Evaluar para crecer…

Por: José Manuel Palomares León.

 

(…) afirmo que todo lo que hacemos como seres humanos lo hacemos en conversaciones o, mejor todavía, que toda la vida humana toma la forma de un flujo en las conversaciones y que las diferentes clases de haceres humanos o actividades son diferentes redes de conversaciones.

Maturana.

Si hablamos de las políticas públicas podremos entender que en la actualidad no es necesario de un proceso de formación específica para su ejercicio cualquier persona puede ejercer el ejercicio de ser parte de la función pública, aún sin preparación académica, la muestra es el nivel académico de nuestros gobernantes, con un Presidente de la Republica que no lee y que se le cuestiona su título de licenciatura en que se dice que tiene mas del 20% de plagio y un Secretario de Educación que ni “ler” sabe. Ya no ahondaremos en el nivel educativo de los gobernadores, diputados, senadores y en general, del gobierno en todos los niveles.

En educación esto no es así pues no se trata de que esta tarea la realizan simples operadores, para esto es necesario formar al responsable de esta tarea, en nuestro país se han creado las Escuelas Normales, que tienen como objetivo la formación del profesional encargado de la tarea de educar a los alumnos -en nuestro caso- de educación básica, preescolar, primaria y secundaria.  En el caso de la educación no solo se trata de simples operadores, sino de trabajadores formados por años para esa tarea, son maestros. Sin lugar a dudas ellos, y todos, debemos perfeccionar el ejercicio de nuestro trabajo; sin embargo, la reforma educativa de este sexenio creyó que la única manera como eso sucedería es por medio de una serie intensiva de evaluaciones centralizadas y estandarizadas que tuvieron como consecuencia, la incertidumbre laboral, al grado que el ingreso a las normales se ha visto menguado socialmente, pues ya no es una opción laboral.

La reforma educativa, evidentemente, ha dado pasos que debían ser para mejorar, pero bajo un sistema claro de ingreso, promoción y permanencia en el sistema educativo, una nómina transparente, entre otras cosas. No obstante, su diseño, en lugar de fomentar la evaluación para la mejora y que las promociones salariales sean un camino ideal como centro del trabajo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se consideró que el único modo como se puede administrar maestros es tenerlos sometidos a un régimen de inestabilidad laboral que no tiene ningún otro magisterio en el planeta: evaluaciones cada cuatro años y, en caso de ser calificado insuficiente (hasta ahora por un examen estandarizado y una carpeta de evidencias enviada en línea), pasar por evaluaciones anuales hasta salir del servicio.

Las críticas son claras: las evaluaciones sostenidas y con consecuencias importantes al estatus laboral crean estrés laboral y dirigen todo esfuerzo en el centro de trabajo a pasarlas (¡dejando el aprendizaje del niño en segundo plano!). Ese nivel de evaluación masiva es casi imposible de cumplir por la burocracia federal (tanto que el primer ciclo evaluativo nunca concluyó por las protestas magisteriales —que llegaron a presentarse en estados que no solían tener protestas de ese tipo—). La calidad en la educación no depende exclusivamente del desempeño del profesor, pues no es el único factor implicado en ello, es solo un componente de otros mas importantes como lo es, el mejoramiento de la infraestructura.

En esto el programa que ya no existe y que era llamado “Escuelas de Calidad”, tenía toda la intención de mejorar en lo material, organizativo, académico, pero tal perece que su única preocupación era lo material y los otros dos aspectos se descuidaron y ahora con la mal llamada reforma educativa, parece que la preocupación sigue siendo lo material y poner en la indefinición laborar a nosotros los docentes, entonces no es una reforma educativa, es una reforma laboral

Desde el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB) en 1994, se ha tenido la intención de mejorar el sistema educativo, bajo esta negociación se decide enfrentar una de las debilidades académicas que se diagnosticaron mas débiles, la lecto-escritura, para tal efecto de apoyo general de la potenciación docente, se crean los “Centros de Maestros” para apoyar a los maestros, el programa PRONALES, para resignificar la enseñanza de la lecto-escritura, las bibliotecas escolares, las de aula y en lo económico se crea “Carrera Magisterial” con sus niveles, A (básico), B, C y D, con una compensación económica significativa en cada nivel, pero que fue suspendido debido a que muchos docentes en nivel D, ganaban salarialmente mas que un supervisor, y eso generó que el gobierno detuviera este modelo y que acabara con los centros de maestros, pues se convirtieron en una instancia mas de corrupción.

