En México las mujeres no han sido prioridad para el gobierno federal, encabezado por Andrés Manuel López Obrador. No solo se ha registrado violencia feminicida, también se incrementaron los índices de pobreza, hay un bajo acceso a la educación y las labores de cuidados no remuneradas continúan siendo relegadas a mujeres y niñas.
Este 25 de noviembre, Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer, recordamos que el panorama para las mexicanas no es alentador, pues, desde su discurso, el mismo presidente ha invisibilizado e ignorado que en el país viven más de 66 millones de mujeres.
Pobreza ha aumentado durante sexenio de AMLO
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) entre 2018 y 2020 el número de mujeres que experimentan pobreza aumentó de 27.1 a 29.1 millones, lo que representa un incremento del 42.6 al 44.4 por ciento a nivel nacional. Esto quiere decir que hasta el 2021, 44.4 por ciento de las mujeres en el país vivían en esta situación.
En general, respecto a las personas en situación de pobreza en México, hay 2.5 millones más mujeres que hombres. En este sentido, Coneval destaca que “la discriminación que viven ellas por el hecho de ser mujeres hace que tengan menos herramientas para salir de esta situación”.
De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), entre 2018 y 2020 el número de mujeres que experimentan pobreza aumentó de 27.1 a 29.1 millones, lo que representa un incremento del 42.6 al 44.4 por ciento a nivel nacional. Esto quiere decir que hasta el 2021, 44.4 por ciento de las mujeres en el país vivían en esta situación.
En general, respecto a las personas en situación de pobreza en México, hay 2.5 millones más mujeres que hombres. En este sentido, Coneval destaca que “la discriminación que viven ellas por el hecho de ser mujeres hace que tengan menos herramientas para salir de esta situación”.
Entidades no brindan condiciones para que mujeres se inserten en el mercado laboral
El análisis #ConLupaDeGénero 2022, realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) reveló que los estados de la República mexicana no brindan condiciones laborales óptimas para las mujeres, lo cual limita su independencia económica y frena el potencial del país.
Según el análisis, las entidades obtuvieron en promedio 43 de 100 puntos en la evaluación de 18 indicadores que miden las condiciones laborales para las mujeres, entre los que se encuentran: ingresos, participación de mujeres en puestos de liderazgo y políticas de flexibilidad que sean compatibles con sus necesidades.
“En estados como Colima, la tasa de participación económica femenina es de casi 56 por ciento, similar a la de Estados Unidos. Sin embargo, hay entidades como Chiapas, cuya tasa (31 por ciento) es similar a la de Turquía”.
Sumado a lo anterior, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los hombres dedican en promedio 20 horas a la semana a los trabajos de cuidado no remunerados, mientras que las mujeres destinan 50 horas a estas tareas.
Por ello, el IMCO propone que, para que las mujeres logren insertarse en el mercado laboral se debe “avanzar hacia la aprobación y asignación de presupuesto para un Sistema Nacional de Cuidados asequible y de calidad, generar incentivos para que las empresas implementen políticas vida-trabajo para sus empleados, desarrollar habilidades en las niñas y mujeres para que mejoren sus oportunidades en el mercado laboral e incentivar la corresponsabilidad de cuidado en la primera infancia a través de permisos de paternidad extendidos”.
Violencia contra mujeres no da tregua
En México, 70.1 por ciento de las mujeres de 15 años y más ha experimentado, al menos, una situación de violencia a lo largo de la vida, destacó la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021. Con respecto a 2016, los resultados de 2021 mostraron un incremento de cuatro puntos porcentuales en la violencia total contra las mujeres a lo largo de la vida.
Sumado a lo anterior, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), junio de 2022 alcanzó una cifra histórica al registrar un total de 368 asesinatos de mujeres: 281 clasificados como homicidios dolosos y 87 como feminicidio, cifra que no se había visto en los últimos siete años.
El dato más alto de la que se tenía conocimiento corresponde a agosto de 2021, con 271 homicidios dolosos de mujeres. Sin embargo, la violencia feminicida ha alcanzado récords aún más alarmantes.
En abril de 2022, López Obrador responsabilizó a la “pérdida de valores” por el incremento de violencia feminicida, pero en realidad este clima de inseguridad para las mujeres se debe a la impunidad que impera en muchos de los casos y mantiene a las víctimas lejos de la justicia, lo que además envía un mensaje de permisividad a los agresores amparados en un sistema misógino.
Este es el contexto en el que las mujeres llegan este 25 de noviembre, en adelante permanecerá la duda: ¿qué hará el gobierno de López Obrador por las mujeres?
