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Opinión: Las Guerras De La Historia, Los Monumentos Y La Enseñanza

Por: Sofía García Bullé

 

Existe una diferencia entre la memoria cultural, el registro histórico y la necesaria discusión sobre cómo los eventos del pasado forjan una realidad social que falla en ser equitativa.

Para las personas que han estado al tanto de los sucesos durante el último mes, temas como la justicia social, la revisión de la historia, además del culto a los monumentos, son conversaciones muy presentes en los espacios virtuales hoy en día.

Bajo este contexto, el caso de George Floyd no solamente activó un repudio generalizado hacia la violencia racial, además de protestas alrededor de todo el mundo y una vez más abrió el debate sobre la conservación de monumentos que podrían estar glorificando un pasado histórico racista en Estados Unidos.

El país norteamericano no ha sido el primer participante en este conjunto de conversaciones que pretenden reevaluar cómo se lleva el registro histórico en un país, de hecho, existe un término específicamente acuñado para definir este tipo de debate, denominado Guerras de Historia.

El origen de las Guerras de Historia

El término guerras de historia fue acuñado en Australia para designar una serie de debates públicos sobre la interpretación de la historia de la colonización británica en este país, así como el desarrollo de la sociedad australiana contemporánea, concerniente al impacto sobre los aborígenes australianos y los isleños de Torres Strait.

El punto más importante sobre estos debates es cómo se retrató la historia del proceso de colonización además de una serie de preguntas fundamentales: ¿quién escribe la historia?, ¿quiénes son las figuras históricas y porqué?, ¿cuáles son los eventos que se resaltan?, ¿estos eventos ayudan a formar una identidad nacional?, ¿esa identidad nacional sienta las bases para un sistema social que discrimine o excluya a determinados grupos o etnias?

Estas preguntas son fundamentales al momento de analizar por qué la historia es contada de cierta forma y por qué determinados elementos de ese pasado histórico siguen vigentes en nuestro presente, ya sea en forma de algo intangible como alguna costumbre, ley o tradición, así como un monumento o una estatua.

Lo anterior es crítico para comprender la conversación en Estados Unidos sobre por qué se deberían (o no)  conservar monumentos que conmemoran la vida y obra de figuras históricas que se pronunciaron a favor del esclavismo o de la violencia racial.

¿Los monumentos son parte integral de la historia?

La conmemoración, referencia y culto a la historia, está profundamente engravada en la cultura global. Las calles tienen nombres de figuras o eventos históricos, también algunas escuelas y parques;  podemos encontrar estatuas en plazas, museos y espacios públicos.

Estas instancias tangibles nos ayudan a rememorar y a crear una relación personal con nuestra historia e identidad cultural, pero tener un objeto histórico tangible con el que podamos conectarnos no es lo mismo que aprender historia. La pregunta clave cuando hablamos de monumentos históricos y su diferencia con la historia real es: ¿Que importa más? ¿El culto a personas y eventos del pasado, o el estudio crítico de estos?

En el caso de los monumentos estadounidenses que están ligados a un pasado histórico racista, el punto de discusión no son los hechos históricos, ni siquiera cómo están registrados, sino cómo perciben las personas estos hechos y cómo los idealizan.

Una estatua de Cristóbal Colón por ejemplo, serviría para conmemorar y quizás iniciar conversación sobre un suceso tan importante como el descubrimiento y colonización de América, pero fallaría en abarcar el complicado legado del explorador genovés, o porqué es necesario reevaluar y reenmarcar las narrativas que circundan su vida y obra.

Imagen: Istock/mcdustelroy

Imagen: Istock/mcdustelroy

Robert E. Lee,  comandante del Ejército Confederado de Virginia del Norte durante la Guerra Civil Estadounidense puntualizó la razón exacta por la que los monumentos que conmemoran eventos históricos como guerras, conquistas o instancias de regímenes políticos pueden abrir brechas sociales atemporales, aún cuando el conflicto que rememoran ha terminado.

“Creo que es más sabio no mantener abiertas las heridas de la guerra, sino más bien seguir el ejemplo de las naciones que  hicieron campaña para erradicar toda marca de pugna civil, dejar en el olvido los sentimientos que engendró”. Comentó Lee desde el retiro ante la posibilidad de que se erigiera un memorial para recordar la batalla de Gettysburg. A través de letras del general Lee se puede apreciar una profunda máxima que traza una clara línea entre el recuerdo que evoca un monumento y el registro histórico que le da contexto.

Bajo esta línea de pensamiento, la remembranza es un acto personal ligado a la percepción y emociones de un individuo. Bien puede ser valioso para una persona, una familia o una comunidad, pero no tiene cabida en espacios públicos y no es un sustituto o equivalente para el registro histórico. Como lo explica Annette Gordon Reed, para Harvard Gazette. La historiadora de esclavitud estadounidense, académica del ámbito jurídico y miembro de la Iniciativa Presidencial en Harvard sobre el Legado de la Esclavitud, explicó por qué el retiro de monumentos no representaba un peligro para la historia.

“La historia seguirá siendo enseñada en las aulas. Sabremos quién fue Robert E. Lee, quién fue Jefferson Davis, Frederick Douglas, Abraham Lincoln. Hay peligros mucho mayores para la historia. El desfinanciamiento de las humanidades, recortar las clases y los departamentos de historia. Esas son amenazas reales para historia”.

