Universidades públicas vs. universidades privadas

Por: José Manuel Restrepo

Ha habido dos avances muy importantes en la construcción del sistema de educación superior en Colombia. Uno es el que diferencia entre universidades de excelencia y las que no lo son, independientemente de su carácter oficial o privado, y otro es el que enfatiza el entender la calidad de forma multidimensional.

Estos temas son pertinentes ahora que se hicieron públicos los resultados de un estudio del Banco de la República que evaluó el desempeño de los egresados de la educación superior colombiana, comparando los resultados en función de su condición de provenir de universidades oficiales o privadas. El trabajo hace uso de un medio puntual para medir la calidad de la educación superior recibida que corresponde al valor agregado. Este indicador verifica el aporte que realiza la universidad, basado en el avance entre el desempeño del estudiante en las pruebas de entrada a la universidad (examen Saber 11) con respecto a su desempeño en las pruebas de salida (examen Saber Pro). El resultado a que llega es que existe un mejor desempeño en dicho puntual indicador, entre los estudiantes matriculados en universidades oficiales y aquellos matriculados en universidades privadas, muy especialmente en programas de ingeniería, con resultados mucho menos o incluso no contundentes en áreas como medicina, derecho o economía.

Del estudio pueden hacerse varias reflexiones, sin embargo, un primer reconocimiento es para el hecho de haber usado una medición de valor agregado. Este instrumento tiene la virtud de medir el desempeño de la institución educativa. Siempre es más fácil, en educación superior, recibir a los estudiantes de los mejores colegios del país para sacar de ellos buenos egresados, por oposición a dar un valor añadido a aquellos que vienen de contextos y entornos con menores posibilidades, recursos y nivel académico.

Estudios similares a este se han hecho entre universidades acreditadas institucionalmente (superando el criterio de sólo programas acreditados, que no discrimina igual) y aquellas que no lo son, sean oficiales o privadas, llegando a la conclusión de que no importa tanto el carácter de oficial o privado, sino el compromiso o no de la institución con prestar un servicio con excelencia. Esto debe llevar a reconocer la gigante heterogeneidad del sistema de educación superior colombiano, en el que conviven universidades de excelencia y otras de muy bajo nivel de calidad, independientemente de su condición publica o privada. Se hace entonces indispensable fortalecer los mecanismos de regulación de la calidad del sistema para todos y minimizar las brechas.

Algunos han querido usar este resultado para descalificar subsidios a la demanda (tipo Ser Pilo Paga o similares), sin embargo, llegar allá supone mucho más por analizar. En primer lugar, el propio criterio de calidad de la educación superior, que no es sólo un tema de valor agregado y supone ver asuntos como recursos disponibles (profesores, acceso al conocimiento, tecnología, infraestructura, etc.), producción científica, pertinencia de los programas, empleabilidad, desempeño y remuneración laboral al terminar la carrera, experiencia universitaria, entre muchos más. Posiblemente esto explica que en el programa Ser Pilo Paga, los “pilos”, en más del 80%, escogen libremente universidades privadas acreditadas.

En cualquier caso, este estudio es una buena oportunidad para reclamar al Gobierno Nacional muchos más recursos directos para las universidades oficiales, incluso más allá de lo que contempla la actual reforma tributaria, y que den respuesta a necesidades anuales urgentes por más de $1 billón y de inversión de más de $10 billones. Pero también para invitar a que no se genere esta discusión superada entre oficiales y privadas, y más bien a que muchas más privadas se comporten como oficiales en el sentido de abrir oportunidades a estudiantes provenientes de contextos sociales y económicos distintos, y a que entre todos construyamos una nación más equitativa y con educación de calidad para todos.

En síntesis, este estudio puede ser una razón más para fortalecer los subsidios de oferta y perfeccionar los subsidios de demanda a aquellas universidades (ojalá cada vez más) que se comprometan con la calidad y la equidad en la educación superior en el país. Este es uno de los caminos deseados y necesarios en el posconflicto.

Fuente:http://www.elespectador.com/opinion/columna-42

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