Por: Valeria Murcia Váldez.
Esta es la historia de un muchacho apasionado por la literatura. Cuando niño tuvo la fortuna de formarse en buenos colegios de Inglaterra, se había ganado una beca, y cuando creció decidió aventurarse a compartir eso que había aprendido. Se volvió maestro y su primera experiencia fue en uno de los barrios más pobres de Londres, Elephant and Castle.
Creía que sería algo sencillo, pero se topó con unas primeras clases en las que se sintió fuera de control. Desde su visión, no lograba lo suficiente para ayudar a sus alumnos a aprender más y mejor. Le interesaba la manera casi tan similar en la que la educación se había venido manejando desde milenios y quería aventurarse a revisar cómo se aprendía en el mundo y cómo debería ser en la actualidad.
El resultado fue un libro llamado Otras formas de aprender (Natural Born Learners, en inglés), que publicó en español en 2019. Allí narra las historias y modelos de aprendizaje con los que se encontró viajando por los cinco continentes y pasando por lugares tan distintos como Hong Kong, Finlandia, Silicon Valley y Seúl.
EL COLOMBIANO charló con Beard, quien se toma su tiempo antes de contestar cada pregunta. El profesor estuvo participando en el Hay Festival de Jericó, Medellín y Cartagena. Charló sobre los hallazgos en su libro y su visión frente a lo que significa buscar la mejor experiencia educativa posible en el siglo XXI.
De acuerdo con lo que encontró, ¿para usted qué es la educación del siglo XXI?
“Primero, cuando pensamos en la educación tiene que ser una mezcla entre lo local y lo global. El contexto cumple un rol en definir qué es, pero también las presiones globales. La educación del siglo XXI no es una sola cosa, es lo que sea que una región, nación o comunidad decide que debe ser. Sin embargo, tiene una mezcla de cosas dentro. Lo primero es que ayuda a que los estudiantes aprendan a pensar: eso significa que los alumnos deben tener dominio sobre el conocimiento. Es muy importante que sepan de historia o matemáticas, que tengan un eje central que les permita acceder al mundo, pero se debe desarrollar ese conocimiento de manera que piensen de manera crítica y analicen el mundo a su alrededor y entiendan su rol en él.
Segundo, creo que aprenden a crear, a hacer y a tener habilidades. Eso involucra pensar de manera diversa, imaginar, tener ideas propias y convertirlas en algo que tenga un significado y valor en el mundo real, que signifique que tengan que colaborar con otros. Finalmente, hay que ejercer el cuidado, que son todos esos aspectos para desarrollar la inteligencia emocional para el bienestar: trabajar con otros, construir cohesión social, fortalecer lazos sociales. Eso se ve en los colegios de hoy, donde se aprenden matemáticas, ciencias o lenguaje, pero hay otros espacios o estructuras en las que emprenden diferentes proyectos que pueden demorarse algunos meses, o tienen momentos en el día para reflexionar sobre lo que sienten”.
Para desarrollar las habilidades para enseñar, ¿los profesores deberían especializarse en pedagogía?
“Habitamos en esta era en la que todo está escaseando, los recursos, la tierra. Lo único ilimitado que tenemos es el poder de nuestra mente. Los profesores son quienes desarrollan ese potencial y, para mí, enseñar es el trabajo definitivo del siglo XXI. Será el trabajo más importante que existirá, pero creo que podemos cambiar el rol de los profesores y cómo estructuramos sus carreras, cómo entrenamos a los profesores. Podemos cambiar cómo seleccionamos quién se vuelve un profesor, por ejemplo. No creo que tengas que hacer una carrera en pedagogía para ser maestro, creo que tenemos que pensar diferente frente a cómo elegimos a los maestros.
Claro que hay que tener habilidades académicas, pero hay que estar dispuesto a pasar tiempo con niños, sentirse motivado a trabajar con gente todos los días, tener un sentido de la alegría, de comunidad. Es pensar más a fondo en quién debería convertirse en maestro, qué significa volverse uno”.
¿Y cómo propone hacerlo?
