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Rafael Díaz-Salazar: “Frente a las escuelas neoliberales, sean públicas o privadas, propugno un modelo de escuelas para el cambio ecosocial”

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global

Nuestro entrevistado, Rafael Díaz-Salazar, es profesor de Sociología y Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Realizó con Francisco Fernández Buey su tesis doctoral sobre Antonio Gramsci. Ha publicado libros sobre la persistencia de la clase obrera, los trabajadores precarios, el pensamiento político de Gramsci, la izquierda y el cristianismo, los movimientos sociales altermundistas, la laicidad, las desigualdades internacionales. En los últimos años está investigando sobre ciudadanía democrática y educación.

SLA: Las cuatro citas iniciales marcan mucho el contenido de tu libro, te señalaba. La primera es de Octavio Paz. La has comentado ya. La segunda es de Donatella della Porta y Mario Diani: «Cuanto más intensa sea la socialización en una determinada visión del mudo, más impetuosa será la acción». Esa socialización intensa, ¿no puede conllevar mirar sólo a través de unos determinados ojos-visión?

RDS: La educación ha de socializar en el pensamiento crítico y dialéctico y en el diálogo intercultural para evitar cualquier tipo de fanatismo. También ha de ser un ámbito de deliberación sobre el tipo de vida personal y social que deseamos. La educación de los deseos y las pasiones morales es fundamental.

SLA: La tercera es de Naomi Klein: «La tarea consiste fundamentalmente en articular, no solo un conjunto alternativo de propuestas políticas, sino una visión alternativa del mundo que rivalice con la que late en el corazón mismo de la crisis ecológico». ¿Por qué rivalice?. ¿No puede ocurrir que estés exigiendo a la educación más de lo que ella puede darnos?

RDS: El capitalismo también es un modo de producción de cultura que formatea aspiraciones y objetivos vitales. A través del currículum escolar convierte en naturales las formas de organización social dominante. Son muy interesantes los estudios sobre el currículum oculto, sobre lo que se enseña y lo que se deja de enseñar en las escuelas, las familias, los medios de comunicación, etc. Vivimos en una sociedad de ciegos ante la catástrofe social y ecológica. Necesitamos escuelas del despertar y de iniciación al activismo ecosocial. Hay una obsesión con la innovación didáctica que sirve para no afrontar el gran tema: de qué se habla en las escuelas y en las familias, cómo los conocimientos que se difunden sirven para el cambio ecosocial o para la reproducción de este mundo roto en el que vivimos.

SLA: La cuarta cita es del Papa Francisco: «La educación será ineficaz, y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza». ¿Ese nuevo paradigma, seguramente el cristianismo, no es algo antiguo?. ¿No citas en demasía al Papa Francisco? Parece que lo consideres un pensador de primera magnitud, un Sócrates cristiano del siglo XXI.

RDS: El nuevo paradigma, que recibe aportaciones del cristianismo, es la ecología integral y crítica del capitalismo. No es un intelectual, sino una personalidad de relevancia mundial que está desarrollando una crítica muy interesante al sistema capitalista, que propugna una ecología de liberación desde la perspectiva de los empobrecidos del Sur y que es un buen aliado de los movimientos sociales populares. Evo Morales, Naomi Klein, Vandana Shiva, Löwy, Ramonet, entre otros, comparten este diagnóstico. Santiago Alba Rico, un intelectual de Podemos, ha escrito que este Papa es comunista y anticlerical. He querido explorar en dos apartados las aportaciones que realiza a una educación ecologista y anticapitalista. Sólo un izquierdismo ignorante y torpe, que desconoce lo que se requiere para construir contrahegemonía en el sistema-mundo, puede despreciar lo que el discurso socioeconómico y ecologista de este Papa significa para la construcción de alternativas. Afortunadamente tú eres un marxista inteligente y recordarás lo que escribió e hizo Togliatti en el ámbito de las relaciones de la izquierda con el mundo cristiano. Y lo que escribió Paco Fernández Buey sobre esta cuestión.

SLA: Lo recuerdo y gracias por el cumplido. Una sorpresa: en el libro citas a Marx en una sola ocasión. ¿Por qué?

RDS: Conozco mucho más la obra de Gramsci que la de Marx. Del primero he leído las obras completas y del segundo sólo seis libros. Hay que escribir de lo que se conoce bien. Me parece que para la educación Gramsci es más relevante que Marx.

SLA: ¿No hay mucho humanismo y muy escasa lucha de clases en tu exposición?

RDS: Planteo desde el principio que la educación es fundamental en la reproducción de la dominación de la clase capitalista y sus aliados. Por eso, formulo propuestas para una educación contrahegemónica que empodere a las clases subalternas. Frente a las escuelas neoliberales, sean públicas o privadas, propugno un modelo de escuelas para el cambio ecosocial.

SLA: Sabrás disculparme por la pregunta: ¿has escrito un libro cristiano básicamente para cristianos con la finalidad de convencer a ciudadanos laicos abiertos a esta concepción?

RDS: He escrito un libro laico desde la convicción de que la laicidad es el marco para el diálogo intercultural entre personas que tienen convicciones, religiones e ideologías diversas. Convendría que se conociera el «Jesús para ateos» de Passolini, Ernst Bloch, Milan Machovec, Simone Weil, tan querida por nuestro común maestro Paco Fernández Buey. Recuerda la importancia que tuvo para él el estudio de la vida y la obra de Bartolomé de Las Casas, aquel gran cristiano. Propugno una fecundación de la educación desde las sabidurías ecológicas y exploro las aportaciones de una de ellas, la del Evangelio de Jesús de Nazaret. No es la única ni la mejor, pero se puede aprender mucho de ella, independientemente de que se sea cristiano, agnóstico o ateo.

SLA: Por cierto, ya que estamos en este punto, ¿qué es para ti el cristianismo? ¿Una religión, una concepción del mundo, una forma de vivir, un programa para la acción?

RDS: Existen muchos tipos de cristianismos y muchas formas de concebirlo: como religión, como mensaje moral y social, como antropología, etc. Personalmente considero que el cristianismo del Evangelio es una religión de liberación que posee una gran potencialidad para el cambio ecosocial. Actualmente es una de las principales inspiraciones que alientan la lucha de millones de activistas en todo el mundo, especialmente en los movimientos del ecologismo de los pobres. Boaventura de Sousa Santos y Terry Eagleton, dos de los principales intelectuales de la izquierda altermundista, han escrito con lucidez sobre esta cuestión. Te recomiendo sus libros Si Dios fuese un activista de los derechos humanos y Razón, fe y revolución.

SLA: Tomo notas de ambos. Hablas en ocasiones de materialismo asociado al consumismo del capitalismo y dejas en buen estado el concepto de materialismo. ¿No sería mejor hablar de economicismo? Muchos materialistas son muy austeros. Jorge Riechmann, por ejemplo, al que citas muchas veces en el libro, sería un ejemplo.

RDS: Hay diversos tipos de materialismos y, desde luego, mi perspectiva está en las antípodas del espiritualismo que se despreocupa de las condiciones materiales para una vida digna. Me centro en el materialismo capitalista y su sistema de alienación. El capitalismo educa a los sujetos para que tengan como objetivo vital la obtención del máximo nivel de bienes materiales, de consumo y de confort. Por eso, la afirmación ecologista «vivir mejor con menos», que debe guiar los proyectos educativos, es radicalmente anticapitalista. No creo que el aumento constante del bienestar material deba ser el objetivo de nuestra sociedad. Prefiero el paradigma del buen vivir.

SLA: Hablas en alguna ocasión, lo has hecho en esta entrevista, de escuelas públicas, concertadas y privadas. ¿Estás de acuerdo con los conciertos con escuelas privadas?

RDS: La Fundación que edita esta revista tiene escuelas propias que están concertadas. Su presidente ha escrito una reflexión muy interesante para legitimar la existencia de un tipo de escuelas de iniciativa privada que prestan un servicio público. Comparto la posición de la FUHEM. Para mí, lo fundamental para garantizar la justicia escolar es una potente red de escuela pública auspiciada por el Estado. Ahora bien, lo público no se puede identificar con lo estatal. Defiendo la legitimidad de escuelas cuyo titular no es el Estado y que estén vinculadas a iniciativas de innovación escolar y a proyectos educativos inspirados en culturas de transformación personal y social. Recuerda que laInstitución Libre de Enseñanza, la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia, las Escuelas del Ave María de Andrés Manjón y muchas escuelas nuevas en Europa eran lo que denominas privadas. Ellas han sido fundamentales en la innovación educativa y siguen siendo fuente de inspiración. Otra cosa es la concepción neoliberal del derecho a la educación, a la que me opongo rotundamente. Creo que la fórmula de conciertos sometidos a condiciones muy precisas puede contribuir a la renovación de la educación. Existen en la muy laica Francia.

SLA: ¿Debe enseñarse la religión y las religiones en la escuela pública? ¿En asignatura aparte o como parte de otras asignaturas como historia, filosofía, etc?

RDS: Estoy en contra de la enseñanza confesional de las religiones en las escuelas. También me opongo a quienes rechazan cualquier tipo de enseñanza de las religiones. La sociología de la religión o la filosofía de la religión están presentes en las Universidades públicas y a nadie se le ocurre suprimirlas. Defiendo una asignatura no confesional sobre el hecho religioso y las religiones que sea común para todos los estudiantes, con un temario y un profesorado independientes de las iglesias. No se puede entender el mundo actual, las culturas y la política internacional sin conocer las religiones. Para el diálogo intercultural e interreligioso con los inmigrantes es una enseñanza fundamental.

