Page 6 of 11
1 4 5 6 7 8 11

El feminicidio es un crimen de lesa humanidad

Por: Ricardo Lagos

La violencia contra las mujeres es una profunda injusticia mundial. Es un gran obstáculo para cumplir los derechos humanos de las mujeres y niñas y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La equidad de género y los derechos de las mujeres son fundamentales para garantizar un futuro mejor para todos y todas. Son valores que subyacen a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. No obstante, hay una impactante desconexión entre las declaraciones realizadas por los líderes de Nueva York y Ginebra y la vida –o muerte– en las calles en mi región, particularmente en América Latina.

Mi región alberga a 14 de los 25 países con más altas tasas de feminicidio en el mundo, es decir, de mujeres o niñas asesinadas por razón de género. En América Latina y el Caribe, 12 mujeres y niñas son asesinadas cada día. Sin embargo, el 98% de los casos no llegan a proceso judicial. Estas estadísticas alarmantes deberían avergonzarnos e instarnos a exigir acciones por parte de los líderes para salvar vidas y proteger los derechos y la dignidad de las mujeres y niñas.

Los asesinatos por razón de género son la culminación de una serie de actos violentos. En general, las personas no son conscientes de la cadena de eventos que llevan al feminicidio. En América Latina, tenemos una cultura de alta tolerancia hacia la violencia contra las mujeres y niñas. Se ha normalizado la violencia. Es vista como parte de la vida de las mujeres, especialmente de las que pertenecen a comunidades social y económicamente desfavorecidas con bajos niveles de educación y desarrollo.

La violencia contra las mujeres es una profunda injusticia mundial. Es un gran obstáculo para cumplir los derechos humanos de las mujeres y niñas y alcanzar los ODS. Actualmente, ningún país está en condiciones de alcanzar la equidad de género dentro del plazo estipulado, ni en el mundo desarrollado ni en los países en desarrollo. Es una conclusión devastadora acerca de nuestras prioridades globales, que demuestra que debemos hacer más.

La Iniciativa Spotlight para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y niñas es un paso en la dirección correcta. Esta iniciativa global impulsada por la ONU y la Unión Europea apunta a erradicar el feminicidio en cinco países de la región: Argentina, El Salvador, Guatemala, Honduras y México.

En Argentina, la Iniciativa está apoyando la creación de Redes de Adolescentes y Jóvenes por la Igualdad. Estas redes promueven métodos de prevención comunitarios que instan a los jóvenes a reflexionar sobre roles de género y masculinidad nociva, y plantean soluciones comunitarias para erradicar los feminicidios. La Iniciativa también brinda capacitación a periodistas sobre eliminación de los estereotipos de género en la cobertura de noticias sobre violencia contra las mujeres y niñas.

En Guatemala, la Iniciativa está apoyando a la sociedad civil para que abogue por la investigación de las amenazas contra los defensores de los derechos humanos de las mujeres. En El Salvador, la Iniciativa Spotlight está permitiendo el acceso a oportunidades económicas para sobrevivientes de violencia, y en México, está ayudando a garantizar que el sistema judicial tenga las herramientas correctas y los enfoques adecuados para identificar los feminicidios y llevar adelante las causas judiciales correspondientes.

Este es un avance importante, pero no es suficiente. ¿Qué podemos hacer en otros países latinoamericanos donde la violencia misógina y la discriminación continúan prevaleciendo? ¿Cómo podemos cambiar las actitudes y políticas para proteger mejor a las mujeres en todos los niveles de la sociedad? Necesitamos que los líderes tradicionales, religiosos y políticos aborden este grave abuso de los derechos humanos, así como las personalidades notables del mundo empresarial y académico que pueden tener una influencia social considerable.

Tenemos que ponerle fin a la impunidad y fortalecer el sistema judicial para investigar, enjuiciar y sancionar a los responsables e invertir en el acceso de las mujeres a los servicios de justicia. Sobre todo, debemos invertir en servicios centrados en las sobrevivientes que alienten a las mujeres y niñas a hablar y buscar apoyo si están experimentando abuso.

Cuando introduje las reformas de bienestar y protección social como presidente de Chile a inicios de la década del 2000, aprendí rápidamente que el recurso más importante para las víctimas de violencia de género era contar con refugios donde pudieran albergarse y estar seguras, lejos de sus abusadores. Garantizar que las mujeres puedan acceder a estos servicios sin correr el riesgo de empobrecimiento era un elemento crucial de dichas reformas, y continúa siendo una prioridad actualmente en toda la región. Esto significa que diferentes sectores como salud, servicios sociales, la policía y el sistema judicial deben trabajar en forma conjunta y no en silos.

Debemos invertir en prevención de la violencia contra las mujeres. Hay cada vez más evidencia global que demuestra que la prevención es posible si se asignan los recursos necesarios y hay voluntad política.

Como hombres, debemos promover representaciones positivas de lo masculino. Tenemos que darles un buen ejemplo a nuestros hijos. Esto incluye desafiar las mentalidades tóxicas machistas que promueven la aceptación de la violencia contra las mujeres, en nuestras escuelas, en los lugares de trabajo, en las instituciones religiosas y en nuestros hogares.

También es clave que apoyemos y escuchemos a las sobrevivientes y a las organizaciones y los movimientos feministas. Deben tener voz y voto a la hora de analizar estrategias, soluciones y decisiones. Es inspirador el ejemplo de Irinea Buendía, cuya hija, Mariana Lima, fue asesinada por su marido en México. La búsqueda de justicia de esta valiente madre durante seis años sentó un precedente clave en materia de procesamiento de feminicidios en México.

Son dignas de imitar las iniciativas de promoción y litigio del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio —una alianza de 49 organizaciones de derechos humanos de México— que ha mejorado la rendición de cuentas y ha aumentado el acceso a la justicia en casos de feminicidio a lo largo de México y América Latina.

El movimiento #NiUnaMenos de Argentina ha tenido un éxito notable así como los múltiples grupos de mujeres que abogan incansablemente por el empoderamiento de las mujeres y la equidad. Tenemos que hacer más para garantizar que reciban financiamiento y apoyo suficiente que les permita continuar este importante trabajo.

