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Colombia: Los retos de la educación superior después de la Covid-19

América del Sur/Colombia/24-05-2020/Autor(a) y Fuente: www.publimetro.co

El mundo virtual tomó importancia durante la coyuntura del coronavirus.

La Covid-19, sin duda, llegó al planeta para cambiar el mundo como lo conocíamos. Todos los sectores tuvieron que hacer un alto en el camino para encontrar nuevas opciones y la educación, por supuesto, no es la excepción.

Según un estudio realizado por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, en Colombia el acceso a Internet desde el hogar llegó al 64%, y al menos el 72% de los colombianos ya cuentan con un teléfono inteligente para utilizar herramientas digitales.

Por esta razón y entendiendo que la llegada del coronavirus cambió todo, las instituciones educativas se vieron en la necesidad de transformar sus aulas y llevar las clases al mundo virtual, esto como una medida de precaución y que por lo menos en universidades llevó a que el primer semestre de este 2020 se desarrollará en los ecosistemas digitales.

Al menos 500 instituciones educativas en el país innovaron en su sistema de enseñanza para lograr dictar clases virtuales sin alejar a los estudiantes de ese aprendizaje que necesita un acompañamiento de docentes y planeación.

El Ministerio de Educación se unió a la causa y dispuso 1.5 billones de pesos para crear una línea de crédito que permita fortalecer el sistema educativo colombiano. Otra de las medidas del Ministerio fue crear un fondo solidario con el objetivo de apoyar a los estudiantes de educación superior que pertenezcan a los estratos uno y dos.

IMPORTANCIA DEL MUNDO VIRTUAL

Por otra parte, la Comisión de Regulación de Comunicaciones reveló que en Colombia, en las últimas semanas, el tráfico de Internet en el país incrementó en más del 30 %, debido a que las personas realizan teletrabajo o desarrollan sus estudios desde casa, demostrando que sí se puede evolucionar el nivel educativo con un ecosistema digital pertinente y útil para los estudiantes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha entendido la importancia de la educación virtual, y por eso decidió recomendar a las instituciones educativas mantener un sistema de datos seguro para los estudiantes, además de planificar programas de aprendizaje online que no inviten al aislamiento sino, por el contrario, sean una posibilidad de crear vínculos sociales con el uso de herramientas digitales.

Es aquí donde el reto para las instituciones está en que enseñar a distancia se convierte en una ayuda para que los estudiantes puedan aprender desde cualquier lugar con conexión a Internet. Por otra parte, la independencia y la disciplina toman un papel importante y los buenos hábitos de estudio ayudan a las personas que no quieren dejarse vencer por las barreras, como la de la COVID-19.

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/05/22/feria-expo3du-colombia-15-al-19-junio-2020.html

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Colombia: Gobierno anunció nuevos alivios financieros para colegios, universidades y jardines

América del Sur/Colombia/17-05-2020/Autor(a) y Fuente: www.elespectador.com 

La ministra de Educación anunció este miércoles dos líneas de crédito para las instituciones educativas y los padres de familia. Dirigida a la educación superior, por otra parte, se dispuso alternativas de crédito desde Findeter y el Fondo Nacional de Garantías y un apoyo para el pago de matrículas.

La emergencia por el nuevo coronavirus ha afectado los bolsillos de los colombianos. La situación ha detonado una lluvia de peticiones, reclamos y faltas frente al tema del sostenimiento, financiación y costo de matrículas de jardínes, colegios y universidades por parte de padres de familia, instituciones y estudiantes. Es por eso que este miércoles, en medio de una transmisión presidencial, la ministra de Educación Maria Victoria Angulo ha anunciado una serie de alivios financieros amasados en compañía del Ministerio de Hacienda con el fin de apoyar la educación nacional.

Se trata de medidas para apoyar los distintos niveles de educación. Para los jardines y colegios privados, el ministerio dispuso una línea de crédito que «permitirá cubrir hasta el 90 % de la nómina, con un respaldo de la nación del 80 %, un periodo de gracia de 6 meses, y un plazo de pago entre 12 y 36 meses». Para este, la cartera destinó un billón de pesos. Asimismo, se creó un Fondo Solidario para la Educación dirigido para a los padres de familia también quienes podrán acceder a una línea de crédito para el pago de pensiones de jardines y colegios privados.

Dentro de los alivios también están incluidas las instituciones de educación superior. Para ellas, se dispone una línea de crédito por 1.5 billones con garantía del 80 % del Fondo Nacional de Garantías. También, para aquellas instituciones privadas, una nueva línea de credito de Findeter por $200.000 millones. Dirigidas a los estudiantes, por su parte, el Gobierno dispuso $97.000 millones para apoyar las matrículas de estudiantes universitarios de estratos 1 y 2 y otros $650 mil millones para aquellos beneficiarios del programa Generación E.

A través del presidente de Icetex, el Gobierno anunció una ampliación del Plan de Alivios anterior en cuanto a tiempo. Se trata de la «disminución de intereses al IPC a todos los estudiantes de estratos 1, 2 y 3, que tengan un crédito educativo vigente y estudien en el 2020-2.» y un «período de gracia hasta diciembre de 2020. Este beneficio se podrá tomar simultáneamente con el de reducción de intereses. Se pasará de 35.000 beneficiarios actuales a 66.000». Otros alivios ya previstos continúan activos, la amortización de pagos que consiste en dividir en más tiempo la deuda ha sido acogida por 24.000 estudiantes. Otra es que ya no necesita codeudor para acceder a un crédito, 16.000 cupos adicionales están disponibles.

Fuente e Imagen: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/gobierno-anuncio-nuevos-alivios-financieros-para-colegios-universidades-y-jardines-articulo-919386

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¿Cuándo y cómo reabrir el sistema educativo en Colombia?

Por: Ángel Pérez.

Una de las decisiones más difíciles que tendrá que tomar el Gobierno nacional, así como los alcaldes y gobernadores, en el proceso de desconfinamiento, será cuándo y cómo garantizar la reapertura de las instituciones escolares, para reanudar las clases.

Para entender la complejidad de la decisión, en términos de impacto poblacional, abrir el sistema de la educación básica, media y superior significa que más de 13 millones de personas saldrán de sus casas, el 26% del total de la población de Colombia; 12 millones de estudiantes y cerca de un millón de personas entre docentes, personal de apoyo a las labores educativas y administrativas, más quienes trabajan con las empresas del sector y son proveedores del transporte escolar, alimentación y otros servicios, anexos al funcionamiento de las instituciones educativas.

En Colombia tenemos la fortuna de ir un mes, o más, atrás de otros países, con respecto al proceso de encerramiento y de desconfinamiento, este tiempo nos permitirá evaluar la decisión que ya tomaron otros países de empezar la reapertura del sistema educativo. No tenemos afán, podemos seguir funcionando durante este semestre con los estudiantes en casa: en condiciones normales los estudiantes del calendario A de la educación básica y media estarán finalizando el primer semestre a la mitad del mes de junio, igual ocurre con los estudiantes del calendario B y de la educación superior, quienes terminan año escolar o semestre.