SLA: Citas en muchas ocasiones en el libro a un amigo y maestro común, Francisco Fernández Buey. Ya has hablado de él en esta conversación pero permíteme insistir. ¿Qué representa para ti el autor de Leyendo a Gramsci?

Una de las personas que más me ha influido en mi vida. Un verdadero maestro. Además de su pensamiento sobre numerosas cuestiones, aprendí de él lo que llamaba la ‘poliética’: la honestidad moral y su vínculo con el compromiso político. También su talante de «insumiso discreto».

¿Cuál es su principal legado en tu opinión?

RDS: La inteligencia y la acción puesta al servicio de los «de abajo»: los humillados y empobrecidos del mundo por el sistema capitalista y su dinámica ecocida. Destaco su análisis de la crisis de civilización que atravesamos y su concepción de la ecología política de la pobreza.

Pues también coincidimos en lo que acabas de señalar. Gracias, muchas gracias querido y admirado Rafael.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224599&titular=%93frente-a-las-escuelas-neoliberales-sean-p%FAblicas-o-privadas-propugno-un-modelo-de-escuelas-para-

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Joaquín Sánchez: “Otro mundo es necesario, mucha gente no puede esperar”

Entrevista a Joaquín Sánchez, cura sindicalista y activista contra los desahucios: “Otro mundo es necesario, mucha gente no puede esperar”

Por Enric Llopis

Acumula en el currículo siete acusaciones por ocupación de entidades bancarias -BBVA, Cajamar, Banco Popular y Bankia- en Murcia y el municipio murciano de Bullas. Joaquín Sánchez (Barcelona, 1962) pertenece a aquella vieja estirpe de curas obreros que no giran el rostro ante las injusticias. Lo acredita con la multiplicidad de militancias: en la Hermandad Obrera de Acción Católica, la Plataforma de Afectados por las Hipotecas y en varios sindicatos. Antes, en el 15-M, las Marchas de la Dignidad y el Foro Social de Murcia. Es hijo de un guardia civil “bastante atípico para la época”, afirma, “porque era buena persona”. Se inspira para las luchas sociales en el Evangelio y en la “triada” que integran Jesús de Nazaret, Gandhi y Martin Luther King. El mal recuerdo que conserva de Wojtyla contrasta con su respeto hacia el papa Francisco, a quien considera un “antisistema” y saludó en el I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado en Roma en 2014.

Joaquín Sánchez habla con los hechos. Fue condenado en septiembre de 2016, junto a un grupo de activistas, al pago de una multa de 270 euros (cada uno) por la ocupación de una sucursal de Cajamar, en el municipio de Bullas (Murcia). Dos meses después la Audiencia Provincial de Murcia archivó las diligencias abiertas contra el sacerdote, por participar en una concentración en el interior de una sucursal del BBVA en la pedanía de El Palmar. El objetivo era paralizar un desahucio. En otros casos Bankia y el BBVA han anunciado la retirada o dado marcha atrás en las denuncias por ocupación de sucursales o supuestas coacciones contra los activistas. Además de militante contra las desigualdades, Sánchez es capellán de la cárcel de Sangonera, en Murcia; del psiquiátrico del Instituto Murciano de Acción Social (IMAS), dos residencias de mayores y otros dos centros de discapacitados. A los quince años empezó a militar en el movimiento asociativo, y a los 17 fue detenido por primera vez.

-El periodista Horacio Verbitsky, del diario argentino Página 12, calificó al papa francisco de “populista conservador” e informó de las posibles complicidades del sumo pontífice en el secuestro de dos sacerdotes jesuitas, Francisco Jalics y Orlando Yorio, durante la dictadura de Videla. ¿Consideras a Francisco un papa “progresista”?

-Cuando Bergoglio fue elegido papa en marzo de 2013, inmediatamente comienzan las filtraciones a los medios. Se le descalifica como cardenal que supuestamente apoyó a la dictadura de Videla y copartícipe en el secuestro de dos sacerdotes jesuitas, cuando el actual papa era entonces el Superior provincial de esta orden en Argentina. Yo desconocía entonces su figura, y nos quedamos desconcertados. Pero al día siguiente se desmintieron las informaciones. Intelectuales de izquierda argentinos argumentaron que Jorge Mario Bergoglio se enfrentó a Videla a nivel personal, aunque no públicamente. E incluso los secuestrados negaron que el papa Francisco les hubiera denunciado entonces ante la junta militar. Al día siguiente el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, afirmó que todo era mentira, y lo mismo dijeron los movimientos populares argentinos. Ya nadie volvió a sostener las acusaciones iniciales. Por otro lado, también la extrema derecha política y religiosa -la Curia Romana- ha filtrado información falsa.

-En algunas entrevistas has criticado que con Wojtyla se represaliara a curas y teólogos progresistas, mientras se concedía lugares de preferencia a gentes del Opus Dei, Legionarios de Cristo o “neocatecumenales”. ¿Tanto han cambiado las cosas con Bergoglio?

-Cuando entró en 2013, permanecí a la expectativa. Es más, entendía sus primeros gestos como de cara a la galería. Pero esos gestos -en materia de justicia social, libertad o la “reforma” del Vaticano- se fueron consolidando. Una de las cosas que me tranquilizó fue que el Opus Dei estuviera muy enojado con Francisco, lo que quiere decir que transita por el camino correcto. Hubo, de hecho, una acción importante: la reforma de las finanzas vaticanas. Afirmó que se estaba “blanqueando” dinero proveniente de las mafias del narcotráfico, la venta de armas y la prostitución. En consecuencia, dio instrucciones al Banco Vaticano para que se cerraran 5.000 cuentas. Y la mafia napolitana le condenó a muerte. Otro comportamiento que lo define consiste en quedarse en la Residencia de Santa Marta desde el primer día, donde viven muchos de los trabajadores del Vaticano. En el primer Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado en octubre de 2014 en Roma, dijo que allí estaba más seguro que en ninguna otra parte. Por todo esto la Curia Romana va a por él.

-¿Existe alguna contestación interna en la iglesia católica a esta línea “progresista”?

-Actualmente hay un movimiento generado en la iglesia católica de cardenales que se enfrentan al papa. Por ejemplo, Rouco Varela o el cardenal Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tampoco el cardenal Cañizares, ni gran parte de la iglesia española, sintoniza con Bergoglio. Las razones son múltiples. Por ejemplo, Francisco considera que no hay que juzgar a los homosexuales, o se muestra favorable a que puedan comulgar las personas divorciadas y que hayan vuelto a casarse. Ciertamente no es partidario del aborto, pero sostiene que puede comprenderse en el caso de las mujeres con apuros económicos o víctimas de una violación. Además, se manifiesta muy crítico con la iglesia católica. En 2013 afirmó que no quería obispos “de aeropuerto”, vividores, que buscaran el lujo y que sólo se dedicaran a los viajes oficiales; defendió, por el contrario, que los prelados olieran a oveja por estar en medio de la gente.

-¿Cuánto hay de pose y mercadotecnia política, y cuánto de ideología profunda en los planteamientos del Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano?

-Me parece importante que defendiera el derecho sagrado a las tres “T”: Techo, Trabajo y Tierra. En el Encuentro de Movimientos Populares de Roma, la gran mayoría de los presentes no eran católicos. Cuando el papa dijo que la tierra es un bien común, para quien la trabaja, y que ha de repartirse, un marxista guatemalteco de Vía Campesina, Walter, me dijo: “Joaquín, éste es más marxista que yo”. ¡Di hoy en España que hay que repartir la tierra! En el III Encuentro, celebrado en noviembre de 2016 en Roma, afirmó que el capitalismo mata y que hay un “terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera”. Es una persona que no tiene miedo a la muerte, si se trata de construir una sociedad mejor. Y también es muy coherente. Cuando hablas con los activistas de los movimientos populares argentinos te dicen que esto lo decía antes que fuera designado papa. “Recicladores” y “cartoneros” de Buenos Aires nos contaban que como religioso se presentaba a escuchar como uno más; asimismo hay curas que destacan la coherencia de sus discursos: siempre fue muy duro con los militares, los banqueros y los poderes fácticos.

-Destacas la importancia de los encuentros mundiales de movimientos populares…

-El papa ha cambiado los Encuentros para escuchar a la sociedad con empresarios, políticos -sobre todo de derechas- y alguna ONG, por otros con los movimientos populares. Y esto ha resultado demoledor en la Curia Romana. Hay muchos sacerdotes, obispos y seglares que están deseando que este papa “pase” ya, para volver a una iglesia triunfante y cómplice con los poderes económicos y políticos.

-A mediados de enero, mientras las élites se reunían en el Foro Mundial de Davos, un informe de Intermón Oxfam (“Una economía para el 99%) señalaba que sólo ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial (3.600 millones de personas); en España tres personas acumulan el mismo patrimonio que el 30% más pobre de la población. ¿Éste es el sino de la economía mundial?

