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México: Policías declaran que dispararon a maestros en Oaxaca

México/20 de agosto de 2016/www.telesurtv.net

Dos meses después de los hechos ocurridos en Nochixtlán, Oaxaca, integrantes de la Policía Federal declararon que accionaron sus armas contra los manifestantes

Los policías federales mexicanos sí dispararon el 19 de junio contra integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en el municipio de Asunción Nochixtlán, según se desprende de declaraciones emitidas por agentes ante legisladores.

La comisión legislativa de seguimiento a los hechos de Nochixtlán se reunió este jueves con nueve integrantes de la Policía Federal que resultaron lesionados en esa comunidad del sureño estado de Oaxaca, donde al menos 13 personas murieron en el marco de las protestas de los maestros contra la reforma educativa.

En el encuentro se presentaron tres testimonios de elementos de las divisiones de Fuerzas Federales y de Gendarmería que, por medio de los seudónimos José, Juan y Luisa, narraron su experiencia durante el operativo.

La senadora Mariana Gómez del Campo Gurza, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), explicó que se determinó utilizar seudónimos para resguardar la identidad de los policías.

Por el grupo parlamentario del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), el senador Fidel Demédicis preguntó a los policías lesionados las instrucciones concretas que tenían y si portaban armas en el operativo.

Al respecto, «José» replicó que las órdenes que habían recibido eran de acudir en auxilio de los agentes estatales de Oaxaca y de la División de Gendarmería, ya que «la población los había superado en número y requerían la presencia de mayores elementos».

A continuación, Demédicis le preguntó al policía si él llevaba armas, a lo que este respondió que «después de que se empezaron a recibir y a haber heridos por armas de fuego, sí hubo una instrucción de que una pequeña parte del personal que acudiría llevara su equipo táctico».

«Insisto, ¿usted llevaba arma?», presionó el senador, y el agente contestó: «¿Yo llevaba arma? Sí».
Cuando el legislador le preguntó si había usado su arma, «José» respondió en sentido afirmativo. «¿La accioné? Sí, la tuve que accionar», dijo.

A ello siguió un debate entre Gómez del Campo, quien pedía a su colega que se condujera con respecto y prudencia con los agentes, y Demédicis, quien argumentaba que «el pueblo tiene derecho a saber» lo que ocurrió.

Por último, Gómez del Campo informó que en breve la comisión legislativa de seguimiento visitará la comunidad de Nochixtlán para escuchar las versiones de la población y presentar su informe el 31 de agosto.

Tomado de: http://www.telesurtv.net/news/Mexico-Policias-declaran-que-dispararon-a-maestros-en-Oaxaca–20160819-0006.html

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México: “Nos hemos acostumbrado a no ver” a los niños de la calle (ONG)

México/19 de agosto de 2016/insurgenciamagisterial.com

Invisibilizada, sin una política pública integral que atienda su problemática, y en una sociedad con marcados rasgos de discriminación, la población callejera es uno de los grupos sociales más excluidos y vulnerables del país. El crecimiento de los índices de pobreza y de satisfactores sociales hace que el problema persista, sobre todo en las megalópolis y ciudades medias.

Para especialistas y defensores de derechos humanos, el Estado mexicano sigue teniendo una enorme deuda con este grupo en el que coexisten niños, jóvenes, mujeres, familias, adultos y ancianos que sobreviven en la adversidad de la calle.

Aunque no existe información estadística oficial nacional o estatal sobre esta población, las organizaciones y colectivos que trabajan por los derechos de este grupo tienen indicadores elementales que apuntan a una agudización del problema, a causa de las crisis económicas y falta de oportunidades.

De la población callejera, más de 13 mil son menores

Existen pocos censos sobre el tema, y uno de los más serios data de hace más de una década, cuando el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Infancia (Unicef) y la oficina del Distrito Federal del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia contabilizaron más de 13 mil niños y niñas menores de 18 años en situación de calle en el área metropolitana, de los cuales 85 por ciento eran varones y 15 por ciento mujeres.

Estas cifras contrastan con las del Instituto de Asistencia e Integración Social (Iasis) del Gobierno de la Ciudad de México, que contabilizó para el periodo 2011-2012 poco más de 4 mil personas sin vivienda, aunque su censo cuenta con información desagregada en grupos de edad, por punto de encuentro, actividad productiva que realizan, escolaridad y causas que los llevaron a estar en la calles.

Falta interés

Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), advirtió que para el diseño y éxito de una política pública integral, es fundamental contar con información y diagnósticos suficientes, que lamentablemente, por falta de interés, no se han construido desde la esfera gubernamental.

Incluso, el especialista señaló que los datos oficiales sobre la población callejera en la capital del país son parciales, pues corresponden sólo a quienes acceden a los servicios del Iasis. Aun así, dijo, refleja la grave situación de quienes recurren a sus servicios de albergue, alimentación y asistencia.

Diversas organizaciones y colectivos como Redim, El Caracol, la Alianza de Poblaciones Callejeras y el Centro Interdisciplinario para el Desarrollo Social, coinciden en que la relación que tienen la sociedad y las autoridades con la población callejera es preponderantemente de indiferencia, discriminación, rechazo y criminalización.

Un ejemplo de ello son las periódicas acciones de limpieza social contra ellas. Como defensores de derechos humanos, tan sólo en el último año dan cuenta de operativos policiacos arbitrarios de este tipo en la Ciudad de México, pero también de Guadalajara, Monterrey, León, San Luis Potosí, Puebla, Acapulco, Ciudad Juárez, Xalapa y Tuxtla Gutiérrez.

Esta discriminación y criminalización por parte de las autoridades se traduce en la negación de servicios, violencia policial y detenciones arbitrarias, señaló Luis Enrique Hernández, director de El Caracol Poblaciones Callejeras, con un trabajo de más de 20 años con este grupo.

La Encuesta sobre Discriminación de la Ciudad de México 2013 señaló que 86.1 por ciento de quienes respondieron el sondeo consideraron que existe discriminación hacia los integrantes de la población callejera, ubicándolos en el octavo lugar de la lista de 40 grupos. Las personas pobres (una de las características de este sector) quedaron en segundo sitio con 91.9 por ciento.

