China: La rebelión en Hong Kong se intensifica

Las continuas movilizaciones en Hong Kong constituyen un vivo recordatorio de que las manifestaciones masivas pueden acabar con leyes aparentemente imposibles de abolir. El mes pasado, las marchas de millones de personas forzaron al gobierno de Hong Kong a aparcar su proyecto de ley sobre la extradición a China, que según los críticos permitiría a Pekín acallar las voces disidentes en la excolonia británica. Descontentos con la mera suspensión, los manifestantes han exigido la completa retirada del proyecto de ley y la dimisión de la jefa del ejecutivo de Hong Kong, Carrie Lam, que cuenta con el apoyo de Pekín.

A diferencia de la revolución de los paraguas de 2014, que contaba con numerosos portavoces, los y las jóvenes manifestantes rechazan todo liderazgo y no muestran interés alguno por canalizar su ira hacia cauces electorales. En vez de ello, han intensificado sus acciones directas, librando batallas campales con la policía, ocupando momentáneamente el Consejo Legislativo y manifestándose en el aeropuerto internacional de Hong Kong. El gobierno de Pekín ha advertido a los y las manifestantes de no cruzar la línea roja de un país, dos sistemas (el principio, ideado por Deng Xiaoping a comienzos de la década de 1980, que rige Hong Kong como parte de China, pero le concede cierta autonomía). Pekín incluso ha hecho amago de lanzar una posible intervención militar. De momento no se ha implicado más directamente, pero la amenaza de una fuerte represión pende sobre los enfrentamientos cada vez más físicos, a raíz de los cuales 44 manifestantes han sido acusados de desórdenes públicos por primera vez en dos meses de movilización.

Ni los gobiernos de Hong Kong y Pekín ni la gente movilizada dan señales de querer retroceder. Y dada la indignación que siente la población en general en Hong Kong –que no puede elegir a su autogobierno sin que Pekín meta las narices–, ya no está claro si ni siquiera la renuncia de Lam permitiría calmar los ánimos. El articulista de Jacobin Kevin Lin ha hablado con el socialista y activista Au Loong Yu sobre la intensificación de las movilizaciones, la composición ideológica del movimiento, el papel de los sindicatos en la revuelta y las repercusiones que tiene esta en los diversos contextos geopolíticos (Pekín y Hong Kong, EE UU y China).

Pregunta: Después de los actos masivos de junio hemos visto acciones más combativas de grupos de manifestantes contra las autoridades de Hong Kong. ¿Cómo debemos interpretar esta escalada?

Respuesta: En el campo del lazo amarillo –quienes apoyan una reforma democrática– existen dos sectores: la juventud radical (que es la punta de lanza) y los simpatizantes adultos y pandemócratas (la oposición liberal desde la década de 1980, que ha impulsado el sufragio universal y desea mantener el mercado libre de Hong Kong). La generación joven está más decidida que la mayor a la hora de exigir la retirada del proyecto de extradición a China. Reina una gran ansiedad y amargura en sus filas, y el temor de que si esta vez no ganan, habrán perdido para siempre.

Desde el 6 de julio ha habido tres grandes manifestaciones en diversos distritos. También hemos visto ciclos de violencia entre ambos bandos, aunque siempre es la policía la que se muestra más provocadora y violenta. A pesar de la violencia, la juventud sigue contando con el apoyo de la mayor parte del campo del lazo amarillo. ¿Cuánta gente abarca este campo? La participación en las manifestaciones del 9 de junio, del 16 de junio y del 1 de julio fue de un millón, dos millones y medio millón, respectivamente. En cambio, el campo del lazo azul, favorable a Pekín, no ha movilizado a más de 150.000 personas. También se observa ahora una indignación creciente entre la gente mayor. No solo los engañaron hasta el punto de creer en la promesa de Pekín del sufragio universal, sino que también sus hijos pueden acabar defraudados del mismo modo y tener que afrontar peores condiciones de movilidad social.

Pregunta: ¿Cómo caracterizarías la relación entre los gobiernos de Pekín y Hong Kong?