-Con el modelo de capitalismo neoliberal vigente, nos adentramos en la fractura entre el 1% que concentra la riqueza y el 99% restante de la población. La crisis económica -realmente una estafa financiera de los banqueros, con la complicidad de gobernantes y políticos- ha servido para agravar estas diferencias. Fueron los políticos quienes desregularon el sistema financiero. Como consecuencia de la “estafa”, se han destruido los derechos laborales, sociales, culturales, educativos y sanitarios. Se trata del imperio del dinero, la dictadura de la codicia y de la avaricia.

-Por otra parte, ¿cómo es actualmente la relación con el obispo de Cartagena, José Manuel Lorca Planes?

-Nuestra relación es de indiferencia, “pasan” de mí y me dejan hacer, aunque se ha producido un pequeño cambio. La fotografía, que salió en todos los medios, en la que yo aparecía con la camiseta verde de “Stop Desahucios” junto al papa, no le gustó. Ocurrió en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares de 2014. Me llegó la información de que los banqueros se quejaron al obispo: “¿Cómo puede ser esta imagen?”, vinieron a decir. Además alguien del BBVA en Murcia telefoneó al obispado cuando ocupamos una de las sucursales. Exigían que el cura Joaquín Sánchez desistiera de su actitud, pero la respuesta del secretario del Obispo fue que se trataba de una cuestión personal, y no de un posicionamiento de la iglesia.

-¿Qué tiene que decir la iglesia católica sobre el viaje el pasado 15 de enero del monarca Felipe VI a Arabia Saudí, en cuyo orden del día figuraba la venta de cinco corbetas al país del Golfo por valor de 2.000 millones de euros? Las naves podrían utilizarse en la guerra de Yemen, donde según Naciones Unidas han muerto 7.000 personas desde que en marzo de 2015 se iniciara el conflicto.

-Escribí un artículo en el diario La Opinión de Murcia donde afirmaba que me parece un viaje indignante e inmoral. Ademas, viaja acompañado de treinta empresas, las que han arruinado la economía española y generado la deuda. Y con el fin de establecer negocios con un país que ha creado al Estado Islámico, lo fomenta con armamento, dinero e infraestructuras de Internet. Un país, Arabia Saudí, donde se violan de manera flagrante los derechos humanos, se condena a muerte a las personas homosexuales y se corta las manos a los penados por robo; también se propinan latigazos a los obreros que no cumplen con los ritmos laborales. Es un país de un integrismo religioso brutal.

-¿Te consideras un sacerdote republicano?

-Sí, porque la monarquía se fundamenta en una tradición no democrática, sin ninguna representatividad y además no responde ante el pueblo. Me hubiera gustado que el rey Felipe VI viajara con sindicalistas y defendiera los derechos humanos. Me considero republicano, pero creo que a la III República habría que imprimirle un contenido social. Porque Estados Unidos, China, México, Nigeria o Serbia se declaran asimismo repúblicas…

-En el libro “Fidel Castro y la religión. Conversaciones con Frei Betto”, afirmaba el Comandante: “Ese precepto de amor al prójimo del que habla la Iglesia, creo que se aplica y se instrumenta de manera muy concreta en la igualdad, en la fraternidad y en la solidaridad humana que plantea el socialismo, y en el espíritu internacionalista”. ¿Qué opinas de Fidel Castro?

-Valoro mucho la figura de Fidel Castro, me parece muy interesante. Se trata de un dirigente, aunque con sus sombras, muy condicionado por los Estados Unidos. Le amenazaron con invasiones y han intentado asesinarlo centenares de veces. Un misionero latinoamericano decía en una charla que toda América Latina se encuentra bajo la influencia de Estados Unidos, sin libertad para crecer. Y es cierto. Aprovechan cualquier coyuntura para desestabilizar… Por otro lado, es cierto que en cuanto a justicia social existe una gran sintonía entre el cristianismo y el comunismo. Cuando estudiaba Teología, un profesor explicaba que era una pena que Marx no hubiera conocido la Teología de la Liberación. Considero que el análisis marxista es en gran parte válido para la interpretación de la realidad. Lo que más me interesa, es el peso de la infraestructura y la Economía, que condicionan fuertemente la ideología.

-Además del activismo, te dedicas a escribir novelas…

-En 2004 “La vida, un éxodo” y dos años después “Una carta de Dios”. El último libro, “En la fragilidad de la vida”, aborda la precariedad de la existencia humana. Actualmente preparo un libro de conversaciones con el teólogo y filósofo Bernardo Pérez Andreo, en el que vamos respondiendo a diferentes preguntas.

-¿En qué personajes de relieve histórico te inspiras para participar en las luchas sociales? ¿Qué “mensaje” resaltas de Jesús de Nazaret?

-Creo que la justicia y la ternura caminan juntas. Los verbos “amar” y “luchar”, también. De lo contrario, no tenemos nada que hacer. Pongo siempre el ejemplo de Nelson Mandela, que tras 27 años en la cárcel y cuando todo el mundo le reclamaba venganza, entendió que el verdadero camino consiste en la reconciliación y la justicia social, porque quería a su pueblo. O Marcos Ana, el preso con más años en las cárceles franquistas, un gran luchador que no quiso con más de 80 años perder ni un ápice de su vida en la venganza. Recomendaría sus libros “Vale la pena luchar” y “Decidme como es un árbol”. Para mí, la gran “trilogía” está formada por Gandhi, Martin Luther King y Jesús de Nazaret. Cuando Jesús sale a la vida pública, afirma que quiere ser una buena noticia para los pobres, lo que implica una ruptura con los ricos. Arremete contra los fariseos y los escribas que utilizaban la figura de Dios para explotar al pueblo y vivir de él. Además, se enfrenta abiertamente contra los poderes económicos, políticos y militares por la defensa del ser humano. ¿La parte que más me gusta del Evangelio? Las Bienaventuranzas, ya que implican un proyecto social muy hermoso y basado en los principios de paz, bondad, justicia y pobreza.

-Has visitado en los últimos años dos campos de refugiados en Grecia: el de Katsikas, en 2015; y el de Ritsona, en dos ocasiones durante 2016. ¿Qué destacarías de la experiencia?

-En los campos de refugiados griegos –que yo llamo de concentración, por sus condiciones inhumanas- compartí la vida con ellos, gente hospitalaria y acogedora que pone en común lo poco que tiene. Casi todos venían de la ciudad siria de Alepo; y también me encontré con refugiados iraquíes y palestinos, en este caso algunos huían de diferentes guerras. Me llamó la atención, sobre todo, la mirada perdida, triste y sin esperanza, también en los niños. Te contaban cómo en Alepo padres e hijos se abrazaban para morir juntos cuando caían las bombas. O padres que sacaban a sus hijos de los escombros y menores despanzurrados por los bombardeos, sin hospitales ni atención cercana para evitar el sufrimiento. Te explicaban además cómo operaban las mafias. Otra de las cosas que afirmaban es su dolor respecto a Europa, y mencionaban a “Germany”, país al que pretendían llegar. En los campos de concentración malvivían con pésima comida, poca agua, escasa atención sanitaria y sin ningún tipo de información. Son campos que se han convertido en permanentes. Los refugiados han visto que los gobiernos no los quieren y, por ello, se da la circunstancia de que algunos quieren volver a Siria. Les duele mucho, además, que en ocasiones se les considere “terroristas”.

-Pides trasladar un “mensaje” final, ¿de qué se trata?

-Ante la mentalidad de que nada se puede cambiar, tengo la experiencia compartida de que pueden pararse desahucios, ayudar a los refugiados y conseguir derechos para los trabajadores; pido que no nos convirtamos en cómplices de este mundo con la indiferencia, que sepamos unirnos sin pedir el carné ni el tipo de militancia. Para mostrar que somos compañeros de lucha y caminamos codo con codo, estoy afiliado a tres sindicatos: Comisiones Obreras, UGT y el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la Región de Murcia (STERM). Porque otro mundo es posible, además de necesario e imprescindible. Y hay gente que no puede esperar.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224501&titular=%93otro-mundo-es-necesario-mucha-gente-no-puede-esperar%94-

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Entrevista a Carol Arcos Herrera. Maternidades y feminismo

Entrevista a Carol Arcos Herrera
Maternidades y feminismo

 

El desconcierto

 

Conversamos con Carol Arcos Herrera, doctora en Estudios Latinoamericanos y académica del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la Universidad de Chile, quien actualmente se encuentra en la última etapa de un proyecto FONDECYT titulado “Maternidad y nación en Chile: reversos liberales en la cultura impresa del siglo XIX”. A partir de este proyecto, la académica ha logrado concebir lo que será su próxima publicación, «Maternidades republicanas. Deseo, política y poder en el Chile de siglo XIX».

 

La maternidad es sin duda uno de los temas más conflictivos para el pensamiento y el activismo feminista, pues en él se entrelazan posturas que, en cierta medida, podrían resultar disímiles. La maternidad entendida por siglos como la obligación primaria de toda mujer ha sido puesta en cuestión por un importante número de feministas, quienes han defendido y pregonado por una maternidad sujeta a la elección consciente y libre de ser madres y no a una respuesta única, es decir, a la imposición generada por el orden patriarcal.

Carol Arcos ha realizado clases tanto de pre como de postgrado y los cursos de los que se ha hecho cargo han tenido que ver, en su mayoría, con autorías femeninas latinoamericanas y feminismos latinoamericanos. Desde su consideración, las sesiones con sus estudiantes de la Universidad de Chile han sido de total y absoluta relevancia para el desarrollo de sus proyectos e investigaciones, así como también su participación en el pasado como editora de la sección “Feminismos y sexualidades” del diario español Rebelion.org.


