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LA GUERRA QUE EMPOBRECERÁ EL MUNDO

Por: Andreu Missé

Las espantosas imágenes de aniquilación masiva de vidas humanas y destrucción entera de Ucrania, que vemos a diario, están conmocionando a los europeos y a todos los pueblos que anhelan vivir en libertad y democracia. La agresión injustificada de la Rusia de Putin contra la pacífica Ucrania significa un cambio radical para este país y para toda la humanidad. La posibilidad de resolver las diferencias entre los países por la vía del diálogo se ha liquidado abruptamente. La implacable lógica de la guerra se ha impuesto y, junto con la pérdida de derechos, la pobreza se ha convertido en la peor amenaza para millones de personas.

La guerra de Putin no es solo una criminal agresión contra los 44 millones de ucranianos. Supone también un ataque frontal contra el sistema político europeo que aspira a que hombres y mujeres puedan vivir en libertad y con respeto a la dignidad humana. La respuesta heroica de los ucranianos, con su presidente Volodímir Zelenski a la cabeza, se ha convertido en un referente para su país, los europeos y millones de demócratas de todo el mundo. La resistencia ucraniana ha sacudido a la Unión Europea, que se ha visto empujada a tomar decisiones históricas. En apoyo de Ucrania se han adoptado medidas sin precedentes: duras sanciones económicas contra Rusia, acogida ilimitada de refugiados, que ya superan los 3,5 millones, y el envío de armas a los resistentes por más de 1.000 millones de euros. Paralelamente, la mayoría de países, con Alemania a la cabeza, han tomado conciencia de la necesidad de reforzar sus presupuestos de defensa. Y la UE ha adoptado medidas para acabar lo antes posible con la dependencia energética de Rusia.

Defender las libertades

La defensa de las libertades europeas se ha convertido en una prioridad. Los europeos conocen su historia y saben que su actual marco de derechos no existiría si no hubieran luchado y derrotado a Hitler. Exigió una trágica contienda que costó más de 70 millones de vidas humanas, casi la mitad rusos. Se incluyen los 17 millones de víctimas del holocausto, como recordó el historiador Josep Fontana.

La guerra de Ucrania tendrá un terrible coste humano y económico en todo el mundo, especialmente dramático para los más pobres. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) estima que el crecimiento de la economía mundial se reducirá en un punto. Es decir, el 25% menos del 4,4 % previsto. Al mismo tiempo, la guerra provocará un fuerte aumento de precios. La OCDE insta a los países a reforzar las medidas de apoyo a los ciudadanos más pobres de la Europa del Este y países bálticos, para quienes los gastos de alimentación y energía representan el 40% de total.

La ONU ha alertado de un riesgo de hambruna en África por la guerra

Europa ha de apuntalar sus mecanismos de justicia y solidaridad

El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas ha alertado del “riesgo inminente” de una hambruna en África a consecuencia de la guerra. Los países africanos producen 23 millones de toneladas de trigo e importan 40 millones cada año de Rusia y Ucrania. La invasión rusa ha bloqueado 15 millones de toneladas de cereales en el puerto de Odesa. Especialmente dependientes son Egipto, Argelia, Nigeria, Marruecos, Sudán y Etiopía. Los precios de los cereales se han disparado y han puesto en situación de riesgo alimentario a 38 millones de africanos. También son grandes importadores de estos cereales países muy poblados como Indonesia y Bangladesh.

En España, la guerra ha agravado las difíciles condiciones de vida de la población más vulnerable, que no se había recuperado todavía de las crisis anteriores. Especialmente dramática es la situación de agricultores, transportistas y pescadores. La escalada del coste del carburante ha llevado a que muchos autónomos y pequeños empresarios tengan que trabajar a pérdidas. La falta de respuesta del Gobierno ha provocado paros masivos de los transportistas que impiden la distribución de productos básicos.

Los costes de reparación de la guerra y protección de las empresas más golpeadas y los ciudadanos más pobres superarán los cientos de miles de millones de euros en Europa. En la UE se vuelve a plantear la necesidad de una nueva emisión de deuda común para financiar las ayudas necesarias. No sabemos todavía las dimensiones humanitarias y económicas de esta catástrofe. Lo que resulta evidente es que Europa precisa mayor unidad, apuntalar sus instrumentos de solidaridad y justicia y fortalecer el mayor espacio del mundo gobernado por el derecho, que es un referente para todos pueblos que aspiran a una mayor libertad y democracia.

