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¿Cómo crear las condiciones necesarias para desarrollar una correcta situación de aprendizaje desde la aplicación de las neurociencias en el aula? ¿Se puede hacer? Y si se hace, hasta dónde medir su efectividad. Éstas son algunas inquietudes que pronto tendrán respuesta en el territorio educativo argentino cuando avance la propuesta del Gobierno de que los docentes de todo el país reciban información sobre cómo aplicar esta disciplina en su proyecto pedagógico, a partir de la creación del Laboratorio de Neurociencias y Educación, que incluirá talleres específicos sobre cómo las emociones están relacionadas con el aprendizaje. Corrientes será la primera provincia en desarrollar un taller para sus maestros.
A partir de algunos estudios en común entre la Fundación Ineco, que preside el doctor Facundo Manes, y el Ministerio de Educación de la Nación y el bonaerense es que surgió esta idea de introducir las neurociencias en el aula. Los datos obtenidos habían revelado como preocupante la cantidad de jóvenes que en la Argentina hoy se muestran desmotivados, que no tienen deseos de estudiar o que creen que esto no les sirve para nada. «Involucrar las emociones en el aprendizaje se vuelve fundamental para motivar, para captar la atención del cerebro y así potenciar y mejorar habilidades y talentos, o detectar déficits en los niños en los primeros años de la escuela», destacó Manes.
No es la primera vez que desde esta disciplina científica se plantea la posibilidad de contribuir a desentrañar la relación del cerebro con nuestros comportamientos: se han realizado aportes considerables para el reconocimiento de los distintos componentes de la empatía, de las áreas críticas del lenguaje, de los mecanismos cerebrales de la emoción y de los circuitos neurales involucrados en ver e interpretar el mundo que nos rodea.
Desde luego, esto no significa que todo se vaya a resolver desde las neurociencias. Para Mercedes Miguel, secretaria de Innovación y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación, lo que se plantea es la necesidad de «dar luz a los grises que tiene la pedagogía», y no encerrarse sólo en la importancia de instruir a los docentes sobre aspectos neurocientíficos, sino en pensar en algunas modificaciones del sistema educativo para mejorar la atención del alumno en el aula. Por ejemplo, la posibilidad de que el horario de inicio de clases matutino del nivel medio se retrase porque en los adolescentes hay investigaciones que demuestran que despertarse a las 7 de la mañana es equivalente a despertar a un adulto a las 4, y, por eso, en otros países se pasó de iniciar las clases de las 7.30 a las 8.20, con resultados muy buenos.
La iniciativa de acercar las investigaciones en neurociencias a las aulas es bienvenida, pero hay que tener en cuenta que por sí sola no resolverá problemas que en la Argentina se renuevan al inicio de las clases y siguen frustrando a alumnos, padres, docentes, maestros y funcionarios, que no se ponen de acuerdo en la importancia fundamental de sostener y defender a la educación como base de una sociedad más integrada y solidaria.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1983337-neurociencias-a-clases