La declaración de Gordon Reed es clara y terminante, pero también sugiere cuál es el espacio correcto para hablar de historia: el salón de clases. Es en este espacio donde puede darse una conversación abierta y crítica con fines didácticos sobre el registro histórico y cuál es su rol en la realidad que tenemos hoy en día.

Hay valor en la idea de rememorar la historia, de honrar eventos que importantes, personas cuyo trabajo ayudó a formar la realidad del presente, pero esto no nos ayuda ni a formar un entendimiento del pasado histórico ni de las lecciones que deberíamos aprender del mismo, para esto es necesario un registro histórico fidedigno y profesor que facilite su lectura crítica.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/monumentos-historia-educacion

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Libro: Semiótica y Discursos de la Descolonización (pdf)

Reseña: Rebelión

Prólogo:

Los procesos de construcción cultural en nuestras sociedades modernas se han cimentado en principios ideológicos que responden al modelo capitalista, base de una cultura del consumo. Bauman lo afirma: “Nuestra sociedad es una sociedad del consumo” (s/f, p.106). Estamos hablando de una práctica discursiva de mecanismos de construcción semiótica de la sociedad industrial que conduce al
sujeto a insertarse en prácticas culturales donde los signos están meditados en términos de control social con fines eminentemente ideológicos. Desde el ejercicio del poder hegemónico, las sociedades llamadas desarrolladas imponen valores, creencias, formas de pensar, conocer; convirtiendo a los llamados países subdesarrollados en territorio colonizado desde la dependencia cultural mediante
prácticas simbólicas que involucra sujetos, contextos y discursos en función de principios ideológicos e intereses hacia un determinado fin; obviamente centrado en la reproducción y acumulación capitalista. Por lo que estaríamos hablando de prácticas colonizadoras que se han impuesto a través de distintos mecanismos discursivos en las construcciones culturales de diversas regiones-naciones.

Luis Javier Hernández Carmona
José Javier Capera Figueroa
Arturo José Bastidas Delgado
Eduardo Andrés Sandoval Forero
Lucía Andreina Parra Mendoza
Compiladores

Descarga en: https://rebelion.org/download/semiotica-y-discursos-de-la-descolonizacion/?wpdmdl=598717&refresh=5e62aa0c484cd1583524364

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Haití y la raza: tensiones y contradicciones para el feminismo antirracista y plurinacional (I)

Por: Diana Carolina Alfonso

Tanto la historia como el presente del pueblo haitiano pueden servir de vidriera para la historia del continente. El rol de las mujeres haitianas presiente revanchismo colonial y revolución social.

