Por: María Alejandra Vega Molina
La visión moderna transformó radicalmente la visión de la realidad, plantea que existe una conciencia pensante que domina, y un mundo pensado para transformar, visto como objeto manipulable, utilizable y desechable. Este pensamiento en el que la conciencia está separada de la realidad, ha creado disociaciones entre el ser humano y lo no humano, provocando modos genocidas de existencia en los que se ha dejado a un lado el respeto por la vida como centro y punto de partida de todas las disciplinas y comportamientos humanos, siendo la mujer una de las más afectadas por esta visión de la realidad.
Al respeto Lugones (2010), reflexiona sobre la visión ontológica en la que la Modernidad organizó el mundo con categorías homogéneas, atómicas, separables. Por esta razón, resalta la crítica a ese universalismo feminista hecha por las mujeres contemporáneas se centra en la intersección entre raza, clase y sexualidad y género va más allá de las categorías de la modernidad. Por esto, resalta, los conocimientos, relaciones y valores no modernos y sus prácticas ecológicas, económicas y espirituales se constituyen de manera lógica como opuestas a lo lógica dicotómica, jerárquica, categorial.
Esta visión estética eurocentrista parte de una postura moderna con una concepción universalista del arte, las culturas artísticas forman parte de una matriz colonial del poder y de manipulación de las subjetividades, con una visión de un arte y una estética válidos, cuya lógica central está determinada por el capitalismo y la racionalidad científico-tecnológica. (Mignolo, 2005).
En el caso, de América Latina la violencia colonial construyo jerarquías de género y raza que quedaron sembradas en nuestras sociedades configurando un sistema tal como lo plantea Ángela Gilliam define como “la gran teoría del esperma en la formación nacional” a través de la cual, y siguiendo a la autora: “1) el papel de la mujer negra es rechazado en la formación de la cultura nacional; 2) la desigualdad entre hombre y mujer es erotizada; y 3) la violencia sexual contra las mujeres negras ha sido convertida en un romance” (Gilliam, 1996).
Esa visión de resistencia se mantiene en pugna constante con la visión del Todo-Mundo que es totalizadora, instaurada en nuestras tierras desde la Colonia, una visión mecanicista, absolutista y reduccionista de todo lo existente. Queda en resistencia ante este modo Moderno de ver la realidad la huella que plantea Édouard Glissant, una huella en la que está impronta la rebelión, la ancestralidad, las tierras originarias, esa fuerza que se transformó en epistemologías en cada espacio de nuestras tierras.
El cuerpo visto a través del arte
Bidaseca (2018) expresa que el cuerpo habla, reinventa alteridades culturales en occidente, esa huella corporal que se consigue en artistas como Ana Mendieta, Shirin Neshat y Adriana Varejao en el que se nos hace se nos hace visible las luchas de resistencia ante el poder de sujetos que han sido ha sido excluidos por el racismo y el patriarcado, así como los valores imperiales sustentados en la modernidad y su cara oscura, la colonialidad. Ese arte de las mujeres exiliadas que sostienen las memorias históricas violentas que nos muestran.
Cada realidad tiene la emergencia de ser expresada, de ser transgresoras ante las dominaciones impuestas, las desigualdades, las exclusiones y discriminaciones, por nombrar algunas, donde la mujer puede alzar su voz para mostrar lo que siente, para dejar esas huellas que menciona Bidaseca. Es por ello, que el cuerpo representa una lectura en las que se ha formado el pensamiento. El cuerpo y en especial el de la mujer, establece sus relaciones con la sociedad a través de dos formas de verlo, el cuerpo simbólico y el cuerpo agente. Para Reischer y Koo (2004), el primero, reúne a teóricos que se centran en la naturaleza simbólica o representacional del cuerpo en tanto elemento portador de significado social. Y el segundo, se subraya el rol del cuerpo como un participante activo o agente en el mundo social.
Dentro del arte, el cuerpo ha pasado de ser un ente de contemplación, pasivo, observado y observable, y se convierte bajo la visión de estar artistas en un ente activo, resignificado, participante de ese mundo social, deconstruido y en proceso de construcciones. Capaz de enfrentarse ante las lógicas de dominación y de esos valores imperiales que han estado presente durante la historia de la humanidad de unxs y de otrxs, esta memoria sostenida por el sentir de las mujeres y su realidad.