No podemos abordar este problema o imaginar un mundo mejor y más justo sin ellas.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/08/06/planeta_futuro/1565107246_365654.html

Comparte este contenido:

Estados Unidos: Ángela Davis tan relevante como siempre desde hace treinta años

Por: Kaos en la Red/12-06-2019

Activa e influyente en las luchas internacionales por la libertad durante casi seis decenios, sus discursos y escritos contienen valiosas enseñanzas sobre las principales injusticias a que nos enfrentamos en esta época de aumento del racismo, la xenofobia y la violencia reaccionaria.

Angela Davis merece un gran reconocimiento en este Mes de la historia de la mujer, y todos los meses. Activa e influyente en las luchas internacionales por la libertad durante casi seis decenios, sus discursos y escritos contienen valiosas enseñanzas sobre las principales injusticias a que nos enfrentamos en esta época de aumento del racismo, la xenofobia y la violencia reaccionaria.

El libro Women, Culture, and Politics 1/, una recopilación de discursos que explican las luchas que han de afrontar las mujeres negras en un mundo supremacista blanco, capitalista e imperialista, se publicó (NY: Random House) en 1989. Sin embargo, las palabras de Davis tienen hoy la misma relevancia que en aquel entonces. Deberían ser leídas por todas aquellas personas que están interesadas en participar en las luchas globales por la justicia e informarse más sobre ellas. En este Mes de la historia de la mujer recomiendo prestar atención a tres mensajes principales de este libro, tan necesarios hoy en día como hace treinta años.

1. El movimiento feminista todavía necesita tomarse en serio los intereses de las mujeres pobres y obreras de color.

Vivimos en una época de #MeToo, #TimesUp, #MuteRKelly y otros movimientos para sacar a la luz los abusos que sufren mujeres todos los días. Las pussy hats 2/ y las manifestaciones de mujeres se producen sobre el telón de fondo de la violencia continua y el desprecio a que se enfrentan las mujeres. Pero incluso en el seno de estos movimientos, los sesgos de raza y de clase acallan las voces de las mujeres de color, especialmente las negras.

Angela Davis advirtió en 1989 de que el movimiento feminista no era tan efectivo como podría serlo porque las mujeres blancas de clase media no prestaban atención a las necesidades de las mujeres negras y latinas pobres. Y este sigue siendo el caso en gran medida. Cuestiones que afectan de forma desproporcionadamente negativa a las mujeres pobres de color, a menudo son marginadas en el discurso sobre la igualdad. El llamamiento a la acción de Davis en Women, Culture, and Politicsdebe ocupar un lugar central en el movimiento feminista actual:

Hemos de empezar a crear un movimiento revolucionario y multirracial de mujeres que aborde efectivamente las principales cuestiones que afectan a las mujeres pobres y de clase obrera. Para aprovechar el potencial de este movimiento, hemos de seguir desarrollando aquellos sectores del movimiento que abordan seriamente las cuestiones que afectan a las mujeres pobres y de clase obrera, como el empleo, la igualdad salarial, la baja de maternidad pagada, el cuidado de los hijos e hijas subvencionado por el Estado federal… Las mujeres de todos los entornos raciales y de clase se beneficiarán mucho de este planteamiento.

No basta, señala Davis, con que las organizaciones en que predominan las mujeres blancas de clase media se dediquen a reclutar a más mujeres de color, sino que más bien “hay que incluir en el programa los intereses particulares de las mujeres de color”. (p. 7) Las voces y las luchas de las mujeres de color han de ocupar un lugar central, no periférico. Un salario mínimo más alto, viviendas asequibles, sanidad gratuita y poner fin al encarcelamiento masivo, el racismo ambiental y la violencia policial son todas cuestiones que las mujeres del movimiento tienen que tomar en serio.

2. EE UU sigue recortando los presupuestos de programas sociales mientras aumenta los destinados a la violencia organizada.

Women, Culture, and Politics se publicó al comienzo de lo que actualmente llamamos la era neoliberal, que supuso el recorte drástico de los programas de bienestar social, la privatización de entidades públicas, la subcontratación de puestos de trabajo y la destrucción acelerada y desregulada del medioambiente en un esfuerzo concertado por consolidar y maximizar la riqueza de los individuos más ricos del planeta. Ya en 1989, Davis se dio cuenta de los efectos nocivos de la reducción de los programas sociales y de los puestos de trabajo que ocupaban tradicionalmente personas afroamericanas en sus comunidades: aumento de la pobreza y del paro, inseguridad alimentaria, falta de atención sanitaria y extrema desigualdad en materia de salud. El aumento del presupuesto militar a expensas de los programas sociales supuso un golpe para las comunidades pobres y obreras de todo el país, especialmente para la gente afroamericana. Sobre esta cuestión, Davis advierte:

La creciente militarización de la economía es probablemente la característica más destacada de la crisis estructural del capitalismo. (p. 86) En ciudades como Chicago, la juventud negra sufre enfermedades de malnutrición que afectan a los niños y niñas de las zonas de hambre de África, pero aun así se han suprimido los desayunos en las escuelas y los servicios de comida para facilitar a los diseñadores y fabricantes de armas una fuente de dinero inagotable. (p. 71) En vez de distribuir bonos de alimentos entre la gente pobre, las empresas que constituyen el complejo militar-industrial reciben enormes contratos de defensa. (p. 62)

Davis expone además las maneras en que las continuas intervenciones militares estadounidenses oprimen a las gentes de color de todo el mundo, mientras que en el país la gente pobre y de clase obrera se enrola en el ejército como vía para ganarse la vida o poder estudiar en la universidad sin pagar las tasas, puesto que muchos de los empleos que tradicionalmente ocupaban estas personas han desaparecido. La violencia bélica se ejerce sobre gente de color, desde Oriente Medio hasta el Sur global, con el fin de reforzar la dominación económica de EE UU. Las armas que no usa el ejército van a parar a los guetos de EE UU, donde la policía redobla la violencia contra las comunidades de color pobres. Como señala Davis, “deberíamos… denunciar las conexiones entre la amenaza para la paz mundial que plantea el Pentágono y los crecientes ataques dentro del país contra la vida de nuestra gente”. (p. 70) ¡Un mensaje que sigue siendo actual!

3. La violencia contra las mujeres sigue siendo un problema que debe examinarse como subproducto de las estructuras sociales violentas.