Fuente de la información e imagen: https://alternativaseconomicas.coop/articulo/editorial/la-guerra-que-empobrecera-el-mundohttps://alternativaseconomicas.coop

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Una ONG denuncia un aumento de violencia contra las mujeres migrantes y desplazadas en Colombia

Fuente de la informaciòn:  actualidad.rt.com

En Colombia, 1.493.270 personas desplazadas tienen necesidades de respuesta urgente ante un aumento de la violencia por razones de género, revela el más reciente informe de la ONG Alianza por la Solidaridad. Además, los autores indican que de todas las personas que han solicitado atención, solo el 10 % han recibido algún tipo de ayuda.

 

Fuente de la informaciòn y vìdeo:  actualidad.rt.com
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Las deudas acumuladas

Por: Carolina Vásquez Araya

Llegará el día en que nos cobren la cuenta por nuestra indiferencia.

Habitamos un mundo cargado de intrigas y fantasías. Un mundo en el cual nos han enseñado que la solidaridad, la igualdad de derechos y la participación política no son los caminos para obtener el bienestar y la estabilidad que perseguimos. Por el contrario, hemos sido programados desde muy jóvenes para seguir las rutas trazadas por otros, cuyos intereses -adversos a los nuestros- nos alejan del centro medular de las decisiones que afectan a la sociedad. De ese modo, como un rebaño bien entrenado, ingresamos sin oposición alguna en un sistema capitalista deformado y deformante cuyos efectos sociales, económicos y políticos, son diametralmente opuestos a las posibilidades de alcanzar el desarrollo. Y lo hacemos convencidos de estar en el lado correcto.

La concentración extrema de la riqueza en nuestros países lleva un signo único: la corrupción. Es decir, la imposición de una forma de quehacer político y económico cuya característica es la falta de valores morales y humanos, como instrumento a favor de la marginación de los pueblos en los procesos de toma de decisiones, el empobrecimiento de la clase trabajadora y la exclusión de las mujeres y la juventud de los escenarios políticos. Esto ha garantizado la consolidación de sistemas de gobierno cada vez más reñidos con los valores democráticos, peligrosamente orientados a conseguir el poder absoluto.

El afán de buscar respuestas a la necesidad de fortalecer a nuestros Estados y buscar los caminos del progreso -caracterizado por una importante dinámica iniciada por intelectuales, ideólogos y economistas durante las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado- terminó consumido por la fuerza de una Guerra Fría de increíbles recursos mediáticos, psicológicos y políticos, mediante la cual se estableció un sistema de explotación de nuestros patrimonios naturales y la imposición de una ideología de tercer mundo. A partir de ahí se comenzó a entorpecer todo intento de industrialización y desarrollo tecnológico de nuestros países, con el propósito de mantenerlos bajo un régimen de dependencia que hoy se manifiesta en los más bajos indicadores socioeconómicos, así como en una abrumadora caída de amplios sectores de la sociedad en la extrema pobreza.

En esa dinámica se han ido perdiendo voces; los monopolios televisivos, la transformación de los medios masivos de comunicación en reproductores del discurso oficial y de los núcleos de poder económico han privado a las sociedades de una de las bases fundamentales de la democracia, cual es la plena libertad de expresión y el derecho a la información sin restricciones. Los marcos jurídicos han ido derivando hacia la protección de estos sistemas de privilegios para terminar legalizando un juego ilegítimo de reciclaje político.

Mientras eso sucede, callamos. En una actitud cercana a la mansedumbre, nos quedamos paralizados observando esta caída libre en los abismos de la dictadura, esperando a que otros reaccionen y nos salven de la catástrofe. Gracias al discurso de los vencedores, hemos terminado convencidos de que solo existe la vía pacífica para recuperar lo poco que queda de institucionalidad y ni siquiera somos lo suficientemente lúcidos para comprender que esa institucionalidad ha sido la primera en declarar la guerra armada con represión, invasión de territorios, saqueo y eliminación física de comunidades enteras y de los contados líderes que podrían guiarnos hacia un renacer de la democracia.

Mas temprano que tarde, nos arrepentiremos por no haber reaccionado a tiempo, por haber permitido la consolidación de gobiernos y cúpulas económicas y políticas opuestas al desarrollo integral de nuestros países y al bienestar de nuestros pueblos; y, sobre todo, por permitirles legislar en contra nuestra a pesar de representar, en teoría, los intereses superiores del pueblo. La indiferencia de hoy es un generoso aval para nuestros enemigos.

