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Myanmar: Counsellors reach out to Kachin communities to end gender violence

Myanmar/Mayo de 2017/Fuente: UNPFA

Resumen: «No deberíamos tener que vivir con miedo a la violencia sólo porque somos mujeres», declaró Khaung Nan en Waing Maw, una ciudad del estado de Kachin, en batalla de Myanmar. La Sra. Khaung Nan trabaja en el Centro de Mujeres y Niñas de Waing Maw, uno de ocho centros de este tipo en la zona. Estas instalaciones respaldadas por el FNUAP ofrecen asesoramiento, asistencia jurídica, transporte a hospitales y otros servicios de atención a los supervivientes de abusos. Los servicios son críticos: la violencia basada en género es una emergencia silenciosa en Myanmar. Las mujeres y las niñas sufren acoso en las calles, violencia doméstica e incluso tráfico de personas. Y los que están en el estado de Kachin enfrentan la agitación adicional de los conflictos armados, condiciones que exacerban su vulnerabilidad a la violencia de género.

“We should not have to live in fear of violence just because we are women,” Khaung Nan declared in Waing Maw, a town in Myanmar’s battle-worn Kachin State.

Ms. Khaung Nan works at the Waing Maw Women’s and Girls’ Centre, one of eight such centres in the area. These UNFPA-supported facilities provide counselling, legal assistance, transport to hospitals, and other care for survivors of abuse.

The services are critical: Gender-based violence is a silent emergency in Myanmar. Women and girls experience harassment on the streets, domestic violence and even human trafficking. And those in Kachin State face the additional turmoil of armed conflict, conditions that exacerbate their vulnerability to gender-based violence.

“We have the right to live in peace in our homes and in our country,” Ms. Khaung Nan said.

But this right is too often denied.

Khaung Nan and Lu Bu at the Women’s and Girls’ Centre in Waing Maw. © UNFPA/Yenny Gamming

Violence common, accepted

Gender-based violence is greatly underreported, but experts believe it to be commonplace.

Younger women are particularly vulnerable, a recent survey showed.

“One evening a corner shop on my street was tended by a high school girl,” said Daw Lu Bu, a counsellor at centre. “A young man buying cigarettes demanded more cigarettes than he had paid for, and when she said no, he shouted at her and grabbed and pulled at her breasts.”

Ms. Lu Bu helped the girl report the crime. “He is now being prosecuted,” she said.

Still, there is a high degree of acceptance of violence against women.

Marital rape, for instance, is still not considered a crime. And about half of people surveyed in Myanmar say there are circumstances that justify wife-beating.

Ms. Lu Bu finds herself bringing her work home with her – she addresses threats to women in her own town of Myitkyina.

“In my neighbourhood, too, there is domestic violence. I always try to help. Only last month, a woman approached me for help. Her husband was blaming her for giving birth only to daughters, and he was being very aggressive.

“I sat down with both of them and discussed different aspects of fertility, and also explained that the sex of a baby is determined by the sperm from the man. I managed to find a way to say this without blaming or further upsetting the man.”

Her efforts worked – at least for now. “So far, the man is calmer. I hope it lasts.”

Just the start

Reaching out to communities is essential, not only for helping survivors but for preventing violence in the first place.

Staff and volunteers at the Women’s and Girls’ Centres go into displacement camps and surrounding communities to raise awareness about the issues surrounding gender-based violence and where survivors can seek help.

“The word is spreading not only in the camps, but in the host communities too,” said Ms. Khaung Nan.

“We’re now invited to give gender-based violence presentations in the villages, and when I arrive, I realize that most people already know that domestic violence is a crime.”

She is confident that, slowly, their message is getting through.

“But this is just the start,” she said.

The eight Women’s and Girls’ Centres cover 38 displacement camps and host communities in both government-controlled and non-government controlled areas.

The centres’ programmes are managed by Metta Development Foundation and supported by UNFPA’s Women and Girls First initiative, which receives funding from Australia, Canada, Finland, Italy, Sweden and the United Kingdom.

Staff members at the centres are optimistic that their efforts are making a difference.

“First, we focused our efforts on women and girls in the camps. Now we are expanding our work to the villages and to boys and men,” Ms. Khaung Nan said.

She added, “The Women’s and Girls’ Centre gives us the power to stop the violence.”

Fuente: http://www.unfpa.org/news/counsellors-reach-out-kachin-communities-end-gender-violence

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Madres a consecuencia de una violación

Por:Ilka Oliva Corado

Sobre la cultura de la violación, práctica de dominio patriarcal sobre las mujeres en todo el mundo.

A esta hora en cualquier calle, bar, rincón, casa y montarral de Latinoamérica, están violando a una niña, adolescente y mujer, en los próximos cinco minutos serán docenas más de abusadas, al medio día serán cientos y al llegar la noche, miles. De ellas la mayoría serán golpeadas, muchas asesinadas en crímenes de odio, algunas desaparecerán y jamás se sabrá de ellas, posiblemente mueran en los infiernos de la trata de personas; y de otras aparecerán sus cuerpos desmembrados en cualquier calle, en una bolsa de basura o un costal. De esas niñas, adolescentes y mujeres violentadas, cientos quedarán embarazadas.

Serán obligadas a parir , a parir hijos producto del dolor más grande de sus vidas, producto del ultraje, de la violencia, de la burla a su dignidad. Una sociedad carente de sensibilidad las obligará a parir, un estado patriarcal y machista las obligará a parir, el silencio de los justos las obligará a parir. Serán madres. A esta hora en cualquier calle, bar, rincón, casa y montarral de Latinoamérica, hay niñas, adolescentes y mujeres pariendo hijos producto de una violación. Diremos que ellas se lo buscaron, por cuscas, por sometidas, por putas o que pobrecitas pero que la vida no es justa y que eso les tocó vivir y ni modo. Tal vez digamos que son unos malditos los que las violaron, eso por decir algo nomás, como un cumplido.