Entonces, en estos momentos de urgencias, transgredir estas formas de pensamientos perpetuados y transferidos en bucles generacionales, sobre el cuerpo simbólico y agente de la mujer, representa resignificar bajo subjetividades e identidades propias lo que es ser mujer y sus diferentes lecturas. Dentro de estas transgresiones hacia lo impuesto, representa el mayor acto de rebeldía, como el que presenta Lucia Borjas
Mi cuca es de Oro. Lucia Borjas y el nombre particular
Esta artista venezolana, diseñadora gráfica, lleva consigo el tema de género desde pequeña. Su madre Beatriz Borjas fue dirigente de la Mujer en Maracaibo, estado Zulia, lo que le permitió estar cerca de los problemas de maltratos, situaciones de violencia y los asuntos relacionados con la maternidad. Su formación la completó en Argentina en donde logró vincularse con todos los movimientos y eventos relacionados con lo femenino y con las editoriales y cultura de las ilustraciones en el mundo de Mafalda.
Esta artista muestra su grito de guerra al desafiar, primeramente a la vagina, que es el símbolo “sagrado” de la mujer. La llama por otro nombre, por el nombre despectivo, el nombre que nadie quiere nombrar por ser eso que es lo feo y “no le es propio a la mujer”. El nombre de Cuca es entonces, la primera transgresión de la artista. También la vincula hacía lo propio y lo íntimo, sin usar un artículo indeterminado, sino que la ubica en la pertenencia con el pronombre Mí, no es de cualquiera, es mío, de esa forma va tejiendo lo que por muchos años se empeñaron en desvincular, los órganos sexuales femeninos de la mujer misma; estos se convirtieron en zonas apartadas, no exploradas, prohibidas, dentro de un mismo cuerpo. Y como último elemento de su obra, un sugerente color rojo, que es la sangre misma menstrual símbolo de “impureza” durante largo tiempo.
En el caso del proyecto “Mi cuca es de Oro” comenta Borjas: “comencé una vez cuando me senté un día a pasar las cosas que sentía en la compu, a descargar los sentires. En Venezuela se dice “Piquito de oro” a los hombres que tienen mucho éxito con las mujeres, tanto por su verbo como por su pene. Por ahí fue que comenzó el juego de las palabras, para mí el oro no tiene gran significado como metal, pero sí desde el punto de vista alquímico, que es el estado último de un material para ser trasmutado”.
El trabajo de Borjas rompe con muchas imposiciones y lógicas de dominación en las que ha estado construido el cuerpo de la mujer, haciendo referencia a los diferentes dispositivos de poder conceptualizados por Foucault, en los que el cuerpo ha estado cargado de, representaciones, imaginarios y sentidos sobre los sujetos, sobre sí mismas-os y sobre lo otro. En este recorrido histórico del cuerpo cargado de “verdades” para la religión y la medicina por ejemplo, generaron mecanismo de disciplinamiento como una forma de dominación, lo que Foucault (1974) denomino <los cuerpos condenados>.
Partiendo de esto y para ejemplificar, en los primeros tratados de la medicina las mujeres eran hombres en los cuales les faltaba “el calor vital”. Se concebía a la vagina como un pene interior y los labios como un prepucio, el útero como escroto y los ovarios como testículos. Por otro lado, se declaró que el diablo podía convertir a las mujeres en hombres, pero no a los hombres en mujeres, y esto tiene su base dentro de la visión patriarcal. Se aplicaba el “Malleus Maleficarum” (Martillo de las Brujas), publicado entre 1.485 y 1.486, que sirvió como manual de la inquisición contra la brujería y las posesiones, o lo que es igual, guía de tratamiento contra la demencia, durante casi trescientos años. (Báez, 2014).
En estas dos ilustraciones, puede observarse como se transgrede el orden de disciplinamiento cuando toca desde la religión como se manejó la figura de la mujer, siendo la pecadora y la causante de las catástrofes de la tierra, la Eva que traiciono a Dios. Y por otro lado, la bruja. Esa mujer conectada con la naturaleza, que estableció un vínculo con su entorno y menstruaba, una sangre que no fue entendida, era la marca del pecado y sufrimiento.
La imagen de la mujer ha sido construida de manera arbitraria por un discurso humanista de Occidente, colonizador de las heterogeneidades. Sin embargo, en obras como la de Borjas las mujeres y las minorías étnicas, encuentran una oportunidad para avanzar con sus reclamos y desviarse de las normas sociales existentes, amparados por el caos, pluralidad y unicidad de las masas que sueñan con el cambio. Es un estado de rebelión contra la estructura social generalizada y cruzan las líneas que dividen a las esferas pública y privada. (Aghazarian, 2014)
Otro grito contra las imposiciones coloniales ha sido el útero, gran misterio de la mujer, colocado en el cuerpo como ese receptáculo vacío que debía ser fecundado con la semilla para la procreación, ella en su propuesta, nos muestra otras universalidades.
