Bloqueo pandémico frena a las académicas femeninas

La carga desigual de cuidado infantil se atribuye a la caída en la parte de la investigación publicada por las mujeres desde el cierre de las escuelas, pero los organismos de financiación buscan aliviar el impacto profesional

El pellizco: algunos creen que los bloqueos han aumentado las cargas de trabajo domésticas, y las mujeres han recibido más tareas que los hombres, lo que reduce su tiempo de investigación

Las académicas femeninas se han visto particularmente afectadas por los bloqueos de coronavirus, según datos que muestran que el éxito editorial de las mujeres cayó después de que la pandemia cerró las escuelas.

Los resultados son algunos de los primeros en mostrar que los bloqueos pueden estar afectando los registros de publicaciones críticas de las mujeres, basándose en otros estudios que demuestran que la pandemia también ha retrasado a las investigadoras en la etapa de preimpresión y presentación de revistas.

Con los cierres patronales que cierran las escuelas en todo el mundo y obligan a los académicos a cuidar a los niños en el hogar, se teme que las mujeres académicas hayan soportado una mayor carga de cuidado infantil y tareas domésticas que sus contrapartes masculinas, lo que genera preguntas sobre cómo deberían responder las universidades y los organismos de financiación.

«Las universidades deberán tener en cuenta los efectos de género de la pandemia en la investigación al tomar decisiones sobre contratación, tenencia, promoción, mérito, etc.», dijo Megan Frederickson, profesora asociada de ecología y biología evolutiva en la Universidad de Toronto , quien tiene También descubrió que la pandemia ha sesgado la investigación a lo largo de las líneas de género en un análisis separado .

Los datos más recientes fueron compilados por Digital Science, una compañía con sede en Londres especializada en herramientas de análisis de investigación, que utiliza su base de datos de publicación Dimensions para analizar más de 60,000 revistas en todas las disciplinas de Times Higher Education.

Proporción de trabajos de investigación presentados donde el primer autor es mujer, por mes durante los últimos cinco años

Gráfico que muestra la proporción de trabajos de investigación presentados donde el primer autor es mujer, por mes durante los últimos cinco años

El análisis muestra que la proporción de artículos aceptados con una primera autora bajó por debajo de la tendencia histórica de las presentaciones realizadas en marzo, abril y mayo.

La disminución en la proporción de artículos de las primeras autoras fue particularmente pronunciada en abril, cuando cayó en más de dos puntos porcentuales a 31.2 por ciento, y en mayo, que vio un colapso de siete puntos a 26.8 por ciento.

Un análisis más detallado semana a semana muestra que el número de aceptaciones de primer autor femenino comenzó a disminuir a mediados de marzo y ha disminuido más abruptamente desde finales de abril.

El cierre de las escuelas se convirtió en obligatorio en la mayoría de los países a mediados de marzo y todavía está total o parcialmente en su lugar en la mayor parte del mundo.

Hay advertencias para el estudio. Debido al lapso de tiempo entre el envío de un artículo a una revista y la aceptación, la mayoría de los datos aún no están disponibles, particularmente para mayo, lo que significa que la imagen sigue siendo parcial.

Pero en el mismo punto del año pasado, datos igualmente incompletos no condujeron a una subrepresentación femenina, dijo Digital Science, haciendo que las caídas en el éxito femenino sean menos propensas a ser un artefacto de la recopilación de datos.

Además, tras el cierre, la proporción de artículos publicados en disciplinas médicas y de ciencias de la salud se disparó a medida que los investigadores se apresuraron a comprender el nuevo coronavirus y difundir sus resultados.

Las mujeres están mejor representadas en estos campos que en la mayoría de los demás, representando el 37.6 por ciento de los primeros autores en los últimos cinco años, lo que significa que, en todo caso, el éxito de la publicación femenina durante la pandemia debería haber crecido, no reducido.

Las preocupaciones en la comunidad de investigación sobre el impacto de los bloqueos en las mujeres han estado creciendo desde mediados de abril, cuando varios editores de revistas observaron que los envíos se habían vuelto mucho más sesgados desde la imposición de los bloqueos. Varios estudios que analizan las preimpresiones han confirmado esto.

Estos últimos datos de Digital Science, que ha realizado análisis previos sobre la división de género en la investigación, revelan que el costo desproporcionado de la pandemia en las mujeres se está filtrando en los documentos publicados, la moneda de las carreras académicas.

Esa conclusión está «ciertamente en línea con lo que estoy viendo» de otros resultados, dijo Molly King, profesora asistente de sociología en la Universidad de Santa Clara en California, quien ha estudiado las desigualdades en la publicación académica.

La teoría es que a medida que los encierros han aumentado la carga de trabajo doméstico, no solo el cuidado de niños, sino también la educación en el hogar, las compras, la limpieza y el cuidado de parientes de edad avanzada, las mujeres han recibido más tareas que los hombres, y esto ha reducido su tiempo de investigación y ha exacerbado los obstáculos profesionales existentes. .

El profesor King señaló datos de encuestas de la Asociación Estadounidense de Profesores Universitarios que muestran que, incluso en tiempos normales, las mujeres científicas cocinan, limpian y lavan la ropa dos veces más que los hombres, lo que equivale a cinco horas adicionales por semana. Incluso en parejas académicas duales, las mujeres hacen más. «Mi hipótesis es que sería lo mismo con el cuidado de niños», dijo.

Una explicación complementaria es que las académicas femeninas, que recientemente se han dividido en algunas disciplinas, son más jóvenes y tienen más probabilidades de tener hijos pequeños. «Por lo tanto, incluso si las tareas de cuidado de niños se reparten de manera uniforme entre las familias con niños pequeños, habrá más hombres con hijos mayores o adultos para sesgar el equilibrio de género», dijo Elizabeth Hannon, editora adjunta del British Journal for the Philosophy of Science y uno de los primeros en notar que las mujeres presentaban menos trabajos.

Esta hipótesis está respaldada por una encuesta de aproximadamente 4.500 investigadores principales en los EE. UU. Y Europa a mediados de abril, que encontró que tener un hijo menor de cinco años era el factor más importante asociado con una caída en las horas de investigación. Las mujeres eran más propensas que los hombres a tener hijos pequeños, lo que explica en parte por qué informaron una mayor caída en el tiempo de investigación, de acuerdo con «Cuantificación de los efectos inmediatos de la pandemia de COVID-19 en los científicos», una preimpresión publicada en arXiv .

La pregunta ahora es qué pueden hacer las universidades para corregir el golpe a la productividad femenina durante la pandemia.

El profesor King dijo que las universidades «no deberían exigir explícitamente ninguna evaluación docente de esta primavera como parte de la contratación de materiales» y tal vez deberían «recalibrar las expectativas» para publicar registros durante el cierre.

