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Se cumplieron dos semanas desde que el 6 de junio peruanas y peruanos votaron para elegir presidente, pero aún el Jurado Nacional de Elecciones no ha declarado al ganador, que es el profesor Pedro Castillo.
Superó a la candidata de la vergüenza, la fascista y corrupta Keiko Fujimori por muy poco margen, con 44.054 votos de diferencia con el 50,12% del total, habiéndose fraccionado el país en dos.
La historia vuelve a repetirse: cuando gana la derecha, la izquierda admite el veredicto adverso de las urnas; cuando gana la izquierda, la derecha apela al chantaje, al fraude o al golpe militar o institucional, ratificando que la derecha no es ni será democrática. Pese a que tiene un pedido de prisión de 30 años por corrupción y delitos económicos, el Poder Judicial, obviamente secuestrado por la derecha, determinó que Keiko siga libre y conspirando.
La deplorable estrategia de la fujimorista Fuerza Popular generó una crisis democrática que agudiza aún más los problemas sociales, económicos, financieros y sanitarios que enfrenta el país y ubica al Perú ante la mirada internacional como un país antidemocrático y establece un pésimo precedente para futuros procesos electorales.
Inicialmente, argumentaron la existencia de fraude en general, lo cual fue negado consistentemente por los observadores de la OEA e instituciones como Transparencia. Luego plantearon la nulidad del resultado de Mesas de Sufragio, presentando recursos legales que buscan demorar la proclamación del ganador hasta el 28 de julio y crear las condiciones políticas para un golpe, haciendo, inclusive, llamamientos anticonstitucionales a las Fuerzas Armadas.
El triunfo de Castillo se da en medio del ataque deliberado a la democracia por parte de la derecha tradicional, conservadora y en muchos casos fascista, que no está dispuesta a reconocer su derrota y quiere colocar al país en la encrucijada de “Keiko o rojos o nada», anulando las elecciones o estirando la proclamación del profesor Castillo hasta el 28 de julio.
El factor crítico en este momento, más que la correlación de fuerzas internas, es la falta de preparación del gobierno de Joe Biden a asumir las consecuencias de una victoria de Pedro Castillo.
Lógicamente, deben existir presiones sobre Washington desde Brasilia, Bogotá y Santiago, las que debe estar coordinando Luis Almagro dese la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en este momento, alertando los «graves riesgos» que la presidencia de Castillo representaría para la situación interna de sus propios países, y también en lo regional.
No es que las políticas que pueda desarrollar Castillo pongan en peligro los intereses de washington en Perú (exceptuando, quizás, los programas “antidrogas” de la DEA), sino al hecho que el solo desmoronamiento del Grupo de Lima y la conformación de un eje Buenos Aires-Lima-México con relación a Venezuela, Cuba y otros temas regionales, elimina los márgenes de maniobra (y de tiempo) que el gobierno Biden necesita para diseñar y desplegar una estrategia alterna de control del “patio trasero”.
Pese a todas las maniobras desestabilizadoras que pueda intentar, da la impresión que Almagro quedó escaldado con su facilitación del golpe en Bolivia, tras desconocer los resultados de las elecciones que ganara Evo Morales. Para Washington pareciera que Perú «no existe», ya que da la impresión de que está más enfocado en desestabilizar Nicaragua y El Salvador que en lo que sucede en el Sur.
No llama la atención (la prensa trasnacional ni siquiera lo menciona) la presencia en Lima del terrorista venezolano Leopoldo López .Obviamente no fue al Perú de vacaciones sino enviado por sus mandantes y financieros estadounidenses para agitar las aguas a favor del nerviosismo de Washington, que sigue perdiendo gobiernos afines en manos incómodas a su interés geopolítico.
Desde Estados Unidos quieren colocar al país en la encrucijada de “Keiko o rojos o nada», y así lo repiten los cipayos locales, con el fin de anular las elecciones por un supuesto “fraude” o estirando la proclamación del maestro Castillo hasta el 28 de julio.
Para ello, está utilizando varias estrategias en esta “guerra asimétrica”, poniendo trabas, ilegales y anticonstitucionales, para que el conteo de votos vaya a paso de tortuga, lo que hasta ahora no le ha funcionado ya que al 100% de las actas recibidas, el profe le lleva a la mafia fujimorista más de 44.000 votos y no hay como revertir esta tendencia;
La derecha fue lanzada a agitar en las calles a sus partidarios y bandas alquiladas, tratando de enfrentar en Lima y otras ciudades a los ronderos castillistas, para provocar heridos y muertos, caos e intervención de la policía nacional. Hasta ahora tampoco le ha resultado y su carta es mostrar un caos político, cuya solución salvadora sería la salida militar, con el aval de Washington.
Mariana Álvarez Orellana. Antropóloga, docente e investigadora peruana, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)