Y también diremos que ese angelito que lleva en el vientre no tiene la culpa, que es bendición de Dios. Las señalaremos si en sus ideas remotas se les ocurre abortar, entonces sí conocerán nuestra furia: de hipócritas, cachurecos y descarados. Entonces sí nos iremos con todo sobre ellas, sin piedad y las vamos a flagelar, las vamos a estigmatizar y a revictimizar, para que no sean inhumanas, para que aprendan a respetar la vida, para que no sean animalas. Nosotros como representantes de la santidad del Todo Poderoso seremos jueces y si es necesario mandarlas a la cárcel, lo haremos, ¡por asesinas!

Pero del violador no diremos nada, nos vamos a compadecer porque pobre tipo, fue provocado y ni quién se contenga cuando una puta se le ofrece. Cuando una niña le pide que la viole. Si es familiar o conocido, cerraremos el pico, no diremos ni pío y ni qué decir de enviarlo a la cárcel, ¡por violador! A esta hora, en cualquier calle, bar, rincón, casa y montarral de Latinoamérica hay cientos de madres llorando, como lloran todos los días la ausencia de sus hijos asesinados y desparecidos.

Pobres locas que no se resignan, deben entregar su alma al Señor para que les dé paz. Pero bien merecido tenían sus hijos morir, por delincuentes y huele pega, por andar en malos pasos, por que ellas no les supieron poner rienda. Ahí está, tuvieron su merecido. Ahora que no lloren, que se aguanten por alcahuetas. Por no ser duras con sus hijas se volvieron putas y mareras, ¡qué se aguanten! A esta hora, en cualquier calle, rincón, bar, casa y montarral de Latinoamérica hay cientos de niñas, adolescentes y mujeres siendo violadas, serán obligadas a ser madres.

¿Cómo se enfrenta una niña a la responsabilidad de ser madre? ¿Cómo pretendemos matarlas en vida obligándolas a parir? Ya de por sí, una violación seca, marca, mata. Y cuando nacen esos niños, los estigmatizamos por su origen, por su condición social. Pero qué puede ofrecer en el desarrollo integral una madre violada, que vive en la miseria, que no logró desarrollarse, que la mataron en vida. Que la obligaron a parir siendo niña o adolescente. Que siendo mujer la mutilaron. Somos una cadena, todos formamos parte del círculo de la violencia de género. Aquí el que calla otorga.

A esta hora, en cualquier calle, casa, bar, rincón y montarral de Latinoamérica, hay miles de niñas, adolescentes y mujeres siendo violadas. A esta hora, en cualquier calle, casa, bar, rincón y montarral de Latinoamérica, hay miles de mujeres pariendo hijos producto de una violación.

¿Y si seríamos nosotros? ¿Si seríamos nosotros estaríamos en contra del aborto?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226528&titular=madres-a-consecuencia-de-una-violaci%F3n-

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Desafío a la violencia contra mujeres de color y su invisibilidad: un imperativo marxista

Por: Lilia D. Monzo/Peter McLaren.

Nos estamos adentrando en una era en la que la avaricia desenfrenada, el racismo, el sexismo y otras formas de odio vuelven, una vez más, a ser proclamadas descaradamente y sin remordimientos. Este giro desde lo que en su día se asociara negativamente con el racismo y los intentos de evitar ser etiquetado como racista se ha hecho cada vez más evidente en EE. UU. a partir de 2014, cuando sorprendentemente no hubo castigo ni sanción a una serie de asesinatos de hombres de raza negra desarmados a manos de policías de raza blanca (Monzó y McLaren, 2014). En algunos de estos casos, los agentes de policía mostraron una auténtica falta de compasión por dichos hombres en los últimos instantes de sus vidas. La cobertura nacional de estos hechos dejó claro a potenciales detractores y predadores que el racismo aún prevalecía y estaba profundamente arraigado en la sociedad de EE. UU. La supremacía de la raza blanca y el veneno misógino que el esperanzado republicano estadounidense Donald Trump está vendiendo en su campaña presidencial de 2016 no se veía desde que la presidencia de Ronald Reagan calificara a millones de desempleados estadounidenses como potenciales estafadores del estado de bienestar y creara la idea de que el fraude al estado de bienestar era una epidemia nacional. La idea de la reina del bienestar, una perezosa mujer de raza negra que vive a costa del dinero de los honestos contribuyentes (de raza blanca), se originó en la base de la inconsciencia estructural de Estados Unidos (Litchman, 1982).

Con horribles acusaciones que tachan a todos los mexicanos que inmigran a EE. UU. de criminales y violadores y que se oponen a la entrada de musulmanes al país, Donald Trump ha construido una campaña alimentada por el miedo al «otro» y conseguido muchos seguidores. En la ciudad de Ferguson, Missouri, se desató el miedo y la angustia y se unieron por todo el país comunidades de aliados de raza blanca y de color para protestar contra este ataque racista hacia las personas de raza negra. Somos defensores de estos esfuerzos por apoyar a nuestros hermanos de raza negra, pero también queremos aludir a uno de los objetivos sistemáticamente invisibles de esta y otras formas de violencia.

Las mujeres y las niñas de color son también víctimas desproporcionadas de violencia: violencia de Estado, doméstica, sexual y simbólica. Este asalto racial y misógino contra las mujeres de color apenas ha recibido atención nacional o internacional (Crenshaw et al., 2015; Watson, 2014). Por ejemplo, mujeres y niñas de raza negratambién están siendo asesinadas a manos deagentes de policía de raza blanca que salen impunes. El caso de Aiyana Stanley-Jones, una niña de siete años que en 2010 recibió un disparo mortal en Detroit de un agente de policía de raza blanca que se encontraba realizando un asalto contra otro sospechoso, fue llevado a juicio dos veces en cuatro años y en ambas ocasiones el jurado no llegó a un acuerdo respecto al veredicto. El 2 de marzo de 2014 Gabriella Nevarez, de 22 años, murió a causa de un disparo de la policía que afirmaba que ella había provocado una persecución a gran velocidad y había intentado embestir su coche contra el vehículo policial. Testigos dicen que la chica perdió el control de su vehículo después de haber recibido el disparo. A Sandra Bland, de 28 años, que apareció en un vídeo clavada en el suelo y rodeada deagentes de policía, la llevaron a una celda en la prisión de Texas y la hallaron muerta tres días más tarde.