En tu proyecto FONDECYT “Maternidad y nación en Chile: reversos liberales en la cultura impresa del siglo XIX”, hay una perspectiva que resulta evidente, me estoy refiriendo al feminismo y es en cuanto a esto que me interesa saber cómo surge en ti el interés por abordar la concepción de “maternidad” desde el pensamiento y la teoría crítica feminista

– En primer lugar, me gustaría situar brevemente mi lugar de hablada y el enfoque general del proyecto para que se entienda la significancia que tienen los feminismos en él. Se trata de un proyecto que busca historiar el problema de la maternidad o maternidades, desde el punto de vista de la cultura, en el Chile republicano, más específicamente en un siglo XIX largo (1810-1910). Sin embargo, no es un proyecto que nazca del ámbito de la historiografía. Siempre me ha interesado mucho la historiografía y el trabajo de historiadoras e historiadores, pero no creo ser una ni me interesa. Este es más bien el trabajo de una «historizadora», como acostumbro a llamar a este lugar particularmente heterogéneo desde el que escribo. Un cronotopo entre la literatura, la historia y la filosofía que mediante variadas constelaciones de textos busca trazar un relato acerca de un problema central para las mujeres y el feminismo.

¿Y cómo figura el problema de la maternidad en esta posición tuya?

– En el marco del circuito que establece la reciente cultura impresa y la preeminencia del proyecto moderno del liberalismo en Chile, durante el siglo XIX, abordo la maternidad como una experiencia particular de género y sexualidad que se institucionaliza a lo largo del siglo y cristaliza el reverso de las escrituras fundacionales. Preguntarse por la maternidad en el siglo XIX, no solo en Chile sino también en el resto de América Latina, es interrogar el discurso neurálgico que redefinió la relación entre las mujeres y la soberanía del Estado-nación y, asimismo, renovó su lugar subalterno actualizando genealogías y modelos de feminidad coloniales, pero inaugurando formaciones modernas que proyectarán el camino para las políticas del siguiente siglo.

Uno de los grandes nudos gravitacionales de los discursos que ponen en circulación los feminismos regionales en América Latina dice relación con la maternidad, trama simbólica y material que funciona paradojalmente en una “política del cuerpo” (Federici, Calibán y la bruja) que, por una parte, orquesta un «disciplinamiento» y domesticación del trabajo y vida femenina y, por otra, permite un territorio de resistencia que disloca dicho ideal de dominio del cuerpo forjado por el liberalismo en alianza con la ciencia y la técnica como soporte de las sensibilidades modernas (Musachi, Mujeres en movimiento). Bien sabemos que las mujeres entran en los discursos nacionalistas decimonónicos, no todas claro está, sino principalmente aquellas pertenecientes a la elite criolla, como madres cívicas, como cuidadoras garantes de la nuda vida (en el sentido que propone Giorgio Agambem) de la patria-patriarcal.

La función materna se desarrolla en el contexto de emergencia y paulatina preeminencia de una ideología de la domesticidad y del sistema de valores burgueses, alentada por el liberalismo de cuño ilustrado, que relegará a las mujeres al ámbito de lo privado, terreno de lo afectivo, del cuidado y mantenimiento de la vida. Sin embargo, es también en los márgenes y disputas con esa ideología cuando las feministas construyen un sentido para pulsiones y conflictos que las mujeres en América Latina hasta ese entonces no habían simbolizado conscientemente. Desde las primeras manifestaciones feministas, justamente visibles en el siglo XIX mediante el reclamo de emancipación mental de las mujeres por parte de varias escritoras, hasta la emergencia de la primera ola, cuando a partir de 1890 el feminismo se articula desde miradas anarquistas y socialistas para decantar más tarde, alrededor de 1920-30, en un discurso de derechos que levantará la propuesta sufragista; la maternidad es un nudo político (en el sentido que entiende la palabra nudo Julieta Kirkwood) que instalará a las mujeres como objetos y sujetos de controversia.

En este sentido, la maternidad operaba en el marco simbólico que relegaba a las mujeres a sus funciones domésticas y reproductivas, pero a la vez ese mismo discurso se volvía condición de posibilidad del feminismo decimonónico. Entonces, cómo dejar de tratar la cuestión de la maternidad si, por un lado, es tan central en la erección de un discurso moderno hegemónico sobre las mujeres, la mujer doméstica, y, por otro, está tan presente en la reflexión y las prácticas que las mujeres feministas pondrán en juego en las dinámicas del marco liberal o en rebeldía frente a él. Se trata de una compleja y poderosa cesura simbólica susceptible de «historizar» mediante toda una red de economía política, cultural, material y vital, que deviene en variadas representaciones que circulan y se consumen en también variados ámbitos, de ellos a mí me interesa el de la cultura impresa en particular.

¿Entonces esta es la articulación que desarrollas entre maternidad y feminismo?

– La relación entre maternidades y feminismos no solo tiene que ver, para mí, con esta importante historia de las mujeres y el feminismo, sino que también con mi propio territorio político-teórico feminista al abordar este problema de lo que prefiero llamar trabajo materno. Cuando hablo de trabajo materno estoy pensando en el debate que se ha venido dando desde la teoría feminista marxista (principalmente, considero en este ámbito los trabajos de Silvia Federici) y la economía feminista a partir de los noventa (autoras tales como Amaia Pérez Orozco, Esther Velásquez, Valeria Esquivel, entre otras).

Estas perspectivas heterodoxas respecto de los análisis económicos tradicionales, centrados grosso modo en las lógicas del mercado y la reproducción del capital, han contribuido a actualizar el debate acerca del nudo producción/reproducción ya presente en el feminismo de los setenta del siglo XX, pues recogen las premisas acerca del trabajo doméstico y conceptos analíticos específicos de aquel feminismo, como por ejemplo la división sexual del trabajo, para además agregan otros nuevos como organización social del cuidado y trabajo del cuidado.

Algunos de los asuntos centrales de estos enfoques, entonces, se refieren al modo en que las sociedades resuelven la reproducción cotidiana de la vida con el fin de resaltar el trabajo afectivo-reproductivo, concomitante con ello también la necesidad de incorporar la variable de género a la reflexión económica para analizar la diferente posición que ocupan hombres y mujeres como agentes económicos y sujetos de políticas económicas; complejizando, asimismo, las relaciones al interior de los hogares y su nexo con la ganancia y la acumulación de capital.

Sé que también el psicoanálisis es una herramienta teórica importante para tu proyecto, ¿cómo abordas esta perspectiva?

– Sí, justamente, para mi perspectiva crítica son sumamente importantes los trabajos desde el terreno de entrecruce entre psicoanálisis y feminismo, principalmente los de Julia Kristeva, Silvia Tubert, Elisabeth Roudinesco, como también mi lectura feminista de Freud, Klein y Lacan. El psicoanálisis me interesa desde el punto de vista de una teoría de la cultura y técnica de lectura en su conexión con la crítica feminista, que me ha permitido indagar en el complejo parental o la pregunta edípica. Exploración tan necesaria para pensar en la maternidad y paternidad alrededor de la familia «heteronormativa» del siglo XIX, como receptáculo en donde se inscribe el deseo sexual en la doble ley de la alianza (matrimonio) y la filiación (los hijos), que tiene en su base el principio de prohibición del incesto. La valoración paulatina del matrimonio por amor nos habla de una revolución de la afectividad, que en Chile y América Latina es posible de observar sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo, la que se tradujo en la elaboración de una moral civilizada en cuyo marco era posible la expansión también civilizada de la sexualidad femenina y masculina.

En el título de tu trabajo mencionas un concepto que me parece sumamente relevante, estoy hablando de los reversos liberales. Me gustaría, en primera instancia, que nos hablaras de esa noción en el contexto del liberalismo del siglo XIX en Chile, a la vez que nos contaras, luego, cómo se relaciona esto con la maternidad.

– La hipótesis general que propongo en mi trabajo es que la instalación moderna del concepto de maternidad y su cristalización a fines del siglo XIX en Chile, se deviene a lo largo del mismo a través de una lógica «biopolítica». Dicha lógica en nombre de la vida: su afirmación, conservación y proliferación; estatiza y nacionaliza lo materno como una forma, por una parte, de regulación y racionalización de la procreación “en favor de la patria” y por otra de «ontologización» de lo femenino como cuerpo individual y cuerpo político.

En este sentido, hablo de reversos liberales para definir las biopolíticas de un discurso nacionalista que constituirá, paulatinamente y en el proceso de conformación del Estado republicano, una ciudadanía fronteriza o incompleta, la otra cara de la República, que verá en la maternidad una función productiva para la patria.

¿Podrías profundizar un poco en esa idea de una biopolítica en relación con la maternidad?

– Esta trama histórica que denomino biopolítica de lo materno, y que está por supuesto relacionada con la idea de trabajo materno a la que me refería antes, pues considero que en el centro del problema de la vida y el nacimiento está la tópica simbólica y material que «semantiza» el cuerpo de las mujeres. Las madres del Estado tienen la labor, el trabajo, de parir y cuidar el nacimiento de la nación, por su parte, el Estado tiene la atribución de proteger y administrar la vida de las mujeres mediante mecanismos globales que reubican sus cuerpos en procesos biológicos de conjunto, son las mujeres quienes favorecen la fecundidad y equilibrio de la población.

