Insumisos es un ensayo centrado en las vidas de 8 personajes que desde unas convicciones diversas y en circunstancias en absoluto equiparables (aunque siempre duras) antepusieron su ética personal a los dictados de los gobiernos de turno, por encima de las consecuencias y de las presiones que todos ellos sufrieron para adherirse a la moral homologable aceptada, o más bien impuesta, desde el poder. Son Etty Hillesum, Germaine Tillion, Borís Pasternak, Aleksandr Solzhenitsyn, Nelson Mandela, Malcolm X, David Shulman y Edwrad Snowden y sus luchas son francamente diferentes, pero todas ellas nos remiten a momentos clave de la historia reciente de la humanidad, desde la segunda guerra mundial a la revolución rusa, desde el apartheid a Palestina, Argelia o la lucha por la libertad y los derechos civiles en Estados Unidos. Poco en común, en principio. Poco en común salvo una cosa, una convicción a la que uno llega tras la lectura de este magnífico libro de Tzvetan Todorov: no hay forma de insumisión más poderosa y al tiempo efectiva que la menos frecuente: negarse a odiar.
Siempre me ha gustado aquello que decía Herzen sobre que si hubiera menos gente dispuesta a salvar el mundo y más gente decidida simplemente a hacer lo correcto probablemente al mundo le iría mucho mejor. Los Insumisos protagonistas de este luminoso ensayo de Tzvetan Todorov hicieron eso, cada cual a su manera y por mucho que algunos de ellos sí estuvieran comprometidos con cambios sociales a gran escala. Sus herramientas fueron la dignidad personal y el compromiso con unos principios entre los que destaca el de tratar de entender a los demás, condenar los actos pero perdonar a las personas. Perdonen la simplificación, sin duda me dirán que el mundo es mucho más complicado que esto y de hecho el libro analiza a fondo muchas de esas dificultades, pero la clave de la exitosa insumisión de estas personas no es otra que una sencilla: lograron comportarse como personas buenas y decentes en circunstancias malas e indecentes. Y algunos lo hicieron desde el lado de los opresores y otros desde el de los oprimidos, lo que a efectos prácticos no cambia en absoluto la consideración que merecen.
Las diferencias en la inspiración y los principios de estos Insumisos funcionan muy bien como motor narrativo: el libro no aburre en ningún momento, pero además logran, no sé si conscientemente o no, un objetivo más, y es que resulta difícil que en este catálogo de insumisiones no encuentre el lector algún momento histórico especialmente afín a sus intereses. En mi caso a ese perfil se ajustan Borís Pasternak y Aleksandr Solzhenitsin, leer sobre ellos es estar en casa, pero sin embargo debo reconocer que como relato y como fuente de reflexión todos ellos son igualmente interesantes aunque me ha resultado especialmente luminoso el capítulo dedicado a Nelson Mandela. Como en todos los casos no esconde Tzvetan Todorov las contradicciones, los cambios de opinión y las debilidades de sus Insumisos, pero la fuerza de sus historias es tal que no es que pasen a un segundo plano, sino que refuerzan notablemente el perfil de los protagonistas. También se equivocaron, como nosotros, también son humanos, como nosotros, por tanto si ellos fueron como nosotros también nosotros podemos ser como ellos. Y el primer paso, seguramente el más trascendente y definitivo, es el expuesto al principio, su nexo de unión: negarse a odiar. No es fácil, pero Tzvetan Todorov nos regala una fantástica guía para comenzar este viaje.