América Central/Trinidad yTobago/ GlobalVoice/ Amilcar Sanatan/
El 16 de marzo de 2020, solo una semana antes de que el país entrara en su versión del confinamiento para frenar la difusión de COVID-19, el Gobierno de Trinidad y Tobago ordenó el cierre de todas las instituciones educativas.
En su mayoría, universidades y otras instituciones educativas superiores pudieron hacer la transición a la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación en línea. Sin embargo, en muchas escuelas primarias y secundarias quedó expuesta la gravedad de la brecha digital del país y la necesidad de abordar el analfabetismo digital en Trinidad y Tobago.
En comparación con varios estados miembros del CARICOM, el panorama digital de Trinidad y Tobago parecía ofrecer un entorno propicio para el aprendizaje digital. Se informó que la penetración de internet era del 77.3 % en diciembre de 2018, y durante casi dos décadas ha habido un importante inversión estatal y apoyo por parte de agencias de desarrollo para el desarrollo de la infraestructura digital y los servicios electrónicos en el sector público.
Sin embargo, nuestro sistema educativo se ha quedado atrás. En junio de 2019, el ministro de Educación, Anthony Garcia, anunció que Trinidad y Tobago informaría al Consejo de Exámenes del Caribe, la junta central de exámenes del CARICOM, que las escuelas del país no estarían listas para el cambio previsto para 2020. El objetivo era que el sistema de educación pública estuviera preparado para hacer esa transición para 2021.
Desde entonces, la llegada de la pandemia de COVID-19 ha acelerado estos esfuerzos y la urgencia de pasar a una enseñanza, aprendizaje y evaluación en línea. Sin embargo, lo que no transita con la misma facilidad son las desigualdades socioespaciales que existen en Trinidad y Tobago, y la respectiva brecha digital –término usado por científicos sociales y otros para referirse al acceso desigual a las tecnologías básicas de la información y las comunicaciones.
El concepto de una brecha digital parece abstracto hasta que no examinemos las realidades a las que se enfrentan profesores y estudiantes. He estado entrevistando a profesores de secundaria que enseñan a estudiantes de quinto año (de 15/16 años). En una escuela secundaria en el distrito Caroni en el centro de Trinidad, de 15 estudiantes en la clase de inglés A, ocho no tenían acceso a un portátil o a internet. El profesor creó un grupo en WhatsApp para que estos estudiantes participaran. Le envió por correo electrónico al grupo un ejercicio de revisión de exámenes, y después de una semana recibió respuestas de solo dos estudiantes.
De manera similar, otra profesora de una escuela secundaria de Puerto España, la capital de Trinidad, informó que solo estaba en contacto regular con cuatro de los 20 estudiantes de su clase. La tasa de participación ha sido baja y el compromiso con los estudiantes se dificulta en las escuelas en que la mayoría de los estudiantes procede de comunidades con recursos insuficientes. No obstante, algunos profesores han creado vibrantes comunidades en línea para la enseñanza y el aprendizaje del inglés y las matemáticas, pero parecen ser excepciones a la regla.
La navegación por las tecnologías en línea para la educación presenta muchos desafíos, además de las preocupaciones obvias sobre la capacidad de los estudiantes para acceder a las herramientas y tecnologías necesarias. La interacción entre profesores y estudiantes en el espacio digital es diferente de la participación presencial y depende del nivel de conocimientos digitales de ambas partes. Para llevar a cabo procesos educativos “formales” en línea se requiere tanto competencia como confianza. Como prueba, basta con preguntar a cualquiera de los numerosos parlamentarios o consejeros de la administración local que han ayudado a los ciudadanos a presentar solicitudes en línea para servicios sociales.
Para compensar la falta de una formación pedagógica general en este rubro, se está capacitando a los maestros del sistema de educación pública de Trinidad y Tobago para que hagan la transición mediante talleres y seminarios en línea de “emergencia” poco a poco. Dado que es difícil hacer un seguimiento de la participación de los estudiantes en las clases en línea, una parte importante de la enseñanza y la comunicación con los estudiantes se ha trasladado a las comunicaciones telefónicas. “Las clases en línea” se han convertido, en algunos casos, en “clases telefónicas” ya que los profesores utilizan grupos de WhatsApp o llamadas a través de su propio móvil para hablar con los estudiantes. Esto tiene consecuencias para lo que pensamos es una enseñanza en línea eficaz, además de la labor adicional que los profesores deben realizar para atraer a los estudiantes.
