Centro América/El Salvador/14 Agosto 2016/Fuente:laprensagrafica /Autor: Juan Carlos Díaz
Marta Lidia Velásquez de Segura ha convertido desde hace 28 años la escuela de educación especial de La Unión en su segundo hogar. Los niños que estudian en ese centro educativo son su otra familia, y con la que pasa el mayor tiempo posible. Velásquez es graduada en Ciencias de la Educación y en Psicología, y también ha sido parte de diferentes organizaciones no gubernamentales.
Esta mujer de 63 años y originaria del municipio de San Alejo es la fundadora del único centro de enseñanza que existe en el departamento de La Unión para los niños que tienen discapacidades. Ella ha sido maestra, niñera, ordenanza y directora de esa institución, y reconoce que hasta el momento sigue desarrollando muchas de esas funciones.
Relata que comenzó siendo maestra en un colegio de La Unión, de donde fue reclutada por el Ministerio de Educación en 1986 para planear la creación de 14 escuelas de educación especial en todo el país, de las cuales una estaría en la ciudad-puerto, y la elegida para iniciar ese proyecto fue ella.
“Siempre quise ser maestra, porque tuve un hijo que se salía del grado y tenía que quedarme con él en las clases para que no se saliera. La maestra me pedía que le cuidara a los alumnos y me quedé en el kínder, luego ella tuvo un accidente y me dejaron a mí a cargo”, recuerda. Su carrera en la educación especial inició en un aula en malas condiciones en el Centro Escolar República de Honduras de La Unión.
Los techos estaban dañados, no tenía pupitres ni materiales didácticos, es decir, debió comenzar de cero, porque ya tenía los primeros 10 niños a los que les debía enseñar. Asegura que su primera gestión la hizo en la Base Naval, donde pidió apoyo para que le elaboraran pupitres y mesas; en otros lugares solicitó ayuda para materiales didácticos y juguetes. Dice que cuando le avisaron de la Base Naval que le habían elaborado los pupitres, no tenían cómo trasladarlos a la escuela ni recursos para pagar transporte, y tomó la decisión de salir a la calle, hacerle parada a un camión y pedirle que le hiciera el favor de llevar los muebles.
Sus primeros dos años en la educación para niños especiales los pasó en aquella aula descuidada, período en el que tampoco recibió un sueldo, pero en 1988 iniciaría un sueño que parecía imposible. Un extranjero de la Marina de Estados Unidos decidió aportar 55,000 colones para iniciar la construcción de la escuela especial en un terreno que era propiedad del centro escolar. Desde ese año a la maestra Velásquez le sumaron otra función: aparte de ser la niñera, la ordenanza y la profesora, también debía asumir la función de directora. Cuenta que en 1993 llegó una maestra pero no duró mucho y se fue porque no le gustó, y en 2000 le enviaron dos maestras más. Explica que con el paso de los años se fue acostumbrando a tratar y entender a los niños especiales.
“Lo más complicado en la educación especial es cuando los niños tienen regresiones. Uno siente que van saliendo de su discapacidad porque ya juegan, pero de repente se enferman y se pierde el hilo de la educación y hay que comenzar de nuevo, y eso es triste”, refiere.
Con satisfacción afirma que uno de sus mayores logros ha sido la construcción de una infraestructura adecuada para la escuela especial, aunque todavía haya cosas por mejorar. Actualmente la escuela tiene un local propio y docentes asignados para atender a 112 alumnos de todo el departamento. –
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