Sin embargo, una dificultad es que, aunque las mujeres académicas han estado en desventaja en promedio, esto podría ocultar todo tipo de historias individuales.

«Creo que las universidades (y las agencias de financiación) probablemente tendrán que pedirles a los investigadores que informen por sí mismos cómo la pandemia ha afectado su investigación y que tomen decisiones caso por caso, pero ese sistema probablemente sea imperfecto», dijo el profesor Frederickson

Mientras tanto, algunos organismos de financiación ya han comenzado a trabajar en una respuesta política.

En los Países Bajos, el Consejo de Investigación Holandés está en discusión con varios grupos de mujeres investigadoras para evaluar el impacto del encierro y ha relajado sus reglas de financiación para permitir a los académicos afectados una segunda oportunidad para solicitar subvenciones el próximo año si, por ejemplo, el cuidado de niños los abrumaba en hogar.

Una unidad de igualdad de género dentro del Ministerio de Ciencia e Innovación de España también ha comenzado a analizar el impacto de la pandemia en las carreras de investigación de las mujeres y ha sugerido que podrían ser necesarias «medidas compensatorias».

david.matthews@timeshighereducation.com

Fuente: https://www.timeshighereducation.com/news/pandemic-lockdown-holding-back-female-academics-data-show

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‘Fake journals’: dentro del mercado negro de las investigaciones científicas falsas

Por: Hector G. Barnés

No, no es lo mismo la revista ‘Nature’ o la revista ‘Science’ que ‘Science and Nature’, aunque parezcan cosas muy semejantes. Las dos primeras son dos de las publicaciones científicas de más alto impacto, con una credibilidad, en principio, a prueba de bombas; la otra aparece listada como un ‘fake journal’. Es decir, una de esas publicaciones que, a pesar de su apariencia, no funcionan como una revista académica normal. Son más bien un turbio negocio que permite engordar currículos de investigadores a cambio de un puñado de euros (entre 100 y 1.000).

¿Por qué nacen los ‘fake journals’? Estos son la consecuencia de un nuevo estado de las cosas en el mundo académico, en el que lo importante es que, si eres investigador, en tu currículo figure una larga lista de publicaciones que, a poder ser, empiecen por ‘Journal of…’, tengan ‘England’ en algún lugar de su nombre y se parezcan sospechosamente a los nombres de otras revistas científicas reputadas. En otras palabras, es como comprar un polo de Lacoste en el mercadillo para intentar ser admitido en un club de campo elitista.

Muchas de estas revistas ‘falsas’ nacen en el entorno de las publicaciones de libre acceso promovidas desde principios de este siglo, que no tienen las mismas restricciones que las tradicionales (como los derechos de autor), pero no todas estas son ‘fake journals’. Como recuerda un artículo recientemente publicado en ‘The Conversation’, hace apenas tres años se contaban 28.100 revistas científicas en todo el mundo, de las cuales, una proporción creciente son ‘fake’ o, como también se las conoce, ‘predatory’ (“depredadoras”). Su principal cualidad es que, al contrario de las fiables, no están sujetas a la revisión por pares, de forma que prácticamente cualquiera puede publicar por ellas… pasando antes por caja, claro.

“Había 18 publicaciones depredadoras en 2011, 477 a finales de 2014, 923 en 2016 y la mayoría de ellas cobran por editar tu investigación”, explica el profesor de la Universidad de Adelaida Roger W. Byard en un artículo llamado ‘The forensic implications of predatory publising’, que se hacía eco del grave peligro que puede tener el auge de esta clase de fórmulas. Por ejemplo, que una publicación llamada ‘Experimental and Clinical Cardiology’ (suena fiable, ¿no?) editase un estudio plagiado sobre el sida… solo que cambiando el nombre de dicha enfermedad por “cardíaco”.

Cómo distinguir una publicación falsa

El gran problema de este mercado negro académico es que resulta tremendamente difícil distinguir entre una publicación legítima y otra falsa. Hasta hace apenas un mes, la mayor guía para moverse en este oscuro mundo era la lista del blog de Jeffrey Beall, un profesor asociado de la Universidad de Colorado que desde el año 2008 se ha dedicado a listar aquellas publicaciones de autenticidad más bien dudosa.

Aunque aún pueden consultarse en páginas como ‘Archive’, ha sido el propio Beall quien ha decidido dar de baja la página. Es posible, especulan en ‘Retraction Watch’, que se deba a posibles amenazas legales de algunas de estas publicaciones, no muy felices de aparecer en una lista negra, lo que para muchas de ellas puede significar el final de un jugoso negocio.

‘Academia Research’, ‘International Journal of Research & Development Organisation’ o ‘Novel Science’ eran algunos de los nombres de revistas (escogidos al azar) que aparecían en el listado como parte de “una lista de publicaciones académicas de acceso libre cuestionables”. Aunque no todas ellas tienen por qué ser ‘fake’, el autor recomienda “leer las reseñas disponibles, evaluaciones y descripciones, para decidir si se les quiere enviar artículos”. En la lista figuran, además, otras revistas de acceso no libre (por suscripción) que también se comportan como estas publicaciones falsas.

El problema, como hemos dicho, es que no resulta tan fácil saber dónde estás publicando, debido a que estas editoriales tienden a comportarse de manera muy semejante a las que funcionan por suscripción. Una interesante discusión en ‘Researchgate’ devela cómo incluso investigadores con una gran experiencia tienen problemas a la hora de distinguir entre una publicación legal y otra falsa. En primer lugar, porque es difícil averiguar el verdadero factor de impacto de muchas editoriales académicas; a veces es difícil de calcular, en otras ocasiones puede ser directamente inventado. Como recuerda el artículo de ‘The Conversation’, hay más publicaciones llamadas ‘British Journal of…’ en Pakistán que en Reino Unido.

De ahí que la mayoría de ellos recomienden la lista de Beall como la mejor guía para saber dónde vamos a publicar. Otros autores recuerdan que bases de datos como ISI (International Scientific Index) o Scopus son muy útiles a la hora de conocer la calidad de una publicación, mientras que si lo que queremos es publicar en acceso libre, Sherpa/Romeo puede ser una herramienta útil. Pero, en general, el mejor consejo es revisar a conciencia el nombre, junta directiva o publicaciones pasadas de determinada revista (si su logo es parecido al de alguna revista estrella, algo huele mal) y decidir por nosotros mismos. Si pide dinero y responde en muy poco tiempo, sospecha

Tanto es así que incluso algunas de las editoras más importantes han tenido que reconocer que llegaron a indexar publicaciones falsas. Es lo que ocurrió con Elsevier, la mayor editorial médica del mundo, que en 2009 reconoció que entre 2000 y 2005 había editado seis revistas falsas esponsorizadas por supuestas compañías farmacéuticas, entre las que se encontraban ‘The Australasian Journal of Bone and Joint Medicine’ o ‘The Australasian Journal of Cardiovascular Medicine’. Otro ejemplo: hace unos años, el ‘International Journal of Advanced Computer Technology’ publicó una investigación que repetía una y otra vez la frase ‘get me off your fucking mailing list’ (“sacadme de vuestra puta lista de distribución”). Al que le interese, lo puede leer aquí.

