Por: Luciana Vázquez
¿Qué podemos saber a partir de ahora con los resultados iniciales de Aprender en la mano? El informe difundido sólo divulga los resultados de la evaluación de sexto grado y del último año de secundaria a nivel nacional. Es decir, podemos conocer los niveles de aprendizaje de los más afortunados: aquellos alumnos que efectivamente llegan a recorrer casi toda la primaria o están a punto de terminar la secundaria, que, sabemos, en este caso son apenas la mitad de los que la empiezan. El resto quedó fuera del sistema: no entra en la estadística educativa.
De esa mitad de alumnos que efectivamente logran obtener el título secundario, el 70% está en los niveles básicos de aprendizaje o no llega a ese nivel después de 12 años de escolaridad obligatoria, hasta terminar la secundaria. La escuela argentina está fracasando en su obligación de enseñar. El sistema educativo argentino no cumple con su promesa de educar ni siquiera a los sectores sociales mínimamente más aventajados, que logran a pesar de todo permanecer en el sistema.
La foto de la escuela primaria no es menos grave. Casi el 42% de los alumnos, en sexto grado, no logra alcanzar niveles satisfactorios en matemática. La Argentina ha logrado una tasa neta de escolarización de primaria altísima. Casi el 100% de los chicos en edad de estar en la escuela primaria está efectivamente en la primaria. Sin embargo, la inclusión física en el aula no se relaciona con una inclusión pedagógica real. Hay asistencia a la escuela, pero no hay aprendizaje de las competencias cognitivas básicas.
Hay otro resultado sugestivo, destacado por las autoridades nacionales justo en momentos en que el paro docente afecta a la escuela estatal. Es la relación entre los niveles de aprendizaje obtenidos según el tipo de escuela, pública o privada. En lengua en 5° año de la estatal, por ejemplo, el 53,7% de los alumnos está en niveles básicos o por debajo, y en matemática, el 79,4%, contra el 33% y el 53,5%, respectivamente, en la privada.
Sin embargo, valen la pena dos aclaraciones. Por un lado, más allá de las comparaciones, el porcentaje de chicos que no aprende, como vimos, es muy alto también en la escuela privada: ese sistema también tiene problemas a la hora de garantizar lo que sucede en sus aulas. Y por otro lado, y es central, el informe no deja claro en ese punto si se llega a esos resultados luego de aislar la influencia del factor socieconómico. Cuando este nivel no se aísla estadísticamente, la escuela privada, con alumnos de mayor capital sociocultural, suele rendir mejor como efecto de ese capital y no como resultado de mejores procesos pedagógicos. Y, al revés, una escuela estatal puede estar haciendo muy bien su trabajo pedagógico, pero, en general, sus resultados serán peores en la medida en que sus alumnos llegan peor surtidos de capital cultural. Sólo controlando la variable socioeconómica es posible concluir cuál es el efecto diferencial que una escuela, privada o pública, les aporta a sus alumnos no importa de qué condición económica sean. En el informe, no se aclara si esa variable fue aislada o no.
Hay otro interrogante a plantear: ¿qué datos claves el informe no divulga y qué implicancias tiene la ausencia de esa información? Hay una ausencia llamativa: todos los resultados son nacionales y no se publica ninguno por provincia, y ése es un déficit central de este primer informe.
En principio, porque cuanto más general un resultado, menos preciso es y menos información aporta para transparentar la realidad que intenta evaluar. Para ser clara: es como si la OCDE tomara las pruebas PISA a 65 países pero sólo se divulgara un solo resultado promedio a nivel general global. Sería de poca utilidad.
Segundo, porque un resultado nacional permite instalar la preocupación en la opinión pública acerca de la crisis educativa, pero no permite asignar responsabilidades políticas a las autoridades de cada distrito. Y eso hay que subrayarlo: la crisis del sistema educativo tiene responsables con nombre y apellido. Los gobernantes, entre otros.
Según fuentes del gobierno nacional, no publicará los informes provinciales hasta que las provincias no estén bien enteradas de sus resultados. No era necesaria esa consulta: entre las funciones reconocidas al Ministerio de Educación nacional está la evaluación del sistema y la divulgación de sus resultados. Al kirchnerismo se le reclamó sin suerte lo mismo: que dejó de publicar los resultados por provincia. Un silencio consensuado en el Consejo Federal entre todos los distritos, incluida la Capital. Sólo la divulgación de los resultados detallados por provincia permitirá a la ciudadanía una discusión informada del panorama educativo actual. Para pasar de la indignación generalizada a la precisión racional en el reclamo educativo.