Ricardo Bucio, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas y Niños y Adolescentes, señaló que esta invisibilidad es el mecanismo del cual se nutre la discriminación, a pesar de que las poblaciones callejeras las podemos ver todos los días, nos hemos acostumbrado socialmente a no ver.

Tomado de: http://insurgenciamagisterial.com/nos-hemos-acostumbrado-a-no-ver-a-los-ninos-de-la-calle-ong/

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Las intervenciones ‘antibullying’ en las escuelas topan contra la cultura familiar

Por Carina Farreras

La profesora enseñó un billete impecable de 20 euros a la veintena de alumnos que atendían su clase. “¿Tiene valor?”, preguntó. “¡Claro!”, contestó el grupo al unísono. Helados, hamburguesas, golosinas, ropa. Cuántas cosas pueden comprarse con un billete azul cuando uno tiene doce años. Inesperadamente, la tutora arrugó el billete hasta reducirlo a una bola, luego lo lanzó al suelo y saltó sobre él, pisoteándolo. El aula enmudeció. Veinte pares de ojos miraron cómo recogía el guiñapo de papel, lo desenvolvía dándole su forma original y lo mostraba, marcado de pliegues como cicatrices. Repitió la pregunta: “¿Tiene valor?”.

Hay niños con la autoestima impecable, como billetes recién salidos de fábrica. Otros están hechos una piltrafa porque alguien los ha arrugado y pisoteado repetidamente ante la mirada de sus compañeros y la inacción de los adultos. “Cada día, a la hora del patio, una alumna de un centro de Lleida se iba al lavabo, se sentaba en la taza del inodoro y se comía el bocadillo hasta que sonaba de nuevo el timbre”, relata Gemma Filella, investigadora de la Universitat de Lleida y autora de un videojuego contra el b ullying. Esos fueron los recreos de esa niña de septiembre a mayo, mes en el que se advirtió su ausencia en el patio. “El acoso escolar –indica Filella– adquiere dimensiones que no imaginamos porque se da a espaldas de los adultos –continúa–, que tampoco actúan con buen manejo emo­cional cuando lo descubren”. La investigadora, que ha recorrido decenas de colegios y escuelas catalanas y ha impartido formación a docentes, se ha topado con padres que defienden a sus hijos ­acosadores y con profesores que aceptan ciertos comportamientos reprobables. “Existe confusión sobre cuándo y cómo actuar ante las incidencias escolares”, afirma Filella, que ha probado el programa Happy en 1.500 alumnos. “A los profesores les cuesta di­ferenciar entre una desavenencia, un brote de violencia o un acoso”. Y ¿cuál es la responsabilidad de la escuela cuando el bullying se ­produce fuera del recinto? ¿Cuando se extiende a las redes sociales?

A menudo, los profesores quitan importancia a unos hechos para pacificar al grupo. “Hay que dejarlos que se arreglen solos”, consideran otros. Una de las claves, indican los expertos en bullying, es que los chavales no tienen suficiente confianza en ser respaldados si lo cuentan a los adultos aunque evidencien su sufrimiento. Los propios maestros que recibieron formación antibullying admiten no tener suficiente conocimiento sobre este tema y reclaman más formación para saber ver con otros ojos la problemática y actuar en consecuencia.

Para aquella niña, como para otros chicos, la escuela es un horror. Quizás no median golpes que dejan morados, pero se utilizan palabras, insinuaciones en wat- saps o fotografías alteradas en Facebook. En todo caso, reciben la humillación de un compañero, jaleado por unos cuantos seguidores, y observado, divertida o silenciosamente, por el resto del grupo. La OMS estima que entre uno y dos niños de cada diez son acosados. Según Save the Children, en nuestro país hasta un 22% de los niños de secundaria sufren bullying, una acción que deja consecuencias en el futuro. Como los ­billetes, que valen el equivalente a 20 euros pero su apariencia no es la misma ni para los demás ni para sí mismos. La falta de autoestima condicionará su trayectoria de ­vida.

Según los expertos, existen diferentes explicaciones psicológicas al fenómeno del bullying basadas en que el agresor usa la violencia para resolver problemas con sus iguales o arrastra conflictos de casa. Puede darse en personalidades complejas, con baja tolerancia a la frustración y poca empatía, dificultades para cumplir las normas y respetar los límites. Son personajes que se dan en todo tipo de escuelas, pero que sobreviven mejor en las escuelas que buscan resultados altos introduciendo estrategias de competición entre sus alumnos.

“A menudo, los agresores buscan popularidad, ser reconocidos por el grupo”, explica Jenny Dettmann, directora del Colegio Escandinavo de Madrid. “Entonces hay que enseñar formas positivas para conseguirlo”. Desde que este año se han desarrollado los programas Kiva en este colegio se han producido evidentes mejoras en la convivencia en el centro, nacido como cooperativa de padres nórdicos, entre cuyos valores máximos se encuentra el respeto. “Todo el claustro tiene ahora ojos para el bienestar de los niños –afirma la directora–. Sabemos qué tenemos que hacer para prevenir y actuar”. El resultado es la tranquilidad en el patio y la devolución de la confianza de los niños, más conscientes también, en los adultos.

Faltan los padres. Durante el curso se produjo un caso de bullying. El protocolo Kiva se activó de inmediato. Se anotó todo. Quién informó, quién era la víctima, quiénes participaron. Por simplificar: se llegó a un compromiso de buena convivencia y se sancionó al matón. “Son sólo niños”, se quejaron los padres del agresor. “Así se hacen fuertes y aprenden a convivir”, argumentaban. La universidad finlandesa no había considerado que los padres, una pieza fundamental en el engranaje antibullying, desautorizaran a la escuela en su actuación a favor del respeto. Al calor de experiencias parecidas en el mundo latino, Kiva se está planteando crear herramientas para las familias en su programa en castellano (ahora sólo se imparte en inglés).

