Saltar al contenido principal

Uruguay: Investigación explora distancias entre la práctica de magisterio y las materias teóricas

America del Sur/Uruguay/ladiaria.uy

Según los académicos, la falta de conexión se debe, en parte, a “las débiles articulaciones institucionales”

“En síntesis, las maestras noveles, al igual que las estudiantes de último año de la carrera, encuentran distancias entre la formación del instituto (que denominan “teoría”) y las prácticas que desarrollan en las escuelas. Sin embargo, y debido al paso del tiempo en el ejercicio del rol, reconocen aportes de dichos espacios más teóricos”. Eso establece una de las últimas investigaciones financiadas por el Consejo de Formación en Educación (CFE) y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación en el marco del programa CFE Investiga. El proyecto, coordinado por el sociólogo especializado en educación y docente de magisterio Guillermo Pérez Gomar, se propuso analizar cómo se forma la identidad profesional de las maestras; para eso trabajó con estudiantes avanzadas y maestras con menos de cinco años de recibidas con una estrategia de investigación biográfico-narrativa. El resultado fue la investigación: “La construcción de la identidad profesional del docente de educación primaria en la formación inicial y los primeros años de trabajo”.

“La identidad profesional del docente es un campo amplio y hay consenso sobre cuatro momentos que son claves en esa construcción”, afirmó Pérez Gomar. Estos son: el momento previo al ingreso a la formación, los estudios formativos, las prácticas de enseñanza y los primeros años de docencia; la investigación se centra en los últimos dos. “Lo que nosotros encontramos en la práctica preprofesional termina reforzando algo que a nivel de la experiencia se conoce: existe una distancia entre lo que las estudiantes llaman teórico y lo práctico, entre esos dos espacios de formación. El punto es lo difícil que resulta llevar las cuestiones que aprenden de lo teórico al trabajo en el aula”, resaltó el docente.

En las conclusiones los investigadores marcaron ciertos factores del contexto institucional que inciden en la construcción de la identidad profesional. En primer lugar destacan el rol central que tienen las prácticas preprofesionales; “así lo indican la carga horaria, casi en el límite de las posibilidades de cursado, y la centralidad que se le otorga tanto en el orden prescriptivo como en la valoración de las estudiantes”, señalan en el informe final. Sobre este punto Pérez Gomar comentó: “Es muy difícil transitar el plan de estudio por la enorme carga horaria, y las estudiantes, si tienen que priorizar, lo hacen con la práctica, porque es donde ellas sienten si sirven para eso que están estudiando o no. Les puede ir mal en las materias teóricas que cursan en el instituto pero no les puede ir mal en la práctica, porque si no parecería que no son buenas para esto de ser maestra; así de central es la práctica para su formación”.

Relacionado con el rol esencial que se le da a la práctica, los investigadores señalan que “la vinculación entre la práctica y la formación del instituto se aprecia débil y se valora de forma negativa”. Para las docentes su identidad profesional se sostiene en el saber práctico, y el resto de los saberes o procesos que incorporan en su formación están en función de la práctica. “La desconexión y asistematicidad de actividades, y su apreciación tan diferenciada, tienen relación con esta característica”, subrayan los académicos. Pérez Gomar comentó que, entre otros factores, esto se puede deber a que “hay un tema de articulación entre los espacios prácticos y teóricos, que parece que las autoridades no lo ven porque siempre fue así: la formación teórica depende de una institución, que es el CFE, y las escuelas de práctica dependen de otra, que es el CEIP [Consejo de Educación Inicial y Primaria]”.

Asimismo, la experiencia de la práctica depende mucho de la escuela y del equipo docente. “La elección de los lugares de práctica está desregulado, no hay normativas demasiado claras. Cada escuela de práctica termina siendo un mundo en sí mismo, por eso hay experiencias de prácticas que son muy positivas y otras que son desastrosas. Las prácticas de cuarto año, que son en las escuelas Aprender, por ejemplo, responden a la inspección de Aprender, no a la de prácticas; nadie acompaña lo que sucede en esas escuelas en términos de la práctica, sólo la dirección”, comentó Pérez Gomar, que adelantó algunas de las conclusiones de una próxima investigación.

