de la Casa Blanca arrojaron la borda prácticamente todos los controles que aún quedaban de la época de Franklin D. Roosevelt y, envalentonado, el capital financiero salió a conquistar el mundo. Amparado por una impresionante red de “guaridas fiscales” que gozaban de la protección oficial y alimentan sin cesar al desregulado  “sistema bancario en las sombras” (shadow banking system) en poco tiempo se convirtió en el “gobierno invisible” que tenía en su puño a la mayoría de los gobiernos de los  capitalismos desarrollados. No obstante, en lo tocante al tamaño y el papel del estado los resultados fueron muy distintos. Fracasaron en su empeño restaurador nada menos que Ronald Reagan, Margaret Thatcher así como los gobiernos de centro derecha o derecha de Alemania y Japón. Los datos que sintetizamos en la siguiente tabla son elocuentes y ahorran miles de palabras.

Estas cifras demuestran la magnitud del cambio experimentado por el paradigma de gobernanza macroeconómica del capitalismo después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y que tiene como una de sus puntales más firmes la vigorosa presencia del estado en la vida económica. Alemania más que triplicó el gasto público entre 1929 y 2011, aún luego del retroceso de casi 5 puntos impuesto por el auge de las ideas neoliberales a partir del derrumbe del ciclo keynesiano. El Reino Unido casi lo duplica entre aquellos mismos años, habiendo llegado a un pico previo al gobierno de Margaret Thatcher de 53.1 %. En Estados Unidos el crecimiento desde 1929 hasta los finales de la Administración Obama fue de doce veces,  y en Japón, otro de los milagros económicos de posguerra, el gasto público se multiplicó por dieciséis. Más estado que mercado era necesario para sostener el proceso de democratización y ciudadanización de la posguerra. Salud, seguridad social, educación, vivienda y todos los bienes públicos que debe ofrecer el estado fueron los motores que impulsaron la creciente centralidad del estado en la vida económica y social. Y los recortes experimentados en los años de la hegemonía ideológica del neoliberalismo no alcanzaron a alterar, en lo esencial, el nuevo equilibrio alcanzado en la posguerra.

El desafío del COVID-19

De lo anterior se desprende que la pandemia que nos atribula está destinada a tener un impacto mayor aún a cualquier otro conocido. El sobrio y siempre muy bien informado Premio Nobel de Economía Paul Krugman escribía el 13 de Abril en el New York Times que “las recientes pérdidas de empleos son apocalípticas: casi 17 millones de trabajadores se inscribieron para recibir su seguro por desempleo en las últimas tres semanas.[4] Pero finales de ese mismo mes esa cifra trepaba por encima de 30 millones de personas, o sea una cifra cercana al 18 % de la fuerza laboral de Estados Unidos. Y a mediados de mayo ya eran 36 millones los que se presentaron por ventanilla a reclamar su precario seguro de desempleo, no todos los cuales lo recibían. Los datos oficiales hablan que al día de hoy la tasa de desempleo es del 11.1 %, después de haber llegado a un pico del 14.8 %, el mayor desde la época de la Gran Depresión.[5]Economistas independientes  sugieren que la tasa de desempleo hoy rondaría mínimo en torno al 16 %, y tal vez más, aproximándose a la registrada en lo más profundo de la Gran Depresión”.[6] Expresiones anteriores de este economista, y otros, apelan a términos completamente desusados en las últimas décadas: “catástrofe”, “desastre”, “hundimiento” son algunos de los más socorridos, oídos por última vez, pero no con tanta unanimidad y tanto tiempo, en la crisis de octubre de 1987.

La respuesta del empresariado estadounidense (emulada por sus homólogos latinoamericanos) ha sido criminal. Naomi Klein ha informado que McDonald’s le negó la licencia paga por enfermedad a 510.000 empleados; Walmart a 347.000; Burger King a 165.000, Marriot a 139.000 y en la Argentina Techint y otras empresas están también adoptando el mismo criterio.[7] No sorprende por lo tanto comprobar que la credibilidad y el respeto por la economía capitalista se han resentido fuertemente en la medida en que en Estados Unidos y en casi todos los países europeos grandes sectores de la sociedad civil han caído en la cuenta que haber hecho de la atención médica y la producción de medicamentos un negocio puede ahora costarle la vida a centenares de miles de personas, si no millones. Por eso Noam Chomsky ha dicho, en una de sus más recientes intervenciones, que el fracaso del libre mercado como ideología ha sido “monumental”, y que la población, aún la menos politizada, ha tomado nota de eso.

Una crisis económica largamente anunciada

Ahora bien, esta crisis económica, por lo que estamos viendo, no fue un rayo en un día sereno ni irrumpió en la vida de los Estados Unidos y los países europeos como un accidente totalmente inesperado. Podría decirse que es la maduración y descomposición final de la “crisis de las hipotecas” (nombre absolutamente engañoso pues la crisis la produjeron los bancos) que fue provisoriamente resuelta cuando los estados capitalistas acudieron en masa a salvar a sus principales bancos, con la excepción del banco de inversiones Lehman Brothers, y trasladando los costos de esa operación a los trabajadores y consumidores. La economía estadounidense tiene básicamente dos motores: el consumo doméstico en el sector servicios (que da cuenta aproximadamente del 70 % del total de la actividad económica) y la industria armamentística, o sea, el complejo militar-industrial. La caída en el consumo en el país del Norte es resultado directo del estancamiento de los salarios reales que padece fuertemente el 50 por ciento más pobre de la población y, de modo apenas un tanto más atenuado, el 30 por ciento restante. Un informe de la revista Forbes, insospechada de simpatías marxistas revela que en Estados Unidos el “salario medio (ajustado por inflación) se encuentra  estancado desde hace más de 50 años, mientras que desde 1950  la remuneración promedio de los CEOs ha crecido en un 1.000 %.” Y agrega otro dato que revela los alcances de este fenomenal incremento en la concentración de la riqueza y su reverso, la desigualdad económica: “en los años 1950s un CEO típico ganaba un salario que equivalía a 20 veces el de su empleado promedio. El último año (se refiere a 2017) la paga promedio de un CEO de las 500 mayores empresas se disparó  exponencialmente a 361 veces más que su trabajador.”[8] Por consiguiente, las ventas caen a causa de la insuficiencia en los ingresos lo que, en muchos casos, se compensa con un endeudamiento de los hogares que, siempre hablando de Estados Unidos, a finales del 2019  ascendía al 76.1 % del PIB, aunque otras estimaciones ubican esta proporción en un nivel aún superior. Lo sorprendente es que un conjunto de naciones europeas son las que encabezan el ranking de los hogares más endeudados del planeta: Suiza, Dinamarca, Australia, Holanda, Canadá y Noruega, todos con un nivel de endeudamiento igual o superior al PIB de sus respectivos países. Corea del Sur, el Reino Unido y Suecia, todos con cifras en torno al 90 % son los tres que le siguen, y EEUU con el guarismo arriba mencionado pero que, en términos de cifras adeudadas supera el PIB de la mayoría de las naciones del mundo.[9]

El estallido de la pandemia fue el tiro de gracia a este proceso, creando una “tormenta perfecta” que como decía Krugman adquiere proporciones apocalípticas. Esto significa que la “salida” de la misma no será como ingenuamente lo manifestara una empresaria neoyorquina cuando aseguró que el ciclo económico entró en una “pausa” y una vez que se controle la pandemia “debes actuar como lo haces en tu casa cuando estás viendo una película en Netflix: oprimes el botón de start” y todo vuelve a funcionar. Eso es una expresión de deseos motivada por su insaciable animus lucrandi, a cualquier precio, más que una reflexión seria sobre cómo economías que están prácticamente en coma pueden comenzar a crecer y adquirir una razonable velocidad de crucero. A diferencia de un automóvil, que puede llegar a una gran velocidad en cuestión de segundos, un avión no parte y ni bien despega de la pista está volando a unos 900 kilómetros por hora y a 39.000 pies de altura. En este sentido puede decirse que la economía es como un avión y no como un automóvil. Todos los pronósticos más serios coinciden en señalar no sólo la profundidad de la crisis sino también que la resolución de la misma no se logrará a plenitud antes de dos o tres años. Jerome Powell, chairman del Federal Reserve Board de Nueva York pronosticó a mediados de mayo que la recuperación económica de Estados Unidos no se produciría antes de fines del 2021.  Eso, en el mejor de los casos y de mediar la aprobación por parte del Congreso de un paquete de ayuda de tres billones de dólares (tres millones de millones de dólares) para inyectar en la economía, reanimar la producción de bienes y servicios en empresas desfallecientes y mejorar los ingresos de los trabajadores que, con la crisis, quedaron al borde de la mera subsistencia y con ínfimas capacidades de consumir otra cosa que no sea estrictamente necesaria para sobrevivir. [10]

La desesperada reacción de Donald Trump en estas últimas semanas obedece a que ve peligrar su re-elección el próximo 3 de Noviembre precisamente por esta razón.[11] Y, para los gobiernos progresistas de la región como los de AMLO en México o Alberto Fernández en Argentina, el gran desafío será tener que gobernar y gestionar eficientemente y, de ser posible, ganar elecciones. Es más:  inclusive evitar que la gravedad de la combinación “pandemia + depresión económica” acabe desalojándolos del gobierno en medio de un tsunami de protestas ciudadanas dando lugar a una inesperada restauración de la derecha radical en ambos países. Para esto los funcionarios civiles y militares del imperio trabajan a destajo porque Washington sueña con tener un continente totalmente sometido a sus mandatos.

No debería causar sorpresa que ante este cuadro se haya producido una significativa revalorización del estado y su papel, lo que  representa un cambio muy trascendente en el clima de opinión de una parte del establishment norteamericano y europeo. Un extenso editorial del New York Times del 9 de Abril señala en su título que esta es “la ocasión de crear una América mejor”, y como subtítulo: “La América que necesitamos.”[12]  Hay un hilo conductor a lo largo del editorial: el viejo orden, se dice, debilitó la trama de la democracia –tema sobre el cual varios intelectuales de ese país venían advirtiendo hace tiempo- y facilitó una concentración del poder económico como no se veía desde hacía un siglo. “En la década pasada la riqueza del 1 % de los hogares sobrepasó la fortuna del 80 % inferior” en la pirámide de riqueza mientras los empresarios, con la complacencia de los gobiernos de turno, combatieron la sindicalización de los trabajadores y fueron beneficiados por toda clase de beneficios tributarios. El resultado: el salario  mínimo federal ha caído sin cesar desde 1968. Lo interesante es la ruta de salida que propone ese periódico: la reconstrucción de un “gobierno justo y activista” pues “no hay alternativas a un estado de ese tipo.” La ciega fe en los mercados da paso a una inversión en el recorrido del péndulo hacia el estado, convocado de urgencia para enfrentar una crisis sanitaria de colosales dimensiones.[13] La crisis ha traído a flor de piel una angustiada percepción de que “la fragilidad del sistema” frente a la crisis tiene su origen en la “expectativa quimérica (¡sic!) de que los mercados harían la labor del gobierno”, cosa que no ocurrió. Lo que sí aconteció fue que las inequidades de los mercados crecieron exponencialmente. El mundo que se viene, en consecuencia, se caracterizará por estar poblado de estados más grandes, más fuertes y más intervencionistas. La duda, no obstante, será determinar al servicio de qué clases y bloques sociales estará puesto este repotenciado protagonismo estatal. Sería ingenuo suponer que la nueva asimetría en la relación estado-mercado vaya necesariamente a jugar a favor de las clases y capas populares. Bien podría ser un “estado capitalista recargado”, dotado de nuevos instrumentos de regulación y cibervigilancia y  que tenga por objetivo refundar al capitalismo sobre nuevas y aún más autoritarias bases.[14] Pero también existe la otra posibilidad: que el proletariado y las capas medias abrumadas por la crisis sean las que controlen ese estado e inicien un camino por una senda que remate en la construcción de un “protosocialismo.” Ambas posibilidades están abiertas y, como siempre, todo dependerá del resultado de la lucha de clases.

¿Un virus revolucionario?

¿Nos coloca la pandemia ante el inminente derrumbe del capitalismo? Simpatizamos mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek, con su valentía para desafiar los saberes institucionalizados, pero esto no nos alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos.[15] No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada. Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por diversos medios de comunicación y papers académicos.