En el relato oficial de los años ‘90, las aperturas neoliberales se predisponían a diseñar al brazo del capitalismo internacional un porvenir marcado por el fin de la historia. Es decir, el fin de las ideologías y procesos de masas de carácter universalista, como el comunismo, el anarquismo, e incluso el mismo liberalismo filosófico republicano. El fin de la historia, como premisa destructiva de las históricas utopías emancipadoras mundiales, condensaba además un proceso de largo aliento, cuyo quiebre estratégico tendría que ver con el desgaste de los Estados de bienestar.
A este discurso nordocéntrico (situado en las realidades del norte de poder internacional: EE.UU. y los países céntricos de Europa) debemos sumar los procesos de descolonización en África y Asia. Lo que el neoliberalismo lee como fin de la historia, las periferias mundiales lo vivimos como el deterioro de la dominación eurocéntrica, con sus formas de dominación directa colonial. Como lo atestigua Frantz Fanon en los Condenados de la tierra, los procesos de descolonización, aunque tuvieron por objetivo la destrucción del sistema colonial europeo y estadounidense, fueron fuertemente torpedeados por el colonialismo interno y la cooptación estratégica de los mandos altos y medios de poder.
Las burguesías nacionales habían sido educadas durante décadas en el corazón imperial europeo. En la actualidad, aunque formalmente las periferias del mundo gocemos de aparatos autónomos devenidos de luchas cruentas contra la dominación extranjera, como Constituciones, Sistemas Educativos e Instituciones Financieras Nacionales, en la realidad estamos lejos de gozar de autonomía política, financiera o cultural.
La colonialidad persistente es un grave lastre de las dependencias colonialistas. El resultado es el reforzamiento de discursos y prácticas basados en el odio racial, clasista y machista.  En el caso haitiano, el racismo sexo-genérico está relacionado con una impronta de clase.
Las viejas élites mulatas de Pétionville (Ciudad de Petión, en nombre del prócer revolucionario mulato, letrado y propietario) coordinaron la vida política y económica del país durante años, dejando a fuera a la totalidad de la población. En la actualidad el cuerpo jurídico está en francés y los Liceos prohíben el creol al 99% del pueblo que habla la lengua local.
En una operación historiográfica desastrosa Jean-Jacques Dessalines, referente máximo de la revolución anti esclavista, por negro e iletrado, es degradado y puesto linealmente, codo a codo con Petión. Otra de las operaciones historiográficas de la colonialidad del saber, fue borrar el papel prominente de las mujeres en la revolución. Cécile Fatiman, la responsable de convocar la rebelión dedal de la revolución en Bois Caimán, ha sido totalmente olvidada. Olvido premeditado, dicho sea de paso, por las lógicas del poder epistemológico patriarcal y colonial.
En el libro más leído sobre revoluciones al interior de nuestras academias, El Siglo de las Revoluciones de Eric Hobsbawm, la revolución haitiana -primera revolución independentista de la modernidad, primera gesta anti esclavista de la historia universal moderna- solamente aparece en dos menciones: un renglón sobre esclavitud y un pie de página.
En Haití, la colonialidad racista y misógina es un lastre del revanchismo que tuvo que pagar la Nación por atreverse a reventar las cadenas de la esclavitud y gritar, por vez primera en el continente “Libète ou lanmò”, libertad o muerte en palabras del gran Dessalines.  Tras el terremoto del 2010, Haití viene sufriendo un total desguace de sus recursos.
El negocio de la lástima campea. Según el sociólogo Lautaro Rivara, de la Brigada Dessalines, el negocio de la ayuda internacional, vehiculizado por cientos de ONGs de los centros de poder, ha provocado un desdoble total de la economía.
El capital que circula a través de la llamada ayuda internacional ronda buena parte del Producto Interno Bruto del país. Sin embargo, el injerencismo internacional no puede pensarse sin la ocupación del territorio y de la humanidad que en él habita.  Tras el terremoto, más de un millón y medio de personas fueron evacuadas a las periferias de Puerto Príncipe y otras urbes en campamentos totalmente desprovistos de acondicionamiento digno para la vida. En esos días se registraron 250 casos de violación, cifra nimia si se tiene en cuenta la globalidad del proceso destructivo que se ha perpetrado desde entonces.
En los últimos dos años el pueblo haitiano se ha rebelado contra el imperialismo que les empuja a la muerte, la explotación o la prostitución. En mayo de este año, las organizaciones de izquierda, movimientos políticos, y organizaciones juveniles, tomaron las calles para reclamar contra la violencia sexual devenida tras la ocupación del país por organismos como la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) donde la bota militar de los países participantes franquearon toda ética, violando, abusando laboralmente y explotando sexualmente a mujeres, niños y niñas.
La movilización se llevó a cabo en las inmediaciones de la Universidad de Quisqueya en la capital, Puerto Príncipe. Bajo el hashtag #PaFèSilans (“No te calles”, en creol haitiano) surgió el primer movimiento masivo de mujeres que esboza definiciones programáticas de carácter feminista, urgentes para la democratización de la vida nacional.  Uno de los requerimientos fue la creación de un cuerpo jurídico que tipifique la violencia contra las mujeres y las infancias.
Ya en el 2015 había sido llevado a cabo un proyecto que no pudo adelantarse por el cierre del Parlamento. Otra de las medidas que exigen las mujeres tiene que ver con la capacitación efectiva en problemas de violencia sexo-genéricas. Al día hay una total escasez de capacitación en el tema, como de políticas de asistencia y acompañamiento a víctimas. En síntesis, Haití expresa la inagotable fuerza del revanchismo colonial. Al agravio del hambre se suma la total desregulación del mercado de trabajo.
El peso de las maquilas textiles agudizan las pésimas condiciones de vida de las mujeres que mal viven para trabajar en los talleres. La miseria de las maquilas es la esclavitud del presente y tiene cuerpo de mujer.  Ver a Haití es ver un futuro posible. Tanto si nos movilizamos para cambiar la historia, a pesar de los límites de la imaginación, como si nos quedamos viviendo y parasitando al rededor de la lástima como cualquier ONG.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=263139
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Pensamiento latinoamericano: La descolonización como clave del pensar

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Un caudal portentoso de ideas y de acciones, emancipadoras, constituye un tesoro (no exclusivo) de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Desde la caídamisma de la “Gran Tenochtitlan” (13 de agosto de 1521) hasta las luchas más recientes contra la neo-colonización económica, cultural y comunicacional… tenemos un inventario de pensadores “nuestros” que lo son no sólo por razones geográficas sino por objetivos descolonizadores en todas sus líneas. Moctezuma, Netzahualcóyotl, Cuauhtémoc… a cual más, desde las luchas de resistencia contra la invasión española hasta el presente, somos herederos y deudores de un “tesoro de pensamiento” empeñado en recuperar la tierra, las fuerzas productivas, la libertad y la identidad. Es la “Batalla de las Ideas” entendida y extendida, también, como producción y profundización de simientes nacidas con cargas geográficas relativas. Si bien el pensamiento reclama identidades, al mismo tiempo relativiza “pasaportes”. De esa “lógica”, emana un caudal vigoroso de contribuciones teóricas y prácticas, que son irreductibles al individualismo, mientras reconocen el valor del aporte personal.

Pensamiento latinoamericano: La descolonización como clave del pensar

Parte de esa herencia es, también, el repertorio de sus debates internos y externos. Línea por línea el temario núcleo del pensamiento latinoamericano ha sido teñido por el debate Capital-Trabajo, por la contradicción entre la supremacía del Capital sobre la especie humana…y por el desarrollo de las luchas sociales. Tal repertorio del debate recorre una gama completa que va desde desacuerdos menores hasta francas guerras irreconciliables y todos han sido fuente (voluntaria e involuntaria) de enseñanzas y aprendizajes de todo tipo. Y eso que parecería “obvio” no lo es si se toman en cuenta las condiciones concretas que la lucha de clases ha impuesto en las miles de carencias educativas a que han sido sometidos nuestros pueblos, especialmente las educativas, las culturales y las comunicacionales.

