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Un especialista aboga por la entrada en el aula de los juegos de mesa clásicos

Por: ABC

«Pueden servir para desarrollar la psicomotricidad, el cálculo, el autocontrol, la memoria o la tolerancia a la frustración», sostiene el profesor de Tecnología Educativa y Competencias Digitales de la Universidad Internacional de La Rioja, Norberto Cuartero.

En la era en la que la tecnología está cada vez más presente en la educación de los niños y adolescentes, los juegos de mesa clásicos, como el parchís o la época, tienen mucho que aportar en las aulas, sobre todo porque en muchas ocasiones son grandes desconocidos para los más jóvenes.

Así lo sostiene el profesor de Tecnología Educativa y Competencias Digitales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Norberto Cuartero, que trata de que los docentes a los que forman tengan herramientas en el aula más allá de los recursos educativos que aportan los ordenadores e internet.

No pretende oponerse al avance de la tecnología y, de hecho, es un defensor de su uso «pero no del abuso», ha subrayado.

Los docentes utilizan desde hace tiempo el concepto de «gamificación« para tratar de introducir conceptos y destrezas en los niños mediante juegos.

Pero la combinación de juegos y tecnología ha «aparcado» un poco a juegos de mesa tradicionales que, sin embargo, han adquirido de nuevo un papel relevante en tiempos de pandemia «porque han vuelto a protagonizar muchos momentos de ocio en familia», asegura Cuartero.

El dedicar mayor tiempo a este tipo de juegos, desde el parchís al monopoly, «ha llegado a sorprender a muchos niños» que se encuentran «hiperestimulados» por los juegos en consolas «y han descubierto algo diferente», asegura.

Tras ese descubrimiento en familia, los juegos de mesa «tienen muchas aplicaciones en el aula» ya que «pueden servir para desarrollar la psicomotricidad, el cálculo, el autocontrol, la memoria o la tolerancia a la frustración».

«En un juego de mesa no siempre vas a ganar y ese es un concepto que en la sociedad actual hay que saber introducir en los niños y los jóvenes», afirma el docente, que además de formar a profesores es miembro de la comunidad de embajadores de las plataformas educativas ClassDojo y Genially.

Recomienda a los docentes «escoger bien» el juego que pueden utilizar en función del objetivo que buscan, ya que «no es lo mismo emplear Dixit» que estimula la colaboración entre un grupo «o la oca» que «parece lo más sencillo, pero puede servir para trabajar la motricidad de un niño pequeño, por ejemplo».

Además, detalla, todos los juegos clásicos «ofrecen la oportunidad de poder adaptarlos al aula» ya que «por ejemplo, un profesor de inglés puede construir una oca con verbos en inglés en cada casilla».

«Sin grandes complicaciones se pueden hacer cosas que sorprenden a los niños», recalca este especialista.

Se trata de cosas que contrastan en cierta medida con la tendencia de la educación en los últimos años en los que, en su opinión, «se ha pecado de fomentar el uso del ordenador en el aula pero sin un objetivo concreto».

Así, considera, «se han tocado mil pitos» y «no se ha tenido en cuenta que ese modo de trabajar al final no deja huella» en los alumnos.

Por ello, concluye Cuartero, es necesaria «una estrategia» para que los alumnos «adquieran competencias digitales» y «hay que tener claro que no se trata solo de darles una tableta o un ordenador».

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-especialista-aboga-entrada-aula-juegos-mesa-clasicos-202012010115_noticia.html

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Reflexiones educativas bajo un contexto de pandemia

Por: Miguel Ángel Pérez

El mes de marzo del año 2020, se ha tornado en una fecha emblemática, es la fecha en que se genera un impresionante parteaguas a nivel mundial. Hay un antes y un después de esta fecha. Un virus llamado COVID-19 o Coronavirus, pone en riesgo y en jaque a más de la mitad de los países del mundo. La OMS reconoce el riesgo como un riesgo mayor y declara que entramos a un estado de Pandemia y recomienda medidas de prevención y de cuidados extremos. El virus es altamente contagioso y de riesgo mortal, las recomendaciones son el aislamiento, la sana distancia, usar cubre bocas, lavar las manos con frecuencia y tomar alimentos que mejoren las defensas del organismo sobre todo en lo correspondiente a alimentos ricos en vitamina C y otros nutrientes.

En educación también hay una serie de cambios radicales, las escuelas (como espacios públicos creados para la atención educativa) tienen que cerrar sus puertas, tanto alumnos como maestros y maestras, deberán ir a casa y desde ahí enlazarse por cualquier medio para continuar con la tarea. En los primeros meses de contingencia se genera un caos, un desorden, el nuevo anuncio nos ha tomado por sorpresa. No existe al respecto un precedente o una experiencia previa, a la cual se pueda recurrir como referencia, como un aprendizaje anterior que nos ayude a decidir en este incierto presente. Todo es nuevo, todo implica inventar o improvisar sobre la marcha.

Entramos a lo que le llamaron algunos especialistas una nueva normalidad, pero parece que la vieja normalidad ha quedado enterrada en los anales del recuerdo. Esta nueva, es la normalidad sobre la cual deberemos acostumbrarnos a vivir desde esta fecha y por largo tiempo. Los políticos fallan en sus apreciaciones, los laboratorios a nivel mundial inician una loca carrera por ganar y ser los primeros en crear y patentar la nueva vacuna que habrá de salvar a una parte del mundo y obviamente generar nuevas riquezas para sus creadores.

En el origen un virus que no estaba en la naturaleza o que ha sido –según reconocen muchos- creado en laboratorio con fines maniqueos, ha servido por poner en jaque a 2/3 partes de la humanidad. Ante ello hemos sido vulnerables, frágiles, incrédulos y en muchas ocasiones y poco sensibles ante el nuevo escenario.

Hay sectores que se aferran a vivir con las costumbres de la vieja normalidad, la fiesta, la pachanga y el desorden en las relaciones humanas, se ha tornado en un nuevo riesgo. ¿Ante qué estamos realmente? ¿Cuál es el verdadero riesgo que nos amenaza? ¿Ya hemos tocado fondo o aún seguimos a pique llegando a un lugar que nadie conocía?

Desde este marzo atípico del año 2020 se comenzó a generar una nueva literatura, las miradas de los especialistas se dirigen ya no a la escuela sino a las diversas iniciativas y respuestas educativas bajo un contexto de pandemia.

Los niños y niñas se vieron obligados a meterse al debate y manejar un nuevo discurso. Las preguntas están ahí, siguen latentes, ¿Qué nos está pasando? ¿Cuándo será posible salir de todo esto? ¿Cuándo regresaremos a los lugares que antes visitábamos con frecuencia?

El avance de las tecnologías y sobre todo la implementación de diversos dispositivos electrónicos y plataformas digitales se han convertido en los nuevos manuales de pedagogía: Zoom, Meet, Classroom, y muchas más, son los nuevos educadores que compiten o complementan la tarea de los viejos docentes. Desde preescolar hasta la educación superior, desde el campo hasta la ciudad; los y las docentes han tenido que vivir en muy corto tiempo un proceso obligado para habilitarse y adaptarse ante las nuevas circunstancias. Nunca como ahora la tarea educativa ha sufrido cambios tan drásticos, cuyo escenario final aún se desconoce.