El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global  producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –precozmente advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Las crisis no son accidentes ni inesperados desvíos de un recorrido prolijamente preestablecido sino acontecimientos periódicos  recurrentes en la historia del capitalismo de los cuales, a falta de una enorme acumulación de fuerzas sociales y políticas socialistas, aquél usualmente sale depurado y fortalecido, con la riqueza más concentrada, monopolios más poderosos y gobiernos más serviciales ante las clases dominantes. Pensar que en ausencia de un sujeto revolucionario –que, en el mundo actual, debe sintetizar la voluntad de una miríada de movimientos sociales y fuerzas políticas de diversos tipos y con intereses muy específicos y no siempre fácilmente articulables- se producirá el derrumbe de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Por ahora ese sujeto revolucionario, o ese haz de sujetos para ser más explícitos, no está a la vista en los capitalismos avanzados, salvo en algunas expresiones embrionarias y dispersas. Zizek tiene razón cuando afirma que a consecuencia de esta crisis la humanidad deberá recurrir, para salvarse, a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren  y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Al fin y al cabo es la lucha de clases y no la lucha de los virus lo que impulsa el proceso histórico. Así como el economicismo reniega de la política y obstruye la comprensión del movimiento de lo real lo mismo hace un “determinismo viral” que soslayaría el protagonismo de los sujetos sociales que son quienes de verdad producen el cambio histórico y le imprimen una cierta dirección.

Por eso mismo todo el marxismo clásico, desde los fundadores hasta Gramsci, pasando por supuesto por Lenin, Rosa Luxemburg, Trotsky y Mao Zedong, enseña que toda coyuntura de disolución del orden social ofrece también, in extremis, una oportunidad para intentar su restauración mediante la fundación de un renovado bloque histórico conservador. Lejano (en el tiempo solamente) del marxismo clásico esa es también la preocupación que expresa István Mészáros a lo largo de su obra en donde nos advierte que jamás hay que menospreciar la capacidad del capitalismo, (siempre entendido como un sistema global de metabolización del capital) para renacer de sus cenizas asumiendo nuevas figuras y así frustrar los planes de sus inexpertos sepultureros.[16]

La historia enseña que la resolución reaccionaria de la crisis de la primera posguerra trajo como consecuencia la aparición de los fascismos europeos; en cambio, su  desenlace progresivo produjo la Revolución Rusa.  Seríamos necios si nos empeñásemos en desconocer que esta actual coyuntura crítica  alberga en su seno otro posible desenlace más allá de un “comunismo renovado”, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”, la reafirmación neofascista, racista y xenófoba de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészáros solía decir  con su habitual dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”

El protosocialismo o ¿por qué no ya el socialismo?

Ahora bien, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia:  ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? Si algunos historiadores hablan de un “protocapitalismo”, ¿por qué no pensar que podríamos estar en vísperas de una fase de transición hacia el socialismo que podríamos caracterizar como “protosocialismo”?  Si el propio Marx aludía a la existencia de “formas antediluvianas” del capital ¿por qué no pensar que puede haberlas también para el socialismo? Esto implica tomar conciencia de que el desmontaje del capitalismo no podrá lograrse de la noche a la mañana, no será un relámpago fulminante que ponga fin a siglos de oscuridad. Será un proceso durísimo, de intensificación de los antagonismos de clase en donde los representantes políticos, ideológicos y armados del capital lucharán con todos los medios a su alcance (que son muchísimos) y apelarán a cualquier recurso, desde la manipulación de conciencias y corazones hasta la violencia más brutal, con tal de ahogar en su cuna a la revolución en ciernes. En fin, todo el arsenal de las “guerras de quinta generación” estará puesto al servicio de su sobrevivencia puesto que las clases dominantes, con certero instinto, saben que en esta nueva fase pos-pandémica han comenzado a gestarse los parámetros fundamentales de la sociedad post-capitalista, con avances profundos en la “desmercantilización” de algunas áreas de la vida social como la salud, por ejemplo.

Ahora bien: si habrá que hacer todo este enorme esfuerzo para salir de la crisis “por izquierda”, ¿por qué no avanzar directamente hacia el socialismo? Respuesta: porque no existen las condiciones objetivas (nacionales e internacionales) ni subjetivas para emprender esa travesía. En el plano nacional se requiere disponer de una arrolladora superioridad en la correlación de fuerzas a favor de los sujetos anticapitalistas, antipatriarcales, defensores de los derechos humanos, de la igualdad de género, de los pueblos originarios, en suma de todos los oprimidos y explotados por el sistema. Eso está en marcha, en forma incipiente, pero aún muy lejos de adquirir el vigor necesario para doblegar a los guardianes del viejo orden y avanzar directamente, sin mediaciones, hacia el socialismo. En lo que hace a la subjetividad, al imaginario popular, a la conciencia política revolucionaria y anticapitalista la primacía de las ideas de las clases dominantes es todavía hoy abrumadora, aunque hay algunas señales de un resquebrajamiento a raíz de la pandemia. Debemos librar una gran batalla en el terreno de las ideas, pero luchamos desde una posición muy desventajosa habida cuenta de que los capitalistas disponen de un control casi absoluto de los principales medios de comunicación como la prensa, la radio y la televisión, y también, en buena medida, de los cibermedios que han brotado como hongos al compás de la revolución informática y las nuevas tecnologías. Por otra parte, y ya pasando al análisis de las condiciones internacionales, la beligerancia del imperialismo –muy especialmente en Latinoamérica y el Caribe, su área no-negociable de influencia y control-  enfrentará con todas sus fuerzas y apelando a todos los medios no sólo a los gobiernos empeñados en la construcción del socialismo sino inclusive a aquellos que en embarquen en la senda de un cauteloso reformismo. Sostener sesenta años de bloqueo contra Cuba habla de la insaciable obstinación imperial en tratar de someter a toda la región a su arbitrio. Los ataques a la Venezuela bolivariana expresan el mismo empecinamiento. Lo ocurrido en el Chile de la Unidad Popular, en la Nicaragua sandinista, en la República Dominicana de Juan Bosch, en la Guatemala de Jacobo Arbenz y en la Granada de Maurice Bishop  amén de la sucesión de “golpes blandos” (exitosos en los casos de Haití en 2004, Honduras en 2009, Paraguay en 2012, Brasil 2016)  o frustrados (Bolivia 2008, Ecuador 2010)  y el racista golpe en Bolivia en noviembre de 2019 ilustran con elocuencia lo que venimos diciendo. El imperialismo, en consecuencia, no debe ser entendido como un “factor externo” sino como un actor profundamente imbricado en los diversos escenarios nacionales a través de sus aliados y lugartenientes locales: las burguesías autóctonas de las que hablaba el Che Guevara y las numerosas fuerzas políticas, grandes medios de comunicación y facciones intelectuales que pugnan por convertir a nuestros países en neocolonias del imperio estadounidense.

La construcción del socialismo supone la creación de un estado  de nuevo tipo, dotado de un nuevo marco legal e institucional; la refundación de un orden político genuinamente democrático y participativo; una reforma cultural y moral, ajena a los valores egoístas, competitivos y antisociales de la burguesía; la puesta en marcha de una economía socializada regida por el estado en conjunción con un conglomerado de organizaciones populares y que ponga fin al primado de la ley del valor; la creación de un nuevo aparato militar, de raigambre profundamente popular y antiimperialista y, por último, la construcción de una red de alianzas internacionales que sustenten y otorguen viabilidad a las naciones que se embarquen en esta travesía mesiánica con vistas a fundar una buena sociedad. Y estas durísimas condiciones, ausentes hoy, requieren de una labor preparatoria. De ahí la propuesta del protosocialismo como una fase previa encaminada, precisamente, a llenar los requisitos necesarios para la construcción socialista. Porque, tal como lo observara el Che Guevara, “el socialismo como fórmula de redistribución de bienes materiales no me interesa.” En línea con los clásicos del marxismo el Che concebía al proyecto socialista como una empresa multifacética e integral, irreductible al cálculo meramente economicista, y cuyos componentes esenciales eran la creación de nuevas formas de sociabilidad, de un hombre y una mujer nuevos reposando sobre una economía socializada y protegidos por un estado de nuevo tipo. Esto era necesario, recordaba, para contrarrestar  los quinientos años de “des-educación” para el sometimiento y la resignación padecidos por nuestros pueblos desde el amanecer del capitalismo.[17]

De ahí la importancia de concebir al protosocialismo no como un fin en sí mismo sino como una fase  preliminar de la construcción del socialismo.  En el contexto actual signado por la presencia agobiante de la pandemia  la agenda gubernamental de un gobierno protosocialista que se proponga iniciar y concluir una transición hacia el socialismo debería avanzar desde la atención médico-hospitalaria hasta la producción de medicamentos, que deberá estar a cargo de una empresa pública que los producirá al margen del cálculo de beneficio que hacen las grandes corporaciones de la industria farmacéutica.[18]  Por supuesto, el proyecto protosocialista deberá simultáneamente avanzar en la creación de las condiciones objetivas y subjetivas que tornen viable aquel tránsito, tema sobre el cual la dramática experiencia del gobierno de Salvador Allende en Chile tiene mucho que enseñar. Al igual que la salud la seguridad social deberá ser otra de las áreas prioritarias a desmercantilizar (acabando con los fraudulentos sistemas de “capitalización individual” como se comprueba en el escandaloso caso chileno). Esto no sólo en defensa de los trabajadores y sus ahorros sino para cortar de raíz uno de los manantiales favoritos del capital para sus operaciones en el casino financiero mundial. La estatización de las industrias estratégicas y la recuperación de la soberanía sobre los bienes comunes/recursos naturales es otro de los ítems en la agenda del protosocialismo, comenzando por el agua (privatizada en innumerables países) y siguiendo por los minerales, el petróleo, el gas, los alimentos, la biodiversidad y sus códigos genéticos y, por supuesto, los servicios públicos como la electricidad, el gas, el transporte, la telefonía, la internet, etcétera, componentes irreemplazables de la vida cotidiana.

Párrafo aparte merecerá la política de desmercantilización  y des-oligopolización de los medios de comunicación cuyo altísimo grado de concentración es contradictorio con la mera existencia de una democracia. Tampoco podía estar ausente en esta agenda de transformaciones la fijación de fuertes controles a la especulación financiera, recordando sus perniciosos efectos sobre el conjunto de la actividad económica que llevaron a John M. Keynes a proponer nada menos que “la eutanasia del rentista”. El combate contra los “paraísos fiscales”, en realidad guaridas de malhechores y de los tahúres del sistema financiero internacional será una prioridad en la construcción del protosocialismo. Como se desprende de la enumeración de estas tareas la articulación internacional de las luchas y la construcción de un robusto frente anticapitalista y antiimperialista son prerrequisitos inescapables para salir por izquierda de la crisis en la cual nos hallamos inmersos.