César Giraldo nos propone en este trabajo agudas preguntas que sobrepasan las comprensiones ortodoxas de la economía: ¿desaparece la relación de explotación en el trabajo no asalariado? ¿Cómo se han reconfigurado las formas del capital? Y, sobre todo, ¿qué alternativas podemos explorar en América Latina en la actual crisis social, económica y ambiental? Este volumen trata de aproximarse a la realidad de los trabajadores latinoamericanos que forman parte del sector informal y de la economía popular urbana para encontrar las categorías que permitan interpretar dicha realidad. Oponiéndose a las visiones coloniales que entienden lo popular como patológico, fallido y residual, al preguntarse por el excedente social, el autor nos lleva a cuestionarnos acerca del rol indispensable de los sectores subalternos no asalariados en la producción de excedente y en la reproducción social.
Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2593&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1669&orden=
La organización se movilizó para reclamar por trabajo digno. Nota al Pie estuvo presente en el Obelisco y dialogó con Juan Soto y Ayrton de los Santos, miembros de la agrupación.
La mañana de este martes, les jovenes organizades del Movimiento Sur realizaron una jornada para reclamar por el acceso al empleo digno. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA)se concentraron en el Obelisco, para luego movilizarse hacia el Ministerio de Trabajo.El objetivo de la protesta fue solicitar que el Gobierno nacional implemente políticas que permitan a les jóvenes insertarse en el mercado laboral. Asimismo, se buscó visibilizar la precarización en la que varies se encuentran actualmente.
Nota al Pie estuvo presente en la movilización de CABA y dialogó con Juan Soto, coordinador de Movimiento Sur, y Ayrton de los Santos,miembro de la agrupación.
Un empleo formal
En diálogo con Nota al Pie, Juan Soto, coordinador de la organización en Buenos Aires, contó que se movilizaron al “Ministerio de Trabajo para llevar los currículums de todos los compañeros y compañeras jóvenes, que se sumaron a la iniciativa”.
Soto aclaró que el objetivo fue reflejar la falta de trabajo, la cual es la realidad “del 42% de los jóvenes’’ que ‘’no tienen un empleo formal”. Considera que “es una preocupación que el Estado no tome cartas en el asunto”. A su vez, sumó que desde la organización hace un tiempo que vienen “denunciando la falta de trabajo y de oportunidades que hay hacia los jóvenes”.
“Por un lado, pedimos más empleo para la juventud, que es un sector muy golpeado en la crisis económica y social que tenemos hoy en día”, compartió Ayrton de los Santos, miembro de la agrupación. Asimismo, informó que actualmente “el 50% de los jóvenes están por debajo de la línea de la pobreza”.
Basta de precarizaciónen el trabajo
La precarización fue otro de los temas principales en el cual hicieron foco. Soto aseguró que son muches les jóvenes que trabajan de repartidores o haciendo changas. “Lo único que hace es precarizar más el trabajo. Pibes y pibas que tienen que ganarse el mango todos los días terminan optando por estos lugares para tener unos pesos más”.
Tanto Soto como de los Santos explicaron que la situación no da para más, ya que no les permite a les jóvenes llevar una vida normal porque ganan por debajo de la canasta básica.
Esta es una crisis que afecta a todas las juventudes por igual, pero de los Santos destacó que según diferentes informes hay casos de una mayor marginación. Consideró que “la población de los barrios populares se ve doblemente afectada y si sos mujer triplemente afectada”.
La crisis económica y la pandemiaazotan al trabajo
La situación durante la pandemia fue “bastante heavy”, aseguró Soto. Y agregó que muchos individuos ‘’fueron echados de sus trabajos y las consecuencias las vemos hoy”. Ante esto, añadió que actualmente varies se encuentran sin empleo y que se acercan al Potenciar Trabajo para poder ganarse el sueldo.
“Durante la pandemia, les jóvenes terminaron dejando sus estudios y nosotros lo denunciamos cuando reclamamos por la conectividad en los barrios”, agregó el coordinador de Movimiento Sur. El objetivo era que no haya deserción escolar y a la falta del acceso a Internet se le suma la falta de empleo por lo que terminan dejando de lado sus estudios para ir a trabajar y es ahí donde tienen que aparecer elrol del Estado para que haya “trabajo digno”.
Por su parte, de los Santos considera que esta situación fue empeorando. Al respecto, manifestó: “Tal vez en otro momento, tu economía familiar te permitía solamente estudiar; pero después pasaste a estudiar y trabajar para luego directamente trabajar y finalmente tener que dejar los estudios».
El “Estado les está soltando la mano”
“Jóvenes estudiantes y graduados de la Universidad o de Terciarios se están acercando al Potenciar para tener un ingreso fijo”, confirmó Soto. También aportó que, personas que se dedicaron y esforzaron para estudiar y son profesionales, “hoy no consiguen trabajo’’ y ‘’se acercan a las organizaciones en busca de oportunidades”.
