Argentina/ Agosto de 2016/Cronista
Por: Juan Médici
El mundo entero vive una de las mayores crisis migratorias de la historia, y junto a este movimiento la ilusión de una globalización inclusiva se repite una y otra vez como un ideal a alcanzar. Pero cada vez más y en más lugares, vivir con un «otro» con distintos valores e ideales es visto como una amenaza y no como una oportunidad enriquecedora para las sociedades. ¿Por qué pasa esto?
Para que el encuentro entre grupos culturales diferentes genere un desarrollo positivo debe haber igualdad de condiciones entre ellos. Un escenario donde se sospecha del diferente y se teme lo que representa fractura las sociedades.
Este es, sin duda, el fenómeno que vemos en las grandes olas migratorias que llegan a los países desarrollados, principalmente provenientes de países musulmanes desplazados por las guerras y la devastación económica.
La brecha entre la comunidad receptora y los grupos de migrantes es cada vez más grande, como lo demuestra la reciente campaña del Brexit, que estuvo basada, sobre todo, en aumentar la polarización entre «los que tienen derecho de vivir acá» y «los intrusos». Una campaña con ausencia total de solidaridad y de reconocimiento a la contribución no sólo económica, sino también a la rica diversidad que aportan estas olas migratorias.
Para que los inmigrantes puedan integrarse exitosamente es necesario un trabajo de ambos lados. La sociedad receptora tiene que poder reconocer, comprender y apreciar las diferencias, mientras que los grupos migratorios deben aprender de la cultura local adaptándose a sus costumbres, pero también manteniendo los valores y costumbres propios.
Generar ciudadanos globales significa educar para entender quién es uno mismo y quiénes son los otros como seres culturales, y cómo se pueden solidificar las similitudes y construir puentes entre las diferencias. Y, más importante aún, cómo se puede, en conjunto, aprovechar la riqueza de la diversidad y trabajar juntos para construir una sociedad mejor.
Las jóvenes generaciones tienen el potencial necesario para poder desarrollar estos valores pero corresponde a los sistemas educativos y a las sociedades fomentar estos valores con una verdadera educación intercultural en las currículas escolares. El mundo necesita que este aprendizaje no sea algo a lo que sólo unos pocos tienen acceso, porque las consecuencias están y seguirán siendo muy negativas para todos.
Fuente: http://www.cronista.com/columnistas/Necesitamos-educar-ciudadanos-globales-20160728-0037.html