Por: .educaweb.
Eva Levy, experta en diversidad, ha desempeñado puestos directivos durante 30 años en empresas multinacionales y lleva casi tres décadas dedicándose a promover la igualdad de derechos de las mujeres en el mundo laboral. Actualmente es socia directora de Eva Levy & Partners y colabora con ExcellentSearch en la búsqueda de talento femenino. Es presidenta de honor de la asociación Women CEO.
Ganadora de varios premios, es autora del libro Entre diversidad y fragmentación. Apuntes para un tiempo de cambios, en el que reflexiona sobre la última década de lucha por la igualdad de oportunidades. Colabora en diferentes proyectos editoriales y es ponente en cursos organizados por universidades y foros empresariales e institucionales relacionados con la temática de la mujer.
¿Podría resumir en tres puntos cuál es la situación de la mujer a nivel laboral en España? ¿Ha mejorado o empeorado en la última década?
- La mujer está conquistando cada día espacios económicos, políticos, culturales que hasta hace muy poco eran considerados masculinos. Así que el avance es imparable, aunque más lento de lo que debería, dada la preparación femenina y la imposibilidad intelectual y práctica de justificar ese retraso.
- Las mujeres ocupan el 27 % de los puestos directivos. Es una cifra que no nos deja mal en el contexto de la Unión Europea, pero debería ser mayor. Sin embargo, por diversas circunstancias, esta cifra se ha congelado por segundo año consecutivo, aunque el número de empresas sin ninguna mujer al mando se ha reducido en 6 años del 32 % al 6 %. En los Consejos de Administración, la directiva española ocupa 20,3 % de los puestos de consejeros del IBEX; es decir, muy lejos todavía del 40 % que nos pide la Comisión Europea para el año 2020.
- Hay una voluntad expresada por las mujeres en las manifestaciones del 8 de marzo de 2018 y 2019 de no seguir aceptando todas las trabas en el mundo laboral y social, con mención expresa de la brecha salarial, del acoso, de la falta de igualdad de oportunidades y, desde luego, de la violencia de género.
Es decir, seguimos viviendo en un mundo todavía masculino, en muchos casos por inercia, aunque en otros por voluntad expresa, algo que afortunadamente no sucede en los países occidentales porque las leyes no lo amparan, pero no hay que bajar la guardia. La igualdad sigue siendo un desafío explícito e implícito. Las mujeres tenemos que seguir avanzando, sumando fuerzas, ganando aliados, creando redes globales y reforzando estrategias transversales que nos abran camino y que no haya vuelta atrás.
¿Cuáles cree que han sido los tres principales cambios legislativos que avalan el compromiso hacia la igualdad de género?
- Al margen de los cambios que trajo la Transición y todas las consecuencias de la Constitución, la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres del 23.III.2007 ha sido muy importante como aldabonazo para acelerar cambios. Incluso se adelantó a comunitarias.
- Otro cambio ha sido el Plan Estratégico de 2014 de Igualdad de Oportunidades, destinado a asegurar la igualdad de hombres y mujeres en el ámbito laboral y a luchar contra la violencia de género. Así como la recomendación, que no ley, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) pidiendo 30% de mujeres en los Consejos para el año 2020.
- Toda la legislación europea que cuenta con la mujer de la misma manera que cuenta con los hombres.
Tengo que decir que las políticas de igualdad aplicadas hasta ahora, tanto en España como en Europa, no se han traducido automáticamente en paridad de género en las empresas. Es decir, la ley no lo es todo. El peso de las inercias sociales, la falta de infraestructuras de apoyo familiar debilitan las aspiraciones de las mujeres, que a veces se resignan porque no pueden tener tantos frentes abiertos. Y siguen pesando los prejuicios y los estereotipos a la hora de contratar y promocionar a las mujeres. Hay actitudes –muchas veces inconscientes– que no se diluyen por real decreto.
