Por: Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados
“Los refugiados se enfrentan a dos viajes, uno que lleva a la esperanza, otro a la desigualdad. Depende de nosotros llevarlos por el camino correcto”.
Cuando la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para Los Refugiados comenzó su trabajo el primero de enero de 1951, se le dieron tres años para completar sus labores para ayudar a millones de refugiados europeos que quedaron sin hogar o en el exilio después de la guerra. En ese momento, se consideraba que tres años eran suficiente para resolver los problemas de los refugiados, y después de lo cual, según se esperaba, la labor del ACNUR estaría completa.
Hoy hay 16,1 millones de refugiados bajo el mandato del ACNUR en todo el mundo. Más de la mitad son niños, y seis millones están en edad escolar primaria y secundaria. El tiempo promedio que un refugiado pasa en el exilio es de cerca de 20 años. Veinte años son más que una niñez entera, y representan una porción significativa de los años productivos de una persona. Debido a este panorama, es crítico que pensemos más allá de la supervivencia básica de los refugiados. Los refugiados tienen habilidades, ideas, esperanzas y sueños. Ellos enfrentan grandes riesgos y desafíos pero, como se ejemplificó con los inspiradores logros del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, también son personas fuertes, resilientes y creativas, con energía y motivación para forjar sus propios destinos, si se les da la oportunidad.
Asegurarse de que los refugiados tengan acceso a la educación está en el corazón del mandato del ACNUR para proteger a la creciente población de refugiados del mundo, y es central para su misión de encontrar soluciones a largo plazo para la crisis de los refugiados. Sin embargo, a medida que aumenta el número de personas forzosamente desplazadas por los conflictos y la violencia, la demanda por la educación naturalmente crece y los recursos de los países que los albergan están muy presionados.
De los seis millones de refugiados bajo el mandato del ACNUR que se encuentran en edad escolar, 3,7 millones no tienen un centro educativo al que asistir. Los niños refugiados son cinco veces más susceptibles a quedar fuera de las escuelas, en comparación con niños no refugiados. Solo el 50 por ciento tiene acceso a la educación primaria, comparado con el nivel global de más de 90 por ciento. Y a medida que crecen, las diferencias se hacen abismales: 84 por ciento de los adolescentes no refugiados asisten a los primeros años de educación secundaria, pero únicamente 22 por ciento de los adolescentes refugiados tienen la misma oportunidad. A un nivel educativo más alto, solo un uno por ciento asiste a la universidad, en comparación con un 34 por ciento a nivel mundial.
“La educación le permite a los niños y jóvenes a prosperar, no solo sobrevivir”.
Las historias personales en este reporte muestran que los niños y jóvenes refugiados, sean mujeres o hombres, niños o adolescentes, sea que vivan en ciudades, pueblos, campamentos u otros asentamientos, consideran a la educación como una necesidad básica, y no como un lujo. Sin embargo, los obstáculos para un participación completa en la educación formal son considerables.
La gran mayoría de los refugiados en el mundo, un 86 por ciento, están en regiones en desarrollo, con más de un cuarto en los países menos desarrollados. Más de la mitad de los niños refugiados que no asisten a la escuela están en siete países: Chad, República Democrática del Congo, Etiopía, Kenia, Líbano, Paquistán y Turquía. Los refugiados a menudo viven en zonas donde los gobiernos están luchando para poder educar a sus propios niños. Estos gobiernos enfrentan la labor adicional de contar con espacios para escuelas, maestros capacitados y materiales de enseñanza para las decenas, e inclusive centenas de miles de recién llegados, quienes a menudo no hablan el mismo idioma y pierden, en promedio, tres o cuatro años de educación.
Los obstáculos para una participación en la educación formal son considerables.
A finales de 2015, 6,7 millones de refugiados vivían en situaciones prolongadas. Los refugiados atrapados en desplazamiento forzado por periodos tan largos se ven a sí mismos en un estado de limbo. Puede ser que sus vidas no estén en riesgo, pero sus derechos básicos y sus necesidades económicas, sociales y psicológicas esenciales continúan sin estar satisfechas. A pesar de los esfuerzos para expandir la educación para más niños y jóvenes refugiados, el peso de los números ha causado que la asistencia haya caído en los últimos años, inclusive en países donde se han realizado determinados esfuerzos para llevar a más niños refugiados a las escuelas.
A pesar de que algunas situaciones prolongadas de refugiados han durado más de dos décadas, la educación para los refugiados está financiada en gran parte por fondos de emergencia, dejando poco espacio para planificación a largo plazo. Tradicionalmente, la educación de los refugiados no se contempla en los planes nacionales de desarrollo o en la planificación del sector educativo, pero algunos de los principales países de acogida están tomando pasos en la dirección correcta. Sin embargo, el acceso y la conclusión de la educación por parte de los refugiados raramente se monitorea a través de sistemas nacionales de monitoreo, lo que significa que los niños y jóvenes refugiados no solo están en desventaja, sino que también sus necesidades educativas y logros continúan ampliamente invisibles.