Aquí en Zamora el centro de maestros o lo que queda de él, se ha rescatado como una instancia de apoyo al Proyecto de Educación y Cultura de Michoacán (PEDECEM), de nuestra sección democrática sindical, pero el gobierno no ha quitado el dedo del renglón de una evaluación que no es utilizada para la mejora, que la oferta de actualización docente era insuficiente, que no se podía evaluar solo con exámenes (e instrumentos como carpetas de evidencia en línea, mucho de esto ha surgido en los diagnósticos de implementación de la reforma que ha hecho el propio INEE. No sólo se trata de la implementación, se trata del diseño centrado en la inestabilidad laboral.

A ese respecto, desechar la reforma por completo, lo que significa, en efecto, reformar  nuevamente el artículo tercero de la Constitución, en el que este sistema intensivo de evaluación está plasmado. Yo, como diceLeo Zuckermann, “habría lamentado que los elementos que regularizaron el Servicio Profesional Docente desaparecieran, más por presión del SNTE-CNTE.” Pero me sorprende la reacción de Zuckermann. Sin cortapisas dice que, de ganar AMLO, hay que decirle adiós a la reforma educativa (¡incluido el inglés en las escuelas! —que ya existía desde antes de la reforma—) cuando el propio candidato dijo en público que se revisaría la Ley del Servicio Profesional Docente y no cancelar la reforma de plano (o sea, reformar la Constitución).

¿Cómo uno puede concluir un adiós a una reforma si López Obrador propone evaluarla y reformarla? ¿Cómo concluir eso cuando el candidato de Morena rectificó en los hechos, en público, que ya no era eliminarla por completo (incluso la organización Mexicanos Primero reconoció esta rectificación)? Cito a Leo Zuckermann en lo que creo es la esencia de lo que ve positivo en la reforma educativa:

«El pasado 10 de febrero, en un mitin en Zacatecas, aseguró que “no se puede llevar a cabo una Reforma Educativa sin los maestros” por lo que, de ganar, elaboraría “de manera conjunta un plan educativo para mejorar la calidad de la enseñanza sin afectar los derechos laborales del magisterio”. López Obrador, quien ya antes había prometido cancelar la reforma en cuestión, ahora fue más preciso. Habló de dar “marcha atrás” modificando la Ley del Servicio Profesional Docente para “eliminar la evaluación punitiva” y proceder a la “recontratación inmediata de los maestros y maestras cesados por no aceptar la evaluación”. Se trata del mismo lenguaje que han utilizado los críticos de la reforma».

Es decir, lo que Zuckermann cree que es la esencia de la reforma es la evaluación punitiva y el cese de profesores. Es válido decirlo porque el supuesto que defiende esa idea es que los maestros en México son todos pésimos y deben ser purgados del sistema. Sin embargo, valdría la pena que Zuckermann viera que, después de una ronda de evaluaciones, incompletas, la misma SEP dio como resultado que la abrumadora mayoría de los profesores eran “idóneos”. Bajo los propios términos evaluativos de la reforma, nuestros maestros sí pueden enseñar. ¿Entonces para qué evaluarlos en cuatro años para de nuevo cuestionar su nombramiento? ¿Por qué no podemos revisar la evaluación punitiva? ¿Amenazar el nombramiento vía exámenes es la única manera de tener buenos maestros y calidad?

Las preguntas que hago son esenciales. Ya van cuatro años de una reforma que es inoperable en sus términos y cuyos instrumentos probaron que el supuesto en el que descansa no es cierto. Si tanta fe tenemos en la evaluación, sería prudente eliminar el supuesto de que no funciona de plano y pensar en cosas más allá del magisterio. Es el plan educativo para mejorar la enseñanza que anuncia López Obrador, por ejemplo. ¿No nos merecemos como país hacer ese plan sin diagnósticos prefabricados? ¿No podemos pensar al servicio magisterial como un camino libre de castigos de vigilancia?