Los investigadores trazan nuevas líneas de indagación y generación de conocimientos, hay publicación de libros, revistas monotemáticas en torno a la pandemia, el debate aun nuevo se tornó circular, son muy pocos los investigadores que penetran el corazón del problema o el conjunto de problemas que giran en torno a la educación bajo un contexto de pandemia. Las voces de los docentes, el contexto de alumnos y alumnas es pobremente recuperado. Los políticos se encargan de dar cifras halagüeñas de un escenario que solo es favorable en sus palabras, pero que en la otra realidad, en la realidad verdadera, podemos dar cuenta de una realidad cruda, sufriente, que va hartando a los sujetos y sus familias.

Algunas escuelas o colegios sobre todo del sector privado (porque atrás de esto está el asunto del dinero). Comienzan a presionar a las autoridades gubernamentales, se quiere regresar a las escuelas, no importa que entremos ante un riesgo mayor. Miles de niños y niñas al igual que muchos docentes no han sabido, ni podido adaptarse ante esta nueva realidad. Su esquema está colocado en un estilo de práctica que ya es del pasado. No sabemos tampoco si hemos dado un salto y estamos ante un escenario de innovación en donde las cosas van a cambiar positivamente. Aun no se pueden emitir juicios, pudiera sonar aventurado y oportunista; seguimos (aunque muchos no lo quieran reconocer) en medio de la tormenta, respondemos por inercia, pero la mirada y las decisiones con un sesgo estratégico aun no existen.

Este contexto también ha servido pata el surgimiento de nuevos oportunismos y el surgimiento de nuevos profetas; están los que dicen y presumen entenderlo todo, aquellos que sólo se han dedicado a descalificar todo tipo de iniciativas y los escépticos los que no creen en nada, ni en nadie, incluso ni siquiera reconocen que el año 2020 se ha vivido diferente.

Es necesario lograr y garantizar un espacio de mesura estamos, obligados a pensarnos bajo nuevos esquemas, pensar en las salidas, en las soluciones pautadas sobre el tiempo. Los rasgos o las marcas de este contexto de pandemia en las nuevas generaciones estarán impregnados por estas fechas que de lo atípico pasamos muy pronto a una nueva normalidad. Esperemos que las nuevas respuestas que podamos construir de manera colectiva, nos sirvan para encontrar un camino más seguro y gratificante, en estos días difíciles, que serán recordaos como los días de la pandemia por coronavirus en el año 2020.

Fuente e Imagen: http://www.educacionfutura.org/reflexiones-educativas-bajo-un-contexto-de-pandemia/

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Pilas: la inteligencia artificial acabará con esta lista de profesiones. Mundo

Mundo/29-11-2020/Autor(a) y Fuente: www.publimetro.co

Si usted estudió alguna de estas carreras, es mejor que vaya pensando en otra posibilidad. La inteligencia artificial acabará con esta lista de profesiones.

Un estudio revelado por El Tiempo muestra que en un futuro cercano algunos algunos campos laborales dejarán de existir.

Esto será debido al avance en la tecnología, la automatización y la implementación de robots.

Inteligencia artificial acabará con esta lista de profesiones

La investigación la realizó el metabuscador de empleo Jobatus y en esta descubrió cinco trabajos que desaparecerán.

Por lo que, si usted ejerce uno de estos oficios, piense de qué forma puede cambiarlo o mejorarlo.

Estos son:

Fotógrafos de bancos de imágenes:

Según el estudio, la inteligencia artificial ya puede proveer (en un menor tiempo) la fotografía que se desee.

Así que, los bancos de imágenes pasarán a un segundo plano y, con esto, sus fotógrafos.

Conductores de vehículos:

Si creía que esta era una labor que solo podían hacer los humanos, la tecnología nos ha demostrado que no.

Ahora los carros autónomos son una realidad y en un corto plazo será cada vez más común que no se necesite a una persona al volante. «Más aún con el desarrollo de las redes 5G, que dan un mayor soporte a esta tecnología», se lee en El Tiempo.

Periodistas:

Sí, nuestra profesión es una de las que desaparecerá dentro de poco. Esto se debe al desarrollo del machine learning, por medio de la inteligencia artificial.

Ahora con solo un titular y varios datos claves una máquina puede redactar el resto del hecho noticioso. ¡Y sin errores!

Para la fortuna del gremio, la inteligencia artificial aún no puede realizar investigaciones periodísticas ni hacer reportería.

Técnico de diagnóstico por imagen:

Una máquina ya podría estudiar una imagen, fotografías o exámenes, por lo que un técnico que se dedique a este trabajo no sería necesario.

Diseñadores web:

Varios portales de internet nos han demostrado que la inteligencia artificial permitirá crear todo un diseño web desde cero.

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/11/27/la-inteligencia-artificial-acabara-con-esta-lista-de-profesiones.html

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La era de los algoritmos: ¿Qué son y cómo impactan nuestro día a día?

Por:

Los algoritmos están presentes en nuestro día a día pero, ¿sabemos qué son y cómo funcionan?

La era actual podría llamarse «la era de los algoritmos» porque gobiernan, para bien o para mal, gran parte del mundo. El aprendizaje automático se está convirtiendo rápidamente en parte de todo lo que nos rodea, mejorando muchos productos existentes y permitiendo que se creen nuevos productos y servicios. Es el oxígeno para la generación emergente de tecnología.

Un algoritmo es una secuencia de instrucciones para solucionar un problema de manera automática. Es finito y ejecuta las instrucciones de manera sistemática. Justo debido eso, los algoritmos se han vuelto parte clave del avance tecnológico. El algoritmo tiene una entrada de la instrucción y la salida. Y si se juntan estas instrucciones con inteligencia artificial, las máquinas adquieren la habilidad de aprender y mejorar los algoritmos.

Es una tecnología que se utiliza todos los días en diversos sectores y actividades, desde detectar enfermedades, controlar vuelos o las cuentas bancarias hasta qué publicaciones mostrar en las redes sociales. Debido a su impacto en diversas áreas de nuestras vidas es esencial preguntarse, ¿cómo funcionan? ¿Qué criterios utilizan?

Criterios de los algoritmos: entre el bien y el mal

En la era de los algoritmos, una de las preguntas más recurrentes es: ¿cómo codifican lo que está bien y lo que está mal? Para esto, se necesita influenciar la inteligencia artificial (IA). Un ejemplo es el modelo de IA de imágenes de Google, donde se entrena al algoritmo a identificar fotos. En más detalle, para que el buscador encuentre fotos de perros, por ejemplo, el algoritmo tuvo que ser expuesto a distintas imágenes para aprender de las formas y patrones que se repiten. Tras analizar suficientes, el algoritmo ya sabrá reconocer los patrones que definen lo que es un perro y podrá identificarlo en cualquier otro escenario.

