Construyendo “Una multicentricidad de gravedad permanente”. Diálogo entre el Sur global para superar las injusticias
L. Vasapollo
En días pasados presentamos “Mediterráneo es… Nuestro Norte es el Sur”, un gran volumen colectivo con aportes de varios autores italianos, árabes, europeos, latinoamericanos editado por Rita Martufi y Luciano Vasapollo para EFESTO, al que la redacción de FarodiRoma dio su aporte. “Busco… una multicentricidad de gravedad permanente” se vincula a ese volumen, completando su discurso, que básicamente representa el segundo volumen de una sola obra dedicada al Sur del mundo y su capacidad de redención. Editado por Efesto con el apoyo de la Universidad San Pio V y los mismos curadores, Vasapollo y Martufi, “Busco… un multicentrismo de gravedad permanente” presta especial atención a América Latina y el Caribe, como lo demuestra el reflexión conclusiva hecha por Vasapollo con el histórico ministro de cultura de Fidel Castro, hoy presidente de la Casa de las Américas, Abel Prieto Jiménez, en un diálogo entre el Sur, desde el Mediterráneo hasta el Caribe. Publicamos una presentación del volumen realizada por el economista Luciano Vasapollo.
La humanidad se encuentra ahora en una encrucijada. El virus del neoliberalismo -como lo llamó crípticamente Samir Amin- pone en serio peligro, por primera vez en la historia, la base natural de la existencia humana en la tierra. Al conflicto entre el capital y el trabajo -una contradicción que se amplía cada vez más, como lo demuestran las increíbles desigualdades y la inmensa polarización social que crea el capitalismo entre los centros hegemónicos y las periferias- se ha sumado lo que James O’Connor denominó “segunda contradicción”, a saber, el que existe entre el capital y la naturaleza. Siguiendo los pasos del Comandante Fidel Castro -cuyo profético discurso en Río de Janeiro en 1992 recordamos con emoción- creemos que es imposible resolver la crisis ambiental, de la cual el calentamiento global es uno -aunque conspicuo- de los fenómenos, dentro de las compatibilidades capitalistas.
Tanto intelectuales militantes y críticos económicos como marxistas, los autores de “Buscando… un multicentrismo” intentan seguir el mismo método. Al igual que en los años en que Marx escribió sus obras más importantes, hoy vivimos en las mismas condiciones económicas y en el mismo modo de producción; sin embargo, las diferencias dictadas por dos siglos de desarrollo capitalista son enormes. Sin dotarnos del riguroso método científico que nos proporcionó Marx, nuestros análisis se reducirían a la crítica de la degeneración moral, de la desintegración social y ética y de todos los aspectos más inhumanos de la sociedad del capital: para ello es claro cómo caen todas las necesidades teóricas y prácticas encaminadas a eliminar las contradicciones existentes. En otras palabras, nuestro papel secular ya no sería el de militantes comprometidos en la superación estratégica del capitalismo, sino sólo el de buenos benefactores católicos, o dogmáticos religiosos de diversa índole.
En este sentido, la ciencia marxista posee, a diferencia de las ideologías neoclásicas, una sólida teoría del valor. También es capaz de analizar fenómenos a partir de causas económicas radicales, sin perder por ello su dimensión crítica de economía política. A veces, a la luz de una visión superficial y, de hecho, interesada, se ha acusado al marxismo de economicismo. Más correctamente, esta acusación debería dirigirse a las teorías económicas neoliberales, cuyo único objetivo es la maximización de las ganancias de las empresas privadas.
Equiparse sólo con el núcleo de conocimiento científico necesario para comprender el funcionamiento básico del Modo de Producción Capitalista es, sin embargo, insuficiente: la dinámica del desarrollo capitalista requiere una actualización al presente de la teoría del modo de producción, una adaptación del Análisis leniniano del imperialismo, en general una nueva estructura teórica que, a la luz de lo que fue el siglo XX para bien y para mal de los movimientos obreros, pueda orientar a los actores de la transformación contemporánea hacia el socialismo posible en el siglo XXI. y por los derechos a la autodeterminación popular de toda la humanidad.
En los años que vieron el surgimiento del neoliberalismo en los países occidentales, los economistas, tanto los de la corriente principal como los llamados heterodoxos, debatían estérilmente la desaceleración del crecimiento económico; incluso entonces los marxistas habíamos identificado cómo la caída de la tasa de ganancia en los países capitalistas maduros conduciría pronto a la explosión de una crisis sistémica, exactamente como sucedió. Esto no quiere decir que en ese momento tuviéramos la “bola de cristal”, como dicen tener muchos intelectuales, muchos economistas.
