LÍbano/24 julio 2017/Fuente: Noticias de Alava
rillado brilla por su ausencia y el cableado eléctrico sobrevuela las cabezas de los escasos visitantes que se dejan ver en esta deteriorada zona de Beirut. Aquí la huella de la guerra civil libanesa (1975-1990) permanece sellada en las fachadas en forma de orificio de bala y donde gran parte de los niños vagan sin rumbo por las calles dejando que pasen los días mientras sus padres logran unas pocas libras con las que sobrellevar un día más. En este desalentador núcleo se centran muchos de los esfuerzos llevados a cabo por el PARD para la escolarización de los más pequeños. Buen ejemplo de ello es el Daouk Kinder Garden, un centro preescolar dirigido a niños de entre tres y seis años, mayoritariamente palestinos, aunque ante la llegada masiva de refugiados sirios también han comenzado a responder a esta necesidad.
“El acceso a la educación para estas personas es muy difícil”, cuenta Hamdan, quien denuncia que “la población refugiada palestina en Líbano es la única en el mundo que no tiene derechos”. “Se acepta su derecho al retorno, pero no que puedan acceder a la educación, a la sanidad o al resto de derechos humanos”, asevera. Tanto es así que, pese a que los primeros palestinos llegaron a Líbano en 1948 y aunque ya hay dos generaciones de palestinos nacidos en Líbano, a estos se les deniega la nacionalidad libanesa.
Tampoco tienen acceso normalizado al mercado laboral y, en la actualidad, tienen vetadas hasta un total de 74 profesiones. Ni siquiera pueden votar ni tienen representación política en un país que se resiste a actualizar el censo llevado a cabo en la década de los 60 para evitar así que cristianos maronitas, chiíes y sunitas, repartidos en las funciones del poder, pierdan peso en el statu quo creado. El periodo escolar ha terminado ya, pero en Daouk Kinder Garden la actividad no cesa. Las aulas continúan abiertas. “Muchos de ellos se han visto obligados a huir de sus casas y no han tenido la oportunidad de ir nunca a la escuela”, enfatiza Hamdan, quien insiste en que la labor en el aula va más allá de la educación y sirve muchas veces también como “terapia para superar los horrores que han vivido”.
SUBSISTENCIA Pero la faceta educativa no es la única que trabaja el PARD. La ONG ofrece una ayuda mensual de 27 dólares a las familias para que puedan hacerse cargo de su alimentación. “Esta gente no tiene ahorros. Lo poco que ingresan se lo tienen que gastar en un alquiler. No pueden gastárselo en comida ni para ellos ni para sus hijos”, precisó. De esta forma, el PARD consigue cubrir dos de las necesidades básicas de la población palestina en el exilio. Pero además, las ONG trabajan para conseguir que los habitantes de estos guetos cambien determinados hábitos. Así, en el último año se ha llevado a cabo una campaña de concienciación en un total de 2.400 casas con el objetivo de reducir las basuras de las calles. Con mucho trabajo de sensibilización ambiental y basándose en algunas de las enseñanzas del profeta Mahoma relacionadas con la naturaleza, se ha logrado que las familias de cuatro campos reciclen. Algo similar a ocurrido con el aprovechamiento de la escasa agua potable de la que disponen los asentamientos, fuente de conflicto con la población libanesa, que acusa a los refugiados de “robarles” el agua.
El diputado de Cultura y Cooperación, Denis Itxaso, destacó que “mientras las soluciones a un problema muy complejo llegan, es imprescindible que la sociedad guipuzcoana siga viendo que es necesario apoyar este tipo de iniciativas”. “Una vez vistas estas realidades, nos tenemos que preguntar si tenemos que ampliar las labores de apoyo que venimos realizando”, acaba.
Fuente: http://www.noticiasdealava.com/2017/07/24/sociedad/libano-ninos-refugiados-y-sin-derecho-a-educacion