Los sucesivos gobiernos de Trinidad y Tobago ya han introducido la tecnología en las escuelas. El programa “Computadoras portátiles en las escuelas” del Ministerio de Educación, empezado en 2010 por la administración del Movimento Nacional Popular, no produjo los importantes cambios pedagógicos y de actitud que declaró que produciría. Los estudios de evaluación del programa han mostrado cómo los profesores y estudiantes tenían diferentes expectativas en cuanto al uso de computadoras portátiles en las clases, y el éxito del programa dependía más de la cultura de cada escuela que de cualquier beneficio procedente de la propiedad individual.
Sin embargo, el alcance del programa puso de relieve la limitada capacidad en materia de las tecnologías de la información y la comunicación de que disponen las escuelas secundarias y la necesidad de dirigir recursos para mejorarlas. Para 2016, la administración del Movimiento Nacional Popular dejó de distribuir computadoras portátiles personales a los estudiantes en favor de un enfoque destinado a fomentar la capacidad de las escuelas en materia de tecnologías de la información y la comunicación.
Ya antes he criticado públicamente la aplicación del programa “Computadoras portátiles en las escuelas” tanto por su incapacidad para hacer frente a los problemas de la alfabetización digital como por su incapacidad de crear contenidos adecuados para los modos digitales de aprendizaje. Mi posición ha cambiado desde entonces. Estoy a favor de una revisión integral de las tecnologías de la información y la comunicación en la educación que también ponga las computadoras portátiles en manos de los estudiantes. ¿Cambiará la COVID-19 también las posturas políticas del régimen actual?
Los profesores y los administradores escolares también señalaron la necesidad de servicios de apoyo para los estudiantes con problemas físicos y de aprendizaje, así como de intervenciones en los hogares en los que los conflictos entre padres e hijos son más intensos. Muchos estudiantes en Trinidad y Tobago enfrentan un alto nivel de estrés en sus hogares y comunidades, y con las nuevas disposiciones, muchos jóvenes se encuentran ahora con la carga de tener que cuidar de sus hermanos menores, incluso gestionar sus necesidades educativas. La división desigual del trabajo a menudo significa que esas tareas recaen en las jóvenes y las niñas.
Decir que el Estado ha sido negligente en su deber de educar al público durante esta crisis sería desestimar la importante respuesta de emergencia y la ayuda que han ofrecido dado el cierre de las escuelas. La transferencia bastante rápida de las comidas del Programa de Nutrición Escolar a las “tarjetas de alimentos” de corto plazo de los padres en función de las necesidades fue impresionante.
Pero los ministros del Gobierno y los funcionarios públicos del Ministerio de Educación tienen una tarea difícil por delante. Una conferencia de prensa del 14 de abril ofreció un panorama del difícil contexto en el que tienen que trabajar para que la “actividad principal de la educación” continúe. También mostró su apertura para responder a preguntas sobre cuestiones pertinentes como las fechas de los exámenes a nivel local y regional.
Pero lo que no escuché fue un reconocimiento de la importancia de los estudiantes como partes interesadas y responsables de la toma de decisiones. Los líderes del gobierno estudiantil, los clubes de estudiantes y los “usuarios” de los estudiantes digitales deben participar de las decisiones que se toman en su nombre y que darán forma a su futuro.
Ya sea que llamemos a lo que estamos experimentando una crisis o un desastre, lo que tendrá que seguir es una recuperación y una remodelación de la educación, y dejar a los estudiantes fuera de la discusión sobre esto es dejarlos de lado. Las experiencias y las perspectivas de los estudiantes de todos los niveles del sistema educativo debería influir en la respuesta y en la “solución” del sistema educativo. Lo que no queremos es una situación donde la exclusión de los estudiantes se convierta en una amenaza más grande que la COVID-19 para nuestra educación. Como afirmó Martin Carter, poeta guyanés: “¡Estamos todos implicados! ¡Todos están tomados!”.
Inmediatamente después de la rueda de prensa del Ministerio de la Educación del 14 de abril, recibí dos llamadas. La segunda era la de un pariente que estaba tratando de decidir si invertir en clases particulares ofrecidas por el profesor de primaria de su hijo al costo de 300 dolares por semana (45 dolares estadounidenses). La oferta incluía dos vídeollamadas vía WhatsApp.
La primera llamada fue la de un estudiante de sexto año que me ofreció una revisión del Sistema de Gestión del Aprendizaje Escolar (SLMS), plataforma en línea recientemente lanzada por el Ministerio, sobre la base de la facilidad de uso y el contenido. Quienes hayan aceptado que los políticos realicen la evaluación de la plataforma deberían inscribirse y sacar sus propias conclusiones. Tal vez entonces podrían empezar a distinguir entre las relaciones públicas y la realidad.