Sin embargo, este proceso de aprendizaje de una inteligencia artificial puede tener resultados y aplicaciones negativas, como el caso de Amazon que utilizó algoritmos para descartar candidatos basándose en los currículums de personal que contrataron en los últimos 10 años. El problema fue que muchas de las personas contratadas fueron hombres, ya que es una industria dominada por ese género. De manera que la inteligencia artificial utilizada para este fin, observó este patrón y terminó aprendiendo que las mujeres “no son buenas candidatas”. Si bien este caso muestra cómo los algoritmos pueden incrementar los sesgos y la discriminación, también sirven para identificar estos mismos prejuicios y sesgos en la sociedad. Por ejemplo, si buscas “estudiante” en Google, los resultados de la búsqueda de imágenes muestra, en su mayoría, caras de personas blancas.

Uso de algoritmos en la evaluación del aprendizaje

La educación tampoco se salva de los algoritmos. Con la pandemia, millones de estudiantes y personal docente se tuvieron que confinar a sus hogares y continuar con las clases en línea independientemente de si tenían la infraestructura adecuada o el conocimiento adecuado para adaptarse al nuevo formato.

Entre los mayores retos de esta modalidad en línea se encuentra la evaluación, por lo que muchos recurrieron al uso de los algoritmos para solucionarlo, como fue el caso de Inglaterra. La Oficina de Regulación de Calificaciones y Exámenes en Inglaterra (Ofqual por sus siglas en inglés) creó un algoritmo para estandarizar las calificaciones para evitar que se inflaran. Esto resultó en un 39 % de estudiantes con notas más bajas, desatando protestas masivas en todo el país para que se revisara el proceso.

Y este no fue el único problema que enfrentó el país ya que tuvo un problema similar para revisar las cualificaciones de nivel avanzado en los que se basan las universidades para admitir a los estudiantes de nuevo ingreso. Estas valoraciones se realizan al final del año y definen si los alumnos entran a la universidad o no. Nuevamente el algoritmo bajó los resultados de muchos estudiantes, haciendo que algunos se quedarán sin acceso a la universidad. En ambos casos, el gobierno canceló los resultados optando por resultados basados en sus exámenes simulados y evaluaciones de maestros. También permitieron que los estudiantes presentaran sus exámenes más adelante en el año.

Lo opuesto pasó en Estados Unidos donde varios alumnos descubrieron que la inteligencia artificial de la plataforma Edgenuity tenía preferencia por ciertas palabras. Al poco tiempo, comenzaron a usar estas palabras en todas sus respuestas y la máquina asumía que cubrían todo el tema y les daba la puntuación máxima.

El problema es que un algoritmo que estandariza o asigna calificaciones no toma en cuenta muchos aspectos importantes de las habilidades de un estudiante, se enfocan más en saber si memorizaron la información, sin comprender si la entendieron o la asimilaron. Aún así, aunque hay un largo camino por recorrer para que estos algoritmos puedan evaluar efectivamente pruebas y exámenes, el uso de esta tecnología, bien enfocada, puede utilizarse en beneficio de la educación. Un ejemplo de ello es el caso de Japón.

¿Cómo usan los algoritmos y la inteligencia artificial en Japón?

La compañía IBM junto con el Consorcio para la renovación de la educación del futuro (CoREF por sus siglas en inglés), buscan transformar el sistema educativo de Japón. Ellos creen que las ciencias cognitivas y el aprendizaje activo y colaborativo mejoran drásticamente la educación.

Ambas compañías desarrollaron el método del rompecabezas constructivo del conocimiento que se trata de dividir a los alumnos en pequeños grupos y ponerlos a considerar múltiples ángulos de un tema. En lugar de tener un plan de estudios estático, el docente debe diseñar lecciones enfocadas en cada estudiante, así como monitorear y proporcionar retroalimentación sobre su actividad y colaborar con otros maestros para continuar mejorando.

Para ser capaces de monitorear efectivamente las interacciones de sus alumnos, IBM desarrolló “Watson discurso a texto” que monitorea la calidad de las pláticas de los estudiantes, mejorando la planificación y retroalimentación del método. Los maestros le enseñan a Watson palabras clave que esperan que surjan durante el ejercicio para poder evaluar qué tanto entendieron los alumnos. Además, Watson registra y transcribe las discusiones de los estudiantes, buscando palabras clave esperadas para que los docentes las revisen más adelante y poder mejorar el algoritmo de la máquina. El propósito de IBM y CoREF es fortalecer la capacidad de independencia y colaboración. Su argumento es que al utilizar algoritmos e inteligencia artificial harán que los docentes se enfoquen más en inspirar creatividad y amor al aprendizaje que memorizar datos para pasar un examen.

Japón también invirtió 227,000 dólares en una prueba piloto para mejorar las habilidades de inglés en 500 aulas. El país obliga a todos los estudiantes de primaria y entre los 12 a 15 años a aprender este idioma pero, debido a la demanda, es complicado encontrar profesores calificados para esa materia. Es por eso que el gobierno decidió integrar robots programados con algoritmos e inteligencia artificial para ayudar a verificar la pronunciación del inglés de cada alumno.

En esta época donde los avances tecnológicos aumentan de manera acelerada, los algoritmos se han convertido en la base de muchas de estas innovaciones. Aunque aún existe un gran desconocimiento en el área de tecnología entre las diferencias entre Inteligencia Artificial, Machine Learning y Deep Learning, en todas están presentes los algoritmos. Estos son los conjuntos de instrucciones que los guían para cumplir sus funciones y es lo que les ayuda a aprender.

Es por eso que se escucha tanto hablar de algoritmos, porque impactan el día a día de todas las personas. Es necesario educar a los alumnos a que comprendan qué son y cómo funcionan para que logren comprender hacia dónde se mueve la tecnología y así poder enfrentar los retos de entrar al mundo laboral rodeado de tecnología. Además, conocer en qué áreas de nuestras vidas se utilizan y sus implicaciones, es parte esencial de nuestra alfabetización digital.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/la-era-de-los-algoritmos

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Fernando Trujillo: “La educación presencial es insustituible”

Por: Laura Román

Cuatro son los planos que Fernando Trujillo, docente en la Universidad de Granada y socio fundador de ‘Conecta 13’, considera importantes para expandir la educación presencial a través de la tecnología en plena crisis sanitaria: el comunicativo, el curricular, el evaluador y el facilitador. Y para que funcionen, Trujillo lo tiene claro: hay que replantearse el verdadero uso de la tecnología en la educación.

La crisis sanitaria pilló a la educación del revés sin el soporte que le daba la presencialidad en las aulas. El curso ha comenzado de nuevo y los centros, docentes y equipos directivos necesitan pautas y propuestas para estructurar lo que será la educación de ahora en adelante.Y de eso trata el último manual de Fernando Trujillo (docente en la Universidad de Granada y socio fundador de ‘Conecta 13’) ‘Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento’, en el que se recogen distintas propuestas para la educación del siglo XXI.