El 17 de junio de 2015 un hombre de raza blanca armado asesinó a 9 feligreses en una iglesia a la que suele acudir público de raza negra en Charleston. Aunque este incidente fue correctamente tachado de terrorismo contra la comunidad negra, apenas se mencionó que de las nueve víctimas, seis de ellas eran mujeres (Crenshaw et al., 2015). Los medios de comunicación tienden vincular los perfiles étnicos elaborados por la policía y la brutalidad policial contra comunidades de color a actos contra hombres de raza negra o piel oscura. Sin embargo, informes de detenciones policiales revelan una desproporción racial similar entre hombres y mujeres de raza negra. Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, de todas las detenciones policiales de hombres, el 55,7 % eran de raza negra (en comparación a un 10,9 de raza blanca), y de todas las detenciones policiales de mujeres, el 53,4 % eran de raza negra (respecto a un 13,4 de raza blanca) (Crenshaw et al., 2015)).

La brutalidad policial contra mujeres de color a menudo adopta la forma de un abuso físico y/o sexual. Tomemos los ejemplos de Marlene Pinnock, golpeada en la cara por un oficial de carreteras de California, Keyarika Diggles, a la que dieron una paliza en una comisaría de policía de Texas, y el vídeo de Dejerria Becton, una adolescente inmovilizada por un oficial de policía en una fiesta mientras lloraba llamando a su madre (Crenshaw et al., 2013). Mientras se podría percibir que las mujeres están siendo «incluidas» en esfuerzos antirracistas a favor de comunidades concretas, nuestra sociedad androcéntrica a menudo fracasa al reconocer las diferencias que afectan a las mujeres de prácticamente cualquier sector. Las soluciones para acabar con los perfiles étnicos elaborados por la policía y la violencia contra las mujeres de color requieren un enfoque diferente. Mientras el racismo puede inspirar temor hacia hombres de raza negra y piel oscura, lo que lleva a una respuesta por parte de agentes de policía de raza blanca a «disparar primero y hacer preguntas luego», el racismo contra las mujeres de color suscita la deshumanización y la objetivización sexual. Según un investigador, lasagresiones sexuales son un «gran problema» entre los agentes de policía. Informar y documentar el problema es difícil, pero aun así, hay informes que sugieren que el 9 % de todos los informes de policía no abordan adecuadamente el abuso sexual producido (Carpenter, 2014). Su invisibilidad societaria y presunta carencia de voz las convierte en principales objetivos de agresiones sexuales, abuso físico y otras formas de violencia.

Las mujeres inmigrantes, pobres y aquellas que no hablan inglés también son susceptibles de sufrir agresiones sexuales, acoso sexual y otras formas de violencia, ya que se las considera incapaces de manejarse dentro del sistema judicial. Las mujeres indocumentadas son especialmente vulnerables a las peticiones de sus jefes y agentes de inmigración, quienes solicitan favores sexualeso consiguen silenciar potenciales informes de violación bajo la amenaza de la deportación(Hing, 2008). El sentimiento en contra de los inmigrantes y el hipernacionalismo que llevamos viendo en EE. UU. desde el 11S tacha a los inmigrantes de «criminales» a pesar de que la migración hacia países industrializados es consecuencia de guerras, desplazamientos y pobreza a menudo causados por el capitalismo transnacional (Monzó, McLaren, y Rodriguez, en prensa). Este nacionalismo, generado por mensajes en contra de los inmigrantes en los medios de comunicación, apoya la degradación sistemática de los inmigrantes y justifica la violencia contra ellos bajo la idea de que se lo merecen.

Los últimos logros para la población GLBTQIA y el creciente apoyo a la comunidad transexual y con diversa identidad de género han traído consigo repercusiones significativas para las mujeres transexuales de color. Según un informe de 2013 elaborado por la Coalición Nacional de Programas Anti-Violencia (2014), el 72 % de las víctimas de homicidios de la población GLBTQIA eran mujeres transexuales y el 89 % de las víctimas de dichos homicidios era de color. En todos estos casos, los ataques infligidos a las mujeres transexuales fueron brutales: disparos, quemaduras o puñaladas. Según un análisis de Fusion (2015), en 2015 fueron asesinadas 21 mujeres transexuales, 17 de las cuales eran de raza negra o latina. Mientras el número de muertes de mujeres transexuales sigue aumentando desde el año pasado, aún no queda claro si este aumento se debe a la existencia de más delitos motivados por el odio o a un incremento de la consciencia y documentación (Kellaway y Brydum, 2016).Además, estos son solo los datos de mujeres transexuales asesinadas. Hay otras que fueron atacadas y sobrevivieron. Es difícil saber el número, ya que cabe la posibilidad de que ahora se las identifique con un género distinto. La lista de víctimas incluye a Elisha Walker, de veinte años, golpeada hasta la muerte en Detroit, Michigan; Mercedes Williamson, de diecisiete años, apuñalada y cuyo cuerpo se encontró quemado en los terrenos de detrás de la casa del padre de su asesino en el Condado de George, Mississippi; o Ashton O’Hara, golpeada hasta la muerte en Detroit, Michigan; o Tamara Domínguez, asesinada por un conductor que la golpeó en repetidas ocasiones con su coche (Kellaway y Brydum, 2016).