Se han puesto en debate las tradiciones filosóficas y sus ejes metodológicos. Se han debatido hermenéuticas y propedéuticas, físicas y metafísicas, lógicas y estéticas, morales y éticas… debatió Sor Juana con Carlos de Sigüenza y Góngora; debatió Borges con Sábato; debatió Paz con Arreola… y casi no existe aporte al pensamiento latinoamericano que no haya saldado su -o sus- debates necesarios. Insistamos. Pero más allá de los debates inter-personales, tenemos la huella continental amplísima marcada por los debates históricos de un pensamiento que no sólo abarca un territorio sino que abarcan las claves emancipadoras para la especie humana en su totalidad, es decir, el debate Capital-Trabajo… el debate clase opresora vs clases oprimidas. Insistamos. Pensamiento con fuerzas internas que luchan, con todos los medios disponibles, por la libertad y contra la alienación neocolonial ante las condiciones históricas de opresión. Y en especial durante el siglo XX.

Lucha por la libertad está inmersa en el ser de los pueblos, rompiendo esclavitudes y creando bases para una comunidad humana finalmente organizada para su emancipación y cuyo resultado debería ser una sola y gran patria de la humanidad, donde nadie sería “débil” y nadie será el más “fuerte”. Esta línea de ideas no sólo es componente identitario sino que se desarrolla como una de las más altas realizaciones teóricas del pensamiento latinoamericano hasta nuestros días. En eso cabe Frantz Fanon como caben Ricardo Flores Magón, Juan Carlos Mariátegui, José Vasconcelos, Eli de Gortari, Leopoldo Zea, Arturo Jauretche… por sólo mencionar algunos y corriendo a sabiendas el peligro de la omisión por espacio escaso. Una multitud de problemas abordados, a veces, hacia sus soluciones que son expresión de una multitud de culturas. Culturas, que por cierto, van hacia una universalidad que es la Cultura necesaria en un comunidad organizada para sí, bajo el rigor de sus necesidades históricas y su desarrollo. Universalidad de la comunidad de hombres y pueblos unidos por metas emancipadoras semejantes.

Tal filosofía, hacia una comunidad organizada -y organizadora- para su planificación material y simbólica, ha reflejado siempre los problemas que se le han presentado a la humanidad que se organiza localmente para resolver sus problemas en las etapas más críticas de su historia, en épocas de crisis económica, moral y social. Épocas en las que es necesario alcanzar una nueva moral social, un pensamiento que ha sido alterado e hibridado por diversas circunstancias. Época, también, de crítica multiplicada. Nuestro pensamiento plantea no pocos problemas que aún no han sido resueltos. Y por eso es también un pensamiento cuyo núcleo sigue siendo el de la crisis del racionalismo, del empirismo, del criticismo, del nacionalismo… que algunos autores vieron como una reacción anticolonial. Han corrido “ríos de tinta” académica y de todo género, al respecto.

Pero nuestro Pensamiento, ha hablado de libertad y dignidad, de soberanía, de los derechos humanos y del respeto inalienable al trabajo como valores hacia la universalización de su vigencia para ampliar las posibilidades de la humanidad -y de la naturaleza- Espíritu presente en el pensar sobre las relaciones que mantienen los “pueblos originarios” y sus herederos con los pueblos que, se han transformado en naciones nuevas. Espíritu en el pensar que afirma la igualdad de las identidades descolonizadas y se suma a la universalización de la Cultura: universalización nunca vista. Pensamiento que es universalización de las rebeldías que refleja, en la filosofía… en el espíritu que recorre nuestro tiempo.

Nuestras tareas hoy deben atender la organización dialéctica en las luchas de los pueblos que han hecho vigente la lucha por la identidad emancipada en la realidad y en su desarrollo. La capacidad de la organización para convertirse en lucha y la lucha en organización para crear condiciones que permitan su ampliación. Está en juego la sobrevivencia no sólo de nuestros pueblos sino de la humanidad y para eso es necesaria la comunidad organizada para sí, en una serie de tareas -que ya son comunes- (comunitarias) a todos los seres humanos. Derrotar todo exclusivismo, haciendo a un lado la discriminatorio racial, económica, política, religiosa o social. Hacia un humanismo que ahora trasciende las fronteras en la América Latina, y sus pensadores o filósofos: El desarrollo de las capacidades críticas para la organización de la comunidad de iguales que es, hoy por hoy, una asignatura pendiente.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Pensamiento-latinoamericano-La-descolonizacion-como-clave-del-pensar-20180822-0002.html

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Libro(PDF): «Educación crítica y emancipación. Menciones honoríficas»

Reseña: CLACSO

La educación y los métodos pedagógicos que se desarrollan en Guatemala son el resultado de la actualización de un pasado colonial anudado al pensamiento patriarcal imperante. Este entramado ha posibilitado y vuelto legítimas prácticas institucionalizadas de violencia que extraen los medios de vida a quienes, por haber sido constituidos como sujetos indeseables, no son reconocidos como humanos por el actual régimen antropocéntrico. El texto que presentamos a continuación se centra en la realidad antes mencionada y, para su desarrollo, se dividió en tres partes cuyo objetivo es trasladar al lector nuestras experiencias en el ámbito educativo.

