Cada año nacen menos niños en el país más poblado del mundo y el que más rápidamente envejece
La pregunta del libro de texto cayó como un rayo durante la clase en un centro de enseñanza de idiomas en Pekín: “Sin hijos, la vida no tiene tanto sentido. ¿Estás de acuerdo?”. Las seis alumnas ―entre la adolescencia y la treintena, estudiantes y profesionales de clase media― respondieron de manera tan rápida como casi unánime. “¡No, en absoluto!”, replicaron cinco de ellas. Dos se apresuraron a agregar que no deseaban niños. “Quiero independencia económica, mi carrera, mis viajes”, precisó una. Solo la más joven, de 16 años, reconoció que sí veía en su futuro casarse y formar una familia.
Son respuestas típicas, al menos en las ciudades, en China. La prosperidad económica de los últimos años y un aumento del nivel educativo, los altos costes de vida, junto a una evolución de la mentalidad en torno al amor, el matrimonio o la familia, se han sumado a los efectos dejados por décadas de política del hijo único. Como en otras sociedades desarrolladas, casarse y tener hijos ya no representa, para las generaciones chinas más jóvenes, la necesidad o la obligación que pudieron representar para sus padres o sus hermanos mayores. Cada año nacen menos niños: 17,86 millones en 2016, tras el fin de la política del hijo único; 14,65 millones en 2019.
La caída de la natalidad está entre los factores de un problema que dispara las alarmas entre las autoridades nacionales: el descenso de población, que se combinará con un drástico envejecimiento, el más rápido del mundo. Una auténtica bomba de relojería demográfica en el país más poblado del planeta, para el que serlo supone uno de los pilares de su influencia. Según el Ministerio de Asuntos Civiles, en 2019 la proporción de mayores de 65 años era del 12,57%; para 2025, esa cifra podría alcanzar el 25%, esto es, 300 millones de personas. En 2050, según las proyecciones de la Comisión Nacional sobre Envejecimiento, los mayores de 60 años superarán los 487 millones de personas, un 28% de su población y más que los habitantes de toda la Unión Europea. En cambio, la población en edad de trabajar, entre los 15 y los 59 años, representaba a finales de 2019 el 64% del total, mientras que entre 2000 y 2010 creció del 66% al 70%.
Políticamente delicado
Es un problema sobre el que los expertos vienen alertando cada vez con mayor insistencia, que se ha convertido en una cuestión políticamente muy sensible y que ha hecho de las cifras del último censo un secreto guardado bajo siete llaves: debían haberse hecho públicas a principios de abril y, un mes después, aún no hay fecha prevista para su divulgación. La portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas, Liu Aihua, señalaba hace dos semanas que aún hacen falta “más preparativos” antes de presentarlas.
Esta semana, el Financial Times publicaba que el censo, compilado en 2020, revela la primera caída en el número de habitantes en China desde los tiempos del Gran Salto Adelante, entre 1959 y 1961, cuando una hambruna mató a decenas de miles de personas. La población se colocará por debajo de 1.400 millones de personas, un hito que había alcanzado en 2019. Casi de inmediato, Pekín lo negaba. En un seco comunicado de una sola línea, la Oficina Nacional de Estadística sostenía que “la población siguió creciendo en 2020”, aunque no precisa si con respecto al año anterior o frente a 2010, la fecha del censo anterior.
Pero el consenso entre los expertos chinos sigue siendo que la contracción llegará pronto, quizás en un año o dos. Un estudio del Instituto de Investigación Evergrande, de la prestigiosa Universidad de Tsinghua, calcula que el temido pico llegará durante los próximos cinco años; la oficial Academia de Ciencias Sociales de China lo prevé para 2027, la fecha con la que se mueven mercados y funcionarios.
Temores
La perspectiva es un drama para China: una población más envejecida y con una mayor esperanza de vida, sumado a un menor número de nacimientos y trabajadores jóvenes, implica que la fuerza laboral no vaya a ser suficiente para sustentar a las generaciones de más edad. Algo que tendrá impacto en las perspectivas económicas, desde el consumo a los cuidados para los ancianos, pasando por el gasto de la Seguridad Social. Un problema que ya afrontan otras sociedades ricas, pero que a la segunda economía del mundo se le plantea con un nivel menor de desarrollo. Y es algo que puede complicar las aspiraciones de su presidente, Xi Jinping, de convertir al país en una gran potencia en las próximas tres décadas.
“Nuestras proyecciones, con las cifras de antes del censo, ya sugerían que la fuerza laboral se contraería en un 0,5% anual para 2030, con un impacto similar en el PIB”, apuntaba la consultora Capital Economics este miércoles en una nota. “Un crecimiento más lento puede hacer más difícil alcanzar a Estados Unidos (la primera potencia) económicamente. Y también puede haber un impacto intangible en el prestigio global de China”.
Si se confirma la caída de población, y que llega antes de lo esperado, China tendrá que acelerar la toma de medidas hasta ahora pospuestas. “Posiblemente tendría que relajar completamente la política de control de natalidad” para permitir que quienes lo deseen tengan tres hijos o más, apunta en una nota Zhiwei Zhang, de la consultora Pinpoint Asset Management. Permitir que todas las parejas puedan tener dos niños desde 2016 no ha sido suficiente: aunque ese año hubo un leve repunte en los nacimientos, en los años posteriores las cifras no han dejado de caer.
Ya en marzo, el primer ministro, Li Keqiang, adelantaba en su discurso anual ante la Asamblea Nacional Popular (ANP, el parlamento chino) la puesta en marcha de una “estrategia nacional para afrontar el envejecimiento de la población”, en un indicio de la preocupación que desata el problema entre los líderes. Según el jefe de Gobierno, Pekín trabajará para que el índice de natalidad sea “apropiado”, en una posible referencia a la eliminación de los controles a los nacimientos.
Otra patata caliente será la subida de la edad de jubilación. Algo que, según mencionó Li en su discurso, también se pondrá en marcha “de manera gradual”. En la actualidad, el retiro está fijado en los 60 años para los varones y los 55 para las mujeres, aunque en el caso de ellas puede llegar a los 50 si ocupan puestos de trabajo que supongan un mayor desgaste físico. La esperanza de vida ronda los 76 años.
El propio banco central chino también ha lanzado un mensaje de alerta. En un informe publicado la semana pasada, instaba a “reconocer que la situación demográfica ha cambiado” y que la “educación y el progreso tecnológico no pueden compensar la caída de población”. Entre otras cosas, el documento recomienda “liberalizar por completo y alentar los nacimientos” y reducir la carga financiera que acompaña la crianza de un hijo ―incluida la educación― que disuade a muchas parejas de buscar más descendencia. También, de manera novedosa, apunta la posibilidad de permitir una mayor inmigración, una idea hasta ahora casi tabú en China.
Si este tipo de medidas persuadiría a las alumnas de la clase de idiomas en Pekín, está por ver. “No quiero bebés”, insistía una de ellas, profesional bancaria. “Viajar a otros sitios, moverme por ahí, recorrer paisajes, es lo que más me gusta en la vida. Para tener un hijo tendría que renunciar a eso”.
Fuente: https://elpais.com/sociedad/2021-05-01/la-bomba-de-relojeria-demografica-que-amenaza-a-china-menos-poblacion-y-mas-envejecida.html