La violencia contra las mujeres musulmanas también está en auge. Aunque esto ha sido así desde el 11S, la situación ha empeorado durante el año pasado. En París se registraron treinta y ocho ataques por odio después de los ataques del 2015 y dieciocho tras el tiroteo de San Bernardino, California (Siemaszko, 2015). Estos incidentes llevados a cabo por extremistas son injustamente atribuidos a todos los musulmanes. Aunque estos actos criminales no pueden ni deben ser justificados, la mejor manera de evitarlos en el futuro es buscar sus causas: el imperialismo de Estados Unidos y su deseo de garantizar los intereses corporativos en Oriente Medio (McLaren, 2015). En occidente, nuestras respuestas al sufrimiento nacional han sido buscar un chivo expiatorio en lugar de responsabilizarnos del rencor mundial contra occidente. No hemos hecho balance público sobre nuestra culpa en el desarrollo de grupos extremistas como el ISIS. Las mujeres musulmanas que llevan velo son los principales objetivos. Ejemplos de estos crímenes de odio contra las mujeres musulmanas incluyen a una mujer que fue empujada frente a un tren subterráneo en Londres, una niña de sexto grado que fue golpeada por unos chicos que intentaban quitarle el velo mientras la llamaban ISIS en un colegio de Nueva York. Además, han aparecido numerosos titulares de prensa en los que se habla de mujeres musulmanas que llevan el velo seguidos de sospechas de que podrían ser «nuevos terroristas» (Tinsley, 2015).

Otra horripilante forma de violencia de género es la trata de blancas (Abogados por los Derechos Humanos, 2016). La trata, especialmente con fines sexuales, es un próspero negocio en todo el mundo.A pesar de que la existencia de las tratas es difícil de demostrar debido a la naturaleza oculta de esta monstruosidad, un informe de 2012 estimaba que 20,9 millones de personas y 15,8 millones de mujeres fueron víctimas en todo el mundo. Aunque este tráfico también afecta a los hombres, la inmensa mayoría de las víctimas son mujeres y niñas que tienen que hacer frente a una pobreza desproporcionada y a una discriminación que a su vez afecta negativamente a empleos deplorables y falta de oportunidades educativas. Aunque los datos demográficos son escasos, la mayoría de las mujeres y niñas que llegan a Estados Unidos provienen de países en vías de desarrollo, principalmente de Latinoamérica, ex miembros de la Unión Soviética y países del sudeste asiático (Milo y Park, 2002). Los traficantes escogen a sus víctimas: mujeres jóvenes y pobres, especialmente vulnerables por sus necesidades económicas. Normalmente lesocultan la verdadera naturaleza del trabajo para el que son contratadas y luego les obligan contra su voluntad a realizar trabajos sexuales. En otras ocasiones, atraen a las mujeres con falsas promesas de trabajo. Las tácticas utilizadas para retener y controlar a las mujeres en la industria sexual incluyen la esclavitud, el aislamiento, el control económico, la violencia física y amenazas, abusos y violaciones (Abogados por los Derechos Humanos, 2016).

Aunque la violencia de género es un problema latente en todo el mundo y alcanza proporciones epidémicas que sobrepasan ampliamente desastres que aparecen en los medios, solo algunos casos reciben atención nacional. De hecho, una de cada tres mujeres es acosada física o sexualmente al menos una vez en la vida por hombres que dicen «amarlas» (División de las Naciones Unidas para el Adelanto de las Mujeres, 2008). Es sorprendente que, con estos datos, extraídos de informes propios, parece probable que se subestimen, obstaculizados por el estigma social, el ostracismo, más violencia e incluso la persecución legal que sufren a menudo las mujeres que se atreven a denunciar su situación.

La visibilidad social está siempre relacionada con las condiciones sociales y materiales que crean su posibilidad. Es decir, lo que somos capaces de ver o escogemos está relacionado con las ideologías, valores y creencias producidas dentro de un modo de producción dado. La violencia que afecta a las mujeres de color en todo el mundo es una realidad vergonzosa aparentemente aceptable, dado que rara vez escuchamos algo acerca de la naturaleza sistemática de sus formas específicas de opresión. De hecho, defensores de la justicia social rara vez reconocen que cualquier forma de violencia adquiere características particulares cuando se trata de mujeres de color debido a que viven una existencia de género y racial, que produce distintas maneras en que las personas se relacionan con ellos. Dado que nuestro mundo capitalista se ha construido a imagen del hombre occidental y en su beneficio, estamos condicionados a ver el mundo a través de una lente androcéntrica occidental. Como tal, a menos que especifiquemos un grupo subyugado, organizamos el mundo por defecto con los hombres como protagonistas y estructuramos las condiciones sociales, económicas y políticas de modo que les beneficien.

Si la violencia explícita y sin escrúpulos contra las mujeres de color tratada anteriormente es tan penetrante que rara vez se inflama nuestra conciencia colectiva, entonces las formas cotidianas más sutiles de violencia simbólica no las detectan ni extraños ni, a menudo, las propias mujeres de color. Una forma particularmente invisible de la violencia simbólica es la exclusión de las mujeres de color y sus conocimientos particulares en los espacios de poder, espacios donde se toman las decisiones importantes, redes de trabajo, donde se desarrollan los avances y la tecnología (Monzó y SooHoo, 2014). Esto ocurre, por supuesto, en todas las razas, géneros y clases. Sin embargo, no hay duda de que se presenta con mayor frecuencia entre las mujeres de color, en particular en mujeres de raza negra y latinas, cuyas ideas (que proceden de un lugar de mayor marginación) a menudo son percibidas como demasiado diferentes, tal vez incluso amenazadoras, para las prácticas normales e ideológicas. Aunque aparentemente estas formas más comunes de violencia no son tan dañinas como las mencionadas anteriormente, son endémicas en la percepción subconsciente de que las mujeres de color tienen menos conocimientos intelectualmente dignos o que los que tienen son de menor valor (Monzó, 2015). La exclusión de las mujeres de color de los contextos de poder y el silenciarlas para que no puedan explicar al mundo sus puntos de vista, elimina la posibilidad de que surjan nuevas ideas: ideas enraizadas en las experiencias particulares de opresión, incluidas ideas sobre la forma y los procesos mediante los cuales la opresión que experimentan toma forma, lo que ayudaría el diseño de políticas, leyes, programas y otras estrategias que pudieran reducir significativamente la violencia que sufren (Monzo, 2014).