El experimento Bohannon

Para entender mejor cómo funciona este mercado negro, no hay nada como recurrir al conocido como experimento de John Bohannon, un biólogo de la Universidad de Harvard que fue expuesto en un artículo de la revista ‘Science’ llamado ‘Who’s Afraid of Peer Review?’. Su prueba consistió en lo siguiente: Bohannon envió una investigación con “errores tan graves y obvios que deberían ser rechazados automáticamente por editores y revisores” a 304 publicaciones de acceso abierto, para comprobar cuáles lo aceptaban sin rechistar y cuáles ponían pegas; es decir, cuáles funcionaban como una publicación rigurosa y cuáles podían ser consideradas ‘fake’.

La respuesta no le sorprendió: alrededor de un 60% aceptaron su texto (siempre y cuando los autores pagasen, claro está), y el 40% restante (en el que se encontraba ‘PLOS ONE’ lo rechazaron). Entre aquellas editoriales que aceptaron el texto se encuentran Elsevier (una vez más), Sage o Wolters Kluwer. Ironías del destino, muchos acusaron de Bohannon de que su experimento no era más que una curiosidad sin validez científica, puesto que no estaba revisado por pares y no había seguido una metodología apropiada.

No era la única crítica al trabajo de Bohannan, ya que muchos de los defensores de las revistas de libre acceso señalaron que su experimento intentaba atacar a todo el sistema de publicación libre, cuando, al igual que ocurre con otras revistas científicas, en ese ámbito hay tanto productos de calidad como falsos. Como señalaba en un artículo de ‘The Verge’ a propósito de este experimento Lars Bjornhaugue, director de Open Access Journals, una base de datos semejante a la de Beall, desde 2010 el número de “publicaciones poco éticas” se ha disparado. Pero este recordaba que muchas de las publicaciones por suscripción también dan luz verde a estudios dudosos.

¡¿Qué ocurre cuando un científico publica una investigación en uno de estos ‘fake journals’? En primer lugar, que dado que no tienen ningún sistema de revisión, es posible que cuente en su currículo con un estudio defectuoso que conduzca a una retractación pública. No solo eso, sino que publicar en un ‘fake journal’ puede dañar muy seriamente la credibilidad del investigador. En última instancia, todos pagamos los pecados de estas empresas fraudulentas: debido a que el mundo académico es cada vez más opaco y la red provoca que las ideas se difundan rápidamente, es posible que una hipótesis equivocada comience a extenderse de un ‘paper’ a otro en forma de cita hasta que llegue a legitimarse.

¿Quién se encuentra detrás de estas empresas?

En muchos casos, es difícil trazar el origen de las falsas editoriales que dan luz verde a estos estudios. Uno de los casos más sonoros es el que enfrentó el pasado verano a la Federal Trade Commission (FTC) estadounidense contra OMICS Groups y su CEO, el doctor indio Shrinaubabu Gedela. Según la demanda, OMICS había “engañado a los académicos e investigadores sobre la naturaleza de sus publicaciones al ocultar los costes que iban desde cientos hasta miles de dólares”. En su caso, la editorial solo comunicaba a los investigadores que debían pagar la publicación una vez esta había sido aceptada, lo que impedía que pudiesen editarla en otra revista.

En su página web, OMICS Internacional señala que es “una de las grandes editoriales de publicaciones de acceso libre y una de las grandes organizadoras de conferencias sobre ciencia de todo el mundo”. Más de 700 revistas salen a la luz bajo su paraguas, un total de 50.000 artículos anuales. Sin embargo, la demanda señalaba que aunque OMICS defiende que muchas de sus publicaciones son de alto impacto, la manera de calcularlo no se rige por el estándar de Thomson Reuters, sino por su propio método, que además, “no comunica a sus clientes”.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-02-13/fake-journals-mercado-negro-investigaciones-cientificas_1329506/

 

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El investigador español que ha sacado a la luz la mafia de las editoriales académicas

Por: Hector G. Barnés

El lector que, por casualidad, revise el último ejemplar de ‘The Embo Journal’, se encontrará con un artículo que propone un nuevo método para analizar la biomecánica de la morfogénesis. El trabajo, realizado por investigadores españoles, ayudará a explicar procesos como la reparación de tejidos o la invasividad en la metástasis. Pero también puede conseguir algo con lo que jamás habrían soñado sus autores: sacar a la luz el lado oscuro de los procesos de publicación de investigaciones académicas en revistas de alto impacto.

Han pasado casi cinco años (y cientos de reescrituras) hasta que finalmente el trabajo ha tenido luz verde para la publicación en una revista académica, explica Enrique Martín-Blanco, científico del Instituto de Biología Molecular de Barcelona (IBMB-CSIC) a El Confidencial. Hace casi ocho años que comenzaron su trabajo, y en todo este tiempo, uno de los desarrolladores de la metodología, Philippe-Alexandre Pouille, ha fallecido de cáncer, otros han abandonado el laboratorio y el grupo de investigación ha visto cómo su actividad disminuía. La historia de ‘Polarized cortical tension drives zebrafish epiboly movements’ (así se llama la investigación) es, también, una historia de terror para los investigadores.

Lo revisa gente que tiene su opinión sobre cómo deben funcionar las cosas, y nuestro trabajo iba en contra de conceptos establecidos

¿Qué ha pasado en este caso? Como señala Martín-Blanco, la principal dificultad con la que se han encontrado es que se trataba de una investigación multidisciplinar, que mezclaba matemáticas, física o biología. “Las revistas y editoriales no tienen ‘background’ para tomar una decisión honesta, por lo que mandan el artículo a revisión a gente que es un poco ‘opinionada’”, explica. “Es decir, tienen su opinión sobre cómo deben funcionar las cosas. El problema respecto a nuestro trabajo es que la parte más física iba en contra de algunos conceptos muy establecidos y asumidos dentro de la física”.

Lo que la verdad oculta

Hasta ahí, sin problema. Los procesos de revisión y evaluación de las investigaciones tienen como objetivo, precisamente, garantizar que los estudios son rigurosos, valiosos y técnicamente correctos, y que los resultados y conclusiones se sostienen en los experimentos realizados. Sin embargo, el proceso de selección y evaluación genera, a juicio de este científico, una perversión por la cual se refuerzan las ideas vigentes y se marginan las nuevas propuestas, lo que a su vez, favorece los intereses de la élite de la investigación. Una realidad que ha denunciado también en ‘Times Higher Education’, una de las publicaciones educativas más prestigiosas.

