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La deshumanización progresiva de nuestras sociedades

Por: Ainhoa Ruiz Benedicto

Una de las consecuencias del progresivo proceso de militarización de las fronteras es el de criminalizar la solidaridad entre personas y comunidades.

n los últimos días nos han llegado nuevas noticias del proceso de persecución y criminalización de la solidaridad contra diferentes activistas y organizaciones en todo el mundo. Este es el caso de la activista en favor de los Derechos Humanos de las personas que migran, Helena Maleno, de la que hemos sabido que ha sido deportada por el gobierno de Marruecos, precisamente, por sus acciones de denuncia.

Una de las consecuencias del progresivo proceso de militarización de las fronteras es el de criminalizar la solidaridad entre personas y comunidades, que se está reforzado desde las instituciones y que, de consolidarse a nivel social, puede sentar peligrosos precedentes en términos de capacidad de movilización de la sociedad civil.

Bajo la Facilitation Directive, cualquier acto de ayuda a las personas migrantes puede ser considerado un acto punible

La expresión “criminalizar la solidaridad”, se ha extendido a partir de los años 2017 y 2018, sobre todo por parte de organizaciones sin ánimo de lucro y de periodistas críticos con la situación en las fronteras. Es el caso europeo, este marco para la criminalización y persecución de la solidaridad se establece e impulsa en 2002, con la aprobación de la Facilitation Directive (Directiva 2002/90/CE del Consejo de 28 de noviembre de 2002 destinada a definir la ayuda a la entrada, a la circulación y a la estancia irregulares). Este marco normativo establece que son punibles conductas como dar dinero desinteresadamente a la persona que migra para costear su entrada, o ayudarle de otras formas a cruzar la frontera. Es importante señalar que, aunque estas acciones no tengan ánimo de lucro por parte de las personas que las realizan, bajo la Facilitation Directive, cualquier acto de ayuda a las personas migrantes puede ser considerado un acto punible. Esto es debido, a que la normativa de la Unión Europea deja en manos de los Estados la aplicación, más o menos restrictiva, de medidas punibles para las personas que ejercen, aportan o colaboran ayudando a personas migrantes.

Estas medidas están generando diferentes formas de intimidación y acoso a personas y organizaciones. Un caso destacado ocurrió en Francia en 2017, en la ciudad de Calais, conocida por el campo de personas migrantes que se estableció allí y por ser una de las principales rutas de tránsito para aquellas que quieren llegar a Reino Unido. El alcalde prohibió a organizaciones humanitarias repartir comida y agua entre las personas migrantes y potenciales solicitantes de asilo. La razón que expuso fue que el reparto de comida suponía una amenaza para la seguridad en la zona.

En Hungría, ayudar de cualquier manera a que la persona migrante encuentre casa o un lugar donde permanecer se penaliza con dos años de prisión. En Grecia, la Guardia Costera del país ha implementado un registro para las ONG, de manera que estén obligadas a formar parte de la red de la guardia costera, en caso de no hacerlo pueden estar vulnerando la ley, lo que ha sido denunciado por diversas organizaciones por la vigilancia a la que las somete. Por citar sólo algunos casos de cómo se implementan estas medidas criminalizadoras.

De esta manera se van destruyendo los lazos entre comunidades. Primero, porque se generan grupos de población que pueden ser vistos como enemigos por sus propios vecinos, por proveer ayuda a migrantes y, segundo, porque se lanza el mensaje de que ayudar a una comunidad diferente a la propia constituye una forma de crimen.

De esta forma se incentiva la deshumanización, al fin y al cabo, si una persona no es merecedora de solidaridad, comprensión o empatía y es visualizada únicamente como una criminal y causa de diversas problemáticas sociales, resulta más fácil justificar que a esta persona no se la proteja o que no sea merecedora de derechos, de acogida o de protección institucional. Además, se erosiona una característica básica humana: la solidaridad, a la que renunciar supone una deshumanización de nuestras propias personas.

Fuente: elsaltodiario

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La salida no es hacia dentro

Por: Fernando Balius 

Los problemas psicológicos surgen en las relaciones y en ellas se encuentra su solución. Por eso creo de corazón que la salida a la asfixia provocada por una arquitectura individualista se llama solidaridad.

Foucault ya nos explicó aquello de que la locura existe necesariamente en sociedad. El sufrimiento psíquico, en sus distintos grados, tiene lugar dentro de un determinado conjunto de normas y relaciones. Lo que sucede en nuestras cabezas no puede ser considerado fuera del mundo en el que vivimos. No al menos si queremos intentar comprenderlo, si queremos atenuarlo.