La retribución por la inversión en educación es inmensa y tiene un gran alcance. Existe una sólida evidencia de que la educación de calidad les da a los niños un lugar seguro, así mismo puede reducir el matrimonio infantil, el trabajo infantil, los trabajos de explotación y peligrosos, y el embarazo adolescente. Les da la oportunidad de hacer amigos y encontrar mentores, y les da habilidades para la auto resiliencia, resolver problemas, pensamiento crítico y trabajo en equipo. Les mejora los prospectos laborales y les aumenta la confianza y la autoestima.
La educación les permite a los niños y jóvenes prosperar, no solo sobrevivir. No poder darle educación a 6 millones de refugiados en edad escolar, por otro lado, puede ser sumamente dañino, no solo para los individuos, sino también para sus familias y la sociedad, perpetuando los ciclos de conflicto y por ende, el desplazamiento. Esto significa oportunidades perdidas para el desarrollo sostenible y pacífico en nuestro mundo. Como lo ilustra este reporte, la educación es central tanto para estas metas de paz y desarrollo, como para ayudar a los niños refugiados a desarrollar su potencial.
La retribución por la inversión en educación es inmensa y tiene un gran alcance.
Hace un año, miembros de las Naciones Unidas establecieron una agenda de acción global para los próximos 15 años. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos” no puede ser alcanzado para 2030 sin satisfacer las necesidades educativas de las poblaciones vulnerables, incluyendo refugiados, apátridas y otras personas forzosamente desplazadas. El efecto multiplicador que tiene la educación en los otros objetivos, como erradicar la pobreza y el hambre, promover la equidad de género y el crecimiento económico, ilustra el importante rol de la educación para el cumplimiento de los objetivos.
Con la reunión para la Cumbre de la ONU sobre Refugiados y Migrantes, así como la Cumbre de Líderes, encabezada por el Presidente de los Estados Unidos, el ACNUR está llamando a una mayor colaboración entre gobierno, agencias humanitarias, socios de desarrollo y sector privado, para abordar los grandes vacíos en brindar educación de calidad para todos los refugiados.
Estamos empezando a reconocer la escala de este problema. En mayo de este año, gobiernos, compañías y filántropos se reunieron en la Cumbre Humanitaria Mundial en Turquía para crear el Fondo “La educación no puede esperar”, una iniciativa para satisfacer las necesidades educativas de millones de niños y jóvenes afectados por las crisis en todo el mundo.
Pero no estamos actuando lo suficientemente rápido. Muy a menudo, la educación para los niños refugiados se ve como un lujo, un extra opcional no esencial que viene después de la alimentación, el agua, el albergue y la atención médica. Es lo primero que se saca de la lista cuando la financiación es poca, como en la actualidad. Las cifras cuentan esta triste historia; uno de cada dos niños refugiados tiene acceso a educación primaria, lo que disminuye a menos de uno por cada cuatro en la escuela secundaria, disminuyendo a uno de cada 100 que tiene la oportunidad de continuar sus estudios en universidad o cualquier institución de educación superior.
Esto necesita cambiar. Al educar a los líderes del mañana, que sean ingenieros, poetas, científicos, filósofos, programadores de computación, les estamos dando a los refugiados, herramientas intelectuales para moldear el futuro de sus propios países desde el día que retornen, o a contribuir de manera significativa a los países que les ofrecen albergue, protección y visión de futuro.
Si abandonamos esta labor, estaremos fallando a la paz y la prosperidad. La educación brinda las llaves para el futuro en el cual refugiados pueden encontrar soluciones para sí mismos y sus comunidades.
Los refugiados se enfrentan a dos viajes, uno que lleva a la esperanza, otro a la desigualdad. Depende de nosotros llevarlos por el camino correcto”.
Panorama mundial
Hay seis millones de niños y adolescentes refugiados en edades escolares bajo el mandato del ACNUR. En 2015; 2,3 millones estaban en la escuela; 3,7 millones estaban fuera de la escuela. 1,75 millones de niños refugiados no estaban en la escuela primaria y 1,95 millones de adolescentes refugiados no estaban en escuela secundaria. Los 1,75 millones de niños en escuela primaria, así como 550.000 adolescentes en escuela secundaria estaban en una gran necesidad de apoyo para poder mantenerse y poder tener éxito en la escuela.
Los Gobiernos, el ACNUR y sus socios han logrado progresar en involucrar a refugiados en la escuela y asegurar que tengan acceso a educación acreditada en sistemas nacionales. La lucha es con los números absolutos: mientras que la población de refugiados en edad escolar fue relativamente estable en 3,5 millones durante los primeros 10 años del siglo 21, y hubo un progreso gradual en las cifras de matrícula desde 2011, esta aumentó en promedio por 600.000 niños y adolescentes al año. Únicamente en 2014, la población de refugiados en edad escolar aumentó en un 30%.
A este ritmo, esto significaría que en promedio se necesitaría por lo menos 12.000 clases y 20.000 profesores adicionales cada año.
Fuente: http://www.acnur.org/que-hace/asistencia/educacion/oportunidades-perdidas/