Respuesta: La situación es de lo más absurda: todo el mundo sabe que fue el gobierno de Pekín quien decidió proponer la ley y que se aprobara por la vía de urgencia, pero tanto Pekín como Lam siguen pretendiendo que fue por decisión exclusiva de esta última y que aquel no hizo más que apoyar. Es culpa de Pekín y de Lam si poca gente les cree. Desde que Xi [Jinping, presidente de China] accedió al poder en 2012, su Oficina de Enlace en Hong Kong rompió con la política de sus predecesores de mantener un perfil bajo y se hizo visible en todos los aspectos de la política local, hasta el punto de inmiscuirse en las elecciones. Lam aprobó públicamente y con satisfacción la intervención de Pekín desde que asumió el cargo hace dos años. Además, la ley de extradición propuesta incluye a Taiwán y por tanto va más allá de la jurisdicción habitual del gobierno de Hong Kong. ¿Cómo habría sido posible que el proyecto de ley viniera impulsado únicamente por Lam?

Mucha gente cree que Pekín utiliza el proyecto de ley como baza en la negociación de Xi con Trump en torno a la guerra comercial. De ahí las prisas. Pekín ha tratado de enfriar la situación haciendo que Lam aparcara el proyecto de ley el 15 de junio, pero no desea que dé un paso más atrás abandonándolo totalmente. En estos momentos, Hong Kong se halla en un atolladero. Lam ya ha anunciado que “el proyecto de ley está muerto”, pero dado que su administración no tiene legitimidad y todo el mundo sabe que es la Oficina de Enlace, y no ella, la que manda, nadie le creerá hasta que declare oficialmente que abandona el proyecto.

Sin embargo, según informes de prensa, esto es algo que ella no puede hacer porque podría implicar que Pekín también ha cometido errores, y para Pekín salvar la cara siempre ha sido primordial. La necesidad de salvar la cara a toda costa comporta una rigidez extrema por parte de la dirección del Partido Comunista. Esto no es un gran problema para el Partido Comunista Chino (PCC), puesto que Pekín no es nada transparente, pero Hong Kong todavía conserva ciertos elementos de gobernanza liberal –rendición de cuentas, libertad de expresión, justicia procedimental, independencia de la judicatura– que proporciona a sus residentes más indicios para adivinar qué ocurre tras las puertas cerradas de la Oficina de Enlace y de la sede de la jefa del ejecutivo.

De ahí que la rigidez y las mentiras de los gobiernos de Pekín y Hong Kong parezcan todavía más absurdas y condenables. Y la juventud no ha dudado en mostrar su completo desdén por el PCC: al anochecer del 21 de julio, unos jóvenes plasmaron una pintada sobre el emblema nacional de la Oficina de Enlace. Obligadas por la política de salvar la cara, tanto la Oficina de Enlace como Lam no tienen otra alternativa que aferrarse a la vieja política de descargar la represión sobre la juventud radical.

Es una sospecha razonable que Pekín está poniendo trampas a los manifestantes. La ocupación de la sede del legislativo el pasado 1 de julio resulta bastante sospechosa: la policía se retiró delante del edificio rodeado, dejando que los jóvenes penetraran en él. Asimismo, tras la gran marcha del 21 de julio, hubo un llamamiento procedente de no se sabe dónde a seguir marchando hasta la Oficina de Enlace. Antes de que la manifestación llegara allí, los policías que custodiaban el edificio habían sido evacuados, dejando que los manifestantes hicieran pintadas y lanzaran pintura sobre sus muros. Esa misma noche, grupos mafiosos atacaron indiscriminadamente a los pasajeros del tren en la estación de Yuen Long. Y esa misma noche se produjo el suicidio de un joven. Todos estos hechos han soliviantado todavía más al campo del lazo amarillo y puede que el movimiento siga radicalizándose.

El PCC tiene una larga experiencia en la provocación de revueltas prematuras de la gente para legitimar la posterior represión sangrienta. Hemos de estar muy al tanto para tener claro si este es el caso. El aspecto más preocupante de todo esto es que si el régimen de Pekín permanece estable, es probable que el levantamiento del pueblo de Hong Kong no acabe bien.

Pregunta: Una de las acciones más alentadoras durante las protestas fue un llamamiento de los sindicatos a una huelga de la gente trabajadora. Pero por desgracia no lograron convencerla. ¿Cómo explicarías este fracaso?