Cuando hablo de biopolítica de lo materno me estoy refiriendo a que el fenómeno del nacimiento, no solo concebido como el hecho de parir, sino también de pertenencia a una comunidad de sentido nacional, está íntimamente imbricado con la maternidad como experiencia moderna de las mujeres y su proceso de nacionalización y estatización a lo largo del siglo XIX y sobre todo en sus últimas décadas.

¿Pero lo femenino y lo maternal se construyen históricamente como un lazo indisociable?

– Lo femenino y lo maternal mantienen relaciones lógicas complejas y no son del todo indisociables; sin embargo, es, por una parte, el lazo de obligatoriedad patriarcal y la idea de subjetividad femenina biologizante que sostiene y, por otra, la naturalización que conlleva y no permite comprender la maternidad como un trabajo en la compleja red de relaciones sociales y económicas, lo que estoy discutiendo a partir de la noción de biopolítica de lo materno y su expresión más material en el trabajo materno. Pero también en este umbral biopolítico que es la maternidad como trabajo reproductivo es en donde yo veo, por ejemplo, que las escritoras chilenas, y por qué no también latinoamericanas, ensayarán las primeras mutaciones de lo decible e imaginable respecto de las mujeres y su sexualidad.

Más adelante me gustaría volver sobre el rol de las escritoras en el siglo XIX, pero ahora quisiera que siguieras ahondando en la idea de los reversos liberales.

–Un lugar central en esta dinámica histórica lo ocupa el proceso de hegemonía ideológica y estatal del liberalismo, racionalidad que institucionaliza y homogeniza la maternidad como la experiencia de género y sexualidad de las mujeres por antonomasia, otorgándoles una función productiva en el nuevo orden social y político republicano. El trabajo materno, desde este despliegue, preservaría, nutriría y educaría para la vida social en la nueva nación que se busca conformar. De ese modo, la posibilidad biológica de reproducción y de dar a luz de las mujeres se convierte en un precepto social que naturaliza las prácticas de género e implica ciertos discursos que dan garantía a ese ordenamiento, dentro de ellos aquel que cobrará mayor relevancia en la cultura impresa de la época tiene que ver con el eterno maternal, vale decir, el significado «biologizante» del cuerpo femenino a través del que se afirma que el amor o instinto maternal es universal y deseable para/por todas las mujeres.

Abunda la literatura prescriptiva para las mujeres en la época, sobre todo a partir de la década del 40 cuando la asunción del discurso liberal-ilustrado en el ámbito de la cultura es más clara y comienzan a circular ideas que se comprometen con la educación femenina, la “ilustración del bello sexo” como se acostumbraba a decir en la época, inaugurando el deseo republicano de la maternidad cívica. En este ámbito, las figuras prevalentes para la ideología nacional son la madre letrada o el ángel del hogar, las que valoran social y cívicamente a las mujeres por sus funciones reproductivas y el trabajo doméstico que ejercen en su rol de madres de ciudadanos. Estos «ideologemas» representativos dan cuenta de una racionalidad que promueve un nuevo orden político liberal, que en Chile no logra hegemonía estatal hasta la década del 60, y el anhelo de sancionar a través de la familia los valores burgueses que le sirven de base.

Gran parte de tu investigación se centra en figuras importantísimas del quehacer literario femenino de la época, algunos nombres como Mercedes Marín del Solar, Rosario Orrego, Celeste Lassabe, Martina Barros, Delfina Hidalgo y Carmen Arriagada, entre otras, parecen constituir otro eje central en tu trazado. En relación con ello, ¿cómo visualizas la conformación de la figura de la mujer letrada y escritora por esos años? ¿y cuál es la razón de tu especial atención en la prensa escrita?

– Este trabajo vuelve sobre algunos de los problemas que abordé en mi tesis doctoral “Autorías femeninas fundacionales: escritoras chilenas y brasileñas del siglo XIX (1840-1890)” (Universidad de Chile, 2014). En él me interesaba estudiar la problemática emergencia de la figura de la autora en los circuitos de cultura letrada en Chile y Brasil. En términos generales, este ciclo lo denominé autorías femeninas fundacionales, en un sentido genealógico, y daba cuenta de la inscripción paradojal de las escritoras respecto de los poderes enunciativos e interpretativos hegemónicos, los que las llevan a utilizar ciertas estrategias retóricas y discursivas para posicionarse como sujetos de discurso y por qué no también políticamente desde el domus –como espacio privilegiado de gestión femenina en la nueva lógica liberal que se institucionaliza a lo largo del siglo– hacia una participación en la sociedad civil como madres del Estado. Escritoras chilenas como: Mercedes Marín, Rosario Orrego, Quiteria Varas, Lucrecia Undurraga, Hortensia Bustamante, Victoria Cueto, Delfina Hidalgo, Martina Barros y Celeste Lassabe; y brasileñas como: Juana Manso, Narcisa Amalia, Presciliana Duarte de Almeida, Maria Benedita Câmara Bormann, Júlia Lopes de Almeida, Anália Franco, Josefina Álvares Azevedo e Inês Sabino, desde mi perspectiva, «presentificaban» la autoría como una forma particular de subjetividad moderna en las mujeres, la que se caracteriza por un modo de figuración que se establece desde un “entre lugar” respecto de la cultura escrita e impresa en el siglo XIX. Espacio contradictorio que ahora preferiría llamar, a partir de Silvia Rivera Cusicanqui, taypi (comunión problematizada) al pensar en el malestar de las escritoras brasileñas y chilenas hacia el cambio de siglo, por ejemplo, en lo que respecta a la maternidad, entendida esta como trabajo reproductivo en un nuevo ciclo del capitalismo mundial y neocolonial que pondrá en función en la región el proceso de modernización finisecular.

Bien, ¿y en qué ha cambiado tu posición al respecto hoy en día?

– Ese era el eje central de mi argumento en ese entonces, no obstante, su sentido menos evidente, y que es aquel que quiero seguir hoy en este nuevo proyecto con respecto a Chile, tenía que ver con la idea de rastrear los inicios del feminismo a través de la noción de autoría y sus efectos de sentido cuando comienza a madurar la demanda de emancipación por parte de las escritoras, fundamentalmente a fines de siglo. Las mujeres feministas en diferentes momentos han alterado la grafía de lo simbolizable, al provocar mutaciones efectivas de diverso carácter tanto en las políticas nacionales y regionales como en las relaciones materiales, sexuales y raciales. Campos de disputa por el poder/saber/desear/hacer que las mujeres escritoras del XIX perturbaron con su malestar e insolencia ante los interdictos patriarcales.

Respecto de la prensa, que era algo que estaba en tu pregunta de hace un rato, esta fase fundacional de la escritura de mujeres para un público y en lo público se caracteriza por su constante actividad literaria en la economía impresa de la época, sobre todo en periódicos y revistas que son los soportes más usuales y legitimados. Las escritoras no solo daban a la prensa sus escritos, sino que también aparecen como gestoras culturales, ellas tenían medios propios, por ejemplo, Rosario Orrego, Lucrecia Undurraga, Celeste Lassabe.

Finalmente me gustaría que comentaras el desarrollo del movimiento feminista hacia fines del siglo XIX en América Latina y especialmente en Chile. Además, no puedo dejar pasar la oportunidad de preguntarte por la actualidad. Haciendo mención principalmente a las discusiones recientes respecto a cuestiones tan trascendentales para las mujeres y el feminismo como es el aborto, ¿cuál es tu visión respecto a los movimientos feministas y a la maternidad en América Latina en pleno 2017?

– El ejercicio de la palabra por parte de un grupo significativo de escritoras chilenas y latinoamericanas, del que veníamos hablando, se presenta como un hito fundamental en la historia de las mujeres y del feminismo en América Latina. Yo parto por ahí con la historia del feminismo moderno, es decir, cuando estas escritoras comienzan a demandar educación para las mujeres, bajo el rotulo inaugural de la emancipación, nombres como Martina Barros y Lucrecia Undurraga en Chile, Juana Manso y Juana Manuela Gorriti en Argentina, Clorinda Matto y Carolina Freire en Perú, Presciliana Duarte de Almeida e Inés Sabino en Brasil, Adela Zamudio en Bolivia, entre muchas, muchas más. Estas autoras ajustan cuentas con el deseo de familia y maternidad hegemónico, ensayando nuevas arenas de simbolización.

¿Qué lugar social ocupaban estas mujeres escritoras?

– Si pensamos en la instancia de la letra y su circulación en el siglo XIX, son principalmente las mujeres de la élite criolla quienes son apeladas por este tipo de discurso público y también quienes se sienten más seducidas por la importante posición social que deben y pueden ocupar ahora. El deseo de la madre regulado por la ley del pater familias y el Estado impondrá a las mujeres ciertas costumbres arregladas como muestra de una maternidad civilizada, tales como ser castas antes del matrimonio, ser virtuosas y por ello rechazar el lujo, aprender a administrar la economía doméstica, ser solícitas y sumisas con sus maridos y además, en el ámbito más público, ejercer la caridad con los más vulnerables. No obstante, no todas las mujeres de la élite asumirán este mandato sin prerrogativas, muchas de ellas mediante la escritura de novelas, ensayos, poesía y la publicación de medios impresos inscribirán no solo un discurso emancipador, sobre todo a partir de la década del 70 en adelante, sino también disputarán su entrada en la cultura escrita como autoras.