Por supuesto no podemos adoptar solamente métodos reaccionarios para acabar con la violencia contra las mujeres de color. Existe la necesidad de establecer estrategias proactivas que impliquen el conocimiento consciente y la inclusión de todas las mujeres y personas de color y de todos aquellos que actualmente viven bajo los dictados de la clase dominante. Emprendemos una ofensiva que simultáneamente va en contra de las estructuras capitalistas, el racismo, el sexismo, la normativa heterosexual y de género y otras formas de opresión, pero con un conocimiento consciente de que estas tienen especificidad dentro del modelo de producción capitalista (McLaren, 2015). Esto no significa que estas formas de opresión terminen automáticamente como resultado de una revolución social, sino que son imposibles de erradicar dentro de la estructura capitalista existente porque el capitalismo depende de ellas para sostener su sistema de explotación. Por supuesto esto significa también que tenemos que deteriorar las estructuras que posibilitan que el capitalismo continúe, estructuras que mantienen las prácticas racistas que se construyen sobre la opresión de las mujeres, incluida la familia: una institución que sirve para controlar a las mujeres y que al hacerlo se perpetúa también en la siguiente generación de la buena clase trabajadora racista y sexista.

Esto es un reclamo para ampliar nuestros objetivos (al otorgar puntos deventaja a las mujeres de color), no para remplazarlos. No estamos de acuerdo con la noción postmoderna en la que no se puede trabajar con otros hombres y mujeres para acabar con nuestra opresión porque las mujeres de color se enfrentan a formas de opresión. De hecho, nuestro argumento es todo lo contrario: ampliar nuestros objetivos requiere la inclusión de todas las voces hacia el objetivo común de erradicar todas las formas de opresión.

Una comprensión histórica sobre cómo esas estructuras funcionan de manera coordinada desde el capitalismo para oprimir a las mujeres de color y a otros grupos específicos nos lleva a la conclusión de que debemos comenzar a llamar a nuestra opresión y nuestra visión a favor del cambio social. Las nociones generales sobre justicia social no solo esconden la especificidad de la experiencia entre los oprimidos y, por tanto, nos convierte en sospechosos y resentidos los unos con los otros, también esconden lo que representamos. Cada vez más el término de justicia social ha sido incorporado para reflejar una visión de izquierda liberal que busca simplemente mejorar las condiciones de los oprimidos para que puedan tener más oportunidades y una mejor calidad de vida. Sin embargo, esta noción de justicia social se resiste a reconocer que el capitalismo no puede ser reformado para evitar la explotación y para promover la igualdad de oportunidades (Marx, 1906/2011).Los que luchan por este enfoque mantienen la visión de que algunos seres humanos están más motivados que otros y merecen tener más (cosas) en la vida. Todavía se suscriben a la narrativa capitalista de la meritocracia. Hay que reconocer que esta narrativa se basa en mentiras: la mentira de que el objetivo de la acumulación del capitalismo puede ser reducido y que el capitalismo «reformado» servirá a los intereses de la clase trabajadora, la mentira de que los salarios a cambio de trabajo son un intercambio equitativo en lugar de una sistema de explotación en el que los trabajadores se convierten en propiedad (capital) de los capitalistas y la mentira de que, aunque el capitalismo no es perfecto, es el mejor sistema que puede existir y que una alternativa al capitalismo donde no existan las clases y en pos de una mayor libertad e igualdad no es posible. Como pedagogos críticos marxistas revolucionarios denunciamos de manera inequívoca estas mentiras (Allman, 1999; McLaren, 2015, 2006).

Paulo Freire (1970, 1994), uno de los filósofos fundadores de la pedagogía crítica, estaba comprometido con la idea del amor no como una emoción encerrada en el corazón de un individuo, sino como una relación social que evidencia un verdadero valor para el «otro», el reconocimiento del valor de la diferencia que trae el «otro». Freire argumentaba que este amor era fundamental para la praxis dialógica que conduciría a la comprensión de la palabra y el mundo y para el impulso y la acción necesarios para la transformación. Un amor que intenta cambiar al «otro» a su imagen no es más que una expresión de amor propio. El verdadero amor exige no solo que reconozcamos el posicionamiento social y económico del «otro» y cómo se relaciona con nuestro propio posicionamiento y con la estructura de la dominación en el mundo, sino hacer todo ello desde nuestro poder para transformar esas relaciones de dominación. El amor, sostenía Freire, es necesario para que la esperanza florezca. Sin amor por el «otro», por la humanidad y el mundo no podemos reunir la esperanza necesaria para arriesgar nuestros corazones y nuestras vidas para transformar el mundo (McLaren, 1999).Para amar, debemos ser capaces de ver realmente al «otro»como un ser humano completo, magnífico en su existencia en el mundo, que merece ser oído y digno de confianza para comprometer su capacidad y potencial humano, igualmente valioso, siempre inacabado, pero imbuido de una responsabilidad y un potencial únicos para marcar el curso de la historia. Este amor revolucionario es necesario para poner fin a la violencia de hoy contra las mujeres de color y todos los demás grupos sociales y en contra de la estructura capitalista que produce esta violencia. Con amor y esperanza vamos a empezar a trabajar juntos hacia un mundo mejor a través de las diferencias sociales que se han creado para mantenernos divididos al servicio de la forma de producción capitalista. Como pedagogos críticos revolucionarios, estamos a favor de un mundo libre de clases y organizados en torno a la libertad de asociación laboral en el que todos los organismos vivos son reconocidos como interdependientes y en el que cada uno de nosotros es socialmente responsable para el otro, una sociedad en la que las mujeres de color, las mujeres de raza blanca y todos los hombres independientemente de su orientación sexual, identidad de género, u otro marcador de diferencia puedan valorarse mutuamente y vivir juntos, y amar verdaderamente a los demás lo suficiente para hacer de nuestra historia una de igualdad, libertad y solidaridad.