Vamos en caída libre, sin red de protección ni conciencia del hecho…

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com

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Solidaridad más que nunca

Por: Dinorah García Romero

Superar una solidaridad coyuntural y con matices teatrales. Se ha de posibilitar una solidaridad pensada, que incida en la mejora de dimensiones sustantivas del desarrollo de la sociedad haitiana.

La República Dominicana se caracteriza por tener relaciones cercanas y solidarias con la mayoría de los países de la región y de otras esferas geográficas del mundo. Con los regímenes del continente que se inscriben en el círculo del socialismo, como el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, la relación es más distante y fríamente calculada. La relación de la  República Dominicana con los tres países antes mencionados es frágil, comparada con la relación que los últimos gobiernos han exhibido con China. En el marco de las relaciones con otras naciones, se destaca la relación con Haití. Dos países en una misma isla, que, a pesar de las luchas históricas entre ambos, trabajan de forma continua para fortalecer sus respectivas identidades. Desarrollan esfuerzos para abrirle espacio al diálogo y ponerlo en ejecución en un clima de respeto y acogida. Esto ocurre a pesar de los esfuerzos de algunos sectores de las dos naciones por crear una relación tóxica entre el pueblo haitiano y el pueblo dominicano.

En este sentido, centramos nuestra atención en el momento que vive la sociedad haitiana. En el 2021, en un  corto período  se ha visto afectada por dos terremotos de gran magnitud: el terremoto político generado por el magnicidio del presidente de la República y el terremoto de magnitud 7,2 acaecido el 14 de agosto del año en curso.  Este último fenómeno agrava la situación de pobreza, de indefensión e inestabilidad política y social. A los acontecimientos actuales, se unen los problemas irresueltos generados por el terremoto de 2010. La herencia de este terremoto: alto índice de personas sin hogares e infraestructura pendiente de reparación.  Esta situación está por encima de las posibilidades del país afectado y requiere de la solidaridad de las naciones de América Latina y el Caribe.  Requiere, también, la colaboración de los países y de las personas que se han beneficiado de la riqueza natural y de la condición de empobrecimiento de ese país. Es necesario desplegar solidaridad más que nunca. Ya el discurso se agotó, ahora se impone la ayuda real aun en medio de los riesgos y de la peligrosidad presentes en el territorio haitiano.

El fortalecimiento de la solidaridad no es algo fortuito. Ha de ser una solidaridad focalizada y acompañada de un interés por el bienestar de la población de ese país. Este requiere que sus amigos y aliados decidan, de una vez y por todas, un apoyo sistemático que les permita fortalecer la institucionalidad, la democracia y la atención a las necesidades de la población. Es preciso repensar la solidaridad con un país con un empobrecimiento estructural. No abogo por una sustitución pura y dura del trabajo y de los esfuerzos que les toca a los haitianos. No. Lo que planteo es que se ha de superar una solidaridad coyuntural y con matices teatrales. Se ha de posibilitar una solidaridad pensada, que incida en la mejora de dimensiones sustantivas del desarrollo de la sociedad haitiana. En el ámbito de la solidaridad, se ha de cambiar la misma práctica ante fenómenos críticos. Se espera que el componente creativo y el contexto favorezcan la búsqueda de estrategias de solidaridad más duraderas en el tiempo y más consistentes en las acciones. Es un imperativo cualificar la solidaridad. Esta se ha de acompañar de apoyo a programas y proyectos orientados al fortalecimiento de la madurez política, socioeducativa y económica de Haití. Solidaridad más que nunca, salvando la soberanía del país hermano y con perspectiva más integral e innovadora.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/solidaridad-mas-que-nunca-8975738.html

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Alimenta la Solidaridad le pertenece a todos

Por: Roberto Patiño

Hace cinco años comenzamos un proyecto para contribuir a paliar la inseguridad alimentaria, una de las consecuencias de la emergencia humanitaria compleja que vive el país, dirigido a los niños y jóvenes afectados por la crisis económica. Alimenta la Solidaridad, forma parte de un movimiento de organización popular que se resiste a aceptar que las nuevas generaciones de venezolanos, crezcan bajo el signo del hambre.

Hoy Alimenta la Solidaridad va mucho más allá del trabajo de llevar un plato de comida a miles de venezolanos, es un proyecto que ha convocado a los mejores talentos del país para empoderar a los liderazgos que existen en los sectores populares, es una iniciativa que apoya el emprendimiento de las familias que luchan por construir un futuro que les pertenezca, es un programa de formación de liderazgo femenino, apoyo a la educación, recuperación de espacios de la comunidad, entre otras iniciativas que se ancla en el trabajo en red de las comunidades, apoyando y acompañando un esfuerzo de trabajo para lograr la Venezuela del cambio que todos queremos.