Vivimos en un orden social capitalista y llevamos prácticamente un año atrapados en una pandemia que ha modificado nuestra existencia de formas que jamás nos habíamos planteado. Por descontado, ambas realidades están profundamente conectadas. La existencia de una crisis sanitaria planetaria no ha logrado desplazar la centralidad del dinero en todos los aspectos de la organización social, y la gestión de las patentes de la vacuna contra la covid-19 es quizás el exponente más cruel de ello. No es de extrañar entonces que, frente a un futuro que sin lugar a dudas se plantea oscuro y cuesta arriba, la angustia que nos atraviesa ofrezca un campo de negocio sin precedentes para una industria que vende eternos procesos de crecimiento personal, desarrollo espiritual y reinvención profesional. Sea cual sea la parcela desde la que se opere, la promesa siempre es idéntica: construir una existencia más plena y llena de sentido. Y para ello la consigna es replegarse en uno mismo, porque la salida es hacia dentro: un asunto íntimo de cada cual, una responsabilidad particular que hay que afrontar con la colaboración de profesionales cualificados para arrojar luz sobre las penumbras del ser humano.

El repliegue forzoso al que estamos siendo sometidos no ha mejorado la salud mental de nadie en mi entorno

La transformación individual como camino para acabar con nuestro sufrimiento psíquico es una idea que casi se vende sola. Encaja con todo cuanto nos han enseñado desde que tenemos uso de razón. Si te esfuerzas lo suficiente, si inviertes el capital necesario, puedes triunfar y alcanzar un estadio superior, y en el caso de no ser así, has sido educado de mil maneras para sentirte culpable y único responsable de la caída. Sin embargo, el repliegue forzoso al que estamos siendo sometidos no ha mejorado la salud mental de nadie en mi entorno. El confinamiento y el conjunto de restricciones que le han seguido no han traído de la mano ninguna iluminación, sino más bien letargo y pesadumbre. El tiempo pandémico que conozco transcurre mayoritariamente entre la pena y la ansiedad. Una vez hemos sido privados de nuestras relaciones con los demás y nos hemos quedado hurgando en nuestro interior, somos multitud quienes hemos experimentado un tipo u otro de colapso. Descartada la posibilidad de salir mejores de esta, aspiramos tan solo al mínimo daño posible. Precisamente cuando se han dado las presuntas condiciones objetivas para que una gran parte de la población pudiera emprender un viaje de autoconocimiento hacia el bienestar emocional, la realidad ha venido a recordarnos lo determinante que resulta el ambiente material y social en aquello que creemos que somos.

Supongo que hay quienes dirán que no nos estamos mirando a nosotros mismos de la manera adecuada, que no contamos con el asesoramiento correcto y necesario para poder alcanzar la transformación. Incluso que no la hemos deseado lo suficiente. Por mi parte, todo lo que respondería es: 2020. Un argumento tenaz –y quizás definitivo– contra toda forma de  atomización social. El despertar de mi conciencia no constituye ahora mismo ninguna prioridad en mi vida, no tengo intención alguna de conocerme mejor ni anhelo desarrollar un potencial oculto. Pero cuando echo de menos lo hago con una intensidad que ya apenas recordaba. Y me pierdo en los recuerdos para estar menos solo. Tengo más presentes que nunca a las personas que quiero, precisamente porque la mayoría no están y no hay perspectiva cercana de que lo estén. Lamento las amistades que descuidé y hago inventario de mis errores. En definitiva, pienso en el otro. Le necesito y a estas alturas ya estoy cansado de mí. Quizás por eso hace poco desperté pensando en cómo durante las primeras semanas del 15M salía al trote de la oficina para cruzar Madrid en la línea 1 de Metro y llegar a una plaza atestada en Vallecas. Eso es lo que realmente añoro. Y si ya lo hacía antes de que esta crisis estallase, ahora lo hago más y con mejores motivos.

La soledad es una experiencia central de las sociedades occidentales

¿No es acaso el aislamiento una de las características que definen este mundo que tanto daño nos hace? ¿No está en la base de todo ese espectro informe conocido como “trastornos mentales”? Hace algunos años presencié una ponencia de un psicólogo e investigador finlandés llamado Jaakko Seikkula, quien lleva décadas diseñando e implementando proyectos de intervención comunitaria con personas que tienen experiencias psicóticas. Su notoriedad internacional se debe a que dichos proyectos se asocian a un descenso en las tasas de diagnóstico de esquizofrenia en la población y a un incremento en las de recuperación (tal y como se refleja, por ejemplo, en Five-year experience of first-episode nonaffective psychosis in open-dialogue approach). Recuerdo que en un momento dado de su exposición afirmó que él no había conocido jamás a ningún “esquizofrénico”, que, frente a ese constructo que llamamos “esquizofrenia”, lo que realmente existe es un fracaso social y el aislamiento progresivo de algunas personas. Esta es una idea que comparto y extiendo a la mayor parte de diagnósticos psiquiátricos, y desde luego no lo hago a modo de especulación teórica, sino basándome en mi propia experiencia –así como en mis propios diagnósticos– y en la considerable cantidad de realidades que he conocido durante las más de dos décadas que llevo relacionándome con otras personas psiquiatrizadas. A mayor ensimismamiento y mayor deterioro relacional, más jodidos estamos.

El marketing nunca juega a perder. Siempre te va a hablar de cómo esa mierda está a punto de llegar a tu cuello, y de que si te valoraras lo suficiente, buscarías-comprarías todos los recursos posibles. Pensarías en ti, que sin duda te lo mereces. Disponer de recursos y herramientas es importante, sobre todo cuando son reales (y la mayor parte de ellos son básicamente humo, aunque ese es otro tema), pero algún día habrá que hablar de la mierda en sí. De lo contrario se corre el riesgo de que la vida pase entre bocanada y bocanada de aire, sin llegar a saber que se trata de un problema común.