En el mundo se planteó la necesidad de abrir el sistema educativo por lo menos por tres razones: la primera por el indudable retraso que sufrirán en el proceso educativo los estudiantes más pobres, quienes viven en peores condiciones de hacinamiento, sin acceso a las TIC; segundo, la salud, el estado emocional de los estudiantes y hasta problemas nutricionales se pueden afectar por las condiciones de encierro en las que permanecen algunos niños y adolescentes y; tres, una vez se reabran otros sectores de la economía los padres deben salir a trabajar y la mayoría de niños tendrán escaso soporte, o con quien estar en casa, una parte de los padres coordina su trabajo de acuerdo con el horario escolar.

En el mundo algunos países ya reabrieron las escuelas, por etapas, y se proyecta en diferentes países continuar este proceso durante el mes de mayo. En este sentido y de acuerdo con lo que está pasando en otros países propongo los siguientes pasos para reabrir el sistema educativo de manera planeada y con gradualidad:

  1. Gobierno nacional (Ministerio de Educación Nacional, MEN) debería crear un grupo asesor donde estén expertos en salud, en manejo emocional de los niños y representantes de las entidades territoriales, así como docentes y rectores para que determinen lineamientos y acciones de corto plazo, que preparen al sistema educativo para su reapertura.
  2. De manera inmediata, el MEN, las secretarías de educación y los equipos directivos de los colegios deben preparar las sedes educativas, donde sea posible empezar clases (no en todas se podrá): arreglar baños, equiparlos con elementos de aseo, y hasta modificar aulas especiales, auditorios, bibliotecas y el mobiliario, si es necesario, para mantener el distanciamiento entre los niños y los docentes. Propongo que para los colegios públicos los recursos para estas reparaciones locativas se distribuyan de manera directa a las instituciones escolares, además se otorguen facultades especiales a los rectores para contratar los ajustes y arreglos de los baños, así como la dotación de dispensadores de jabón y otros elementos para la higiene y seguridad de la comunidad educativa. Acá se genera empleo y no se requerirá personal muy calificado
  3. La nación y las entidades territoriales deben respetar la autonomía de los colegios y confiar en sus directivos y maestros, ellos definirán los grupos, prioridades y formas de regresar a los colegios, de acuerdo con unos plazos razonables, que decidirá, según las circunstancias de la pandemia, el grupo asesor del gobierno nacional: Por ejemplo, empezar con gradualidad la primera semana de agosto.
  4. Para arrancar las clases se pueden dividir en subgrupos, como lo hizo Dinamarca, pueden ser grupos de 5 a 7 niños por día, para atender 35 niños en promedio a la semana, insisto dependerá del tipo de colegios y del número de sedes, estudiantes, maestros y cantidad de grupos; durante un tiempo el sistema funcionaría de manera presencia uno o dos días a la semana, combinando educación en casa y a distancia, con las TIC o con guías. Propongo que empiecen con los estudiantes sin acceso a las TIC.
  5. Los estudiantes deberán tener su propio escritorio o pupitre, todos ubicados a dos metros de su vecino más cercano.
  6. Los maestros trabajarán con el mismo grupo de estudiantes durante el día y no cambiarán de aula, ni de estudiantes.
  7. Los niños utilizan tapabocas y solo juegan con niños de su clase, en grupos pequeños.
  8. Hasta donde sea posible, los maestros no se reúnen en la sala de profesores;
  9. Todos (niños y profesores) deberán lavarse las manos al menos una vez por hora, durante las 5 o 6 horas de duración de la escuela.

Además, el pediatra y epidemiólogo Quique Bassat, que formó parte del grupo de expertos de la Asociación Nacional de Pediatría que asesoró al Gobierno español sobre cómo debe ser el desconfinamiento de los niños, afirmó que «los requisitos dependerán del punto en que se encuentre la pandemia, adelanta cuatro elementos: distancia social; lavado de manos con gel hidroalcohólico al entrar y salir de clase, posible uso de mascarillas, y turnos en la hora del comedor, un momento que resulta especialmente delicado, y también en la llegada y salida de los centros educativos».

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/columna-angel-perez-11-de-mayo-cuando-y-como-reabrir-el-sistema-educativo/286113

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Colombia: La lucha en Cali contra la violencia de género en medio de la pandemia

América del Sur/Colombia/10-05-2020/Autor(a):María Paula Ardila/Fuente: www.elespectador.com

Según las autoridades, en lo que va de la cuarentena se han registrado cerca de 400 llamadas por estos hechos.

Uno de los grandes problemas que se disparó a raíz de la implementación del aislamiento preventivo fue el aumento en los índices de violencia contra mujeres y niñas. En muchos casos, las tensiones económicas en medio de la crisis sanitaria se convierten en uno de los factores de riesgo que pueden potenciar la violencia en el interior de los hogares. De acuerdo con un informe de ONU Mujeres, sobre las dimensiones de género en la crisis del COVID-19 y los impactos diferenciados, la emergencia puede llevar a algunas mujeres a permanecer en relaciones de pareja violentas debido a la dependencia económica.

Se trata, eso sí, de un fenómeno que se agudiza en este tipo de situaciones, pero que viene registrando altos índices desde mucho tiempo antes de que comenzara la pandemia. Según cifras de la Policía Nacional, durante 2019 se registraron 464 casos de violencia intrafamiliar en el país e incluso solo el fin de semana del Día de la Madre fueron asesinadas siete mujeres.

En ese mismo fin de semana, según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, se presentaron 53 casos de presunto delito sexual, 44 de ellos contra la mujer. Además, las tasas de violencia intrafamiliar y los hechos de violencia en pareja fueron de 162 y 330 eventos respectivamente, en los que la mujer fue quien recibió más agresiones y la vivienda fue el lugar más recurrente. De ahí que la cuarentena facilite la configuración de escenarios de violencia, en los que el riesgo recae sobre todo en las mujeres que deben permanecer aisladas junto con sus agresores.

El fenómeno presenta cifras particularmente alarmantes en algunas ciudades como Cali, en donde solo el primer trimestre de este año la Fiscalía tipificó 11 feminicidios y en el marco de la cuarentena cerca de 400 mujeres han hecho llamadas a la Subsecretaría de Equidad de Género para solicitar ayuda por violencia durante el aislamiento. Esto sin contar los subregistros debido al miedo que sienten las mujeres de denunciar a sus agresores, incluso, por no encontrar mecanismos que faciliten las denuncias sin ponerlas en riesgo.

¿Qué hacer cuando la mujer no puede pedir ayuda porque está en cuarentena con el agresor?

Hasta el momento, en la Subsecretaría estamos elaborando un protocolo de lenguaje indicativo o en claves. Lo estamos creando a partir de esa necesidad que surge para comunicarnos con las mujeres telefónicamente. También abrimos la posibilidad de comunicación vía Whatsapp, ya que es un medio más discreto. En la campaña “Ruidazo por las mujeres” estamos buscando poner una serie de afiches con la ruta de atención en tiendas y droguerías, incluso capacitar a algunas personas que puedan ofrecerle a la mujer información.

¿Cuáles son las líneas de atención para las mujeres en Cali?

Tenemos una línea que es 24 horas: 310 516 2760. Hay otra en horario de oficina: 350 803 2031.

En caso de que deban salir de sus casas porque fueron violentadas en medio de la cuarentena, ¿hay hogares de acogida para ellas?