¿Y cuándo el feminismo como movimiento?

– El feminismo como proyecto mancomunado de liberación deviene a fines del siglo XIX y comienzos del XX, como sabemos, desde la experiencia de proletarización de las mujeres trabajadoras. Las ideas anarquistas tendrán una amplia circulación, articulándose en torno a ellas los primeros colectivos feministas, cuya figura faro será la anarquista catalana Belén de Sárraga (1874-1951), quien viaja por toda América Latina propugnando el feminismo y el anticlericalismo. La experiencia ampliada de la familia patriarcal o «patricéntrica», figurada a lo largo del XIX a partir de las construcciones de género y sexualidad patricias, es interrogada desde este primer feminismo, codificando las variaciones del cronotropo del padre. Ahora bien, la idea de la familia romántica no era del todo una vivencia cotidiana para las mujeres del “bajo pueblo”, quienes muchas veces debían levantar una familia monoparental y vivir la experiencia del “huacherío” de sus hijos como marca de la infamia. No obstante, la carencia del concepto familiar hegemónico posibilitó que estas mujeres ensayaran vías de liberación y desarrollo social, cultural y económico mediante el trabajo productivo y la participación en agrupaciones sindicales, mutualistas y específicamente feministas, a la vez que cuestionaban la división sexual del trabajo afectivo y del cuidado al interior del matrimonio y el sacramentado hogar mariano de la oligarquía.

Este primer feminismo, desde mi perspectiva, da una vuelta importante a la noción que venía trabajando de biopolítica de lo materno en los márgenes de una comunidad falócrata. La nacionalización e institucionalización de la maternidad es puesta en cuestión para ensayar formas diferentes de femineidad y articulaciones alternativas de la familia moderna, a través de una nueva noción política que se sumaba a la agenda anarquista y socialista, la del feminismo. El ideario de este feminismo inicial abogaba por el reconocimiento de la capacidad intelectual y laboral de la mujer, y el derecho a participar de la vida cívica y política de los países de la región, todo lo cual se asumiría en la necesaria organización de las mujeres en contra de la desigualdad “entre los sexos” y a favor de la lucha de clases. Un caso ejemplar, en este sentido, es la obrera tipógrafa Carmela Jeria, quien publica el primer periódico anarco-feminista en Valparaíso, La Alborada (1905-1907).

Ya en el siglo XX, ¿cómo ves la situación de ciudadanía fronteriza de las mujeres?

– Para que la situación de ciudadanía fronteriza de las mujeres cambiara en algo debieron pasar varias décadas más. Alrededor de los años de 1920 y 30, el sufragismo será el núcleo aglutinador hacia donde se dirigirá la primera ola del feminismo latinoamericano, bajo el territorio del feminismo liberal agenciado desde las clases medias y altas. Esta segunda fase de los feminismos latinoamericanos a comienzos del siglo XX perderá la radicalidad que caracterizaba a los feminismos anarquistas y socialistas, para configurar lo que se ha llamado en Brasil, por ejemplo, “feminismo bien comportado”, es decir, un feminismo de damas respetables que negocian dentro de los límites del liberalismo. El discurso «maternalista» se volverá hegemónico luego de la Segunda Guerra Mundial en la lucha por alcanzar la ciudadanía, sobre todo en aquellos países en que el voto todavía estaba negado a las mujeres. Así, por ejemplo, en México el igualitarismo cede su lugar a la reivindicación de una ciudadanía específica de las mujeres, vale decir, una proyección en la sociedad de sus cualidades o capacidades maternas, ellas eran quienes podían lograr el efecto moralizador tan caro a la política. Hermila Galindo, una de las figuras más relevantes para la discusión sobre el sufragismo en México, publicó el semanario La Mujer Moderna (1915-1919), órgano de politización feminista, y colaboró en la organización de los Congresos Feministas de Yucatán, los que reunieron a profesoras de primaria en torno a la búsqueda de reformas en la legislación civil en el período posrevolucionario. Si bien el discurso de Galindo abogaba por el igualitarismo, también sustentaba el derecho al sufragio en la idea de la responsabilidad social de las mujeres como madres. Son muchas las mujeres o organizaciones de este feminismo liberal que ajustarán cuentas con el deseo de maternidad republicana: en Perú, María Jesús Alvarado; en Brasil, Bertha Lutz; en Uruguay, María Abella o Paulina Luisi; en Argentina, Julieta Lanteri o Alicia Moreau; en Chile, Elena Caffarena o Amanda Labarca, entre muchas más.

¿Cuáles serían estas dos fases?

– Como bien sabemos, el feminismo se reactiva a nivel continental a fines de la década de los setenta. Luego de un largo período que Julieta Kirkwood llamó “silencio feminista”, se articula una segunda ola feminista o neofeminismo, como prefiere llamarlo por ejemplo Nelly Richard; en cuyo territorio destacan los feminismos de la resistencia política en las dictaduras militares o cívico-militares del Cono Sur. El feminismo en este nuevo escenario adquiere la fuerza de un movimiento político regional, se celebran los primeros encuentros feministas de América Latina y El Caribe, también el decenio de las mujeres de Naciones Unidas será un nudo de discusión importante para la diversidad de feminismos; no obstante, una de las características que singulariza a este nuevo momento tiene que ver con la articulación de conocimiento teórico feminista y la inauguración de conceptos como patriarcado y género que vienen a desentrañar el anquilosado espectro del eterno maternal. En Chile, un colectivo clave fue el Círculo de Estudios de la Mujer del que la propia Kirkwood fue una de sus fundadoras. Quiero destacar y solo muy brevemente, que la función mortuoria de la «gubernamentalidad» moderna vuelta hipérbole en el terrorismo de Estado, es pensada por las feministas en este nuevo ciclo de lucha a través de una retórica política de los cuerpos que se pregunta por las vidas que importan o que merecen morir en los sistemas simbólicos y materiales de dominación. Creo fundamental que las feministas latinoamericanas abran esta pregunta en el pleno proceso de financiarización descarnada de la vida que el neoliberalismo comenzará a poner en juego, lo que no hace más que demostrar que lo personal es político.

En los noventa no solo asistimos a la institucionalización del feminismo en la academia o a su «oenegización» de nuevo cuño como demanda tan fuerte la feminista boliviana María Galindo a las que ella llama “tecnócratas de género”. El debate en torno a la autonomía feminista es un nudo que encontramos en el feminismo ochentero, pero que de los noventa en adelante –sobre todo a partir de la experiencia del colectivo feminista boliviano Mujeres Creando o el feminismo comunitario indígena de Julieta Paredes, como también el de Las Cómplices, orquestado por chilenas y mexicanas– se ha posicionado como el espacio necesario para poder idear y practicar el feminismo como fuerza «despatriarcalizadora», anticapitalista, antirracista y anticolonial, como también una agencia crítica contra la heterosexualidad obligatoria, todo lo cual nos habla de una nueva fase.

En la diversidad de estos feminismos, veo el deseo de un pachakuti feminista, retomando palabras de la gran socióloga y activista aymara Silvia Rivera Cusicanqui, como el horizonte de expectativas hacia donde debe dirigirse la lucha antipatriarcal y anticolonial. El tejido simbólico en torno a la biopolítica de lo materno se trama, sobre todo en Bolivia, desde las diferencias de género, clase, raza y espacio geopolítico, inaugurando un pensamiento feminista creativo y provocador que pone en jaque la posibilidad de Estados neoliberales o “posneoliberales” con perspectiva de género.

Y brevemente, ¿qué pasa en Chile?

– No puedo dejar de advertir que el peso que en Chile tiene la biopolítica de lo materno explica, entre otras razones claro está, la permanente saturación de los discursos pro-vida en la lucha que hoy damos por el derecho legítimo al aborto o contra los códigos misóginos que perpetúan el femicidio. Biopolítica cruzada por las dinámicas del capital transnacional, que requiere de nuevos ciclos de acumulación originaria o quema de brujas, como señala la feminista italiana Silvia Federici, en la región.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224309&titular=maternidades-y-feminismo-

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Entrevista a Mónica Carlsson: “Los estudiantes y profesores sufrimos de aburrimiento”

Dinamarca/30 marzo 2017/Fuente: El Espectador

La danesa le contó a El Espectador que hoy en día los sistemas educativos priorizan las habilidades y conocimientos de sus alumnos en detrimento de su bienestar.

Mónica Carlsson es profesora de la Universidad de Aarhus en Dinamarca y desde la década de los setenta se ha dedicado a explorar la educación en el mundo. Se declara enemiga rotunda de los ránquines y para ella uno de los propósitos de la enseñanza hoy en día es formar ciudadanos que puedan aportarle a la sociedad en la que viven. Aseguró que, en la mayoría de los colegios del mundo, el aburrimiento, tanto en profesores como en alumnos, es una gran parte del problema educativo.

¿Cuál es su lectura de los sistemas educativas de la actualidad?