Por último, de los Santos enfatizó con que esto “es una falla grave del Estado”, ya que muches jóvenes analizan la posibilidad de irse a otros países ante la falta de salida laboral.
El referente concluyó que deberían haber condiciones justas de trabajo para las personas que se educaron y formaron. También que se podrían emplear diferentes “programas o inversiones” para que tanto el empleo público y privado prolifere.
A veces se solucionaría con un simple cambio en la oficina: un ventilador para aliviar los sofocos. Pero el tabú que aún existe en torno a la menopausia impide que se aborde y, por tanto, se adopten las medidas necesarias sobre un proceso vital que también existe y que afecta sobre todo a las mujeres por encima de los 50 años.
Ese es, además, el grupo de edad de mayor crecimiento en el mercado laboral y, en muchas ocasiones, también la franja en la que algunas mujeres que han tenido hijos, que han recortado su jornada por cuidados y que han sufrido ya una brecha de género en su trabajo recuperan su carrera profesional.
Sin embargo, paradójicamente, los datos que diagnostican el problema –muy escasos aún y otra muestra de la invisibilidad del asunto– indican otro techo en esta etapa: el 59% de las mujeres entre 45 y 55 años con síntomas de menopausia asegura que tiene problemas en el trabajo, según una investigación del CIPD, el organismo profesional para el desarrollo de recursos humanos y personas, en Reino Unido.
De aquellas que se vieron afectadas negativamente, casi dos tercios (el 65%) dijeron que tenían menos capacidad de concentración, más de la mitad (el 58%) aseguró que experimentaba más estrés; y también más de la mitad (el 52%) afirmó que tenía menos paciencia con los clientes y compañeros. Y no es un día, ni dos. La transición a la menopausia puede incluir una variedad de síntomas que, de media, duran cuatro años: sofocos, escalofríos, insomnio, sequedad vaginal, cambios en el estado de ánimo, aumento de peso, sudores nocturnos, períodos menstruales irregulares…
Debate en Europa
“Las mujeres de esta edad son el grupo de mayor crecimiento de la mano de obra, que representa el 11% de la fuerza laboral del G7. Como la población europea y mundial está envejeciendo, se espera que esta tendencia continúe y aumente”, explica la catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide y eurodiputada por el PSOE, Lina Gálvez, que acaba de lanzar una pregunta por escrito a la Comisión Europea sobre la necesidad de visibilizar la menopausia.
Desde su punto de vista, mientras la acción política relacionada con el envejecimiento de la población ha ganado importancia y se debate intensamente en la UE, la menopausia en general y sus efectos en el lugar de trabajo siguen estando ausentes en los discursos públicos y políticos, lo que abre la puerta a la desigualdad de trato y a la discriminación de las mujeres que pasan por ese proceso, lo han pasado o lo pasarán. “Desde el Parlamento Europeo estamos preguntando a la Comisión sobre la disponibilidad de datos acerca de la cuestión de la menopausia en el lugar de trabajo en Europa y también queremos promover el debate sobre posibles medidas para prevenir y combatir mejor la discriminación de las trabajadoras. Si algo es invisible es como si no existiera y no se puede legislar ni hacer política al respecto. Y eso es lo que ocurre con la menopausia”, insiste la eurodiputada.
Hace unos años, Diane Danzebrin tuvo que someterse a una histerectomía total, incluida la extirpación de sus ovarios. El desenlace fue una menopausia quirúrgica inmediata. Según su relato, no recibió información ni consejos sobre los posibles efectos de la cirugía. “Debido a la falta de información y apoyo adecuados, no recibí el tratamiento que necesitaba en el momento adecuado. Unos meses más tarde caí en una depresión, estuve muy cerca de acabar con mi propia vida. Tuve suerte. Tuve un esposo y una familia que me apoyaron y me brindaron la ayuda que necesitaba cuando no era capaz de hacerlo por mí misma”, describe Danzebrin.
Su experiencia y la de otras mujeres la llevó a poner en marcha la campaña #MakeMenopauseMatter en Reino Unido en 2018, que continúa sumando apoyos a lo largo de los años. Entre las reivindicaciones, la formación obligatoria de los profesionales médicos es una prioridad, pero también la concienciación en el lugar de trabajo. “Algunas se ven obligadas a dejar su carrera por completo como resultado de sus síntomas. Apoyarlas para que permanezcan en el trabajo adoptando algunos ajustes simples es de sentido común. El gobierno y las empresas deben reconocer que la orientación sobre la menopausia en todos los lugares de trabajo es algo con lo que todos ganan”, añade Danzebrin. Y concluye con un dato: “La tasa de suicidios más alta en Reino Unido entre las mujeres se da en la franja de los 45 a los 54 años. La edad media de la menopausia es de 51 años”.
