Por: Tower Urwicz.
Tres de cada diez alumnos no promueven esta asignatura de bachillerato.
En la antigua Grecia, Aristóteles fundó el primer liceo. Y Aristóteles es hoy uno de los dolores de cabeza de quienes cursan el liceo. La Filosofía se ha transformado en una de las asignaturas “filtro” para quienes estudian en el bachillerato uruguayo: tres de cada diez alumnos no aprueba esta materia.
La nueva edición del Monitor Liceal, presentado ayer en el liceo Suárez de Montevideo, confirma una de las luces rojas que se han encendido en el último lustro: a los alumnos uruguayos les cuesta promover Filosofía, a tal punto que esta materia está entre las tres con menor promoción. Y, de apoco, se le asemeja a la “tan temida” Matemáticas.
Dicen que los mejores filósofos son los niños de entre dos y cuatro años. A esa edad, tras aprender a hablar y luego de superada la etapa del “no”, los pequeños empiezan a cuestionarlo todo con su célebre “¿por qué?”. Lo curioso es cuando esos niños se vuelven adolescentes y se enfrentan a la Filosofía devenida en asignatura, en 4° de liceo, aquellos cuestionamientos de los problemas fundamentales parecen olvidados y empieza “el filtro”.
El desafío ahora es para los propios profesores de Filosofía que tienen que preguntarse sobre sí mismos: ¿por qué tanta gente “pierde” esta asignatura?
No es la disciplina en sí ni la falta de “amor a la sabiduría” -que es la definición etimológica de la Filosofía. Eso es lo primero que aclara Mario López, inspector de esta materia. En todo caso, “son varios factores entre los que se incluyen la falta de hábitos para el pensar crítico”.
La comprensión de un texto filosófico es bastante más laboriosa que mirarse una temporada entera de Merlí. Claro que la serie televisiva catalana, inspirada en un profesor de Filosofía, “incentivó” a los estudiantes. López no lo duda. Pero “los problemas de lectoescritura que varios liceales arrastran de años anteriores, sumado a la difícil comprensión de un texto que, por más adaptación, es complejo, y sumado a las dificultades de argumentar y de pensar creativamente vuelven a la Filosofía una asignatura para nada sencilla”.
Ya no se trata de memorizar a Platón o de completar en un examen de pregunta múltiple opción quién dijo “sólo sé que no sé nada”. Hay que leer, entender lo que se lee, argumentar y hasta resolver problemas.
Como dice el dicho popular: “cada maestro con su librito”. Pero, más allá de la impronta que le pueda imprimir cada docente, la Filosofía pasó a ser entendida de este modo desde la reformulación del plan en 2006.
A partir de entonces, reconoce el inspector López, se dio un quiebre. Y la repercusión en el estudiantado se evidenció casi una década después.
Una de las dificultades que, reconocen los profesores, se sumó en los últimos años es, paradójicamente, una buena noticia: el liceo es más inclusivo. Antes muchos de los estudiantes quedaban por el camino y, por ejemplo, aquellos que tenían dificultades en comprensión lectora no promovían.
Esa “inclusión” es más notoria en el ciclo básico y he aquí una segunda dificultad: Filosofía se dicta en bachillerato y los profesores de esta asignatura están acostumbrados a una exigencia típica del bachillerato (más próxima a la universidad que a la escuela).
López, quien lleva 32 años en la docencia, cuenta que un indicador que demuestra la “preocupación que existe por los resultados” de esta asignatura es el incremento de las clases de apoyo. El pasado junio se habilitaron tres horas semanales de tutorías en 17 liceos.
Parte del aumento de las horas de tutoría responde a que, en quinto de liceo, la promoción en Filosofía volvió a caer al contrario de la tendencia general de Secundaria.
Pasará, pasará
Las autoridades de la educación siguen discutiendo si es conveniente eliminar la repetición. Mientras, esta herramienta va quedando obsoleta por sí sola. Año a año crece la cantidad de liceales promovidos y, por consiguiente, cae el número de aquellos que quedan por el camino.
Por octavo año consecutivo ha bajado la repetición en el ciclo básico. En 2018 promovió el 78,2% de los estudiantes, once puntos porcentuales más que aquellos que habían promovido en 2011.
En el bachillerato, por un tema de multiplicidad de programas, Secundaria no tenía tan sistematizadas estas métricas y se dificulta conocer la evolución histórica. Pero en los últimos tres años puede asegurarse que mejoró la promoción: pasó de 69%, en 2016, a 73,2% en 2018.
Tanto en el primero como en el segundo ciclo, aquellos liceos que habían presentado resultados más bajos son los que más mejoraron la promoción. A la inversa, entre aquellos que ya tenían altos desempeños, la evolución ha sido casi nula.
Las áreas oeste y centro-norte de Montevideo siguen siendo las que presentan tasas más altas de repetición, pero hubo una mejora en ciclo básico y en bachillerato. Un ejemplo es el liceo 13, cercano al Hipódromo de Maroñas: cuatro de cada diez estudiantes repitieron el ciclo básico el año pasado. En 2011, en cambio, solo cuatro de cada diez eran los que promovían.
El tiempo dirá qué pasará con la repetición y la Filosofía. Porque, como decía Sófocles, “la vejez y el paso del tiempo enseñan todas las cosas”.