Roles modelos

Existen dos referentes claros para las estudiantes en la práctica: la maestra adscriptora y la dirección. La maestra está relacionada con aspectos más ligados al hacer profesional; para Pérez Gomar, el rol de la maestra adscriptora “es central, porque es con la que aprenden qué hacer y qué no hacer; eso es clarísimo en los resultados. Las estudiantes aprenden porque se identifican con el trabajo y la forma de hacer o porque lo rechaza”. Por otra parte, en la directora ven una figura de autoridad que enseña aspectos más relacionados a lo administrativo y al rol normativo.

Este posicionamiento tan central de las figuras de la maestra y la directora genera que haya “tensión entre la reproducción y el cambio”, aseguró Pérez Gomar. “Esta formación tiene mucho de reproducción, se aprende mirando lo que otros hacen; entonces, lo primero que hacen las estudiantes cuando se forman es reproducir lo que hace su maestra adscriptora, y saben qué está bien y qué está mal”. Esta reproducción, según el investigador, provoca que la profesión “sea muy conservadora”, porque “los márgenes para ensayar caminos diferentes son muy estrechos o casi inexistentes, porque las maestras adscriptoras no sólo son modelos, sino que además son las que las evalúan”.

Tener figuras tan fuertes durante la práctica probablemente sea uno de los factores que hagan que las recién egresadas tengan “sensaciones de soledad y falta de herramientas” cuando se enfrentan a un grupo por primera vez. “Cuando egresás de cualquier carrera seguís aprendiendo en los primeros años de ejercer y nadie te guía, pero lo que sucede en magisterio es que tenés la responsabilidad de 25 niños a tu cargo durante cuatro horas, y eso es muy agobiante; es lógico que la sensación de soledad y agobio sea muy fuerte”.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/12/investigacion-explora-distancias-entre-la-practica-de-magisterio-y-las-materias-teoricas/

Comparte este contenido:

Libro: Rasgos de la espiritualidad de Fe y Alegría

La identidad en Fe y Alegría está estrechamente unida a una espiritualidad encarnada que refleja en su hacer los valores que proclama. Por ello, formar a los educadores nuevos en identidad implica hacerlo también en espiritualidad pues ambas contribuyen a lograr una mejor comprensión de la historia y a soñar el futuro del Movimiento. La identidad y la espiritualidad se exigen mutuamente, de allí que podemos afirmar que desde la perspectiva de la Educación Popular todos somos educadores: el personal administrativo, personal docente, personal obrero, las y los educomunicadores, las y los acompañantes, las y los voluntarios, etc.
Fe y Alegría es una identidad espiritual, o que la espiritualidad es la raíz de nuestra identidad”
Autor:
Elvis Rodríguez
Nro de Paginas:
90
Año de Publicación:
2015
Español
Fuente:
Comparte este contenido:

Pensar trayectorias educativas integrales

Por: Antonio Romano

Este artículo se propone discutir sobre tres preguntas. Estas son: a) ¿la educación está en crisis?, b) ¿qué políticas educativas están actualmente en confrontación o en debate? y c) ¿hay algo que podemos llamar política educativa de izquierda?

Parece haberse instalado una suerte de acuerdo en que todos compartimos las mismas respuestas a estas preguntas. Si se hiciera una encuesta, podríamos anticipar cierto estado de la opinión pública, que contestaría: a) la educación está en un estado calamitoso, b) la confrontación no es entre políticas educativas, sino entre técnicos y sindicatos, y los sindicatos tomaron por asalto la educación, y c) una política educativa de izquierda es la que asume que los técnicos son quienes deben gobernar la educación.

Quizá lo mejor sería demostrar los supuestos falsos que están detrás de la mayoría de estas afirmaciones para que, una vez despejado el asunto, pudiéramos responder de una manera que lograra superar este sentido común, que resulta, por cierto, bastante conservador.

En primer lugar, me gustaría decir que el discurso sobre la crisis de la educación pretende decir mucho, pero finalmente termina por hacer caer en saco roto cualquier posible respuesta racional al estado de la educación en nuestro país.

