Redacción: El Espectador
Es un lugar común hablar de las brechas que hay entre el campo y la ciudad en Colombia. Pero, a pesar de que el fenómeno está ampliamente estudiado, la desigualdad persiste y en la educación es quizás uno de los ámbitos en donde más se refleja. Por ejemplo, según el Dane, solamente el 8,4% de las instituciones educativas ubicadas en zonas rurales ofrecen educación secundaria. Otro dato que da cuenta de la desigualdad es el acceso a la educación superior. Según la fundación Compartir tan solo el 20% de los jóvenes que habitan en zonas rurales llega a la educación superior.
Los docentes rurales también padecen las consecuencias de la desigualdad. Tienen que trabajar en zonas geográficas de difícil acceso, lo cual muchas veces los priva de la posibilidad de estar con sus familias. También les toca vivir en medio de realidades como el conflicto armado que sigue afectando varios departamentos del país.
La Fundación Compartir publicó el informe “Docencia rural en Colombia: educar para la paz en medio del conflicto armado”. En el documento quedó consignada la investigación que se desarrolló en 15 municipios que están ubicados en las regiones donde se implementarán los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet), zonas del país que se estipularon en al acuerdo de paz entre el Estado y las Farc por las afectaciones que la guerra produjo. El estudio se centró en descubrir las condiciones en las cuales trabajan los maestros y rectores rurales.
Hablamos con Marcela Bautista, consultora e investigadora de la Fundación Compartir, quien dio detalles sobre los descubrimientos del informe y planteó algunas soluciones para que mejore la educación en las zonas rurales.
¿Cuáles son los descubrimientos en los municipios donde trabajaron?
El estudio analizó dos variables: las trayectorias de formación de los maestros rurales, docentes y directivos, y comprender las condiciones de vida de los docentes en la ruralidad. Lo que encontramos es que el país tiene grandes desafíos y retos en mejorar el desarrollo profesional de los maestros rurales. Por otro lado, también en asegurar calidad de vida en esas codiciones de permanencia. Si esos maestros permanecen en zonas rurales dispersas, algunas de ellas atravesadas por conflicto armado, es necesario mejorar la calidad de vida.
¿Cómo viven los maestros en las zonas que ustedes estudiaron?
Para poder llegar a esas escuelas rurales los maestros tienen que trasladarse a través de diferentes medios de transporte. Muchas veces no es fácil lograr ubicar viviendas en esas zonas adonde recién llegan y no son de ahí. Muchas de estas regiones tienen problemas de acceso a servicios como el agua, la energía, el internet, la conectividad no es fácil. Algunos de ellos prefieren dejar a sus familias en las cabeceras municipales y trasladarse de lunes a viernes a las escuelas, lo que les genera un sentimiento de soledad. Eso significa que los maestros requieren un acompañamiento importante. Los profesores tampoco cuentan con espacios de tipo cultural, deportivo, bibliotecas o museos donde puedan realizar otro tipo de actividades. En regiones de conflicto armado los maestros tienen que adaptarse a las condiciones, muchas veces tienen que aceptar esos ordenes sociales (impuestos por los actores armados) para poder permanecer en la zona. Hay partes donde la Fuerza Pública no existe, donde no hay entidades del Estado, entonces los docentes se convierten en el único representante del Gobierno porque son empleados públicos y son quienes aseguran la prestación del servicio educativo en esas zonas rurales dispersas, por lo que terminan siendo el único representante de un orden legítimo en el país.
¿Cómo se ven reflejadas esas condiciones en la calidad de la educación que reciben los niños en esas regiones?
Al tener maestros en zonas tan lejanas es muy difícil desarrollar procesos de formación docente. Nosotros trabajamos con las secretarías de Educación de esas regiones y estas tienen las mejores intenciones en algunas ocasiones, no en todas, de desarrollar procesos de formación para los maestros rurales y para los rectores, pero trasladar a los docentes hasta las cabeceras municipales y a las ciudades es supremamente costoso. Desarrollar un proceso de formación en el sitio también es un proceso costoso. Pocas veces los profesores rurales y los rectores pueden asistir a esos procesos de formación. Eso implica que la posibilidad de una capacitación continua, de una cualificación permanente es limitada. Eso afecta el desempeño de los maestros porque el desarrollo profesional docente implica que se esté continuamente en procesos de formación. La alternativa para ellos es la formación virtual, muchos cursan programas en internet o a través de plataformas virtuales o hacen posgrados virtuales, pero la calidad de esos programas no es la mejor. Entonces invierten recursos para una formación que no les garantiza calidad y tampoco impacta sus prácticas en el aula.
¿Qué tan grande es la brecha entre la educación rural y la que se imparte en las ciudades?
Las brechas son varias. En la parte rural hay desafíos importantes relacionados, por ejemplo, con la infraestructura: no todos los territorios rurales tienen las sedes educativas que se necesitan, ni donde se necesitan. Hay problemas también con la movilidad, el acceso, de los estudiantes a esas escuelas porque no se garantizan diferentes modalidades de transporte. También hay problemas para garantizar la alimentación escolar de los niños desde febrero hasta diciembre porque los operadores no llegan siempre a tiempo. Nosotros nos centramos en el maestro porque es el centro de la calidad educativa. Si uno analiza el número de años de escolaridad de la población, según los datos que registramos, las personas en las cabeceras municipales y en las ciudades reportan 9.6 años, mientras que en la ruralidad dispersa el promedio son 6 años. La cobertura en educación media en las ciudades está en el 86%, en la ruralidad dispersa está en el 54%. Si miramos el acceso a la educación superior la población rural dispersa presenta las brechas más difíciles, sólo el 20% de esa población se matricula en educación superior. En general, en todas las dimensiones del sector educativo hoy la ruralidad está presentando brechas.
¿Cuáles son las acciones que el Estado podría hacer de manera urgente?
Lo que nosotros estamos proponiendo desde el estudio es: frente a los maestros rurales y los rectores estamos proponiendo tres aportes de política, el primero de ellos es centrar los procesos de formación docente en la ruralidad y para la ruralidad. El país no puede continuar desarrollando procesos de formación desde un enfoque urbano para la educación rural, se requiere que se diseñen y tengan en cuenta las condiciones de los contextos rurales o si no, no va a ser posible garantizar la calidad de la educación en las zonas rurales. Por otra parte, el Estado debe garantizar un apoyo psicosocial y socioemocional a los maestros que están en la ruralidad, especialmente a quienes están en zonas de conflicto armado. Esos son los docentes que finalmente desarrollan los procesos de construcción de paz. Si queremos consolidar escenarios pacíficos es necesario abordar esos temas con los profesores para que ellos lo traten con sus estudiantes para resignificar el conflicto armado. Finalmente, proponemos la creación de un plan de reconocimientos e incentivos específicamente para los maestros y los rectores rurales que permita fomentar el arraigo de los maestros en esas zonas, que no deserten ni se trasladen, y que se reconozca su labor en el día a día porque muchos maestros hacen muchas cosas, pero en soledad y cuando conversábamos con ellos pedían «por lo menos que nos digan que lo estamos haciendo bien», «por lo menos que nos acompañen».
¿Cómo hacer para que esas medidas se materialicen?
Estamos empezando un dialogo con el Ministerio de Educación y esperamos continuar con las secretarías de Educación para que estas recomendaciones que estamos haciendo queden incluídas para el desarrollo profesional de los maestros rurales.
Fuente: https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/los-obstaculos-que-enfrentan-los-docentes-rurales-en-colombia-articulo-864670