La confirmación de Brett Kavanaugh y el recuerdo de los interrogatorios de Clarence Thomas, las imputaciones de Harvey Weinstein y Bill Cosby, la exoneración de #SurvivingR.Kelly y de otros hombres famosos de las acusaciones de agresión sexual se han producido paralelamente a debates cada vez más amplios sobre el consentimiento en los campus universitarios y las manifestaciones de #MeToo. Puesto que las mujeres trabajadoras y las mujeres de color siguen sin recibir tanta atención en esta cuestión como las mujeres blancas de mayor nivel de renta, el movimiento contra la violencia sexual podría beneficiarse con el análisis que hace Davis de este problema como subproducto de un sistema violento que es preciso transformar radicalmente. Señala la relación entre racismo, capitalismo, imperialismo y la perpetuación de la violencia sexual contra la mujeres.

Davis nos urge a contemplar la violación no como resultado de una personalidad anómala de un individuo o de una característica natural de la masculinidad, sino como la consecuencia de un sistema basado en la dominación violenta. En este sentido, Davis pregunta: “¿Violan los hombres porque son hombres o bien están socializados por su propia opresión económica, social y política, así como por el nivel general de violencia social en el país en que viven, para ejercer la violencia sexual contra las mujeres?” (p. 46)

Asimismo, destaca el hecho a menudo olvidado de que el imperialismo y la guerra están interrelacionadas con la violación y la violencia contra las mujeres, y las mismas estructuras sociales violentas que fomentan la agresión sexual en EE UU conducen a la agresión sexual endémica tanto en el ejército como contra mujeres civiles en las zonas ocupadas del extranjero. En situaciones de guerra y ocupación, los cuerpos de las mujeres se utilizan como objetivos o daños colaterales. Para ilustrar la conexión entre violación, fascismo, racismo e imperialismo, Davis dice que “en efecto, la violación es muchas veces un componente de la tortura infligida a prisioneras políticas por gobiernos fascistas y fuerzas contrarrevolucionarias. En la historia de nuestro propio país, el Ku Klux Klan y otros grupos racistas han utilizado la violación como arma de terror político”. (p. 46)

Vivimos en un periodo consecutivo a una sociedad genocida y esclavista que comportó la violación endémica de las mujeres negras esclavizadas y su continuación postesclavista cuando la mayoría de mujeres negras solo podían ser empleadas como trabajadoras domésticas. La estructura de una sociedad abiertamente racista y esclavista lo hizo posible, y las estructuras actuales de un sistema desigual y violento sigue permitiendo niveles inimaginables de violencia sexual contra las mujeres. Davis advierte de que el recurso a un Estado carcelario no resolverá los problemas subyacentes que conducen a la violación, alegando que “la violencia sexual no podrá ser erradicada jamás completamente hasta que hayamos llevado a cabo con éxito toda una serie de transformaciones sociales radicales en nuestro país”. (p. 49)

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/angela-davis-tan-relevante-como-siempre-desde-hace-treinta-anos/

Comparte este contenido:

América Latina y su lucha contra los feminicidios

Redacción: Crónica Viva

Parte de un mural de manos ensangrentadas, con los nombres de algunas de las mujeres víctimas de feminicidio, durante una movilización en la capital de Argentina, bajo la consigna #NiUnaMenos. En las sociedades latinoamericanas crece la sensibilización contra estos crímenes machistas, mientras se promueven nuevas medidas para ponerle freno.

Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

Varias iniciativas buscan reforzar el combate contra los feminicidios en América Latina, una región dónde pese a la creciente movilización popular y a ser pionera en la legislación contra ese crimen de género, todavía se registran los peores índices del mundo de este genocidio silencioso, destaca ONU Mujeres.

“La normalización de la violencia contra las mujeres y las niñas, la falta de servicios integrales y de calidad que identifiquen patrones de violencia que podrían terminar en femicidio, la carencia de datos y las investigaciones sin perspectiva de género, son comunes a todos los países”, sintetizó la situación latinoamericana la directora regional de ONU Mujeres, Luiza Carvalho, en una entrevista exclusiva con IPS.

“Poner fin a la impunidad es fundamental. Hay países en la región donde la impunidad al feminicidio alcanza hasta 95 por ciento de todos los casos”, alertó Carvalho desde su sede en Ciudad de Panamá.

Una de las nuevas estrategias es la Iniciativa Spotlight, impulsada por la Unión Europea y las Naciones Unidas para la eliminación del feminicidio. De una inversión inicial de 500 millones de euros (562 millones de dólares), 55 millones serán destinados a América Latina.

Spotlight aborda el fenómeno de los asesinatos por razones de género en forma integral mediante seis pilares: la normativa por la igualdad de género, el fortalecimiento institucional, la prevención primaria, los servicios de calidad, la recolección de datos y el fortalecimiento del movimiento de mujeres.

La campaña que se lanzó en Argentina, el 21 de marzo incluye también a El Salvador, México, Guatemala y Honduras, que fue el primer país donde se lanzó a nivel mundial.

La selección de esos países, explicó Carvalho, responde a factores como la tasa de prevalencia del feminicidio, el compromiso de sus autoridades de implementar leyes y políticas nacionales para mejorar la situación de las víctimas, y el dinamismo de los movimientos de la sociedad civil.

En el caso de Argentina, “el movimiento #NiUnaMenos puso la atención sobre este fenómeno como una situación inadmisible, demostrando que tiene mucho que enseñarle a la región y al mundo”, destacó la alta funcionaria de nacionalidad brasileña, sobre la toma de las calles contra los feminicidios que se ha extendido por otros países de la región.

Desde 1994, la región cuenta con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, adoptada en la ciudad brasileña de Belém do Pará, Brasil, que formalizó la definición de la violencia contra las mujeres como una violación de sus derechos humanos.

Ese instrumento internacional suscrito por 32 países estableció por primera vez el desarrollo de mecanismos de protección y defensa de las mujeres en la lucha para eliminar la violencia contra su integridad física, sexual y psicológica, tanto en el ámbito público como privado.

En 2013 se incluyó dentro de ella la figura penal del feminicidio/femicidio.

Según Carvalho con esa Convención, la región se convirtió en “pionera a nivel global en materia de legislación de violencia contra mujeres”.

El feminicidio está integrado al Código Penal en 12 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, México, Panamá, Perú y República Dominicana y Uruguay). Otros seis lo tipifican en leyes ajenas a esos códigos (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Paraguay y Venezuela).