Recientemente anuncié mi separación de Alimenta la Solidaridad. Fue una decisión difícil pero meditada y la asumo por mi respeto a los principios de la asistencia humanitaria  y para proteger del debate político a este esfuerzo solidario, que le pertenece a miles de venezolanos. Lo hago convencido de que Alimenta no está atado al destino de una sola persona, cuenta con un equipo de profesionales, líderes y madres que seguirán a pulso con esta lucha que ha llevado esperanza a miles de familias

Estoy convencido de que gracias al gran equipo de profesionales, voluntarios, madres de comedores, líderes comunitarios, aliados y donantes, que se ha construido en estos cinco años, Alimenta la Solidaridad va a seguir creciendo. Alimenta es una iniciativa, un proyecto y una convicción de vida que se ancla en las comunidades y ya no le pertenece a nadie, porque le pertenece a todos.

www.robertopatino.com

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/alimenta-la-solidaridad-le-pertenece-a-todos/

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Dolor y duelo en la isla

Por: Tahira Vargas García 

Debemos romper con nuestros prejuicios contra el pueblo haitiano y brindarle apoyo y solidaridad en todo momento.

Hace algunos días se repitió en Haití una situación dramática con un terremoto que sacudió el sur del país.

Miles de muertos, cientos de heridos y personas desaparecidas es parte del cuadro desgarrador que vive Haití en estos momentos. El dolor y el duelo se extiende a toda la isla y se siente en nuestro país. Miles de niños y niñas han quedado huérfanas, sin hogar.

Esta tragedia no es ajena a nosotros. Es totalmente cercana. El terremoto se convirtió en una gran tragedia humana por la situación social de desigualdad y miseria existente en Haití.

Haití y República Dominicana comparten la isla y cientos de años de historia común. Tenemos familias que tienen sus cimientos en la mezcla de ambos pueblos y mucha gente que trabaja en nuestro país realizando las labores más difíciles y peor pagadas son haitianos y haitianas.

Haití y República Dominicana comparten la isla y cientos de años de historia común.

La frontera que nos divide es más que artificial, es casi invisible. Las relaciones entre Haití y la Republica Dominicana han permanecido a través del tiempo y se mezclan en la cotidianidad.

La convivencia entre población haitiana y dominicana con la mezcla en la consanguinidad y en la vida cultural ha estado presente desde los inicios de nuestra República. En los momentos difíciles del pueblo dominicano como la guerra de independencia, la guerra restauradora, las distintas tormentas y ciclones que hemos sufrido recibimos el apoyo y la solidaridad del pueblo haitiano.

El duelo que sufren los haitianos hoy, es también nuestro duelo. Nuestro territorio está bañado de lágrimas y sufrimiento de miles de haitianos, haitianas y dominicanos de ascendencia haitiana que han sufrido la pérdida de hijos, hijas, hermanos y familiares en general.

Debemos romper con nuestros prejuicios contra el pueblo haitiano y brindarle apoyo y solidaridad en todo momento. Deben emprenderse hoy muchas acciones y muchas redes de solidaridad con Haití, con los niños y niñas huérfanos/as de esta tragedia y con todos los que viven en nuestro territorio con familiares allí. Varias organizaciones sociales, religiosas, instituciones no gubernamentales, organismos internacionales y gubernamentales están organizando acciones de solidaridad con Haití. Este esfuerzo debe ser una tarea y responsabilidad de todes.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente: https://acento.com.do/opinion/dolor-y-duelo-en-la-isla-8978350.html

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Función pública, caridad e interés general

Por: Elisabeth De Puig

El estado de derecho consignado en nuestra constitución debe asegurar el justo equilibrio entre la libertad y la solidaridad en la repartición de la riqueza, trátese de  bienes económicos o intelectuales, culturales y científicos.

Es bueno reflexionar de vez en cuando sobre el porqué, a pesar de los esfuerzos para enmarcar la función pública dentro de parámetros estrictos y exigencias más rigurosas de formación, la noción de servicio público no ha calado a cabalidad en el imaginario colectivo de la gran mayoría de la población, incluyendo los mismos funcionarios de nuestro país.

Toda agrupación humana tiene sus propias formas de organización social que, de cierta manera, están integradas a su cultura; posee un sistema de valores reconocido por los miembros del grupo y forman tanto su contexto cultural como su concepto de nación.

Frente a estos valores positivos existen valores negativos que frenan el pleno desarrollo de las personas y de las comunidades y que son fruto de circunstancias históricas que las refuerzan.

