Alba Carosio/ La Araña Feminista
Ilustración Nathaly Bonilla
El sistema sexo-género socializa de diferente manera a los hombres y a las mujeres. Tradicionalmente ha sido socializado como femenino: el cuidado, lo personal, lo afectivo y la mediación. El concepto del “cuidado o cuido” se relaciona con la generación, reproducción, mantenimiento y conservación de la vida, y es a las mujeres quienes se les ha adjudicado históricamente las tareas que conlleva, se basa en la extensión del rol de la maternidad a todos los comportamientos sociales de las mujeres. El «cuidado» implica responsabilidad por la vida de los demás, valorar las relaciones personales, atender a las necesidades de otros, etc.
Y es evidente que hay una “ética del cuidado”, que promueve la valorización de las virtudes y comportamientos necesarios para atender al otro. Se trata de un modelo moral basado en el afecto y la filiación, especialmente en la responsabilidad por la protección del otro. Desde la perspectiva de la ética del cuidado, la interpelación del otro necesitado que exige ser atendido es clave como motor de la acción moral, la percepción y la empatía hacia el otro son condiciones de partida para toda práctica ética. El modelo es la atención materna, en la cual son socializadas todas las mujeres.
Es con base en este conjunto de valores que los feminismos actuales proponen un cambio civilizatorio. Para nuestras sociedades mercantilizadas y patriarcales el “cuidado” es solamente y en todo caso, un valor y una actividad privada y personal, solamente limitada a la familia inmediata y principalmente bajo la responsabilidad femenina. En el plano público el ideal social que propone el sistema es el de un yo sin vínculos, completamente autosuficiente en su vida pública, que oculta su dependencia privada, y se maneja de una manera “racional” y competitiva, sin dejarse desviar por afectos.
Frente a esta teoría dominante, el concepto central de la ética del cuidado es la responsabilidad afectuosa. Puesto que la sociedad no es un conjunto de individuos solos, los seres humanos formamos parte de una red de relaciones, dependemos unos de otros. La ética del cuidado cuestiona la base de las sociedades capitalistas en las que el intercambio es de valores idénticos: “tanto me das, tanto te doy”. Si se aplica la responsabilidad, el intercambio no es exacto, depende de lo que cada uno necesite.
La orientación a la responsabilidad que nos plantea la ética del cuidado rescata la afectividad, y dentro de ella el valor de la compasión. Se refiere a esa fraternidad bien entendida que viene a corregir, por la vía del afecto, de la comprensión y del amor tanto las injusticias como las insuficiencias de la justicia. En la ética del cuidado se reivindica la importancia de los sentimientos para la vida ética, moral. El sentimiento no solamente es indispensable e irrenunciable en la sensibilidad humana, sino que es motivador de la conducta, que es, a fin de cuentas, de lo que se trata.
Este tipo de sentimiento es indispensable para el desarrollo de la solidaridad, porque la solidaridad consiste en sentirse responsable por el destino del otro. Es estar unido a otras personas o grupos, compartiendo sus intereses y sus necesidades, sentir y ocuparse del bien y del dolor ajenos. La solidaridad va más allá de la justicia, tiene que ver con cuidar del otro: la lealtad con el amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero sí es un deber de solidaridad.
La ética feminista del cuidado es también una política maternalista del cuidado, una política feminista de lo privado en lo público, inspirada en el amor, la intimidad y la responsabilidad. Una ética social en la que un concepto central es el de “amor atento”. La maternidad es una relación primaria que podría servir de paradigma para definir relaciones sociales en su conjunto.
En este punto, una precisión necesaria: no hay conexión esencial, entre ser mujer y realizar el trabajo maternal; pero sin embargo, históricamente las mujeres son las que realizan el trabajo maternal.
Este concepto de cuidado amoroso podría y debería servir de paradigma para definir las relaciones sociales en su conjunto. Se trata de establecer una ética de la responsabilidad y convertir el cuidado en un tema políticamente relevante. “La protección del mundo debe llegar a parecer una extensión natural del trabajo maternal.” La sociedad en su conjunto debe ser protectora, cuidadora.
El cuidado exige una atención política, es un gesto amoroso con la realidad, con la vida porque se la cuida. Como Leonardo Boff, sin cuidado nada de lo que está vivo, sobrevive. El cuidado se opone así a la violencia, porque la violencia destruye, y el cuidado sostiene y protege. Contra la cultura de la violencia, las feministas proponemos la cultura ética del cuidado, que es la cultura de la vida. Y quedando claro que el feminismo defiende la ética del cuidado, pero no sólo para las mujeres. La ética del cuidado debe ser universal.