Lecciones de experiencias ajenas

JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ AZNAR

… la experiencia nos muestra la obligación del gobierno de atender

 los reclamos de toda la población

 

Tratando de evadir por momentos mis habituales ocupaciones profesionales, me dediqué esta semana releer el libro “La casa de los espíritus” publicado en 1982 por Isabel Allende, cuando vivía exiliada en Caracas. Encontré unos párrafos que parcialmente reproduzco.
         “El pueblo se encontró por primera vez con suficiente dinero para cubrir sus necesidades básica… pero no podía hacerlo, porque los almacenes estaban casi vacíos. Había comenzado el desabastecimiento, que llegó a ser una pesadilla colectiva…
…Las mujeres se levantaban al amanecer para pararse en las interminables colas donde podían adquirir un escuálido pollo, media docena de pañales o papel higiénico. El betún para lustrar zapatos, las agujas y el café pasaron a ser artículos de lujo… Se produjo la angustia de la escasez…
…Se paraban en las colas sin saber lo que se estaba vendiendo… Surgieron profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a otros; los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas… Se desató el mercado negro.
…Los que nunca habían fumado terminaban pagando cualquier precio por una cajetilla de cigarros, y los que no tenían niños se peleaban por un tarro de alimento para lactantes. Desaparecieron los repuestos de las cocinas, de las máquinas industriales, de los vehículos. Así estaban las cosas cuando los camioneros se declararon en huelga…
…El presidente apareció en televisión pidiendo paciencia. Advirtió al país que los camioneros estaban pagados por el imperialismo y que iban a mantenerse en huelga indefinidamente, así es que lo mejor era cultivar sus propias verduras en los patios y balcones, al menos hasta que se descubriera otra solución… …El pueblo, que estaba habituado a la pobreza…, no perdió la euforia del primer día, al contrario,.. siguió cantando por las calles aquello de que el pueblo unido jamás será vencido, aunque cada vez sonaba más desafinado, porque la división y el odio cundían inexorablemente”.
Después de leer estos párrafos, cerré el libro y pensé en nuestra Venezuela actual. Isabel pone nombres ficticios a los protagonistas de su novela, pero es obvia la identificación en estos párrafos con situaciones reales vividas por ella en los últimos meses del gobierno de su tío, el presidente Allende, socialista marxista.
Algunas situaciones narradas las comprobé personalmente. Como presidente de la Asociación Interamericana de Presupuesto Público, asistí a reuniones en Santiago de Chile en julio de 1973. Conversé con funcionarios, antiguos conocidos míos. Carlos Matus, presidente del Banco Central, Gonzalo Martner, ministro de Planificación y Darío Pavez coordinador de las empresas básicas. Al manifestarles mi preocupación, decían no tener temor alguno ya que el proceso revolucionario era irreversible pues contaba con el apoyo del pueblo. Bien sabemos lo que pasó dos meses después, con un alto mando militar de extrema derecha, que por un tiempo ocultó su oposición a las políticas del gobierno.
No pretendo asemejar la situación chilena transcrita con la venezolana actual, ya que hay muchos elementos que nos diferencian, uno de ellos el feroz bloqueo internacional, comercial y financiero, que nosotros no tenemos. Pero la experiencia nos muestra la obligación del gobierno de atender oportunamente los reclamos de toda la población sin distinciones políticas, económicas ni sociales, pues la escasez y desabastecimiento de alimentos y de otros productos esenciales así como la inoperancia de servicios públicos básicos, afectan a todos los ciudadanos.
josevicenterodriguez.aznar@gmail.com

 

Publicado originalmente en el Universal de Venezuela

 

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