¿Considera que las empresas están concienciadas respecto a la igualdad de género e implementan medidas para lograrla? ¿Por qué lo cree así?
Se aprecia que las empresas, de buen grado o presionadas, se preocupan cada vez más por la igualdad salarial, las bajas de maternidad/paternidad retribuidas, el horario flexible e intentan sacar más provecho a un buen uso de las tecnologías. También en los eventos que organizan intentan que haya siempre mujeres en los paneles de conferenciantes, etc. Nadie quiere hacer las cosas mal, ni vérselas con fama de empresa «machista» si puede evitarlo.
Sin embargo, aunque un 75 % de las empresas medias y grandes tengan planes de igualdad –que exige la legislación, en cualquier caso–, si nos atenemos a estudios recientes, el 77 % de las empresas carecen de presupuesto asignado para este tema; el 65 % no cuentan con herramientas de medición de sus avances en igualdad/diversidad, y el 70 % no cuenta con un responsable de Igualdad/Diversidad en la plantilla. Es decir, es un plan con nulas posibilidades de éxito y eficacia.
Por otra parte, estos planes tampoco suelen darse a conocer suficientemente entre la plantilla. ¿Es mala voluntad? ¿O es torpeza, por no saber cómo ir introduciendo políticas y cambios paso a paso? Lo que sí reconocen los directivos de las grandes compañías es que la transformación tiene que partir de la cúpula, de su voluntad, de considerar el aprovechamiento del talento como de interés para la compañía. Pero en los comités de dirección, que es donde se toman las decisiones que pueden cambiar la empresa, siguen reflejando desigualdad. Los datos hablan por sí mismos.
Promover que haya más mujeres en los puestos directivos, ¿es garantía para llegar a la igualdad de género en otros contextos?
Una empresa que quiera tener largo recorrido debe elegir el mejor talento, sea de hombre o de mujer. En el tema de igualdad nos enfrentamos a un tema cultural de hondo calado en el que las mujeres llevan años haciendo sus deberes, pero los hombres –muchos hombres–, no y así se enfrentan hoy día a un cambio imparable que les cuesta comprender y admitir. Por eso digo que las leyes no lo son todo, aunque sean imprescindibles y fuercen o refuercen los cambios.
Si defiendo el diálogo hombre-mujer en el ámbito de la empresa y en cualquier otro es porque no debemos cansarnos de argumentar, defender y hacer entender lo que es de lógica absoluta. Es comprensible que cueste perder privilegios –a veces, tristes privilegios y hoy son cada vez más los hombres que no quieren perderse la convivencia con sus hijos, ni ser los más «machomen» de la urbanización–, y la actitud airada de muchas mujeres les horroriza, pero en esta partida ganamos todos.
Volviendo al trabajo, es imprescindible crear un entorno laboral que premie las competencias y estimule el talento con programas de mentoring, coaching, etc. del que no se han beneficiado las mujeres, pero convendría que lo hicieran. Sería bueno que cada empresa tuviera su «Guía de igualdad/diversidad»; las hay que la tienen y está pensada además para que la conozcan los inversores, cada vez más sensibles a estas cuestiones. Esta guía no puede ser un simple papel de buenas intenciones, sino que debe explicitar la presencia de las mujeres en el comité ejecutivo, en el consejo de administración, piedras de toque de una empresa realmente igualitaria y moderna. Las leyes que no vayan acompañadas de presupuesto y de medidas para el control de su ejecución, de poco nos valen. Por eso, solo el 17 % de los planes de igualdad de las empresas son efectivos. Pero yo no descuidaría tampoco la pedagogía en las escuelas, las mejoras en los horarios y todo lo que contribuya a que se interiorice la necesidad de la igualdad y de la posibilidad de conseguirla.
¿Cómo se puede detectar si una empresa, administración, organización o centro educativo está comprometido con la igualdad de género de sus trabajadoras? ¿Cuáles son los indicadores para poder saberlo?