Respuesta: El grado de afiliación sindical en Hong Kong en 2017 era del 25 %, que no es poco. Sin embargo, este porcentaje se consigue aplicando unas cuotas sindicales ridículamente bajas, tanto que los principales sindicatos no se financian con las cuotas de afiliación, sino mediante la organización de programas de reciclaje financiados por el gobierno, la administración de empresas lucrativas o subvenciones del extranjero, especialmente de EE UU. Son pocos los sindicalistas verdaderamente activos, y aunque existen muchos sindicatos obreros, la mayoría de ellos son muy pequeños o se circunscriben a un solo centro de trabajo. Dada esta situación. No es extraño que el llamamiento a la huelga no tuviera éxito. El día en que debía realizarse la huelga, la Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU) convocó una concentración cerca de la sede del gobierno, pero solo acudieron varios centenares de personas.

La dirección de la HKCTU viene apoyando desde hace dos décadas la postura de los pandemócratadas de defender de manera acrítica la democracia dentro de las limitaciones de la Ley Básica 1/. Incluso después de que su líder, Lee Cheuk-yan, fundara un pequeño Partido Laborista en 2011, este partido siguió fiel a la línea política de la derecha liberal. En relación con los derechos laborales, tanto el Partido Laborista como la HKCTU se han mostrado más reivindicativos en los últimos diez años y se han desplazado un poco hacia el centro izquierda. Sin embargo, sus posiciones políticas tradicionales les han impedido conectar con la generación joven, que más bien desprecia a los pandemócratas. Su incapacidad para organizar una huelga efectiva durante el Movimiento de los Paraguas en 2014 contribuyó sin duda a su desprestigio. Finalmente, Lee y otro diputado del Partido Laborista perdieron su escaño en las elecciones legislativas de 2016, y Lee no logró recuperarlo en las elecciones parciales de 2018. Estas derrotas explican por qué tanto la HKCTU como el Partido Laborista solo han sido capaces de desempeñar un papel marginal en el movimiento actual.

Pregunta: El movimiento de protesta ha dado lugar a nuevos debates en Hong Kong sobre la relación especial de la región con China continental, en los que los llamados localistas –que miran a China con desdén– desempeñan un papel destacado. ¿Cuál es su política y qué influencia tienen en el movimiento?

Respuesta: Los grandes medios de comunicación occidentales suelen dar una imagen positiva de los localistas de Hong Kong, pues los consideran luchadores demócratas contrarios a Pekín. Sin embargo, la cuestión es mucho más compleja. El término chino equivalente a localismo, cuando fue adoptado por primera vez por movimientos sociales, era utilizado por gente que era en general de izquierdas. No obstante, con el tiempo ha ido creciendo el ala derecha, y hoy estos localistas son como los nativistas, muy xenófobos.

Varios años antes del Movimiento de los Paraguas, esta corriente empezó a ganar seguidores entre la juventud. Sus portavoces eran Raymond Wong y el académico Chin Wan-kan. Junto con Wong Yeung-tat, un acólito del primero, constituyeron un trío xenófobo. Sus intervenciones en la zona de ocupación consistieron en silenciar las voces de otros demócratas, recurriendo a la violencia o la amenaza de violencia, haciendo declaraciones racistas sobre la población china (llamándola langostas que había que exterminar) y atacando a los inmigrantes chinos de Hong Kong por acaparar supuestamente las prestaciones del Estado de bienestar.

El trío xenófobo también atacó ferozmente a la Federación de Estudiantes de Hong Kong (HKFS) durante el Movimiento de los Paraguas. El 12 de octubre de 2014, siguiendo el llamamiento de Chin Wan-kan, los localistas acudieron a Mong Kok para reventar la asamblea callejera de la HKFS. No es extraño que esto acabara posteriormente con la destrucción de sus instalaciones, ataques a sus piquetes y finalmente el desmantelamiento de la HKFS. El trío xenófobo se presentó como un grupo más radical que otras corrientes. Su consigna era “la HKFS no nos representa” y se opusieron a todos los signos y símbolos de liderazgo: estrados, banderas e intentos de convocar asambleas. Insistían especialmente en llamar al chaidatai, o desmontar los estrados, y lo ponían en práctica cada vez que la HKFS organizaba un foro de debate con un estrado.

