Por: Rafael Moyano.
Despistados e imbuidos como estamos todos en la tragicomedia catalana, más trágica que cómica, se nos ha pasado por alto un importante acuerdo del pleno del Congreso. Los diputados han votado al unísono en el tema educativo. Han aprobado darse unos cuantos meses más para elaborar el Informe del Pacto Social y Político por la Educación que de momento lo único que tiene es nombre. El motivo es noble, es que han dedicado demasiado tiempo a escuchar a los expertos y no han tenido tiempo para empezar a negociar. El compromiso es que esté elaborado un texto conjunto para principios del año próximo que ha de ser debatido en sus consiguientes, y largos, trámites parlamentarios. No se ha comenzado a elaborar el guion y ya pintan bastos porque, en plena negociación, el PSOE ha anunciado un «otoño calentito en educación». Lo vaticina Andreas Schleicher, padre del Informe PISA y último experto que ha desfilado esta misma semana ante los diputados que discuten el pacto: «Los países más avanzados no han politizado la educación sino que, por el contrario, han llegado a un consenso». Y lo de España, país avanzado, ¿cómo lo ve? «Veo muy difícil un acuerdo».
Más de ocho millones de enseñantes se incorporan estos días a las aulas con las mismas ilusiones de un inicio de curso y más incógnitas que nunca. Con una ley en vigor llena de remiendos los alumnos que cierran ciclo no saben cuáles son sus metas, sus objetivos. Los de bachillerato ignoran qué prueba les espera al final de curso. Nos encaminamos al enésimo fracaso del pacto por la educación con la alegría de seguir liderando, por la cola, todos los ranking: los de abandono escolar, los de baja cualificación de los ciudadanos, los de falta de consonancia con el mercado laboral, los de calidad de las universidades… Avanzamos hacia el precipicio, pero tenemos 25 libros diferentes de ciencias sociales o 19 de matemáticas para una misma asignatura. No dejamos de estrellarnos contra la pared de la enseñanza tras 40 años de democracia, pero el debate en Andalucía es si aprobar por la cara a los que suspenden la ESO en junio; en Cantabria, si hacemos un nuevo calendario para desvincularlo de las fiestas religiosas; en Valencia, cuánto de valenciano y cuánto de castellano; en Aragón, que si una hora u hora y media de religión; y en Cataluña, si cedemos los colegios para la consulta ilegal o no. Todo es una cuestión de educación, ni buena ni mala, la gran vergüenza de este país avanzado.
Fuente: http://www.elmundo.es/opinion/2017/09/16/59bc1201e5fdea065f8b45ca.html
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