Hacia la mitad del siglo XX, Hannah Arendt, en un texto no muy extenso, analizó las causas de la crisis en la educación en Estados Unidos. Repárese en la preposición utilizada por la autora para comprender el fenómeno de la crisis: en, que no es la misma que solemos utilizar para referimos a dicha crisis: de, la crisis de la educación en Uruguay. En el primer caso, se trata de un fenómeno más amplio que irrumpe en la educación y que la excede ampliamente; en el segundo, se trataría de dar cuenta de un estado de la educación. Cuando en la década del 50 analizó el estado de la educación estadounidense, Arendt descubrió que ese fenómeno que estaba manifestándose en el sistema educativo tenía que ver con transformaciones que se estaban produciendo en las sociedades occidentales, que estaban teniendo dificultades para seleccionar y transmitir un contenido cultural valioso a las nuevas generaciones. Para la autora, el problema en la educación es la forma en que nos estamos relacionando con el pasado, porque los adultos nos estamos desligando de la responsabilidad de incorporar a los más jóvenes en una cultura común, lo que tiene como consecuencia que la educación se transforme en una cosa diferente a un espacio para construir una filiación con una herencia cultural compartida.

Frente a esta situación, la docencia no tiene que ver con poner en contacto a las nuevas generaciones con la cultura común, sino con entrenarlas para un futuro incierto. De ahí que se desconfigure la identidad del docente, convertido ahora en un mediador o facilitador, y que empiece a aparecer un conjunto de categorías nuevas que resignifican la tarea de enseñar y la convierten en una actividad destinada a desarrollar competencias, habilidades, etcétera. Parece que ahora la vida en las instituciones educativas debe ser un espacio de entrenamiento en prácticas de supervivencia.

2. Cuando se habla de la crisis de la educación en Uruguay, no se hace referencia a ninguna de estas cosas. Se trata de denunciar un supuesto deterioro que se habría producido por bajar los estándares académicos, por la mala gestión de las autoridades de la educación o por la acción destructora de los sindicatos. Ninguno de los diagnósticos logra rozar más que la superficie del fenómeno, pero rápidamente se encuentran culpables.

Ahora bien, ¿a qué se hace referencia cuando se dice que la educación está en crisis? La primera respuesta tiene que ver con las posibilidades de que todos los estudiantes que ingresan a secundaria logren una trayectoria educativa continua. Los datos nos siguen indicando que, de cada diez estudiantes que ingresan al ciclo básico, sólo tres finalizan el bachillerato. Este es un dato preocupante, de eso no caben dudas. Pero ese guarismo aparece con otro, también significativo, que nos permitiría encontrar otras pistas para comprender el fenómeno. Según el censo universitario de 2012, de cada diez estudiantes que ingresaron a la Universidad de la República, seis pertenecían a la primera generación de su familia en acceder a ese nivel educativo. Esto significa que, si bien en Uruguay no todos los estudiantes terminan la secundaria, la composición de la matrícula universitaria está cambiando.

Cuando la realidad se lee desde el punto de vista de los que no terminan la enseñanza media, las cosas no están bien, sobre todo porque a los estudiantes de familias más pobres les va peor. Sin embargo, cuando enfocamos la lectura en el perfil de los estudiantes que ingresan a la Universidad de la República, descubrimos que muchos de los que no accedían al nivel terciario ahora sí lo están pudiendo hacer.

3. Al presentar la diferencia entre estos dos indicadores no pretendo minimizar el problema que tenemos en la enseñanza media. Pero no poder discriminar lo que está bien de lo que está mal, poniendo todo en una misma bolsa, es una operación discursiva para instalar la idea de que nada de lo que se ha hecho hasta ahora está bien. Y la consecuencia cuasilógica de esa forma de plantear el problema es que necesitamos una supuesta reforma estructural para cambiar el sistema de enseñanza media. Por ende, necesitamos un reformador que sea capaz de llevarla adelante, casi como una encarnación de José Pedro Varela en el siglo XXI.

