América del Sur/Ecuador/10 Septiembre 2016/Autor: Jaime Giménez/Fuente: El país
Las nuevas escuelas del Milenio en la Amazonía ecuatoriana comienzan a reducir la brecha histórica entre esta región históricamente excluida y el resto del país
Se sitúa en lo más profundo de la Amazonía ecuatoriana, pero, a simple vista, nada tiene que envidiar al mejor colegio de Madrid. Modernos laboratorios, numerosas pistas deportivas y coloridos jardines dan forma a la Unidad Educativa del Milenio de Nuevo Rocafuerte, una pequeña localidad a la que solo se puede acceder navegando durante más de seis horas por el río Napo, afluente del Amazonas. Pese a lo remoto del lugar, niños y jóvenes de esta región petrolera cuentan con una infraestructura educativa de último modelo, construida por el Estado con dinero procedente del crudo. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Profesores foráneos que no se adaptan a la vida selvática, marginación de las culturas indígenas y fallos en el mantenimiento de las instalaciones son las principales quejas de una población que ha vivido durante siglos excluida del desarrollo del país.
La región amazónica se conoce en Ecuador como “el Oriente”, un lugar sin nombre. Despojada de identidad propia, excluida del escudo nacional y alejada de los centros poblados de la sierra andina y la costa pacífica, la Amazonía nunca fue un lugar atractivo para el resto del país ni para los gobiernos de turno. Se la llegó denominar como el “infierno verde”, un inhóspito océano de árboles que, según el imaginario nacional, no ofrecía más que torrenciales lluvias y el riesgo de ser devorado por animales salvajes. Todo eso cambió, no obstante, con el hallazgo del petróleo en las entrañas de la selva. En 1972, el primer barril de crudo desfiló con honores militares por las calles de Quito de la mano de la compañía estadounidense Texaco, inaugurando la era petrolera y el redescubrimiento de la Amazonía como una fuente de divisas para el país. La población oriunda de la selva, no obstante, no vio mejorar sus condiciones de vida como consecuencia del auge del hidrocarburo. Al contrario: la contaminación cambió el color verde de la vegetación por el negro de los residuos del crudo, varios pueblos indígenas desaparecieron y los que sobrevivieron observaron cómo el alcoholismo y el trabajo asalariado ahogaban su ancestral cultura.
“Aquí está nuestro petróleo, sirviendo en primer lugar, como siempre debió ser, a nuestra Amazonía”, proclamó el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, mientras inauguraba la Unidad Educativa del Milenio en Nuevo Rocafuerte, el 6 de noviembre de 2014. “Estamos derrotando al pasado de vergüenza. En el viejo país solo alcanzaban educación de excelencia quienes podían pagársela”, afirmó el mandatario, convencido de que “con la utilización responsable de nuestros recursos naturales no renovables podremos derrotar a la pobreza”. En 2010, la reforma de la Ley de Hidrocarburos llevada a cabo por el gobierno de Correa decretó que el 12% de los excedentes petroleros debían reinvertirse en proyectos de educación y salud en las regiones donde se extrae el crudo.
Redistribución planificada
“Ecuador es uno de los únicos países en el mundo, sino el único, en el que se establece por ley que el Estado debe redistribuir las regalías obtenidas por sus recursos estratégicos. Es el Estado ecuatoriano quien, ordenadamente, devuelve proyectos de desarrollo a esos territorios de donde se extraen recursos naturales”, explica Pablo Bustamente, subgerente de Ecuador Estratégico, empresa pública que construyó la escuela del Milenio en Nuevo Rocafuerte.
“No esperamos a que la compañía instale una escuelita pequeña en un lugar alejado y que arregle una carretera. No estamos esperando la buena voluntad del empresario para hacer lo que las comunidades cercanas a los proyectos necesitan. Estamos recuperando esos recursos para redistribuirlos planificada y equitativamente”, agrega.