Según el citado estudio, casi un tercio de las mujeres encuestadas (el 30%) dijo que se había ausentado por enfermedad debido a sus síntomas, pero solo una cuarta parte de ellas se sintió capaz de contar la verdadera razón al gerente –lo que lleva también a la reflexión sobre quién ocupa mayoritariamente los puestos directivos–. ¿Por qué? En primer lugar, por privacidad; en segundo lugar, por vergüenza; y, en tercer lugar, porque consideraban que su gerente no las apoyaría.
La eurodiputada Gálvez cita una cuestión importante que incide en la invisibilidad: en la adolescencia, todo el mundo es consciente del cambio hormonal de las y los adolescentes salvo ellos mismos; y durante la menopausia, nadie es consciente de esos cambios excepto la propia mujer que los sufre, que además se los calla porque la madurez de las mujeres se vincula a decadencia. “Históricamente –prosigue–, las mujeres no hemos sido fines en nosotras mismas sino medios para los fines de otros, y los fines sexuales y reproductivos han sido y aún son centrales en nuestras culturas patriarcales”.
Entre otras medidas, el CIPD recomienda dar a las mujeres una hora de inicio más tarde si se altera su patrón de sueño, proporcionar un ventilador de escritorio para ayudar con los sofocos, asegurarse de que las mujeres puedan tomar descansos regulares para sentirse cómodas y permitirles adaptar su uniforme para mejorar los niveles de comodidad. Acciones sencillas y baratas que solo requieren del conocimiento del problema y de la eliminación, por tanto, del tabú. “Los empleadores deben educar y capacitar a los gerentes para que estén informados y tengan confianza para tener conversaciones sensibles con el personal sobre sus síntomas y cualquier ajuste que pueda ser necesario”, sostiene el organismo.
Plan de estudios escolar
Reino Unido es uno de los primeros países que está dando pasos adelante en la materia. En septiembre de 2020, tras el lanzamiento de la iniciativa de Danzebrin, el Gobierno incluyó la menopausia en el plan de estudios escolar en Inglaterra. “Continuamos haciendo campaña para que esto se adopte en el resto del Reino Unido (Escocia, Gales e Irlanda del Norte). Hemos trabajado con varios grupos parlamentarios de todos los partidos en Westminster y los resultados de nuestro estudio sobre todas las facultades de Medicina del Reino Unido, que mostró que el 41% de ellas no enseñan sobre la menopausia, se utilizaron en un debate importante que finalmente condujo a la creación de un grupo de trabajo que se centrará en la menopausia”, explican desde el gabinete de la diputada laborista Dawn Butler.
En el equipo de Butler, que fue expulsada el pasado verano de la Cámara de los Comunes por acusar a Boris Johnson de mentir durante la pandemia, insisten en que actualmente se continúa trabajando en el Parlamento para adoptar medidas que ayuden a las mujeres en esta etapa en el ámbito laboral. “La iniciativa ha arrancado en los países de órbita anglosajona, tanto en Reino Unido como en Australia. Lo que estamos intentando ahora es traerlo también a la órbita de la UE y de los Estados miembros”, afirma Gálvez. En España aún hay muy poca información al respecto.
La Asociacion Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), por ejemplo, no dispone actualmente de datos sobre el impacto de la menopausia en el trabajo, aunque asegura que la actual junta directiva ya ha empezado a trabajar sobre ello. “Durante décadas, la menopausia se ha entendido como un signo de decrepitud para las mujeres, una pérdida de fortaleza al finalizar su innata capacidad reproductiva. Se pensaba que tener la menopausia era signo de vejez. Sin embargo, hoy la mujer que ha pasado la menopausia puede encontrarse en la mejor época de su vida”, afirman desde la AEEM.
En los últimos 50 años, además, ha habido una progresiva incorporación de las mujeres en el mercado laboral: “Entonces no trabajaba fuera del hogar, tenía una labor centrada exclusivamente en la vida familiar y vivía este proceso de otra forma. Hoy el papel de la mujer es totalmente distinto, a esa edad muchas están en su mejor momento vital y es de esperar que pasen un largo periodo de tiempo en la etapa posmenopáusica”.
El pasado septiembre, el PSOE registró en el Congreso de los Diputados una Proposición no de Ley para promover políticas públicas centradas en la atención sanitaria. “Es un ámbito en el que aún hay mucho que hacer y que debe ir en paralelo al avance en el ámbito laboral”, añade Gálvez.