Probablemente porque eran demasiado burdos, el trío al completo perdió las elecciones de 2016, pero salió elegida una generación más joven de localistas xenófobos, como por ejemplo Youngspiration. Estos últimos, aunque algo más sofisticados, heredaron la idea básica del trío: su idea de desmontar el estrado también ha influido en la generación joven en la campaña contra el proyecto de ley de extradición a China, en la que jóvenes radicales están a favor de un movimiento sin líderes en el que no haya ningún estrado central que dé órdenes. Esta corriente localista de derechas cuenta con el apoyo de determinados sectores sociales. En abril de 2016, dos años después de la ocupación, un estudio reveló que los localistas recibían el respaldo del 8,4 % de la población, un porcentaje que en el público joven asciende a cifras situadas entre el 18 y el 29 %.

Sin embargo, la gente que se reclama del término localismo no tiene la misma interpretación de lo que significa. El movimiento contra el proyecto de ley de extradición muestra muchas menos tendencias xenófobas que el Movimiento de los Paraguas. Esto se debe probablemente a que al viejo trío se le ve anticuado y a que localistas como Youngspiration han visto descalificados a sus dos legisladores por el gobierno, quedando condenados al ostracismo y dejando abandonados en gran medida a los radicales. Por mucho que algunos manifiesten algún prejuicio con respecto a los chinos del continente, esto no ha cristalizado en un programa o proyecto político. Así que en vez de criticar desde fuera, la izquierda debería implicarse y tratar de ganarse el apoyo de esta gente joven.

Pregunta: ¿Cómo explicas el apoyo, o mejor dicho, la falta de apoyo en China continental al movimiento de protesta de Hong Kong?

Respuesta: La represión en China continental es sin duda el factor que incide más directamente en el aislamiento y la supresión de los intentos de solidaridad con la resistencia de Hong Kong. Pero el régimen chino también es muy bueno manipulando la opinión pública. La información selectiva o los simples bulos con respecto a Hong Kong son los trucos más burdos de este juego. Ha habido un intento más sofisticado de Pekín de romper cualquier relación entre hongkoneses y chinos del continente. Hay quien piensa que el trío xenófobo y sus principales simpatizantes son agentes provocadores del PCC. En 2016, dos diputados de Youngspiration cambiaron su juramento –pronunciando la palabra China como Chi-na, un término despectivo hacia los chinos– y Pekín los descalificó junto a otros cuatro diputados favorables a la autodeterminación. Aquel acto necio y racista encendió el debate sobre la verdadera identidad de aquellos dos localistas.

Es difícil saber hasta qué punto se han infiltrado agentes provocadores en el movimiento, pero objetivamente los localistas han ayudado a Pekín a apretar más las tuercas a Hong Kong al provocar a China innecesariamente, con su política racista y sus ataques a visitantes del continente, a inmigrantes y a las fuerzas democráticas. También han ayudado a Pekín a distanciar a los chinos del continente con respecto a la población hongkonesa.

Pregunta: ¿Qué efecto ha tenido la rivalidad entre EE UU y China en el movimiento de protesta, y cuáles son las raíces estructurales de esta rivalidad?

Respuesta: Una de las razones por las que Pekín hizo que Carrie Lam aparcara el proyecto de ley de extradición el 15 de junio estriba en que China no deseaba que Xi Jinping apareciera como el malo de la película cuando asitió a la cumbre del G20 en Osaka dos semanas después. En cuanto a EE UU, sin duda tenía motivos suficientes para plantear algunas preguntas capciosas sobre el proyecto de ley de extradición, ya que esta podía aplicarse a cualquier persona que se hallara en Hong Kong, incluidos los inversores extranjeros o visitantes que estuvieran de paso.

Si bien la decisión de Pekín de dejar en suspenso el proyecto de ley ayudó a Xi a tratar con Trump, no sirvió para apaciguar a los manifestantes hongkoneses. En general, los medios liberales de aquí se muestran muy proclives al gobierno de EE UU, especialmente el Apple Daily. Este último desempeña un papel crucial en la divulgación de los puntos de vista de la oposición, pero también es muy favorable a EE UU y a veces incluso a Trump. Esta lógica de el enemigo de mi enemigo es mi amigopuede conducir al movimiento democrático hongkonés en una dirección indeseable.