No hay mecanismo de alienación que pueda ocultar por completo el hecho de que nuestra individualidad se configura a través de la relación social. Son demasiadas las pistas que nos llevan a ello. Los problemas psicológicos surgen en las relaciones y en ellas se encuentra su solución. Por eso creo de corazón que la salida a la asfixia provocada por una arquitectura individualista se llama solidaridad.

Fuente e imagen: https://ctxt.es/es/20210401/Firmas/35590/salud-mental-solidaridad-relaciones-Jaakko-Seikkula.htm

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Durante el aislamiento social: qué leer y cómo leer

Por: Leonardo Boff

Durante el aislamiento social forzado para el bien de cada persona y de los otros ante el ataque del coronavirus, se nos pide recogernos en nuestras casas o habitaciones.

La convivencia física con los próximos nos hace conocer las diferencias, el modo de ser de cada uno, de pensar y de leer el mundo. No es fácil. La primera cosa que descubrimos es aquello que, con fina percepción, formuló Caetano Velloso: “de cerca nadie es normal”, frase que recorrió el mundo. De hecho, la normalidad va siempre junto con cierta anormalidad.

Nos damos cuenta de la luz y de la sombra, de lo sim-bólico (que une) y de lo dia-bólico (que separa) que habitan en cada uno de nosotros. No como defecto de nuestra creación, sino como nuestra condición humana real. Esta polaridad está en todo: en el universo (caos y cosmos), en la vida (salud y enfermedad), en la naturaleza (nacimiento y muerte), en la sociedad (individualismo y solidaridad). El desafío es cómo articular estas polaridades de forma que la dimensión de luz y de lo normal no permita la dominación de la sombra y de lo anormal, lo que nos quitaría la felicidad y la convivencia pacífica.

Hay muchas maneras de ocuparnos durante este tiempo, para todos bien penoso. Una de ellas es la lectura de libros espirituales o religiosos que pueden abrirnos nuevos sentidos especialmente ante las inquietudes e interrogaciones que la irrupción de la Covid-19 ha traído a cada persona y a la humanidad. Es un contraataque de la naturaleza a toda la humanidad: ¿Qué señal es ésta y que nos quiere decir?

Fuentes espirituales o religiosas escritas hace miles de años, pueden quizás darnos alguna luz, no sólo para la dramática coyuntura actual, sino también para la propia vida. Sugiero aquí empezar a leer la Biblia judeocristiana, el Primer Testamento (Antiguo Testamento) y el Segundo (Nuevo Testamento), textos escritos a lo largo de 3-4 mil años. En ellos se encuentra de todo; por eso, conforme a la situación existencial en la cual se vive, se escogen las partes más adecuadas.

Es bueno recordar que cada uno lee los textos con los ojos que tiene, de ahí que leer es siempre interpretar. Interpretamos a partir del punto de vista personal, pues cada punto de vista es la vista desde un punto. Además la cabeza piensa desde donde pisan los pies… Si mis pies pisan una favela y yo leo a partir del punto de vista de la favela, selecciono los textos que más se refieren a esta situación. Esto no significa negar los otros textos, sino dar vida a los textos a partir de los con-textos en que vivimos y con pre-texto de tal y tal situación. También puede leerse a partir de quien vive en el centro de la ciudad con todos los servicios funcionando y dándole seguridad en la vida. Este «lugar social» permite otro tipo de lectura.

Ahí los viejos textos del pasado nos revelan novedades. De modo general, podemos decir que hay tantas lecturas como lugares sociales. Los campesinos expulsados de sus tierras leerán los textos bíblicos de manera diferente y hasta opuesta a la del latifundista que los expulsó. Así podríamos multiplicar los ejemplos.

Conclusión: no debemos cerrarnos en nuestra propia lectura, lo que sería exclusivismo y hasta fundamentalismo, sino abrirnos a otras lecturas que relativizan y enriquecen la nuestra.

Nunca se debe poner el libro delante de los ojos, escondiendo la realidad desnuda y cruda. Esa es la equivocación de los fundamentalistas que sólo ven el libro y sus frases tomadas en sí mismas.

No fue escrito para eso. Fue escrito para iluminar la realidad. Es inspirado porque nos inspira a comprender más y a vivir mejor. Por eso debe ser puesto detrás de la cabeza, para iluminar la realidad con todas sus contradicciones.

El primer libro que Dios nos dio es el libro de la creación. En él está toda la sabiduría que nos hace falta para vivir bien. Lamentablemente hemos perdido la capacidad de leer bien este libro. Vemos la creación no como un valor en sí misma, sino utilitariamente, como un baúl de recursos para ser explotados a nuestro gusto, sin preocuparnos de las demás personas ni de los daños que les hacemos, y sin darle tiempo para regenerarse.

Entonces se nos dio otro libro, la Biblia, que nos ofrece las claves de lectura para el primer libro, el de la creación.