Trujillo señala que un cambio en la educación no es sinónimo de ‘digitalizar las escuelas’ sino de preguntarse cuál es el verdadero uso que se quiere hacer de la tecnología; que hay que reforzar la educación presencial pero sin olvidar (y mejorando) todos los mecanismos que se llevaron a cabo en pleno confinamiento y que la educación es una tarea permanente a lo largo de la vida y también colectiva (en la que las familias son aliadas necesarias).

Y ahí está la clave de la educación del futuro: “La educación dejará de ser una tarea exclusiva de la escuela, aunque ésta siga siendo la institución fundamental y privilegiada de aprendizaje en sociedad”.

Pregunta: El objetivo de este libro es hacer propuestas útiles para la educación del siglo XXI tras la crisis sanitaria. ¿Cuál es el papel que deben asumir docentes y estudiantes en esta ‘nueva educación’?

Respuesta: La pandemia de COVID-19 ha generado en la educación una serie de grietas que nos permiten ver las debilidades del sistema, aquellos aspectos que deben ser reforzados para la construcción de un sistema educativo ajustado no solo a la realidad actual, que es ciertamente excepcional, sino también a los retos que plantea el siglo XXI.

En este sentido, tanto los docentes como los estudiantes comparten un reto: aprender para desarrollar su vida ciudadana y en sociedad, además de sus competencias personales o profesionales. Es decir, el aprendizaje en el siglo XXI es la puerta de una vida plena en lo personal y en lo social y sin unos aprendizajes mínimos parece difícil alcanzar un desarrollo pleno y feliz del individuo en sociedad.

Futuro educación

Para ello, además, tanto docentes como estudiantes viven en conexión. Ser nodos de distintas redes y comunidades nos permite no sólo aprender más y mejor sino también poder contribuir a la mejora de la sociedad y de nuestro entorno, contribuyendo a tareas tan importantes como la promoción de la salud propia y de quienes nos rodean, el cuidado del medioambiente, la defensa de los derechos humanos o la aspiración compartida que representan hoy los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Con este telón de fondo se desarrolla la actividad de construcción del conocimiento y la docencia. Ambas implican hoy nuevos roles como la resiliencia, la búsqueda y gestión de información, la lectura y el pensamiento crítico o el desarrollo de las alfabetizaciones múltiples. Este conjunto de roles representan cómo será el aprendiz y los educadores del siglo XXI, especialmente a partir de esta experiencia de pandemia que, de algún modo, ha alterado la ‘normalidad’ secular de la institución escolar.

P: Comenta que el periodo de confinamiento ha convertido las aulas en un espacio vacío e inerte, desprovisto de su sentido primordial. ¿Qué ocurrirá con la educación presencial a partir de ahora?

R: La educación presencial es un dispositivo de aprendizaje de gran relevancia en nuestra cultura, no sólo por la adquisición de conocimientos sino por representar una experiencia de socialización de gran calidad entre distintas generaciones y perfiles sociales y familiares diferentes. En este momento representa una institución insustituible en nuestra sociedad.

Sin embargo, la irrupción del coronavirus y la puesta en funcionamiento de la educación a distancia durante el confinamiento y de educación semipresencial durante el presente curso tendrá un impacto en la educación presencial. Sería temerario olvidar la experiencia vivida y desmontar muchos de los mecanismos y las prácticas que se han organizado para mantener la educación en funcionamiento más allá de la presencialidad.

«El aprendizaje en el siglo XXI es la puerta de una vida plena en lo personal y en lo social y sin unos aprendizajes mínimos es difícil alcanzar un desarrollo pleno y feliz del individuo en sociedad»

En este sentido, podríamos hablar de una presencialidad enriquecida por la tecnología, que ya estaba presente en muchos centros educativos y que ahora tenderá a generalizarse ya sea por decisión propia de los docentes y los centros o por estímulos ofrecidos desde la Administración educativa u otras instituciones.

P: ¿Cuál es el plan que deberían seguir los docentes para enseñar más allá de la presencialidad? ¿Qué pasos adelante se pueden dar para mejorar nuestra educación presencial tradicional?

R: Hay cuatro planos de expansión de la presencialidad promovidos por la tecnología, algunos de los cuales ya se han experimentado durante el confinamiento: el plano comunicativo, que usa la tecnología para establecer vínculos y garantizar la interacción entre el alumnado, el profesorado y las familias; el curricular, que incluiría tanto la presentación de contenidos como las actividades de aprendizaje a realizar (para las cuales se utilizaría la tecnología especialmente en la promoción de enfoques activos de enseñanza y aprendizaje); el evaluador, que utiliza recursos tecnológicos para promover una evaluación alternativa al examen escrito, más en consonancia con el tipo de actividades que se plantean en el plano anterior y, por último, un plano de la facilitación, que pone la tecnología al servicio del aprendizaje de todo el alumnado para garantizar que todos aprenden con propuestas, como el diseño universal de aprendizaje o la instrucción diferenciada.

Como se puede ver, en todos ellos la tecnología juega un papel importante pero lo central es preguntarnos para qué queremos usar la tecnología. En este sentido, el objetivo no es ‘digitalizar la escuela’ sino aprovechar el potencial de la tecnología para promover una mejora sustancial de la educación, pensando más en cuestiones como la cultura de la institución y las prácticas que tienen lugar en la misma.

P: La organización para este nuevo curso ha traído de cabeza a todos los centros educativos. ¿Cómo debe actuar un equipo directivo para adaptarse a la nueva situación y también para lo que viene?

R: En realidad, si algo ha traído de cabeza a los centros educativos, son dos cuestiones: la falta de instrucciones claras por parte de la Administración (las decisiones sustanciales para el curso 2020-2021 se tomaron a finales de agosto y principios de septiembre, por mucho que nos quieran hacer creer que estaban tomadas con anterioridad) y la falta de recursos en los centros.

Es decir, la cuestión no es cómo deben adaptarse los equipos directivos, que sin lugar a dudas lo están haciendo, sino por qué, a pesar de las peticiones claras y concretas de los centros, no se han dispuesto ni los recursos ni las medidas necesarias con la antelación suficiente. En mi opinión, la responsabilidad recae en el ámbito de actuación de la Administración, que ha actuado tarde y en muchas regiones con dudas y limitaciones.

En el ámbito concreto de los centros, si bien en un primer momento ha sido necesario que los equipos directivos desarrollaran un enorme liderazgo de gestión, especialmente durante el diseño de los planes de contingencia y su puesta en funcionamiento inicial a principios del curso 2020-2021, una vez que ya está iniciado es necesario que este liderazgo de gestión pase a ser invisible y ocupe todo el espacio el liderazgo centrado en el aprendizaje: los centros deben poner en marcha sus proyectos educativos en el marco generado por la COVID-19, a pesar de todas las dificultades y restricciones.