Esta reforma surgió de un pacto que no contó con la opinión del magisterio (pensándolo más allá de sus dirigencias sindicales), ni de los expertos en educación (quienes firmaron una carta pública a la SEP). Solo contó con la opinión de los operadores del Pacto por México, quienes se oponen a tocar cualquier contenido de la misma, por ejemplo, Aurelio Nuño, exsecretario de Educación y coordinador de campaña de Meade. Pero en ese mismo terreno, es curioso que Zuckermann diga que AMLO acabará con la reforma educativa; no obstante, tan las reformas del peñismo deben ser revisadas por queAnaya ofreció lo mismo en el caso de la educativa, sin que recibiera tanta atención mediática.

Seamos claros, si tanto López Obrador como Anaya proponen reformar la Ley del Servicio Profesional Docente, significa que los concursos públicos seguirán, los estímulos permanecerán y que la evaluación que demanda la Constitución va a prevalecer. Decir otra cosa es engañar a la sociedad. Por eso, evaluemos la reforma, ya que permanecerá lo esencial, y pensemos la calidad en su verdadera complejidad. Los niños se merecen esa oportunidad intermedia que se ha abierto ante el falso dilema de eliminar la reforma o aplicarla sin cortapisas: un nuevo plan para la calidad.

Todo esto no contempla el daño irreparable que le están causando a las escuelas formadoras de docentes

 

La evaluación cualitativa: una práctica compleja

“La educación es una práctica social, y la evaluación, uno de sus principales componentes y compromisos. No se concibe la educación sin la evaluación. En los últimos veinte años hemos asistido a la resignificación del concepto y al análisis de sus repercusiones en el ámbito escolar, aspectos que han sido abordados desde diferentes perspectivas. Reconocemos la fuerza que ha tomado la evaluación cualitativa; inclusive, en algunas instituciones se ha generalizado y reglamentado, pero consideramos que esto no ha bastado para comprender su verdadera dimensión e incidencia en el proceso enseñanza- aprendizaje. En este texto presentamos algunos criterios de análisis, en el marco de la evaluación cualitativa, sus implicaciones y la manera como se manifiestan y evidencian en el ámbito escolar”

Es indudable que las formas de aprender y enseñar se han modificado, y que la escuela de hoy exige nuevas maneras de relacionarse con el aprendizaje, ya que pensar y actuar en el mundo moderno implica reflexionar sobre cómo construye el ser humano conocimiento, sobre cómo genera formas de aprendizaje que permitan la apropiación del mismo y, por supuesto, sobre cuál es su papel en la cultura y en la historia.

Estas relaciones con el aprendizaje establecen modos distintos de actuar, que dependen básicamente de lo que los docentes consideramos importante potenciar en los estudiantes: la conducta, los desempeños, las estructuras cognitivas, las formas de interacción social, la formación integral, etc.

Cuando pensamos en la escuela de hoy, nos asaltan muchas dudas: ¿cuál es el proyecto cultural al que se le apuesta?, ¿qué privilegia: contenidos, aprendizajes, procesos?, ¿qué posibilita: hombres autónomos o heterónomos?, ¿a qué le apunta: a la formación de sujetos especializados en un saber o a la formación de individuos integrales? En últimas, ¿qué evaluamos? Pero quizás antes de hacernos estos cuestionamientos habría que pensar en uno mucho más abarcador: ¿cómo construimos la realidad los sujetos, y a partir de esa construcción a qué proyecto cultural le apuntamos? Este es un cuestionamiento que los autores Schutz y Giddens plantean de manera interesante, pues muestran cómo nos podemos encontrar con múltiples realidades que implican ver el mundo desde posturas y comprensiones diferentes. La realidad no es por lo tanto única y estática, se construye desde perspectivas distintas y en interacción. Estos postulados tienen un valor enorme en educación, pues la labor pedagógica no puede enmarcarse en la concepción tradicional de estandarizar grupos para regular comportamientos, sino en la formación de individuos capaces de pensar el mundo, de resignificarlo y a la vez construirlo, comprendiendo
las múltiples construcciones que se dan y actuando en consecuencia.