Filella también tiene experiencias similares, de padres que minimizan los hechos aduciendo que son bromas y defienden la lógica de la supervivencia. Una alumna le dijo: “Esta muy bien todo esto que explicas, poder decir que te sientes mal, que la actitud del otro te hace daño, acudir a un adulto si hace falta. Pero esto no sirve fuera de la escuela. Nadie en mi familia lo entendería”.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20160706/402993225085/intervenciones-antibullying-topan-cultura-familiar.html

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UNESCO: 45 países se comprometen a erradicar la violencia homofóbica y transfóbica de las escuelas

Uruguay/ Agosto de 2016/ibercampus.es

El Llamamiento Ministerial a la Acción, una iniciativa para erradicar la violencia homofóbica y transfóbica en el sector educativo, ha recibido el apoyo de 45 países. La iniciativa tiene como objetivo fortalecer y mejorar las respuestas del sector educativo a fin de garantizar que las escuelas sean lugares donde los niños y los jóvenes puedan aprender sin estar sujetos a amenazas y violencias.

El Llamamiento Ministerial a la Acción, una iniciativa para erradicar la violencia homofóbica y transfóbica en el sector educativo, ha recibido el apoyo de 45 países. La iniciativa tiene como objetivo fortalecer y mejorar las respuestas del sector educativo a fin de garantizar que las escuelas sean lugares donde los niños y los jóvenes puedan aprender sin estar sujetos a amenazas y violencias.

Albania, Alemania, Andorra, Argentina, Canadá, República Checa, Colombia, Dinamarca, Grecia, Honduras, Israel, México, Noruega, Perú, Filipinas, Rumania, Serbia, Suiza y Uruguay se incorporaron a la lista de 26 otros países que apoyan el Llamamiento a la Acción, que compromete a sus signatarios a fortalecer y mejorar las respuestas del sector educativo a fin de garantizar que las escuelas sean lugares donde los niños y los jóvenes puedan aprender sin estar sujetos a amenazas y violencias.

El informe mundial de la UNESCO titulado  Out In The Open  que trata del tema, muestra que los estudiantes que supuestamente no se ajustan a las normas vigentes relativas al sexo y el género, comprendidas las personas lesbianas, gays, bisexuales o transgénero (colectivo LGBT), son especialmente vulnerables. En los Estados Unidos, el 85 por ciento de los alumnos LGBT ha padecido violencia homófobica y transfóbica en la escuela, mientras que en Tailandia el 24 por ciento de los estudiantes heterosexuales fueron víctimas de la violencia porque se consideró que su expresión de género no se ajustaba a las pautas vigentes.

Tolerancia cero con todas las modalidades de acoso

En la reunión celebrada en la UNESCO en mayo pasado, el Ministro de Educación e Investigación de Noruega, el Sr. Torbjørn Røe Isaksen, declaró: “Este no es únicamente un hecho terrible para todos los alumnos o padres involucrados, sino que también constituye un grave problema para nuestras sociedades. Debemos tener tolerancia cero con todas las modalidades de acoso y prestar especial atención a los grupos ya vulnerables”, afirmó.

La Ministra danesa de la Infancia, la Educación y la Igualdad de Género, la Sra.Ellen Trane Nørby, dijo que el acoso homófobico y transfóbico que se ejerce en la escuela tiene graves consecuencias para el bienestar y las perspectivas futuras de niños y jóvenes.

El texto final del Llamamiento Ministerial a la Acción, en el que figurará la lista de todos los países adherentes, se publicará en septiembre de 2016. El documento figurará en una nueva publicación de la Oficina de la Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niñosque tratará de la protección de los niños contra el acoso y el ciberacoso. Esta publicación saldrá a la luz durante la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA), que tendrá lugar en octubre de 2016.

Los países que hasta el momento se han adherido al Llamamiento Ministerial a la Acción son los siguientes: Albania, Alemania, Andorra, Argentina, Austria, Bélgica, Bolivia (Estado Plurinacional de), Cabo Verde, Canadá, República Checa, Chile, Colombia, Costa Rica, Dinamarca, El Salvador, España, Fiji, Filipinas, Finlandia, Francia, Grecia, Guatemala, Honduras, Israel, Italia, Japón, Madagascar, Malta, Mauricio, México, Moldova, Montenegro, Mozambique, Países Bajos, Nicaragua, Noruega, Panamá, Perú, Rumania, Serbia, Sudáfrica, Suecia, Suiza, Estados Unidos de América y Uruguay.

Fuente: http://www.ibercampus.es/45-paises-se-comprometen-a-erradicar-la-violencia-homofobica-y-transfobica-33524.htm

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=inclusi%C3%B3n&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjEvODuvr_OAhUCLSYKHQrdB4gQ_AUICCgB&biw=1024&bih=485#tbm=isch&q=+No+homofobia&imgrc=mxYW9il7nTY4rM%3A

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Poniéndome a prueba

Por: Mauro Berchi

Aclaraciones metodológicas

Mis trabajos en el área de educación de adolescentes privados de libertad fueron desarrollados con el múltiple propósito de, por un lado, intervenir en la realidad de los detenidos, es decir, grosso modo, incidir en su conducta y, de ser posible, en la construcción de su subjetividad; y, por otro, realizar un diagnóstico, para poder trazar perspectivas que pudieran ser evaluadas y corregidas regularmente, implementando técnicas propias de la investigación cualitativa, como la observación participante o herramientas de etnometodología. (Garfinkel, 1967) (Agustín Bueno Bueno, 2002).

Es decir que, al tiempo que desarrollaba mis tareas pedagógicas con los adolescentes detenidos en el CREU Ituzaingó y, posteriormente, Lomas de Zamora[1], tomaba notas y apuntes con los que elaborábamos un diagnóstico institucional y poblacional, redactaba junto con las demás áreas un Proyecto Institucional, diseñaba líneas de acción, corregía errores, deconstruía críticamente mis propias prácticas y discursos, prejuicios, etc.