Además, los 32 países participantes en la Convención tienen leyes que protegen los derechos de las mujeres y niñas que experimentan violencia doméstica o intrafamiliar.ra

Para avanzar en esos logros, el 15 de marzo, en Washington, ONU Mujeres, la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belem do Pará (Mesecvi), lanzaron oficialmente una Ley Modelo Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Muerte Violenta de Mujeres y Niñas.

También presentaron un Análisis de Legislación sobre Femicidio/Femicidio en América Latina y el Caribe e Insumos para una Ley Modelo sobre ese tipo de homicidio machista.

La ley modelo “busca servir de base para crear o actualizar la legislación sobre muerte violenta de mujeres en la región, así como fortalecer las acciones de prevención, protección, atención, investigación, persecución, sanción y reparación integral”, explicó Carvalho.

Un estudio de Small Arms Survey arroja que en América Latina están 14 de los 25 países con mayores tasas de feminicidios en el mundo por cada 100.000 mujeres, en un listado que encabezan El Salvador, Honduras y Guatemala.

Carvalho lo atribuyó a la inexistencia de medidas integrales “lo que provoca una brecha entre los derechos formales y el acceso efectivo a la justicia de las mujeres”.

“La convención de Pará fue clara en señalar que se necesita una mirada integral de la violencia contra las mujeres, es decir, además de penalizarla, los Estados deben desarrollar acciones de prevención, protección, investigación y reparación, tanto para las familias de las víctimas como para las sobrevivientes”, recordó.

Pero, criticó, “los Estados no manejan cifras de reparación, de mujeres desaparecidas, de datos genéticos que permitan la ubicación de las víctimas ni otros mecanismos que permitan garantizar sus derechos”.

“Necesitamos estadísticas comparables para analizar y comparar entre países lo que funciona y lo que no para erradicar el femicidio. Cuando disponemos de mejores estadísticas podemos ver los patrones y la gravedad de la situación y formular políticas bien fundamentadas”, puntualizó.

Además según la directora regional de ONU Mujeres en los códigos penales de la región persiste un “androcentrismo”, que se traduce “en un contexto normativo adverso para la adecuada tipificación de los tipos penales que sancionen las formas específicas de violencia hacia las mujeres”.

Un problema que se agrava, indicó, por “una doctrina penal que no ha integrado la perspectiva de género y opone resistencias”.

“Cuando las mujeres son asesinadas, estos casos deben investigarse de inmediato con la presunción de que el caso es un femicidio, como en México. Los casos deben investigarse adecuadamente sin estereotipos y prejuicios de género, y deben hacerse reparaciones”, exhortó Carvalho.

Según el Mesecvi, los Estados Parte destinan menos de uno por ciento de sus presupuestos totales a las acciones de lucha contra la violencia de género.

“Las leyes integrales necesitan de presupuestos para poder ser implementadas”, señaló Carvalho.

“También debemos poner un gran énfasis en la prevención porque, aunque metamos en la cárcel a todos los agresores, si no cambiamos las causas estructurales, las actitudes y las percepciones que originan la violencia contra las mujeres, nunca vamos a terminar con ella”, continuó.

Para Carvalho, “a pesar de algunos cambios prometedores, encabezados por los jóvenes de la región, la tolerancia social de la violencia contra las mujeres y las niñas se mantiene, y se necesita una modificación de las normas sociales para abordar las masculinidades dañiñas”.

La experta citó el ejemplo de Colombia, que en 2015 aprobó una ley que involucra al sector educativo en actividades de prevención.

“Entender que el femicidio es el acto último en una cadena de actos de violencia contra las mujeres, significa entender que el sector sanitario, los servicios sociales, la policía y el sistema judicial deben trabajar juntos”, opinó.

En esa dirección mencionó proyectos “exitosos” como uno Uruguay que integró los tribunales, la policía y el Instituto Nacional de Mujeres.

En una situación de riesgo un juez puede ordenar al agresor que use bandas electrónicas conectadas a un dispositivo que la mujer en riesgo lleva consigo. Si el agresor se acerca a ella, el dispositivo alerta automáticamente a la policía. Durante el programa ambos reciben también apoyo psicológico.

“Hasta ahora ninguna de las mujeres que forma parte de ese programa ha sido asesinada”, subrayó Carvalho esperanzada.

Fuente: http://www.cronicaviva.com.pe/columna/america-latina-rearma-su-estrategia-contra-los-feminicidios/

Comparte este contenido:

Colombia: Acoso sexual en universidades: estudiantes ponen el tema sobre la mesa

América del Sur/ Colombia/ 02.04.2019/ Fuente: www.eltiempo.com.

Grupos de apoyo en redes sociales, denuncias públicas y hasta mensajes en las paredes son algunos de los mecanismos que han tenido que implementar estudiantes para exigir que se tomen acciones concretas ante las situaciones de acoso o abuso sexual en las universidades del país, que cada vez se hacen más visibles.

Aunque no sabe con exactitud cuál es el tamaño del problema, EL TIEMPO consultó ocho de las principales universidades del país para tomarle el pulso a esta situación. De las instituciones consultadas (Universidad de los Andes, Externado, Nacional de Colombia, Distrital Francisco de Caldas, del Valle, Cauca, Rosario y Pedagógica Nacional), solo la mitad respondió cuántos casos había registrado de acoso sexual y laboral.

De las cuatro que contestaron, el número de casos oscila entre cuatro y 18 quejas en los últimos dos años, que involucran a profesores y estudiantes. Por su parte, la Fiscalía tampoco tiene datos precisos sobre este tipo de sucesos y argumentó que “por el sistema de información que tiene no puede clasificar de una manera tan específica esos datos (delito de abuso sexual en universidades)”.

Aun así, el número de testimonios, a veces anónimos, sigue creciendo. “Me seguía en el campus y me esperaba después de las clases para decirme cosas abusivas. Incluso recuerdo que, una vez, yo estaba en un pasillo, y él me tomó violentamente de los brazos para que lo escuchara y dejara de ignorarlo”, relató una estudiante víctima de acoso, a través de una página de Facebook a la que tuvo acceso este diario.

Precisamente, las redes sociales se han convertido en una herramienta masiva de denuncia. Florence Thomas, activista feminista, explica que, entre otras razones, eso es una consecuencia del movimiento mundial #MeTooque invita a las mujeres a denunciar sus casos de abuso y acoso a través de redes sociales con dicho ‘hashtag’. “Como es natural, en Colombia, las réplicas a esas tendencias han crecido, y los estudiantes tienen ahora más fuerza para manifestarse en contra de esa violencia contra la mujer”, dice.