Luego de que una mujer llama a la Subsecretaría y expone su caso, tenemos un violentómetro para medir cuál es el nivel de riesgo en el que está la mujer y determinar si está expuesta a feminicidio. En caso de que sí, se abre el lugar de acogida y ella puede llegar con su núcleo familiar. Allá se les da alimento, hospedaje, kits de aseo y ropa. Adentro hay un equipo permanente de enfermeras, una abogada, una trabajadora social y una psicóloga. Es importante decir que la gente piensa que nosotros podemos ir y sacar a la gente de su casa, y no podemos. No somos autoridad para eso.

El mayor problema que enfrentamos es la naturalización de la violencia. No es normal que te quiten tu celular, que te griten, que te empujen, que te controlen tu tiempo. Quienes han estudiado el tema han identificado un ciclo que inicia con lenguaje verbal que descalifica a la mujer. Ese comportamiento puede volverse recurrente y mentalmente enfermar a una persona. Luego de esto pasa a empujones, muestras de poder físico y encerramiento. Lo más común es que les quiten el celular y les controlen el tiempo en la calle. Estos elementos configuran un ciclo de violencia que pueden estar acompañados de golpes y abuso sexual.

¿Cuáles han sido los tipos de violencia más comunes y los rangos de edad donde se presenta violencia?

En cuarentena el tipo de violencia más frecuente es la psicológica, seguida de la física y la patrimonial, tal vez por el nivel de dependencia. Muchas mujeres son trabajadoras informales y no pueden salir a trabajar, entonces son sometidas por sus parejas a situaciones de discriminación. Quienes más nos llaman están entre los 25 y 35 años.

¿Hay información en línea para que las mujeres puedan conocer los tipos de violencia?

Hemos hecho seis diálogos virtuales sobre violencia hacia la mujer. Hemos hablado de economía del cuidado, de masculinidades no violentas, de pautas de cuidado y autocuidado. Hemos sacado flyers con tips respecto a su autoestima. Además, estamos desarrollando un diplomado sobre participación política de las mujeres con la agencia MBI.

Fuente e Imagen: https://www.elespectador.com/noticias/nacional/la-lucha-en-cali-contra-la-violencia-de-genero-en-medio-de-la-pandemia-articulo-918599

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Entrevista a Álvaro Jiménez Millán: Colombia: despertar ciudadano y dilemas políticos después del «21-N»

Por: Marc Saint-Upéry

En noviembre pasado, Colombia vivió una ola de movilizaciones que muchos compararon con las de Chile. En un país donde la protesta siempre fue criminalizada, y asociada a la guerrilla, miles de personas, sobre todo jóvenes, salieron a las calles con nuevas y viejas demandas. En esta entrevista, Álvaro Jiménez Millán analiza las dinámicas del movimiento, sus actores y sus perspectivas, en un contexto marcado por los obstáculos al proceso de paz y los cotidianos asesinatos de líderes sociales. Al mismo tiempo, dibuja una cartografía de los liderazgos que, en el espacio de centroizquierda e izquierda, buscan desplazar al uribismo en el poder. Jiménez Millán es analista político, columnista de la revista Semana, dirige la Campaña Colombiana contra Minas Antipersonal y es cofundador de Colombia Risk Analysis, una iniciativa de estudio sobre el riesgo político en Colombia, y de Crudo Transparente, centro de pensamiento e incidencia sobre el impacto socioeconómico y político de la industria del petróleo en el mismo país.

La opinión pública latinoamericana e internacional ha quedado muy sorprendida por el carácter novedoso y por la potencia de las movilizacionede noviembre de 2019 en Colombia. Pero la continua y frenética espiral de acontecimientos mundiales ha dejado un poco en la sombra las secuelas de este movimiento. ¿Qué se puede decir al respecto?

La sorpresa fue también para Colombia. El 21 de noviembre de 2019 (conocido como el 21-n) significó un despertar colectivo, con liderazgos parciales y difusos, que puso en evidencia múltiples aspiraciones, especialmente en las ciudadanías jóvenes del país. Hubo novedad, diversidad, fuerza y mucha alegría. El 21-n fue también un Basta ya de la ciudadanía frente al hecho de que el uribismo continúe siendo el modelador de la coyuntura política y del futuro del debate nacional. Se trata también de una escenificación de rupturas y de la búsqueda de nuevos liderazgos, de nuevas formas de expresión, de desobediencia frente al establishment, pero también frente a la oposición clásica de la izquierda más «organizada». El 21-n se lo tomó la ciudadanía.

Luego hubo réplicas como aquellas que se dan luego de los terremotos, pero se fue perdiendo la fuerza y el entusiasmo inicial se redujo, con lo que no se puede negar que el proceso se debilitó. Adicionalmente, no hubo liderazgo ni capacidad orientadora del proceso. Las centrales obreras y el Comité del Paro han quedado rezagados, divididos e incluso se ven rechazados por sectores que acompañaron las marchas del 21-n en las diferentes ciudades. De allí que el fenómeno del 21-n se pueda considerar superado por la estrategia gubernamental, que logró enfriar el momento.

La estrategia del gobierno tuvo tres elementos que le permitieron ser exitosa: por un lado, la política informativa del «miedo al vandalismo» (estimulada por las informaciones sobre los acontecimientos en Chile), que permitió justificar la salida del ejército a la calle, la mano libre al Escuadrón Móvil Antidisturbios (esmad) de la Policía Nacional y la descalificación a los voceros del paro por irresponsables y peligrosos. Por otro lado, se satanizó como oportunistas a quienes desde el liderazgo político pudiesen incidir en la dirección del proceso. Finalmente, hubo lo que el gobierno llama la «Conversación Nacional», que permitió crear una interlocución paralela, con el apoyo de los medios, del sector empresarial y de la Iglesia católica, que defienden este espacio como manera de institucionalizar la protesta para que el país «no se salga de madre». El efecto real es que hasta hoy se desconoce al Comité del Paro y la negociación planteada por este.

Por último, la cercanía con las celebraciones de fin de año, que distrajeron la atención de la ciudadanía, contribuyó a apagar el entusiasmo del 21-n.

En el 21-n y las movilizaciones sucesivas se ha expresado una mezcla compleja de reivindicaciones de índole socioeconómico (pensiones, impuestos, educación, etc.), de rechazo vigoroso a la figura de Iván Duque –y, aparentemente, también al uribismo en general y a la casta política tradicional–, pero asimismo un clamor contra la violencia estatal y paramilitar. ¿Cómo se articulan estas demandas tan heterogéneas?

Creo que lo que hubo fue un grito colectivo y, si se quiere, desesperado. En la masividad de la protesta, incidió el agotamiento de la opinión ciudadana frente al descaro institucional que expresaba el gobierno a través del Ministerio de la Defensa, que minimizaba el asesinato de líderes sociales e intentó ocultar el asesinato del ex-combatiente de las farc [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], Dimar Torres, por parte de un suboficial del ejército, acompañado por acusaciones mentirosas que trajeron a la memoria la práctica de las ejecuciones extrajudiciales conocidas como «falsos positivos» en Colombia.

El desarrollo de estos episodios devino en la salida del ministro de la Defensa, Guillermo Botero, luego de un debate parlamentario en el que se comprobó además que el ministro y el propio gobierno escondieron la muerte de niños durante un bombardeo a un campamento de las disidencias de las antiguas farc en el departamento del Caquetá. Ese hecho potenció la indignación contra el gobierno, que en buena parte se refleja en la masividad del 21-n.