Iniciativas pioneras
La eurodiputada sostiene que limitar la menopausia a una esfera médica y privada y no abordarla como una cuestión laboral se traduce en una insuficiente protección de las trabajadoras y en la salida anticipada de las mujeres de los mercados laborales. Y se remite a datos de 2020 del Instituto Nacional de Estdísticas: “Mientras la brecha de empleo entre hombres y mujeres en España es de 11 puntos, en la población de 55 a 64, esta aumenta a casi 14 puntos, la más alta de los grupos por edad”.
Esta brecha, además, conlleva otras discriminaciones: “Un abandono temprano del mercado laboral aumenta el riesgo de dependencia económica, la pobreza y la exclusión social. Contribuye a la pérdida de conocimientos, capacidades y experiencia de las mujeres, y generan importantes pérdidas económicas para toda la sociedad ya que, desde 2001, en España las mujeres son mayoría frente a los hombres entre la población en edad de trabajar con educación secundaria y terciaria”, concluye Gálvez.
En la Administración pública, el Ayuntamiento de Sabadell ha aprobado por unanimidad una medida pionera consistente en un permiso de menstruación y menopausia de hasta 12 días al año para el personal que trabaja en el consistorio y en las empresas municipales. “Sufrir dolor durante la regla y la menopausia es un hecho que se ha normalizado socialmente, pero que no lo es y menos cuando impide el desarrollo normal de tu vida cotidiana”, dice la moción, propuesta por ERC.
En ella se insta al Gobierno de Sabadell a trabajar para vehicular el acuerdo y llevarlo a la próxima mesa de negociación colectiva con el fin de que sea efectivo en el plazo de seis meses. También se pide incorporar una cláusula social en los concursos que haga el Ayuntamiento. Según informan desde el consistorio, el nuevo permiso aún no está en funcionamiento.
“No es solo una cuestión de las empresas, es un problema de toda la sociedad y como tal tiene que tener una solución común y política. Lo primero es que la menopausia no sea un tabú, algo vergonzante para las mujeres, de lo que no pueden, podemos hablar”, insiste Gálvez.
La catedrática y eurodiputada considera que abordar los efectos físicos y psíquicos desde varias disciplinas es lo que permitirá el diseño de buenas leyes y políticas, guías de asesoramiento para las empresas y un compromiso de no discriminación: “Hay algunos antecedentes que sobre el papel van en la buena dirección y que parten precisamente del conocimiento sobre el problema y recabar información de las propias mujeres”. Se refiere, por ejemplo, a Vodafone, que el pasado año anunció el lanzamiento de un programa de capacitación y concienciación. La operadora calculó que la menopausia afecta a alrededor del 15% de su plantilla.
La principal motivación para emprender fue la necesidad de generar ingresos (45 %) y la satisfacción personal (32 %), mientras que sus ingresos son destinados mayoritariamente a la economía familiar.
La dificultad y desigualdad para tener acceso a créditos y el alto costo de la formalización son los principales limitantes que deben enfrentar las mujeres emprendedoras de Centroamérica y República Dominicana, según un informe presentado este martes en San José, capital de Costa Rica.
El Centro Latinoamericano de Innovación y Emprendimiento (CELIEM) presentó el I Monitor de 2022 sobre Empresarialidad Femenina en la Región Centroamericana y República Dominicana, un estudio que recopiló la opinión de 630 mujeres emprendedoras y pequeñas empresarias.
Entre los principales hallazgos se encuentran que el 52 % de las empresarias consultadas expresó que no existen condiciones de igualdad en el acceso al financiamiento y más del 60 % financian sus actividades empresariales con recursos propios, mientras que los altos costos de la formalización (45 %) es otro de los obstáculos que deben enfrentar.
«La región presenta un ecosistema con importantes tareas pendientes para garantizar condiciones de igualdad que permitan el crecimiento de las mujeres empresarias, pese a que el 63 % consideran que tienen un entorno favorable para el desarrollo de sus emprendimientos», afirmó en la presentación el director ejecutivo de CELIEM, Luis Álvarez.
Según el informe, un alto porcentaje manifestó que en sus países existen programas para el impulso de las mujeres empresarias. Sin embargo, cerca del 40 % expresó que es carente la existencia de políticas públicas que garanticen su sostenibilidad.
Además, los altos costos de formalización y los trámites de tipo legal y administrativo constituyen parte de los principales obstáculos para el impulso de sus emprendimientos, aspecto que coincide con los principales elementos del III Monitor de 2021.
Los datos indican que la principal motivación para emprender fue la necesidad de generar ingresos (45 %) y la satisfacción personal (32 %), mientras que sus ingresos son destinados mayoritariamente a la economía familiar.
Otros de los retos que deben enfrentar al tomar su decisión de iniciar una empresa son la recarga de las responsabilidades de la vida familiar (33 %) y el miedo a fracasar (31 %).