Llegados a este punto, empiezan a aparecer algunos problemas. El primero es qué idea del cambio tienen quienes sostienen la necesidad de uno estructural. El segundo es cómo se traduce ese cambio estructural. El tercero es si es posible pensar que este cambio no tiene ideología o, mejor dicho, que se resuelve mediante la afirmación de un consenso técnico que esté por encima de los partidos políticos.

4. Vayamos por partes. Quienes afirman categóricamente la idea de que estamos sumidos en una profunda crisis educativa tienden a sostener la necesidad de una reforma educativa como condición para revertir ese estado. Crisis educativa y reforma del sistema educativo parecen estar convocadas como cara y contracara de un mismo fenómeno.

¿Cuál es la particularidad de esta forma de pensar la educación? Presupone que todo lo hecho hasta el momento está mal, sea por desidia, sea por mala voluntad, sea por complicidad con intereses corporativos. A su vez, quienes se ubican en este lugar de enunciación de la necesidad de la reforma asumen la posición mesiánica de ser los portadores de la solución que el resto no fue capaz de reconocer o cuyos intereses les impidieron visualizar. Generalmente son los que se invisten de un saber experto que estaría por encima de cualquier clase de bandera partidaria o de grupo. ¿Qué supone esta postura? Desprecio hacia el saber de los docentes, pues los ubica como los principales defensores de un estado de cosas que el reformista quiere cambiar.

¿Qué es lo que los reformistas proponen cambiar? Hasta ahora solamente han enunciado dos planteos concretos: el primero, la necesidad de lograr un marco curricular común que abarque las enseñanzas primaria y media; el segundo, la autonomía de los centros para darles mayor capacidad de decisión a los directores y a los equipos docentes.

Si analizamos estas dos medidas, nos podemos dar cuenta de que dicen bastante poco acerca de lo que podría ser una política educativa de izquierda. El marco curricular común es propuesto para garantizar la continuidad de la trayectoria escolar de los adolescentes que ingresan a la enseñanza media. Se considera que las diferencias entre primaria y enseñanza media serían, en gran parte, la causa de la interrupción de la trayectoria de muchos estudiantes. El supuesto es que un cambio de planes podría cambiar la cultura institucional de un subsistema que fue creado para seleccionar a los “mejores” candidatos para la universidad. La cuestión de la autonomía de los centros es una versión remixada de lo que en los 90 se planteó como palanca para el cambio educativo, partiendo de la lógica del mercado como principio para pensar el sistema.

5. Frente a esta posición, ¿podemos decir que existe una política educativa de izquierda? ¿Cuáles serían los presupuestos? En primer lugar, la mirada debería estar centrada, más que en los programas, en la preocupación por garantizar una trayectoria educativa integral para los jóvenes y los niños uruguayos. Pensar en la trayectoria educativa implica más que pensar en la trayectoria escolar: aquella contiene a esta, pero la trasciende. Esto significa que deberíamos reconocer en la formación de las nuevas generaciones otros espacios que hoy se consideran poco relevantes o, mejor dicho, que la educación de los jóvenes requiere de la acción convergente de diferentes espacios.

Pero, en concreto, ¿qué quiere decir esto? Que la educación no puede ser la respuesta a todos los problemas que tenemos los uruguayos. Tenemos que parar con esa manía de creer que cuando tenemos un problema social de siniestralidad alto, de consumo elevado de alcohol o de discriminación social inmediatamente debemos crear programas para trabajar en las escuelas. Esos problemas debemos asumirlos los responsables: los adultos. Como contrapartida, deberíamos priorizar el sentido de la educación pública en Uruguay, que tiene que ver con hacer participar a las nuevas generaciones en la cultura.

