Un grupo de jóvenes en un entrenamiento de rugby en un township pobre y negro de Sudáfrica: una escena así era altamente improbable hace apenas unos años en este país, en el que el deporte del balón ovalado también está marcado por los años duros del apartheid racial.
El título de Sudáfrica en el Mundial de Japón-2019 vino acompañado de la imagen de Siya Kolisi, primer capitán negro de los Springboks, levantando el trofeo, lo que fue interpretado como todo un símbolo. Ahora el país se prepara para buscar la defensa de su corona en la cita en Francia (8 septiembre-28 octubre).
En el township de Tembisa, al noreste de Johannesburgo, en una zona especialmente castigada por la pobreza y la criminalidad, el rugby también ha ganado popularidad, aunque el fútbol sigue siendo allí el deporte rey.
«Tenemos muchos nuevos jugadores cada semana», explica Siyabonga Mogale, jugador de 21 años del equipo local de Tembisa. «Ahora mucha gente se interesa por el rugby», asegura.
A pesar de la fuerza de la imagen de Siya Kolisi como capitán del equipo nacional, muchos no pueden olvidar décadas de segregación y las desigualdades que marcaron durante mucho tiempo el rugby en Sudáfrica.
«El rugby ha instrumentalizado su imagen para lavar el cerebro a los sudafricanos negros, para que apoyen un sistema del que están excluidos», denuncia Mark Frederics, universitario y activista deportivo.
El pasado blanco de los Springboks
Durante noventa años, los seleccionadores de los Springboks solo eligieron jugadores blancos. Los negros o mestizos solo podían participar en ligas separadas, sin posibilidad de alcanzar el nivel internacional.
Desde finales del apartheid, la inclusión de jugadores negros y mestizos en el equipo nacional fue extremadamente lenta.
Sudáfrica fue campeona del mundo de rugby en 1995 y el entonces presidente, Nelson Mandela, lo celebró. En el plantel todos los jugadores, con la única excepción de un wing, eran blancos.
Doce años después, en el Mundial de Francia-2007, Sudáfrica reconquistó el título y entonces eran dos los jugadores negros en aquel equipo que se proclamó campeón.
En el tercer título mundial, el de Japón-2019, la situación había cambiado y seis jugadores negros formaron parte del XV titular en la final ganada a los ingleses, entre ellos el capitán Kolisi.
Para festejar su título en el regreso al país, los jugadores iniciaron su gira en Soweto, en el pasado epicentro de la lucha contra el apartheid y donde los Springboks eran especialmente odiados.
«Fue motivador asistir a eso, creo que algún día yo también podré conseguirlo», se ilusiona el capitán del equipo de Tembisa, Amohelang Motaung.
Pero aunque los avances son evidentes queda mucho por hacer, estima Peter de Villiers, que en 2008 se convirtió en el primer seleccionador negro de rugby de Sudáfrica.
«Si miras los Springboks y los grandes avances realizados, ves un cambio de mentalidad», declaró a la AFP. «Pero si quieres a los mejores jugadores en tu equipo nacional hace falta que haya una participación masiva en este deporte. Estamos lejos de eso», añadió.
Desigualdades persistentes
Para jugadores como Motaung, nacido en un township, la vía hacia el éxito es mucho más difícil que para los miembros de las escuelas y universidades privadas que siguen dominando el rugby sudafricano.
Esos últimos cuentan con infraestructuras y entrenadores con los que los barrios pobres no pueden competir.
El problema es evidente en Tembisa, donde el equipo local, ligado a una escuela local, juega a veces con los pies descalzos en un campo de fútbol poco regular y que no tiene palos de rugby.
«El terreno no está adaptado, no es plano, como debería ser. Hay mucha tierra y no tiene suficiente césped. No está hecho para el rugby», constata el entrenador Zwelakhe ‘Themba’ Mawela.
La mayor parte de los sudafricanos negros, que constituyen el 90% del país, no cuentan con los recursos para pagar los gastos de escolarización en las escuelas privadas.
Muchos no tienen tampoco la posibilidad de dedicarse por entero al rugby, como ocurre con Motaung en Tembisa. Se acaba de diplomar en Biología Animal y está buscando trabajo.
Con el objetivo de diversificar sus incorporaciones, las escuelas privadas han creado becas para los deportistas más prometedores. Ese sistema benefició en su día a Kolisi.
Sin embargo, la fórmula es criticada porque algunos ven una estrategia para arrebatar a las comunidades negras sus mejores jugadores sin solucionar la base de las desigualdades.
«Mientras no haya un sistema en el que una buena escolarización sea accesible para todos, no tendremos un equipo de verdad representativo de este país», sentencia Francois Cleophas, profesor de Ciencias del Deporte en la Universidad Stellenbosch.
Fuente: https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20230809-el-rugby-sudafricano-el-espejo-cambiante-de-una-sociedad-desigual