Uno de los casos de denuncia más sonados en las dos últimas semanas es el del profesor Freddy Monroy, de la Universidad Nacional de Bogotá, quien en medio de una investigación por presunto acoso sexual a la estudiante Lizeth Sanabria, fue ascendido a profesor titular (máxima categoría). Aunque el hecho no se había dado a conocer públicamente, un documento filtrado en Twitter generó dudas de ese proceso.

Por eso, profesores y estudiantes de esa institución presentaron una carta, con más de 800 firmas, en la que le piden al Consejo Superior Universitario suspender la promoción del docente hasta que se resuelva el caso disciplinario. “Las personas y organizaciones firmantes realizamos esta solicitud dada la contundencia de las pruebas conocidas, y como gesto decidido de la voluntad de las directivas de la universidad de enfrentar decididamente todo tipo de violencia basada en el género, así como el acoso sexual dentro y fuera del campus”, reza la misiva.

Entre tanto, como respuesta a este tipo de casos se han creado diferentes colectivos, sobre todo liderados por mujeres, que buscan visibilizar situaciones de violencia.

Una de estas iniciativas es No es Normal, que se creó en la Universidad de los Andes para dar a conocer dicha problemática. “Iniciamos publicando testimonios en Facebook, y muchas estudiantes comenzaron a sentirse identificadas. Luego nos preguntaban por las rutas de denuncia”, señala María A. Díaz, integrante de la iniciativa.

Esta semana, este colectivo fue noticia debido a un video que circuló en redes sociales y en el que se mostraba a algunos estudiantes leyendo denuncias anónimas en un acto público en la U. de los Andes. El evento, llamado ‘La olla comunitaria de denuncias’, se realizó en el Día de la Mujer y llamó la atención una historia que reveló presuntos acosos de Adolfo Amézquita, actual director de Ciencias Biológicas de esa universidad.

“Esta historia se inició en 2015, cuando vi la materia Fisiología Animal, dictada por el profesor Adolfo Amézquita. Debido a mi gusto por la fisiología, comenzamos a hablar con mayor frecuencia (…). En una salida de campo en el 2016, él me dijo que estaba preciosa por una camisa rosada que estaba usando. Luego, recostados en una roca viendo las estrellas, me tomó una fotografía. Ahí decidí dejarle en claro que no quería tener nada con él, porque para mí él era casi una figura paterna”, reza la historia que leyó un estudiante durante el acto público.

EL TIEMPO se comunicó con Amézquita para conocer su opinión al respecto y negó las acusaciones en su contra. “Jamás tuve ni expresé algún interés personal por ella (denunciante), no recibió una propuesta de mí, jamás una invitación, insinuación ni cualquier otro comportamiento inapropiado de mi parte”.

Luego de las denuncias de presunto acoso laboral y sexual en dicha universidad, Pablo Navas anunció que se realizarán las investigaciones pertinentes.

El de los Andes y la Nacional son algunos ejemplos de lo que han logrado los estudiantes. Según Alba Nubia Rodríguez, directora del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad de la Universidad del Valle, las denuncias por parte de los estudiantes están creciendo porque “hay mayor formación de género, y ese conocimiento lleva a una mayor sensibilización ante esos casos”.

Otro de los colectivos que se han creado para visibilizar ese tipo de violencia es Malva, de la Universidad Nacional, sede Medellín. Manuela Gómez, una de las líderes del colectivo, dice que la falta de acción de la institución en donde estudia es uno de los motivos que la llevaron a ella y a otras dos compañeras a crear un colectivo para “poner en tela de juicio las situaciones, la violencia de género o sexual, que se vive en el plantel”.

Para Gómez, las universidades todavía no saben cómo lidiar con los casos que se empiezan a hacer públicos. Un ejemplo de eso fue lo que ocurrió en el Día Internacional de la Mujer de este año –parecido a lo que pasó en los Andes–, cuando unas representantes estudiantiles de la U. Nacional, sede Medellín, hicieron una actividad de sensibilización y pegaron unos papeles con nombres de profesores que presuntamente eran “acosadores” en las instalaciones del ‘alma mater’.

Ante ese hecho, la universidad respondió en un comunicado, dirigido a toda la comunidad educativa, que “el escarnio público no tiene lugar ni como sanción social ni como práctica pedagógica. La justicia, para serlo, tiene que ser objetiva y no puede buscarse por mano propia”, señala el comunicado.

Ante la pregunta de qué deberían hacer las universidades en este tipo de manifestaciones públicas, Rodríguez cree en la necesidad de que exista una entidad que vigile el cumplimiento de los protocolos universitarios.

¿Existe una norma?

Una de las alertas que han lanzado los expertos al respecto es que mientras exista una ley sancionada en el 2008, la 1257, que le dicta al Ministerio de Educación que se encargue de velar porque las instituciones de educación superior, implementen políticas y programas para sensibilizar a la comunidad académica en la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, por la naturaleza autónoma de las universidades, no hay manera de obligarlas a cumplir creando dichas estrategias. Una de las pioneras en la implementación de una política de equidad de género fue la Universidad Nacional, la cual entró en marcha en el 2012. No obstante, el resto de instituciones todavía tienen esa tarea pendiente, y hasta el momento solo se han diseñado unos protocolos de atención y prevención. “Después de varias situaciones en las que me sentí acosada, nunca intentamos reportarlo a la universidad porque los procesos son larguísimos. Yo siento que realmente no hay una ruta a seguir”, puntualiza una joven que decidió permanecer en el anonimato.

Los pasos por seguir: expertos

Teniendo en cuenta que todavía queda mucho por hacer con respecto a los casos de acoso y abuso sexual y laboral en las universidades, este diario consultó algunas voces de expertos sobre cuáles deberían ser los pasos por seguir para enfrentar esta problemática.

“Las violencias contra las mujeres en los ambientes universitarios deben ser identificadas y caracterizadas como un asunto fundamental, ya que estas situaciones repercuten en las dinámicas laborales y se convierten en actos que vulneran los derechos humanos”, opina un experto de la U. Pedagógica.

Además de identificar los casos, es necesario socializar los derechos de las víctimas y su acompañamiento. “También es una obligación sensibilizar a la comunidad universitaria en los temas de sanción existente y prevención”, señala Deibar René Hurtado, vicerrector de Cultura y Bienestar de la U. del Cauca.