En este sentido, la política de crear escuelas de tiempo completo o liceos de tiempo completo resume la idea de que la institución escolar tiene que asumir todos los mandatos sociales que se le imponen. Por eso no es tan buena como las propuestas de tiempo extendido. La diferencia es que en estos espacios conviven adultos con diferentes tipos de formación y propuestas que interactúan con los niños y los adolescentes. Para lograr este formato, muchas instituciones educativas están haciendo convenios con clubes barriales, con centros deportivos, con museos, con bibliotecas, etcétera. Si se potencian estos espacios, la institución educativa se abre a la comunidad y la responsabilidad del cuidado y la formación de las nuevas generaciones es visualizada en un campo más amplio que el que puede ofrecer una escuela, un liceo o una escuela técnica. Esta es una responsabilidad de toda la sociedad, por lo que necesitamos pensar políticas interinstitucionales y lograr que los docentes puedan trabajar con otros actores educativos para enriquecer las intervenciones y garantizar las trayectorias educativas de las nuevas generaciones. Cada uno asumiendo la responsabilidad que le toca, pero complementando el trabajo de formación para construir trayectorias educativas más integrales para las nuevas generaciones de uruguayos.

Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/4/pensar-trayectorias-educativas-integrales/

Comparte este contenido:

La identidad del docente

12 de abril de 2017 / Fuente: http://compartirpalabramaestra.org

Por: Nancy Palacios Mena

La construcción de identidad docente plantea varios retos a nivel profesional y personal para los maestros.

La construcción de identidad docente hoy, plantea entre otros retos, la superación del modelo de profesorado tradicional que conocemos: aquel que centra su preocupación en la realización de una labor de enseñanza de los contenidos de una asignatura, es decir, en los modos de hacer que adopta el profesorado para intentar que los contenidos de la materia en cuestión resulten asequibles y comprensibles. Lo anterior, supone superar la lógica en la que el profesor se sitúa como conocedor de la materia y el alumno como persona inexperta. La función prioritaria que asume el estudiante es la recepción de un saber que le es ajeno y que se le presenta como un producto acabado, organizado y listo para ser almacenado en su memoria y recuperado ante la prueba de evaluación correspondiente de la forma más fidedigna posible.

La construcción de una identidad profesional supone, entre otras cosas, asumir un modo determinado de situarse ante la construcción del conocimiento por parte de los estudiantes. Esto exige la implementación de modelos pedagógicos más centrados en los mecanismos de aprendizaje de los estudiantes y una invitación a los profesores a utilizar formas participativas de trabajar en salón de clases, al tiempo que se diseñan estrategias de actuación más flexibles. El problema de perfilar una identidad profesional docente, pasa por un auténtico proceso de reconversión, en el que el elemento central consiste en comprender que la esencia del trabajo del profesor es estar al servicio del aprendizaje de los alumnos

Construir identidad docente también implica un compromiso ético, el de ayudar a los estudiantes a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea, recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría, rescatar para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental, permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea.

La construcción de identidad implica también un cambio de mentalidad: construir una identidad docente pasa por una lectura autocrítica de la práctica pedagógica, por una reflexión, sistema, permanente y honesta de nuestra labor en el aula y fuera de ella. Pero este ejercicio de autocrítica, supone la necesidad de un ejercicio docente con la suficiente libertad para estar en clase con seguridad en sí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en una clase; la libertad de decir lo que se piensa, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos.

Construir identidad docente también implica un compromiso ético, el de ayudar a los estudiantes a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea, recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría, rescatar para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental, permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea.

Finalmente hay que decir que la construcción de la identidad docente pasa por poner la mirada también por fuera del salón de clases. Ello requiere que el docente tenga en cuenta los elementos contextuales que condicionan su labor educativa. Las influencias del contexto institucional en el que se sitúa, es decir, la idiosincrasia de cada organización educativa, la cultura profesional que se vive, la propia estructura departamental, el estilo comunicativo y relacional que existe, las normas de cada institución, los valores, los ritos, las tradiciones. Lo esencial, es tener presente que los docentes están allí para compartir con los estudiantes los valores y las certezas que la humanidad ha ido recopilando con el paso del tiempo, y para advertir a las nuevas generaciones del alcance de los grandes fracasos colectivos. Esa es la tarea con la que el docente ha de llegar a identificarse.

Fuente artículo: http://compartirpalabramaestra.org/columnas/la-identidad-del-docente

Comparte este contenido:
OtrasVocesenEducacion.org