“Desde mi perspectiva, los primeros tres años en los que una persona se forma para volverse maestro deberían ser una mezcla entre aprender la teoría y practicar la habilidad. La idea de pretender aprender a enseñar sin pisar un colegio es loca, creo que desde el primer día hay que tener cierta experiencia en un salón; tratando de ser maestro, de desarrollar una clase. Luego pasas los siguientes tres años volviéndote un buen maestro: aportando tu pasión por la clase, aprendiendo cómo desarrollar las lecciones, buscando cómo hacer que los estudiantes se conecten cada vez más, cómo motivarlos.
Después de seis años de este entrenamiento, tal vez seas un gran maestro. Luego de eso, creo que te puedes especializar para continuar entrenando”.
¿Cómo puede un maestro usar de la mejor manera los recursos que tiene a la mano?
“Lo más importante que hay que entender es que somos seres que tienden al aprendizaje desde el nacimiento. Un bebé entra el mundo desde el día uno con un cerebro que es el resultado de miles de años de evolución, para aprender del ambiente, de las herramientas que ha creado la cultura humana y especialmente para aprender de otras personas. Nacemos con un sentido social que solo podríamos aprender de otros seres humanos, ese es nuestro superpoder, esa habilidad de aprender los unos de los otros.
Es sencillo asumir que porque tienes un tablero interactivo o computadores portátiles para cada niño ellos van a aprender mejor, pero eso no es cierto. Sabemos por investigaciones internacionales que, en promedio, cuando los portátiles o tablets se introducen en los salones, el nivel de aprendizaje se reduce un poco. Eso sucede porque los portátiles, por sí mismos, no son el elemento que mejora los procesos de aprendizaje, siempre es el maestro el que marca la diferencia, no los recursos.
No quiero disminuir o menospreciar la dificultad que es ser un maestro en un ámbito de pocos recursos, es mucho más difícil que ser un maestro que está en un ambiente con muchos recursos. Sin embargo, lo que importa es el maestro y lo que es capaz de hacer para motivar a esos niños, para entender quiénes son ellos, para conocer qué es lo que saben, para activar en ellos la pasión por aprender, pero también para enseñarles cosas que necesitan saber. El aprendizaje es importante.
Creo que es posible darles a los niños una educación del siglo XXI de primer nivel sin ninguna herramienta tecnológica. Claro, es mucho más difícil, porque los niños todavía necesitan algo con qué escribir, libros qué leer, hay muchas cosas que son necesarias en la educación y son fundamentales, pero por otro lado, aprendemos los unos de los otros, de los maestros y es posible hacerlo sin la mayor cantidad de recursos”.
Usted habla de inteligencia emocional y el rol que eso juega en la educación, ¿por qué es tan importante para el desarrollo académico?
“En los sistemas educativos nos hemos enfocado mucho en cómo los niños se desarrollan académicamente, que les vaya bien en sus exámenes. Creo que todos, los padres, los niños, los maestros, sabemos que la educación es más que solo qué tan bien te va en los exámenes. Para mí, hay que tomarse más en serio y más a consciencia en desarrollar la inteligencia emocional. Hay varias razones: los niños viven en un mundo que cambia muy rápido, en el que será difícil encontrar trabajos y quizá necesitarán desarrollar su resiliencia. Aunque esta no es la manera más positiva de asumir la inteligencia emocional, así es como lo piensan mucho en Estados Unidos, por ejemplo. Otra de las razones que se asumen es pensar en cómo el mindfulness ayuda al bienestar y como es claro que hay crisis de enfermedades mentales entre los jóvenes, entonces ¿no sería bueno desarrollar la inteligencia emocional para poder manejar nuestro bienestar y estar más sanos, más felices? La que más me emociona es que vivimos en un mundo muy complejo en el que necesitamos colaborar los unos con los otros, entender cómo trabajar juntos, no solo en una escala pequeña, sino global. Para atacar problemas como el cambio climático, la iniquidad o la falta de trabajos, necesitamos niveles de cooperación que nunca antes hemos experimentado como especie y para eso sí que necesitamos la inteligencia emocional”.
Fuente de la entrevista: https://www.elcolombiano.com/colombia/educacion/entrevista-a-alex-beard-sobre-los-modelos-educativos-modernos-HF12423721