Es decir, es fundamental que se naturalice el uso de mascarillas y demás medidas higiénico-sanitarias y empecemos a hablar de aprendizaje y enseñanza en el contexto actual: este curso tiene que tener valor educativo, no sólo asistencial.

«El objetivo no es ‘digitalizar la escuela’ sino aprovechar el potencial de la tecnología para promover una mejora sustancial de la educación, pensando más en cuestiones como la cultura de la institución y las prácticas que tienen lugar en la misma»

P: ¿Hacia dónde se encamina la educación? ¿Cuál será el papel de las familias?

R: Hay dos grandes lecciones en el confinamiento y la pandemia: en primer lugar, la educación es una tarea permanente a lo largo de la vida y no debemos perder el foco a corto, medio y largo plazo; en segundo lugar, la educación es una tarea colectiva, en la que las familias son aliadas necesarias.

Si la primera afirmación nos debe hacer recordar que aquellos elementos curriculares que se dejan de ver un año podrían ser revisados al año siguiente o en contextos de aprendizaje no formal, la segunda nos recuerda que la educación trasciende el espacio del aula y de la escuela y tiene lugar en el contexto del hogar y, también, en la ciudad.

Así pues, nos encaminamos hacia un futuro donde la educación tendrá un valor más ecológico y dejará de ser (si no lo ha hecho ya) una tarea exclusiva de la escuela, aunque ésta siga siendo la institución fundamental y privilegiada de aprendizaje en sociedad.

Docentes futuro

P: ¿Un mensaje para los docentes del futuro?

R: Es arriesgado lanzar mensajes al futuro. La mayor parte de los mensajes encerrados en botellas o no llegan a su destinatario o quedan obsoletos por el camino.

Quizás la única realidad inmutable en educación es que la docencia es una actividad situacional y contingente. Es necesario estar atentos a los cambios de la sociedad y cómo esta crece en complejidad para ser capaces de responder también desde la complejidad de una profesión que está en permanente evolución.

Hoy nos corresponde dar respuesta a la crisis sanitaria pero más adelante serán otras crisis (medioambientales, con total seguridad, pero también económicas o sociales); la educación y el profesorado representan uno de los principales mecanismos de reacción ante estas crisis, tanto por anticipación de sus causas y sus efectos como mediante la preparación de unos ciudadanos y ciudadanas concienciados y preparados para su presente y su futuro. En esta crisis las educadoras y educadores han demostrado su valía y su capacidad de reacción y lo seguirán haciendo en el futuro.

Fuente  e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/fernando-trujillo-educacion-presencial-es-insustituible/

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Los costos educativos del modelo de educación a distancia

Por: Fidel Ibarra López


Como es de dominio público, las autoridades educativas en México hicieron del conocimiento de la ciudadanía que para el inicio del ciclo escolar 2020-2021 se iba a implementar un modelo educativo de educación a distancia a través de la televisión. El tema ha despertado un debate importante en diversos sitios. Debate al cual pretendemos sumarnos con el presente artículo en aras de generar algunas ideas que permitan contribuir a la comprensión del fenómeno y, sobre todo, de las implicaciones que tal medida genera en términos de aprendizajes.

Para tal efecto, partimos de lo siguiente: El inicio de las clases se definió para el pasado 24 de agosto. Y desde esa fecha en adelante se fijaron 3 semanas para “repasar” los contenidos del ciclo anterior. Eso significa que, a partir de esta semana, se estará iniciando formalmente con los contenidos del actual ciclo escolar. No obstante, en las primeras semanas quedaron en evidencia las contradicciones internas del modelo. Cito dos ejemplos para fundamentar lo anterior:

En primer lugar, las autoridades educativas no explicaron cómo iba a funcionar en el modelo de educación a distancia, la triada telemaestro-docente y alumnos. Pero lo que no explicó en los medios, lo terminó dejando en claro el funcionamiento del modelo en la realidad. ¿En qué sentido? La triada funcionó de manera desvinculada: “el telemaestro expone el contenido, el alumno observa y el maestro formula algunas interrogantes sobre el contenido expuesto en televisión, mismas que son enviadas al padre de familia a través de WhatsApp. Estas interrogantes son resueltas por el alumno en su cuaderno y le son reenviadas al docente por la misma vía. En ese proceso, el docente no tiene contacto con el niño, sino con el padre de familia, y el niño contesta lo que se le solicita, pero no tiene retroalimentación sobre lo que hizo. Esto para la educación preescolar y primaria. Y para los niños que no cuentan con una computadora con acceso a internet” (Educación Futura, 4 de septiembre del 2020).

En segundo lugar, con este modelo de educación a distancia -y aquí radica la segunda contradicción- se le está dejando un rol tangencial al docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, luego de que no hay espacio para el proceso de “consolidación” de los contenidos que se están impartiendo a los alumnos. Estas dos contradicciones internas en el modelo complejizan el tema de los aprendizajes en los alumnos, porque los dejan en un lugar de franca vulnerabilidad.

Sin embargo, aquí no termina el problema: en el ciclo escolar que está transcurriendo en México, se están desarrollando dos modelos educativos que transitan por caminos diferenciados: uno es el modelo de la escuela pública con el modelo de educación a distancia (a través de la televisión); y otro, el de la escuela privada con el modelo de educación a la distancia a través de las tecnologías. En este segundo modelo, los alumnos están desarrollando el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de las herramientas que contiene Google for education (Classroom, Meet y Google Drive).

Esta condición está generando un proceso de alfabetización digital entre docentes y alumnos. Un proceso que hemos postergado en nuestro país por más de dos décadas, pero que ahora por el escenario del cierre de escuelas que ha generado la pandemia del Covid-19, se ha tenido la necesidad de recurrir a la educación en línea para proseguir el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En ese sentido, este proceso de alfabetización digital no está teniendo lugar en todos los alumnos. Lo cual significa que en el ciclo escolar que está en curso no solamente se va a presentar un rezago educativo en términos de aprendizaje, sino también en lo referente a la alfabetización digital.

Cuando las autoridades educativas se refieren al actual ciclo escolar, hacen alusión al “gran esfuerzo institucional” que está desarrollando el gobierno federal con la creación de contenidos para transmitirlos en televisión todos los días. Y se recurre a los números para sustentar el esfuerzo (número de programas y de horas de televisión; así como el número de alumnos que están siendo atendidos en el actual ciclo escolar); sin embargo, en el mensaje institucional no se repara en los costos educativos que está generando el modelo.

Si lo planteamos en términos prospectivos, a quien más le conviene el retorno a la clase presencial, es a la escuela pública, porque no se cuenta con los elementos para hacerle frente a un modelo de educación a distancia. Los alumnos que estudian en una escuela privada bien pueden continuar, concluir e iniciar el próximo ciclo escolar -si la pandemia no amaina en el país- bajo el modelo de educación en línea; pero los alumnos de la escuela pública no. En estos últimos se instala como urgencia el retorno a la clase presencial. No hay otra forma de recuperar lo que se perderá en términos de aprendizajes. Dicho en otras palabras: la pandemia ha agudizado el rezago educativo de la escuela pública. Y esa es una responsabilidad del Estado en su conjunto.