Éste es el sentido profundo de la lectura de la Biblia: entender mejor el mundo, nuestra vida personal, el sentido de nuestras tribulaciones, la necesidad de la esperanza y, sobre todo, la vivencia concreta del amor, de la solidaridad, del cuidado y de la compasión.

No quiere ser ni puede ser un libro de ciencia. Es un libro de sabiduría de vida que responde a las búsquedas humanas.

Cada uno escoge los libros de la Biblia que le parecen mejor. Yo recomiendo del Primer Testamento todos los libros sapienciales: Job, los Salmos, especialmente el 23 y el 103; Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico, Cantar de los Cantares, libro de alto erotismo, que nunca habla de Dios, ni lo necesita, pues Dios es amor; Lamentaciones.

Del Segundo Testamento aconsejo empezar por los Hechos de los Apóstoles, verdadera saga que narra cómo san Pablo y compañeros anduvieron más de mil kilómetros por el imperio romano para anunciar los valores predicados y vividos por Jesús (el amor incondicional, la apertura a Dios como el Dios bueno y misericordioso, el cuidado hacia los pobres y los que sufren, la capacidad de perdón y la certeza de nuestra resurrección, que es más que sólo la inmortalidad del alma). Después, la Primera Carta a los Corintios, en la cual se ven los grandes valores éticos a ser asumidos. De los evangelios, empezar por el de san Marcos, el más conciso y más cercano al Jesús histórico; el evangelio de san Lucas, en el cual Jesús muestra su inmensa compasión con los que sufren y con los pobres, y amonesta a los poderosos y ricos; el evangelio de san Juan, lleno de espiritualidad; la Epístola de Santiago en la que se predica una moral bien concreta y actual.

En portugués, aconsejo la Biblia de la editorial Vozes, de Petrópolis RJ, Brasil, por sus excelentes introducciones y comentarios (vendas@vozes.com.br).

Déjense tomar por las palabras bíblicas que, junto con otros libros sagrados de otros caminos espirituales, propician para nosotros un encuentro con la Palabra que nos ilumina el camino en las noches sombrías de la vida, tales como las de los tiempos actuales.

Fuente: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1019

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Reapertura escolar y aprendizajes: debate necesario

Por: Mauro Jarquín

Tras un año de educación a distancia, las prácticas de socialización y avance escolar de millones de estudiantes de nivel básico se han visto afectadas, el magisterio nacional ha experimentado un ritmo y forma de trabajo previamente desconocido y las preocupaciones familiares respecto al cuidado y futuro de sus hijos han incrementado.

El gobierno federal anunció que el regreso a clases en las escuelas de Campeche, un estado con baja incidencia en casos de coronavirus, se llevará a cabo durante abril. La reapertura voluntaria será también el inicio de una campaña en todo el país que se prevé avance a medida que la inmunización muestre resultados positivos y los contagios disminuyan. El gobierno ha dicho que tal reactivación se llevará a cabo con las condiciones necesarias, lo cual debería significar la provisión a estudiantes, docentes y personal, de mascarillas efectivas contra la transmisión del virus, disposición de espacios propicios para actividades que requieran el retiro de dichas mascarillas, utensilios de limpieza, disminución en la cantidad de estudiantes por grupo, etcétera.

Esto se presenta en el marco de un debate nacional que, imbricado en la tendencia global, ha sido sostenido, en esencia, entre aquellos que urgen la reapertura escolar con dos argumentos centrales: reactivar la economía y detener la pérdida de aprendizajes (por lo general, empresarios, voceros empresariales y expertos educativos vinculados a organizaciones privadas) y aquellos sectores magisteriales que, a partir de su experiencia en el trabajo escolar cotidiano, han afirmado que la reapertura deberá darse en cuanto hayan condiciones suficientes de seguridad, ya que, sumado a la alta incidencia de comorbilidades en el magisterio nacional, en los planteles no es fácil controlar las interacciones sociales.

Los grupos de interés que exigen reapertura inmediata han mantenido desde meses atrás una campaña mediática para presionar al gobierno federal, fundada en gran medida en el l ugar común de la pérdida de aprendizajes. Según Bourdieu y Wacquant, los lugares comunes son “tesis con las cuales se argumenta pero sobre las cuales no se argumenta […] presupuestos de la discusión que permanecen indiscutidos” y que deben la fuerza de su persuasión a ser producidos en círculos expertos y ser apoyados y transmitidos por instancias multilaterales y think tanks.

El supuesto dicta que el cierre de escuelas ha impactado de forma negativa en el aprendizaje de millones de estudiantes, lo cual afectaría sus ingresos futuros, lo cual perjudicaría, en especial, a los más pobres. Esta tesis, difundida por empresas como McKinsey, ha sido promovida también por el Banco Mundial, que en su documento Actuemos ya para proteger el capital humano de nuestros niños, afirma: Las perdidas de aprendizaje se pueden estimar en términos de escolaridad y de aprendizajes, tomando en cuenta tanto los aprendizajes que no se generan durante el cierre de los colegios como el aprendizaje previo que se pierde u olvida a medida que los alumnos se van desvinculando del sistema educativo. Así, los países podrían experimentar pérdidas significativas de capital humano y productividad. Como una medida para el retorno a clases, y para no parecer desconsiderado ante la salud de los trabajadores de la educación, el banco también afirma que los maestros [deben ser] priorizados en el proceso de vacunación para que regresen a la escuela lo antes posible.

