“El desarrollo económico es una de las bases de la soberanía, es que afirmamos que ese programa no es el de un partido o del gobierno. Es un programa nacional. Una política nacional es la que consulta los ideales e intereses de todo el país frente al mundo del que forma parte indivisible. Esos ideales e intereses se concretan en su soberanía. La soberanía de una nación no significa aislamiento o antagonismo frente a otras, sino interdependencia en términos de igualdad”
Arturo Frondizi
Asumimos nuevamente esta temática en el actual contexto argentino, signado esta vez por la contienda electoral, se puede auscultar el temor a la implosión económica y financiera, a la que los decisores políticos tratan de salvar y navegar hacia “aguas seguras” ¿Lo lograrán?
La democracia representativa ha sido desbordada por la situación de inequidad social por efectos de las políticas públicas ajustadas a los designios externos que la colocan en la dependencia económica, se pierde soberanía política y la justicia social no existe.
Así, la llamada “grieta” social está constituida por los sectores políticos y sus intereses y por el otro lado, el pueblo y su infortunio perenne: La pesada herencia, el ajuste, crisis eterna que lo margina del buen vivir.
Es este el modelo socio-económico mundial. El capitalismo financiero arrasa el crecimiento y desarrollo económico donde quiera. El subdesarrollo y dependencia económica y la falta de soberanía política, lo reiteramos, es el dato indiciario del capitalismo financiero actual.
En el presente análisis queda claro que la gestión que los Gobiernos de los países subdesarrollados están severamente condicionadas por estar ancladas como economía subsidiaria de otra economía dominante, todo ello mediante una alianza de agentes externos e internos, éstos últimos denominados “cipayos”.
Para nosotros, miembros de TECNICOOP, los factores de dependencia económica externa, ligadas por medio de la deuda externa, dan por resultado la falta de soberanía política, son la explicación concreta de la miseria social y de ninguna manera las “supuestas” equivocaciones e incluso las incapacidades de crear líneas políticas de crecimiento y desarrollo productivo y económico de los Gobiernos.
¿Y entonces? ¿Y la corriente progresista? Evidenciaron sus límites.
Todo lo expuesto, por cierto, de manera muy sintética, muestra que el espacio del accionar cooperativo está acotado. Su contribución al desarrollo económico y a la elevación social está limitada por los estrechos muros del subdesarrollo económico.
Salir de la situación objetiva de la categoría de país subdesarrollado y dependiente, implica, entre muchos, la elaboración y puesta en marcha de un plan tendiente a revertir esta situación y para ello debe enamorarse al pueblo con esa idea-fuerza para que el pueblo se asuma como protagonista o sujeto principal de la reconstrucción socio-económica. En nuestra opinión si no se promueve de esta forma, es otra farsa electoral más.
Hablar de cooperativismo es hablar de desarrollo, es hablar de un modelo productivo que quiebra la expoliación porque transforma la relación de dependencia y subyugación, promoviendo una relación equitativa, profundamente humana. He aquí el papel del cooperativismo en la superación del subdesarrollo y dependencia de las naciones.
Aún está ausente en los discursos proselitistas el papel que le otorgan al cooperativismo, y ello preocupa en verdad, porque es el síntoma más fuerte de la mentira institucionalizada de que los que vienen a gobernar, vienen a mejorar la vida de las personas de carne y huesos. Pongamos el acento en este detalle mayúsculo.
Concluimos que, si los políticos quieren servir al pueblo deben servir a las cooperativas porque éstas son el pueblo.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!