Las otras reivindicaciones que articuló el Comité del Paro suman 104 y son reclamos de índole económica, regulatoria, social, además del rechazo al asesinato de líderes sociales e indígenas, etc. Sin embargo, este comité que convocó el 21-n se ha quedado sin aire suficiente al desinflarse la movilización de la calle y al enfrentar la estrategia de Conversación Nacional del gobierno.

Eso dicho, en el espacio creado por el gobierno, la cantidad de peticiones es mucho mayor, son miles, en muchos casos coinciden con las de las marchas y son contrarias al interés del gobierno. Por ejemplo, se ha pedido que se instale la mesa de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (eln), que se suspenda la técnica del fracking para la explotación de petróleo o que se cambie el modelo económico basado en el uso de combustibles fósiles. No van a esa conversación solo los amigos del gobierno. Van también sectores que no tienen organización, individuos que sienten la posibilidad de decir cosas, de «quejarse» a ver si los escuchan, organizaciones que no se sienten representadas por el Comité del Paro o gente común y silvestre que va a ver si el gobierno les pone atención.

Pero la Conversación Nacional rompe el esquema de la convocatoria al 21-n, que tenía un comité responsable, unas peticiones y una exigencia de negociarlas. Ahora hay unas mesas coordinadas por personas a las que el gobierno convocó con apoyo de la Iglesia y de los empresarios para que escuchen a organizaciones e individuos en cada línea temática, sin un propósito claro, con una extensión en el tiempo indefinida, y a ver qué va pasando.

Así que no hay verdadero camino de negociación frente a las exigencias del 21-n. No hay reconocimiento real al Comité del Paro y se produce una suerte de paralelismo gubernativo frente a un movimiento social reivindicativo de múltiples orígenes. De allí la eficiencia de la estrategia del gobierno. No hay negociación, hay «conversación», y en el entretanto, los medios de comunicación con más audiencias ayudan en su mayoría al gobierno, poniendo en duda si la continuidad del paro vale o no la pena para la ciudadanía, estimulando la narrativa de que los vándalos se fortalecen, etc., etc. Y amplificando versiones de que el 21-n habría sido un plan de los «rusos», de Nicolás Maduro, de las disidencias de las farc, del eln, etc. Esto sin duda contribuyó a deslegitimar el proceso post-21-n, está cada vez más deslegitimado, por cierto no en los grupos organizados o militantes de izquierda, sino entre las clases medias de centro y de centroderecha, cuya participación fue la novedad que les dio fuerza a las protestas. Nunca antes estos sectores de la sociedad –de los que una parte se había expresado positivamente frente a la paz durante el plebiscito– habían acompañado reivindicaciones económicas o de normatividad laboral.

¿Qué se puede decir hoy del movimiento sindical colombiano? ¿Cuál es su nivel de presencia y de efectividad en la sociedad? ¿Está en una fase de redinamización, o lo del 21-n fue solo un efecto de oportunidad coyuntural?

El movimiento sindical por sí solo tiene poca convocatoria en la sociedad colombiana. En general, los sindicatos y su dirigencia no son una referencia para la mayoría de la población. Tenemos un movimiento sindical anacrónico, cuyas formas organizativas y de comunicación están ancladas en los años 60 del siglo xx. Sus liderazgos siguen excluyendo a las mujeres en los niveles de dirección fundamental y sus discursos hablan de temas que son marginales para la mayor parte de la población económicamente activa del país. No se puede hablar de redinamización en el mundo sindical. Ellos fueron parte de los convocantes a la fiesta (no fueron los únicos), y sin embargo no pusieron la música, no definieron lo que ocurrió el 21-n. Y luego del 21-n, la gente en la calle claramente no quiere que ellos sean sus voceros. Los estudiantes, las nuevas ciudadanías, los animalistas, la población lgtbi+, los artistas, entre otros que se movilizaron, tienen agendas diferentes de la de las reivindicaciones laborales, no le entregan ni le entregarán su voz a la dirigencia de la Central Unitaria de Trabajadores (cut) o del movimiento sindical en general.

Las pensiones no son la preocupación de los jóvenes, los suyos son temas como la calidad del aire, la sostenibilidad del planeta, y esos discursos no son los de los sindicatos ni los de las dirigencias sindicales. Si algo han demostrado el 21-n y sus desarrollos, es el anacronismo y la desconexión del liderazgo sindical con las ambiciones y las agendas del movimiento urbano, joven, estudiantil, desempleado, excluido, indígena, que se expresó con fuerza en esta fecha.

Parecería que, de un modo muy parecido a lo que pasó en Chile, hubo una especie de bifurcación o de paralelismo no sinérgico entre modos de protesta y de movilización muy novedosos y creativos, incluso lúdicos –y relativamente ajenos al repertorio de la izquierda tradicional–, y brotes de furia caótica y de vandalismo cuyas fuentes y modalidades no son fáciles de identificar y que, por supuesto, fueron instrumentalizados y exagerados por el poder. ¿Cómo lo ve?

La instrumentalización de la violencia real o imaginada fue exitosa para el gobierno en los días previos a la marcha del 21-n. Por eso fue fácil y conveniente para la derecha y sectores radicales de la derecha que llegáramos al toque de queda en Bogotá y Cali. Generar miedo sobre lo que ocurriría, llamar a proteger las ciudades de los vándalos, fue la estrategia semanas antes del 21-n, y al finalizar la jornada se vería la efectividad de esa estrategia. Es cierto que la ciudadanía, después del 21-n, respondió lúdicamente, como se vio por ejemplo en la jornada de cacerolazos. Pero este espíritu creativo y pacífico quedó desbordado por el miedo al «vandalismo», la imagen de los tanques en las calles de Bogotá, de las pedreas violentas, etc. La cuestión de las pedreas, que fue marginal en la realidad, a través de su manipulación mediática se ha convertido en un tema sensible. Eso no solo porque hay acusaciones de todo tipo frente a este y otros hechos posteriores, sino adicionalmente porque los sectores de centroderecha, para diferenciarse de la izquierda y fortalecer posiciones en el debate político, sostienen que las marchas no pueden afectar el diario y normal discurrir de las ciudades. Los sectores que defienden la parálisis de actividades son señalados como vándalos que perturban el orden y quieren destruir la sociedad.

Sin embargo, muchos observadores dicen que, pese a sus límites, el proceso de paz y el retorno de las farc a la vida civil han generado cierta «desestigmatización» de la protesta social, que permitió a nuevos sectores unirse a ella sin miedo y sin recelo. ¿Concuerda con esta caracterización?

Hay más deseo que realidad en esa afirmación. De hecho, los días previos al 21-n fueron de estigmatización de la protesta y promoción del miedo por parte del gobierno. «Impediremos que pase lo de Chile», «Maduro y Cuba no van a vencer en Colombia», «No van a obtener en la calle lo que perdieron en las urnas»: desde la Presidencia hasta medios importantes de radio y televisión promovieron este discurso, pasando por los voceros de las Fuerzas Armadas. Protestar en Colombia sigue siendo visto como algo negativo, sospechoso y manipulado por intereses foráneos.

