Según los cálculos de la agencia de Naciones Unidas, la tasa de desempleo juvenil subirá a 13,1 por ciento en 2017, lo que contempla a 70,9 millones de personas.
La cifra estará por debajo de los 76,7 millones en 2009, pero al menos otros 200 mil jóvenes ingresarán a las filas del paro durante el próximo año para elevar el saldo a 71,1 millones, asegura el reporte.
Si bien las estadísticas globales denotan decrecimientos en comparación con 2009, lo cierto es que de 2010 a 2016 hubo un considerable ascenso en las tasas de desempleo juvenil en África del norte, los estados árabes, América Latina y el Caribe.
El alza general fue contrarrestada por las mejoras en el mercado de trabajo en Europa, América del Norte y África subsahariana, aclara el análisis.
A juicio de la OIT, ‘es fundamental hacer frente a estos persistentes desafíos sociales y del mercado laboral’ no sólo para alcanzar el crecimiento sostenible e inclusivo sino también para el futuro del trabajo y la cohesión social.
Datos expuestos por la especialista Deborah Greenfield indican que unos 160,8 millones de jóvenes en países emergentes y en desarrollo viven actualmente en condiciones de pobreza extrema o moderada; es decir, con menos de 3,10 dólares al día.
‘Más de dos de cada cinco jóvenes de la población activa están desempleados o son trabajadores pobres, una dramática realidad que tiene un impacto en todas las sociedades del mundo’, agregó la directora general adjunta de políticas de la OIT.
Estadísticas de Naciones Unidas avalan también que la relación de las tasas de desempleo jóvenes-adultos apenas cambió a lo largo de la última década, lo cual denota ‘las profundas y extensas desventajas’ de los jóvenes en el mercado laboral.
Para las muchachas, la situación resulta mucho más desventajosa: en 2017, la tasa mundial de participación de las mujeres en la fuerza laboral es 16,6 puntos porcentuales inferior a la de los hombres jóvenes.
Las correlaciones de desempleo de las féminas son además ‘significativamente más altas’ que las de los varones, y la brecha de género en la tasa de jóvenes que no trabajan, ni estudian, ni reciben formación es aún más amplia, expuso el informe de la OIT.
A escala internacional, precisó Greenfield, tres de cada cuatro mujeres y hombres jóvenes están empleados en la economía informal, frente a tres de cada cinco adultos, y en los países en desarrollo el problema resulta mayor.
Un número creciente de muchachos procura faenas mediante Internet, lo que amplía sus posibilidades económicas, pero a expensas de riesgos importantes como los bajos ingresos, la falta de garantía de continuidad del empleo o el ingreso, y la carencia de acceso a las prestaciones sociales relacionadas con el trabajo, advierte la fuente.
‘Es esencial invertir más en la educación de calidad y en el desarrollo de competencias’, considera el organismo; pues ‘mientras más tiempo una persona joven estudia, más breve será su período de transición hacia el empleo’.
Para la directora del Departamento de Política de Empleo de la OIT, Azita Berar, resulta clave invertir en mecanismos de aprendizaje permanente, en las competencias digitales y en las estrategias sectoriales que amplíen la creación de empleos decentes y hagan frente a las vulnerabilidades de las personas más desfavorecidas.
Cuestiones como estas, apuntó, ‘deberían ser las prioridades de las políticas nacionales’.