Dicho lo anterior, esbozado a grandes trazos, digamos que sería un error pensar que hay un único modelo para la construcción del pos-capitalismo o lo que hemos dado en llamar, por su carácter novedoso, el protosocialismo. A lo cual replicaríamos apelando a la atinada observación de Raymond Williams, hecha a mediados de los años ochentas del siglo pasado, cuando afirmaba la posibilidad y sobre todo la necesidad de muchos socialismos, ninguno de los cuales debería ser “calco y copia” de algún otro, tal como lo advirtiera con singular clarividencia José C. Mariátegui. Y también recurriendo a una observación de Fidel cuando dijo que “uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”[19] De donde se desprende una observación. Deberemos hacer oídos sordos a los cantos de sirena de los “doctores de la revolución”, esos que al compás marcado por el imperialismo norteamericano han enjuiciado con feroces críticas a la Revolución Cubana, al chavismo, y a cuanto gobierno progresista haya surgido en Latinoamérica y el Caribe en nombre de la “revolución químicamente pura” que jamás existió ni existirá pero que en sus afiebradas alucinaciones creen que es suficiente un acto de firme voluntad de la dirigencia política para que el castillo de naipes que supuestamente es el capitalismo se venga abajo sin remedio. En 1920 Lenin tuvo que salir al cruce de esas formulaciones – objetivamente reaccionarias- en un texto clásico, de indispensable lectura en el día de hoy: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.[20]

La  problemática de la organización y el “asociativismo digital”

La propuesta del protosocialismo tiene, como decíamos más arriba, necesidad de satisfacer múltiples condiciones subjetivas. En otras palabras, identificar a los potenciales protagonistas de estas batallas y construir a los sujetos políticos  que requiere un proyecto refundacional de esta naturaleza. En relación a este tema es oportuno recordar que tanto el tamaño como la fisonomía actual de la clase obrera dista mucho de ser la que conocieran los clásicos del marxismo.  Hoy el fenómeno de la subsunción  formal y real de una inmensa masa de trabajadores en todo el mundo alcanza dimensiones colosales, en la medida en que un flujo constante de millones de personas deben sobrevivir vendiendo su fuerza de trabajo a los capitalistas para realizar diversos tipos de tareas. Es por eso que Giovanni Arrighi escribió que para hablar hoy del proletariado no se supone “que los trabajadores deban estar empleados en determinadas ocupaciones («obrero de fábrica», por ejemplo) para ser calificados como miembros del proletariado. Incluso expresiones como «proletariado industrial» deben entenderse que designan al segmento normalmente empleado por las empresas capitalistas en la producción y la distribución, sin tener en cuenta el tipo de trabajo realizado o la rama de actividad en la que opera la empresa.[21]

La fragmentación del proletariado, el empequeñecimiento  del sector vinculado a la industria y su reemplazo por la robotización, vino de la mano con la extraordinaria expansión arriba referida y que refleja la mundialización del modo de producción capitalista. Tal como lo afirma Arrighi es necesario someter a una minuciosa revisión el concepto de proletariado utilizado por la tradición clásica del marxismo. Digámoslo de una vez: esa concepción  ya es insuficiente para dar cuenta de las repercusiones que los grandes desarrollos tecnológicos experimentados en los últimos quince o veinte años han tenido sobre el universo asalariado. Las radicales modificaciones sufri – das por el proceso productivo y las modalidades de valorización del capital nos imponen la necesidad de repensar críticamente la naturaleza de la clase obrera y, por supuesto, las nuevas estructuras del capitalismo tardío. [22]  De la mano de esta gran transformación del universo popular hizo su aparición una gran cantidad de sujetos sociales concretos y específicos, y no sólo integrados directamente a los procesos económicos del capitalismo. Una parte importante de estos nuevos actores ha contribuido con sus demandas e iniciativas a socavar la estabilidad de la dominación burguesa, y su concurso habrá de ser importantísimo para viabilizar la puesta en marcha del protosocialismo. La creciente complejidad de los capitalismos contemporáneos ha creado nuevas líneas de conflicto, que coexisten articuladamente con el antagonismo de clases. Y éste sigue siendo, tanto en los capitalismos centrales como en la periferia del sistema, la “falla geológica” fundamental de nuestras sociedades. En relación a esto, y para no prolongar excesivamente esta sección, conviene recordar las palabras de  Ralph Miliband cuando a propósito de esta problemática escribió que “de ninguna manera quiere esto decir que los movimientos de mujeres, negros, pacifistas, ecologistas, homosexuales y otros no sean importantes, o no puedan tener efecto, o que deban renunciar a su identidad. De ninguna manera. Sólo significa que el principal (pero no el único) sepulturero del capitalismo sigue siendo la clase obrera organizada. Esta es el necesario e  indispensable “instrumento de cambio histórico”. Y si, como se dice constantemente, la clase obrera organizada se rehúsa a encargarse de la tarea, entonces la tarea no se hará (…) pero nada ha sucedido en el mundo del capitalismo avanzado y en el mundo de la clase trabajadora que autorice a sostener tal visión del futuro. ”[23]

Ahora bien, para que el proyecto de transformación pueda comenzar a andar  se requiere satisfacer cuatro requisitos, que apenas si enunciaremos aquí. En primer lugar, la movilización de los múltiples y variados sujetos sociales, venciendo la prédica de la “antipolítica” que el neoliberalismo ha cultivado  con mucho éxito durante tanto tiempo y que los ha conducido al individualismo, el quietismo y la resignación. En otras palabras, a la renuncia de toda estrategia de acción colectiva para superar las condiciones que los oprimen y  explotan. Se trata de contrarrestar un sentido común mediante el cual se propaga la idea de que la política es irremediablemente corrupta, perversa y que lo mejor que puede hacer una sociedad es desentenderse de ella, no interesarse en obtener información sobre la vida pública ni participar en las elecciones. El resultado: el triunfo arrasador de la derecha que se apoya en la generalización de tales creencias y actitudes. [24] En segundo lugar, habrá que organizar a los sectores movilizados. El impulso inicial hacia la protesta y el protagonismo se esfumará de la noche a la mañana si no va acompañado por la creación de distintos tipos de estructuras organizativas. No sólo las tradicionales, como partidos y sindicatos, sino también otros formatos desarrollados por los nuevos actores sociales de las luchas ecologistas, feministas y de género, organizaciones de derechos humanos, territoriales, de la juventud, etcétera. No existe un formato único sino que será necesario admitir la variedad de modelos organizativos teniendo siempre en cuenta que lo importante es la unidad de acción en la lucha contra el capital. Tercero, avanzar en la concientización, en la formación política de esas masas puestas en disponibilidad por la pinza traumática de la pandemia y la crisis económica. Este fue un terreno en donde las experiencias progresistas de inicios del siglo veintiuno demostraron no estar a la altura de las circunstancias. Se pensó, erróneamente, que bastaba con una activa política de combate a la pobreza, con sacar de la miseria a millones de personas para que éstas comprendieran cual era el origen de su desgraciada situación. El resultado fue, como lo recuerda a menudo Frei Betto, que en vez de crear ciudadanas y ciudadanos conscientes esos gobiernos crearon consumidores, y confiaron en que con eso sería suficiente. Tiempo después esos sectores social y económicamente promovidos  les dieron la espalda a las fuerzas políticas que los habían beneficiado y votaron por sus enemigos, caso de Jair Bolsonaro en Brasil, o no se movilizaron para defender a los gobiernos que los habían rescatado de la pobreza, sea con sus votos, como en Uruguay, o con su pasividad ante el golpe, como en Bolivia. Cuarto y último, estas tareas requieren de una articulación internacional porque el capitalismo es un sistema global y su “estado mayor”, reunido periódicamente en Davos, despliega una estrategia global de lucha contras las clases explotadas. Por eso, la política que se deberá implementar en la construcción del protosocialismo tiene un necesario componente internacionalista. Será preciso coordinar las batallas contra un actor altamente unificado como la “burguesía imperial”, presente en las más diversas latitudes, y que cuenta con un impresionante poderío económico, político, y mediático que no puede ser enfrentado aisladamente a escala solamente nacional.

De ahí la importancia del “asociativismo digital”,  o sea, la potenciación de las estrategias y tácticas de acción colectiva apelando a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Estas fueron desarrolladas pensando en su utilización financiera y militar pero la pandemia las ha “socializado” en una extensión inimaginable hace apenas unos pocos meses. Grandes sectores de las clases y capas populares se han familiarizado con las potencialidades  de los smartphones e infinidad de organizaciones apelan a plataformas como el Zoom, Jitsi y otras por el estilo para reunirse, intercambiar informaciones y acordar planes de acción. Esto, mientras dure el confinamiento será un aliado formidable, un arma de grueso calibre en manos de las fuerzas políticas empeñadas en la construcción de una nueva sociedad. Gracias a estas tecnologías lo que antes requería costosos y trabajosos desplazamientos a lo largo de dilatados espacios geográficos para que los líderes y militantes sociales se encontraran y elaborasen sus planes de acción hoy se puede lograr en tiempo real, a un costo mínimo y facilitando nuestros esfuerzos para coordinar la ofensiva contra el capital en el plano local, nacional e internacional. Esta es una nueva arma que los teóricos y los estrategas del imperio siempre trataron de que no cayera en nuestras manos. Y la podemos utilizar durante el confinamiento y también, con gran provecho, después del confinamiento para llevar a cabo las acciones colectivas imprescindibles para las tareas de reconstrucción integral de nuestras sociedades. Cuando se pueda salir a la calle estas tecnologías será aún de extrema utilidad para mejorar la organización de las actividades de los sujetos portadores del embrión de la nueva sociedad. ¿Podría hablarse de sujetos revolucionarios?  No hay que jugar con expresiones como esa. Tal vez es un tanto apresurado, pero sin dudas serán sujetos que deberán acometer la empresa histórica de comenzar a dar los primeros pasos en el desmontaje de la economía capitalista. Si eso termina o no en una revolución el tiempo lo dirá. La intención es esa, pero los resultados nunca están garantizados de antemano.

¿Y si el capitalismo se reinventa?

Ante la perspectiva de un “comunismo reinventado” o de cualquier otro proyecto anticapitalista Byung-Chul Han,  el filósofo sur-coreano/alemán  saltó al ruedo para sentenciar que “tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.”[25]  Es una afirmación temeraria de este académico que lleva unos treinta y cinco años enseñando en Berlín y qe parece poco conectado con lo que ocurre en el resto del mundo. Además no ofrece evidencia alguna que sustente esa afirmación. En realidad, si algo se dibuja en el horizonte es la desilusión de crecientes segmentos de la opinión pública con el capitalismo, algo que los grandes periódicos del sistema, desde el New York Times hasta el Wall Street Journal y el Financial Times, no dejan de constatar en sus páginas. Tómese nota de la opinión del economista Lawrence Summers, ex Secretario del Tesoro (1999-2001) durante la Administración Clinton, que ya en enero del 2012 daba la voz de alarma y se preguntaba en su blog “Why isn’t capitalism working?” Su respuesta es la siguiente: “tradicionalmente  los estadounidenses han sido los más entusiastas campeones del capitalismo. Sin embargo, una encuesta reciente de opinión encontró que apenas un 50 por ciento de la gente  tiene una valoración positiva del capitalismo mientras que 40 por ciento no lo tiene.  La desilusión es particularmente fuerte  entre la gente joven de 18-29 años, los afroamericanos, los hispanos, y entre aquellos cuyos ingresos son menores a los  $30,000 por año e identificados con los Demócratas.”[26] El generalizado reclamo que se percibe en las generaciones más jóvenes, súbitamente despabiladas del sopor al que fueran inducidas por los medios de “confusión” de masas, a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la salud, el medio ambiente, la justicia social y los derechos de las minorías no parece alinearse demasiado con las previsiones del académico surcoreano. La provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y la imperiosa necesidad de poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial remiten mucho más al protosocialismo arriba mencionado que al necrocapitalismo de nuestros días. Es que a resultas de las dolorosas enseñanzas de la pandemia las poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo están más  propensas a recurrir a soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” (como las que por necesidad se tuvieron que adoptar durante los interminables meses de lucha contra el COVID-19) que a confiar en el desenfreno individualista y privatista propios del neoliberalismo y que condujo a la trágica situación actual y que, según Judith Butler, “ha revitalizado el imaginario socialista en Estados Unidos.”[27]

