México / 21 de enero de 2018 / Autor: Rafael Mendoza Castillo / Fuente: Cambio de Michoacán
La representación que la oligarquía y su poder de dominación han tenido sobre lo educativo tiene que ver con el control de la mente, el cuerpo y la conducta de la gente. Lo anterior para ajustarlos a la reproducción del sistema y de ese modo reproducir, acumular el capital en pocas manos o pocos propietarios. Esto último produce pobreza y desigualdad en la mayoría de la población. Así, el poder de explotación genera sentidos, valores, saberes, ideologías, creencias, como cemento que le sirve para mantener y reproducir esa formación social. Ven lo educativo como determinación (causalidad-parámetro) y no como indeterminación (opción, emergencia).
Por eso lo educativo como institución no se presenta con claridad patente ante nuestros sentidos, sino con ciertas máscaras, velos, oscuridades, se oculta, se reprime, se esconde, de ahí la imperiosa necesidad de pensarlo desde espacios categoriales, conceptuales, pero cargados con el aguijón del pensamiento crítico – disruptivo. De ahí el interés en invitar conceptos como represión, negociación, representación, participación y mediación (Pablo González Casanova). Sin esas conceptualizaciones todo análisis sobre lo educativo y su sistema es incompleto.
La represión se ha venido ejerciendo desde el poder de dominación y de explotación sobre los maestros y maestras que no aceptan las imposiciones de modelos educativos desde el Estado y la oligarquía financiera nacional y extranjera. Como muestra de lo que decimos está la última Reforma Educativa, que se caracteriza como administrativa y laboral. Primero la fuerza policiaca y luego sus ideas educativas neoliberales. La represión es biopolítica (control del cuerpo) y psicopolítica (control sobre la mente y la acción).
La represión también se presenta en lo moral, lo físico y económico. Lo anterior incluye pueblos y comunidades, como ejemplo Nochixtlán y otros. Todo análisis de lo educativo incluye las corporaciones económicas o del imperio norteamericano, las cuales han venido imponiendo contenidos y mecanismos represivos (OCDE, BM, FMI). Esto lo confirman las palabras de Ángel Gurría, secretario general de la OCDE: “El nuevo modelo educativo es la brújula, el compás y el norte”.
Surge una pregunta: ¿de qué educación hablamos cuando los oligarcas o propietarios del capital fijan las reglas al sistema educativo mexicano?, ¿de qué educación hablamos cuando no ha existido negociación del gobierno entreguista del prianismo con los verdaderos actores y sujetos de la educación, que son las maestras, los maestros y padres de familia, sobre contenidos, métodos, valores, proyectos de nación? En lo anterior ha predominado el interés de los propietarios del capital y sus súbditos de la partidocracia.
Es indudable que la educación como institución tiene una parte formal que incluye planes de estudio, formas de evaluación, programas, enmarcados en los diseños curriculares. El Estado neoliberal (padre autoritario y todopoderoso), achicado, simplificado, desregulado y privatizador, vía el prianismo, se adueña de lo educativo. Desde esa ideología conservadora le marca el sentido dogmático al sistema educativo. Todos estamos, según ellos, obligados a aceptarlo sin cuestionar sin preguntar.
Es necesario el cuestionamiento de la forma que hemos mencionado porque esa estructura encierra sentidos, significados, orientaciones, visiones del mundo, formas de vida, es decir, se expresa en lenguajes que pueden ser falsos, mentirosos; además ocultan poderes como la OCDE y las tecnologías de la información y la comunicación. Esto es, existe una representación detrás de la representación de la SEP.
Estamos ante la presencia de un teatro político donde los representantes de la SEP representan a los representantes de la corporaciones económicas, pero no representan los intereses del pueblo. Por eso se lucha desde la CNTE, los movimientos sociales, sindicatos universitarios, para que los representantes representen verdaderamente a lo representados. En esto debe estar el poder de los maestros y del pueblo. De otro modo la educación continuará secuestrada por los representantes de la oligarquía financiera local y global.
No se puede hablar de una educación liberadora o de calidad cuando el proceso educativo está en manos de corporativos oligárquicos y éstos fijan las orientaciones y valores de la educación. En esto quedamos como espectadores o invitados de piedra. Es importante, cuando hablamos de educación, entender el mecanismo de la negociación, la representación y la participación. Agregando a lo anterior, los procesos de mediación, que incluyen a los intermediarios. Saber quiénes son aquellos y, sobre todo, de quién son intermediarios.
Es bueno saber si esas mediaciones apuntan a la liberación de los sujetos de la educación o se continúa defendiendo el estado de cosas de las reglas neoliberales del capitalismo corporativo y su racionalidad competitiva, destructora de la condición humana del planeta agua-tierra. Deseamos una educación donde el intermediario sea el docente, el estudiante, la comunidad y que ahí se anide el poder, es decir, el poder desde abajo. Esta lucha, desde abajo, ha sido en los últimos años muy intensa, en la que se han perdido vidas de compañeros maestros, maestras, estudiantes y estudiantes normalistas (los 43 no se olvidan).
Luchar por una educación emancipadora, de liberación, implica que el pueblo, los de abajo, los explotados, los marginados, los olvidados, ya no deleguen la voluntad de poder a la oligarquía y su clase política corrupta e impune, sino que la ejerzan para transformar al capitalismo corporativo, mediático, militar-policiaco, empresarial, que hoy padecemos.
Que el pueblo recupere su soberanía, esto es, su voluntad de poder mayoritaria y humanista y le imponga un ¡basta! a la oligarquía o plutocracia mexicana. Indudable que se trata de una educación domesticadora y ocultadora de la intervención de los Estados Unidos en los pueblos de América Latina, para despojarlos de sus culturas, de sus territorios, del agua, del petróleo, la electricidad, golfos, islas, etcétera. El dueño de la educación debe ser el pueblo. La educación como patrimonio debe ser del pueblo, de lo contrario es una educación alienadora, embrutecedora y deshumanizada. Otro mundo es posible y necesario.
Fuente del Artículo:
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc36043