Vista aérea del campus de Boston del MIT. (iStock)
Vista aérea del campus de Boston del MIT. (iStock)

“Ha habido un rechazo brutal a que se hagan las cosas como las hemos hecho”, explica Martín-Blanco. “Pero hemos consultado con otros expertos que nos han dicho que los experimentos cuadraban perfectamente y que estaban bien hechos”. El problema, explica, es que las revisiones de los estudios son anónimas, “así que alguien puede decir ‘no me gusta’ y no tiene por qué dar razones”. En algunos casos, como en el suyo, el revisor puede sentir que el nuevo método interfiere con el suyo, por lo que “lo rechazan porque nos estamos metiendo en su terreno”. “Hay grupos ingleses y alemanes que han desarrollado metodologías que se utilizan de manera casi universal”, añade. “Como se te ocurra decir que se puede hacer de otra forma, te dicen que no”.

Todo el mundo se mata por publicar en las mismas revistas porque tienen prestigio, aunque luego las investigaciones sean malas

Si el editor no conoce el tema en profundidad (“como ocurre siempre en los trabajos multidisciplinares”), lo más probable es que termine siendo rechazado. ¿Y a quién beneficia esto? Precisamente, a los propios revisores que tienen “su chiringuito montado”. A través de este sistema, las metodologías preponderantes son aún más citadas y sus autores y grupos de investigación obtienen un prestigio aún mayor, mientras que las propuestas alternativas caen en el ostracismo. Es lo que Martín-Blanco considera “la mafia de las editoriales”: “Luchan por tener un índice de impacto alto, por lo cual quieren tener artículos que se citen”, explica. “Todo el mundo se mata por publicar en las mismas revistas porque tienen mucho prestigio, aunque luego las investigaciones sean una mierda”.

“En algunas revistas es muy difícil publicar”, revela. “Si vienes de Harvard, Stanford o el MIT te miran de una manera completamente distinta que si vienes de la Universidad de Barcelona o de la de Murcia, que no saben ni dónde está”. No es su caso, aclara, puesto que él ya había sido publicado en ‘Science’. Sin embargo, esta fue la primera revista en rechazar el trabajo tras varias rondas de revisión, a la que terminaron por añadirse ‘Nature’ y ‘Cell’. ¿El problema? Que lo enviaron a la par que otro grupo de investigación alemán que había solicitado a los españoles que retrasasen su propio estudio: ‘Science’ se decantó por el alemán y, por lo tanto, otras revistas señalaron a los investigadores del CSIC que de eso ya se había hablado.

Cuatro años son una vida

No se trata únicamente de una cuestión de orgullo, recuerda Martín-Blanco, sino del sustento de muchas personas. “Si tardas cinco años, te da tiempo a que uno se muera, a que otro se vaya y a que no puedas repetir el experimento porque el que sabía hacerlo está en Londres”. Se refiere, en el primer caso, al físico Phillipe-Alexandre Pouille, que provenía del Instituto Marie Curie y que falleció el pasado año a causa de un cáncer de estómago. Además, muchos estudiantes de doctorado dependen de tener investigaciones publicadas para conseguir una beca postdoctoral, y los departamentos y laboratorios están condicionados por ello para obtener financiación. “Es una dictadura y un sistema de censura que no está bien estructurado”.

“Si la investigación no se publica, los comités no confían en el laboratorio y este se queda sin dinero”, explica Martí-Blanco. “Además, la gente ve que existe rechazo y se mosquea: ‘¿dónde estoy? ¿qué estoy haciendo?’ Si no hay renovaciones de dinero, la gente se va a la calle”. Más aún en época de crisis, en la que un contratiempo así puede ser letal para el grupo de investigación. Un problema añadido para el departamento del profesor es que otras investigaciones posteriores referenciaban la original, por lo que hasta que esta no fuese publicada, estas tampoco podían salir adelante, creando un tapón que amenazaba con ahogar a los investigadores.

El conocimiento científico es, en última instancia, la mayor víctima, en opinión del investigador. “Hasta que no se publica un estudio, otros investigadores no tienen acceso a él, a no ser que la subas a bases de datos como Archives, y muchas revistas no te dejan publicar si has hecho eso”, explica. Otra opción habría sido tirar la toalla y enviar el estudio a revistas “de medio pelo”, pero el autor consideraba que su trabajo merecía la pena y debía tener una mayor difusión: “Sabíamos que era un bombazo”.

¿Si usted no publica lo que yo le mando por qué me pide que revise para su revista? ¿Entonces confía en mí o no?

No son estos los únicos escollos con los que se encuentran los científicos. Además, hay que pagar una cantidad (5.000 euros, por ejemplo) por publicar un estudio (“cuando te lo aceptan es como un anuncio, lo tienes pagar”). Muchos de los anónimos revisores (que no cobran) son, precisamente, aquellos cuyos trabajos han sido rechazados, como ha ocurrido con el propio profesor: “¿Si usted no publica lo que yo le mando por qué me pide que revise para su revista? ¿Entonces confía en mí o no?” Palos en las ruedas de un sistema al que, explica el científico, le falta transparencia, aunque cada vez haya más revistas que publican de manera abierta todo el proceso de revisión, como respuesta a las protestas. “Hasta un año de proceso editorial puede ser aceptable”, concluye Martín-Blanco. “Pero casi cinco años es inaceptable”.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-12-03/investigador-espanol-mafia-editoriales-academicas_1298819/

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La jerga pedagógica hueca es la que ha vaciado la enseñanza.

Por: Gema Lozano.

Para Ricardo Moreno Castillo, la educación es el principal problema de España. «Lo es porque es la encargada de formar a los futuros ciudadanos y profesionales y ahora mismo está por los sueños». El escritor y profesor jubilado sabe quién es la responsable de la esta situación: «Es la jerga pedagógica hueca la que ha vaciado la enseñanza».

Su empeño por complicar algo «tan fácil» como la enseñanza es lo que ha propiciado que los partidarios de la ‘nueva pedagogía’ no hayan hecho más que acelerar su decrepitud. «Enseñar es algo sencillo. Es muy parecido a la amistad. Para hacer amigos hay que saber escuchar, no hablar siempre de uno mismo, ser empático… Sentido común, en definitiva. Con la enseñanza ocurre algo parecido. Pero cuando la disfrazas de una jerga complicada, de querer innovar donde no hay innovación posible, es cuando te la cargas».