Lucía Borjas nos expresa en “Mi cuca es oro”, un llamado a encontrarnos con el sentimiento de volver la mirada hacia nuestro ser, comprender nuestro género, nuestro espacio aparentemente vacío que es espacio de creación. En esto no se refiere, no sólo hablo de bebés, sino al encuentro el arte, con la creatividad de las mujeres. “La historia de la humanidad ha sido contada con voz masculina y ¿nosotras qué?, alcemos la voz también… contemos historias, pintemos, hagamos música, bailemos, disfrutemos… que la vida es tan rica como diversas son nuestras almas”
El desprendimiento de las posturas estéticas universales que nos presenta Lucía Borjas, propone nuevas conversaciones para hablar de las experiencias que nos pertenecen, atendiendo así a otras voces silenciadas por los discursos de los expertos. Así como lo expresa Mignolo (2005), desde una estética propia, se hacen visibles las luchas de resistencia al poder de los sujetos reprimidos y marginados por el racismo y el patriarcado, así como los valores imperiales sustentados en la modernidad y su cara oscura, la colonialidad.
Así como lo expresa Borjas: “El feminismo lleva rato, pero ahora siento que está creciendo como una onda expansiva en diferentes partes del mundo. Es fundamental entonces, así como lo expresa Lugones (2010), aprender unas acerca de las otras como personas que se resisten a la colonialidad del género en la diferencia colonial, sin necesariamente ser una persona con acceso a información privilegiada de los mundos de sentidos de los cuales surge la resistencia a la colonialidad.
El reconocimiento del poder de lo erótico en la vida puede proporcionar la voluntad necesaria para generar los cambios necesarios en nuestro mundo, porque el reconocer nuestro poder aceptamos la fuente creativa, permitiendo así el empeoramiento y la autoafirmación de las potencialidades ante una sociedad racista, patriarcal y antierórica. Tal como lo expresa Muholi, una fuerza creativa autoafirmada desde su historia de vida, que habla de una belleza que trasciende la opresión y el sufrimiento “Tú vales, tú cuentas, nadie tiene el derecho a menospreciarte: por tu apariencia, por tu raza, por tu expresión de género, por tu sexualidad, por todo lo que eres (…)”.
La obra de Lucía Borjas nos da “otra forma de ver los mundos desde otras construcciones no universalistas, no eurocentristas, no violentas”, en este momento de crisis multidimensional, nos urge como latinoamericanos encontrar otros caminos epistemológicos, culturales más acordes con nuestras memorias ancestrales para reemplazar la lógica hegemónica que ha demostrado no ser la adecuada en la búsqueda del bienestar y ha causado la degradación y destrucción de la naturaleza del planeta. (Antonacci, 2016).
Referencias
Lucía Borjas, es una diseñadora gráfica de Venezuela, específicamente de Maracaibo es autora de Mi cuca es de oro, Lucrecia y otras expresiones gráficas. Ha realizado un importante trabajo gráfico en el que plantea la valoración, dignificación y liberación de la mujer desde una manea amorosa, estética y profundamente sustentada desde su formación en el campo de las Luchas por los Derechos de la Mujer
Aghazarian, E. (2014). Post-Primavera Árabes. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales. En Crítica y Emancipación. CLACSO: Buenos Aires. Recuperado de: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20150610022849/CyE12.pdf
Angela, G. (1996). «Anais do Seminário Internacional «Multiculturalismo e Racismo: O papel da açaô afirmativa nos Estados Democráticos Contemporáneos» pg. 54, Ministério da Justicia, Secretaria Nacional de a Direitos Humanos. Brasília.
Antonacci María (2016). A. Memórias ancoradas em corpos negros.- 2 ed 2° reimpr. São Paulo: Educ, 2016
Antonacci Maria Antonieta –PUC/SP. Áfricas possíveis? Áfricas por si mesmas. En BIdaseca, Karina (Coord.) Poéticas feministas descoloniales desde el Sur. Red de Estudios Poscoloniales,
Báez, María (2014) La transexualidad desde la mirada de la sociología del cuerpo. Salus, 2015, 19, p34 40
Bidaseca, Karina. (2918). La Revolución será feminista o no será. La piel del arte feminista descolonial Bs Aires: Prometeo. 2018 Cap. 6. “Las mujeres de Alá. Arte en el exilio. Shirin Neshat”.
Foucault, M. (1976) Historia de la sexualidad: la voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI.
Glissant, Édouard Tratado del Todo-Mundo. Ed. El Cobre, Barcelona, 2006. pp.19 a 33.
Lugones, M. (2010). Hacia un feminismo descolonial. Revista Hypatia, vol 25, No.4. Binghampton University
Mignolo, W (2005). La idea de América Latina. Barcelona: Gedisa Editorial
Reischer y Koo (2004)The Body Beautiful: Symbolism and Agency in the Social World. Revista anual de Antropolgía. Vol. 33: 297-317.
Fuente del artículo: Equipo de OVE