Europa/ Francia/ 29.10.2018/ Fuente: www.proclamadelcauca.com.
Como el ministro de Educación de Francia, el estudioso de Colombia, M Blanquer, ha prohibido en su país que los estudiantes de las escuelas primarias y secundarias usen el celular en clase, en Colombia algunos congresistas, a falta de una ministra de Educación pantalonuda, están abriéndole campo a una ley que lo ordena. Al otro lado, el ex rector de la Nacional, el profesor Moisés Wasserman, ha gritado por las redes: “¡No prohíban, úsenlos en clase! Son un instrumento con extraordinario potencial de innovación educativa”.
Es para pensarlo. Yo, que abjuré de la cátedra universitaria hace décadas después de ejercerla por otras más, no alcancé a tener ese martirio como profesor. Todavía no existían los celulares. Pero cometí hace unos días el error de ir a una universidad a dictar una conferencia y creo que terminé hablándole a unos zombies. Todos, usando el dedo pulgar miraban la pantalla o conseguían con su Smart cualquier cosa menos atender a lo que yo decía. Pero resulta que es gracias a ese aparatico que ellos pueden grabar la clase del profesor, que hacen cálculos, buscan a Mr. Google, verifican la verdad que revela el maestro con las que le dicen los gráficos que van saliendo milagrosamente en la pantallita, etc., etc.
Francia corre el peligro de quedarse atrás por no permitir el celular en clases pues en otros países la muchachada estará más al día de la vertiginosa evolución. Colombia no puede hacer lo mismo. Es preferible que los profesores, que son muchos menos que los estudiantes, incorporen como dice Wasserman, el aparatico a su manera de dictar la clase, que se involucren con todos los servicios que por allí se prestan y hagan unas cátedras a la altura de la evolución humana que predicó Darwin, no de la prohibición napoleónica o victoriana.
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