En su libro La conjura de los ignorantes, Moreno Castillo recoge numerosos ejemplos de ese engolado argot que ha sido capaz de cautivar a muchos «ignorantes deseosos del cambio» porque les hace sentir importantes. «Cambiar por cambiar no siempre es bueno. Cuando afirman “No se puede enseñar como hace 100 años” yo respondo ¿y por qué no? ¿No se sigue haciendo el amor como hace millones de años? ¿No se utiliza el alfabeto o la misma forma de contar desde hace siglos?».

El también autor de El panfleto antipedagogico señala a las postrimerías de la dictadura franquista como un momento crucial en la evolución de estas nuevas corrientes pedagógicas. «Hay mucho desmemoriado que no recuerda que la jerga pedagógica comenzó a oírse por aquellos años». Aunque «el tiro de gracia», asegura, se produjo con las reformas educativas de los 90. «Fue entonces cuando psicólogos evolutivos y demás comenzaron a meter la cuchara, a decir bobadas hasta el punto de asegurar que lo importante no son los conocimientos. Pues entonces, ¡cerremos las escuelas!».

Los seguidores de estas corrientes vieron avalada su tesis con la popularización de internet. «Llegan a decir que para qué aprender contenidos si ya están en la red… Que yo sepa, disponer de internet no te convierte en un sabio» Aunque esta forma de ver la enseñanza no es tan reciente como pudiera pensarse. «Ya en el prólogo de la Enciclopedia, D’Alembert viene a advertir que la memoria y la historia siguen siendo importantes y que la enciclopedia es sólo una ayuda».

Sin conocimiento, dice, no puede haber creatividad ni espíritu crítico. «Tanto una como la otra deben estar regidas por el conocimiento y la cultura. Un fanático no es más que un ignorante con un gran espíritu crítico». Que Unamuno escribiera en su día cosas como:

Estoy harto de decir y repetir a los maestros que lo importante no es precisamente cómo enseñar, sino qué es lo que debe enseñarse y qué no

o

Lo que necesita el maestro es menos pedagogía, mucha menos pedagogía, y más filosofía, muchas más humanidades

demuestra, según Moreno Castillo, que tampoco en España son tan nuevas estas doctrinas.

La autoridad del profesor es otro de los enemigos a combatir por los partidarios de estas. «¿Cómo le vas a dar autonomía a 30 niños que lo que quieren es jugar? Si quiero enseñarles trigonometría a mis alumnos, me tendré que imponer, ¿no?». Fascista, reaccionario o franquista son algunos de los apelativos que Moreno Castillo dice soler recibir al defender esta tesis.

«Yo no creo que eso sea fascismo. Es como si dijéramos que las leyes de tráfico son fascistas. Tiene que haber una autoridad en la carretera, igual que tiene que haberla en las aulas. Y eso no quiere decir que se trate a los niños a latigazos. Simplemente, si la enseñanza es obligatoria tiene que haber una autoridad que haga efectiva esa obligatoriedad. Si no la hay, es que no es obligatoria».

De hecho, modelos educativos que son referentes en todo el mundo, como el finlandés o el coreano, se basan en buena medida en la disciplina: «Primero se les pide que estudien y que aprendan para que así luego pueda florecer su creatividad, su espíritu crítico… De hecho, Picasso llegó a pintar de esa forma tan peculiar, que él mismo decía que se parecía a la manera de dibujar de los niños, después de haber aprendido a pintar, y muy bien, como un adulto».

Aunque ya está acostumbrado a que le insulten. «Me ocurre igual con los obispos. Cuando les critico, me contestan tachándome de descreído, helenista… ¿Por qué no hablamos de teología y dejan de insultarme?»

La referencia a la Iglesia no es casual en este contexto. Moreno Castillo, de hecho, encuentra ciertos paralelismos con el entorno de la pedagogía. «Al igual que los obispos deberían hacerse mirar que sea en las sociedades más instruidas donde más deserción religiosa se produce, los pedagogos deberían reflexionar por qué los profesores no leen libros sobre pedagogía».

Él sí que ha tenido que leer muchos de ellos «para poder meterme con ellos», y después de eso ha llegado a su propia conclusión: «Las cosas que he aprendido como profesor han surgido después de mucho tiempo pensando sobre el tema, de conversaciones y reuniones con colegas… Nunca he podido sacar nada de provecho de ningún libro sobre pedagogía».

Lo único que Moreno Castillo ha leído en ellos son textos engorrosos, incluso «disparatados», que abren debates fútiles ignorando otras demandas que, en su opinión, sí son necesarias en el actual sistema: «Por ejemplo, lograr un bachillerato más grande y una enseñanza obligatoria más pequeña. Cuando tienes a un alumno de 12 o 13 años que no quiere seguir estudiando, ¿por qué obligarle? ¿No sería mejor favorecer que estudiase formación profesional? No tiene por qué ser algo irreversible. Siempre podría volver a estudiar, si así lo desea más adelante. Tenerlo encerrado en un aula cuando no quiere estudiar no sólo le perjudica a él, sino al resto de la clase también».

Fuente: http://www.yorokobu.es/pedagogia/

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Sale Número 588 de Memoria educativa venezolana

Disponible la Memoria VIVA de la Educación, desde la Línea de Investigación Memoria Educativa Venezolana, adscrita al Centro de Investigaciones (CIES) de la  Escuela de Educación-FHE-UCV.

Una importante colección de referencias al desarrollo de la Cultura Pedagógica a partir del siglo XVI,  de acceso libre y gratuito,  como servicio público de la Universidad Autónoma para contribuir al avance de la Investigación Educativa y Social.

588 de Memoria educativa

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La tiranía de la publicaciones académicas.

Santiago, Chile/ Febrero 2016 / Autor: Tania Opazo

Desde afuera, la vida académica parece reposada. Profesores que tienen tiempo para pensar, darse vueltas e investigar lo que se les antoja sin plazos. Pero adentro de las universidades no se siente así. Los académicos están cada vez más presionados por la necesidad de mostrar resultados, lo que se acredita a través de la publicación en codiciadas revistas. Una carrera en la que compiten con los especialistas de todo el mundo y que no sólo los tiene estresados.

Cada vez que Alejandro Montenegro, quien está haciendo un postdoctorado en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, le cuenta a sus compañeros que va a publicar un artículo, lo primero que le preguntan no es de qué se trata, sino dónde. En los últimos años, hay una idea que se ha popularizado en el mundo universitario en Chile y en el mundo: “Publish or perish”, que es lo mismo que decir que publicas o desapareces.

La frase alude a los artículos académicos (también llamados papers, en inglés), que han existido siempre en la investigación, porque para decirlo en fácil, son un documento que le acredita al mundo que su autor hizo un descubrimiento importante. “El trabajo del científico no es el descubrimiento en sí, sino la difusión y el impacto que tiene. Un paper bueno puede cambiar el mundo, pero tiene que estar publicado, sino ¿cómo lo cambia?”, dice Flavio Salazar, vicerrector de Investigación de la U. de Chile.

