Por: Leiner Vargas
La reciente noticia en la Universidad de Costa Rica acerca de la penalización de estudiantes por utilizar Inteligencia Artificial (IA) en sus exámenes ha generado un debate importante: ¿Debemos prohibir o aprender a utilizar estas herramientas tecnológicas emergentes?
La IA, y en particular las herramientas de lenguaje regenerativo como ChatGPT de OpenAI, han experimentado avances exponenciales en los últimos años. Los sistemas de lenguaje artificial han demostrado una capacidad extraordinaria para procesar y generar contenido, desde responder preguntas basadas en una amplia gama de información hasta mantener conversaciones fluidas. Prohibir algo que resulta tan útil y que en medio de la mediocridad de muchas de nuestras clases y exposiciones, resulta claramente superior, generará algo aún peor, el uso abusivo de la misma.
Pero aquí yace la paradoja de nuestro tiempo, aunque estos sistemas pueden ser mal utilizados para eludir el aprendizaje y el trabajo personal, también pueden ser una herramienta poderosa para mejorar y expandir nuestra educación. En lugar de rechazarlas por completo, deberíamos explorar maneras de incorporarlas en nuestras aulas de manera responsable. Primero, es importante reconocer que cualquier tecnología tiene potencial para el abuso. En el caso de la IA, uno de los usos indebidos más evidentes es utilizarla para generar respuestas en pruebas o tareas, como se vio en la UCR. Sin embargo, la respuesta a estos desafíos no debería ser la prohibición, sino la educación sobre el uso adecuado de la tecnología y la adaptación de nuestras metodologías de enseñanza y evaluación.