Por: Eduardo Azumendi
- Varios miles de alumnos vascos de entre 16 y 17 años han escuchado en sus aulas en los últimos cursos los testimonios de víctimas del terrorismo en un intento de sensibilizarlos e inmunizarlos contra la violencia y la venganza
- Ainhize San Andrés, de 17 años y alumna de segundo de Bachillerato, relata como le impresionó la capacidad de las víctimas de superar el sufrimiento
Varias decenas de centros educativos concertados y públicos, y miles de alumnos vascos de entre 16 y 17 años han escuchado en los últimos cuatro años en sus aulas, desde su pupitres, los testimonios de testimonios de víctimas del terrorismo. Por esas aulas han pasado víctimas de ETA, del GAL, del Batallón Vasco Español y de abusos policiales. ¿Por qué? Pues con un único objetivo: sensibilizar a los jóvenes, inmunizarles contra la violencia y la venganza.
Este programa impulsado por el Gobierno vasco se denomina Adi-adian y comenzó a ensayarse cuando el socialista Patxi López era lehendakari. Ahora el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos-Gogora, coordinado por Aintzane Ezenarro, celebra el Día de la Memoria 2017 dando voz a las y los jóvenes que han tomado parte en estos encuentros. «Se trata de reafirmar la importancia de la transmisión de la memoria a las futuras generaciones y escuchar lo que estas reclaman a las familias, al mundo educativo, a las instituciones y al conjunto de la sociedad», apunta Ezenarro.
Ainhize nunca ha entendido que se use la violencia para solucionar algo. «Los testimonios me han reforzado en mi idea de que la violencia no es el camino. El diálogo siempre es la respuesta».
Marta Buesa es una de esas víctimas del terrorismo que ha pasado por las aulas ofreciendo su testimonio. Su padre, el político socialista Fernando Buesa (fue vicelehendakari y consejero de Educación del Gobierno vasco) fue asesinado junto a su escolta Jorge Díez por ETA. «Es doloroso hablar, te expones mucho, vuelves a revivir episodios muy duros. Se trata de darle la vuelta a ese dolor y tratar de aportar algo útil, constructivo». «Los chavales», añade, «te escuchan con mucho cariño. Después de una charla siempre salgo con la idea de que ha servido para algo».
«¿Cómo podíais vivir así?» es una de las preguntas más recurrentes que surgen entre los alumnos después de escuchar a las víctimas. «En mis charlas siempre dejo claro que no hay que recurrir jamás a la violencia porque solo sirve para empeorar las cosas. Se quedan muy impactados [los alumnos] porque ven que no hay ningún ánimo de venganza ni de revancha en mí».
Buesa reitera la idea de vivir sin odio, pero no en «la ignorancia». «Los chavales tienen derecho a saber lo que ha pasado. Sobre todo, para que no produzca nunca más. Pero tienen que conocer la historia de una manera objetiva. Es importante que los colegios se impliquen de una manera constante, no solo durante un curso o en el momento de la charla de las víctimas».
Una de las cosas que le resultan más reconfortantes a Marta durante las charlas es el momento de las preguntas, que resultan ingenuas, pero que dan en el clavo. Es cuando los alumnos se expresan libremente y opinan de una cuestión tan dura como el terrorismo sin las trabas de generaciones anteriores. «En nuestra generación no estábamos acostumbrados a hablar con libertad, sin miedo. Y los jóvenes ahora lo hacen». Cuando le preguntan por si siente odio, la reacción siempre es la misma. «Les sorprende que no sienta odio. Yo nunca lo he tenido. Lo natural sería sentirlo, pero nunca deje que me atrapara y así lo transmito».
Autenticidad de las víctimas
Merkat Bernaola es director de la ikastola Begoñazpi, un centro donde se han escuchado los testimonios de las víctimas e incluso se les ha llegado a premiar recientemente por la «autenticidad» que representa su relato. «Cualquier suceso histórico debe tener una base emocional, un testimonio directo para que se pueda comprender mejor. Ese testimonio da un valor añadido muy importante. Y en el caso de las víctimas les permite acercarse a los alumnos y empatizar».
De alguna manera, los profesores han aprovechado ese sufrimiento para educar, a pesar del coste de revivirlo. «Las víctimas recuerdan lo que pasó y notas que lo están pasando fatal mientras lo relatan. Se desnudan para que los demás conozcamos de primera mano la realidad. Y, sobre todo, transmiten paz, la necesidad de una sociedad justa y su fe en las segundas oportunidades».
A los alumnos les choca la ausencia de sentimientos de venganza en las víctimas. «Sí, les llama mucho la atención. Y también extraen otras lecciones: cuando se opta por la violencia nunca se puede ganar; las consecuencias de la violencia como medio para solucionar conflictos son terribles; en la vida es necesario tener una paz personal que te lleva a sentir el perdón de verdad; y cómo es necesario esforzarse en la reconciliación».
Valores éticos
Los jóvenes empatizan muy rápidamente con el sufrimiento mostrado por las víctimas. «El valor educativo reside en la autenticidad del testimonio. El objetivo es que no vuelva la violencia. Por eso la experiencia debe extenderse.
Arantxa Gárate es jefa de estudios del instituto Lizardi, en Zarautz (Gipuzkoa). Ella coordinó el programa en su centro el pasado curso. «Los mensajes de las víctimas calan en el alumnado porque se trata de algo muy emocional, aunque los jóvenes carecen del contexto histórico».
Gárate tiene muy claro que implicarse en este tipo de iniciativas permitirá a las generaciones jóvenes disponer de valores éticos. «Los testimonios acercan a los jóvenes a una realidad dura, pero que les refuerza en los valores éticos y les ayuda a creer que la reconciliación es posible. Lo que nos queda es la educación contra la violencia».
Fuente: http://www.eldiario.es/norte/euskadi/podiais-vivir_0_705880489.html