Por: Laura Román
Escuchar de manera activa conlleva una serie de habilidades relacionadas con la empatía, el interés o la concentración hacia lo que nos están contando. Explicamos en qué consiste y cómo aplicarlo con el alumnado o los hijos gracias a los consejos de la psicóloga Rocío Rivero.
Oír no es lo mismo que escuchar. Según las definiciones de ambos conceptos en la RAE, oír es, literalmente, “percibir con el oído los sonidos” mientras que escuchar es “prestar atención a lo que se oye”. El segundo de los términos se puede aprender a través de la ‘escucha activa’, una práctica que trata de enseñar a los seres humanos a realizar dicha acción desde la compresión y que requiere una serie de habilidades que se pueden entrenar en el aula o en familia, como la atención, la participación, la empatía o la concentración.
¿En qué consiste la escucha activa?
Esta forma de comunicación interpersonal, que fue creada por el psicólogo estadounidense Carl Rogers en la década de los cuarenta, se centra en aprender a escuchar. Para ello y según explicó el propio Rogers: “Escuchamos no sólo con nuestros oídos sino con nuestros ojos, con nuestra mente, corazón e imaginación”. Es decir, este tipo de técnica se basa en una serie de comportamientos por parte del oyente que preparan a la persona para escuchar y para concentrarse en el mensaje de su interlocutor realizando un vínculo especial con sus emociones.
La escucha activa requiere de atención, intención y también de la capacidad para no juzgar al otro. Rogers declaraba que la tendencia natural del oyente de evaluar al que está hablando o de aprobar o desaprobar lo que está diciendo lo consideraba como una de las principales barreras en una comunicación interpersonal de éxito.
¿Cómo se puede aplicar en el aula?
Rocio Rivero es psicóloga y muchos de los centros educativos en los que trabaja ponen en práctica la técnica de la escucha activa entre los estudiantes por los beneficios que aporta en distintos aspectos académicos y personales. “La escucha activa favorece la asimilación de contenidos porque obliga al estudiante a estar atento no solo al mensaje, si no también a los gestos y a las emociones de la persona que nos lo está transmitiendo. Y cuando conectamos un contenido con las emociones, el proceso de aprendizaje mejora ya que se fija en la memoria”.
Rivero también establece una serie de aspectos positivos en el propio desarrollo personal de estudiante: “El alumnado que practica la escucha activa es más respetuoso con los demás, desarrolla un buen grado de empatía con la persona a la que está escuchando y tiene más seguridad en sí mismo porque siente que lo que cuenta es interesante para sus compañeros”.
En el caso del alumnado de Infantil se puede hacer uso del dibujo. “Tras escuchar lo que se le dice, tendrán que dibujar algo relacionado con ello, además de una carita con la emoción que han sentido o creen haber sentido mientras el docente les hablaba”.
Mensajes ‘activos’
La escucha activa se fomenta a través de características basadas en el interés, la no interrupción y el entendimiento hacia el interlocutor. Para aplicarla en el aula o en casa, Rivero propone colocar un tablero en la pared con mensajes como los siguientes:
- ‘No se puede interrumpir al que habla’
- ‘Cuando alguien habla, el resto escuchamos sin juzgar’
- ‘No puedo estar hablando todo el tiempo. Tengo que dejar tiempo para los demás’.
- ‘Cuando no entiendo algo lo pregunto y no me quedo con la duda’.