Este descrédito de la cosmovisión no sólo neoliberal sino capitalista, con su desaforada exaltación del individualismo y el darwinismo social de mercado es a su vez alimentado por la adopción de nuevos hábitos impuestos por los gobiernos para combatir la pandemia: la cuarentena, el aislamiento preventivo y la distancia social que establece límites estrictos al contacto de los cuerpos. Estas disposiciones emanadas de los estudios epidemiológicos son objeto de crítica cada vez más vociferante por parte del empresariado y los políticos de derecha que exigen que “la gente vuelva al trabajo” y que “no se puede interrumpir la vida económica por tanto tiempo.” Puestos a elegir estos personajes no dudarán un instante en preferir salvar sus empresas y preservar sus ganancias aún a costa de condenar a muerte a decenas de miles de personas en cada país. Al momento de poner fin a estas líneas, el 18 de Julio del 2020, 143,233 personas murieron en Estados Unidos por el COVID-19  y 79,488 en Brasil pese a lo cual prosiguen con fuerza en sus políticas de “abrir la economía” y “normalizar la vida social”, algo que difícilmente podrá ser logrado, sobre todo si se piensa que “normalizar” quiere decir volver exactamente al modo de vida y de sociabilidad existentes antes del estallido de la pandemia. [28]El nerviosismo de los capitalistas se comprende porque si la plaga se prolonga unos cuantos meses más –cosa que no habría que descartar, viendo los “rebrotes” habidos en algunos países que pensaban que habían derrotado al mal-  podría resquebrajarse para siempre  la  rutina social que hacía que cada día la gente concurriese con ovejuna mansedumbre a su lugar de trabajo (fábrica, oficina, comercio, banco, etcétera) y aceptase como algo natural, indiscutible, el autoritarismo de la disciplina laboral, la explotación, el desgaste físico del viaje desde su hogar hasta su lugar de trabajo, respirar un aire cada vez más contaminado, asimilar el bombardeo constante del consumismo, endeudarse para adquirir lo que muchas veces ni siquiera necesita y ser manipulado con las modernas técnicas del neuromarketing por los grandes poderes económicos y sus mercenarios mediáticos. Si el entramado de nuevas actitudes, recaudos y comportamientos impuestos por la lucha contra el coronavirus se arraigan en grandes sectores de la clase trabajadora la “vuelta a la normalidad” esperada con tanta ansia por los capitalistas será mucho más prolongada y enmarañada de lo que se espera. Quienes retornen a sus puestos de trabajo habrán franqueado una experiencia traumática que modificó hábitos profundamente arraigados y que ahora podrían llegar a ser puestos en cuestión. Su conciencia política, antes quietista y conformista, ha sido bruscamente alterada por una mortal pandemia. Además se trata de personas que en muchos casos aprendieron el “arte de asociarse” que la burguesía cultivó con esmero para sí mientras lo combatía con denuedo cuando quienes querían ejercer esa práctica pertenecían a las clases populares. Esto es tan antiguo que hasta Adam Smith se refería a esa hipocresía valorativa en su Riqueza de las Naciones. Pese a que hoy en muchos países no pueden salir a la calle se cuentan por millones los que han aprendido a asociarse a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación, mediante  el ya mencionado “asociativismo digital” que pone en crisis la primacía del individualismo burgués. Si aquél llegara a combinarse con la previsible movilización popular en las calles una vez que la cuarentena llegue a su término la capacidad reivindicativa de los trabajadores podría verse extraordinariamente fortalecida y quedaría en condiciones de ejercer una influencia decisiva en la reorganización económica y política que sobrevendrá una vez que el coronavirus sea un penoso recuerdo. Esto dependerá, obvio, del contenido de esa nueva conciencia social cuya partera fue la pandemia. Por eso decíamos que las previsiones conservadoras de Byung-Chul Han no tenían más asidero que su firme adhesión ideológica al capitalismo como sistema. La salida de esta crisis tendrá como uno de sus signos distintivos la bancarrota de la irracional –“quimérica”, según el New York Times– confianza en la “magia de los mercados”, en las virtudes de las privatizaciones y desregulaciones, y en la presunta capacidad de las fuerzas del mercado para asignar justa y racionalmente las recompensas y las sanciones a clases y grupos sociales.

El lento pero irreversible surgimiento de un nuevo orden internacional

Pero además el mundo que se viene será uno en donde el sistema internacional ya habrá adoptado de modo irreversible -al menos en el mediano plazo- un formato diferente y en cuyas alturas se encontrará a una nueva tríada dominante, aunque el peso específico de cada uno de sus componentes por supuesto que no sea el mismo. Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de un “condominio imperial” a cargo de la tríada formada por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde europeos y japoneses eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con socios de otra envergadura. Por un lado, la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en las cruciales tecnologías 5G e Inteligencia Artificial. A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana. En suma,  Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China logra en el terreno de la economía. Difícil aunque no imposible que tal como asegura Byung-Chul Han el capitalismo tal cual hoy lo conocemos pueda adquirir renovada pujanza en ese escenario internacional. Si en los últimos treinta años consiguió una  extraordinaria gravitación y penetración de la mano de la globalización neoliberal fue en buena parte debido a que se había desintegrado la Unión Soviética y también porque como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario”, el gobierno de Estados Unidos, presto a acudir a cualquier rincón del globo en donde el orden capitalista estuviera en riesgo para socorrerlo con su incuestionable primacía económica, militar, política e ideológica.[29]

Hoy la primacía económica está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra Afganistán, una de las naciones más pobres y atrasadas del planeta. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. El “atlantismo”, ese gran pacto sellado en la posguerra fue hecho añicos por Donald Trump que le dio el tiro de gracia a un proceso que, hay que reconocerlo, venía de lejos. La mezquindad y la megalomanía de la Casa Blanca en épocas recientes no tiene precedentes, como lo demuestra un hecho menor pero cargado de significación: el pirateo de los barbijos adquiridos por  Francia y Alemania.[30] Retomando el hilo digamos que mientras China pudo controlar la pandemia Estados Unidos fracasó en ese empeño, por lo menos hasta el momento de terminar de escribir estas líneas. Además, el gigante asiático junto a Rusia y Cuba ayuda a combatir a la pandemia en Europa mientras que Estados Unidos bloquea el acceso de insumos procedentes de China a los países europeos. Y Cuba, ejemplo incomparable de solidaridad internacional, envía médicos y medicinas a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN  en suelo europeo e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. De ahí que la antigua hegemonía estadounidense, que tenía como uno de sus fundamentos un autoproclamado liderazgo moral, ya es cosa del pasado. Su prestigio internacional se ha visto muy debilitado y lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno federal en Washington no es si el país está en declinación o no, sino el ángulo de la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso hora tras hora.

Conclusión 

Estamos pisando los umbrales de una nueva era. Como decía José Martí, “es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.”  En este tiempo que se aproxima velozmente será preciso llevar a cabo una profunda revisión del paradigma de las políticas públicas, comenzando por la sanidad e inmediatamente después por la seguridad social como preludios necesarios a la batalla decisiva: poner bajo control al capital financiero y su red global que asfixia a la economía mundial, provocando recesiones, aumentando el desempleo y disparando a niveles extravagantes la desigualdad económica. Un capital financiero ultra-parasitario que financia y protege a las mafias de “guante blanco” y que, con la complacencia o complicidad de los gobiernos de los capitalismos centrales y las instituciones económicas internacionales, crean las “guaridas fiscales” que facilitan el ocultamiento de sus delitos y la evasión tributaria que empobrece a los estados, debilita a sus gobiernos y los priva  de los recursos indispensables para garantizar una vida digna a sus poblaciones.

Va de suyo que para llegar a la reconstrucción de ese nuevo orden social primero habrá que derrotar a la pandemia. El gobierno argentino ha actuado con sensatez y firmeza al imponer una estricta cuarentena que ha ahorrado miles de vidas. Pero dado que hay todavía un largo recorrido por delante (de unos cuantos meses por lo menos, en lo que hace a sus aspectos sanitarios y epidemiológicos) será necesario que la autoridad pública disponga de los recursos suficientes para mantener una adecuada dotación de recursos médico-sanitarios (desde hospitales en adecuado nivel de funcionamiento hasta equipos de diversos tipo, que van desde mascarillas, camisolas y guantes hasta unidades de terapia intensiva) y auxiliar económicamente a una población que sólo gradualmente y en pequeñas proporciones podrá ir retomando sus trabajos o sus actividades económicas de antaño y que mientras tanto necesita de dinero para comer, curarse y, eventualmente concurrir a sus lugares de trabajo. El problema es que el estado argentino –como casi sin excepción ocurre en Latinoamérica y el Caribe- es pobre a causa de la persistencia de una estructura tributaria tremendamente regresiva, digna heredera de la colonia, merced a la cual los más pobres contribuyen con sus impuestos mucho más que los más ricos al sostenimiento del erario público.  Esta inequidad estructural se potencia por problemas como la evasión y la elusión fiscales o la corrupción administrativa  y por eso los gobiernos de la región carecen de los recursos financieros que necesitan para hacer frente a tan inédito desafío.

De ahí que se engañen quienes piensan que la lucha contra la pandemia podrá librarse, al menos en el caso argentino, con los recursos financieros ordinarios del estado. Se requerirá un enorme aumento del gasto público (recordar lo que dijo el ya mencionado Jerome Powell, chairman de la FED) y no sólo para el pago del personal que garantiza la atención médica y la adquisición masiva de insumos    sino también para remunerar a los agentes de la seguridad pública que controlan el cumplimiento de la cuarentena y los demás gastos de adquisición de bienes esenciales y toda la logística de la distribución de alimentos y medicamentos que sería largo pormenorizar. Pero además, grandes sumas de dinero serán necesarias para asistir  aunque sea parcialmente a las clases y capas populares más explotadas y estigmatizadas, las que habitan en «villas» o asentamientos irregulares, y viven al día con lo que obtienen de «changas» o trabajando «en negro» y que carecen de ingresos regulares. Si la mano del estado no llega a auxiliarlos esa gente va a ser carne de cañón del virus asesino y también del hambre, y hay que extremar todos los recursos para salvar esas vidas.

Sin recursos financieros, ¿qué puede hacer el gobierno? ¿Cruzarse de brazos y ver como el coronavirus arrasa los barrios y asentamientos populares? Tal cosa no sólo sería un crimen imperdonable sino que, además, tendría un negativo impacto económico a futuro, algo que se les escapa a los charlatanes que noche a noche en la televisión, inspirados por Donald Trump, urgen poner fin ya a la cuarentena y que los argentinos “vuelvan al trabajo.” Afortunadamente esa opción, al menos en su formulación radical, no figura entre las opciones que maneja Alberto Fernández. Por eso, la iniciativa de un impuesto a la riqueza es absolutamente razonable, imprescindible e impostergable para hacer frente a gastos extraordinarios durante los próximos meses cuando, al mismo tiempo,  la recaudación fiscal ha caído en picada. Pero hay que decirlo antes que sea tarde: esa iniciativa, en caso de ser aprobada por un Congreso en donde el presidente no tiene asegurado un voto mayoritario, no aportará los recursos que se necesitan. El impuesto “extraordinario a la riqueza personal, y por una única vez” aportará, en el mejor de los casos una suma de poco más de 3.000 millones de dólares, monto que difícilmente será suficiente para sufragar los enormes gastos que demandará el combate al COVID-19 y el posterior proceso de reconstrucción económica y social de la Argentina. Y no hay otra fuente para obtener recursos que un impuesto a la riqueza, que en este caso afecta apenas a unas 12.000 personas, un 1.1% del total de contribuyentes del país.[31]

Dado que ni la emisión descontrolada de moneda local ni el endeudamiento externo son alternativas reales de financiamiento, la necesidad de una reforma tributaria integral que afecte no sólo la fortuna de las personas sino también de las más grandes empresas se torna impostergable. Dos de los más acaudalados multimillonarios de Estados Unidos, Bill Gates y Warren Buffett vienen diciendo hace tiempo que ellos deberían pagar más impuestos que los que les exige la legislación de ese país. Y añaden, para fundamentar este insólito pedido (que desconcierta a los talibanes del neoliberalismo) lo que ya sabemos: que los ricos gozan de una presión tributaria proporcionalmente mucho menor que los pobres. A Gates y Buffett se sumaron recientemente Jerry Greenfield, co-fundador de los helados Ben and Jerry, Abigail Disney, heredera del imperio Disney, y Stephen Tindall, el segundo hombre más rico de Nueva Zelanda.[32] Nunca escuchamos nada ni remotamente parecido entre los avaros y sórdidos multimillonarios argentinos o latinoamericanos, pese a que en nuestros países la inequidad y regresividad tributarias son aún mayores que las que existen en Estados Unidos o Europa. La propuesta que hoy está en el Congreso argentino será un impuesto que alcanzará a una ínfima parte (0.08 % ) de la población económicamente activa pero que es dueña de inmensas fortunas y que en circunstancias excepcionales como las actuales no puede estar exentas de tributación. Para ni hablar de los gigantescos patrimonios de sus empresas. Es ahora o nunca. No sólo para financiar la lucha contra la pandemia, que no puede ser efectiva sin el equipamiento necesario; también para lo que se va a necesitar una vez que aquella sea un doloroso recuerdo y se deba poner en marcha a la economía. En ese momento el estado no sólo va a tener que continuar asistiendo a los más débiles que viven de lo que ganan día a día (técnicamente: sostener la demanda agregada) sino que habrá que contar con mucho dinero para que muchísimas pequeñas y medianas empresas puedan reiniciar sus actividades. Esto exigirá un esfuerzo a dos puntas: por el lado de la demanda, facilitar que los más pobres puedan adquirir los bienes necesarios para su subsistencia; por el lado de la oferta, incentivar los negocios auxiliando, aunque sea transitoriamente a las pymes para que vuelvan a producir y trabajar. Y ofreciendo los bienes y servicios que la sociedad demandará con creces luego de un largo período de virtual congelamiento de la economía.

Cierro estas notas con una cita de Dante Alighieri que se adapta muy bien a la situación actual.  En La Divina Comedia describe el gran portal que daba paso al Infierno en donde estaba esculpida la siguiente inscripción: “Abandónese aquí todo recelo. Mátese aquí cualquier vileza”.  Un sabio consejo para los multimillonarios que, en Nuestra América, están infectados por el virus del recelo y la vileza y que pugnan por negarle al estado los recursos necesarios para preservar las vidas de millones de compatriotas en riesgo.