Además, los liderazgos de centroderecha, alternativos a la derecha paramilitar pero cuidadosos frente a los intereses del statu quo histórico, repiten junto al gobierno de Duque que la protesta es válida «pero sin violencia», pese a que ninguno de los dirigentes del paro o del 21-n llama a la violencia (hay que insistir en esto). Esta expresión repetida refuerza la idea promovida por el gobierno de que la protesta amenaza la tranquilidad ciudadana, que no puede bloquear vías, no puede suspender servicios. Es decir que solo es aceptable la protesta «aconductada». Todo esto crea desconfianza sobre la salida a la calle, aunque hay que reconocer que los nuevos gobiernos locales, especialmente los de Bogotá, Medellín y Cali, promueven por su lado la validez de la protesta y luchan contra la estigmatización de las marchas y sus liderazgos. Pero lo hacen insistiendo en que no debe haber bloqueos y suspensiones de servicios, e incluso desarrollando iniciativas de protocolos locales para controlar la violencia en las marchas. Esto genera discrepancias en el movimiento social, porque la línea de separación entre estas iniciativas y los mensajes del gobierno nacional es muy delgada y se confunde en la opinión pública.

Si uno observa la historia de Colombia, afirmaciones de este tipo vigorizan lógicas de pensamiento vigentes durante el conflicto armado según las cuales toda protesta era infiltrada por la guerrilla y sus promotores eran señalados como «guerrilleros de civil». En la situación actual posterior al Acuerdo de Paz, el discurso y las iniciativas de los nuevos gobiernos locales aún no alcanzan para que la sociedad en su conjunto asuma o refuerce lógicas de transición que legitimen la protesta social y la comprendan como una búsqueda de escenarios de solución a diferencias subyacentes en el ámbito de la vida social y económica del país que requieren de mecanismos extraordinarios de negociación.

Además, este debate sobre estigmatización de la protesta y la violencia en ella está afectado por la disputa sobre las elecciones presidenciales en 2022 –que es un factor relevante en los desarrollos post-21-n–. Los llamados del senador y ex-candidato presidencial Gustavo Petro a que se mantenga el paro hasta que el gobierno se siente a negociar son rechazados por la mayoría de los líderes y partidos políticos que se expresan en el Congreso y que se postulan como alternativa al gobierno de Duque. Los dirigentes del Partido Verde y los del Polo Democrático Alternativo, así como los partidarios de Sergio Fajardo, señalan a Petro como incendiario e irresponsable y como promotor de la violencia.

En los últimos años, hubo varios paros universitarios nacionales, tres paros agrarios, varias «mingas» indígenas, paros cívicos en Choco y Buenaventura, movilizaciones estudiantiles gigantescas en Bogotá, Medellín, Cali, Manizales, Barranquilla y Bucaramanga y varias movilizaciones e iniciativas ciudadanas en varios lugares del país. ¿Se puede ver ahí una anticipación de lo que pasó en noviembre, o se trata de algo diferente?

No creo que se observe una lógica de crescendo continuo. Lo que hay es un gran descontento y, al mismo tiempo, una enorme dispersión del movimiento social. Parecía que el 21-n sería el factor de condensación, pero lo que vemos meses después es que la dispersión y división son mayores, lo que no significa que no vayan a darse nuevas movilizaciones. Los esfuerzos de coordinación entre las expresiones rurales y urbanas de las protestas son aún débiles e involucran fundamentalmente a los sectores organizados o militantes que, a pesar de ser los más activos, no fueron el eje del fenómeno 21-n.

¿Cuál fue el papel de las redes sociales en la movilización? ¿Prevalecieron sus funciones positivas de coordinación espontánea y descentralizada o se manifestó más bien el riesgo de olas de fake news y manipulación?

Al inicio de la jornada, el rol principal de las redes sociales fue el de transmitir información que sirvió para extender el movimiento y las marchas. Ese proceso fue cambiando con el paso de las horas y, al término del 21-n, se convirtió en un alimentador del miedo, con fake news sobre vandalismo, anuncios sobre oleadas de personas que llegaban a robar y vecinos que se armaban, con lo que la protesta fue perdiendo simpatías minuto a minuto.

Sin embargo, las redes sociales fueron y siguen siendo un poderoso instrumento de comunicación, especialmente entre los jóvenes. Son un dinamizador de emociones en favor y en contra de la protesta, instrumento de denuncia y socialización de situaciones, pero no parece que alguna estrategia particular en las redes sociales haya jugado algún rol significativo el 21-n. Fue una herramienta permanente tanto de quienes promovieron la movilización diversa como de quienes al caer la tarde de ese día impulsaron el miedo como fórmula. Los días posteriores, las redes han sido útiles para impulsar las nuevas jornadas, hacer visibles nuevas vocerías, especialmente de artistas, y tuvieron un rol muy relevante en difundir y buscar apoyo en la comunidad de colombianos en el exterior.

El «No» al proceso de paz levemente mayoritario en el plebiscito de 2016 parecía expresar, entre otras cosas, una cierta indiferencia de sectores urbanos más o menos «protegidos» frente a los sufrimientos y dilemas de territorios periféricos víctimas de los embates más crueles de la violencia política y criminal. Pero ahora se ha visto una participación importante de sectores medios urbanos en estas movilizaciones y en su reclamo de cumplimiento sincero e integral del proceso de paz. ¿Cómo lo explica? ¿De veras la mayoría de la sociedad colombiana ha decidido dejar de «mirar para el otro lado» frente a la violencia contra líderes sociales y poblaciones marginadas? ¿No hay riesgo de que, con el posible deterioro creciente de las condiciones de seguridad en varios territorios, caiga de nuevo una capa de indiferencia y de fatalismo sobre estos hechos?

Los sectores urbanos que vimos movilizados el 21-n en su mayoría fueron los mismos que marcharon por el «Sí» durante el plebiscito. Ese empate político negativo de la sociedad colombiana no se ha resuelto y el país político continúa profundamente dividido sobre el proceso de paz y sobre la coyuntura. A esa división contribuyen factores como la postura del gobierno de Duque, que buscó desde sus inicios destruir la Jurisdicción Especial para la Paz (jep) y el sistema de justicia transicional que es la almendra del acuerdo con las farc. No es poca cosa, pues expresa la voluntad del gobierno de debilitar el acuerdo. A ello deben sumarse otros elementos: el crecimiento de las disidencias de las antiguas farc y la profunda división de su liderazgo (Iván Márquez versus Timochenko), con las consecuencias que ello implica para la estabilidad de la reincorporación colectiva a la vida civil; la convocatoria a rearmarse a los antiguos combatientes; y, no menos importante, la nueva y múltiple división de la expresión partidista legal de la ex-guerrilla –que también se llama farc, pero ahora significa Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común– y sus flojísimos resultados electorales. Hay que mencionar también el crecimiento del eln y su dominancia en vastas e importantes regiones como el Chocó y el Catatumbo, la ruptura de relaciones con Venezuela, la tensión permanente derivada del apoyo del liderazgo colombiano a la estrategia de Estados Unidos contra Maduro, el apoyo a Juan Guaidó y la dinamización de los carteles locales e internacionales de la coca.