Estamos en un sistema educativo, hoy en día, que prioriza las competencias entendidas como pruebas en habilidades y conocimientos. Mi idea es: ¿Cómo podemos trabajar para que los colegios promuevan cualificaciones en sus estudiantes? ¿Cómo hacemos que los estudiantes sean parte la vida, del mundo y de la sociedad?

¿Cómo se le transmite esto a los estudiantes y profesores? ¿Cómo se pone en práctica?

Hay dificultades en los colegios que trabajan con proyectos. Los colegios siguen creyendo en esa idea de que los estudiantes asisten a clase y adquieren conocimiento porque un profesor se los transmite. Pero para los proyectos, usualmente, se trabaja en un periodo más largo de tiempo. Entonces es difícil incluir esta visión en un colegio con un sistema educativo tradicional.

¿Qué significa trabajar en proyectos?

Lo que sucedía es que en Dinamarca los alumnos estaban muy aburridos de sentarse en una silla y escuchar a los profesores. Los estudiantes aman salir del colegio, trabajar en aquellas cosas que realmente les interesan y dar sus opiniones. Las personas podemos, entonces, no desempeñarnos tan bien académicamente, por eso se trata de crear arenas de aprendizaje para que se pueda trabajar con otras metodologías. No tienen que hacerse todo el tiempo, basta con que se logren una vez al año. Lo clave es brindarles a los estudiantes otras experiencias.

¿Cómo llegó a esa conclusión?

Realizamos medidas de bienestar en Dinamarca y uno de los puntos más relevantes que arrojó la investigación es que los estudiantes están aburridos y eso los está matando. No es estrés, es aburrimiento. Los estudiantes se aburren en clase porque no les gusta sentarse, escuchar y ser pasivos. Es muy difícil para nosotros como seres humanos y no estamos hechos para eso.

¿Ese aburrimiento es global o está pasando en ciertos contextos?

Creo que es global y depende mucho de los exámenes y de las pruebas. Sabemos por Finlandia que los estudiantes a los que les va muy bien en las pruebas PISA, son los peores en términos de bienestar. Algunas de las explicaciones para esto apuntan a que están bajo mucha presión por el estrés de mostrar un buen rendimiento académico. En Finlandia, Singapur y China, entonces, no están aburridos, sino sufriendo de estrés psicológico por las altas expectativas que tienen sobre ellos. Pero en la mayoría de los colegios del mundo, creo que el aburrimiento es una gran parte del problema educativo.

¿Cree que ese aburrimiento se da también en profesores?

Los estudiantes están aburridos y los profesores estamos aburridos. La educación es interactiva, entonces cuando un profesor observa los comportamientos de sus alumnos, que se quejan o tienen caras largas, pues eso los afecta e impacta.

Parece que todo el tiempo estamos siendo medidos por pruebas de estado nacionales o exámenes internacionales. ¿Qué piensa de los ránquines?

Creo que le están causando daño a los sistemas educativos. En Dinamarca dijimos que los colegios no debían hacer públicos los ránquines. El problema es que si eres un padre de familia puedes buscarlo en internet. De repente, tienes números que ilustran qué tan bien lo están haciendo los colegios, y los números son muy fuertes en nosotros. Vemos los números y reaccionamos. Pero en resumen, no estoy a favor de hacer públicos los ránquines. Creo que esta información debe ser utilizada por personas en los ministerios o en los gobiernos.

¿Para quien y por qué los estudiantes deben ser evaluados?

Si es para aprender y aumentar la retroalimentación es muy poderoso. Hay sistemas educativos que están centrados en dar crédito a los logros del estudiante y a su desempeño. Las pruebas y exámenes pueden ser una herramienta para esto, pero no son una solución milagrosa. Los exámenes deben ser interpretados y hay que tomar acciones sobre la base de estos. Entonces obtener los números por sí solos de cómo ha sido el desempeño de un estudiante, no necesariamente conducen a ningún lado.

En Colombia siempre estamos volcados hacia las pruebas PISA y buscamos escalar en posiciones. ¿Son útiles estos escalafones?

La educación debe resolver problemas sociales. Hay un límite a esto. Se trata de construir un buen sistema educativo y trabajar con oportunidades más amplias. Estuve en Ecuador visitando a una estudiante mía y ella estaba trabajando en un programa muy interesante de escuelas rurales. Allí no estaban trabajando habilidades como ciencias, matemáticas o lenguaje. Su currículo estaba centrado en asuntos ecológicos, de salud y de derechos de la niñez porque en eso ecesitaban enfatizar.

¿Cuál es el principal problema de la educación en Dinamarca hoy en día?

En Dinamarca, sabemos que el 20% de los niños que van a escuelas primarias no tienen lo que quisiéramos que tuvieran. Algunos no pueden leer y escribir bien, y otros no pueden acceder a educación técnica y tecnológica o a tener algún empleo. Este es el mismo panorama de Europa. Por eso nuestras reformas educativas le apuntaron a solucionar esto desde los noventa, pero seguimos en esa crisis.

¿Cuál es el gran propósito con la educación hoy en día?

El punto con la educación es que estemos cualificados para ser ciudadanos. Y después, sabes sumar, leer, escribir.

¿Y el gran reto?

Mirar cuál es la situación y las presiones en los sistemas educativos de hoy y unir las perspectivas  de los maestros, los políticos y los investigadores. De hecho hay muchos de estos investigadores que no creen en la OCDE y en que esas sean las soluciones idóneas. Es necesario abrir un diálogo y no culpar a los otros, sino trabajar juntos.

Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/educacion/los-estudiantes-y-profesores-sufrimos-de-aburrimiento-monica-carlsson-articulo-686979

 

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Educación sexual en adolescentes, empatía como palabra clave

29 de marzo de 2017 / Por: Marianela Arias Lamicq / Fuente: https://www.laprensalibre.cr

¿Por qué el ponerse en el lugar del adolescente a la hora de dar educación sexual es vital?

Muchas veces me preguntan cuál es el principal consejo que puedo dar con respecto a la educación sexual para nuestros hijos e hijas adolescentes.

• En primer lugar: El trabajar en nuestra propia sexualidad.

No podemos entregar un mensaje pertinente, veraz y efectivo si en el discurso se denota claramente desconocimiento, miedos, prejuicios e incomodidad. No se puede dar un mensaje en el cual no creemos o un mensaje del que ni siquiera sabemos de qué estamos hablando. Por tanto, en primer lugar es vital trabajar nuestra propia sexualidad, conectarnos con nuestro propio sentir, nuestra vivencia e historia sexual; así como educarnos, entender conceptos claves, ser críticos frente a la realidad y conocer la actualidad para entonces poder educar en sexualidad de manera atinada.

• En segundo lugar: Ser empáticos y abiertos.

Ponernos en el mismo nivel que nuestros jóvenes a la hora de abrir canales de comunicación.

Por supuesto que como padres y madres somos la autoridad, pero si partimos, cada vez que vamos a hablar sobre sexualidad, en repetir un discurso moral de “en mis tiempos no…”, “antes los jóvenes eran diferentes, todo era mejor…”, estamos quemando un puente de comunicación donde ellos y ellas sienten que no podremos entenderles en su realidad, lo que sienten y lo que viven. Con este mensaje estamos evidenciando que somos de “mundos diferentes”, que pensamos diferente, que no es posible entendernos, lo que merma con anticipación cualquier posibilidad de encuentro, de diálogo abierto y honesto.

Es completamente válido, y hasta necesario, el educar en valores, poner límites, dejar clara las reglas, decir lo que creemos importante, ser críticos ante la actualidad; pero a la vez, dejar abierta la posibilidad de acercamiento, el mostrarnos comprensivos y abiertos ante cualquier consulta o tema que nuestros hijos e hijas quieran compartir con nosotros, es primordial para la prevención y el acompañamiento.

Se debe de recordar que nuestros adolescentes nunca se van a quedar con la duda, la diferencia sería entonces a qué fuente van a recurrir y en quién van a confiar para evacuarla. Es parte de nuestro trabajo construir ese puente, para que antes de recurrir a los amigos o al Internet vayan con nosotros como fuente primaria, solo de esta manera podemos estar al tanto de su vida, de los riesgos, y podemos educar de manera pertinente en valores, afectividad y salud sexual integral, a pesar de las influencias externas.

Fuente: https://www.laprensalibre.cr/Noticias/detalle/106760/educacion-sexual-en-adolescentes,-empatia-como-palabra-clave

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Zoe Weil: “No estamos abordando los principales problemas mundiales”

29 de marzo de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Zoe Weil

Afirma que la educación es el sistema clave para resolver todos los problemas mundiales, pero que ha tenido un propósito diferente hasta ahora. ¿Cuál?
El objetivo explícito de la educación, al menos en los Estados Unidos, es preparar a los estudiantes para la competitividad global. El problema es que al ser éste el enfoque del sistema educativo actual, nos estamos perdiendo muchos elementos importantes… Estar preparado para competir en la economía global no es algo malo, simplemente no es suficientemente bueno.

¿Qué nos estamos perdiendo?
No estamos abordando los principales problemas mundiales, como el calentamiento global, la extinción de especies en la Tierra o el aumento de la población. Más de siete mil millones de personas necesitan un acceso adecuado a alimentos, agua, oportunidades económicas y un hogar, y cerca de un billón de personas ni siquiera tienen acceso a alimentos adecuados ni agua potable. Por lo tanto, necesitamos que la escolarización tenga un propósito más ambicioso.