En esos procesos también creen que es clave que haya campañas y estrategias de prevención. “Como parte de estos planes se crean espacios de discusión y reflexión con el objetivo de mantenernos en una constante autoevaluación sobre nuestro actuar frente a este tipo de situaciones”, plantea Ana María Restrepo, decana del Medio Universitario de la Universidad del Rosario.

Fuente de la noticia: https://www.eltiempo.com/vida/educacion/acoso-sexual-en-universidades-343888

Comparte este contenido:

Cerca de 540 mujeres fueron agredidas por hora en Brasil en 2018

América del sur/Brasil/28 Febrero 2019/Fuente: Prensa Latina

Un total de 536 mujeres fueron agredidas por hora en este país durante 2018, según el estudio Visible e Invisible: la victimización de mujeres en Brasil, realizado por el Foro de Seguridad Pública, divulgado hoy.
Los datos muestran que la mayoría de los casos de violencia contra la mujer son practicados por un conocido. Casi un 24 por ciento de esas víctimas relatan que fueron agredidas por un asociado, 21 por el vecino y 15 por excompañero.

La directora del Foro Brasileño de Seguridad Pública, Samira Bueno, alertó sobre el crecimiento de la violencia en el ámbito privado.

Tres por ciento de las entrevistadas cuentan que sufrieron algún tipo de violencia en un bar o establecimiento nocturno, un ocho en el trabajo o Internet, un 29 fueron víctimas en la calle y un 42 agredidas en casa.

De los 16 millones de brasileñas que sufrieron algún tipo de violencia, casi un 43 por ciento son jóvenes entre 16 y 24 años.

Las mujeres con educación media o superior reportan más casos de acoso y agresiones que aquellas que solo cursaron la enseñanza básica.

Para Samira Bueno, del Foro Brasileño de Seguridad Pública, el dato muestra que la información es el camino para la denuncia.

Al menos 52 por ciento de las víctimas de la violencia no hicieron nada después de sufrir una agresión. Solo un 10 por ciento buscó una comisaría especializada y un ocho una común.

Por otra parte, el 59 por ciento de la población afirma haber visto a una mujer siendo agredida física o verbalmente el pasado año.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=256335&SEO=cerca-de-540-mujeres-fueron-agredidas-por-hora-en-brasil-en-2018
Comparte este contenido:

La valiente juventud que lucha por los derechos humanos en el Brasil de Bolsonaro

América del sur/Brasil/14 Febrero 2019/Fuente: Amnistía Internacional 

Después de que Jair Bolsonaro ganara las elecciones basándose en un programa abiertamente contrario a los derechos humanos, en Brasil impera un clima de temor. Sin embargo, la juventud se levanta para hacer oír su voz. Amnistía Internacional se reunió con siete activistas de derechos humanos que revelan cómo es la vida en Salvador, Brasil, y cómo hacen frente a la violencia contra las mujeres, el racismo y la homofobia.

“He vivido con miedo desde que era niña”, Lidiane, 33 años

Están aquí para protegerte, pero pueden hacerte daño en cualquier momento. Desde niña, esta es la imagen que he tenido de la policía. Mi infancia estuvo rodeada por el sonido de los disparos. Mientras crecía, no me daba cuenta de lo que eran, pero ahora sé lo mortales que son.

Vivo en una favela a la que la policía acude con frecuencia. Nunca dan información ni dicen a quién buscan, pero atacan a cualquiera que se cruce en su camino. En los últimos años, la situación ha ido en aumento, así que estamos estableciendo toques de queda y vigilamos constantemente lo que sucede.

He vivido con miedo desde que era niña. Eso es habitual en Salvador, Brasil. Este miedo ha alimentado mi pasión por luchar por la justicia. Cuando fui a la universidad quería estudiar Derecho. Era una manera de meterme en el sistema y representar las necesidades y los problemas de las personas de mi comunidad.

Sin embargo, en la lucha por la justicia me he encontrado obstáculos. Como mujer negra, mi acceso a determinadas oportunidades es limitado. Todos los días me enfrento a tres estereotipos: soy de la periferia, soy mujer, y soy negra.

El convertirme en parte de Amnistía Internacional marcó un punto de inflexión. Me he pasado la vida luchando por los derechos humanos y cuestionando la desigualdad de género. Cuando asistí a mi primera reunión, conocí a gente con historias similares a la mía. Querían seguir un camino diferente y transformar sus comunidades.

Como abogada en ejercicio, estoy trabajando en dos casos de mi comunidad, prestando apoyo a quienes no pueden permitírselo. Quiero demostrar a otras personas que tenemos derecho a soñar, y que es posible superar las barreras que nos encontramos. Quizá nos estemos dirigiendo hacia un Estado cada vez más dictatorial pero, si nos unimos, tengo la esperanza de que podemos formar un frente común, oponer resistencia y cambiar la dirección en la que se mueve este país.

“Mi madre recibió muchísimas palizas”, Nubia, 33 años

Mi padre era alcohólico. Toda la familia sufrió por su causa. Llegaba a casa del trabajo y nos golpeaba a mi madre, a mí y a mis hermanos y hermanas. A veces nos escapábamos de madrugada y buscábamos refugio en la casa de mi familia hasta que mi padre se marchaba al trabajo. Él tenía un rifle, y a mi madre le daba miedo lo que pudiera hacer con él.

Aprendí a vivir con ello; no tuve más remedio. Mi madre no tenía fuerzas para marcharse, así que yo, que era la mayor, era la que más se enfrentaba a mi padre. Me ponía en medio de la pelea para proteger a mi madre. No quería que le golpeara la cabeza contra la pared ni que le rompiera la espalda.

Mi padre dejó de beber hace unos cuatro años, pero siento que no he superado del todo lo que ocurrió. No he ido a ninguna terapia y, cuando hablo sobre lo que viví, me invade la misma oleada de emociones.

He encontrado esperanza defendiendo a otras mujeres que sufren violencia intrafamiliar. Muchas de mis amigas y vecinas han sufrido también violencia de género. Por eso mi causa es tan importante para mí, y quiero empoderar a las mujeres para que salgan de estas situaciones.

El pertenecer al Grupo de jóvenes de Amnistía Internacional en Salvador me hizo darme cuenta de que no estoy sola. Es importante formar parte de algo más grande, especialmente teniendo en cuenta el clima actual.

