De lágrimas se llenan los ojos de Luisa Fernanda Rivera cuando recuerda el momento en el que, con tan solo 11 años, debió salir de La Palma, Cundinamarca, hacia Bogotá junto con su familia porque grupos al margen de la ley reclutaron a dos de sus tíos y mataron a otro.
Hoy, a sus 26 años, libre de odio y con mucho amor por dar, es una de las encargadas de dictar las clases del Programa Nacional de Alfabetización a los habitantes de la vereda Murca, a 10 minutos de La Palma.
Silencio, heridas de guerra, casas abandonadas, tierras sin trabajar y un sentimiento de perdón enorme es lo que se siente y se ve al llegar a Murca, ese pueblo que en el 2000 quedó casi desierto porque todos sus habitantes tuvieron que irse para resguardarse de la guerra.
“Mi hijo mayor tenía 3 o 4 años cuando nos tocó irnos de aquí, y todavía dice que se acuerda de cómo bajaban los muertos por aquí y los botaban en la quebrada”, contó Sandra Parra, una de las alumnas de Luisa.
Todos los sábados, de 8 a. m. a 4 p. m., se reúnen en la casa de Anita, una de las alumnas, o en el salón comunal, donde aprenden y repasan vocales, consonantes, sumas, restas y además hacen dinámicas y, como ellos mismos dicen, vuelven a ser niños por un rato.
Educación que sana
Con Luisa hay más estudiantes de la Normal Superior que, como parte de su práctica profesional, alfabetizan en las diferentes veredas de la zona. Angie Loana Miranda es quizá la más joven de todas: a sus 17 años tiene a su cargo un grupo de estudiantes en el cual el mayor tiene 63 años y el menor, 31.
“Cuando iba a empezar el proyecto me sentía muy nerviosa porque pensaba que no iba a tener autoridad frente a ellos, pero fue todo lo contrario, el simple hecho de que a uno le digan profe es una experiencia muy bonita”, dijo Angie.
A todos los asistentes al programa los une lo mismo: la guerra y la pobreza; razones por las cuales no pudieron ir al colegio cuando eran niños, pero ahora han encontrado en este proyecto una manera de sanar sus heridas y de encontrar mejores opciones para ellos y sus familias.
Hilda Parra ha tenido una vida marcada por la violencia. Es oriunda de Garzón, Huila, el mismo lugar de donde le tocó salir corriendo con su esposo y sus cuatro hijos después de que en la finca donde vivían hombres armados amenazaron con matarlos.
A sus 65 años, la señora Elsa Prada está resurgiendo de entre las cenizas de su pueblo; y aunque al principio se creyó muy vieja para estar recibiendo clases y aprendiendo a leer, hoy está convencida de que nunca es tarde para aprender y de que este proyecto es una luz de esperanza para su pueblo.
“Aquí me he encontrado historias de vida de personas que vivieron en carne propia lo que fue el conflicto. He visto cómo con miedo tuvieron que dejar todo de lado, y es bonito verlos ahora de pie y rehaciendo su vida”, afirmó la profe Angie.
El programa está en su etapa piloto, pero las alfabetizadoras y los alumnos están muy entusiasmados, comprometidos y sueñan con poder culminar el bachillerato y, por qué no, ir a la universidad.
Tomado de: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/alfabetizacion-de-personas-mayores/16704517