 

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United Nations Division for the Advancement of Women. (2008). How widespread is violence against women. http://www.un.org/en/women/endviolence/pdf/VAW.pdf

Watson, E.D. (2014, July). Violence against Black women is too often overlooked or dismissed. Huffpost Impact, July 15. http://www.huffingtonpost.com/elwood-d-watson/violence-against-black-wo_b_5578597.html

Lilia D. Monzo (Cuba)
Doctora en Educación por la Southern California, USA.
Docente asistente en la Chapman University, USA.
monzo@chapman.edu

Peter McLaren (Canadá)
Doctor en Educación por la Universidad de Toronto, Canadá.
Docente en la Champan University, USA.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/desafio-a-la-violencia-contra-mujeres-de-color-y-su-invisibilidad-un-imperativo-marxista/

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República Dominicana: Educación en derechos humanos erradicaría la violencia contra las mujeres

República Dominicana/15 diciembre 2016/Fuente: El Nuevo Diario

El Instituto de Investigación y Estudios de Género y Familia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) demandó la aplicación de políticas públicas para la formación en derechos humanos, como estrategia nacional para enfrentar todas las formas de violencia contra las mujeres, incluyendo el feminicidio.

Mediante documento de prensa emitido con motivo del Día Mundial de los Derechos Humanos por el Instituto de Investigación y Estudios de Género y Familia de la academia estatal, Virtudes de la Rosa, directora de esa unidad académica, consideró que “mientras la sociedad dominicana continúe siendo una sociedad desconocedora de los derechos humanos, vamos a seguir estremeciéndonos con casos desconcertantes de violencia contra niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres adultas y adultas mayores”.

 Agregó que “la violencia de género impide que las mujeres podamos ejercer a plenitud derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida, a la integridad personal, a la salud, a la igualdad y no discriminación, a la libertad, al trabajo, a la educación y al acceso a la justicia”.

La funcionaria y profesora universitaria explicó que “no por casualidad la jornada internacional de movilización “16 días de activismo contra la violencia de género”, que inicia el 25 de noviembre, concluye en una fecha tan significativa como es el Día Mundial de los Derechos Humanos”.

De la Rosa opinó que la educación en derechos humanos, y en particular sobre los derechos humanos de las mujeres, debe incluirse como un eje fundamental en todos los niveles de la educación formal y promoverse en todos los espacios de socialización e interacción, tales como las familias, los sindicatos, las empresas, las instituciones públicas y las iglesias, entre otros.

Aseguró que la aplicación de una política pública promotora de los derechos humanos beneficiará no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, pues “múltiples problemáticas que afectan a éstos, como las crecientes tasas de muertes por accidentes de tránsito y otras muertes violentas que ocurren con frecuencia entre ellos tienen en su base el desconocimiento e irrespeto a los derechos humanos y, por supuesto,  forma de los hombres asumir la masculinidad, que está basada en el dominio y el control de los demás, y especialmente de las mujeres”.

Recordó que República Dominicana es un Estado miembro de la comunidad internacional que asumió el compromiso de hacer efectivas las medidas contempladas desde 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “que han sido ampliadas en función de las necesidades y demandas crecientes de grupos oprimidos, así como del enfoque global, que tiene que ser cada vez más incluyente e integral”.

Refirió el Plan Nacional de Derechos Humanos propuesto por instituciones del Estado y organizaciones de la sociedad civil con apoyo de organismos de cooperación y abogó por la ampliación de los actores sociales en su diseño, con meta en beneficiarios y beneficiarias, así como por su puesta en marcha con la voluntad y el compromiso de todos los sectores de la sociedad dominicana.

Fuente:http://www.elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=511437

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Si crees en la igualdad, tú eres feminista

Por: Gloria Lomana

Solo desde una visión liberadora e igualitaria acabaremos con la violencia machista.

Conmemoramos hoy el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer porque, desgraciadamente, al menos una vez al año debemos dar este aldabonazo contra lo que sigue siendo una auténtica pandemia global. Naciones Unidas considera que el 70% de las mujeres sufren violencia en su vida. Ejercida de muchas maneras: física (con un insoportable corolario de muertes que no cesa), psíquica (con no menos insoportables vejaciones hasta la destrucción de la mujer), social (imponiendo falaces estereotipos), laboral (impactando en los salarios y las oportunidades), educativa (ahogando la futura igualdad real). Todo lo que discrimina es violento, porque desconfigura el proyecto vital de una persona. Y la violencia de género puede ser tan sutil…

Cuando una niña tiene carácter es mandona; cuando el niño tiene carácter apunta relato de futuro. Cuando un hombre destaca, es triunfo; cuando una mujer es competente, se la presupone agresividad y ambición. Tanto tiempo atribuyendo a los hombres mayor capacidad de liderazgo y a las mujeres más sensibilidad, que no es de extrañar que las mujeres interioricen los mensajes negativos que reciben durante años. Y que la vida, luego, les evidencia. Por eso, tampoco es de extrañar que muchas mujeres abandonen en mitad de la carrera…

 La actriz Emma Watson, flamante embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres, alertó hace dos años sobre los nocivos estereotipos con los que convivimos cotidianamente. Sin percatarnos. En su legendario discurso en Naciones Unidas dijo: “A los 14 años la prensa comenzó a sexualizarme… a los 18, mis amigos varones no expresaban sus sentimientos”. Emma presentaba la campaña mundial HeForShe, que ha delineado la visión del feminismo de nuestros días: el género no han de ser dos conjuntos opuestos. Ella lo expresó así: “Si apoyas la igualdad puedes ser uno de esos feministas involuntarios”. Hombre o mujer. De inmediato, Emma comenzó a recibir amenazas crueles. La violencia volvía a estar ahí.

Tras la liberación que nos legaron las hoy madres y abuelas, con su lucha en los sesenta, los hombres y mujeres de nuestros días sabemos que para erradicar la violencia machista primero debemos cambiar las mentes. De todos. Porque la equidad supera al género, alcanza los derechos humanos. Y se impone abandonar la idea de que la mujer es un hecho diferencial, cuando representa la mitad de la población. Sherill Sandberg, la exitosa directora de operaciones de Facebook, afirma en su revelador libro Lean in (Vayamos adelante) que “si las mujeres tuvieran el 50% de los puestos de mayor responsabilidad, sería prácticamente imposible sentir antipatía hacia tantas personas”. Cierto. Necesitamos un liderazgo femenino contundente.