 Así, pues, podría decirse que en ese tren, fui protagonizandoexperiencias en el sentido en que trabaja el concepto Jorge Larrosa (Larrosa, 2003). En este sentido, mis experiencias en el trabajo educativo con adolescentes bonaerenses detenidos conforman un conjunto de intervenciones educativas, aportes de hipótesis respecto del encierro, reflexiones en torno del trabajo interdisciplinar en las instituciones penales juveniles, etc.

Aún cuando dejo claro que este fue el modo de encarar el trabajo por falta de otro mejor, más establecido, racionalizado o diseñado como instrumento científico (falencia atribuible a la dirigencia de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires), también considero que es, casualmente, el ámbito de la educación de jóvenes en contextos de encierro, una arena propicia para hacer factibles experiencias como las que me ha tocado protagonizar. Y cuyos matices he intentado plasmar en numerosos trabajos, algunos de los cuales volcaré en este espacio virtual.

En el principio fue la tragedia

Es justo recordar que las experiencias de las que se puede dar cuenta en materia de adolescentes privados de libertad en la provincia de Buenos Aires, son fruto de la tragedia. En efecto, el ex gobernador Felipe Solá, se ocupó de implementar el Sistema de Responsabilidad penal Juvenil  luego de la “Masacre de Quilmes”:

El 20 de octubre de 2004, cerca de la medianoche, Elías Giménez (15), Diego Maldonado (16), Miguel Aranda (17) y Manuel Figueroa (17) iniciaron una quema de colchones en sus celdas de la comisaría 1ra. de Quilmes, situada en la esquina de Alem y Sarmiento, en pleno centro de esa ciudad. (…) Los detenidos protestaban por el abuso y privación de derechos que sufrían diariamente. El resultado del motín fue la muerte de los jóvenes citados, y la condena, 11 años después, de los policías que se encontraban esa noche de guardia. De acuerdo con la sentencia, ese día los jóvenes fueron torturados en la dependencia policial y luego se los dejó morir en el incendio que ellos provocaron al iniciar el  motín. (Página 12, 2015).

Más allá de su brutalidad, la “Masacre de Quilmes” desnudó un sinnúmero de anomalías en lo referente a Derechos del Niño[2] en Argentina, y especialmente en Buenos Aires, donde la vulneración de derechos de personas de entre 0 y 18 años se presenta en mayor número y gravedad.

Distintas ONGs pusieron el ojo en las condiciones de detención y juzgamiento de los jóvenes delincuentes de entonces, y saltó a la vista que, aún cuando el país había suscrito a toda la normativa supranacional garantista en la materia, nada se había hecho para adecuarse a ello.

Para pasarlo en limpio: en 2004, no debió haber habido ningún niño en ninguna comisaría, porque en 1990 Argentina había firmado y ratificado, entre otros tratados, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño  (Congreso de la Nación Agentina , 1990). Para colmo, en 1994 esa y todas las normas internacionales firmadas por la nación, habían cobrado rango constitucional desde su inclusión en el artículo 75 inciso 22, fruto de la última reforma de la Carta Magna. Por eso, vale decir que la “Masacre de Quilmes” fue, al mismo tiempo, una tragedia y una vergüenza nacional.

Así pues, en 2005, Solá dio la orden de mudar a los niños bonaerenses detenidos en comisarías por la presunta comisión de delitos graves, a un ala de la Unidad Penitenciaria de adultos N° 39, de Ituzaingó, Partido de Morón. Y allí comencé a trabajar, implementando un taller de comunicación.

A un año de implementarse los talleres, algunos resultados eran particularmente notables. Entre ellos, por ejemplo, es dable citar la edición -de forma artesanal e independiente, por cierto-  de dos números de la revista que los mismos detenidos quisieron fundar. Con el nombre “CRI” (Centro de Recepción Ituzaingó) los adolescentes que participaban del taller plasmaron, en sus páginas, relatos de primera mano: motines, peleas, sanciones, condiciones de vida en reclusión.

Como parte de los ejercicios narrativos y periodísticos, se entrevistaron entre sí y conversaron, incluso, con los adultos, ya fueran miembros del Equipo Técnico o, lo menos pensado, Asistentes de Minoridad, quienes demostraron poseer más cualidades que las estrictamente necesarias para vigilar y castigar.

Vale destacar, también, que algunos pibes supieron dibujar, con sorprendente habilidad, visiones propias del encierro: su celda, o un compañero escribiéndole una carta a su madre, o la inundación posterior a un incendio, iniciado intencionalmente, como protesta.

La implementación positiva de estos talleres, tanto como laintervención pedagógica (Berchi & Moya, 2006) en el trabajo cotidiano de todos los adultos en contacto con los adolescentes, trajeron como consecuencia que el “modelo Lomas” cobrara cierta notoriedad. En ese marco, fui invitado por el Instituto Superior De Piero[3] para dar una charla respecto de algunas de mis experiencias en el trabajo que realizaba. Extracto, seguidamente, parte de lo que expuse aquél 29 de agosto de 2007.

Poniéndome a prueba

La primera experiencia sobresaliente se dio un sábado de junio de 2005, apenas un mes y pico después de empezar a trabajar en el CREU Ituzaingó. Por lo compleja, la recuerdo vívidamente:

Llego a las 8:30. Para entrar hay que golpear un enorme portón gris y anunciarse, por la mirilla, a un efectivo del Servicio Penitenciario Bonaerense, quien me recibía armado y con ropa de fajina.

La Unidad Penitenciaria de adultos Nº 39, de la localidad citada, es un cuadrado de concreto cuyos lados miden más de 100 metros, están pintados color gris y amarillo pálido, y circundados por una villa bastante más grande que la cárcel. Desde afuera, veo que cada pared termina, en su borde superior, con un alambre de púas en tirabuzón, como en las películas viejas. 

El portón se abre y de allí sale, hacia adelante, una calle de asfalto de unos 80 metros. Alrededor, bruma y descampado. Más paredes grises y alambres de púa interrumpidos, cada tanto, por escaleras que culminan en garitas, desde las cuales, otros efectivos como el que me recibió, me vigilan y me saludan a través de la ventana, sin soltar su escopeta.