Estos anti valores han invadido tantos los ámbitos sociales como los políticos y se han desarrollado como un caldo de cultivo en las instituciones públicas. Se han realizado varios esfuerzos a lo largo de nuestra vida democrática para contrarrestar esta situación.  Estas iniciativas incluyen tanto la creación del Ministerio de Administración Pública (MAP), como el empeño declarado de cambio del Gobierno del Cambio.

Sabemos que el servicio público integra las actividades realizadas por las instituciones gubernamentales para responder a necesidades colectivas y sociales que deben ser atendidas y que el funcionario tiene obligación de dignidad, de imparcialidad, de integridad, de probidad, de continuidad y debe asegurar la igualdad en el servicio.

Sin embargo, esta noción está todavía viciada en varios de sus estamentos por toda una serie de prácticas que siguen enclavadas como el nepotismo, el desorden, la codicia, la ineptitud, la insolencia, la negligencia, la improvisación o el tráfico de influencia, para citar solo algunos de los males que acechan en grados diversos.

Crear las condiciones para inculcar confianza en el servicio público es una tarea que incumbe al gobierno. La educación es uno de los factores clave: ser un buen ciudadano se aprende desde chiquito.

Sin embargo, uno no se nutre solamente de enseñanza: si queremos forjar buenos ciudadanos que podrán ser buenos funcionarios públicos tenemos que ofrecerles un servicio público de calidad que garantice acceso a la salud, a la educación, a la justicia,  etc… en condiciones de igualdad.

No sirve de mucho enseñarle a la gente sus derechos y sus deberes si estos se quedan como conceptos huecos y vacíos, y las instituciones estatales generan críticas de los usuarios.

A pesar de que existen excelentes servidores públicos, acervos de la nación, es por el  déficit de un servicio público de calidad que las grandes mayorías siguen identificando en el funcionario público a un corrupto que “chupa la teta” del Estado para su beneficio propio y que, a la vez, “es un pendejo si no lo hace”.

Los mismos que critican la corrupción no se dan a menudo cuenta que son parte de ella o quisieran participar de ella .

No ha calado la noción de grandes servidores del Estado reconocidos por sus capacidades y sus aportes. Lo que prima es un concepto político que no reconoce como primordial la necesidad de la continuidad del servicio público y, tarde o temprano, de manera clara o encubierta, se tiende a barrer en las instituciones a los servidores de los anteriores gobiernos.

Para corroborar la afirmación anterior hay muchos ejemplos de dependencias del Estado que progresan con un gobierno o un determinado incumbente, y cuyos servicios decaen a su salida.

Todavía no ha quedado superada la visión del Estado paternalista y patrimonial a la vieja usanza, heredado de la  forma de dominación de los  terratenientes y donde la regla era la confusión de lo público y lo privado, como fue característico en el gobierno del doctor Balaguer.

Nuestra generación recuerda la Cruzada del Amor y las largas filas que se hacían frente a la casa del presidente Balaguer para cualquier distribución de cajas o juguetes, entregando como si fueran propios bienes adquiridos por el Estado, al tiempo que se proclamaba la frase célebre: la corrupción se detiene a la puerta de mi despacho.

Esta visión pasada y en vía de superación se mantiene, sin embargo, en muchas mentalidades. Cuando la gente, empujada por las necesidades, le pide de manera individual a los gobernantes: “deme una casa”, “regáleme útiles escolares”, o “necesito que me costeen una operación”, reproduce un determinado patrón de comportamiento. Queda claro que el estado moderno, que debería ser un estado de derechos y de justa redistribución, todavía no ha logrado su cometido.

Por eso es que la caridad, noción fundamentalmente religiosa en su origen, por bien intencionada que sea, no ataca la raíz del mal. Atrae la atención sobre quien la ejerce y trata de subsanar los efectos de dramas sociales y económicos, sin llegar a las causas que han provocado el acto de caridad.

Los actos de caridad son soluciones individuales a problemas colectivos que, al final de cuentas, ocultan las desigualdades y las injusticias.

El estado de derecho consignado en nuestra constitución debe asegurar el justo equilibrio entre la libertad y la solidaridad en la repartición de la riqueza, trátese de  bienes económicos o intelectuales, culturales y científicos.

Soy de las que entiendo que la caridad favorece la injusticia y que se necesita más igualdad para que haya más derechos y justicia.

Fuente de la información: https://acento.com.do/opinion/funcion-publica-caridad-e-interes-general-8978340.html

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