Pues, como lo plantea Bruner, el lenguaje de la educación no es otro que el de la creación de la cultura. Ahora bien, esta reconstrucción solo puede darse en la medida que los sujetos actúen en esta realidad, claro está que dicha actuación está a su vez enmarcada por el legado de la rutina y estabilidad de muchas prácticas. La escuela continúa las socializaciones de la familia, y la educación se ve entonces como un conjunto de normas reguladoras que reproducen la estabilidad y continuidad de la sociedad, pero también como la posibilitadora de cambios sociales.

Desde esta perspectiva, surge una pregunta: ¿cuál será el papel de los docentes? Consideramos que es el de educar para construir desde la formación integral. La institución escolar es un espacio privilegiadoo, como lo llama Ávila (2001, citando a Pérez Gómez), un cruce de culturas que provoca tensiones, restricciones y contrastes en la construcción de significados.Es allí en donde el individuo va creando tejidos que le permiten comprender el mundo.

Compartimos con Bruner la idea de que la cultura da forma a la mente, nos aporta la caja de herramientas a través de la cual construimos no solo nuestros mundos sino nuestras propias concepciones de nosotros mismos y nuestros poderes (Bruner, 1995), porque ¿de qué otra manera podríamos comprender la creación de significados sino en el marco de encuentros culturales?

La cultura y la realidad, por lo tanto, no son estáticas, se están recreando constantemente al ser interpretadas y renegociadas por los estudiantes y maestros. Según esta perspectiva, la cultura y la escuela deben constituirse en un foro para negociar y renegociar significados y explicar la acción de los sujetos en la realidad de su contexto. Desde este punto de vista, el papel que desempeña la escuela es vital, pues está encargada de formar y preparar individuos capaces de participar en ese espíritu de foro, de negociación, de recreación del significado.

Esta nueva manera de concebir a la escuela y a los estudiantes dista mucho de la concepción que se tuvo de estos durante mucho tiempo, por cuanto no podemos olvidar que la organización y la función de nuestras instituciones escolares estuvieron influenciadas por el campo productivo, es decir por modelos económicos, que fueron desarrollados en el proceso de industrialización llevado a cabo, especialmente por los Estados Unidos, a comienzos del siglo pasado. De esta manera, los centros escolares se fueron adaptando al aparato productivo y se consideraron como “fábricas”, y los alumnos, como la “materia prima” que había que moldear, si se quería sacar un producto de calidad.

Sabemos que nos encontramos en una época de profundas transformaciones sociales y filosóficas que han tocado la educación, reflexiones sobre modernidad y posmodernidad han puesto a pensar sobre lo que se enseña, se aprende y se evalúa, sobre el tipo de sujeto que se quiere formar. La sociedad actual, con sus cambios vertiginosos, le ha impuesto al docente una pregunta fundamental: ¿qué es lo que enseña y evalúa un profesor del siglo XXI? Evaluar hoy no es una tarea sencilla, no se trata simplemente de completar un cuestionario o de observar si un sujeto cumple con los cánones establecidos por el momento histórico; tampoco solamente de promediar unos números y con esos promedios decidir cuánto sabe un estudiante.

La evaluación va más allá, es un proceso que requiere múltiples miradas, ya que es uno de los principales componentes de la educación como práctica social. No se concibe la educación sin la evaluación. En los últimos veinte años hemos asistido a la resignificación del concepto y al análisis de sus repercusiones en el ámbito escolar, aspectos que han sido abordados desde diferentes perspectivas: ideológicas, filosóficas, epistemológicas, sociales, pedagógicas, psicológicas y técnicas, entre otras.