El presidente hace declaraciones que van contra los derechos humanos. No obstante, tengo esperanza en que la gente abra los ojos y vea que hay otra manera de vivir. Cuando trabajas en colaboración, conoces a gente que ha vivido las mismas realidades que tú, y ves que todo el mundo es bienvenido y está representado. Al trabajar en unión, nos damos voz.

“Voy a ser alguien”, Paulo, 29 años

Nací y crecí en un pueblo de la zona rural de Bahía, Brasil, donde el racismo formaba parte de la vida cotidiana.

Mis padres comprendían la importancia de la educación. A pesar de que teníamos poco dinero, me enviaron a una escuela privada. Yo era uno de los dos únicos estudiantes negros. Recibí muchos insultos, de alumnos y de profesores. Uno de los profesores me llamaba “negrito” y, en una ocasión, me amenazó con darme un puñetazo en la cara.

Comprendí que el profesor tenía prejuicios, así que decidí no prestarle atención. Me dije a mí mismo: “Voy a ser alguien”.

Estudié Teología en la universidad, y después hice un máster en Estudios de Género. Mientras estaba en la universidad me impliqué más en movimientos de jóvenes, entre ellos Amnistía Internacional, y aprendí sobre los derechos humanos.

Cosas del mi destino: ahora soy profesor en la misma escuela en la que sufrí discriminación y prejuicios. Actualmente trabajo en un proyecto para conseguir que la educación en derechos humanos sea un elemento clave del currículo escolar, y ya enseño derechos humanos en mis propias clases.

Pese a que vivimos tiempos difíciles, los movimientos sociales en Brasil están cobrando fuerza. La educación en derechos humanos es una semilla que puede transformar nuestra manera de ver el mundo. Mi esperanza es que todas las semillas que planto florezcan en algo bueno para el mundo.


“Mi madre fue asesinada por su ex marido”, Maira, 32 años

Cuando yo tenía 20 años, mi madre fue asesinada por su ex marido. Él no pudo aceptar el final de su relación.

La violencia contra las mujeres es generalizada en Brasil, y el caso de mi madre es uno entre muchos. Me pasé un año de luto. No conseguía encontrar las fuerzas para seguir adelante. Creí que nunca volvería a reír. Siempre habíamos sido sólo nosotras dos: mi madre y yo; era la persona más importante de mi vida.

Al principio me resultó difícil trabajar sobre cuestiones como la violencia de género y el feminismo, porque me tocaban muy de cerca. Hoy tengo más valor para hablar de estas cosas.

He sacado fuerzas de otras mujeres fuertes, como mis dos tías, una de las cuales es como una segunda madre. Sin ellas, no sería la mujer que soy hoy. Me han apoyado tanto, y me han dado una razón para seguir viviendo.

Desde la muerte de mi madre, las injusticias que veo me afectan muchísimo. Eso me impulsó a unirme al Grupo de jóvenes de Amnistía Internacional en Salvador. Me di cuenta del significado de la vida, de su riqueza y su valor. Es increíble formar parte de un grupo de personas que piensan igual. Apoyan mis ideas, y las hacemos realidad.

Los próximos años van a ser difíciles. No obstante, tenemos una fuerza interior que nos da poder y no vamos a quedarnos de brazos cruzados. Hay un movimiento de unidad en Brasil. No nos vamos a rendir.

“Mis derechos son atacados casi a diario”, Jamille, 26 años

Me he encontrado con tantas barreras sólo por ser una mujer negra… Mis derechos son atacados casi a diario. Estudio en la universidad en Salvador. Estoy aquí para llenar las cuotas de diversidad, así que hay gente que cree que no me merezco mi plaza en la universidad, cuando lo cierto es que tengo derecho a estar aquí.

Pero todavía tengo esperanza. Vivir en esta sociedad me inspira todos los días. Me enorgullece decir que soy una activista de derechos humanos. Es una forma de reafirmar ante la gente que los derechos humanos son para todas las personas, y que debemos defenderlos.

Habida cuenta del clima actual, me temo que nada va a cambiar, pero confío en que, unidos, creemos un mundo más abierto a la diversidad y menos desigual. Depende de nosotros crear juntos este mundo.

“Soy negro. Soy gay. Soy un educador de derechos humanos”, Israel, 28 años

Mi historia de activismo empieza conmigo, y con lo que he vivido. Soy negro, soy gay, soy un educador de derechos humanos.

Salvador es un lugar peligroso en el que crecer, especialmente si eres joven, pobre y negro. El color de tu piel te hace mucho más vulnerable a la violencia. Sin embargo, para mí, lo más difícil de crecer en esta sociedad fue saber que era gay. En mi familia son súper cristianos, y yo pensaba que iría al infierno si les contaba la verdad.

Cuando conocí a mi esposo, supe que tenía que decírselo a mis padres. Al principio dijeron que les parecía bien. Una semana después, mi madre me gritó que ‘los demonios de la homosexualidad’ tenían que marcharse de la casa. Llevo con mi esposo ocho años y hemos adoptado dos hijos, pero mi familia sigue sin querer saber nada de nosotros.

Me lancé de cabeza al activismo. Muchos hombres consideran que no está bien ser gay, pero quiero hacerles saber que sí lo está. Por eso dirijo un proyecto en escuelas públicas en el que enseño a niños y niñas sobre el acoso, la diversidad, el género, la sexualidad y los derechos humanos. También pertenezco al Grupo de jóvenes de Amnistía Internacional en Salvador. Todos los miembros del grupo son realmente valientes. Defienden a todo el mundo, independientemente de su raza, género, clase social o sexualidad, y luchan por la justicia.

Yo hago oír mi voz mediante la educación: es un elemento clave para los derechos humanos, y es una manera de terminar con la violencia. Mi trabajo me hace sentir miedo. La defensora de los derechos humanos Marielle Franco fue asesinada a tiros simplemente por defender los derechos de otras personas. A mí podría pasarme lo mismo, pero la lucha continúa.

“Encontrar gente que luche por los derechos humanos”, Blenda, 24 años

Salvador tiene la población negra más numerosa de Brasil, pero aún me encuentro con mucho racismo.

Cuando tenía 13 años, mis compañeros de escuela se reían de mi pelo. Me lanzaban bolas de papel y me pegaban chicle en el pelo. Aquello me hizo crecer con poca autoestima y con ansiedad, lo que me llevó a una depresión.