El supuesto de pérdida de aprendizajes por el cierre escolar ha generado a nivel internacional un debate impor-tante que en México, al parecer, no existe, dado el poder consensual de los lugares comunes en el campo educativo.

En el contexto estadunidense, Alfie Kohn polemiza las certezas respecto a un deslizamiento académico en los estudiantes por estar fuera de la escuela. Considera que la investigación que alimenta el miedo a la pérdida de aprendizajes no es tan persuasiva como se presenta. Su punto de referencia son los estudios sobre la pérdida de aprendizaje en verano, de los cuales, más allá de las controversias metodológicas presentadas, ninguno muestra realmente una disminución del aprendizaje, sólo un descenso en los resultados de los exámenes estandarizados (en algunas asignaturas, en algunas situaciones, para algunos niños). De fondo, lo que persiste es confusión acerca de los resultados en pruebas con otros conceptos como aprendizaje, rendimiento, excelencia educativa o éxito académico. Más aún, considera que los discursos alarmistas sobre pérdida académica pueden resultar peligrosos, al crear presión sobre las familias.

Las aproximaciones económicas-neoclásicas al proceso educativo consideran al aprendizaje como aquellas habilidades instrumentales que pueden ser medibles, evaluando así la calidad de la eventual fuerza de trabajo disponible en una sociedad. Visión predominante que desde los 90, con el movimiento de las pruebas estandarizadas, ha resultado nociva para el desarrollo de un proyecto de educación democrática.

Claro que en el desarrollo personal y social de los estudiantes resultan importantes las afectaciones potenciales a conocimientos fácticos y procedimentales derivados del cierre escolar. Pero decir que niños y niñas y adolescentes no han aprendido en estos tiempos difíciles, es una mentira. Como apuntó Rachael Gabriel, los estudiantes han aprendido la importancia de la higiene personal, la importancia de la solidaridad, la naturaleza desigual de la sociedad moderna, algunos han aprendido a pasar más tiempo en contacto con la naturaleza, etcétera. ¿Acaso no es importante?

Ante la reapertura escolar, es primordial discutir qué aprendizaje resulta significativo, a partir de cuál circunstancia, porque de ello dependerá la forma en que se reabran escuelas y la educación que se construya post-pandemia.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/03/20/opinion/014a1pol

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Vacunación, deber moral y libertad

Por: Leonardo Díaz 

El proceso de vacunación no solo calibra la eficiencia de nuestros sistemas de salud, también calibra nuestra fortaleza ética.

En mi artículo anterior afirmé que la vacunación contra la COVID-19 es un acto de solidaridad, pues su objetivo es reducir el riesgo colectivo de posible contagio y mortalidad dentro de una población determinada. Si esta afirmación es válida, cuando me niego a vacunarme no solo tomo una elección que me atañe como individuo, también tomo una decisión que puede generar implicaciones nocivas para mis semejantes. Siendo así, es inevitable retomar un viejo problema ético relacionado con la inmunización y las pandemias: ¿Debe el Estado obligar a la vacunación de su población?

La pregunta no es ociosa. En España, la comunidad de Galicia aprobó una legislación al respecto imponiendo severas multas a quienes se negaran a vacunarse. La medida generó una discusión pública.( https://elpais.com/ideas/2021-02-27/es-etico-no-vacunarse.html).

Como debate el bioeticista español Vicente Bellver, este tipo de medidas agudizan la diferencia entre clases en función de su estatus económico. (Quien tiene dinero y no quiere vacunarse paga la multa y persiste en su decisión, a diferencia del que carece de recursos). En Latinoamérica se genera otro problema, se agudizan las diferencias ante la ley, porque en nuestras sociedades existe una arraigada cultura de burlar las normas si se posee algún tipo de poder. Por consiguiente, quien se sienta políticamente protegido, no se vacunará si no quiere hacerlo.

Pero independientemente de esas implicaciones sociológicas de la ley, lo más importante son las aristas éticas de la legislación. Hace décadas, Susan Sontag (El sida y sus metáforas) señaló las dificultades que tienen las sociedades promotoras del individualismo y el cálculo utilitario para movilizar éticamente a las personas. Si una sociedad legisla para forzar acciones solidarias, refuerza la cultura de la educación autoritaria, mientras evidencia sus problemas para la persuasión dialógica, signo distintivo de una sociedad democrática.

En la mayoría de los casos donde las personas son reacias a vacunarse contra la COVID-19, existe una reticencia circunstancial basada en el miedo que provoca inocularse un producto nuevo y la aparente rapidez que lo produjo.

La reticencia circunstancial va difuminándose en la medida que se observa un creciente número de vacunados sin efectos secundarios nocivos, y mediante una campaña de diálogo y educación que instruya sobre las implicaciones de no vacunarse.