Notas:

*Agradezco a William J Gills por sus lúcidos comentarios a una primera versión de este trabajo. Este trabajo sintetiza algunas de las conclusiones del curso “El mundo después del COVID-19” ofrecido desde mi página web: www.atilioboron.com.ar/cursos

[1] Walter Scheidel, “Why the Wealthy Fear Pandemics”, NYT, 9 Abril 2020

[2]  No sólo ocurrió en países del Tercer Mundo. El New York Times del 29 de Abril reporta el hallazgo de dos camiones estacionados en la cercanía de una funeraria de Brooklyn, New York, conteniendo varias docenas de cadáveres en avanzado estado de descomposición. Ver: https://www.nytimes.com/2020/04/29/nyregion/bodies-brooklyn-funeral-home-coronavirus.html

[3] El mismo título de la nota: “The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World Order” ya anticipaba esta conclusión. Ver el Wall Street Journal, edición del 4-5 de Abril de 2020, pg. A-17

[4] Ver informe en https://www.telam.com.ar/notas/202004/455493-mas-de-4-millones-de-personas-solicitaron-subsidio-al-desempleo-y-suman-267-millones-de-desocupados.html

[5] Datos del Bureau of Labor Statistics, del Department of Labor del gobierno de Estados Unidos. Varias fechas, entre ellas: https://www.bls.gov/news.release/pdf/empsit.pdf

[6] “Republicans Don’t Want to Save Jobs”, NYT, 13 Abril 2020. Accesible en https://www.nytimes.com/2020/04/13/opinion/jobs-republicans-covid.html  La actualización de las cifras se encuentra en https://www.telam.com.ar/notas/202004/458118-estados-unidos-sumo-casi-30-millones-de-desocupados-en-un-mes-y-medio.html  La estimación del 16 % se encuentra en https://www.cnbc.com/2020/06/05/heres-why-the-real-unemployment-rate-may-be-higher-than-reported.html

[7] Los datos de las empresas de Estados Unidos se encuentran en https://theintercept.com/2020/03/17/naomi-klein-and-jeremy-scahill-discuss-coronavirus-the-election-and-solidarity-in-the-midst-of-a-pandemic/

[8] Diana Hembree, “CEO Pay Skyrockets To 361 Times That Of The Average Worker”, Forbes, 22 de Mayo, 2018. Disponible en: https://www.forbes.com/sites/dianahembree/2018/05/22/ceo-pay-skyrockets-to-361-times-that-of-the-average-worker/#7621dae6776d

[9] Cf. https://www.publico.es/economia/paises-mayor-endeudamiento-familiar-planeta.html

[10] Ver https://www.efe.com/efe/america/economia/la-fed-advierte-que-recuperacion-podria-extenderse-hasta-fin-de-2021/20000011-4248544

[11] Las más recientes encuestas le otorgan al candidato Joe Biden, un promedio de 9 % por ciento de ventaja sobre Donald Trump. Ver datos de múltiples encuestadoras en https://www.realclearpolitics.com/epolls/2020/president/us/general_election_trump_vs_biden-6247.html

[12] Cf.  https://www.nytimes.com/2020/04/09/opinion/coronavirus-inequality-america.html?action=click&pgtype=Article&state=default&module=styln-opinion-inequality-series&variant=show&region=ABOVE_MAIN_CONTENT&context=opinion-inequality-promo

[13] Vale aquí recordar el volumen compilada por Peter B. Evans, Dietrich Rueschmeyer  y Theda Skocpol a comienzos de los ochentas del siglo pasado en el cual se abogada por una reintroducción de la temática del estado en los estudios políticos y por fortalecer su papel en la vida de las naciones. Desgraciadamente su prédica cayó en vano, en ambos casos. Ver Bringing the state back-in  (Princeton: Princeton University Press, 1985), especialmente las páginas 44 a 77.

[14] Al respecto consultar el imprescindible libro de Ignacio Ramonet: El Imperio de la Vigilancia (La Habana: Instituto Cubano del Libro, 2018). Ya en noviembre del 2017 la revista conservadora británica hablaba de este tema, del “state led capitalism”. Ver la edición del 21 de Enero del 2017 dedicado al surgimiento del capitalismo de estado y con la imagen de V. I. Lenin de fondo.

[15] Ver su “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”,  en Autores Varios, Sopa de Wuhan. Pensamiento Contemporáneo en Tiempos de Pandemia (Libro Electrónico de Editorial ASPO, 2020) pp.  21-28

[16] Tema desarrollado ampliamente por este autor en su Beyond Capital. Towards a theory of transition (New York: Monthly Review Press, 1995)  [hay traducción al castellano]

[17] Ver si “El socialismo y el hombre en Cuba”, ediciones varias. Hemos discutido algunos de estos asuntos en nuestro Socialismo del siglo veintiuno. ¿Hay vida después del neoliberalismo?  (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009), cap. 3.

[18] Recordemos aquí, y brindemos un pequeño homenaje, al doctor Jonas Salk, que rehusó a patentar su vacuna contra la poliomielitis porque dijo que sería lo mismo “que tratar de patentar el sol.” Lamentablemente los desarrollos posteriores de la industria farmacéutica no tuvieron como eje inspirador su altruista enseñanza sino los fríos números del análisis de costo-beneficio, y todo se convirtió en materia mercantilizable.  Con su actitud Salk arrojó por la borda la posibilidad de embolsar por lo menos 7.000 millones de dólares. Otro tanto hizo Albert Sabin, que creó una segunda vacuna contra la polio poco tiempo después. Veremos cual será la conducta de los grandes laboratorios que descubran la vacuna contra el COVID-19. ´Datos sobre esto en https://hipertextual.com/2013/08/patentar-vacuna-contra-polio.

[19] Citado en “Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades” en Rebelión, 6 de diciembre 2005. Discurso pronunciado  el 17 de noviembre de 2005 con ocasión del 60ªaniversario de su ingreso a la Universidad. La Habana.

[20] Ver la nueva edición publicada en país vasco por la editorial Txalaparta (Tafalla: 2020) con un estudio introductorio del autor de estas líneas.

[21] Ver su “Siglo xx: siglo marxista, siglo americano: la formación y la transformación del movimiento obrero mundial” en New Left Review en español, Enero/Febrero 2000, p. 4.

[22] Hemos desarrollado ampliamente esta problemática en nuestro Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina  (Buenos Aires: CLACSO, 2003), pp. 310-315.

[23] En “El nuevo revisionismo en Gran Bretaña”, en Cuadernos Políticos (México), Nº 44, Julio-Diciembre de 1985, p. 26.

[24] Sobre esto ver el estudio de Silvina Romano  e Ibán Díaz Parra, Antipolíticas. Neoliberalismo, realismo de izquierda y autonomismo en América Latina (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2018)

[25] En “La emergencia viral y el mundo de mañana”, en Sopa de Wuhan , op. cit., p. 110

[26]  Desilusión que se comprende perfectamente cuando en “La pandemia y el sistema-mundo” Ignacio Ramonet nos informa que “en el estado de Michigan, los afroestadounidenses constituyen el 14% de la población, pero concentran el 33% de los infectados y el 41% de las muertes. En Chicago, los afrodescendientes son el 30% de la población, pero representan el 72% de los fallecimientos.”    Consúltese lo de Summers en http://blogs.reuters.com/lawrencesummers/2012/01/09/why-isnt-capitalism-working/   Véase asimismo “Why are Americans warming to socialism? Because capitalism has failed them”, en

https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/mar/03/why-are-americans-warming-to-socialism-because-capitalism-has-failed-them  y también un estudio de Gallup, de noviembre del año pasado en donde se demuestra que los “millenials” tienen la misma valoración del socialismo que del capitalismo, algo impensado en las previas generaciones. Cf. “Socialism as popular as capitalism among young adults in the US”, en  https://news.gallup.com/poll/268766/socialism-popular-capitalism-among-young-adults.aspx

[27] “El capitalismo tiene sus límites”, en Autores Varios, Sopa de Wuhan, op. cit.  pp. 59-65.

[28] Este número de víctimas en Estados Unidos equivale a más de dos veces el número de combatientes de ese país que murieron en Vietnam: 57.939. En poco más de un mes Trump y el neoliberalismo produjeron más víctimas que la guerra de Vietnam en once años. No sólo eso: el informe de ese día de la OMS confirma que en el país asiático la pandemia no produjo un solo muerto. Al día de hoy , 18 de Julio, ni una persona murió en Vietnam a causa del coronavirus. Un desempeño extraordinario que ejemplifica la superioridad de la organización socialista sobre la capitalista. Datos de la OMS disponibles en: https://covid19.who.int/region/wpro/country/vn

[29] “The lonely superpower”, en Foreign Affairs, Vol. 78, Nº 2, 1999

[30]  Ver detalles de este vergonzoso incidente en https://www.pagina12.com.ar/257582-coronavirus-en-occidente-se-desato-la-guerra-de-los-barbijos

[31] Va de suyo que una situación similar se vive en numerosos países latinoamericanos.

[32] Ver Página/12, 14 de Julio de 2020: https://www.pagina12.com.ar/278265-un-grupo-de-super-ricos-piden-pagar-mas-impuestos-para-lucha#:~:text=Un%20grupo%20de%20s%C3%BAper%20ricos%20piden%20pagar%20m%C3%A1s%20impuestos%20para,Greenfield%20(Ben%20and%20Jerry).

Fuente: https://rebelion.org/conjeturas-sobre-el-futuro-del-capitalismo-y-el-protosocialismo/
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Libro en pdf: Manual de lucha contra el cambio climático

Reseña: La editorial de Ecologistas en Acción, que llama a participar hoy en la Acción Global por el Clima, liberó ayer -con motivo de la celebración del Día del Libro- un libro del catálogo de su editorial: Manual de lucha contra el cambio climático, de João Camargo y Samuel Martín-Sosa. La obra explica de forma sencilla, con decenas de ilustraciones y datos científicos, la gravedad de la emergencia climática (abajo incluimos enlace para descarga). Libros en Acción, la editorial de Ecologistas, se define como “un lugar de encuentro y debate, de propuesta de alternativas a los conflictos que se han ido instalando entre la naturaleza y la sociedad actual”.

Link de descarga: https://www.ecologistasenaccion.org/transferencias/libro/manual-de-lucha-contra-el-cambio-climatico.pdf

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Con el COVID-19 se derrumban paradigmas

Por: Franklin González

Toda teoría, querido amigo, es de color gris, pero   el árbol dorado de la vida brota siempre verde. (Johann Wolfgang von Goethe).

No estableceremos el paradigma en los términos en que lo plantea Thomas Kuhn en su conocido texto: La estructura de las revoluciones científica, donde lo define como: “Logros científicos que generan modelos que, durante un período más o menos largo, y de modo más o menos explícito, orientan el desarrollo posterior de las investigaciones exclusivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas planteados por estas”.

Más bien, modestamente, nos interesa entenderlo como todo modelo o ejemplo a seguir que está arraigado en el imaginario colectivo de la gente. Paradigma en términos griegos παράδειγμα o parádeigma.

El Covid-19 ha producido en más de un creyente, y no sólo de lo divino, sino también de lo profano, un shock en su alma, una cachetada a sus formas de pensamientos.

Para algunos ha aparecido lo que aquí llamaremos, dolor del alma, dolor al dogma, dolor a la creencia, dolor de la “verdad que era mentira”..

Hay quienes siempre han proliferado la creencia de que los mejores sistemas de salud se encuentran en Estados Unidos y los países de la Unión Europea, pero ahora observan impávidos, incrédulos, que es precisamente en esos lugares donde esté incubado el epicentro de la pandemia.

Para muchos analistas internacionales de lo que se trata es que el Covid-19 está tocando los cimientos de un modelo civilizatorio y a sus “avances científicos y tecnológicos”, trastocando la forma de ver el mundo de algunos cuantos millones de seres humanos.

En este ensayo intentaremos reflexionar en algunos paradigmas que se derrumban en esta era del Covid-19.

SE DERRUMBA LA CERTIDUMBRE

Si algo ha puesto en evidencia el Covid-19 es que el determinismo absoluto se derrumbó. Las evoluciones lineares, la reversibilidad del tiempo no es lo que está prevaleciendo en el firmamento.