El trabajo benéfico me ha interesado desde que tenía 12 años, pero muchas de las organizaciones en las que estuve de voluntaria no abordaban nunca cuestiones raciales. Cuando Amnistía Internacional Brasil lanzó su campaña Jovem Negro Vivo en Salvador, estaba emocionadísima, porque nunca había visto otra ONG que trabajara sobre este tema.

Soy activista desde hace tres años. Uno de los elementos principales es la manera en que utilizamos el Quilombox para realizar nuestro trabajo. El Quilombox es una caja que contiene herramientas de movilización, y que también se puede utilizar como proyector. La caja de materiales te brinda la oportunidad de explicar los derechos humanos mediante la palabra hablada, el baile y el hip hop. Fue creada por diferentes activistas de derechos humanos de todo el país, con el apoyo de Amnistía Internacional. Es un recurso increíble, porque gracias a él podemos aprender de otras personas jóvenes de Brasil. Estas son el tipo de herramientas que necesitamos en Brasil. Los próximos años van a ser difíciles, especialmente para la juventud negra.

Es importante encontrar personas que luchen por lograr unas condiciones mejores para los derechos humanos. Estas personas son las que me han ayudado y me han hecho sentir que formo parte de algo más grande.

Imagen tomada de: https://aineupstrmediaprd.blob.core.windows.net/media/20049/258400.jpg?width=500&height=356.25

Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2019/02/brave-young-people-fighting-for-human-rights-in-bolsonaros-brazil/

Comparte este contenido:

Orden y retroceso en las aulas de Brasil

Brasil / 3 de febrero de 2019 / Autor: Redacción / Fuente: Página 12

El presidente electo Bolsonaro criticó “la condenada ideología de género” en las escuelas

El ultraderechista Bolsonaro participó de la inauguración de un colegio militar, ocasión en la que exaltó la autoridad castrense y además dijo que “o se nace hombre o se nace mujer”. Sugirió que se pinte un pasaje bíblico en la pared.

El presidente electo de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, dio ayer una nueva muestra de su devoción por la formación castrense durante la inauguración de un colegio destinado a hijos de policías militares en Río de Janeiro. El ex capitán del Ejército insistió en que las instituciones militares se encuentran al frente de las demás instituciones porque, según él, todavía imponen jerarquía y autoridad a los alumnos. En su dicurso, Bolsonaro dijo, además, que con el pasar de los años las escuelas del país pasaron a instaurar otras cosas a la sociedad, como por ejemplo, lo que calificó como “la condenada ideología de género”.

El futuro presidente brasileño participó de la inauguración del colegio Percy Geraldo Bolsonaro, nombre del padre del presidente electo. “El (su padre) no era profesor, pero en aquel tiempo se ejercía la autoridad, y con el tiempo fuimos perdiendo todo eso”, dijo Bolsonaro, acompañado por su hijo Flavio Bolsonaro, que es diputado estatal de Rio y electo senador. “Hoy nosotros vemos que los colegios militarizados, los colegios militares, están al frente en gran parte de los demás. No tiene nada que ver con la calidad de los profesores, en eso son muy parecidos. Lo que pasa es que a lo largo del tiempo se perdió la posibilidad de ejercicio de autoridad por parte de los docentes. Muchos consiguen todavía mantener eso, pero como regla general eso fue dejado atrás.” La institución es el tercer colegio de la Policía Militar del Estado de Río. De la totalidad de 60 alumnos que ingresarán el 5 de febrero, el 90 por ciento serán hijos de policías militares y el restante 10 por ciento, de bomberos militares.

En su discurso, Bolsonaro destacó la importancia de inaugurar escuelas. “La educación es lo que realmente mueve a una sociedad, lo que mueve a un país. Nuestro Brasil es un país donde prácticamente anda tenemos sobre investigación, desarrollo e innovación. El país que no tenga una base sólida en esas cuestiones está condenado a ser esclavo de quien los tenga”, dijo, para después volver a defender el modelo militar. “Nadie consigue orden y progreso sin tener disciplina y jerarquía.”

Bolsonaro, además, criticó la llamada ideología de género. “Con el tiempo, se pasó a instaurar otras cosas a la sociedad, como por ejemplo la condenada ideología de género, diciendo que nadie nace hombre o mujer, que eso es una construcción de la sociedad. Es una negación a quien es cristiano, es una negación a quien realmente cree en el ser humano. O se nace hombre, o se nace mujer”, afirmó. Al final del discurso, sugirió que un pasaje bíblico fuese pintado en una de las paredes de la escuela.

Sus declaraciones contra un supuesto adoctrinamiento ideológico en las escuelas impulsó la candidatura de Bolsonaro a la Presidencia de la República. Desde su postura, el adoctrinamiento en “ideología de género” es un ataque orquestado por militantes de la izquierda marxista al concepto tradicional de familia, sin tener en cuenta que el abordaje educacional sobre género y educación sexual puede contribuir a combatir problemas como los embarazos adolescentes, la violencia contra la mujer y la homofobia.

Sucede que el presidente electo es un abierto homofóbico. “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita: prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con otro hombre por ahí”, dijo Bolsonaro en una entrevista a la revista Playboy en 2011. Aunque en sus promesas de campaña no se encontraba la derogación de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, el capitán retirado del Ejército firmó un documento (junto con religiosos y otros políticos conservadores) en el que se hace referencia a ideas como “el verdadero sentido del matrimonio”, en referencia a la unión entre hombre y mujer o la “familia, constituida de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia”. Por ello,  muchas parejas homosexuales se están apurando para casarse antes de la toma de posesión de Bolsonaro el 1 de enero (ver aparte).

La semana pasada, el proyecto de ley que fue bandera de Bolsonaro durante la campaña presidencial, llamado “Escuela sin Partido”, sufrió un revés: fue archivado en comisión y no podrá ser votado hasta el año que viene cuando asuman los nuevos legisladores. El proyecto busca restringir lo que el profesor puede hablar en el aula como combate a un supuesto adoctrinamiento, además de vetar los abordajes de género en la currícula.

Fuente de la Noticia:

https://www.pagina12.com.ar/162869-orden-y-retroceso-en-las-aulas-de-brasil

ove/mahv

Comparte este contenido:
Page 6 of 11
1 4 5 6 7 8 11