Lo más importante de esta discusiȯn es que las leyes no deben reemplazar el deber moral. Como señala Victoria Camps  en sus reflexiones sobre el debate, (https://elpais.com/ideas/2021-02-27/vacunas-obligatorias-mejor-persuadir-que-forzar.html) una sociedad democrática debe promover las acciones basadas en el deber moral, el cual es asumido por convicción, en pleno ejercicio de la libertad personal.

Es obvio que existe el riesgo de que los habitantes de una sociedad promotora del deber moral y de la libertad se vea expuestos a un uso nocivo de su autonomía. Pero la solución no consiste en suprimir la libertad, ni tampoco en imponer restricciones autoritarias permanentes que resultan agraviantes desde el punto de vista de la dignidad humana, e ineficientes para potenciar la capacidad resolutiva de la ciudadanía.

El proceso de vacunación no solo calibra la eficiencia de nuestros sistemas de salud, también calibra nuestra fortaleza ética. Como señala la antropóloga y experta en inmunización Heidi Larson (Stuck, How Vaccine Rumors Startand Why They Dont Go Away), la capacidad cooperativa de nuestras sociedades está siendo sometida a prueba, pero la misma depende de un contrato social cuyo tejido se está socavando.

Más allá del problema de salud pública global que enfrentamos, también abordamos unas profundas heridas sociales derivadas del economicismo, el culto al individualismo, la aporofia, el nacionalismo chovinista y el populismo. Estas heridas deben ser objeto de nuestra reflexión y curación. Si no lo hacemos, nuestra vulnerabilidad será mayor para enfrentar las pandemias y crisis del futuro.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/vacunacion-deber-moral-y-libertad-8921914.html

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Vacunación mundial: codicia o solidaridad

Por: Hedelberto López Blanch

La adquisición de las vacunas contra la pandemia de coronavirus ha demostrado nuevamente la enorme desigualdad existente entre las naciones ricas y las que tienen menor poder adquisitivo a la par que ha expuesto dos vertientes diferentes: los que apuestan por una proyección individualista y los que promueven la solidaridad internacional.

Las posibilidades de alcanzar una distribución equitativa de las vacunas se encuentran gravemente amenazadas, declaró el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, y sentenció: «Debo ser franco, el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico y el precio será pagado con las vidas de los países más pobres».

La opinión de Tedros fue reforzada con la del secretario general de la ONU, Antonio Guterres quien criticó la distribución desigual de las vacunas y reiteró que 10 países han administrado el 75 % de todas las dosis registradas en el mundo.

«Ahora vemos cómo las vacunas llegan rápidamente a los países ricos mientras que las naciones pobres no reciben ninguna. Debemos hacer un esfuerzo global conjunto y de solidaridad para superar la pandemia” puntualizó Guterres.

Informes de organizaciones internacionales revelaron que Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Australia, Canadá y Japón han asegurado más de 3 000 millones de dosis.

Entre las farmacéuticas que más han firmado contratos se encuentran Pfizer, Moderna, AstraZeneca, BioNtech, GlaxoSmithKline, Johmson & Johnson, Merck, Novavax y Sanofi.

Pfizer divulgó que en los dos primeros meses de 2021 las ventas de su vacuna, desarrollada con la alemana BioNtech ha sido de 15 000 millones de dólares, y se estima que para fines de año, ese mercado alcanzaría unos 40 000 millones. En cuanto a la Moderna, solo en la venta de 160 millones de vacunas contratada con la Unión Europea, a 18 dólares la dosis como reveló accidentalmente en Twitter la responsable de Economía de Bélgica, representa para esa empresa un beneficio neto como mínimo de 3 000 millones de dólares.

Datos de la OMS puntualizan que tres cuartas partes de las primeras dosis de las vacunas administradas en el orbe se concentran en 10 países que representan el 60 % del Producto Interno Bruto global.

Esa organización estimó que en unos 100 países no se ha aplicado ni una dosis y reiteró el llamado hecho por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para acelerar el acceso de vacunas vía Covax y reducir el acaparamiento evidente que enfrenta toda la comunidad internacional.

El mecanismo Covax, apoyado por cerca de 180 naciones a través de ONU, es un entendimiento conjunto que pretende garantizar el acceso equitativo a las vacunas y representa una gran prueba moral que tiene ante sí la comunidad mundial.

La India y Sudáfrica, ante el monopolio capitalista de las vacunas propuso en octubre pasado a la Organización Mundial del Comercio (OMC), suspender temporalmente las patentes de los medicamentos que se utilicen contra la Covid-19 para facilitar sus producciones en países en desarrollo pero hasta el momento no se ha podido alcanzar una repuesta positiva.

Noventa y cinco naciones de los 164 miembros de la OMC apoyan la iniciativa pero como sucede siempre en estos organismos, los ricos y poderosos las rechazan (en este caso Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y la Unión Europea) al alegar que bajarían los esfuerzos de las farmacéuticas en inversión y desarrollo.

En contraposición a las compañías de Occidente y pese a la gran campaña lesiva de los medios de comunicación hegemónicos en contra de las vacunas producidas en Rusia y China, estas naciones están expandiendo esos productos por varias naciones del orbe con gran efectividad, menos costosa y en ocasiones gratuitas para países pobres.