El capitalismo chino es una especie de capitalismo burocrático, en el que la clase dominante combina el poder coercitivo del Estado y el poder del capital. Esta variante del capitalismo es sumamente explotadora, monopolista y –esto es importante– expansionista. De ahí la rivalidad entre EE UU y China. Pero hemos de comprender que China todavía está lejos de igualar a EE UU en muchos terrenos.

La última vez que EE UU lanzó una guerra comercial con la segunda economía más potente del mundo fue en la década de 1980 contra Japón. Aquello acabó en gran medida después de que EE UU lograra establecer el Acuerdo del Plaza, por el que Japón se vio forzado a revaluar significativamente el yen, seguido de la aplicación de un arancel del 100 % sobre las importaciones japonesas. La economía japonesa sufrió un duro golpe, pero la alianza entre EE UU y Japón se mantuvo intacta.

Esta vez la situación es diferente, en parte porque Pekín ha aprendido la lección del caso japonés, que desde los años ochenta es un tema de debate recurrente entre los economistas, estrategas y nacionalistas chinos, y el argumento de los nacionalistas es siempre el que se lleva la palma: China, como país en vías de desarrollo, no puede permitirse una derrota como la que sufrió Japón a manos de EE UU, y tiene que resistir si EE UU enseña los dientes. Esto es justo lo que ha hecho Xi hasta ahora.

Hay otra lección más de la historia, tal como la entienden los halcones de Pekín: la única manera que tiene un país de segunda de evitar que lo invadan o acosen es tratar de convertirse en la principal potencia hegemónica. A diferencia de Japón, el PCC de Xi no va a aceptar por tiempo indefinido seguir siendo un país de segunda. A diferencia de Japón, Xi quiere sustituir aquí y ahora la versión occidental de la globalización por la versión china.

Es normal ver cómo los presidentes de EE UU vapulean a China durante las campañas electorales para una vez asumido el cargo entenderse de nuevo con China. Ahora parece que este ciclo ha llegado a su fin. Puede que Trump lleve a cabo otros giros tácticos en el próximo futuro, especialmente a medida que se acerquen las elecciones de 2020, pero la tendencia general hacia una rivalidad cada vez más intensa entre ambos países probablemente se mantendrá, pues ahora hay consenso entre Demócratas y Republicanos con respecto a la política hacia China. Esta guerra comercial no es una guerra comercial regular, sino tan solo la primera batalla de una prolongada disputa entre EE UU y China, una disputa que puede ser desastrosa para el mundo entero.

Pregunta: ¿Qué debería hacer la gente progresista de China continental, Hong Kong, EE UU y el resto del planeta para apoyar los movimientos democráticos en Hong Kong y reducir las tensiones entre EE UU y China?

Respuesta: Los dos bandos de esta disputa querrán que la gente elija entre Washington o Pekín, pero la gente progresista, sea de Hong Kong o de cualquier otro lugar, debería rechazar tal alternativa. No es una alternativa real para la gente trabajadora de Hong Kong, China o EE UU, que no tiene nada que ganar en esta disputa.

El proyecto de Trump es que el ejército y las empresas estadounidenses recuperen el dominio, sacrificando en aras a este objetivo a la gente trabajadora de EE UU, China y el resto del mundo. El proyecto de Xi de modernizar China, impulsado en nombre de su pueblo, no tiene nada en común con los intereses de la clase trabajadora. Xi defiende intereses en el mar del Sur de China mientras desmantela el futuro de China, sus recursos naturales, su equilibrio ecológico y la salud de su pueblo. Defiende las propiedades y la posición de los mandarines mientras destruye la base de sustento de la gente. Hong Kong ha sido esencial en el ascenso de China y ahora Pekín devuelve su deuda a Hong Kong incumpliendo su promesa de conceder el sufragio universal a la población hongkonesa.

No debemos caer en la trampa nacionalista de apoyar la agresión estadounidense o la agresión china, una de dos. Este sería el primer paso hacia la oposición a la rivalidad entre EE UU y China con vistas a impedir que se convierta en una guerra.

01/08/2019

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15031

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