Todos estos factores, así como los caminos de solución a estos desafíos, dividen las opiniones y son temas relevantes para las regiones. Por ejemplo: uso o no de aspersión aérea o erradicación forzada de cultivos de coca en contra de decisiones constitucionales; incumplimiento de los compromisos del anterior gobierno con miles de campesinos sobre sustitución voluntaria de los cultivos; parálisis de los procesos de inversión en las áreas de presencia de las antiguas farc. Todos estos temas siguen polarizando el debate nacional y dan a muchos colombianos la idea de que el proceso de paz no avanza, idea respaldada por discursos oficiales como el de la ex-ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez, quien recientemente, antes de salir de su cargo, calificó dicho proceso como «semifallido».

Los asesinatos de líderes sociales fueron un factor que detonó la participación de muchos en el 21-n. Sin embargo, la negativa del gobierno a negociar con el Comité del Paro y la ausencia de un liderazgo más allá de ese comité que, interpretando banderas como el asesinato de líderes sociales, hubiese logrado generar una interlocución con el gobierno para tratar ese tema específico, han reducido la capacidad de asombro, y los asesinatos se han «normalizado». Eso hasta el punto de que en el mes de enero de 2020 se denunció un promedio de uno por día y el país no salió a marchar, con la excepción de unos pocos activistas, mientras solo algunos líderes políticos estuvieron haciendo la denuncia en redes sociales. El seguimiento social que hoy se hace frente al asesinato y riesgo permanente del liderazgo social, especialmente en pequeños municipios y áreas rurales del país, no es suficiente. Dados los últimos desarrollos post-21-n y la profundización de la división actual en el país, los llamados de alerta han disminuido y efectivamente el fatalismo viene tomándose buena parte de la opinión pública. Con este antecedente, es imposible afirmar hoy que la movilización social hará cambiar de rumbo al gobierno o que lo obligará a relanzar una política de construcción de paz, abocar el fin del conflicto armado por un camino diferente al de manu militari o evitar el deterioro del proceso de paz.

Cierto es que subsisten dinámicas de mejoramiento de la vida de los campesinos en materia de paz, seguridad y potencialidades de desarrollo en algunas regiones de Putumayo, Huila, Meta o Caquetá y otros territorios. Pero en las regiones de frontera con Venezuela, en el corredor del Pacífico y otras importantes áreas del país, continúa mandando el que tiene la pistola más grande. La existencia de los pobladores de esas zonas discurre en medio de desplazamientos, minas antipersonal, confinamientos y riesgos permanentes para su vida y su economía producto del control territorial transitorio o semipermanente que ejercen diversos actores armados no estatales.

Uribe fue un presidente bastante popular en su tiempo, y su política de «seguridad democrática» contó con la aprobación explícita o tácita de muchos sectores de la sociedad –y no solo de las elites ultraconservadoras–. Pese a la división en la opinión que usted menciona, ¿cómo se explica el cambio de humor relativo de la sociedad frente a los enormes «daños colaterales» de las políticas de seguridad?

Buena parte de esa explicación radica en que la seguridad dejó de ser la preocupación de los núcleos urbanos –que representan la mayoría de la población–, al contrario de lo que era en los inicios del siglo xxi. Las farc no son hoy una amenaza para los colombianos, no existen. Uribe se ha quedado en el aire con un discurso anticuado cuya obsesión presente es «evitar que nos convirtamos en Venezuela» (un tema más agitacional que real para los colombianos); eso, sin desconocer que esta afirmación le facilita reeditar su viejo discurso antiterrorista. Lo que preocupa a los jóvenes son temas como la lucha contra la corrupción, la sostenibilidad ambiental, el animalismo, la migración, la defensa del agua, la educación, la calidad del aire, el modelo económico. Uribe y su partido están fuera de sintonía con estos temas, y eso vale también de hecho para la mayoría de los liderazgos políticos nacionales. Pero más allá del cambio generacional, sí hay también una evolución de opinión en los antiguos votantes por Uribe, que no hay que confundir con el núcleo duro de los uribistas. Esos ex-electores no uribistas de Uribe de inicios del siglo xxi comprenden mejor los retos actuales, andan buscando proyectar sus negocios internacionalmente, no comparten la visión de Donald Trump para la región ni tampoco su proteccionismo a ultranza, y perciben los riesgos que se derivan de la política estadounidense actual para la modernización de la economía y la política del país.

En buena parte de los jóvenes existe la certeza de que Uribe, al igual que los partidos históricos y sus liderazgos, son el «viejo país», que identifican como criminal y asociado al paramilitarismo. No expresa ni representa sus preocupaciones, no conecta con sus sueños, sino que quiere conducirlos por el camino ya recorrido, con su perpetuación de la violencia, la inequidad y la corrupción. Dicho esto, es interesante observar que la pirámide generacional está cambiando y Colombia está envejeciendo, de allí que el país de Uribe siga teniendo fuerza. Por ello, la apuesta de poner a Duque como presidente permitió un juego de espejos en el que Uribe se ponía en sintonía con la ambición de relevo generacional y, a la vez, conservaba la política anticuada y tramposa que Duque expresa.

Al mismo tiempo que se produce esta expresión del malestar ciudadano, las fuerzas político-parlamentarias alternativas a la vieja partidocracia, y en particular las fuerzas de centro renovadoras, de centroizquierda y de izquierda –pese a sus relativamente buenos resultados electorales en los últimos escrutinios– parecen bloqueadas en conflictos personales o recelos tal vez más clánicos que ideológicos…

Las candidaturas que se presentan como alternativas son proyectos personales fuertes que obedecen exclusivamente al liderazgo de cada una de sus figuras. Los de Sergio Fajardo, Gustavo Petro, Jorge Robledo son liderazgos cuajados en el tiempo y son ellos quienes deciden sus candidaturas o no. Incluso alguien como Fajardo había dicho públicamente –luego de la elección de Duque– que nunca más sería candidato. Hoy, a dos años y meses del fin del gobierno de Duque, anda en gira presidencial. Robledo decidió también, él solito, ser candidato. No obedecen a procesos colectivos. Petro se reclamó candidato el día en que Duque ganó la elección como presidente. El Partido Verde tiene hoy su figura más reconocida en la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, que parece obedecer más a procesos de partido. Sin embargo, bajo el ala de su institucionalidad, existe una protocolización de divisiones que giran alrededor de las candidaturas mencionadas, sin lograr un equipo sólido en su pensamiento y acción.

Derivado del Acuerdo de Paz con las farc y ante los ataques del gobierno contra él, se creó el colectivo Defendamos La Paz (dlp), un grupo de opinión en el que se expresan diversas corrientes alternativas: la nueva farc; la ruptura del viejo Partido Liberal liderada por el ex-ministro Juan Fernando Cristo; sectores de centro renovador que impulsaron la candidatura de Humberto de la Calle, cabeza de la delegación de paz del gobierno de Juan Manuel Santos; y distintos sectores de izquierda. Estas fuerzas apuntan a la promoción de un frente o de un escenario de encuentro para 2022. Si bien esto aún no se define con claridad, intentan ser un jugador en la próxima coyuntura electoral.

Pero tienen también en común su rechazo a la lógica política que expresa Petro y la animadversión a incluirlo en un esfuerzo de confluencia de izquierdas, centros o cualquier nombre con el que quieran denominarse. Porque efectivamente, en Colombia, la política alternativa es principalmente clánica. Así se tengan similitudes o diferencias ideológicas, lo que predomina son las animadversiones personales de cada líder.