Un buen artículo académico o paper debe ser original, novedoso, tener un marco teórico, una hipótesis, una demostración y debe ser replicable, es decir, que cualquiera que repita el proceso llegue a los mismos resultados. Como eso no siempre ocurre hay que acreditarlo, y para eso existen revistas (journals) especializadas por área, a las que los investigadores postulan con sus papers y que se encargan de seleccionar los mejores, tras hacerlos pasar por una revisión anónima de “pares” expertos (peer review). “Esta es su garantía de calidad”, agrega Salazar.

Entonces, astrónomos, historiadores, cientistas políticos, biólogos y un largo etcétera consiguen dinero para hacer una investigación (en su universidad o a través de fondos concursables, como Fondecyt), escriben un artículo con los resultados y tratan de ponerlo en una de estas revistas, lo que a su vez les da currículum para conseguir nuevos fondos. Pero, como queda demostrado con el relato de Alejandro Montenegro, no se trata sólo de publicar, sino de hacerlo en la revista con más impacto posible.

 

En las últimas décadas el número de publicaciones ha crecido explosivamente. En 2012 se calculaba que había 28 mil activas que usaban el método de la revisión de pares. No todas con la misma calidad y prestigio. En cada área hay algunas que son más estrictas y/o influyentes, por ejemplo, Science y Nature, en ciencia general, The Lancet o The New England Journal of Medicine, en medicina, o Econométrica en economía.

Eugene Garfield trató de poner orden a esta marea de conocimiento y creó en los sesenta el Instituto para la Información Científica (ISI), que luego compró la editorial Thomson Reuters. Lo que hizo fue crear una base de datos de las publicaciones académicas más rigurosas por área que hoy incluye 10 mil revistas.

Por eso, publicar un “paper ISI” no es lo mismo que hacerlo en una que no está en esa base de datos (u otra similar). También diseñó el llamado “factor de impacto”, que mide la importancia de una revista, en base a su nivel de citación. Así hoy, a través del servicio Web of Science (WOS, anteriormente ISI) u otros como Scopus o Scielo, es posible identificar qué revistas o artículos han sido más mencionados.

En los últimos años académicos en todo el mundo han comenzado a criticar la preponderancia que han adquirido estas bases de datos y rankings. “Estábamos acá para reflexionar sobre el mundo y vemos una competencia por quién tiene más puntitos”, dice Carlos Rodríguez, economista y director académico del doctorado en Ciencias de la Complejidad de la UDD.

Privilegiados

La razón por la que estos sistemas, y en particular las publicaciones, han adquirido un lugar preponderante en los centros de investigación es porque permiten medir y comparar el trabajo académico, algo muy importante en el ámbito de la generación de conocimientos donde es difícil encontrar indicadores de productividad. El factor de impacto y el Índice H (que mide la influencia de un investigador según el número de citas a sus artículos), por mencionar algunas métricas, son casi un segundo currículum para muchos académicos, no por un asunto (sólo) de vanidad, sino porque determinan la posibilidad de conseguir financiamiento, becas y ascensos.

“Hace 10 años se tomaban en consideración otras variables para contratar a un académico: dónde hiciste el doctorado, la carrera docente, participar de la discusión en políticas públicas… la investigación no era tan preponderante”, explica Rodríguez. Hoy, publicar lo más que se pueda es una prioridad.

Para las universidades tampoco es fácil escapar a esta presión, ya que sus posiciones en los rankings internacionales pasan en buena parte por la cantidad de publicaciones en revistas de alto impacto. “Esto es como el Simce: en un principio era importante evaluar los aprendizajes de los alumnos, pero se desvirtúa al convertirse en un índice de calidad, en una herramienta de marketing”, dice Flavio Salazar. Sin embargo, María Elena Boisier, directora de investigación de la UC, explica que “se está transitando a valorar otros productos. Es importante que esto se vaya adaptando, porque ahora el ISI impacta mucho. Es necesario un equilibrio”.

Aunque no hay reglas escritas ni taxativas, informalmente se espera que un investigador publique al menos un paper ISI (o Scopus) al año. Para esto, muchas universidades han desarrollado incentivos, que en su mayoría rondan el millón de pesos por paper publicado. “Todas las vicerrectorías de investigación tratamos de crear condiciones para que nuestros académicos publiquen mejor y más”, dice Ariel Orellana, vicerrector académico de la UNAB.

Pero Andrés Navas, subdirector de investigación del departamento de matemáticas y ciencias de la computación de la USACH, afirma que “el pago por paper ha demostrado su nocividad en todas las instituciones que se ha aplicado. Hay otras actividades ligadas a la investigación que son importantes y tienden a ser subvaloradas”.

Los riesgos de la isificación

Varios académicos se apuran en aclarar que están de acuerdo con que su trabajo sea evaluado y medido, pero critican la excesiva importancia que se le da a este sistema. Y los reclamos vienen desde distintas disciplinas.

“Hay revistas que tienen menor factor de impacto, pero que son muy relevantes en un área en particular”, dice Omar Orellana, director de Investigación de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.

En las revistas “más cotizadas”, los tiempos de espera para revisión pueden ser de hasta cuatro años y sólo el tres por ciento de los manuscritos que recibe Science, por ejemplo, pasa finalmente a revisión. “Eso le hace mal a la ciencia. La comunidad no tiene acceso a ese conocimiento y todos se retrasa”, dice el biólogo Alejandro Montenegro.

Por su parte, el economista Dante Contreras, director del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), explica que lograr estas métricas ISI es aún más difícil en las ciencias sociales, porque hay menos revistas en el área y porque es más difícil presentar resultados exactos. “Economía es de lo que más publica, pero aun lejos de las ciencias duras”.

Algo con lo que concuerda Ricardo Greene, sociólogo y antropólogo visual que trabaja en la Universidad Católica del Maule: “Parte importante del trabajo en las ciencias sociales tiene que ver con un conocimiento que es situado histórica y contextualmente, pero por la imposición del ISI, que en su mayoría incluye publicaciones en inglés, los artículos muchas veces no se publican ni en español”.

En las humanidades y las ciencias sociales, entonces, formatos como el libro, el ensayo o incluso el documental pelean por recibir la misma puntuación en las evaluaciones que el paper científico.

Sin embargo, las métricas siguen ganando espacio. Bien lo sabe Erwin Krauskopf, director de la Escuela de Ingeniería en Biotecnología de la UNAB y uno de los pocos expertos en Chile en epistemometría (disciplina que estudia la dinámica de las publicaciones). Para él “la isificación es un tema que los tiene a todos vueltos locos”.