Autores (as): Marco Chivalán-Carrillo. Ángel Orellana-Pineda. Noelia Rodrigues Pereira. Ana Victoria Portocarrero Lacayo. Blas Segundo Zubiría Mutis. Leonora Reyes Jedlicki. Lucía Bonilla. [Autores de Capítulo].

Editorial/Editor: CLACSO. Octaedro.

Año de publicación: 2018

País (es): España. Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-84-17667-10-8

Descarga: Educación crítica y emancipación. Menciones honoríficas.

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Interculturalidad, descolonización y educación intercultural para la independencia, la emancipación y liberación definitiva

Por: Saúl Rivas Rivas

Papel de trabajo para la discusión. Estas reflexiones forman parte de nuestros equipos de trabajo en los conversatorios periódicos en forma conjunta con la Dirección General de Interculturalidad, el equipo pedagógico, el Instituto Nacional de Idiomas Indígenas y la Comisión Presidencial contra el racismo y otras modalidades de discriminación (°)

1.-QUÉ HA APORTADO LA INTERCULTURALIDAD Y LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL A LA REVOLUCIÓN CULTURAL, EDUCATIVA, COMUNAL, COMUNICACIONAL Y ESPIRITUAL DENTRO DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA:

2.-¿ QUÉ POTENCIALIDADES OFRECEMOS Y DENTRO DE ELLAS, QUÉ POSIBLES APORTES?

3.-¿ESTAMOS CONSCIENTES DE ESTOS APORTES, DE ESTAS POTENCIALIDADES Y DE LA NECESIDAD DE PONER EN TENSIÓN ANTE LA CRISIS TODAS ESTAS MÚLTIPLES POSIBILIDADES CREATIVAS?

Pero ante todo veamos por qué la interculturalidad es incompatible con los Estados Imperiales e Imperialistas y los Estados Nacionales colonizados y auto-colonizadores y atados al neoliberalismo y al consenso de Wáshington….

Veamos las notas más características de la interculturalidad en relación a los factores de la dominación mundial en la coyuntura política actual.

Primero: La interculturalidad es incompatible con toda conquista, sea cual sea su naturaleza. Toda conquista –del pasado y del presente- trata de inferiorizar y demonizar la cultura del conquistado.

Segundo: La interculturalidad es incompatible con el colonialismo. Al colonizado se le clausuran todas las vías del conocimiento para negar su cultura y educación propia: historia propia, ciencias y tecnologías, degradadas estas últimas como elementales, «rudimentarias» o «primitivas». Filosofías, para negar sus modos de vida, artes y espiritualidades. El conocimiento pasa así a ser patrimonio único de los padrastros conquistadores y colonizadores del territorio. Así surgieron las academias y universidades reales y pontificias para formar –en la colonia- sólo a los hijos de las castas dominantes y mantener en minoría de edad –crío o criados- no sólo a los indígenas, indodescendientes y afrodescendientes sino también a los mismos hijos de europeos nacidos en América, limitados en sus derechos políticos (situación que no se resuelve hoy con una doble nacionalidad, lo cual sigue teniendo un carácter instrumental para las grandes potencias y hacia adentro, un refuerzo del colonialismo interno mediante nacionalidades privilegiadas sobre los nativos).

Tercero: La inter-culturalidad o intercambio libre, equilibrado, respetuoso y equitativo entre pueblos y culturas diferentes, es incompatible con cualquier anexión imperial, contraria a independencia. Sin una buena cuota de autonomía cultural, educativa y espiritual, no hay espacio abonado para el cultivo fecundo de relaciones de convivencia inter-cultural y de grandes despliegues cosmo-vivientes, de consanguinidad con el universo, con los animales y las plantas, de importantes avances creativos, inter-civilizatorios en su vocación ecuménica: como indicadores de una descolonización en marcha.

Cuarto: Todo imperio y en grado más extremo, todo imperialismo proclama formas de universalidad vacías y de globalización estructural y virtual que pasan por encima de todos los pueblos, culturas y civilizaciones sometidas, desconociendo su existencia histórica, la convivencia con las macrosociedades en la contemporaneidad actual y por supuesto, sus derechos humanos (cósmico-antropológicos), culturales y educativos ( por lo cual es necesario superar antropo-centismos, cosmo-centrismos, eurocentrismos, patriarcalismos, formas de apartheid racista-clasistas. Apuntamos en que el racismo es inseparable de todas las formas de apartheid social y cultural).

a)-Destacamos que las grandes religiones monoteístas, cristianismo, islam, judaísmo y aquellas espiritualidades como el budismo, el taoísmo, cuando se casan con el Estado imperial y peor todavía con el imperialismo y el capitalismo neoliberal globalizado, niegan y desconocen el derecho a la existencia de las microsociedades en su convivencia con las macrosociedades y peor aún, en la fase del capitalismo occidental globalizado de la era digital. Lo cual significa la incompatibilidad con cualquier forma de inter-culturalidad y de ecumenismo inter-civilizatorio. En el caso del cristianismo, el prójimo, el próximo, el más cercano – vale decir el vecino en la familia grande o en la comunidad- desaparecen en concreto ante abstracciones como «la humanidad», «la universalidad», «la modernidad», «el progreso», «el desarrollo», «la globalización».