Resulta por tanto correcto afirmar que hoy, el consenso entre los sectores de centroderecha y centroizquierda (Fajardo, Robledo, Juan Manuel Galán, Angélica Lozano y otros senadores verdes) es no juntarse con Petro, definir su cercanía como tóxica y preservar con él o con sus seguidores enconadas peleas por redes sociales. Esas mismas disputas, en ocasiones grotescas, las reproducen los formadores de opinión de centroizquierda, izquierda, voceros de la derecha y centroderecha frente a lo que llaman el «petrismo», a menudo acusado de ser el «comodín» colombiano del «chavismo-madurismo».

En el Senado y la Cámara de Diputados, las «bancadas alternativas» han buscado ser eficientes en lo relacionado con la defensa de proyectos sobre el cumplimiento del Acuerdo de Paz. Los esfuerzos colaborativos se presentan de manera coyuntural y en temas específicos: aspersión aérea, negociaciones de paz, respeto a los protocolos firmados con los países garantes (Noruega y Cuba) para el proceso de paz con el eln, entre otros. Hay diferencias en especial sobre temas económicos y ambientales (por ejemplo, frente al tema de combustibles fósiles o del fracking) entre los congresistas del Partido Verde, los del Polo y los de la coalición Colombia Humana-Unión Patriótica, liderada por Petro. Los integrantes de las «bancadas alternativas» han hecho uso conjunto del «derecho de réplica» a las alocuciones presidenciales, pero no son una fuerza unificada. Debe anotarse que Petro y sus posiciones políticas son motivo de polémica por la representación que tienen o no frente a los demás sectores.

Dentro de estas bancadas podrían generarse más iniciativas comunes de cara a 2022. Se mueven discusiones en ese sentido y lo que se observa es que las sinergias especialmente ocurren entre el Partido Verde, sectores del Polo y algunos congresistas de los viejos partidos que se declararon en independencia o en oposición frente al gobierno. Pero esa búsqueda de sinergias y esfuerzos comunes frente a 2022 excluye a Petro.

¿Cómo se explica este rechazo a Petro?

Personalmente, pienso que Petro ha demostrado ser el candidato con mayor solidez conceptual y raigambre popular, y también con mayores agallas para llamar las cosas por su nombre. Su postura sobre temas como la agenda de las nuevas ciudadanías –desde su campaña a la Alcaldía–, el cambio climático, la defensa del agua, la calidad del aire, la educación, el reconocimiento de las drogas como un tema de salud pública, la lucha implacable contra la corrupción y el paramilitarismo, deberían ser credenciales suficientes para gozar de un amplio apoyo. Me parece el líder más moderno frente al debate global en materia de modelo de desarrollo y retos de la democracia. Sin embargo, la posibilidad de que Petro, que obtuvo la segunda votación presidencial con ocho millones de votos, tenga el respaldo de los demás sectores para encabezar una candidatura es nula. Es el líder más polémico y controversial hoy en el país, y es declarado como el enemigo del Partido Verde, del Polo, de la corriente de Fajardo, además de los partidos tradicionales y en especial del uribismo. Es el diablo temido al que no se le puede aceptar ningún tipo de desarrollo.

Por un lado, sus afirmaciones conceptuales críticas, sin concesiones al statu quo, lo distancian de los sectores de centro, que lo ven como una amenaza para la estabilidad de la economía y de la estructura institucional. Pero hubo también episodios como el video donde se lo ve recibiendo dinero en bolsas de un amigo y contratista1, y aspectos negativos como su enconada actitud en redes contra diversos actores que podrían ser potenciales aliados, su individualismo para tomar decisiones y la actitud de «endiosamiento» que generan sus seguidores más radicales. Todo esto debilita su potencial entre las capas medias.

Aunque hoy no parece que tenga posibilidades de ser un candidato de coalición, estoy convencido de que jugará un papel relevante en el debate y todavía puede ser una sorpresa si consigue nuclear a sectores importantes de la población. Por eso su estrategia es construir masa crítica para presentarse solo y obtener una votación que lo ponga en segunda vuelta.

¿Qué otros escenarios de candidaturas «alternativas» se presentan?

La otra posibilidad para superar electoralmente el uribismo y la dominancia de la vieja partidocracia expresada por Duque sería que, en 2022, sectores del establishment político y empresarial, así como muchos de los votantes que respaldaron a Duque, apoyen a Fajardo. Los factores relevantes que pueden potenciar aún más esa candidatura serían: un impacto positivo de la gestión de Claudia López –quien repetidamente ha expresado su apoyo a la candidatura de Fajardo– en Bogotá (no puede negarse el peso y significado de la capital como factor de la política de relevo al uribismo); un crecimiento nacional del liderazgo de Fajardo semejante al que logró localmente López sobre sectores medios de la población; un éxito de la estrategia de los sectores de centro y de derecha de identificar a Petro con el «chavismo-madurismo».

La próxima campaña presidencial tendrá como coordenadas esenciales el despliegue de los liderazgos unipersonales, la situación con Venezuela (migración, desarrollo de la estrategia de eeuu, con sus aspectos de guerra encubierta), las dinámicas territoriales de violencia que siguen creciendo en los bordes de la frontera agrícola del país y las zonas limítrofes con los países vecinos, la capacidad de perturbación institucional del eln y de las disidencias conducidas por antiguos líderes de las farc y las dinámicas de la economía del narcotráfico (fumigaciones, incidencia en las comunidades, etc.).

¿Qué es de Álvaro Uribe y de las derechas?

El partido de Uribe, el Centro Democrático, es el partido de gobierno, y Duque es fiel a la lógica política de su jefe. Uribe es la fuerza de Duque y el uribismo de Duque es su elemento de estabilidad. Además de un ganador, Uribe sigue siendo un factor determinante de las decisiones de Estado en el país. Si bien es cierto que el mundo empresarial, político y los medios no lo aplauden como antes, muchos siguen respaldando su gobierno, el gobierno de Duque, aun considerándolo un aprendiz de baja calificación.

Eso dicho, el silencio que mantiene Uribe estos últimos meses se debe a los desarrollos judiciales. El juicio contra Santiago Uribe, su hermano, sospechado de actividades paramilitares, está a punto de resolverse. Este hecho le toma mucho de su tiempo y, adicionalmente, lo preocupan las decisiones que pueda tomar la Corte Suprema de Justicia sobre las acusaciones graves que existen en su contra2.

En el liderazgo de los partidos y movimientos que ayudaron a elegir a Duque asumen que Uribe no podrá definir la nueva figura presidencial. Sin embargo, saben que todavía es y será un actor relevante en las elecciones de 2022. Por su parte, la derecha más dura sigue siendo uribista fiel. Sus representantes no quieren pelearse con Duque, pero a menudo expresan públicamente inconformidades que los ayudan a mostrar su vigencia e importancia dentro del Centro Democrático. Sus éxitos son evidentes: logran mantener su agenda beligerante con Venezuela, tienen los cargos más relevantes del ejecutivo (Defensa, Relaciones Exteriores), preservan el mando fundamental de las Fuerzas Armadas y sus voceros son la voz fuerte dentro de la junta directiva de la empresa colombiana de petróleos, Ecopetrol.