Históricamente, la evaluación en la educación ha estado influenciada por el paradigma cuantitativo. En la praxis este enfoque tiene sus limitaciones por dos razones: la primera, solo tiene en cuenta aspectos descriptivos de la evaluación, dejando de lado los explicativos, y la segunda, hay aspectos de la formación de los estudiantes que no se pueden reducir a números. Actualmente dentro de la llamada nueva evaluación, que dependiendo de sus matices recibe diferentes nombres (evaluación formativa, evaluación alternativa, evaluación continua, evaluación por procesos y evaluación por competencias), estos aspectos han sido considerados y analizados a la luz del paradigma cualitativo.

Reconocemos la fuerza que ha tomado en los últimos años la evaluación cualitativa, inclusive en algunas instituciones se ha generalizado y reglamentado, pero también hay que decir que esto no ha bastado para comprender su verdadera dimensión e incidencia en el proceso de enseñanza- aprendizaje. El proceso evaluativo cualitativo, como parte de su complejidad, es multifactorial, no basta con cambiar la manera de emitir unos resultados.

En ese orden de ideas, este escrito tiene dos objetivos: el primero, presentar de manera general algunos criterios de análisis en el marco de la evaluación cualitativa, sus implicaciones y la manera como se manifiestan y evidencian en el ámbito escolar; y el segundo, aportar a la reflexión y contrastación entre lo que sabemos de la evaluación y la manera como la abordamos en nuestra práctica, con el fin de direccionar nuestra mirada hacia la construcción de planteamientos teóricos que permitan una visión más integral y holística del proceso evaluativo, acorde con el tipo de hombre y sociedad que deseamos tener. Esto es un reto para nosotros los docentes.

 

La importancia de la evaluación en el trabajo en equipo 

La evaluación es un proceso intencional y constante por medio del cual se analizan y ponderan las competencias de una persona en el cumplimiento de una labor, con el fin de facilitar su desarrollo. Es un sistema que aprecia el desenvolvimiento del individuo en el cumplimiento de su tarea ministerial y su potencial de crecimiento.Con ella se responde a los siguientes interrogantes: ¿Estamos en camino a nuestras metas? ¿Cómo estamos haciendo las cosas? ¿Podemos aprender a hacerlas mejor?¿Evaluar? ¿Para qué? ¿Qué se evalúa?

Por medio de la evaluación, sea formal o informal, se verifican básicamente el grado de avance hacia las metas y objetivos establecidos, el rendimiento o performance de la persona, y los comportamientos de la misma. El uso de encuestas o cuestionarios estandarizados permiten sostener criterios comunes de medición.Este análisis es fundamental para poder dar la respuesta adecuada el proceso de evaluación conlleva los siguientes propósitos, entre otros:

  • Verificar el rumbo y la dirección
  • Hacer ajustes, correcciones y/o cambios
  • Comprobar y consolidar el avance hacia los objetivos
  • Confirmar el alcance de metas y logros para celebrarlo
  • Evaluar el desarrollo de líderes
  • Reconocer la necesidad de entrenamiento puntual
  • Optimizar esfuerzos y recursos
  • Llegar a finalizar bien las tareas o planes
  • Brindar motivación y aliento
  • Asegurar el establecimiento de los valores de la iglesia
  • Percibir y detectar nuevas necesidades
  • Dar fluidez a la tarea al eliminar obstáculos e impedimentos
  • Sostener la búsqueda de la excelencia
  • Adquirir experiencia, aprender para mejorar y ¡crecer!

 

Referente epistemológico

Es importante resaltar la influencia que en el ámbito educativo han tenido las corrientes sicológicas y científicas, sus leyes y concepciones definen una manera particular de entender la condición del ser humano. A nivel escolar, y de manera particular en la evaluación, dichos constructos teóricos han permeado la forma de entender y realizar el acto evaluativo. En ese sentido, podemos anotar que desde el punto de vista epistemológico se identifican dos enfoques:

  1. Enfoque positivista, que parte de la admisión de los siguientes presupuestos: a) Admite una metafísica realista, que reconoce la existencia de “algo” fuera del individuo. b) Se inscribe dentro de una gnoseología de base empirista, porque considera que la realidad es captada a través de los órganos de los sentidos. c) Está comprometidocon el concepto de verdad como representación, es decir, como adecuación del concepto con el objeto externo, y en ese sentido admite la existencia de un conocimiento objetivo. En cuanto a metodología, para la elaboración del conocimiento riguroso establece la observación intencional, la medición, la cuantificación con fines comparativos, todo esto con el apoyo de instrumentos estandarizados y determinados paratal fin. Sus postulados marcaron una significativa influencia en la aplicación de modelos exclusivamente cuantitativos para la evaluación del conocimiento, entendido como una incorporación de conceptos. La finalidad de los procesos evaluativos es recoger una cantidad de información que permita, entre otras cosas, ejercer cierto control sobre el conocimiento, debido a que la idea de medir éste generalmente está unida a una concepción del saber como algo depositable, acumulable y terminado.
  2. Enfoque interpretativo, que surge como reacción al positivismo predominante en el campo social; se erige sobre los siguientes presupuestos: a) Aunque también admite una metafísica realista, considera que la realidad social, antes que un hecho que se debe observar, es una construcción que gracias al lenguaje elaboran los sujetos que interactúan. b) Desde la perspectiva gnoseológica, considera que la comprensión de sentido antes que la observación es elcamino para acceder al conocimiento. c) Está comprometido con el concepto de verdad como construcción intersubjetiva que se elabora de acuerdo con el contexto. En cuanto a la metodología, reconoce que existen situaciones y problemas que no son posibles de evaluar únicamente bajo métodos de medición estadísticos. En ese sentido, se considera que los fenómenos socioculturales, como la educación, y por ende la evaluación, son mejor descritos, valorados y comprendidos por medio del análisis cualitativo. Este es propio de las ciencias sociales, para quienes la realidad es subjetiva y dinámica, que se interpreta de acuerdo con el sujeto y con el contexto donde este se encuentra inmerso. Los procesos evaluativos, además de describir el fenómeno, lo interpretan con el fin de mejorarlo, si es necesario. El conocimiento se concibe como “algo” que se transforma, que está en constante cambio y que se construye y se reinterpreta de acuerdo con las característicassocioculturales de los individuos.

 

A manera de conclusión

Somos conscientes que la tarea no es fácil. Apostarle a una evaluación cualitativa, con las características que se describieron en los anteriores párrafos, requiere tener presente que el concepto de evaluación y sus repercusiones en el ámbito educativo no dependen únicamente de las aportaciones teóricas, las cuales, en la mayoría de las ocasiones, dan cuenta del objeto de estudio y su transformación, sino del rol que se le determine en la práctica educativa.

Está claro que no basta con un discurso teórico que respalde un cambio de paradigma, si eso es lo que se desea, como tampoco la reglamentación en su implementación; son nuestras prácticas reflexivas y críticas las que nos ayudan a darle otro sentido al proceso evaluativo, entenderlo como un proceso de negociación y construcción de significados. Ese es el verdadero reto.

Para ello es fundamental reconocer en la evaluación su compleja pero vital dimensión social, que ha permitido considerarla como un proceso continuo, flexible, integral y holístico.

Como también se deben tener en cuenta las distintas variables que intervienen en su concepción y aplicación, ya que como lo señala Flórez: “Para cambiar la evaluación es necesario cambiar el modelo pedagógico, el currículo y la manera de enseñar, pues enseñar, aprender y evaluar son tres procesos inseparables, no puede cambiarse uno solo sin cambiar los demás”4.

Por último, para la construcción de una cultura evaluativa, basada en la conjugación dinámica entre la teoría y la práctica, es necesario convocar a todos los miembros de una comunidad escolar, cuyo propósito deberá estar dirigido a incidir de manera positiva en el desarrollo de las instituciones y de sus integrantes, en función de sus capacidades.

 

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José Manuel Palomares León

Doctorado en: Modelos didácticos y aplicación de nuevas tecnologías aplicados a la formación inicial de maestros. Académico UPN 162 Zamora Michoacán