Esta deducción, si así puede llamarse, nació precisamente de un análisis anti-ideológico, que no se deja seducir por la alquimia y las generalizaciones de la economía pura -con su reduccionismo abstracto-; como si las relaciones reales pudieran simbolizarse en cifras matemáticas. Lo primero que hay que señalar es cómo la crisis del capitalismo debe ser considerada “normal” y no como un momento coyuntural. El Modo de Producción Capitalista (MPC), de hecho, nunca está en constante crecimiento o equilibrio, más allá de los supuestos -de hecho más bien instrumentales para ciertos reajustes estructurales- de la teoría neoclásica. En nuestra opinión, Marx tenía toda la razón al identificar la crisis como una fase interna del ciclo en un modelo económico productivo de desequilibrio. Por lo tanto, cuando se dan fases de sobreproducción -como a partir de la década de 1970, momento en que identificamos el inicio de la actual crisis sistémica del capitalismo- el MPC se ve obligado a la consecuente condición indispensable de quemar fuerzas productivas, es decir, destruir fuerza de trabajo y exceso de capital, material, tecnológico y financiero, a fin de recrear las condiciones de crecimiento capaz de alcanzar masas y tasas de ganancia consideradas “satisfactorias” y obtenidas mediante inversiones de plusvalía en nuevos procesos de acumulación de capital con mayor rentabilidad. La crisis del 29 no se originó por la especulación financiera, acusación que se repitió, incluso para la llamada Gran Depresión de 2007 -2008, sino por una profunda crisis de los fundamentos del propio Modo de Producción Capitalista (MPC). .
La salida de esta crisis se obtuvo -a diferencia de lo que pretende cierta vulgata historiográfica que aún tiene cierto éxito- con la Segunda Guerra Mundial, que permitió expandir dramáticamente las políticas económicas del keynesianismo militar y con la consiguiente reconstrucción post ’45 que vio la surgimiento de un solo gran polo imperialista, a saber, los Estados Unidos.
Hoy, a partir de las experiencias más que positivas de la planificación china, cubana, venezolana y de sus modelos económicos y sociales, se plantea la cuestión del cambio radical del estado de cosas existente, del cuestionamiento de los pilares sobre los que se asienta el “neo- venganza liberal” sobre el movimiento obrero y sobre las experiencias reales de transición. Este es el momento de cuestionar la hegemonía, en primer lugar, de la ideología totalizadora del capitalismo que a partir de la década de 1980 marcó una larga etapa histórica de retroceso y resistencia para el movimiento obrero.
En este sentido, también es necesario tener en cuenta los empujes hacia un mundo regionalizado, multipolar y multicéntrico, que ve la lógica del ascenso de actores considerados, hasta hace poco, periféricos o semiperiféricos. Ciertamente tenemos “altos ejemplos” de economías totalmente planificadas -el algo no quiere decir que no exista el mercado como quiere la vulgata ideológica neoliberal- como las cubanas, venezolanas y chinas. En el que, como se mencionó, existe el mercado pero la economía, en su conjunto, no está subordinada a intereses económicos privados. En cambio, con el mercado, los verdaderos intereses se ocultan en Occidente, es decir, los de los grandes monopolios y corporaciones que continuamente manipulan el mercado a su favor. Cuán ideológica es esta concepción, surge por sí misma. Pero también tenemos otros actores, como Rusia, Irán, Sudáfrica, India, que han comenzado, con mayor o menor éxito, a escapar de la lógica de la cadena imperialista. Estos fenómenos, como se ha dicho, son visibles en la crisis del dólar y en el auge de monedas como el rublo y el yuan que en el futuro podrían alejar al dólar de los grandes sectores que aún hoy, gracias al chantaje geopolítico, siguen monopolizar: uno de todos ellos, el del petróleo.
Debemos considerar que, para bien o para mal, el período keynesiano terminó y por una serie de razones -tanto teóricas como sobre todo conectadas con la dinámica del desarrollo capitalista- no regresará ni será efectivo para relanzar la acumulación. proceso.
De esta manera, ya a mediados de la década de 1990, se destacaron dos factores importantes: el primero fue la constitución del polo imperialista europeo, que planteó el problema de la competencia global, es decir lo que en términos leninistas se identifica como un inter – imperialista; hubo y hay un problema de dominación internacional, de división de áreas, un problema político, económico, militar, comercial, de producción y distribución, pero también un problema de áreas monetarias y áreas monetarias. Como parte de la constitución de esa enorme jaula en que se ha convertido hoy en la Unión Europea, observamos cómo la crisis que se estaba incubando no sería una de las tantas crisis económicas, sino que habría afectado a los elementos estructurales del MPC, configurándose así como una crisis sistémica con un fuerte determinante de crisis cultural y civilizatoria que asfixia y trata de destruir la gran herencia de la multipolaridad transcultural de la milenaria y aún moderna Civitas del Sur de los muchos oprimidos, explotados, subordinados.
Fuente de la Información: https://www.farodiroma.it/construyendo-una-multicentricidad-de-gravedad-permanente-dialogo-entre-el-sur-global-para-superar-las-injusticias-por-l-vasapollo/