¿Por qué lo afirmo en estos términos? Porque es responsabilidad del Estado que la educación que reciba un niño que estudia en una escuela pública no esté por debajo de la educación privada. En eso se materializa la consabida expresión de que “la escuela pública es una prioridad para el Estado”. Esa expresión suena bien para el discurso público; pero la prioridad se debe demostrar en los hechos. Y, en los hechos, lo que se tiene es a dos modelos educativos que transitan por vías separadas y que están generando resultados diferenciados, en términos de aprendizaje, en los alumnos.

En otros países -como el caso de Argentina-, se está conminando a que las autoridades educativas tomen acciones porque el golpe puede llegar a constituirse en una catástrofe generacional (LaPoliticaOnline, 8 de septiembre del 2020). Aquí la demanda se puede reproducir en el mismo sentido. Empero, la única vía de “ajuste” que observo es el retorno a la clase presencial. Y mientras eso no suceda, los alumnos seguirán tomando clases a través de la teleclase. Con eso, como lo he venido afirmando en este espacio, se mantiene en pie el ciclo escolar; pero no los aprendizajes.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/

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El año sin educación: Tecnología y Pandemia

Por: Angelica García 

“Es ridículo vivir 100 años y solo ser capaz de recordar 30 millones de bytes.”[1]

ANGÉLICA GARCÍA GONZÁLEZ[2]

Las tecnologías juegan un papel muy importante dentro de las propuestas educativas neoliberales de los últimos años en América Latina. Esta revolución tecnológica que es recomendada para la región, está modificando la base material de la sociedad, donde se suscribe una nueva relación de las economías nacionales, regidas por la economía global. De lo que se trata es de reemplazar en la medida de lo posible esas “grandes cantidades de mano de obra” utilizadas en la industria, por las nuevas tecnologías.[3] Es importante mencionar que esta configuración funcional al sistema capitalista y su estructura en sí, instaura relaciones de poder, no solo dentro del aula, en la institución, y de las zonas urbanas a las comunidades, sino que, sella también relaciones de poder de los países metropolitanos a la periferia. Toda esta política educativa de cambio profundo en América Latina planteada desde los organismos internacionales, con miras a permutar los contenidos para dinamizar los procesos de trasformación académica, implica llevar a cabo una nueva reorganización operativa de raíz, todo un desplazamiento del actuar del Estado, y por ende el ajuste de nuevas instituciones.

Llama la atención que, de la noche a la mañana en todo el mundo, nos vimos sumergidos en estos cambios de una manera forzada. La emergencia sanitaria internacional por el COVID-19, drásticamente nos hizo acelerar esta nueva organización educacional basada en las nuevas tecnologías. Hemos puesto el “freno de mano”. Definitivamente, las Tic’s que hasta ahora conocíamos, ya también son obsoletas frente a lo que estamos viviendo. El aceleramiento del uso de la tecnología nos ha hecho explorar todo tipo de plataformas y estamos forzando nosotros mismos las mutaciones de la transición digital, y con ello estamos siendo parte de la transformación de las estructuras educativas y sociales.

Como bien sabemos, en diciembre del 2019 China se convirtió en el epicentro de un brote de neumonía de causas desconocidas, hoy sabemos que esa neumonía esparcida por todo el mundo es un virus llamado Covid-19, su alcance global es alarmante, ya que este virus es muy peligroso, si bien no se sabe cuán letal es, a nivel mundial ya se suman más de 937.000 decesos.[4] Han pasado 7 meses desde que se supo del primer caso en Mèxico, y el virus sigue siendo una amenaza mundial. Lo rápidamente infeccioso del virus y lo grave de este, hizo que la vida social e individual global se detuviera, fue la estrategia que se utilizó para contener la pandemia, más de un tercio de la población mundial aún sigue en confinamiento. Los efectos de esta emergencia sanitaria tuvieron un impacto sin precedente en el campo educativo, las clases fueron suspendidas en todos los niveles y en todo el mundo. De pronto de manera emergente e inmediata todos nos vimos improvisando, ya sea impartiendo las clases en línea, sustituyendo los libros por textos similares en internet o en el caso de los alumnos, tomando sus clases por esta vía.

Este hecho histórico es el que en estos momentos nos preocupa tanto, lo que se propusieron los gobiernos neoliberales hace más de 38 años, coludidos con los organismos internacionales, de un momento a otro lo aceptamos de una forma casi voluntaria, lo de hoy es la vida moderna tecnificada. Ahora nos han impuesto y nos hemos impuesto una vida educacional especializada, basada en la supuesta sociedad del conocimiento. Casi parecen inútiles las históricas y nutridas resistencias a la imposición de la educación digital por parte de los movimientos sociales -estudiantiles y profesorado en general- de tantos años. Prácticamente nos vimos obligados a formar parte de esta estructura funcional al sistema, sin poner resistencia alguna, y como bien se puede observar, hemos formado parte durante estos siete meses de confinamiento de una educación basada puramente en habilidades. Los efectos negativos de este proceso de virtualización de la enseñanza han sido muchos, y algunos serán analizados en este texto.

 

LA UNIVERSIDAD: EL NO LUGAR

La universidad es el lugar por excelencia un espacio de socialización de los jóvenes, es donde se da un particular tipo de socialización. En la universidad los jóvenes tienen un sitio donde comparten itinerarios y trayectorias semejantes. En ella se construye una aceptación de sus diferencias entre ellos mismos y entre los demás, sus historias de vida quedan expuestas bajo el ánimo de compañerismo. La universidad es el campo de saberes y prácticas donde se construyen sistemas de pensamiento, cuando en el aula surgen debates no solo se hace a través de las diversas subjetividades y de un mundo de condiciones, sino que se debate a través de los cuerpos, comunicando, actuando e interactuando. La universidad es un pequeño mundo socialmente compartido, “somos seres situados en un entramado social de significaciones validadas y de sentidos vitales que alientan nuestra propia subjetividad y nos colocan en relación con los demás y con el mundo”.[5]

La universidad es donde se da la unidad de la escuela, que en el sentido de Baudelot y Establet significa formar, educar, instruir, e impartir la cultura y el saber.[6] Esta unidad de la escuela no existe más que para aquellos que han alcanzado la cultura que da el ciclo superior. Tristemente esta unidad de la escuela solo es posible alcanzarla por un pequeño sector de la población estudiantil, y ahora este pequeño sector, encara frente a la pandemia el “no lugar” de la universidad, del mismo modo que se confronta con un vacío cognitivo frente a las plataformas que ahora tienen la función de aula virtual, sumergidos en un tiempo que deviene en alumnos pasivos, acríticos y dominados por estas nuevas tecnologías.