«Pudimos identificar que la orientación está delimitada por su aspiración de mayores oportunidades de ingresos en donde el peso del cuido y la responsabilidad familiar representan un factor determinante para su crecimiento empresarial», explicó Álvarez.
El estudio también evidenció que, al analizar el nivel de involucramiento femenino, existen desafíos relevantes en lograr incrementar el liderazgo, participación y empoderamiento de las mujeres en el sector empresarial.
Por ejemplo, el 63 % de las encuestadas mencionaron que un 40 % de los cargos administrativos en sus empresas son ocupados por mujeres, mientras que solo 15 % recurre a contratación femenina para ejecutar las tareas técnicas y a nivel de cargos directivos.
Pese a que un 64 % de las mujeres son propietarias, solamente el 53 % de ellas ocupan la presidencia de la junta directiva de su negocio.
La encuesta fue realizada del 22 de febrero al 1 de abril de 2022, con una participación de 630 mujeres empresarias de pequeñas y medianas empresas de la región. La recolección fue de forma digital
Manuel M. Molina López, vicedecano de la Facultad CC. EE. y EMP. Universidad San Pablo CEU, asegura en este artículo que se prevé que dentro de cinco años la mitad de todos los puestos de trabajo tengan que ser ocupados por trabajadores altamente cualificados, «y las universidades tienen un papel fundamental en la preparación de sus egresados para un mercado cada vez más incierto y competitivo»
La expansión de las economías y las empresas ha significado que las universidades tengan que enfrentarse al gran desafío de educar adecuadamente a los futuros profesionales debido, fundamentalmente, a la necesidad de contar con fuerzas de trabajo más competitivas y mejor preparadas en un mundo digital y globalizado. Se prevé que dentro de cinco años la mitad de todos los puestos de trabajo tengan que ser ocupados por trabajadores altamente cualificados, teniendo las universidades un papel fundamental en la preparación de sus egresados para un mercado cada vez más incierto y competitivo.
Los empleadores cada vez están más interesados en las habilidades humanas (también llamadas soft skills) de sus empleados que en sus conocimientos teóricos adquiridos durante su etapa formativa universitaria.
Para responder a este interés, es necesario formar a los universitarios para que adquieran estas habilidades, de modo que puedan desarrollar su actividad profesional con éxito aportando propuestas adecuadas. Las universidades deben, pues, asegurarse de que sus graduados estén cualificados, pero también capacitados en la toma de decisiones profesionales.
En el estudio publicado en Teaching in Higher Education en 2016 por Jackson y Wilton se especifica como entre las habilidades que mejoran las perspectivas de empleo de los estudiantes de grado se encuentran la comunicación, el trabajo en equipo y la autogestión. La adquisición de las mismas les permiten entender cómo manejar su carrera, así como darle un sentido de propósito y significado en relación con su posición profesional actual y prevista.
Las políticas universitarias de los últimos años para hacer a los graduados más empleables se han centrado principalmente en la búsqueda de habilidades como la comunicación, la autogestión, la autoconciencia y la resolución de problemas. Por lo tanto, los esfuerzos de la comunidad educativa para fomentar la empleabilidad de los graduados deben seguir extendendiéndose al desarrollo de las competencias de gestión profesional que aproximen lo máximo prosible al futuro egresado a la realidad empresarial.
De ahí surgen iniciativas muy interesantes en el seno de las universidades, como son los retos reales planteados por empresas, cuya resolución se puede abordar en las propias asignaturas de grado y que resultan fundamentales a la hora de satisfacer la adquisión de las citadas competencias. A través de estos retos se consigue acercar la realidad empresarial a los alumnos, entrenando sus habilidades humanas antes de su salida al mercado laboral.
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-binomio-universidad-empresa-cada-mas-presente-aulas-202203130142_noticia.html
De los 23,6 millones de puestos de trabajo de las mujeres que se perdieron en el peor momento de la crisis el segundo trimestre de 2020, aún faltaban por recuperar a fines de 2021 unos 4,2 millones
La crisis provocada por la pandemia de Covid-19 en los mercados laborales de América Latina y el Caribe impactó en mayor medida a las mujeres: más de cuatro millones no han logrado retornar al trabajo y ha colocado a la región frente al desafío de enfrentar un retroceso sin precedentes de la igualdad de género en el trabajo.
De los 23,6 millones de puestos de trabajo de las mujeres que se perdieron en el peor momento de la crisis el segundo trimestre de 2020, aún faltaban por recuperar a fines de 2021 unos 4,2 millones. En el caso de los hombres, destaca la OIT, ya se habían recuperado prácticamente por completo los 26 millones de puestos perdidos en ese momento.