Hoy hace presencia el principio del desorden y el principio de indeterminación, todo en el contexto de un diálogo de saberes, en una óptica dialéctica donde los diferentes actores intercambian visiones, percepciones, conocimientos, muy diversos, donde se transversaliza lo faber, lo demens, lo ludens, lo sapiens y lo politicus, lo civicus, lo religiosus y lo oeconomicus .

Para el científico británico, Stephen Hawking en su Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988), estaríamos cerca del fin, del momento en que podríamos descifrar el “pensamiento de Dios”.

Para el físico ruso Ilya Prigogine en su texto El fin de las certidumbres (1996), la aventura “recién comienza” porque se asiste al “surgimiento de una ciencia que ya no se limita a situaciones simplificadas, idealizadas” que nos instala “frente a la complejidad del mundo real, una ciencia que permite que la creatividad humana se vivencie como la expresión singular de un rasgo fundamental común en todos los niveles de la naturaleza”. También afirma que: “nociones como el caos se han popularizado e invaden todos los ámbitos de la ciencia, de la cosmología a la economía”.

Mientras que Immanuel Wallerstein, en el ensayo “El fin de las certidumbres y los intelectuales comprometidos” (2005) dice que: “Debemos inventar un nuevo sistema histórico sin estar seguros de salir victoriosos. Debemos hacerlo porque existe la posibilidad de reinventar el mundo, pero repito, sin la certeza de que vayamos a triunfar”.

Por tanto, estamos en presencia de la incertidumbre y lo no lineal, del rompimiento con ese conocimiento estructurado, con categorías determinadas en el plano horizontal y consecuencial, únicamente producidas por el hombre, como movimiento lineal de sujeto-objeto, pero sin historicidad, sin conciencia de que lo humano y las comunidades humanas al margen de sus propias historias no se entienden, como de alguna manera lo narra Juan Bautista Segalé (2014) en el texto ¿Qué significa pensar desde América Latina?

Todo ello evidencia una realidad compleja y por tanto, parafraseando Edgar Morín en el texto La Vía para el futuro de la humanidad, hace falta un pensamiento complejo, más allá de la lógica y de la razón, a los fines de un aporte de conocimiento no alineado, no fragmentado, no binario y con bucles retroactivos.

Con el Covid-19 se plantea el dilema de si todo seguirá igual o el ser humano entenderá que para asegurar su especie es necesario cambiar profundamente.

¿Cuál de los dos será el camino que se escogerá?

Al parecer aún no se sabe en esta era de incertidumbres.

VENEZUELA: ¿EPICENTRO DEL COVID-19?

El 28/01/2020 se difundió un informe elaborado por Global Health Security Índex en cual se estableció una tipología de países para enfrentar el Coivid-19.

Por un lado, los países mejor preparados eran Estados Unidos, Reino Unido y Países bajos. De América del Sur, Venezuela era el menos preparado.

Según la información que circuló, ese informe se realizó mediante el análisis cuantitativo de varios indicadores como los niveles de prevención ante patógenos emergentes, los protocolos de detección temprana de epidemias, la velocidad de respuesta y mitigación, la suficiencia de los sistemas de salud para tratar a personas afectadas y trabajadores de la salud, el apego a normas internacionales y el riesgo general de los países con distintas vulnerabilidades generadas por el entorno.

Desde adentro y desde afuera, se aseguraba que Venezuela, que pasa por muchas dificultades y que nadie puede negar, agravadas por el bloqueo económico y comercial de Estados Unidos, no aguantaría esta pandemia; que habría una mortandad por “los niveles de pobreza y miseria” que existen, que ni siquiera habría tapabocas ni muchos menos centros hospitalarios para atender los miles de casos que se contagiarían y tampoco médicos, porque la inmensa mayoría se “había ido del país”.

Resulta que como una bofetada en la cara, a quienes esto afirmaban, el epicentro del contagio hoy es Estados Unidos, su modelo societal, su ejemplo a seguir.  Al ver las estadísticas en América, EEUU tiene, para el 27/05: 1.695.776 casos positivos por COVID-19, 100.047 fallecimientos y 384.902 recuperados, mientras que para la misma fecha en Venezuela el número de contagiados llega a más 1.245 personas, con 11 personas fallecidas y los dados de altas a 302.

Como la crisis en EEUU es inocultable, ya sus admiradores no miran hacia su modelo de referencia, pero siguen vaticinando malos resultados para nuestro país, no tanto con la seguridad que lo hacían al principio, ahora se trata de deseos macabros, malévolos, porque quieren, hasta que por desgracia divina (parece un oxímoron), que en Venezuela se contagie la mayor cantidad de compatriotas y haya mortandad por doquier. Son los necrófilos

Y pensar que la mayoría profesa una creencia divina, creen en Dios y Jesucristo y algunos -no todos, por cierto-, acuden a la iglesia, rezan, se comulgan y así y todo le “desean mal al prójimo”.

Los médicos infectόlogos, Julio Castro y Jaime Torres, en declaraciones dadas al diario Clarín de Argentina, publicadas el 02/03/2020, pronosticaron lo siguiente: “Venezuela no está preparada para afrontar la posible llegada del Covid-19”, por “la carencia de medicamentos e insumos, las dificultades del sector público de salud y la falta de centros de diagnósticos”.

También afirmaron que los médicos venezolanos no están preparados para diagnosticar, para realizar medidas de aislamiento, ni protección de equipos”.

Por último, el infectόlogo Castro sentenció que, según el índice de preparación de un país y los indicadores de resultados: «Estamos entre los últimos del mundo» y esto es así, “porque implica preparación de recursos humanos, insumos, medicamentos, infraestructura, sistemas de pruebas, notificación de casos y no los tenemos”.

Que objetividad la de estos médicos, metidos a brujos o a oráculos.

Una pregunta para ellos: ¿Cómo harán para pararse frente a sus estudiantes, de pregrado y postgrado, y explicarles que sus pronósticos, nada científicos y sí con mucho contenido político, se estrellaron con la realidad? Y la ética, que a diferencia de la moral que puede diluirse en lo colectivo, es absolutamente individual: ¿Dónde queda?

Como esas opiniones nacionales están bien engranadas, el 20/03/2020, el editorial del diario estadounidense The Washington Post tituló: “¿Por qué la propagación del covid-19 en Venezuela es una perspectiva particularmente aterradora?”, aseguró:

“La propagación aparentemente rápida de la epidemia allí presenta una perspectiva particularmente aterradora, dado que el sistema de salud del país ya estaba en un estado de colapso, sus ciudadanos han huido a otros países latinoamericanos a un ritmo de miles por día, y el gobierno ilegítimo y corrupto es completamente incapaz de enfrentar el nuevo desafío” y que “en Venezuela, según una encuesta, más del 30 por ciento de los hospitales carecen de electricidad y agua , y el 80 por ciento carece de suministros básicos o personal médico calificado, muchos de los cuales se encuentran entre los 4.8 millones de personas que han huido del país”.

También se dijo que: “las agencias humanitarias ya han estado luchando contra brotes de sarampión, difteria y malaria en Venezuela. Mientras tanto, una encuesta de personas mayores de 50 años en septiembre mostró que el 80 por ciento carecía de suministros adecuados de alimentos, lo que significa que la población más vulnerable al virus ya está debilitada”.

Para remate: la señora Carrie Filipetti, subsecretaria de Estado norteamericana para Cuba y Venezuela, en una videoconferencia, afirmó, el 26/03/2020 que: “La situación en Venezuela es extremadamente nefasta (…) Si Venezuela no puede hacer frente al Covid-19, en el futuro éste irá a Brasil, Colombia y la región circundante como estamos viendo con la crisis de refugiados” y agregó: “Veremos una expansión de la pandemia del Covid-19 en la región, si no a nivel global, si Venezuela como país no puede enfrentar la crisis”.

Hasta el momento de concluir este ensayo (28/05/2020) la pandemia se ha logrado contener. Venezuela tiene una de las tasas de letalidad más baja por el Covid-19 del mundo. Por supuesto, victoria aún no se puede cantar.

Pero lo que sí se puede cantar es que el paradigma del apocalipsis se cayó y lo que les queda a sus profetas es algo que se llama dolor del alma, dolor que no se cura tan fácil porque afecta la endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina, hormonas de la felicidad.

¿SALVAR LA ECONOMÍA?

El Covid-19 ha puesto en discusión el dilema: ¿quién es primero: la economía o la vida? Aquí estamos en presencia de una cuestión moral y material.

Veamos el razonamiento de que primero es la economía.

En el artículo “Reflexión sobre el covid19: la economía no son unos señores de sombrero que juegan a la bolsa”, consultado por internet (06/04/2020), de Luis Fernando Ángel M, extraemos las siguientes consideraciones.

La economía no es sólo dinero, la bolsa de valores y unos cuantos millonarios con sombreros que juegan al dinero. La economía es mucho más que la riqueza. Es el sustento básico, el sistema de salud depende de la economía para sobrevivir.

La economía es tener alimentos en la mesa, tener transporte para esos alimentos, quien los distribuya y quien los venda. La economía es poder ir a comprar esos alimentos y no morir de hambre.

La economía es que usted en su casa tiene energía, agua, internet. Es que los hospitales tengan luz, agua limpia, tengan suministros, tengan dinero para los médicos y tengan medicamentos.

La economía es que usted puede quedarse tranquilo en su casa provisionado, tomando vino, viendo netflix y poniendo en Instagram #QuedateEnCasa mientras millones de personas en el mundo no tienen NADA que comer hoy porque no pudieron trabajar, viven en unos pocos metros cuadrados y no tienen Netflix para entretenerse mientras pasa la cuarentena, lo único que están viendo es si los mata primero el hambre o el COVID19.

Si la economía colapsa muchas personas no tendrán hogar, no tendrán salario. Por lo tanto no tendrán alimentos, no tendrán como pagar un servicio médico y menos comprar medicinas. Si la economía colapsa no tendremos como pagar a los médicos ni sostener los hospitales.

Los millones de pacientes que sufren de otras enfermedades no tendrán como comprar sus tratamientos, ni pagar sus medicinas o sus seguros. Si la economía colapsa, la salud ahí si colapsa.

Por tanto, la economía, en definitiva, para este autor, lo es todo, es el motor de la historia y de la civilización.

Esa concepción se ha puesto en ejecución para enfrentar el “enemigo invisible” (Covid-19), bajo la concepción de “inmunidad colectiva o de rebaño”. Es la misma que sostiene que el número de contagios y de muertes es insignificante respecto a otras pandemias porque la tasa de letalidad (resultado de la división de las personas muertas con el Covid-19 entre el número de casos totales confirmados) es muy baja.

Expresiones de esa concepción la encontramos en políticos como Dan Patrick, vice gobernador de Texas, para quien, sin sonrojo alguno, «salvar vidas del Coronavirus a través de un cierre económico no vale la pena» y les hizo un llamado a los ancianos de EE.UU a sacrificar sus vidas en beneficio de la estabilidad económica.

Aquí morir es un acto de responsabilidad social. Parafraseando la biopolítica sería: “déjate morir viejo para que vivan los jóvenes”.

Cuando la muerte se convierte en una razón política para mantener cohesionada a la población, ergo, no es el COVID-19 el objetivo, son los contagiados.

Igualmente se habla de un código moral cuyo principio central es la  instrumentalización generalizada de la existencia humana, presente en el dilema al cual se ven sometidos el personal que atiende a los afectados por el virus para priorizar, – según las edades y las patologías- las atención de los pacientes, esto es, quiénes deben ser atendido con todos los medios y quiénes no, según los protocolos establecidos, sobre todo tomando en cuenta que los medios disponibles son escasos, no llegan a tiempo y por tanto deben establecerse prioridades.

Surgen preguntas como ésta. Al estar tres pacientes -un adolecente de 15 años con diabetes, una madre de 25 años y un abuelo de 75 años- en la sala de triaje de un hospital y los tres luchan por respirar en un sitio donde sólo hay un respirado. ¿A quién se le coloca?

La respuesta está, en decir, por ejemplo: “Bueno, los mayores ya vivieron suficiente y es hora de que las personas más jóvenes tengan la oportunidad de llegar a viejos también”.

También se dice que los ancianos no deben ser hospitalizados. El mandato es claro: no traigan a los débiles y a los ancianos al hospital.  Dicho de otra manera, quienes se preocupaban por la eutanasia, ahora promueven, sin empacho alguno, la eugenesia.

Así que la conciencia individual y el derecho a decidir libremente qué hacer en encrucijadas morales como la planteada por la Covid-19, cuenta poco.