Se detecta porque sus máximos responsables la tienen como un objetivo estratégico, trabajan con transparencia, con objetivos a medio/largo plazo y con un seguimiento permanente. Comunican los objetivos y avances a una plantilla que se implica y que se compromete también con esas metas. Todo el mundo entiende –dentro y fuera de la compañía–que es un asunto estratégico para la Dirección y no una operación estética, como tantas otras que se han vivido como modas de management. Son empresas que tienen buena imagen y buen clima laboral, además de ser rentables.
¿Puede mencionar dos buenas prácticas que considere que contribuyan a la igualdad de género en el mundo laboral?
Para conseguir mayor igualdad hay que vigilar muy de cerca los procesos de selección haciendo hincapié en que se intente que haya en cada terna una buena representación de cada género, intentando que no sea inferior al 30 %.
La selección es la clave porque hay mujeres preparadísimas y no llegan si no entran en esas ternas. Es una responsabilidad de los headhunters y directores de RRHH, aunque los directivos también tienen que pedir lo mejor del mercado, sin limitaciones. Por desgracia, la escasa presencia de las mujeres en las carreras STEM, en un mundo en plena transformación digital, ayuda muy poco en este momento a conseguir este objetivo en la selección de puestos técnicos.
La formación tampoco se puede dejar al azar y hay que motivar a mujeres y hombres para que la busquen o la reclamen pues es la savia de la empresa. Ha de llevarse un control parametrizado indicando los cursos que se ofrecen, su porcentaje por género y quiénes asisten y quiénes rechazan recibir formación.
No podemos dejar de lado en este diagnóstico el control de las promociones internas. Cada día será más difícil de aceptar que escaseen nombres femeninos en el elenco de promocionables cuando se planteen esos cambios en los departamentos. Es verdad que en el pasado las mujeres podían ser más pasivas y no mostrar ambición, pero eso ha cambiado. La cuestión es cuánto pesan los estereotipos de género.
¿Qué rol cree que juega la educación y la formación para garantizar la igualdad de género en el ámbito laboral?
La paridad es indispensable para el desarrollo económico. Es decir, no se trata de que haya tantos hombres como mujeres de manera forzada y hasta ridícula, sino de que sea completamente natural que las mujeres ocupen tantos puestos como puedan de acuerdo con sus competencias. Pero todavía hoy, al menos para los cargos de responsabilidad, detrás de los temas de género hay un asunto de poder, porque entran más competidores en la ecuación y esto genera fricciones y resistencias al cambio. Los sesgos inconscientes de la cultura empresarial son el gran obstáculo de la igualdad y así nos seguimos encontrando con empresas que no están preparadas para tener líderes de ambos sexos.
Las políticas de igualdad modifican la estructura de poder a nivel político y social, pero también familiar, porque es difícil de entender que si en una pareja los dos trabajan solo una de las partes cargue con el peso doméstico, por ejemplo. La digestión de los cambios no es fácil y falta mucho debate, sobre todo en relación a los recursos que se necesitan para hacer frente a los cambios en nuestra sociedad. Una sociedad, por cierto, abierta a la diversidad cultural, lo que a veces trae conflictos que dan de lleno en el tema de la igualdad. El valor de la igualdad, que consagra la Constitución, no debería ponerse nunca en duda, aunque cueste desarrollarlo.
En cualquier caso, a través de la formación y de la educación se consiguen limar muchas asperezas y se ponen en evidencia inercias que implican discriminación activa, formal o informal. Yo soy muy partidaria de mostrar siempre las ventajas de la igualdad en cualquier discurso, porque las tiene y muchas, pero también de poder hablar francamente de cualquier duda que se suscite.
Fuente de la entrevista: https://www.educaweb.com/noticia/2019/03/27/prejuicios-estereotipos-hora-contratar-promocionar-mujeres-18750/