Nuevo Rocafuerte, enclavada a pocos kilómetros de la desembocadura del río Yasuní —que marca la frontera con Perú—, está dentro del bloque petrolero 43 o ITT (Ishpingo, Tiputini y Tambococha). Este bloque, del que el gobierno espera obtener 1.670 millones de barriles de petróleo a partir de este año, se sitúa en su mayor parte dentro del Parque Nacional Yasuní, una de las regiones más biodiversas del mundo. Pese a la polémica alrededor de su explotación, Ecuador decidió en 2013 acometer la extracción del crudo de esta área, también conocida como Yasuní-ITT. Aunque Correa argumentó que la explotación sacaría de la pobreza a los pueblos amazónicos, las evidencias apuntan a que, por el momento, eso no ha ocurrido. En cualquier caso, la construcción de la escuela del Milenio en Nuevo Rocafuerte muestra que las comunidades del noreste del Yasuní sí han recibido algunos beneficios de la extracción petrolera.
“Ecuador estableció como política que los recursos que provenían del petróleo se destinen precisamente al desarrollo de infraestructura en la Amazonía”, declara a EL PAÍS el ministro de Educación ecuatoriano, Augusto Espinosa. “La Amazonía es la región donde menos estudiantes tenemos y, sin embargo, donde más escuelas hemos construido”, continúa.
Un proyecto a nivel nacional
El proyecto de las Unidades Educativas del Milenio no se limita a Nuevo Rocafuerte. Según Espinosa, en los últimos años se han inaugurado 63 de estas escuelas en todo el país, mientras que otras 57 están en construcción. Hay proyectadas 66 más. Se trata de infraestructuras homogéneas que cuentan con el mismo diseño e instalaciones independientemente del lugar donde se construyan. Laboratorios de física, química y biología, salas de informática, canchas de fútbol y baloncesto cubiertas y al aire libre, modernos edificios y una estética cuidada es lo que ofrecen estas escuelas construidas para llevar la educación del nuevo milenio a todos los rincones de Ecuador.
“Cuando llegamos al gobierno habían registradas alrededor de 22.000 escuelas, una cifra imposible de mantener. Nos dimos cuenta de que necesitábamos un máximo de 5.500, de las cuales 900 debían ser nuevas. De ahí surgió la idea de las Unidades Educativas del Milenio, con el objeto de fusionar escuelas pequeñas y dotar a los estudiantes de todo lo necesario para tener educación de calidad”, relata el ministro.
Otra de las metas del proyecto, según la web del Ministerio de Educación, es alcanzar el segundo Objetivo de Desarrollo del Milenio, establecido por Naciones Unidas en 2000: “lograr la enseñanza primaria universal”. Ecuador contaba en 2013 con una tasa neta de matrícula de educación primaria del 97%, según la CEPAL.
De las 900 escuelas planificadas, el gobierno esperaba construir 400 antes de 2017. Sin embargo, “dada la caída del precio del petróleo y el terremoto, tuvimos que redimensionar el proyecto”, reconoce Espinosa. Ahora se pretende construir 200 Unidades Educativas Siglo XXI, más baratas que las escuelas del Milenio, pero “con los mismos estándares”, según el ministro.
El visitante que llega al recóndito pueblo de Nuevo Rocafuerte, con una población de medio millar de habitantes, no puede sino sorprenderse al descubrir las imponentes instalaciones de la escuela del Milenio. La unidad cuenta con capacidad para 570 alumnos de entre tres y 17 años, que llegan de diferentes comunidades esparcidas a lo largo del río Napo. Algunos estudiantes tardan hasta cinco horas en canoa en llegar a la escuela desde su casa. Por ello, el complejo cuenta con una residencia gratuita en la que viven internos alrededor de 200 jóvenes, quienes regresan a sus hogares de jueves a domingo. Además, la administración subvenciona el transporte escolar.