Paso un portón de rejas a la derecha, donde otro efectivo me invita a dejar mi DNI. Ahora bordeo un cuadrado igual al de afuera pero más pequeño, hasta llegar al  sector que se le ha asignado a los más de 100 adolescentes presuntos delincuentes provenientes de cualquier parte de la provincia, a quienes el ministro de seguridad, Juan Pablo Cafiero, ordenó alojar allí luego de la “Masacre de Quilmes”.

Llama mi atención que el pasto que rodea el sector cedido a la –hasta entonces- Subsecretaría de Minoridad del Ministerio de Desarrollo Humano del GPBA está inundado. Flotan bandejas de plástico con restos de comida, colillas de cigarrillo, zapatillas, maquinitas de afeitar, patas de alguna mesa de jardín, y una manguera de incendio.

Ingreso al espacio cedido para realizar el taller, que no es otro que el salón de requisa, es decir, un cubo de cemento con una sola ventana clausurada, una mesa blanca de plástico y seis sillas del mismo material. Una vez dentro del “aula” separo diarios y revistas sobre la mesa, y coloco una birome y una hoja de impresora tamaño oficio por silla.

Son las diez y media y llegan los alumnos. De los seis, sólo tres desayunaron. Cuatro vienen fumando, en ojotas, bermudas y remera. Cinco de ellos tienen alguno de sus  brazos lleno de tajos en vías de cicatrización, más o menos desde el hombro hasta el codo. Todos repasan los incidentes ocurridos durante la noche, tema que domina la primera parte del taller.

Seba es extrovertido; el chistoso del grupo. La consigna no siempre lo interesa. Habitualmente mira las fotos de las revistas, pregunta quiénes son los personajes que aparecen, pero no puede escribir una historia para ellos porque es analfabeto. Por ello, por lo general, dibuja. Pero hoy está demasiado inquieto. Fuma sin parar, va y viene, habla constantemente, y distrae al resto.

De pronto, le da una patada la puerta del aula. Ella golpea contra el marco y queda trabada sin poder ser abierta desde adentro, porque no tiene picaporte. Seba mira a sus compañeros y exclama: “Uy nos quedamos encerrados con el maestro… ¿y ahora? Mirá si lo tomamos de rehén”. Los demás se ríen cada vez más fuerte y se levantan de sus asientos. Yo también lo hago; Seba me pasa su brazo desde atrás por alrededor del cuello, y me pregunta dónde voy.

Yo me rio disimulando los nervios. Contesto como sobrando la situación, fingiendo que doy por descontado que se trata de una broma. Logro quitarme a Seba de encima, y le pido que vuelva su silla, porque así distrae a los demás. Jamás me doy por agredido ni intimidado. Ofrezco ayuda a otro alumno, me siento.

Cinco minutos más tarde,  vuelvo a pararme, golpeo la puerta y un Asistente de Minoridad acude a abrirla utilizando un picaporte que lleva en el bolsillo. La puerta debía quedar permanentemente abierta, por lo que mi compañero de trabajo me pregunta por qué está cerrada. Yo le contesto que fue el viento, y salgo junto con él. Una vez afuera, le relato lo sucedido.

Conclusiones

En ese momento, para salir del paso, resolvimos que un Asistente de Minoridad merodeara cerca del “aula” hasta terminar el taller. Todo discurrió sin sobresaltos, y los alumnos volvieron a sus celdas como siempre. Entonces, mis compañeros encargados de la seguridad me plantearon unos argumentos que veníamos debatiendo, según criterios que naturalmente se oponen: la seguridad en el encierro, por un lado; la educación, por otro. Armonizarlos, ese era el desafío.

Según los regímenes de vida de cualquier establecimiento penal juvenil de máxima seguridad bonaerense (y el del CREU Ituzaingó no era la excepción) cuando se produjo el episodio que relato, dentro del “aula” debía haber estado presente un Asistente de Minoridad cada 3 detenidos, o sea, dos adultos debieron haber estado vigilando la actividad desde adentro del recinto donde se desarrollaba.

Así, además de disuadir cualquier conducta transgresora con su sola presencia, y poder dar testimonio sobre lo ocurrido, podrían haber intervenido utilizando, de ser necesario, la fuerza mínima indispensable, para controlar la conducta de Seba, puesto que ponía en riesgo mi integridad física y amenazaba la seguridad general.

Al mismo tiempo, las biromes que en ese momento tenían los alumnos a disposición no eran las que la normativa interna de este tipo de establecimientos propone. Considerándolas elementos corto punzantes potencialmente peligrosos, la reglamentación estándar señala que, a los detenidos, se les debe proveer, para escribir, lápices o lapiceras que los Asistentes de Minoridad deben cortar a 4 centímetros contando desde la punta, para que no puedan ser empuñados.

También los picaportes se consideran elementos que los detenidos podrían utilizar para agredir o auto agredirse. Por eso, cuando mi alumno pateó la puerta, quedamos encerrados. Las puertas del encierro no poseen picaportes, sino que esos elementos son responsabilidad de los Asistentes de Minoridad, quienes los llevan encima.

Para junio de 2005, yo conocía claramente la reglamentación interna que describo, pero, luego de un mes de talleres, mis observaciones me habían llevado a las siguientes conclusiones, que expuse ante la Dirección del CREU, con resultado positivo:

Si la actividad que yo pretendía implementar, se proponía como un espacio donde los detenidos pudieran comenzar a construir una identidad fundada en la interpelación propia del vínculo pedagógico (Martorell, 2006), el espacio donde se dictaran los talleres debía des investirse de lo penal – punitivo, para poder ser registrado por parte de los adolescentes como educativo.

En este sentido, la presencia dentro del “aula” del personal encargado de la seguridad, interfería permanentemente en la construcción de ese vínculo. Los detenidos no podían reconocerse como alumnos allí donde percibían la mirada vigilante de quienes encarnaban la seguridad. Los desafiaban, dialogaban con ellos utilizando términos propios de la jerga carcelaria, referían acontecimientos que los distraían de las actividades del taller.