Falta educación en las escuelas para acometer la decisiva tarea de educar por la igualdad a niñas y niños

Aupado en tacones si es nuestro gusto. Sin tener que aparentar masculinidad para demostrar liderazgo. Sin tener que acudir al trabajo con el bebé bajo el brazo para reivindicar derechos. Sin pretender sostener al niño con una mano y al trabajo con la otra. Los hombres no lo hacen. Las mujeres debemos renunciar a ser perfectas y aprender a compartir también las renuncias.

Solo desde esa visión liberadora e igualitaria acabaremos entre todos con la violencia machista. En nuestra cultura occidental. Fuera de nuestro círculo, la lucha ha de ser espeluznantemente más primaria: que las niñas no sean secuestradas, violadas, embarazadas y obligadas a matrimonios forzosos. ¿Quién se acuerda de las 200 niñas nigerianas secuestradas como esclavas sexuales?

Michelle Obama las recordó cuando llegó a España para explicar su campaña Lets girls learn y la espolearon porque venía de visitar África. Cierto que en España no estamos igual. Pero en España nos hemos tapado los oídos ante latrocinios muy cercanos, y no abrimos los ojos ante la educación que nos falta en las escuelas para acometer la decisiva tarea de educar por la igualdad a niñas y niños.

Ante la Embajada de Nigeria se habría manifestado, quizás sola, Soledad Cazorla, primera fiscal contra la Violencia sobre la Mujer, que ejerció hasta que la enfermedad se la llevó a la tumba. Sin ver en España su sueño cumplido: “Esto tan terrible de la maté porque era mía se va a acabar de una vez”. Pues no se ha acabado, Soledad. Nigeria es el infierno, sí, pero aquí las mujeres asesinadas siguen siendo un escarnio social. Y las mujeres maltratadas siguen temiendo denunciar al agresor.

Contra el maltrato machista, pintemos todos y todas, en los próximos días, “el mundo de naranja”, como nos invita a hacer Naciones Unidas. Para un futuro más brillante, sin violencia. El naranja era para el rey del color, Kandinsky, símbolo de alegría y triunfo. Buen presagio.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/11/24/opinion/1480009294_964250.html

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Rusia, donde una mujer muere asesinada cada 40 minutos

Europa/Rusia/24 de noviembre de 2016/Fuente:

Hace unos meses, la periodista ucrania Anastasia Melnichenko hizo público que había sido violada. “Quiero que hoy en día nosotras, las mujeres, hablemos de la violencia que la mayoría hemos experimentado. Quiero que no nos disculpemos, la culpa siempre la tiene el agresor. No temo decirlo», publicó la periodista en su página de Facebook. Enseguida, centenares de mujeres ucranias y rusas siguieron su ejemplo y se lanzaron a compartir en las redes sociales sus propias historias sobre la violencia física o psicológica sufrida a manos de los hombres. Todas con el hashtag #NoTemoDecirlo. El caso de Melnichenko y el movimiento improvisado que surgió después en Internet, ha contribuido a visibilizar el enorme problema de la violencia contra la mujer, una realidad tristemente común en Rusia.

En este país de más de 143 millones de habitantes, entre 12.000 y 14.000 mujeres mueren a manos de sus parejas o parientes, según un estudio de 2012 del Ministerio de Interior y del Consejo presidencial del desarrollo de la sociedad civil y los derechos humanos. Una mujer cada 40 minutos. A falta de un registro oficial, las estimaciones del Gobierno apuntan que cada día, 36.000 rusas sufren malos tratos de sus cónyuges. Sin embargo, las autoridades calculan que las cifras son todavía mayores, ya que creen que sólo el 12% de los casos se denuncian. Pese a esto, Rusia no tiene una ley específica sobre violencia de género. Los casos que llegan a los tribunales se juzgan por violencia o actos agresivos en el ámbito familiar, pero sin el agravante de la desigualdad de género.

Nastya Melnychenko.
Nastya Melnychenko. FACEBOOK

“Casi todas las mujeres al menos una vez en su vida han sido víctimas de alguna forma de violencia: acoso obsesivo del jefe, coacción del compañero, presión psicológica. Lo más duro es el acoso de los padres, porque la niña agredida lleva dentro esa experiencia traumática toda su vida”, apunta Olga Yurkova, directora del centro independiente de ayuda a mujeres violadas Siostry (Hermanas). La violencia de género sigue siendo un gran tabú en la sociedad rusa. Quienes sufren malos tratos están acostumbradas a ocultarlo. Suelen silenciar lo ocurrido por temor a ser reprobadas, a ser acusadas de tener ellas mismas la culpa, a recibir más agresiones en venganza por contarlo.

La experta Yurkova y la periodista Melnichenko resaltan que es muy común que se disculpe socialmente el comportamiento violento de un hombre y que se culpe a la mujer. Excusas como “llevaba la falda demasiado corta”, “regresaba a casa tarde y a solas” o “no es suficientemente cariñosa con su esposo” todavía abundan.

LAS CIFRAS DEL MACHISMO EN RUSIA

– Asesinatos machistas. En Rusia, un país con 143 millones de habitantes, cada año de 12.000 a 14.000l mujeres mueren a manos de sus parejas o familiares, según un estudio del Ministerio de Interior (2012). Esto supone una mujer cada 40 minutos.

Malos tratos. Cada día 36.000 mujeres sufren malos tratos por parte de sus cónyuges. Sólo el 12% de las mujeres agredidas acude a la policía, pero sólo el 3% de los casos llegan a los tribunales.

-Condenas. Cada año alrededor de 12.000 varones son condenados a diferentes penas por agresiones que se producen en el ámbito doméstico.

– Emergencias. En Rusia, funcionan varios teléfonos rojos a los cuales pueden llamar las víctimas de violencia doméstica.