“La Unidad del Milenio ha contribuido a mejorar las condiciones de vida en la región”, asegura el rector, Julio Torres. “Antiguamente, en las escuelas un solo profesor tenía que dar clase a alumnos de seis cursos diferentes, era muy duro. Si daba bien a unos, no podía dar bien a otros, por eso salían estudiantes mediocres”, recuerda Torres, quien también es profesor de turismo.
Los desafíos del milenio
Pero todavía quedan aspectos por mejorar. Uno de los grandes problemas en la Amazonía es el compromiso y la preparación de los profesores. “Normalmente, nadie quería ir a la Amazonía a enseñar, teníamos muy pocos licenciados y eso obligó a contratar a muchos docentes que apenas tenían el título de bachiller”, expone Espinosa. Esa falta de profesores llevó al gobierno a contratar a profesionales de otras regiones del país, principalmente del Pacífico.
“Los profesores que vienen de la costa se quieren ir, no tenemos docentes estables. Quieren regresarse porque sus familias están lejos. Piden permiso cada mes y se van ocho días, lo que genera molestia porque los chicos se quedan sin profesor”, declara el rector.
Esa falta de profesores acaba incidiendo sobre el nivel de la educación. Una alumna de la Unidad del Milenio Yasuní, situada en la comunidad Rodrigo Borja, manifiesta que algunos docentes “tienen que dar tres o cuatro materias. Hacen falta más profesores, pero no quieren venir”. Esta estudiante de último curso de bachillerato, que solicita no revelar su nombre, también se queja de que en su escuela casi no se usan los laboratorios. “Hace unos meses unos alumnos robaron varias computadoras y luego a los estudiantes no nos dejaban entrar al centro de informática”, revela.
Además, la alumna lamenta los fallos en el mantenimiento de su escuela del Milenio, ubicada en el límite occidental del Parque Nacional Yasuní. “Durante una semana no funcionó el agua. Ahora va y viene, funciona a ratos porque hay problemas con las tuberías”. Por su parte, Torres denuncia la mala conexión a Internet en su escuela. “Cuando hace mucho sol o llueve, la señal se pierde. Necesitamos banda ancha para poder trabajar”, lamenta el rector.
Otro importante desafío es la inclusión de las culturas y lenguas indígenas. En una región donde la población originaria tiene un importante peso demográfico y ancestral, muchos critican que las nuevas escuelas no incorporen la educación intercultural bilingüe. “Ya no enseñan la historia del pueblo kichwa, ahora yo tengo que explicarle a mi hijo quienes son los omaguas, los cofanes, los waoranis. Ni siquiera tratan las plantas medicinales”, asevera Manuel Coquinche, cuyo hijo estudia en Nuevo Rocafuerte.
Paradójicamente, la llegada de la inversión social a una región tradicionalmente olvidada por el resto de ecuatorianos se ha producido sin tener en cuenta las culturas de aquellos que habitan la selva desde hace siglos. Según David Suárez, coordinador de la Fundación Alejandro Labaka, “en los últimos años ha habido un intento muy tímido de redistribución de la renta petrolera hacia comunidades indígenas. Es positivo que se intente mejorar las condiciones educativas, pero el tener una escuela del Milenio con una infraestructura buenísima no necesariamente garantiza una mejor educación”.
Tras toda una vida de olvido, el descubrimiento del petróleo devolvió a la Amazonía al mapa de Ecuador. Los réditos obtenidos por el oro negro, sin embargo, nunca repercutieron positivamente en las vidas de los pobladores de la selva. Con la llegada del gobierno de Correa se comenzó a atisbar una cierta compensación por la deuda histórica que el país mantenía con su “Oriente”. Las escuelas del Milenio en la Amazonía, con unas instalaciones de primer nivel, suponen un paso inicial en la reducción de la brecha entre esta región y el resto de Ecuador. No obstante, queda mucho por hacer. Los olvidados de Ecuador, eso sí, ahora pueden estudiar para ser conscientes de que en el nuevo milenio su olvido continúa.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/09/05/planeta_futuro/1473095204_176169.html