Asia/China/10 Junio 2017/Fuente: El país
El examen actual es considerado como el método más equitativo, pero las diferencias entre alumnos empiezan desde su lugar de nacimiento
Chen Guoxuan y Yang Xiyan llevan meses preparándose para el temido gaokao, el examen de acceso a la universidad en China. Son buenos estudiantes y apuntan alto: el primero quiere cursar ingeniería mecánica y la segunda medicina, los dos en la prestigiosa Universidad de Tsinghua de Pekín. Cuando se les pregunta cuántas horas estudian al día, terminan antes descontando las que duermen y las que comen. A priori ambos van sobrados de talento y esfuerzo, pero Chen lo tendrá algo más fácil que Yang simplemente por ser oriundo de la capital china.
9,4 millones de estudiantes se presentan este año al equivalente a la selectividad en China, que comenzó este miércoles. Las pruebas mantienen en vilo a miles de familias que confían en que una buena nota garantizará el futuro de sus vástagos, muchos de ellos hijos únicos. Una de las pocas ocasiones en China, dicen, en las que todos pasan por el mismo tamiz sin importar si son descendientes de líderes del Partido Comunista, ricos o pobres. Una fiesta de la meritocracia que premia la constancia y el esfuerzo ante el llamado guanxi, los tejemanejes de nepotismo urdidos a través de contactos e influencias.
Chen confía en sus posibilidades. Ha estudiado el equivalente al bachillerato en una escuela secundaria asociada precisamente a la Universidad donde quiere entrar. Unas instalaciones envidiables, profesores chinos y extranjeros, 38 alumnos por aula y un historial de centenares de chavales que han logrado plaza en las mejores universidades del país, especialmente en la propia Tsinghua y la Universidad de Pekín, conocida como Beida. «No estoy al 100% seguro, pero creo que si lo hago bien ese día, los resultados acompañarán», decía el joven pocas semanas antes de que empezaran las pruebas.
En uno de los vestíbulos del instituto de Yang Xiyan, situado en la ciudad de Zhumadian (provincia interior de Henan), cuelga el retrato de una alumna que hace siete años logró una plaza en Beida. Es la única de la historia del centro, con hasta 50 estudiantes por aula y hasta hace poco sin ni siquiera un laboratorio en condiciones, que lo ha conseguido. «No puedo ni imaginarme el orgullo que debió sentir», dice la aspirante. Los profesores -explican sus padres- creen que Yang es «una de las mejores alumnas que ha pasado por la escuela en mucho tiempo», pero dudan que pueda llegar tan arriba.
En China, parte de la financiación de los centros educativos depende de los resultados de los alumnos en el gaokao. Los que sobresalen reciben más dinero, con lo cual pueden contratar a mejores profesores, pagarles más y renovar las instalaciones. Este modelo crea un círculo vicioso que aumenta la desigualdad entre las zonas rurales y urbanas, por lo que en la práctica las calificaciones de los estudiantes en la prueba están altamente ligadas al lugar de donde proceden. «El gaokao en sí es un sistema justo, el problema es que la brecha socioeconómica de la sociedad china está aumentando. Lo que se necesita no es tanto cambiar el examen, sino establecer otros criterios a la hora de repartir el dinero que va a los centros», asegura Bie Dunrong, subdirector del Instituto de Educación de la Universidad de Xiamen.
Pero no solamente el nivel del instituto de Yang juega en su contra, también la estadística. Las grandes universidades dividen las plazas disponibles en cuotas por provincia, por lo que los estudiantes compiten con los de su región para acceder a los mejores centros. Estos cupos, dicen las autoridades, son necesarios para asegurar que al menos algunos estudiantes de las provincias menos desarrolladas son admitidos en las universidades de más nivel. Pero también perjudica enormemente a las zonas más pobladas, como Henan.
El año pasado, 626 de los 61.200 estudiantes que se examinaron en Pekín lograron acceder a Beida o Tsinghua, un 1% del total. En Henan fueron 426 alumnos de un total de 820.000, un 0,05%. Así, un estudiante de la capital tuvo 20 veces más posibilidades de lograr una de las preciadas plazas que uno de Henan. La controversia en torno al gaokao es tal que los intentos de reformar la prueba a nivel nacional se han quedado solamente en meros retoques. Cuando el año pasado las autoridades de la provincia de Jiangsu trataron de cambiar el sistema de cuotas para dar más plazas a los estudiantes de otras regiones, centenares de padres salieron a protestar contra la medida.
Esta estratificación por provincias provoca diferencias hasta en la nota de corte: los pequineses necesitaron sacar como mínimo 680 puntos sobre los 750 máximos de la prueba para acceder a las carreras de ciencias en Tsinghua, mientras que para los de Henan la cifra se situó en los 685. Cinco puntos no parecerán muchos, pero en China marcan la diferencia entre miles de candidatos.
En las prácticas anteriores al examen, Chen ha obtenido una horquilla de entre 671 y 705 puntos. La de Yang es algo inferior, entre 665 y 693. Son resultados espectaculares que les garantizarían, de hacerlo igual de bien en los próximos dos días, una plaza en una muy buena universidad. Pero puede que no sean suficientes para entrar en Tsinghua. Chen lo tiene muy difícil; para Yang es casi imposible.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/06/06/actualidad/1496751025_253772.html