El 12/04/2020, en una entrevista realizada en la Residencia de Olivos por el periodista Jorge Fontevecchia para Net TV, el Presidente Argentino Alberto Fernández afirmó:

«De la muerte no se vuelve, pero de la economía se vuelve» y «prefiero tener 10 por ciento más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina por coronavirus. Los que plantean el dilema entre la economía y la salud, están diciendo algo falso”.

En resumida cuenta, el paradigma del derecho a la vida, sobre todo de los ancianos y de muchos otros también, lo está derrumbando el Covid-19.

“BRUJOS CON BATA BLANCA”

Como se sabe, aquí en Venezuela y en otros países latinoamericanos se ha desarrollado el programa de formación de médicos comunitarios sobre la base de la experiencia de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).

Esa experiencia ha sido demeritada hasta tales extremos que, por ejemplo, entre médicos venezolanos, formados bajo la concepción curativa/mercantilista de la medicina, ha circulado la leyenda según la cual los galenos cubanos no eran tales, no eran ningunos médicos, sino unos “brujos con bata blanca”. El desprecio y la ignorancia a su máxima expresión.

Resulta que en Cuba donde se forman esos “brujos con bata blanca”, se ha creado un medicamente, el Antiviral Interferón Alfa 2B recombinante (IFNrec), que está siendo aplicado a pacientes contagiados con el coronavirus sars Cov-2, causante de la enfermedad Covid-19, con buenos resultados. China ha sido uno de los países, más allá de Cuba, que ha hecho uso de ese medicamente y los resultados están a la vista.

Pero no sólo eso hacen esos brujos, también es requerida su presencia y colaboración en otras latitudes. Son cubanos los que han socorrido a países como Italia, China, Venezuela.

Al respecto, el escritor estadounidense, Noam Chomsky, ha dicho que la Unión Europea se ha olvidado de sus Estados miembros que padecen el Covid-19. Alemania, la gran locomotora de esa “unión”, se ha hecho de la vista gorda con la crisis aguda de Italia y España. Pero afortunadamente están “recibiendo ayuda de una «superpotencia» como Cuba, que está mandado muchos médicos”

“El único país que ha demostrado un internacionalismo genuino ha sido Cuba, que ha estado siempre bajo estrangulación económica por parte de EE.UU. y por algún milagro han sobrevivido para seguir mostrándole al mundo lo que es el internacionalismo. Pero esto no lo puedes decir en EE.UU. porque lo que has de hacer es culparles de violaciones de los derechos humanos. De hecho, las peores violaciones de derechos humanos tienen lugar al sudeste de Cuba, en un lugar llamado Guantánamo que Estados Unidos tomó a punta de pistola y se niega a devolver” (Noam Chomsky, en entrevista publicada El Mundo, 21/04/2020, Agencia EFE).

Los “brujos con bata blanca” practican la solidaridad que va más allá de las ideologías y de las concepciones política.

Pero los que de esto no entienden nada, porque sus intereses son más importantes, salen ahora con el cuento de la violación a los derechos humanos que “practica el régimen cubano” contra esos médicos de la solidaridad. Nunca se había visto tamaño despropósito.

Las misiones de médicos cubanos funcionan desde 1963 y según cifras oficiales de Cuba más de 600.000 trabajadores de la salud han prestado servicios médicos en más de 160 países. Actualmente, unos 30.000 médicos cubanos estarían activos en 67 países.

Por ese comportamiento y logro de la medicina cubana muchos sufrieron un shock al observar a los “brujos con bata blanca” socorriendo a naciones del primer mundo ¡Qué cosa más buena!

Ahora el Covid-19 derrumbó el paradigma de los “brujos de batas blancas” y está colocando la situación en su justa dimensión.

EL ESTADO MINIMO

La tesis de Estado mínimo ha entrado en franco cuestionamiento en esta era del covid-19

Uno de los más conspicuos representantes de esta tesis es Robert Nozick, profesor estadounidense, quien en su texto: Anarquía, Estado y utopía (1974), insistirá en que el Estado debe garantizar la seguridad de la propiedad y la integridad física de los ciudadanos. Todo lo demás se deja a la libre iniciativa privada de los individuos. Es lo que se denomina, un “Estado mínimo”, sin mayores estructuras de servicios públicos y una generosa dimensión para el libre mercado y la competencia entre agentes económicos.

Los neoliberales, que han estado en franco auge, y que representan muy bien la tesis del “Estado mínimo”, en esta era del Covid-19, no tienen empacho alguno en acudir ante él para que socialice las millonarias pérdidas de sus multinacionales y del sistema financiero mundial.

La vida da sorpresas. Las ganancias se capitalizan entre una minoría muy pírrica mientras que las pérdidas terminan asumiéndola millones de trabajadores, campesinos y sectores medios.

Lo que se observa es que el mercado y sus leyes no aplican para nada en esta ocasión y los sistemas de salud de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y España,  se derrumban por su incompetencia.

El sociólogo y ex vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia Álvaro García Linera, en una video conferencia titulada: «El Estado post-coronavirus: entre la protecciòn proveedora y el autoritarismo patrimonializado» (08/05/2020), afirmó: «Los estados oscilarán entre dos asíntotas: más democratización o más monopolio».

Destacó que frente a esa realidad inédita «las personas han acudido a la llamada de instituciones estatales que justifican las medidas de aislamiento para frenar a un virus letal» y cómo «ese estado, que se supone subordinado para reproducir el orden económico dominante, decide suspender la reproducción ampliada del capital colocando por encima la salud».

Para García Linera, el estado asoma como una «demanda de protección colectiva»: a él se acude porque hay un riesgo, la covid-19 que amenaza a la población, situación que no escapa ni siquiera a aquellos que demandaban un estado mínimo y el triunfo final de los mercados sobre el «populismo estatista», porque ahora temen una «oleada de muertes sorteada en relativa igualdad».

El Sociólogo boliviano cree que a partir de la pandemia, «los estados oscilarán entre una u otra de las asíntotas del aparato estatal: más democratización social o más monopolio». En relación al segundo camino, destacó el ejemplo de Estados Unidos, donde la mayor parte de su billonario paquete de salvataje está destinado a la «liquidez para recompra de acciones y subvenciones a empresas, en tanto la ayuda social no es ampliación de derechos sino que sólo se utiliza para no caer en la indigencia».

En suma, para los fervientes defensores del capitalismo se trata de una «nueva fase de la patrimonialización de bienes públicos que incluirá nuevas formas de disciplinamiento social».

El Covid-19 ha derrumbado, en los hechos, el paradigma del “Estado mínimo”. Lo que está por verse es si este derrumbe será el “fin del final”, como diría el escritor venezolano Eduardo Liendo, en Contigo en la distancia, o una caída más de la cual termine luego volviendo por sus fueros.

¿ES DEMOCRATICO EL COVID-19?

Hay quienes han sostenido la tesis de que ninguna persona está inmune y que cualquier ser humano esta propenso a contagiarse y hasta morir producto del Covid-19. Que no distingue color de piel ni origen étnico.

Sin embargo la realidad es terca en evidenciar que el Covid-19 no es nada democrático. Va al unísono con la sociedad de clase. Es censitario y profundamente desigual. Esto es, no es sólo un problema médico, que lo es, sino también y sobre todo, es un problema de índole social.

Para el filósofo Byung Chul Han, en entrevista publicada el 17/05/2020, el Covid-19: “Está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Piense por ejemplo en Estados Unidos. Por la Covid-19 están muriendo sobre todo afroamericanos. La situación es similar en Francia. Como consecuencia del confinamiento, los trenes suburbanos que conectan París con los suburbios están abarrotados. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo”.

La Covid-19 muestra que vivimos en una sociedad de clases. Ese “enemigo invisible”, es muy agresivo, contagioso y produce muertes, pero no lo hace conscientemente. No tiene tácticas y estrategia para su arremetida. Pero cuando o hace, en su inmensa mayoría, lo hace contra los inmigrantes, los negros, los pobres, los más desvalidos o el desecho que va dejando el capital o el descarte en palabras del papa Francisco.

Para evidenciar eso baste con tomar como ejemplo lo que ocurre con el Covid-19 en Estados Unidos, foco actual de la pandemia.

Según el cirujano general de EE.UU, Jerome Adams, uno de los portavoces del gobierno en temas de salud pública, en entrevista con CBS, el 08/04/2020: «Muchos estadounidenses negros están en mayor riesgo ante el covid-19».

Estemos claro en que no es una condición genética lo que hace a los afroamericanos más vulnerables ante el virus, sino una serie de factores sociales que los ponen en desventaja.

Para Amitabh Chandra (08/04/2020), director de investigaciones de políticas de salud en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, además de las condiciones de salud hay otros tres factores que ayudan a explicar por qué la población afro en EE.UU. es más vulnerable ante el coronavirus: Tienen menos seguros de salud respecto a otros sectores de la población, tienen menos ingresos y menos ahorros y son parte de una población que sigue trabajando en las calles durante la pandemia, como policías, empleados de aeropuertos, bodegueros, domiciliarios, etc.

Y si hablamos de los latino la cosa es aún peor. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, las cifras muestran que el 34% de las muertes son de hispanos, un porcentaje incluso más alto que los afroamericanos.

El 16/05/2020, en declaraciones a los medios internacionales, el expresidente de EE.UU, Barack Obama, indicó que la crisis del coronavirus ha recalcado “las desigualdades subyacentes y las cargas adicionales con las que históricamente las comunidades negras han tenido que tratar en este país”.

“Lo vemos en el desproporcionado impacto de la Covid-19 en nuestras comunidades, así como cuando un hombre negro se va a correr y otros sienten que le pueden parar y cuestionar y disparar si no se pliega a su interrogatorio”.

Obama se refería al homicidio de Ahamaud Arbery, un joven deportista negro asesinado el pasado febrero al ser supuestamente confundido con un ladrón en Georgia.

Por tanto, no es cierto que el Covid-19 sea una amenaza para la humanidad entera, pero si los es para los negros, inmigrantes y los más vulnerables socialmente y también, por cierto, lo es para la inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos y caribeños.

¿QUÉ PASARÁ CON LA GEOPOLÍTICA?

Las palabras que más suena en estos tiempos de Covid-19, en el mundo son: crisis y decadencia. Ambas aluden a la economía y el orden capitalista aún prevaleciente.

China, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), tendrá un crecimiento de sólo 1,2% del Producto Interno Bruto (PIB) para este año 2020 y otras fuentes hablan de un crecimiento de 2,2%.

Sea cuál sea al final ese porcentaje, lo cierto es el profundo impacto que eso generará en el planeta tierra, tomando en cuenta que el gigante chino es una de las principales locomotoras de la economía mundial y su crecimiento original se había calculado en 6% del PIB.

La empresa Bloomberg dijo que la economía global perdería alrededor de 3 billones de dólares y algunas de las principales economías industriales verían caer su PIB hasta un 3% y en el caso de Estados Unidos el FMI habla de 5,9%. Lo peor de todo es que la “caja de herramientas” que poseen, no es muy adecuada para la tarea de enfrentarse el daño económico que está causando la pandemia.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) también avizora un panorama nada favorable para la económica mundial

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, habló de un ‘shock’ económico para la Unión Europea importante similar a la crisis financiera del año 2008.

El Covid-19, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), ya ha causado una pérdida de muchos millones de dólares en la economía mundial y su duración y profundidad dependerán de tres cosas: cuán lejos y cuán rápido se propagará el virus, cuánto tiempo pasará antes de que se encuentre una vacuna y qué tan efectivos serán los gobiernos para mitigar el daño.

A quienes aseguran que el Covid-19 lo que ha hecho es poner de relieve la realidad de un paciente que estaba sufriendo ya de algún tipo de dolencia previa y pareciera ridículo esperar que un patógeno, como el Covid-19, pueda revertir una trayectoria que lleva desarrollándose mucho tiempo. Por tanto, el Covid-19 puso en evidencia lo que era una gran verdad: la gran crisis que padece el modo de producción capitalista.

El 10/05/2020, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador aseguró:

“No fue la pandemia lo que tiró la economía, lo cierto es que ya la economía neoliberal estaba en crisis, estaba mal. Lo que hizo la pandemia fue acelerar, precipitar el derrumbe económico, sostuvo”

El filósofo, Surcoreano, Byung Chul Han, ya citado, ha dicho: “La Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y que “el capital es enemigo del ser humano”.

Y agregó: “El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.