En consecuencia, para que se construyera una identidad pedagógica de su parte, y me reconocieran a mí como su docente, debía ser yo, allí dentro, su único Referente u Otro (Martorell, 2006). Eso me permitiría, asimismo, revisar y desandar sistemáticamente el discurso y las conductas desviadas de los alumnos, sobre la base, precisamente, de tratarlos como tales, según su rol pedagógico: en el “aula”, no eran detenidos, sino alumnos.

Por ende, todo aquello que, en su actuar y su decir, no guardara coherencia con esa identidad, (cuyas características también habríamos de construir juntos) sería puesto de relieve por mí, su docente. Sólo de esa forma podría yo interpelarlos en el cumplimiento de las normas, el respeto por los valores socialmente aceptados, etc.

Y dentro de la misma consideración ingresaban los elementos a utilizar. Si las biromes cortadas eran “tumberas”, es decir, las del ámbito de privación de libertad y encierro[4], las que los confirmaban en su calidad de detenidos, en el ámbito educativo debían utilizarse elementos propios de la educación, verbigracia, útiles escolares comunes y corrientes.

Los alumnos y yo, en forma constructiva y colaborativa, debíamos reconocer el contexto pedagógico al punto de que ello nos permitiera asignar a las cosas un significado acorde a dicho contexto.

Así, una birome en la celda es un elemento corto punzante, porque se lo interpreta en el contexto punitivo – carcelario, vinculándoselo con la violencia, y la identidad transgresora del detenido, presuntamente delincuente  (no olvidemos que los adolescentes de los CREU están procesados, no condenados).

Pero en el “aula”, una birome es una herramienta de estudio, de creación, de aprendizaje; por lo que queda afuera del marco de interpretación y de la construcción de sentido pedagógico, la posibilidad de que sea peligrosa, empuñable, utilizada para herir. Lo mismo ocurre con otros elementos que se utilizaban en el taller, como tijeras, o sacapuntas.

Y dado que también yo debía revalidar constantemente mi condición de docente, es decir, adulto en contacto con los detenidos que los interpela desde su rol de alumnos, no delincuentes, yo no poseía picaporte. Cada vez que un alumno solicitaba salir del “aula”, o ingresar a un lugar cerrado, yo llamaba a un Asistente de Minoridad para que abriera la puerta si ella estaba cerrada. De ese modo, me distinguía de quienes ejercían funciones de control y seguridad, y reafirmaba mi identidad docente.

En el trabajo de deconstruir y reconstruir permanentemente el sentido aplicado a las cosas, los espacios, y los cuerpos, para trabajar, así, sobre las identidades, elegí correr riesgos como en la experiencia que relaté más arriba.

Esto planteaba un conflicto de intereses, responsabilidades y roles hacia adentro de la institución, porque obligaba a armonizar modos de intervención que parten de valores contrapuestos: en el encierro, el criterio punitivo de vigilar y castigar (Foucault, 1970)redunda en la falta de libertad: cuerpos quietos y encerrados, es más y mejor control y seguridad. Pero en el espacio pedagógico, allí donde se busca que el alumno construya su identidad trabajando su propia subjetividad, la libertad es un valor primordial.

En la imbricación de estas dos instituciones en un mismo espacio físico, y aun habiendo obtenido respaldo por parte de los directivos del CREU, hube de defender y sostener con mi propio cuerpo los argumentos pedagógicos citados. De acuerdo con mi experiencia, todo otro intento hubiese fracasado.

Bibliografía

·         Agustín Bueno Bueno, A. R. (2002). Guía didáctica de psicología de la intervención social. Alicante: Club universitario.

·         Berchi, M. A., & Moya, O. (2006). Intervención pedagógica. Un nuevo paradigma en el acompañamiento de jóvenes en conflicto con la ley penal. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

·         Congreso de la Nación Agentina . (22 de Octubre de 1990). Infoleg. Recuperado el 24 de Noviembre de 2015, de http://www.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=249

·         Congreso de la Nación Argentina. (26 de Octubre de 2005). Infoleg. Recuperado el 25 de Noviembre de 2015, de http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=110778

·         Foucault, M. (1970). Vigilar y castigar. París: Gallimard.

·         Garfinkel, H. (1967). Studies in etnomethodology. Nueva Jersey: Prentice-Hall.

·         Larrosa, J. (2003). La experiencia y sus lenguajes. La experiencia y sus lenguajes. Algunas notas sobre la experiencia y sus lenguajes. Barcelona.

·         Martorell, E. (2006). De la violencia a la subjetividad, una interrogación en torno de refundar el territorio de escolar. Idem (pág. sin especificar). Buenos Aires: Observatorio de Violencia.

·         Página 12. (19 de octubre de Octubre de 2015). Diez policías condenados por la «Masacre de Quilmes». Quilmes, Buenos Aires, Argentina.


[1] La medida destinada a alojar a los niños detenidos en comisaría, en Centros de Recepción, Evaluación y Ubicación (CREU) de Jóvenes en conflicto con la ley penal, tal como lo define la legislación, se implementó en dos etapas: durante 2005, para resolver la urgencia, se habilitó, de forma provisoria, un ala de la Unidad N° 39 del Penal de Ituzaingó. Mientras, se construía el CREU Lomas de Zamora. Una vez terminado, nos mudamos allí, a principio de 2006.

[2] Para la legislación vigente, en Argentina se considera niño a toda persona de entre 0 y 18 años. Ver, entre otros, ley nacional 26061 (Congreso de la Nación Argentina, 2005).

[3] http://portal.depiero.edu.ar/.

[4] En la jerga carcelaria, la “tumba” es la celda, por lo que “tumbero” es un calificativo aplicable a todo aquello que es propio del ámbito carcelario.

Fuente: http://cj-worldnews.com/spain/index.php/es/criminologia-30/menores-y-violencia/item/2921-poniendome-a-prueba

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ACNUR advierte del hacinamiento y falta de fondos ante la agudización de la crisis de desplazamiento en Sudán del Sur

África/Sudan del Sur/ 13 de agosto de 2016/ Fuente: ACNUR

Con miles de refugiados huyendo de Sudán del Sur, los países vecinos están sufriendo la presión derivada del elevado número de personas desplazadas y de la grave falta de financiación necesaria para atenderlas. La región acoge ya a 930.000 refugiados y su número aumenta cada día. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está muy preocupada porque a pesar de que la población refugiada crece, los fondos para cubrir sus necesidades básicas se están agotando.