b).- En este orden de ideas, las religiones monoteístas de Occidente y otras manifestaciones espirituales, pierden autonomía de vuelo ante los grandes intereses materiales y espirituales del capitalismo financiero global. De allí la importancia de las iglesias de base, de las teologías y filosofías de la liberación en compromiso orgánico con los pueblos y comunidades.

c) También es importante, la constante actualización del bolivarianismo y del marxismo crítico entroncados en nuestras complejas realidades sociohistóricas y culturales dentro de los procesos de descolonización. Donde los procesos de construcción de la unidad continental-caribeña y la solidaridad internacional, no desconozcan las intermediaciones de lo local, regional, nacional, incluyendo las especificidades de los pueblos y culturas originarias, así como la indo-descendencia y la afrodescendencia dentro de la venezolanidad.

Pasemos a bocetear la primera pregunta generadora:

1.- Cuáles son esos aportes de la interculturalidad a una revolución cultural, educativa, comunicacional, comunal, diplomática de justicia y paz y al diálogo interreligioso y ecuménico: y por supuesto, al mundo político en tiempos de guerra no convencional.

a) Revolución cultural como complemento de la revolución política, económica y social. Sin lo cual no es posible promover la Independencia y la construcción del socialismo del siglo XXI por otros mundos posibles.

b) La interculturalidad si viene del fondo del reclamo de los pueblos indígenas frente a la negación radical del aborigen, no se queda sólo en los referentes de los pueblos originarios y de los afrodescendientes sino que transversaliza al sistema educativo bolivariano en todos sus niveles y modalidades. Resolviendo de fondo el diálogo inter-generacional y de civilizaciones, escapando a las tentaciones del modernismo unilateral y sus posmodernidades de romper el vínculo afectuoso y permanente entre jóvenes y adultos mayores y la trasmisión transgeneracional de la sabiduría de las distintas culturas, incluyendo los derechos trasnsgeneracionales al ambiente.

c) Transversaliza nuestro proceso constituyente actual, todas nuestras políticas públicas, desde nuestra política interior y nuestra política internacional, pasando por todo nuestro sistema de alianzas con el mundo emergente, el Sur Sur y los países no alineados. Tenemos la más acertada política internacional con todo el mundo emergente, pero en el orden de la descolonización cada vez sentimos más que necesitamos una política intercultural de la Cancillería y a lo interno, en nuestras políticas públicas: especialmente en cultura, educación, salud, y políticas de información y comunicación para enfrentar la violencia horizontal: el informe Bachelet –por ejemplo- es un expediente guerrerista, que oxigena en lo internacional y en lo interno al imperialismo y apuntala a la oposición terrorista al tratar de crear condiciones para la violencia horizontal. Le da continuidad a la política que venía cumpliendo desde la Fiscalía la prófuga de la justicia Luisa Ortega Díaz, pero ahora la impunidad se alienta desde el máximo foro internacional como paso necesario que antecede en la memoria de la humanidad todas las invasiones imperialistas ( Afganistán, Irak, Libia, Siria: la humanidad tiene memoria Señora Bachelet, hija de Pinochet por afinidad, quien gobernó Chile aplicando a los mapuche la Constitución y la ley antiterrorista de la sangrienta dictadura pinochetista).

d) Genera toda una metodología abierta en la inclusión y participación popular que puede permitir visualizar a tiempo para enfrentar las múltiples modalidades de violencia horizontal que frecuentemente está utilizando la derecha y el imperialismo al manipular desde los problemas interreligiosos hasta la problemática étnico-nacional, pasando por todo el desmontaje de las comunidades y los sutiles intersticios de la dominación sociocultural y el desclasamiento de los sectores populares.

c) Establece claramente que la familia grande y la comunidad son las micro- bases fundamentales para organizar la adaptación milenaria a los distintos ecosistemas, producir cultura, organización social y política. Y por supuesto, cambios y transformaciones históricas desde el mundo del trabajo en las distintas etapas de la humanidad hasta hoy, reconociendo al mismo tiempo el papel de los trabajadores y trabajadoras: las mujeres indígenas inventaron la agricultura, nos recuerda la investigadora Iraida Vargas.

d) La educación intercultural sirve y ha servido para cuestionar la actual lógica de la cientificidad del sistema global dominante y poner en claro las múltiples intermediaciones de la organización social y política de los pueblos y culturas, que hoy pretende desconocer de un plumazo la etnogenocida y ecocida planificación del capitalismo neoliberal. Las guerras no convencionales y asimétricas nos está obligando a reivindicar y revitalizar los idiomas indígenas y las ciencias y tecnologías de los pueblos, culturas y clases dominadas, descubriendo importantes potencialidades ocultas en la resistencia indígena. En este orden de ideas estamos llamados de urgencia a desarrollas aquellas áreas estratégicas prioritarias de la ciencia occidental dominante para no dejarnos acorralar y desarmar; pero al mismo tiempo –como le ocurrió en su tiempo a los vietnamitas- estamos obligados a continuar redescubriendo los múltiples modelos científicos y tecnológicos de nuestros pueblos, que nos permita combinar la resistencia indígena con la emancipación y liberación, lo cual pasa necesariamente por consolidar nuestra Independencia, como lo vieron en tiempos distintos Bolívar y Chávez y desde otros paradigmas pero en la causa común del socialismo, el mismo Fidel.