Este fenómeno implica un golpe firme y compacto, tanto para los estudiantes como para los docentes, junto con el espacio simbólico que representa la universidad, pues “la escuela no es continua y unificada más que para aquellos que la recorren por entero”. En ello no solamente se ve afectado el espacio que encarna la institución como un sitio de reunión de igualdad, sino que estamos presenciando una fractura de las relaciones comunes que establecen los universitarios con los otros. Estos coexisten en la universidad a través del cuerpo que padece, vive, y goza de una forma presencial. En el aula virtual contrariamente, emerge la afirmación absoluta del existente individual, ya que no solamente estamos edificando una educación sometida y dirigida por símbolos, sino que se alimentan las relaciones en torno a la fidelidad de sí-mismos.

La infraestructura online que nos fue impuesta de una forma agresiva y artificial en cuestión de segundos frente a la emergencia sanitaria, de alguna forma significa la derrota de un mundo educativo que podría haber sido, como bien se sabe, pensado y analizado desde nosotros mismos. Es decir, desde la deconstrucción del alumno de una forma presencial, desde el debate, desde la interacción, desde la libertad de catedra, y desde los espacios universitarios democráticos, en el sentido de que se lucha por esa democracia. La educación digital, por el contrario, desarticula el lazo social universitario, nos pone “contra la pared” en todos los sentidos, ya que, a lo mucho, ser estudiante en tiempos de pandemia, es encontrarnos frente al otro a través de una pantalla atendiendo los requerimientos educativos neoliberales. El tiempo que aparentemente nos sobra al no estar de forma presencial en los centros escolares, no hace más que mostrarse como una metáfora, como algo inexistente que está direccionado al aumento de las ganancias de unos cuantos.

Por otro lado, es inevitable sentir a través de las diversas plataformas de trabajo, una especie de persecución panóptica digital, pues dentro de la revolución tecnológica nada es privado, yo vigilo y soy vigilada, no solo por lo que se ve a través de la pantalla, sino por lo que se debe demostrar. Ahora la vigilancia del Estado, y por ende de las instituciones, también está en reestructuración, se siente su pulsión por la vigilancia, y hay una presencia de este como algo aislado, es ausente pero concluyente. La premura de inventar la nueva escuela nos ha sumergido a todos en un mundo sin dueño, el conocimiento parece etéreo y los desequilibrios un espectro latente.

También es importante destacar que este modelo educativo, en cuanto al ciber/conocimiento se refiere, estaba en proceso, se estaba construyendo desde hace más de treinta años, y de pronto de forma precipitada se nos muestra como símbolo de erudición, parecemos preescolares oprimiendo teclas y funciones con miedo. Se desnuda ante nosotros la universidad de nuevo cuño, como la institución que hizo una entrada triunfante a la adaptación de todo lo universal dado, pronto como bocanada surgirán una serie de contradicciones múltiples, de hecho, ya vivimos sus efectos: conviven de una manera conjunta, la institución escolar y la institución familiar de algún modo. La pérdida de libertad académica llora frente al triunfo del mercado.

El rol que vive tanto el alumno como el docente frente a esta nueva era digital, y que forma parte de este futuro cercano antes descrito, se complica y se multiplica aún más cuando se está frente a la computadora. Frente a un otro con el cual no podemos interactuar porque la cìber-socialización nos excede, la pantalla digital pone en cuestión nuestras metodologías, conceptos y debates, y ante el inevitable enojo, la primera afirmación que se le ocurre a uno, es pensar: “alguien ya debe de estar escribiendo sobre esto, tendrán que ser cambiadas las categorías y teorías en general” “alguien, no sé quién, tendrá que explicarnos qué está pasando”. En un instante el aula virtual se muestra desdoblada, vacía, inerte, e inmóvil, pero al mismo tiempo imponente. Y aquí nace otra contradicción porque estamos frente a otra escuela, frente a dos posturas dicotómicas que ponen en duda nuestros conocimientos, se rompe el vínculo entre nosotros y se desplaza la transferencia que hay entre el docente y los alumnos. De este modo, la era de la información y la inteligencia artificial, nos han puesto en jaque, han quedado expuestas nuestras carencias del uso “elemental” de dispositivos electrónicos y las aplicaciones en línea. Tendremos que reinventarnos, no en el aula, sino en el abismo.

 

BRECHA DIGITAL Y ACUMULACIÒN CAPITALISTA

El uso de las tecnologías de información y comunicación dentro del sistema educativo, se perfilaba hasta hace un tiempo como el futuro inmediato, y también se veían como un hecho que iba a desequilibrar las cosas a favor de lo práctico y operativo. Hoy, como ya se ha dicho anteriormente han llegado, se nos presentaron de una forma brutal debilitando los métodos de enseñanza/aprendizaje. Esta especialización irruptiva de la educación pone en riesgo a millones de estudiantes, no solo porque se potencializa ya, una crisis del aprendizaje sin precedentes, sino porque hay una paralización de la educación a nivel mundial por la pandemia. De hoy en adelante se trabajará vigorosamente hasta lograr la naturalización de una comunidad académica, llámese alumnos o docentes, que día con día van a inmortalizar la adaptación a una construcciòn académica de competencia, empuñando una conducta individualista en pro de su propia supervivencia.

Los más afectados en este proceso y por la pausa global de la educación, serán nuevamente los que ya de por si formaban parte de la desigualdad de acceso a los recursos tecnológicos en todo el mundo, la crisis sanitaria provocó el cierre de escuelas de más de 160 países en el mundo. América Latina, que ha tenido históricamente un modelo educativo de los más desiguales del mundo, será el continente que recrudecerá aún más las desigualdades enquistadas en la región desde hace más de cuatro décadas. La llamada “brecha digital” que se ampara entre los que tienen posibilidades de conexión y los que quedan excluidos, tiene factores de incidencia y son: la clase social, raza, etnia y género, entre otros.

Esta brecha digital en México tiene un lugar a nivel internacional ocupando el lugar 87, en América Latina México se posiciona en el lugar nùmero 8, y dentro del país solo el 45% de la población cuenta con computadora, y solo el 53% tiene acceso a internet (datos 2016).[7] Hay que tomar en cuenta que dentro de esta brecha, algunas zonas poblacionales son privilegiadas, sobre todo las zonas urbanas. Se suman a estos datos de desigualdad, los efectos económicos que ha tenido la emergencia sanitaria, donde una gran parte de los estudiantes de nivel superior han tenido que formar parte de las aportaciones al ingreso económico familiar. Asimismo, ya hay evidencias de que muchos de ellos, los que ya contaban con un empleo, forman parte del grupo de empleados con reducción de sueldos.

Del mismo modo, se vislumbra en un corto plazo el ‘boom’ de la deserción en el nivel superior. Recientemente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) arrojó datos alarmantes sobre el asunto, se creé que más de medio millón de mexicanos abandonarán la universidad donde también se cuentan los estudiantes de programas de posgrado. Ligado a este fenómeno tenemos la crisis de aprendizaje que está aconteciendo a nivel mundial, como ya lo hemos comentado. Esto nos indica que realmente se avecina una catástrofe educativa generacional como lo ha anunciado la Organización de las Naciones Unidas (ONU). América Latina vivirá el peor panorama, se sospecha una profundización de la dependencia educativa en relación al centro, poco a poco se irá erosionando cada vez más el derecho a la educación, al mismo tiempo que se irán afinando las políticas educativas diseñadas para privatizar la educación y que tienen su origen justo en los años noventa.