El estallido de la violencia en Yuba en julio parece haber inclinado la balanza contra una inminente solución política del conflicto en Sudán del Sur. Hay numerosos informes de enfrentamientos armados esporádicos, violaciones de derechos humanos, incluyendo violencia sexual y de género por parte de grupos armados, y sobre el empeoramiento de la inseguridad alimentaria, lo que inflige un inmenso sufrimiento. Las condiciones de seguridad son impredecibles, debido a los informes de la reanudación de los combates en los estados de Ecuatoria Central y Occidental, Bahr el Ghazal Occidental, Alto Nilo y partes de Unity.

Lo que agrava aún más la situación es el deterioro de la economía, que ha sufrido un aumento de la inflación sin precedentes, del 600 por ciento en el último año. Esta es la situación cuando se acerca el aniversario del acuerdo de paz, firmado en agosto de 2015. En áreas consideradas previamente estables, como Gran Ecuatoria y Gran Bahr-el-Ghazal, unas 200.000 personas se han visto obligadas a huir de la violencia.

Uganda y Sudán han recibido 110.000 y 100.000 recién llegados respectivamente en 2016, sumando conjuntamente más del 90 por ciento de las llegadas contabilizadas en la región durante este año. La mayoría de los que huyeron a Sudán llegaron en los primeros seis meses del año debido a los combates en áreas previamente estables en el estado de Bahr el Ghazal Occidental, así como al deterioro de la seguridad alimentaria. Además de los números de refugiados, hay 1,61 millones de personas desplazadas dentro de Sudán del Sur.

En el caso de Uganda, tres cuartas partes de los refugiados llegaron tras el estallido del conflicto en julio, alcanzando picos de más de 8.000 personas en un día. Los testimonios de los recién llegados, de los cuales el 90 por ciento corresponden a mujeres y niños sobre todo de Yuba y otras partes de Ecuatoria Central, señalan un colapso del orden público en las zonas de las que son originarios. Los refugiados describen una violencia incontrolada, que incluye asesinatos, enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y grupos armados, robos y extorsiones por parte de estos últimos, que además impiden la salida de quienes no pueden pagar, así como agresiones sexuales a las mujeres. Los refugiados también cuentan que estos grupos armados están secuestrando niños mayores de 12 años en los colegios y amenazando a la población. También se apunta a un alza de las desapariciones de personas.

El Gobierno de Uganda ha abierto un nuevo asentamiento en el noroeste del país, en Yumbe, con capacidad para más de 100.000 personas. Se necesitan fondos de manera urgente para acelerar la reubicación de más de 45.000 refugiados que están en centros de recepción y de tránsito sobrecargados y severamente congestionados. Con tanta gente viviendo en un espacio tan limitado, la posibilidad de que se produzcan brotes de enfermedades es alta. Los equipos de ACNUR están supervisando de cerca la situación, pero se necesitan más recursos para responder eficazmente. Con algunos centros de recepción a más de cinco veces su capacidad, resultan críticas las intervenciones en materia de protección, particularmente las centradas en la prevención y la respuesta a la violencia sexual y de género, incluyendo servicios psicosociales. El elevado número de refugiados está sobrecargando los servicios locales de salud y educación.

El desarrollo del asentamiento Maaji III, que se abrió a principios de año, se ha visto paralizado, dejando a las instalaciones sin infraestructuras ni servicios básicos clave: por ejemplo la atención médica se está proporcionando en tiendas de campaña. En Adjumani, a unos 20 km de la frontera con Sudán del Sur, el abastecimiento de agua potable se hace a través de camiones cisterna -lo que ya de por sí resulta caro- hasta que se disponga de los recursos necesarios para perforar más pozos y ampliar los sistemas hídricos para que lleguen a las nuevas áreas de asentamiento. Adicionalmente, se precisará una inversión adicional importante para abrir nuevos asentamientos en los distritos de Adjumani y Yumbe.

Las lluvias torrenciales obstaculizan los esfuerzos de ayuda, retrasando las labores de reubicación y provocando daños en las carreteras. Se teme que, en caso de que se produzcan brotes de enfermedades, las capacidades y recursos existentes resulten insuficientes para responder de manera eficaz.

Ante la desesperada necesidad de la población de refugiados sursudaneses, cuyo número asciende ya a 930.000, ACNUR se enfrenta a una crítica escasez de fondos. Con un 20% de los fondos necesarios recibidos -122 millones de dólares sobre 608,8 millones- que ACNUR necesita para proporcionar asistencia a los refugiados en Sudán del Sur y en los seis países de asilo, muchas actividades se han visto suspendidas para poder proporcionar apoyo esencial a los recién llegados. Las regiones remotas de Uganda, Sudán, la República Democrática del Congo y la República Centroafricana son las más afectadas por esta escasez, ya que ACNUR no contaba previamente allí con personal. Etiopía y Sudán, que han experimentado una afluencia masiva de llegadas, se han visto asimismo fuertemente afectados.

ACNUR elogia la generosidad de los países que mantienen sus fronteras abiertas a los refugiados sursudaneses y les proporcionan terrenos para establecerse. En particular, la Agencia aplaude la generosa legislación y el régimen normativo ugandés sobre refugiados, que entre otros beneficios permite a los refugiados tener libertad de circulación, derecho a buscar empleo y pone a su disposición parcelas de tierra en los que construir sus hogares y poder cultivar.

ACNUR apela a la comunidad internacional a que apoye a los países de asilo para proteger y asistir a los refugiados sursudaneses. La continuada escasez de fondos supondrá mayores desventajas para mujeres, niños y hombres que necesitan urgentemente de ayuda para superar el trauma del desplazamiento forzado y emprender la senda de la recuperación, la dignidad y la autosuficiencia. La incapacidad para proporcionar alimentos, cobijo, servicios básicos, asistencia psicosocial, educación y medios de subsistencia aumenta y prolonga la vulnerabilidad de la población refugiada.