e) En relación a las revoluciones comunicacionales de las últimas dos o tres décadas, las relaciones de interculturalidad a pesar de sus asimetrías en una sociedad de clases, castas y estamentos (revalorización de sus patrimonios ancestrales, innovaciones y creatividades). Desde los años 80 en que se desarrollan algunos intentos de «autocrítica de la ciencia»(occidental), varios gobiernos y los mismos imperios comienzan a investigar sobre los sistemas de información y comunicación de los pueblos indígenas y particularmente, el papel que han cumplido en los procesos de liberación, pero también en el mismo desarrollo interno de las actuales revoluciones comunicacionales de la era digital, pasando por el estudio de los idiomas maternos, sus metalenguajes y la descomunal sabiduría chamánica de todos los tiempos. Todo ello a pesar del constante epistemicidio – o destrucción del conocimiento milenario- por parte del colonialismo occidental. En este sentido, la revolución bolivariana al desafiar la apestante «ideología del fin de la historia», ha abierto una serie de compuertas de entrada para refundar –por la vía de la descolonización progresiva- la interculturalidad del conocimiento y el restablecimiento de los derechos de la Madre Naturaleza, en una relación distinta del quehacer cultural, educativo y espiritual.

f) Frente al atrevimiento hiper-alienante de la dictadura mediática mundial de sustituir, hasta en la casa las relaciones familiares, comunales, solidarias y amorosas de la comunicación humana y las relaciones concretas con la gente y con el cosmos, los animales, las plantas, el paisaje, la educación intercultural viene ofreciendo una serie de alternativas, restableciendo la voz directa de los múltiples sujetos inmersos en los complejos procesos inter-societarios.

g) En el orden religioso, inter-religioso y espiritual, los pueblos indígenas, como lo ha reconocido el Papa Francisco y algunas Teologías de la Liberación, católicas, protestantes, islámicas, judaicas-no sionistas, algunas filosofías orientales como el budismo, el taoísmo, entre otros, vienen cuestionando las distintas manifestaciones de fundamentalismos e intolerancias, las agresivas cruzadas religiosas proselitistas de «la única verdadera» y los mitos de «pueblo escogido», «destino manifiesto», los cuales se asumen como los mitos-motores del colonialismo de los imperios y del imperialismo. En este sentido las espiritualidades de los pueblos, de naturaleza no-proselitistas y asumidos a lo interno más como con-vivenciales, cosmo-vivenciales, antes que expansivos-dominantes, pueden por tanto ser tomados como referencias para el diálogo inter-religioso, el diálogo inter-cultural fortaleciendo la diplomacia de los pueblos y la diplomacia de paz de los países emergentes frente al imperialismo norteamericano y los imperios occidentales.

En la revalorización de las microsociedades indígenas, caribes, arawacas y de lenguas independientes es necesario romper con esa visión eurocentrista de altas, medias y bajas culturas americanas. Lo cual favorece la perspectiva expansiva de Occidente, sin ningún respeto tampoco por las llamadas altas y medianas culturas mesoamericanas y andinas.

h) Los pueblos indígenas hemos aportado la mayor diversidad agroalimentaria del planeta. El reservorio de plantas alimenticias y medicinales se hace cada vez más penoso, cuando el niño y niña y la misma juventud indígena, desconocen todavía las potencialidades que ofrece su entorno para enfrentar la actual guerra asimétrica. Sin la papa no hay revolución industrial. Sin el maíz, el heroico Ejército Rojo no hubiese podido derrotar el nazi-fascismo de Hítler.

2 y 3. Las preguntas generadoras 2 y 3 las dejamos para la investigación y donde los proyectos educativos por pueblos indígenas y la educación intercultural bilingüe, la educación intercultural afro venezolana, la educación intercultural de nuestros campesinos, la agricultura urbana, como brazos de la descolonización de la revolución bolivariana –pero no los únicos- pueden arrojar sorprendentes resultados.

Fuente: https://www.aporrea.org/cultura/a280510.html

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Hacia un nuevo orden mundial de la cultura y la comunicación

Por: Fernando Buen Abad

Toda organización política (y, por lo tanto, toda organización) debe tener en su “agenda” la problemática histórica actual en materia de Cultura y Comunicación. No es mucho pedir y no hay escapatorias. Ya tuvimos tiempo de sobra para aprender que, entre todas las batallas que la humanidad libra hacia su emancipación, los “territorios” de la Cultura y la Comunicación han sido especialmente colonizados y mayormente plagados con derrotas muy severas.