El gigante asiático ya las ha enviado a Brasil, Indonesia, México, Emiratos Árabes Unidos, Argentina, Chile, Jordania, Perú, Turquía, Botswana, Marruecos, Congo, entre otros mientras Rusia las ha llevado a Argentina, Bolivia, México, Venezuela, Paraguay, Panamá, Brasil y varias naciones de Europa, Asia, África.

Por su parte, con un esfuerzo grandilocuente debido al bloqueo económico-financiero que padece por parte de Estados Unidos desde hace 60 años, Cuba elabora con éxito cuatro candidatos vacunales, dos de los cuales están en la tercera fase y pronto se iniciarán producciones millonarias.

En ese contexto, dos países caracterizados por su accionar solidario y humanista, Venezuela y Cuba, avanzan en la creación de un Banco de Vacunas a través de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) que permitirá a los miembros del bloque y a otras naciones pobres, tener acceso a los principales recursos contra la Covid-19.

Al respecto, el presidente Nicolás Maduro enfatizó: “Hay un monopolio de las vacunas que desnuda el sistema mundial desigual existente, y ante esto el ALBA-TCP ha decido crear un Banco de Vacunas, medicinas, instrumentos de diagnóstico y PCR para todos nuestros países”.

Como expresó el presidente cubano Miguel Díaz Canel Bermúdez, ante el 75 período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de 2020: “No podemos enfrentar la Covid-19, el hambre, el desempleo y la creciente desigualdad económica y social entre individuos y entre países como fenómenos independientes. Urgen políticas integrales en las que el ser humano sea la prioridad, y no las ganancias económicas o las ventajas políticas. Es un imperativo impulsar la solidaridad y la cooperación internacional para amortiguar el golpe”.

Con ejemplos como los de Cuba, Venezuela, Rusia, China, al que se unirán otras naciones, se evitará más temprano que tarde que la enfermedad se vuelva endémica en algunas regiones, continúe su desarrollo y se expanda con nuevas mutaciones por el planeta.

Esa es la solidaridad que hoy nos reclama la preservación de la existencia humana.

Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.

Fuentes: Rebelión

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La Sociedad debe organizarse desde la solidaridad y la cooperación. México

Por: Pedro Rendón

Hoy más que nunca los grandes problemas estructurales de México, del modelo político y económico imperante, muestran que “la sociedad requiere nuevas formas de organización y de ejercicio del poder, desde la solidaridad y la cooperación”, consideró la licenciada Dulce Cerecedo Beltrán, alumna distinguida de la Generación 2019 del Diplomado Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes, impartido por la Dirección de Educación Continua (DEC) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.


Al hablar en nombre de sus compañeros(as) durante la clausura de las generaciones 2019 y 2020 del diplomado, Cerecedo dijo que son tiempos muy difíciles a nivel mundial y más aún para México, porque a los más de 83 mil desaparecidos(as) se suman las casi 170 mil personas fallecidas por la pandemia de COVID-19, que ha exacerbado las condiciones de pobreza, desempleo, orfandad, endeudamiento y violencia en contra de las mujeres y los niños y niñas.

Además, la mayoría de la población mexicana no tiene garantizado el derecho fundamental a la vida, “con un sistema de salud colapsado, un sistema de justicia paralizado e insuficiente, que no permite hacer valer el ejercicio de otros derechos”.

Cerecedo opinó que las instituciones están detenidas y la sociedad dividida entre el miedo al contagio de COVID-19 y la indiferencia ante las injusticias sufridas por miles de personas. Por ello, el Diplomado Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes se inserta en un espacio de visibilización de la realidad nacional, al reflexionar sobre “una de las grandes tragedias que nos aquejan”; la violencia.

Este diplomado, que inicialmente representó para quienes lo cursaron una plataforma multidisciplinaria para adquirir conocimientos novedosos y alternos para su desarrollo profesional, en el camino fue más allá, al constituirse “en una herramienta personal que nos interpeló todo el tiempo, desde una posición ética sobre nuestros valores y la manera en cómo desarrollamos nuestro quehacer cotidiano en el acompañamiento que brindamos a las personas, colectivos y pueblos víctimas de violencias. Sin duda alguna, ahora somos mejores acompañantes, porque somos más solidarios, más humanos”.

Todo el tiempo el diplomado fue un espacio de diálogo y reflexión, que de ese modo permitió al alumnado lograr comprender las causas y contextos de las violencias y las estructuras que permiten su perduración. Además, les hizo conectar con el sufrimiento humano de personas reales, con nombre y apellido, que han perdido sus proyectos de vida y, pese a lo sucedido, se siguen enfrentando a una sociedad indiferente y a una autoridad indolente, incapaz e insensible al dolor humano.

La perspectiva psicosocial en la cual se basó el diplomado les permitió darse cuenta de los contextos políticos y culturales bajo los cuales ocurren las experiencias traumáticas de las víctimas y sus familiares, y también resaltó la fortaleza y los mecanismos de afrontamiento que surgen de las víctimas “para hacer frente a todo un sistema depredador. Hoy en día no podríamos tener ni entender la legislación amplia y diversa en materia de derechos humanos que permea en nuestros sistema jurídico sin el trabajo y movimiento político de las víctimas, colectivos y organizaciones. Ahora nos toca operarla y exigir su cumplimiento”.