Ahora veamos detalladamente como se está edificando la privatización de la educación. Ante la emergencia mundial de sanidad, dentro del sistema educativo, las plataformas digitales se han convertido en las herramientas más próximas para resolver el grave problema coyuntural de enseñanza. Lo que hasta antes de la pandemia desconocíamos en cuanto a la existencia de las App’s, hoy los docentes nos hemos estado convirtiendo en expertos en la búsqueda del gran abanico de la existencia de ellas. Son tantas y tan diversas, que incluso las que no estaban enfocadas para el uso del campo de la educación virtual, se expandieron en este ramo, me refiero a Facebook, WhatsApp, Instagram, Messenger, Twitter y otras más. Estas plataformas nos “rescataron” de forma práctica, pues aun desconocíamos las demás, por esta vía se trabajó para la entrega de tareas, trabajos, videos, recados, presentaciones, etcétera.

Cosa pequeña frente a lo que venía, pronto a nivel mundial nos conectamos en diversas plataformas para impartir nuestras clases, las App’s utilizadas van desde: Zoom, GoToWebinar, Jitsi, Microsoft Teams, Moodle/MoodleCloud, Google Meet y Google Drive entre otras. El aumento del uso de las plataformas varía de país a país, en Europa por ejemplo es mucho más alto su uso que en América Latina. Ignacio Ramonet documentó muy bien al inicio de la pandemia las cifras abrumadoras del uso de Zoom: “pasó de tener -a finales de 2019- 10 millones de usuarios activos a superar los 200 millones a finales de marzo”[8] para el mismo mes los ingresos de Zoom habían aumentado ya en un 170%. Hasta el día de hoy Zoom ha sido la plataforma esencial para el trabajo educativo y empresarial, y ya se ha registrado que en un solo día ha llegado a 300 millones de usuarios.

Ya se está perfeccionando el camino hacia el capitalismo digital. En materia de política educativa se supone que ante el forzado uso de las plataformas para impartir las clases, la renta de su uso tendría que ser financiado por la institución universitaria, – digamos que al no haber alternativa para evitar su uso-, pero la mayor parte de los docentes en el país, ha tenido que pagar su propia conexión, y en el caso del alumnado, tenemos la misma situación. Esto significa que estamos frente a un mecanismo privatizador de la educación, ya que el financiamiento de plataformas e internet viene de los bolsillos de maestros y alumnos. Y justamente, es lo que se ha venido observando y criticando desde hace años por maestros y académicos en general, que estamos viviendo dentro del sistema educativo un vil “mercado educacional”, pero ahora ante esta coyuntura pandémica vemos su consolidación.

Es evidente que los logros que el Estado ha tenido en cuanto a la mercantilización de la educación, derivan prácticamente de las aportaciones casi voluntarias por todo actor educativo en tiempos de pandemia, incluyendo a padres de familia y estudiantes universitarios. Ante estos actos la brecha digital se ensancha, porque en estos momentos se manifiesta más claramente la distinción, la diferencia y la exclusión de los que no tienen las posibilidades de conexión. Esta reconfiguración del Estado convierte a las instituciones de Educación Superior en espacios de planificación y ejecución de negocios educativos neoliberales, cosa muy grave. Digamos que se ha personificado el discurso modernizador que nace en los años noventa. La reestructuración de la Educación Superior que se está sacralizando deriva en la masificación de la exclusión estudiantil, dejando en la orfandad a miles de estudiantes. El Estado por fin logró el cometido que se propuso hace décadas, pues le ha puesto mayor énfasis -de una forma acelerada- a la educación técnica, dejando los cimientos de una “población educativa de riesgo” destacando el poder de la tecnocracia estatal y la élite empresarial.

Al término del semestre trascurrido perteneciente a la primera mitad del año, inocentemente creímos en que era una etapa pasajera, que pronto regresaríamos a las aulas a dar y tomar nuestras clases de una manera presencial. No fue así, ya estamos preparando nuestro regreso al siguiente semestre al aula digital. Sabemos que estamos frente a algo súbito y esta situación imprevisible nos supera, nos está obligando a pensar distinto y eso finalmente nos incita a no derrumbarnos. Tenemos que potencializar la crisis, tenemos que exigirnos la salida.

FUENTES:

https://www.rtve.es/noticias/20200808/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml

Laura Islas, “La modernidad ancestral”, en Revista etcétera, noviembre 2009.

Diego Armando Jaramillo Ocampo y Luis Guillermo Restrepo Jaramillo, “El cuerpo y el tiempo: márgenes del lugar y el no lugar en las experiencias educativas”, en Teor. Educ. 30, 2-2018. Universidad Católica de Manizales, Colombia.

Cristian Baudelot y Roger Establet, La escuela capitalista, Siglo XXI, México, 1975.

Marion Lloyd, “Desigualdades educativas en tiempos de la pandemia”, en Campusmilenio, No. 849, mayo 14- 2020.

Ignacio Ramonet, La pandemia y el sistema mundo, en La jornada, México, 25 abril 2020.

[1] Marvin Minsky

[2] Docente de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Licenciada en Sociología de la Educación por la UPN, y Maestra en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

[3] Incluso el impacto psicológico que implica una tecnologización como la que se suscribe es descomunalmente pernicioso. Hay autores que sostienen que la arroba ha logrado trascender el ámbito de lo tecnológico. El grafólogo Manuel J. Moreno apunta que “la universalidad de este signo, puede ser contemplada como la emergencia de un símbolo del inconsciente colectivo que apunta hacia el desarrollo de una nueva realidad psicológica y social, la globalización. Esta puede ser entendida no sólo como un fenómeno sociopolítico facilitado fundamentalmente por el desarrollo de las comunicaciones y la tecnología computacional, sino también como una aspiración arquetípica ancestral hacia la unidad e integridad psicológica del individuo y por tanto hacia el propio proceso de individuación”. Laura Islas, “La modernidad ancestral” en Revista etcétera, noviembre 2009.

[4] Visto en: https://www.rtve.es/noticias/20200808/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml

[5] Diego Armando Jaramillo Ocampo y Luis Guillermo Restrepo Jaramillo, “El cuerpo y el tiempo: márgenes del lugar y el no lugar en las experiencias educativas”, en Teor. Educ. 30, 2-2018. Universidad Católica de Manizales, Colombia.

[6] Cristian Baudelot y Roger Establet, La escuela capitalista, Siglo XXI, México, 1975.

[7] Marion Lloyd, Desigualdades educativas en tiempos de la pandemia, en Campusmilenio, No. 849, mayo 14 2020.

[8] Ignacio Ramonet, La pandemia y el sistema mundo, en La jornada, México, 25 abril 2020.

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