Pero no se trata de priorizar a la Cultura y a la Comunicación en una “agenda” donde se las entienda exclusivamente como “espectáculo”, “entretenimiento” o “curiosidad”… como suele hacer cierto sector de las oligarquías y sus burocracias. No se trata de fingir, con discursos, que nos ocupa o preocupa la “diversidad” expresiva de los pueblos. No se trata de repetir la mueca clientelista que reparte becas, o subsidios, a los amigos y a los amigos de los amigos. No se trata de convencernos con sesudas disquisiciones academicistas ni convenciones internacionales plagadas con naderías en la práctica. De lo que sí se trata es de habilitar, profundizar y ensanchar el ejercicio de derechos humanos inalienables como son el Derecho a la Cultura y el Derecho a la Comunicación, no sólo en igualdad de “oportunidades” sino, principalmente, en igualdad de condiciones.

Una “agenda” de Cultura y Comunicación para nuestro tiempo, debe interesarse por la democratización de las herramientas de producción, distribución e interlocución del “sentido”. Debe interesarse por el ascenso de una corriente semántica renovada por el fragor de las luchas sociales que en todos los ámbitos (ciencias, artes, filosofías, tecnologías…) viene librando la especie humana para garantizarse un lugar digno en su propio desarrollo y no un lugar de “espectador” sometido por un sector social acaparador e históricamente opresor de las mayorías. Tal “agenda” debe interesarse, (inter, multi y transdisciplinariamente) por erradicar los medios y los modos con que los pueblos han sido infiltrados con “valores” o “antivalores” que sólo convienen el statu quo y que han inoculado núcleos de “falsa conciencia” redituables a la ignorancia funcional, al mundo de la mentira como verdad, al sometimiento de consciencias y al mercantilismo desaforado infectado de individualismo y consumismo.

De las fuerzas políticas actuales (que dicen ser emanación de la voluntad popular o de las clases trabajadoras) no podemos espera menos que un modelo comprensivo y dinámico que, en materia de Cultura y Comunicación, se disponga a corregir las asimetrías en el campo de la disputa por el sentido. Que sepa desarrollar un arsenal de herramientas para la crítica (en todos los “sentidos”) ante la hegemonía de la “Iniciativa Privada”; contra el burocratismo clientelista y contra el silenciamiento de las comunidades semánticas más variadas que, además de diversas, son mayoría abrumadora. Que, además de las herramientas para la crítica ponga al alcance de todos los cuerpos legales, las fuentes metodológicas, los espacios de formación, las herramientas de producción, las infraestructuras de transmisión, los modelos de evaluación y la dinámica de la retroalimentación. Abiertas, participativas, auto gestionadas, autónomas y de revocabilidad consensuada desde las bases. Para empezar.

No es posible aceptar políticas de Cultura y Comunicación sin consultas desde las bases y desde la historia. No es aceptable abandonarse a los caprichos del mecenazgo, no es recomendable aspirar al mundo feliz de las “industrias culturales” reproductoras de la lógica de la mercancía en el campo de las ideas y las emociones sociales. Cultura y Comunicación no son mercancías, son Derechos Humanos Fundamentales y al Estado compete su desarrollo, ensanchamiento y profundización. O será nada.

Una organización política que en su “agenda” no contenga, como prioridad de corto plazo, el desarrollo de una Política de Cultura y Comunicación, descolonizadora y transformadora, debe revisarse a fondo contrastándose con los hechos duros y crudos que han venido amenazando a las democracias en las décadas recientes, tal como lo advirtió el Informe MacBride de 1980. No es que falten casos ejemplo, autores denunciantes ni amarguras realmente existentes en el escenario actual donde la Cultura y la Comunicación han sido secuestradas por los poderes monopólicos trasnacionales. Lo que sí está faltando es la decisión política de fuerzas organizadas, con mandato de la clase trabajadora, para desplegar una experiencia nueva y renovadora atenta a las exigencias de los tiempos actuales y del futro inmediato.

“Se requieren nuevos discursos y enfoques que sirvan de referencia a las políticas culturales” ya reclamaba Irina Bokova de la UNESCO. En su reclamo, desde luego están las exigencias cualitativas y cuantitativas, están las consideraciones administrativas y de gestión gubernamental, además de estar a expectativa geopolítica acentuada en una visión Sur-Sur. Y lo que está faltando es la ordenación de las acciones que garanticen un cambio de paradigmas, a fondo, por cuanto compete a la comprensión teórica y práctica de la Cultura y la Comunicación no sólo como expresiones “reflejo”, “espejo” del pensar y el “sentir” social sino como instrumentos para la acción transformadora directa. Hay que romper con resabios y taras de las “culturas” desarrolladas por los colonialismos para contar con pueblos mansos y tributarios de la riqueza para los “amos”.

Hace falta sepultar a la andanada mercantilistas creadora de las “culturas” de la adicción (como el alcoholismo, la farmacodependencia y todas las adicciones autodestructivas). Hay que romper con todo lo que oprime y deprime a los pueblos, obligándolos a resignarse a una cultura de esclavo, a una moral de súbditos y a una estética colonizada que derivan siempre en beneficios comerciales para las clases opresoras. Eso le falta a las Políticas de Cultura y Comunicación que han de nacer en esta etapa y en el seno de las organizaciones políticas que quieran ser respetadas por su respeto histórico a las luchas de sus pueblos. Cultura y Comunicación para la emancipación. Nuevo orden.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=258022

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