Según el escritor uruguayo, Raúl Zibechi, en un artículo titulado:” Coronavirus. A las puertas de un nuevo orden mundial” (25/03/2020) menciona que: “una encuesta de Foreign Policy entre doce intelectuales destacados concluye que Estados Unidos perdió su capacidad de liderazgo global y el eje del poder mundial se traslada a Asia. La pandemia es la tumba de la globalización neoliberal, en tanto la del futuro será una globalización más amable, centrada en China y Asia Pacífico”.

Mientras tanto el filósofo esloveno, Slavoj Žižek (06/05/2020), en una entrevista hablará del “comunismo”, “no como un sueño inconcreto, sino simplemente como el nombre para lo que ya está sucediendo (o al menos lo que muchos perciben como una necesidad): medidas que ya se están contemplando, e incluso haciendo entrar en vigor parcialmente. No es la visión de un futuro luminoso sino más bien de un “comunismo del desastre” como antídoto del “capitalismo del desastre”. El Estado no solo debería asumir un papel mucho más activo, reorganizando la fabricación de los productos más necesarios, como mascarillas, kits de pruebas y respiradores, requisando hoteles y otros complejos de vacaciones, garantizando el mínimo de supervivencia a todos los desempleados, etc., sino hacer todo esto abandonando los mecanismos del mercado. Solo hay que pensar en los millones de personas, como los que trabajan en la industria turística, cuyos trabajos, al menos en algunos casos, se perderán y ya no tendrán sentido. Su destino no se puede dejar en manos de los mecanismos del mercado o de estímulos puntuales”

Y agrega: “Las líneas que nos separan de la barbarie son cada vez más claras. Uno de los signos de la civilización actual es que cada vez más gente comprende que la prolongación de las diversas guerras que recorren el planeta es algo totalmente demencial y absurdo. Y también que la intolerancia hacia las demás razas y cultura, y hacia las minorías sexuales, resulta insignificante en comparación con la escala de la crisis a la que nos enfrentamos. Por eso, aunque hacen falta medidas de guerra, me parece problemático el uso de la palabra “guerra” para nuestra lucha contra el virus: el virus no es un enemigo con planes y estrategias para destruirnos, es sólo un estúpido mecanismo que se autorreplica”.

Lo que parece un hecho evidenciado, en esta era del Covid-19, es que la geopolítica actual se derrumbará. Ya Estados Unidos no será su epicentro, ahora otros actores globales están haciendo presencia. En la zona euroasiática está Rusia y en el Continente Asiático China.

Así que la geopolítica que ya se está conformando, en pleno desarrollo del Covid-19, es una geopolítica de varios centros de poder.

Pero lo que no parece muy claro es si estaremos en el definitivo derrumbe del paradigma capitalista, aunque muchas veces los deseos son capaces de hacer que se realicen afirmaciones poco cónsonas con la realidad.

Fuente: El autor escribe para el Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación»

 

 

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‘Lazzaro feliz’: el Macondo del mediterráneo | Crítica

Redacción: Milenio

En muchos sentidos, la de Lazzaro Felice es la historia de los explotados del mundo que, ya se dijo, heredarán la Tierra. La directora italiana Alice Rohrwacher ha conseguido crear un personaje entrañable con un tema en apariencia pesado: la santidad. Pero no, no hay en esta película nada pesado. Al contrario. Lazzaro feliz muestra por qué esta joven directora ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2014 con otra película liviana y espiritual: Le meraviglie. Muchas cosas hay que destacar en Lazzaro feliz. La más notoria es, sin embargo, el actor que interpreta a Lazzaro. Rohrwacher encontró a Adriano Tardiolo trabajando en un despacho contable. Cuando ella le propuso contratarlo, él dijo: “lo voy a pensar”. Pero ella lo necesitaba de inmediato así que insistió. Afortunadamente. Tardiolo no tenía experiencia como actor y, sin embargo, ofrece los registros necesarios para dar sabor a este hombre que ama como los antiguos santos de la Toscana: con simplicidad. Inviolata, el pueblo de Lazzaro, ha sido secuestrado por una mujer a quien llaman Serpiente. La marquesa de Luna dice fumando desde lo alto de su torre: “así es el mundo, yo exploto a estos y ellos explotan a ese pobre diablo”. Te recomendamos: El mundo de Salvador Elizondo Lazzaro parece salido de una hagiografía medieval. Y tiene, como los cuentos de aquel tiempo, un sentido del humor muy propio de la sangre italiana de la directora con una gota de la profundidad en el pensamiento de su parte alemana. De ella, de la parte alemana, se desprende el que parece ser el fondo del asunto, la parábola del amo y el esclavo de Hegel. El amo es el joven marqués que se hace servir por Lazzaro, quien, como anuncia Hegel, es el único libre y, claro, feliz. La historia, sin embargo, no cae en el panfleto ni promueve (como tampoco hizo Hegel) la emancipación de los oprimidos del mundo. Cuenta más bien su historia en el transcurrir de la Historia. Así, la película no sólo muestra la explotación de los campesinos por parte de un sistema feudal; narra también en forma sutil el cruce del Mar Rojo, la esperanza de la resurrección de la carne (por algo el personaje se llama Lazzaro) y el horror que representa, en el imaginario de Rohrwacher, el auténtico lobo del hombre: los bancos.

Formalmente, vale la pena destacar el uso del sonido. La directora juega con la sonoridad en forma muy llamativa; con el ulular del viento, el aullido de los lobos y los niños que van y vienen por los trigales murmurando, “Lazzaro, Lazzaro”. Se burlan de su bondad que es como la del Parsifal de Wagner, el inocente del pueblo y el único, claro, que puede salvarnos a todos (en este sentido, el final resulta inquietante). Como toda gran película, Lazzaro feliz tiene muchas influencias. La más notoria es probablemente la de Emir Kusturica quien, en su película Underground, también consiguió deleitarnos con la historia de Europa en tono de fábula. Aquí están también los grandes del cine de Italia: Pasolini y sus preocupaciones religiosas identificadas con la justicia social, y Fellini y ese realismo mágico que tan bien supo traducir Gabriel García Márquez. En el momento más emotivo de la película, la narradora (una muchacha que lo sabe todo sobre los santos) revela el auténtico secreto del muchacho: “tiene olor a santidad”. Es por ese olor y este tema que la película tiene el encanto de otro santo ficticio: el stárets Zósimo de Los hermanos Karamazov.

https://www.milenio.com/cultura/laberinto/lazzaro-feliz-2018-macondo-mediterraneo-critica

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Polonia: Tapabocas con los colores del arcoíris para evitar el contagio de coronavirus y luchar contra la LGBTfobia

Redacción: TN

En Polonia, una pareja de YouTuber repartió barbijos gratis para expandir la solidaridad, la tolerancia y la diversidad.

Jakub y Dawid Myceck-Kwiecinksi, una pareja de YouTuber, lanzó una cruzada para evitar el contagio de coronavirus y luchar contra la LGBTfobia y el odio en las calles de Polonia.

Los jóvenes activistas explicaron en sus redes sociales que vieron la oportunidad de, en medio de la pandemia y la escasez de barbijos, repartir tapabocas hechos con los colores del arcoíris. «El objetivo era crear conciencia sobre dos temas en forma de un pequeño gesto extremadamente significativo», explicaron.

En un país donde organismos internacionales como Amnistía Internacional denuncian que un sector de la población equipara la homosexualidad a la pedofilia, ellos intentaron a través de la solidaridad, generar conciencia e intentar hacer entrar en razón a las personas que por ignorancia u odio rechazan al colectivo LGBTIQ+.

Consiguieron una máquina de coser e hicieron alrededor de 300 barbijos que repartieron por las calles de tres ciudades en el norte de Polonia. «Fue genial ver que el arcoíris no alejó a las personas, sino que les ayudó a mantenerse a salvo. Muchos polacos nos llaman ‘una plaga’, por lo que pensamos, que si ayudábamos a las personas a superar la verdadera plaga, podríamos hacerlos entrar en razón. Sé que es ingenuo, pero si podemos hacer algo bueno, ¿Por qué no?»

Aunque se casaron en España, su matrimonio no está legalmente reconocido en Polonia, donde los derechos del colectivo LGBT son casi nulos.

Protestas virtuales por el acceso al aborto y la educación sexual

Al mismo tiempo que esta pareja repartía los barbijos por las calles de Polonia, en las redes sociales miles de personas protestaban para que el Parlamento polaco no aprobara los proyectos de ley que intentan prohibir el acceso al aborto y penalizar la educación sexual.

La directora de Amnistía Internacional, Draginja Nadazdin informó que el Parlamento de ese país tenía programado debatir sobre los dos proyectos de ley en medio de la cuarentena por coronavirus. «Intentar aprobar estas leyes absolutamente retrógradas sería vergonzoso en cualquier momento, pero apresurarse a hacerlo ahora, aprovechando la crisis de COVID-19, es intolerable», sostuvo.

En un país donde hay regiones que se han declarado «zonas libres de LGBT», desde el organismo internacional explicaron que ambos proyectos de ley son “iniciativas ciudadanas” que el Parlamento formado en octubre de 2019 está obligado a examinar en el plazo de seis meses. “Las nuevas leyes fomentarían el miedo y la ignorancia. No sólo pondrían en peligro la salud y la vida de las mujeres y las niñas, sino que también obstaculizarían el acceso de las personas jóvenes a la información que necesitan para mantener relaciones sexuales sanas».

«En un país donde los derechos sexuales y reproductivos están ya limitados excesivamente, la educación sexual es esencial para ayudar a las personas jóvenes a tomar decisiones sobre asuntos como el consentimiento, los anticonceptivos y la prevención de las infecciones de transmisión sexual. Es fundamental, por tanto, que el Parlamento polaco rechace estos retrógrados proyectos de ley«, sostuvo el organismo internacional en un comunicado.

La acción de los activistas logró que, al menos por ahora, el Parlamento enviara a las subcomisiones los proyectos para que se debatan. “Es una vergüenza que el Parlamento no rechazase rotundamente estas dos regresivas propuestas, pero la votación demostró el poder de la protesta que pese a que sonó amortiguada por las mascarillas, su mensaje se escuchó alto y claro».

Fuente: https://tn.com.ar/internacional/tapabocas-con-los-colores-del-arcoiris-para-evitar-el-contagio-de-coronavirus-y-luchar-contra-la_1064314

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Libro(PDF): «Alicia Ziccardi. Ciudades latinoamericanas. La cuestión social y la gobernanza local. Antología esencial»

Reseña: CLACSO

La obra de Alica Ziccardi es muy amplia y tiene por constantes la objetividad, el desarrollo conceptual, la originalidad, la calidad expositiva, el método riguroso, el pensamiento crítico, la visión para transformar y la meta última que es su utilidad para guiar futuros mejores. Además, le acompañan principios morales invariables: el interés colectivo de la nación, de las sociedades, de las ciudades, de las comunidades, de América Latina. Así como también es característico su continuo enfrentamiento contra las desigualdades de todo tipo: sociales, urbanas, de género, basando su análisis en las reglas del conocimiento científico y en el sustento intachable de una investigación rigurosa.

Tonatiuh Guillén López

Autores (as): María Mercedes Di Virgilio. Alicia Ziccardi. [Autoras]

Editorial/Editor: CLACSO. IIS – Instituto de Investigaciones Sociales.

Año de publicación: 2020.

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-589-1

Descarga: Alicia Ziccardi. Ciudades latinoamericanas. La cuestión social y la gobernanza local. Antología esencial

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1838&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1377

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Libro(PDF): «Socialismo, Autoritarismo y Democracia»

Reseña: CLACSO

Las vicisitudes de la construcción democrática en América Latina, los nuevos retos de la democracia en Europa y el peso de la tradición histórica en la política latinoamericana son analizados en este libro por un distinguido grupo de sociólogos, politólogos e historiadores latinoamericanos y franceses. El resultado es un enfoque realista y novedoso acerca de las posibilidades de la democracia latinoamericana, así como de sus más tenaces obstáculos.

Autores (as):

Fernando Calderón Gutiérrez. [Compilador]

José Aricó. François Furet. François-Xavier Guerra. José Arthur Gianotti. Norbert Lechner. Pierre Rosanvallon. Mario R. dos Santos. Alain Touraine. Fernando Calderón Gutiérrez. [Autores de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO , IEP.

Año de publicación: 1989

País (es): Perú

Idioma: Español.

ISBN: 000

Descarga: Socialismo, Autoritarismo y Democracia

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=408&pageNum_rs_libros=127&totalRows_rs_libros=1362

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