En Chile esto ocurre además en un contexto donde ha crecido el número de investigadores pero los recursos no han aumentado a la par. “Nosotros tenemos una diversidad de programas, pero al final del día tengo una fila de gente postulando a financiamiento. El tema es cómo lo reparto y a quién le entrego esos recursos, asegurando que se haga ciencia de calidad”, dice Christian Nicolai, director ejecutivo de Conicyt, el principal organismo de financiamiento de la investigación en Chile. “Se necesitan métricas para poder ordenar. Es un orden relativo, no absoluto, nos quedan muchos proyectos buenos fuera por falta de recursos”, agrega.

En ese contexto existe preocupación respecto a los efectos que esto tienen entre los académicos jóvenes. “Algunos tienen currículum excelentes y no los contratan sólo porque no tienen ISI. Eso es para llorar”, dice el filósofo de la Universidad de Chile e integrante del consejo de Fondecyt, Pablo Oyarzún. Pero, como explica Alejandro Montenegro, no se puede ir contra el sistema, “o te adaptas o quedas fuera”.

Buenas y malas prácticas

Dante Contreras explica que en la academia se han ido desarrollando formas interesantes para lograr publicaciones de alto impacto que tienen que ver con potenciar el trabajo colaborativo y asociarse para hacer estudios entre pares, distintas universidades, instituciones o disciplinas. Algo promovido por Fondap, fondo que financia centros de investigación interdisciplinarios de alto nivel, como el que él dirige. “Esta estrategia es una gran oportunidad, sin embargo, muchos de los journals interdisciplinarios exhiben menor impacto que aquellos de especialidad”, explica.

La presión también da paso a prácticas más controvertidas en todo el mundo. Desde subdividir una investigación hasta la mínima unidad publicable para aumentar el número de artículos (la llamada táctica del salame), colocar como coautor de un paper a un colega amigo para que luego él a su turno haga lo mismo, los pactos o mafias de publicación (que se dan tanto entre investigadores como entre editores de revistas), publicar la misma investigación con leves diferencias en distintos idiomas y un largo etcétera.

En ese contexto, ha habido sonados escándalos: varios casos de plagio y de “engaño del peer review”, en el que se descubrió a investigadores que sugerían a pares revisores inventados, para así terminar dándoles la aprobación a sus propios artículos, lo que puso en cuestionamiento el alabado sistema de revisión del mundo científico. Otro fue el de STAP. Publicado en la renombrada revista Nature, el gran hallazgo realizado por la joven científica japonesa Haruko Obokata mostraba un método para reprogramar células adultas y convertirlas en células madre capaces de transformarse en cualquier tejido. La noticia tuvo un gran impacto, sin embargo, el artículo fue duramente criticado y finalmente retirado en julio de 2014, cuando se comprobó que había datos manipulados. Esto no sólo acabó con la carrera de Obokata, sino que se consideró clave en el suicidio de Yoshiki Sasai, renombrado investigador y coautor del estudio.

“Es el efecto de la ley de Campbell”, dice Scott Sadowsky, lingüista y académico de la Universidad de La Frontera. “Mientras más se utilice un indicador cuantitativo en la toma de decisiones, más probable es que el uso del indicador distorsione y corrompa el mismo proceso que pretende medir”.

Cómo mejorar

Reconociendo la importancia del paper como instrumento de la difusión científica, el mundo académico admite también la necesidad de introducir matices. Muchos afirman que ya está ocurriendo, aunque no tan rápido como todos quisieran.

Adaptar los criterios de evaluación a cada disciplina es una de las solicitudes. “Conicyt ha hecho un esfuerzo por mejorar esto a través de los grupos de estudio. Aunque no es un tema sólo de ellos, sino de la complejidad de generar índices que permitan una evaluación más justa”, agrega Flavio Salazar, de la U. de Chile.

En esa casa de estudios y otras, por ejemplo, afirman que han avanzado bastante en incluir otros parámetros, como tener libros revisados en editoriales importantes, la formación de estudiantes, el trabajo transdisciplinario y el impacto en la transferencia tecnológica, entre otros.

En la otra vereda están las revistas. Muchas de las indexadas no son abiertas sino que pagadas. Un gran negocio que ha sido fuertemente criticado porque impide que ese conocimiento esté disponible para todos, algo que captó la atención del ministro de educación de Holanda, Sander Dekker, quien ejemplificó: “En 2014, la solución a la crisis del Ébola se vio obstaculizada por la falta de acceso a las publicaciones y los datos de investigaciones recientes”.

Hoy existe un movimiento global, del que Chile no es ajeno, por democratizar el conocimiento y hacerlo más accesible. Algo que Ricardo Greene ha intentado hacer con Bifurfaciones, revista online de estudios culturales que fundó hace 12 años. “Está casi quebrada, pero la seguimos manteniendo”, dice. En el extranjero están PLOS, bioRxiv, F1000Research, entra otras, que no sólo son de acceso libre, sino que en algunos casos ofrecen revisión de pares abierta y al momento de la publicación.

El impacto de la ciencia es algo en lo que Erwin Krauskopf hace hincapié. “De qué me sirve que me citen tres pelagatos si yo puedo hacer un descubrimiento muy sencillo, pero que va a tener un impacto global, mejorando la calidad de vida de una persona. Eso es importante”, dice. Y agrega un dato sorprendente: en 2007 una investigación que realizó mientras trabajaba en la Fundación Ciencia para la Vida, junto a Bernardita Méndez, determinó que, entre 1987 y 2003, cerca de 500 patentes estadounidenses citaron artículos de autores chilenos, es decir, que los descubrimientos de esos investigadores dieron fruto a invenciones en ese país. “Inventos por los que hoy pagamos royalty, cuando debería ser al revés. Ahí tienes la prueba clara de que el paper no siempre lo es todo”, agrega.

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Carlos Peña, rector de la UDP: “Isificar la vida intelectual es un error”

¿Qué lugar ocupan las publicaciones o papers en revistas de alto impacto en el trabajo universitario y la trayectoria académica?

Los niveles de investigación que efectúa una institución universitaria se miden, en términos generales, por los proyectos competitivos que sus académicos se han adjudicado y por el número de publicaciones indexadas que logra el conjunto de sus miembros. ¿Es correcto medir así el trabajo universitario? Pienso que no del todo; pero en esto los académicos y las instituciones están presas del sistema puesto que ese es el mecanismo con que se juzga el desempeño institucional.

¿Hay una estructura de incentivos en la UDP para estas publicaciones?

La UDP posee un sistema de incentivos por publicaciones que no se restringe solamente a las indexadas, sino que también incluye capítulos o libros publicados en editoriales prestigiosas. Se trata de un monto de dinero y por eso en su conjunto puede afirmarse, que los académicos de la UDP tienen una suerte de renta variable conformada por una fija e incentivos por publicaciones, proyectos de investigación, calidad de la docencia.