Fuente:http://www.acnur.org/noticias/noticia/acnur-advierte-del-hacinamiento-y-falta-de-fondos-ante-la-agudizacion-de-la-crisis-de-desplazamiento-en-sudan-del-sur/

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Canadá y el asunto indígena: pasos hacia un nuevo futuro

Canadá/11 agosto 2016/Fuente: Bez

El Gobierno canadiense anuncia la puesta en marcha de una investigación federal independiente sobre la violencia y desaparición de mujeres indígenas. Esta medida pone de nuevo el foco en un conflicto social que persigue a la historia del país. Medidas como estas dan esperanzas a la población aborigen y ayudan a alcanzar la reconciliación que tanta falta hace en el país norteamericano.

En Canadá a la población indígena se la conoce como first nation (primera nación). Son los herederos de aquellas gentes que habitaron la tierra de las Rocosas, el Yukatán y cabalgaron en las llanuras de Saskatchewan.

Hace una semana, Carolyn Bennet, la ministra para Asuntos Indígenas, anunciaba que se iba a formar una comisión independiente para llevar a cabo una investigación federal en torno a las desapariciones y asesinatos de mujeres indígenas en Canadá. La violencia que han sufrido y continúan sufriendo las mujeres en las comunidades indígenas del país norteamericano ha sido descrita como una crisis de derechos humanos por distintas organizaciones.

Las tasas de violencia contra la mujer en estas comunidades son preocupantemente altas. Según los últimos informes, entre los años 1980 y 2014, 1017 mujeres indígenas han sido asesinadas en el país y cerca de 170 continúan desaparecidas.

Según informes de agencias de investigación, las mujeres indígenas de más de 15 años tienen un 3,5 más de probabilidades de sufrir violencia que sus congéneres. Del mismo modo, nacer mujer indígena en Canadá supone tener cinco veces más probabilidades de morir de forma violenta.

La situación de desprotección que vive la mujer indígena canadiense es el resultado de todo un sistema en el que la población aborigen del territorio se encuentra discriminada y perdida. La impronta que el colonialismo canadiense ha dejado en estas comunidades se puede percibir en el desarraigo y problemas socioeconómicos a los que se enfrentan. No hay más que pasearse por las calles de ciudades de la Columbia Británica para comprobar la brecha que existe entre la población blanca y los indígenas. Los problemas socioculturales a los que las comunidades de indios canadienses tienen que hacer frente en su día a día les han llevado a una situación de marginalización. Se ha extendido un desarraigo entre los individuos, creado una pérdida de identidad que daña a las distintas comunidades de Canadá.

Aculturamiento y ruptura con sus raíces

Esto tiene su origen en la etapa de los años cincuenta/sesenta, en la que se desarrollaron planes de aculturamiento de la población indígena a lo largo y ancho del territorio. Durante estos años se vivió una segregación constante de esta primera nación. Los colonos expusieron a los indios a abusos, diferenciación, y políticas muy agresivas con su cultura.

Destacan las consecuencias que tuvieron los programas educativos por los cuales los menores eran alejados de sus familias, internados en centros de educación para ser posteriormente adoptados de manera forzosa por familias blancas. Con el fin de educar a este grupo en la cultura del progreso, los colonos y sus programas de aculturamiento marcaron el futuro de muchas generaciones.

Aquellos niños, ahora adultos, sufrieron infinidad de abusos -fisicos y psiquicos- en todo este proceso. Estos traumas han pasado de padres a hijos creando un problema generalizado entre toda la población indígena. Durante todo ese proceso, los lazos con su cultura se rompieron. Los indígenas han sido asimilados por el desarrollo del país. En la actualidad un 54% de la población indígena canadiense reside en ciudades. En ellas es infinitamente más complejo para ellos encontrar lazos con el pasado de sus comunidades.

Ante ello, la mayoría de indígenas entra en una situación de pérdida completa o parcial de su identidad. Conscientes de su origen, son incapaces de hallar un vínculo con el pasado nativo del que tanto han oído hablar. Lo que se conoce como segundas generaciones son los hijos de aquellos niños traumatizados que, pese a los calvarios que vivieron, sí llegaron a conocer sus raíces. Por el contrario, esta nueva generación de jóvenes tiene que abrirse camino en un mundo que les recuerda quienes son mientras muchos de sus mayores buscan refugio en drogas y alcohol huyendo de su pasado.

Suicidios y violencia de género

La tasa de suicidio entre la población indígena es notablemente más alta que la del resto de canadienses. Actualmente el suicidio y las autolesiones son la principal causa de muerte entre la población indígena por debajo de 44 años. Entre mujeres, 35 de cada 100.000 mujeres indígenas cometerá suicidio frente a las cincono indígenas. En el lado masculino las cifras se disparan, 126 de cada 100.000 indios cometerán suicidio, y solo 24 de cada 100.000 no-indígenas lo hará.

Dentro de toda esta situación, la investigación federall en torno a las muertes de mujeres indígenas pone algo de luz sobre la situación general de toda la comunidad india de Canadá. La muerte violenta de mujeres y las desapariciones tienen una relación directa con las condiciones de vida en las que estas han crecido. Los entornos familiares y socioculturales de pérdida de identidad en los que muchas mujeres viven ponen en riesgo constante su integridad física y psicológica.

Si bien la investigación no solventará el daño causado a al menos dos generaciones de indios, sí que supone un paso más en el proceso de reconciliación que Ottawa lleva a cabo desde hace unos años. El reconocimiento del problema de la violencia que sufren las mujeres aborígenes es un modo más de reconocer el error que se ha cometido con estas gentes. Día a día, con el fomento de investigaciones gubernamentales de esta índole, las comunidades indígenas se alejan de la última posición a la que fueron relegadas para volver a ser la primera nación que un día fueron.

Fuente: http://www.bez.es/798657331/Canada-asunto-indigena-pasos-hacia-nuevo-futuro.html

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