El interrogante es ¿cómo actuarán en 2022? ¿A quién impulsarán como candidato? Mientras llega esta definición, hacen debates e impulsan medidas de control a los ímpetus de algunos aliados moderados que quieren romper el Centro Democrático y fragilizar a Uribe de cara a 2022. Con Duque, la derecha más reaccionaria se reacomoda y tiene garantizada su supervivencia en el poder por lo que resta del gobierno. Lo que podemos afirmar es que, así como es claro que habrá alternativas al uribismo en 2022, también es cierto que ni al cajón del uribismo ni al de la vieja partidocracia colombiana se les ha puesto el último clavo.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/colombia-despertar-ciudadano-y-dilemas-politicos-despues-del-21-n/

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Colombia: Las grietas en educación que muestra la pandemia

América del Sur/ Colombia/ 05.05.2020/ Fuente: www.laopinion.com.co.

 

La profesora Alba, quien trabaja en zona rural del departamento del Cauca, da clases por teléfono en medio de la cuarentena en la que está el país desde las 11:59 de la noche del 24 de marzo pasado.

Es un reto, dice, porque no todos sus estudiantes ni los padres tienen conexión a internet ni celulares inteligentes, entonces “tengo que llamar a los papás a los celulares normalitos para poder hablar con los niños y orientarlos”, comenta Alba. Ella se ha dedicado a darles instrucción básica para no saturarlos, y los pone a dibujar o escribir mensajes “para que le muestren cómo pasan la pandemia”.

Una dura realidad

Este panorama es apenas un acercamiento a lo que se vive en la ruralidad y es uno de los retos de la nueva ministra TIC, Karen Abudinen, según Daniel Medina, exministro TIC, quien plantea que es urgente un vuelco en la política de conectividad rural del país. “Los estudiantes no están yendo al colegio, pero tampoco tienen el internet necesario. De seguir creciendo la brecha, va a ser terrible”. Es uno de los temores que plantea la profesora Alba.

Rosita Caro, directora del colegio privado Hacienda Los Alcaparros, en Bogotá, señala que, en el caso de ellos, el proceso ha sido menos complejo, aunque reconoce las debilidades que se tienen en el país en esta materia, especialmente en el área pública.

“Toda la educación, de alguna manera, estaba en procesos de integración de la tecnología con los colegios, pero algunos iban más adelantados, otros no tanto”, comenta Caro, al señalar que la pandemia dejó ver otras flaquezas, desde lo político, económico y tecnológico, por ejemplo.

“Debemos hacer énfasis en que la integración tecnológica es clave, pero fortaleciendo aspectos de la educación en casa”, en la que es clave la disponibilidad y deseo de los padres de familia y acudientes, agrega.

Otras tareas

Sobre esto, Andrea Guerrero, vocera de la iniciativa “La educación que nos une”, que agrupa a a 30 organizaciones privadas y oenegés, destaca que “no es un secreto la desigualdad en materia educativa, por lo que debemos poner sobre la meza la inequidad y pensar qué hay que hacer como país”.

Wilson Bolívar, decano de la facultad de Educación de la U. de Antioquia, agrega que se deben “promover las condiciones de acceso a internet como un derecho básico, así como las facilidades de acceso a equipos con el fin de evitar las desigualdades y disminuir la brecha social”.

Tanto Caro como Guerrero coinciden en que se debe impulsar la formación docente, para que tengan herramientas que les permitan priorizar los aprendizajes de los estudiantes , tal cual lo hace la profesora Alba, quien menciona que entre los 19 estudiantes que tiene a su cargo, entre transición y quinto de primaria, hay algunos que son de la misma familia, entonces los llama y “les pongo tareas para hacer juntos y los invito a cuidarse”.

Entretanto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en un documento publicado la semana pasada, recomendó garantizar la continuidad de la enseñanza, “en particular a los más vulnerables”, desarrollar plataformas nacionales de aprendizajes, poner a disposición recursos técnicos como “aplicaciones gratuitas multilingües en línea para ayudarles a padres, maestros y escuelas a facilitar el aprendizaje, brindar atención social e interacción” durante el tiempo en que estén cerradas las escuelas por la pandemia.

Fuente de la noticia: https://www.laopinion.com.co/colombia/las-grietas-en-educacion-que-muestra-la-pandemia-195634#OP

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Colombia: Cancelar materias, la última opción de los estudiantes de la Unipamplona

América del Sur/Colombia/03-05-2020/Autor(a) y Fuente: www.laopinion.com.co

El alumnado sigue manifestando no contar con las herramientas necesarias durante las clases virtuales.

Desde iniciada la cuarentena y tomada la modalidad virtual en centros educativos, varios representantes estudiantiles han manifestado inconformidades en el proceso pedagógico que se lleva desde lo digital.

La Universidad de Pamplona expuso las alternativas para llevar a cabo la formación académica, entre las que se señala que “la universidad gestionará estrategias de acompañamiento a docentes y estudiantes que manifiesten dificultades en el manejo de herramientas tecnológicas”, expuesto en el punto siete del comunicado 02 del Consejo Académico.

Aun así, el alumnado sigue manifestando no contar con las herramientas necesarias. Estudiantes de medicina, de las asignaturas Biología Molecular Médica y Bioquímica Médica informaron tener inconvenientes con la plataforma, así que, enviaron un reporte a la decanatura de la Facultad de Salud.

Emitida la carta con los inconvenientes y haciendo petición a nuevas alternativas, como cambio de plataforma y ampliación para presentar trabajos y previos, el decano respondió al correo electrónico donde da posibles soluciones.

La polémica se desató con el punto cinco de las recomendaciones; “Lamentamos los inconvenientes que presentan estos estudiantes, pero quienes no tengan las condiciones y herramientas tecnológicas deberán considerar cancelar voluntariamente asignaturas, el sistema estará habilitado para dicho proceso”.

El correo, que fue respuesta para los estudiantes de medicina, fue filtrado en redes sociales, donde gran parte de la comunidad universitaria se preocupó por la situación.

Heriberto Rangel, Decano de la Facultad de Salud emitió un comunicado público. En el punto cinco ofrece disculpas “por las molestias causadas en la situación, donde se tomó un fragmento de una respuesta a unos estudiantes que hicieron manifestación de sus preocupaciones”.

También resaltó, que las solicitudes de la Facultad de Salud han sido solucionadas de forma y fondo, y antes de cancelar, consideren las opciones expuestas en el acuerdo número 029 emitido por el Consejo Académico, que permite la flexibilidad curricular en el desarrollo del primer semestre académico de 2020.

“Pedimos que se generen estrategias donde la pedagogía sea de aprendizaje, no un causante de estrés con malas calificaciones, también que se haga efectiva la flexibilidad académica, ya que se presenta inconvenientes de conectividad o con el ingreso de plataformas académicas”, expresó Sebastián Serrano, representante estudiantil de la Facultad de Salud.

Los representantes del centro de liderazgo Unipamplona, piden garantías académicas, además que, “la cancelación de materias no debería considerarse una opción, y si lo es, entonces que se reembolse el valor pagado por las matrículas”.

Como dato curioso, este año la plataforma ha mantenido habilitada la opción de cancelar materias voluntariamente en todo el semestre, caso contrario en años anteriores, donde esta opción solo se habilita finalizado el segundo corte solo durante una semana.

Fuente e Imagen: https://www.laopinion.com.co/cucuta/cancelar-materias-la-ultima-opcion-de-los-estudiantes-de-la-unipamplona-195452#OP

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