Cerecedo dijo que en clases enfrentaron con gran pesar el hecho de que las siete letras de la palabra víctima representan más y más sufrimiento, impunidad y corrupción, falta de investigación, violaciones al debido proceso, ocultamiento de la verdad, desplazamiento, estigma social, criminalización, enfermedad y muerte. Pero a la vez, también representan mucha dignidad, empatía, compasión, ruptura del silencio, defensa de derechos, redes de apoyo, resiliencia, autocuidado y fuertes recursos de afrontamiento ante la adversidad.

Con fuerza, coraje y determinación, e incluso con todo su dolor, las personas que directa o indirectamente son víctimas de grandes violaciones en México “apuestan todos los días a la construcción de un mejor país para todos nosotros, aunque en el camino vayan recibiendo más y más sufrimiento ante la cadena de agravios recibida en un Estado con instituciones y estructuras sistémicas tan violentas”.

Ya que las atrocidades están siendo cometidas por humanos, Dulce Cerecedo mencionó que para emprender acciones colectivas más efectivas, las preguntas que se deben ir resolviendo son: ¿qué estamos haciendo como padres, hijos, pareja, amigos, ciudadanos, vecinos, empresarios y servidores públicos, para que la violencia en todas sus formas se siga normalizando y generalizando; cuáles son todos los privilegios con los que contamos que disminuyen los derechos de otros; qué papel estamos jugando diariamente para visibilizar las injusticias de las que somos testigos y también víctimas; realmente acompañamos desde la igualdad, la cooperación y la solidaridad?

Es así que entre los retos que dejó el diplomado están: mirar la resolución de los casos emblemáticos; dar voz de manera activa y comprometida a todos aquellos que siguen en el absoluto silencio y abandono, ante la precariedad y nulo ejercicio de sus derechos más elementales; y mirar nuevas formas de organización y participación ciudadana, como muestran desde hace mucho tiempo aquellas familias, colectivos y pueblos que cada día aportan un grano de arena a la reconstrucción del tejido social.

Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes también dejó en el horizonte de sus egresadas(os) el repensar la manera en cómo son víctimas y victimarios, ya sea al generar la violencia o al aceptarla, normalizarla e invisibilizarla, “haciendo que la lucha contra el delito y la impunidad no sea real”, finalizó Cerecedo Beltrán.

Aprendimos a humanizar nuestras profesiones

La licenciada Claudia Selena Talamantes Carrillo, alumna distinguida de la generación 2020 del diplomado, mencionó que lo compartido en éste les permitió crecer y ser mejores personas, y algunas(os) “aprendimos a humanizar nuestras profesiones y, sobre todo, las actividades que realizamos día con día”. Aprendieron además a reconocer y comprender los contextos en que se desarrollan las violencias a derechos humanos, a integrar dichos contextos de violencia y a analizar los impactos psicosociales causados a las personas víctimas.

Igualmente aprendieron a no “patologizar” lo que las personas han enfrentado, visibilizando y fortaleciendo los recursos de afrontamiento. Al leer sus realidades y las de otras personas, las y los estudiantes pudieron entender que deben incorporar una perspectiva psicosocial, de género, intercultural e interseccional para poder entender los impactos diferenciados que enfrentan las víctimas.

Entendieron que ser neutral no es carecer de postura, “es más bien ser parte de la horda de cómplices de las violencias estructurales cometidas por un estado fallido, que se encuentra muy lejos de proteger, respetar y garantizar los derechos humanos de las víctimas”.

Por lo anterior, este diplomado les permitió reflexionar, deconstruirse y reaprender. Les invitó a ser sujetos de cambio y a reconocer que dentro de ellas(os) hay muchas construcciones sociales que deben cuestionar y transformar. “Ir de a poco cambiando nuestro sentipensar, para luego materializarlo en nuestra vida diaria dentro de nuestra familia, colectivos y círculos sociales, es más de lo que parece, porque el cambio vendrá como efecto dominó, quizás lento, pero cada día más fuerte”.

“Segura estoy que este diplomado es formación indispensable para las diversas actividades que realizamos en nuestras labores; sin embargo, se vuelve más útil y necesario en la situación que actualmente enfrentamos con la pandemia, ante el dolor y las pérdidas que ha producido dicha catástrofe”.

La Clausura de las generaciones 2019 y 2020 del Diplomado Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes fue presidida por el Dr. Saúl Cuautle Quechol, S. J., Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México; y la Dra. Mily Cohen, Presidenta delMuseo Memoria y Tolerancia. También estuvieron presentes la Mtra. Valeria Moscoso, coordinadora del Diplomado; el Mtro. Randolfo González de la Mora, Director de Educación Continua de la IBERO; y el Ing. Iván Blanco Esteban, Director del Centro Educativo Truper del Museo Memoria y Tolerancia.

Fuente:  IBERO

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