La nota técnica, que forma parte de la serie regional Panorama Laboral en tiempos de COVID-19, presenta una serie de datos sobre la situación del empleo femenino y hace un análisis de las estrategias que se han puesto en práctica en diferentes países de la región.
“Dos años atrás cuando comenzó la crisis a mediados de marzo de 2020 las mujeres fueron afectadas por una catastrófica pérdida de puestos de trabajo y de ingresos. La desocupación femenina aumentó, pero lo más impactante fue la salida masiva de la fuerza de trabajo que llevó las tasas de participación laboral a niveles de no se veían hace dos décadascomento el director regional de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Carvalho Pinheiro,
La nota técnica destaca que la tasa de participación regional de las mujeres que rondaba 41 por ciento a comienzos de los años 1990 había subido en forma constante hasta 52,3 por ciento en 2019 (promedio de los primeros tres trimestres). En 2020, en ese mismo período bajó a 47 por ciento, aunque ese año el promedio regional llegó a estar en 43 por ciento. En 2021 la tasa de participación registró una recuperación insuficiente, pues subió hasta 49,7 por ciento, 2,5 puntos porcentuales por debajo de los niveles prepandemia.
Al mismo tiempo, al tercer trimestre de 2021 la tasa promedio de desocupación de las mujeres era de 12,4 por ciento, la misma de 2020, lo que es un signo de que no ha habido una mejoría, y que debe bajar en forma importante para regresar al 9,7 por ciento de 2019. Está por encima de la tasa general de desocupación, de 10 por ciento, y del 8,3 por ciento de la tasa de los hombres.
El análisis de OIT dice que las medidas adoptadas para atender la emergencia sanitaria, como el cierre de los centros educativos y de cuidados en forma generalizada, tuvieron un impacto negativo en la participación laboral femenina. Agrega que los sectores de actividad donde más impactaron las medidas de aislamiento social (comercio, restaurantes y hoteles, y actividades de esparcimiento entre otros) son intensivos en mano de obra femenina.
A su vez, el impacto fue mayor en el empleo informal y en las micro, pequeñas y medianas empresas donde también predomina el empleo femenino. El trabajo doméstico, donde el 91 por ciento del empleo es femenino y el 72 por ciento es informal, se vio afectado por una pérdida considerable de puestos de trabajo. La pandemia agudizó desigualdades estructurales existentes.
Las mujeres rurales, las jefas de hogar con niñas y niños pequeños, aquellas de menos formación y educación, mujeres indígenas y afrodescendientes han sido más afectadas. Las brechas de género, tanto en la participación como en los ingresos, son persistentes en las mujeres con menores ingresos y menor nivel educativo”, comentó la especialista en economía laboral de OIT, Roxana Maurizio.
El estudio realiza un análisis de políticas y medidas del mercado laboral que han buscado contribuir a la mitigación de los efectos perniciosos de la pandemia y a la recuperación, con un enfoque específico en aquellas que consideran una perspectiva de género. «Las consideraciones sobre igualdad de género deben ser un componente intrínseco del diseño, la elaboración, la aplicación y el análisis de los resultados de la totalidad de programas y estrategias, políticas, leyes y reglamentos implementados durante la pandemia y en la etapa de recuperación”, dice la OIT.
Además, insiste que no se deben retirar en forma anticipada las medidas de estímulo sectorial para consolidar la recuperación, especialmente en sectores con una proporción mayoritaria de mujeres trabajadoras. Tampoco deben retirarse las medidas de transferencias de ingresos o ayudas en especie para garantizar las condiciones mínimas que permitan sostener el crecimiento del empleo.
El documento añade que la inversión en cuidados es fundamental tanto para la generación de empleo de calidad como para la inserción plena de las mujeres en el mercado laboral. El fortalecimiento de las capacidades de las mujeres para desarrollar sus condiciones para la empleabilidad, y la reconversión y adaptación de las capacidades para ingresar al mundo de la economía digital resultan clave en la recuperación con perspectiva de género.
Una cierta visibilidad de la injusticia social
A cada informe surge el desconcierto, la impotencia de ese silencio cómplice e incontenible de las tristes capitales, de informes que nos suceden, que se repiten, que nos interpelan, incluso como especie. Todos sabemos que la impericia, la imprevisión y la ignorancia llevan a la dependencia; pero mirar y ver, conocer los hechos, no supone resignarse a soportarlos. Por el contrario, se es esclavo de ellos cuando se les pretende ignorar.
La OIT define a grandes rasgos, que la injusticia social es el desequilibrio en el reparto de los bienes y derechos sociales en una sociedad. Esta se produce en todos los ámbitos de la sociedad. Pero en realidad, el problema de fondo de la injusticia social se refleja con todo su peso en las leyes del mercado, en la dirección de su conducción económica que benefician a minorías y perjudican a mayorías.