Que no exista una ley específica de castigue la violencia de género (ni siquiera de violencia doméstica) no ayuda. En Rusia no hay juzgados especializados, normas que castiguen el abuso psicológico o la violencia económica. El pasado septiembre, un grupo de diputados presentó un proyecto de ley federal sobre la prevención de la violencia doméstica y familiar. Actualmente, según el artículo 115 del Código Penal cualquier actitud intencional que haya causado lesiones leves, un breve trastorno de salud o una pérdida temporal de capacidad de trabajo puede ser castigada con trabajos obligatorios o la restricción de libertad por entre cuatro meses y dos años o el pago de hasta 40.000 rublos (unos 600 euros) de multa.

Si las palizas u otros actos violentos se producen en el seno de la familia la pena de prisión y la sanción es la mayor prevista. Algo que muchos consideran una incoherencia. De hecho, la legisladora Elena Mizúlina, conocida por sus iniciativas legislativas contra el aborto, contra lo que denomina la “propaganda de homosexualidad” y la pornografía, ha propuesto descriminalizar la violencia doméstica, reduciendo las sanciones penales a una multa. Una iniciativa para suavizar esos castigos, similar a la que propuso la semana pasada un grupo de diputados. “¿Por qué los conflictos dentro de la familia, los malos tratos contra los familiares son un delito, y los mismos actos cometidos en la calle suponen una infracción administrativa. Nuestro proyecto de ley propone resolver este conflicto”, plantea Olga Batalina, una de las diputadas estatales que firma la propuesta. Estos parlamentarios consideran que suavizando los castigos por “actos agresivos que provocan sólo arañazos o moretones” pueden ayudar a “salvar las familias de una desintegración”.

Posturas sociales como esta explican en parte ese silencio y el tabú. “Las mujeres raramente comparten lo que les ha ocurrido con un especialista o piden ayuda. La tradición cultural, el estereotipo de género u otras cosas pesan demasiado”, apunta Melnichenko. La periodista apunta también que la visión de la mujer como un objeto está muy arraigada en la sociedad rusa, y que ese estereotipo abunda y se perpetúa por la publicidad y la televisión. “Además, en Rusia y Ucrania persiste el pensamiento de que no hay que ‘sacar los trapos sucios a relucir’, lo que contribuye a perpetuar el silencio”, añade.

Un grupo de diputados ha propuesto descriminalizar las agresiones si se producen en el ámbito familiar

Hace tres años, la desaparición de la periodista Irina Kabánova, madre de tres niños y esposa del dueño de un famoso restaurante capitalino sacudió a la sociedad rusa. Durante los festejos navideños, el empresario publicó en su página de Facebook que la mujer había desaparecido y pedía ayuda para encontrarla. “Salió de casa corriendo después de una pelea y no regresó”, escribió. Ocho días después, el cuerpo de Kabánova fue encontrado decapitado y desmembrado en el maletero del coche que su esposo había pedido prestado a un amigo.

El hombre reconoció después que mató a su mujer durante una discusión. Fue condenado a 14 años de prisión. Días antes, Kabánova había escrito en su Facebook: “Por qué la esposa no es capaz de decirle a nadie que su marido la apalea. O, cuando no aguanta más sólo es capaz de decirle a su amiga al oído, después de una botella de vodka, ‘bueno, sí, hubo un par de veces’… y llevar la conversación a otro tema. Porque es una situación vergonzosa, desesperada. No se pueden sacar los trapos sucios a relucir, no se puede denunciar a los tuyos y, lo más importante, yo misma tengo la culpa! Yo misma soy culpable!

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/23/actualidad/1479899071_759756.html?id_externo_rsoc=TW_CC

Imagen: ep01.epimg.net/internacional/imagenes/2016/11/23/actualidad/1479899071_759756_1479904537_noticia_normal_recorte1.jpg

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EE.UU: Estudiantes musulmanas atacadas tras la victoria de Trump

América del norte/Estados Unidos/12 noviembre 2016/Hispantv

La Policía de EE.UU. investiga ataques contra estudiantes musulmanas de dos universidades en California (suroeste), uno de los casos considerado un crimen de odio.

Las autoridades de la Universidad Estatal en San Diego y de la Universidad Estatal en San José informaron el jueves de los sucesos, explicando que ambos tuvieron lugar el miércoles, un día después de que Donald Trump fue anunciado el vencedor en las elecciones presidenciales de EE.UU.

En una de las agresiones, dos atacantes confrontaron a la víctima en la Universidad de San Diego e “hicieron comentarios sobre el presidente electo Trump y la comunidad musulmana”, se limitó a decir la policía del campus.

Lo que le dijeron a la estudiante indica que fue atacada a causa de su fe musulmana, incluso por vestir una vestimenta tradicional y hiyab”, apuntaron en un comunicado conjunto el presidente de la Universidad, Elliot Hirshman, y el jefe de policía interino, Josh Mays.

Sobre los hechos, el portavoz policial Ronald Broussard, detalló que le robaron su cartera, mochila y las llaves de su auto, y cuando la víctima fue a buscar ayuda, le habían llevado su auto, por lo tanto, agregó que el caso está abierto como un probable crimen de odio, así como robo con arma y robo de vehículo.

“Lo que le dijeron a la estudiante indica que fue atacada a causa de su fe musulmana, incluso por vestir una vestimenta tradicional y hiyab”, apuntaron en un comunicado conjunto el presidente de la Universidad, Elliot Hirshman, y el jefe de policía interino, Josh Mays.

Por otra parte, la policía de la Universidad de San José dijo en un comunicado que está indagando un ataque similar contra una estudiante en el estacionamiento del campus, donde, según los estudiantes, un atacante se aproximó a la víctima desde atrás, tirándole del chador, asfixiándola y haciéndola caer.

Además, la Asociación de Estudiantes Musulmanes de la Universidad de Nueva York (noreste) informó que un grupo de estudiantes que acudía a sus plegarias matutinas había encontrado la palabra “Trump” garabateada en la puerta de la sala.

La asociación tras evocar las expresiones divisionistas y agresivas de Trump contra los musulmanes durante su campaña electoral, afirmó que sus miembros “constatan que nuestro campus no es inmune a la intolerancia que afecta a Estados Unidos”.

Fuente: http://www.hispantv.com/noticias/ee-uu-/313989/trump-campana-anti-musulmana-california-estudiantes

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