Hay académicos (en Chile y afuera) que se quejan de que se ha vuelto el único indicador, ¿qué piensa usted?

Hasta donde entiendo (al menos es la situación de la UDP), las publicaciones indexadas son sólo uno de los indicadores del trabajo académico. Este tiene muchas dimensiones, entre ellas, la participación en la esfera pública, el aula, el desarrollo de programas de investigación colaborativos, a veces alguna forma de administración docente, etc. Reducir todo eso al simple número de publicaciones es, obviamente, un error porque eso estimula a que el trabajo universitario se ensimisme y se ponga de espaldas a los problemas del entorno en que la universidad se desenvuelve. “Isificar” la vida intelectual es un error.

¿Cómo se llevan las ciencias sociales y las humanidades con este formato?

Lo que acabo de decir es especialmente relevante para las ciencias sociales que deben ser muy sensibles a los problemas de su entorno. El trabajo intelectual en estas áreas no se mide cabalmente por publicaciones indexadas que leen sólo los partícipes del campo (dando origen a lo que la sociología de estos temas ha llamado la “cultura de campus”, encerrada en sí misma), sino por la escritura de libros que influyen la esfera pública, modelan la cultura y ayudan a que la sociedad, que es siempre un sujeto histórico, reflexione sobre sí misma. Las formas de transmisión de este saber y el debate intelectual que le subyace requieren, pues, formas de medición de desempeño y vehículos de comunicación distintos a las revistas especializadas, que recogen papers interesantes, sin duda, pero que están muy lejos de la influencia que en esta materia ejercen los libros.

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Gaspar Galaz, profesor del Instituto de Astrofísica de la UC: “Para mí, las publicaciones son unas palomas mensajeras de la ciencia”

¿Cómo está influyendo el sistema de publicaciones indexadas en la forma en que se genera conocimiento?

Hay un dicho: “publish or perish”, que significa “publica o muere”. Si un científico no lo hace es como si dejara de existir. Pero publicar es una cosa y presentar algo relevante, es otra. Si sólo miras el número de papers se puede caer en el absurdo de que al final dé lo mismo qué es lo que se escribe. Yo prefiero mirar más bien el impacto.

¿Ha visto que la necesidad de publicar dé espacio para las malas prácticas entre los investigadores?

Por supuesto, y eso es un problema. Están los dos extremos: uno es publicar sólo cuando uno piensa que lo que estudió es casi para ganarse el Premio Nobel y entonces el investigador no presenta más que ladrillos una vez cada 10 años, decenas de páginas, que al final nadie lee. En el otro extremo está mostrar cualquier cosa. Para mí las publicaciones son unas palomas mensajeras de la ciencia, la herramienta que permite un diálogo planetario. Es como si hubiera un teléfono muy caro a través del cual cualquier científico de la misma disciplina, esté donde esté, puede entender qué está haciendo otro. Pero hay que usarlo cuando vale la pena, para comunicar algo importante o interesante, si no, genera ruido.

¿Sirve este mecanismo de las publicaciones indexadas para todas las disciplinas?

Creo que es imposible aplicar la misma regla a todas. Puede acarrear situaciones injustas. Incluso dentro de las ciencias exactas hay matices: la naturaleza de las publicaciones de la física teórica con la física experimental es diferente. En astronomía está pasando lo mismo en algunas áreas, probablemente también en las ciencias naturales. En este caso, echo de menos la pérdida de la variable exploratoria.

¿Qué significa eso?

Hay poco espacio para probar equivocándose, en parte empujado por el costo de los equipos (en el caso de la astronomía los telescopios, que son súper caros), pero también porque se olvida la naturaleza de la ciencia. Además creo que hay disciplinas que tienen poco espacio en la academia, que tienen un carácter mucho más exploratorio. La zoología, paleontología, botánica, entomología, arqueología, por mencionar algunas, donde hay mucho descubrimiento, mucha exploración, pero que están menos relacionadas de manera directa con aplicaciones tecnológicas, son disciplinas donde las universidades están casi despobladas.

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Alfredo Jocelyn Holt, historiador y profesor de la U. de Chile: “En las humanidades ha sido nefasto el efecto”

¿Por qué tiene una visión crítica del sistema de publicaciones académicas?

Porque atentan en contra de un tipo de reflexión e investigación de largo aliento, como es el caso de los libros, los que a veces pueden tomar toda una vida, ciertamente más tiempo y profundidad que un artículo ocasional para una revista “científica” indexada. Porque estos papers sólo sirven para medir impacto (tantas veces que se consultan, tantas que se citan), por eso las universidades, obsesas con mediciones, los prefieren y apoyan o “premian” financieramente. Porque las revistas que los publican son normalmente redes herméticas, hasta a veces mafias de intereses compartidos (yo te cito, tú me citas). Y, por último, porque rara vez se leen (salvo entre estas mafias que se hacen autobombo), y menos aún hacen grandes contribuciones al conocimiento y la discusión general.

¿Cómo afecta específicamente al mundo de las humanidades? 

Esto de los papers proviene de las ciencias duras y aplicadas, no es tradición en las humanidades, éstas, acostumbradas a pensar escribiendo, no a presentar “resultados”. En las humanidades ha sido nefasto el efecto. Ha significado tener que dedicarse a pelos de la cola y a ahondar en los escolasticismos de moda, para peor, con sospechosa frecuencia, política y sectariamente correctos.

¿Cuándo empezaron a adquirir importancia a nivel universitario?

Desde el momento que vino la carrera delirante por conseguir fondos, tras el abandono del apoyo estatal directo: los años 80. Ahí se vino la fiebre por la “investigación”, y cómo medirla, para así también poder financiarla.

¿Cuál ha sido su opción al respecto?

He escrito artículos para revistas indexadas pero no me he dedicado a ello. Tú entras en la lógica de la investigación actual (papers y revistas indexadas) y tienes que armarte de redes de protección (una revista propia), limitarte a un público estrictamente academicista que sólo importa si tú estás dentro de la universidad, de nulo impacto fuera en el mundo profesional y político culto. Y, además, te privas de escribir libros que, por lo mismo que demandan más tiempo, rigor discursivo y esfuerzo, permanecerán en el tiempo. No estar en estos círculos suele significar marginación. Para las nuevas generaciones es hasta más grave: implica no poder entrar en la carrera universitaria. Quienes, en cambio, asumen para sí este esquema contribuyen a que las universidades sean mundillos cada vez más ensimismados, dedicados a hacer aportes intelectuales minúsculos si es que no insignificantes.

Fuente: http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2016/01/659-665301-9-la-tirania-de-las-publicaciones-academicas.shtml

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