En este sentido, al estar la política y la economía conectados, la injusticia y la desigualdad social también lo están. Es por ello, que la justicia social va de la mano con la desigualdad social que agrava las condiciones de los más necesitados.
La justicia social se refiere de manera general a la inequidad política y la desigualdad social a la económica. Sin dudas que la mundialización genera mucha tensión en el tejido social; cuando los gobiernos son incapaces de prestar seguridad social y las redes familiares se han estirado al máximo, debemos preguntarnos ¿cómo colmar la brecha?
El “empoderamiento” tiñe el lenguaje del nuevo feminismo
El feminismo ha vuelto a tomar este último 8 de marzo las calles en diferentes ciudades tras el paréntesis por la pandemia de la Covid-19 en 2021, en la que es su cita más reivindicativa y festiva del año. Sin embargo, las movilizaciones de este 8 de marzo nacen desdibujadas por diferentes causas en muchos países. Comprender significa primariamente saber a qué atenerse. Un pequeño viaje en el tiempo es esclarecedor de estas circunstancias y los profundos desvíos ideológicos.
Para comprender algunos aspectos esenciales debemos situarnos en el retroceso general de los años ’80, donde el feminismo clásico se refugió en las universidades bajo el manto protector de los departamentos del multiculturalismo, estudios de mujeres y estudios Queer. Por primera vez la teoría surge de la academia que tiene poca relación con la lucha en las calles. El feminismo clásico sufre la cooptación de las referentes del viejo movimiento feminista por parte de los Estados y los organismos internacionales de crédito, a través de ONGs europeas y estadounidenses.
De esta forma, casi subrepticiamente, el tema de género o de las mujeres pasa a ser parte de la agenda del imperialismo y los Estados burgueses, que destinan millones de dólares a estudios académicos y a propiciar programas de “desarrollo” para las mujeres de los países pobres, eso sí lejos muy lejos de la lucha de clase.
Y estas vigencias se cambian por nuevas realidades y otros conceptos de ahí nos viene el “empoderamiento” que tiñe todo el lenguaje del nuevo feminismo. Este es un concepto inequívoco, que se apoya en el drama y la desesperación de millones de mujeres sumidas en la miseria capitalista, y que supone que, dándoles herramientas para desarrollar emprendimientos productivos insignificantes, lograrán salir de la pobreza.
En realidad, el imperialismo adoptó la política de “empoderar” a las mujeres pobres para apuntalar uno de los pilares fundamentales del capitalismo, que es la familia patriarcal burguesa. Ante la desocupación de masas y la precarización de la vida, las mujeres de los sectores más pobres son las que podrían cohesionar a la familia para salvarla de la hecatombe.
De esta manera, el supuesto empoderamiento no es otra cosa que un nuevo eslabón en la larga cadena de la opresión femenina. Y el aporte de las feministas hoy llamadas “institucionales” fue clave en este sentido.
Las consecuencias políticas son tremendas porque desarmaron movimientos de mujeres en todo el mundo, reduciéndolo a un puñado de funcionarias ocupadas en caminar los pasillos de los parlamentos, organismos de crédito y oficinas del imperialismo para conseguir subsidios y prebendas, con su cartera Louis Vuitton en un brazo y sus pasajes a congresos internacionales, monografías y libros de “empoderamiento” en el otro
Actuando como las herederas del feminismo consagran el status quo capitalista clásico, rechazando todo lo que huela a pobre. Hace años que el feminismo de la igualdad había acuñado la teoría del “techo de cristal”, que no cuestiona al sistema capitalista y según la cual hay un cierto límite invisible, pero real, que les impide a las mujeres estar en igualdad con los hombres.
Barriendo ese límite se irían ampliando los derechos de las mujeres en la sociedad, terminando con el patriarcado, dado que en esta postura el patriarcado es definido como la desigual distribución de poder entre hombres y mujeres.
De esta forma la lucha feminista estaría orientada a conquistar puestos de poder dentro del esquema capitalista. El objetivo sería que más mujeres lleguen a ser presidentas, diputadas, juezas y gerentes de grandes compañías multinacionales. Estas posiciones eran y son profundamente capitalistas y no ven ningún vínculo entre la lucha de las mujeres y la lucha de los oprimidos y explotados.
Este inmenso mar de silencio, estos informes que se repiten no caen del cielo, ni descienden al infierno de las profundidades más oscuras de la tierra, al contrario, cada día despierta en nosotros y sobreviven o mueren entre las soledades de la multitud, en aquella indiferencia de la tragedia, que contradice al capital. En los paraísos artificiales de las grandes capitales de la globalización, la injusticia perdura entre los secretos de las estadísticas.
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