¿Cuál debería ser?
Preparar a los estudiantes para ser solucionadores, para construir un mundo mejor. Para ello, se debe tener pensamiento crítico y creativo, compromiso por crear un mundo mejor y tener experiencia en solucionar problemas reales. Si preparamos a nuestros estudiantes para ser solucionadores, lo harán en el futuro, sea cual sea el tipo de estudios por los que se decanten.

¿Cuáles son los principales valores y habilidades de un solucionador?
En términos de valores destacaría la compasión, honestidad, perseverancia, bondad, valor e integridad. En cuanto a habilidades, más allá de la alfabetización y la aritmética, lo más importante es el pensamiento crítico, de sistemas y estratégico, creativo, y la capacidad de colaborar adecuadamente.

¿Cómo preparar a los estudiantes para ser solucionadores?
Hay diferentes maneras. Desde el Instituto de Educación Humanitaria (IHE) hemos impulsado el Programa de Congresos de Solucionadores con en el que trabajamos con escuelas de primaria y secundaria. Se trata de un programa piloto de dos años que terminará este año, y una vez completado lo lanzaremos a nivel internacional.

¿En qué consiste este programa?
Los estudiantes analizan los problemas del mundo real por equipos para entender los sistemas interconectados que causan estos problemas. Investigan y trabajan con mentores y expertos para diseñar soluciones significativas, prácticas y rentables. Al final, presentan sus soluciones en un Congreso de Solucionadores que reúne, no sólo a la comunidad escolar, sino también a legisladores, medios de comunicación e inversores que pueden recoger las mejores ideas y ayudar a difundirlas.

¿Por qué es tan importante enseñar a los niños sobre estos temas?
Para responder a esta pregunta le voy a contar dos ejemplos. Hace cuatro años me invitaron a hablar en una escuela de primaria a estudiantes de 10 y 11 años. Les pregunté cuáles pensaban que eran los principales problemas del mundo. Mencionaron los mismos problemas que los adultos, incluyendo el tráfico sexual. Entonces les pedí que levantaran la mano si creían que podíamos resolver estos problemas. De 45 niños que había en clase, sólo cinco levantaron la mano.

Impactante…
Ese fue un momento clave en mi carrera como educadora, ya que si los jóvenes ni siquiera pueden imaginarse que somos capaces de solucionar problemas, ¿qué les va a motivar a intentarlo? Así que les hice cerrar los ojos e imaginar que estaban al final de una vida muy larga y bien vivida. Describí un futuro en el que ya no había guerra o pobreza y les pedí que imaginaran a un niño que les acompañaba y les hacía todo tipo de preguntas sobre el pasado y, finalmente, sobre qué papel jugaron ellos en la creación de un mundo mejor. Mientras aún tenían los ojos cerrados, les pedí que levantaran la mano aquellos que ahora sí se imaginaban que podíamos solucionar esos problemas.

¿Cuál fue la respuesta?
Esta vez la ratio se invirtió totalmente, se levantaron 40 manos. Fue tranquilizador observar que su desesperanza no era muy profunda. Quiero contrastar esta historia con lo ocurrido el pasado octubre cuando estaba hablando en la Escuela Americana de Guadalajara, en México. Les pregunté si pensaban que podíamos resolver los problemas mundiales y todos los alumnos levantaron la mano inmediatamente.

¿Cuál es la diferencia entre ambas escuelas?
La diferencia era que en el segundo caso tenían un profesor que les estaba enseñando, de una manera apropiada para su edad, los problemas del mundo y trabajaban para resolverlos. Entre otros proyectos, habían trabajado en la creación de un sistema de reciclaje y en conseguir paneles solares para la escuela. Así que esos niños sabían que los problemas iban a ser resueltos porque habían estado participando en su solución con sólo diez años.

Interesante…
Nos equivocamos si pensamos que estamos protegiendo a los niños al no hablarles sobre los problemas del mundo real. Actualmente los niños tienen acceso a todo tipo de información, conocerán los problemas tanto si se los enseñamos como si no. Pero si no les ayudamos a participar en la creación de este cambio, los vamos a dejar sin esperanza.

¿Cómo pueden los docentes hablar con los niños acerca de estos temas polémicos?
En nuestro sitio web pueden encontrar muchos recursos descargables gratuitamente, la mayoría de ellos traducidos al español. Además, hemos desarrollado muchas actividades adecuadas a distintas edades con el objetivo de enseñar sobre estos temas en las aulas.

¿Nos puede poner un ejemplo de actividad práctica?
Una de mis favoritas es pedir a los estudiantes que elijan algo que lleven puesto o algún producto que utilizan o compran. Una vez escogido, les pido que investiguen el impacto que ese elemento tiene en las personas, en los animales y en el medio ambiente, y que entiendan todas estas conexiones. El proceso es muy enriquecedor.

¿Qué es lo que aprenden?
Están aprendiendo sobre economía, matemáticas y ciencias, así como de estadística, historia, sociología, economía, psicología y muchos otros temas importantes. También practican el desarrollo del lenguaje y la comunicación. Una vez que entienden estos efectos, podemos pasar al siguiente escenario.

¿En qué consiste?
En reflexionar sobre qué procesos debemos cambiar para producir versiones más éticas y sostenibles. Se trata de una actividad que podría encajar en cualquier plan de estudios y ser inmediatamente relevante para los estudiantes. Es muy útil trasladar las actividades de clase a la vida cotidiana de los niños para que les resulten significativas.

¿Están los profesores suficientemente preparados para formar a solucionadores?
No creo que los maestros estén siendo adecuadamente preparados para que se aseguren de que sus estudiantes son solucionadores, principalmente porque no es parte de su formación. Por este motivo, tenemos tanto desarrollo profesional en el Instituto de Educación Humanitaria y, por ello, también hemos creado un programa de postgrado para profesores.

¿Cómo se puede revertir esta situación?
Debe cambiarse el sistema de formación de profesores. Pero eso sólo llegará cuando cambiemos el propósito de la educación. Mientras el objetivo de la educación siga siendo tan limitado como lo es ahora, no nos centraremos en reflexionar sobre cómo debemos preparar a los docentes para que enseñen sobre los principales retos del mundo y se aseguren que sus estudiantes se conviertan en solucionadores.

¿Por qué cree que el propósito de la educación sigue siendo tan limitado?
El sistema educativo es como un barco muy grande. Cuando se desea cambiar su rumbo, se necesita mucho tiempo. Siempre se ha ido en una misma dirección, por lo que es difícil moverlo rápidamente. Sin embargo, hay muchas escuelas que bajo ciertos administradores y liderazgos están redirigiendo los barcos hacia otras direcciones.

Pero son la excepción.
Tenemos ejemplos de escuelas que realmente se enfocan en algunos de estos retos, pero hasta ahora son la excepción, sí. Por lo tanto, tenemos que convertirlo en la regla para el sistema educativo en general. Existe mucho miedo de que si cambiamos el rumbo del barco, ya no estaremos centrándonos en lo básico, es decir, en la alfabetización y la aritmética.

¿Cuál es su opinión al respecto?
La realidad es que es más conveniente para los estudiantes ser alfabetizados con el propósito de algo que es significativo para ellos, como los problemas del mundo real. Esto es psicología básica. Si lo reconocemos, y muchos maestros ya lo hacen, podremos cambiar el rumbo de la educación más rápidamente.

Por último, ¿cuáles son los principales retos mundiales que debemos enseñar en las escuelas?
Puede depender de donde se encuentre la escuela. Para mí, el cambio climático, la posible pérdida de especies, la desigualdad económica, la pobreza y la explotación de las personas son desafíos mundiales esenciales que deben abordarse. Así como todo lo que está relacionado con la crueldad en el trato con los animales.

¿Por qué señala este punto?
Es un tema muy importante con muchas implicaciones en todo el mundo. Las consecuencias de continuar en el camino actual en cuanto a los alimentos que consumimos y su producción, serán muy extremas en la salud humana, en el medio ambiente, en otras especies, en la vida silvestre, en nuestro hábitat… Si no nos lo tomamos en serio y empezamos a actuar, tendremos un gran problema.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/zoe-weil-no-estamos-abordando-principales-problemas-mundiales/

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Extractivismo y teoría social en América Latina: Entrevista al investigador uruguayo Eduardo Gudynas

Por: Rebelión / Hernán Cuevas Valenzuela y Dasten Julián Vejar

Eduardo Gudynas es un renombrado pensador ambientalista, investigador y activista uruguayo. Ha escrito decenas de trabajos sobre desarrollo y posdesarrollo, extractivismo y sus consecuencias socioambientales y sobre ecología política. Es particularmente reconocido por su trabajo crítico sobre los impactos ambientales y sociales de las estrategias de desarrollo impulsadas en América del Sur, así como por su propuesta posdesarrollista que favorece la sostenibilidad y el reconocimiento de los derechos de la naturaleza. También ha sido un activo promotor de la idea del buen vivir como alternativa al desarrollismo. Desde esta perspectiva, ha explorado el concepto y la práctica de la «buena vida» y sus dimensiones sociales y ecológicas.

La entrevista que acá presentamos a los lectores de Pléyade fue realizada en Buenos Aires el 1 de abril de 2016 durante el taller (Neo)Extractivismo en América Latina. Posibilidades, Límites y Riesgos. Este fue un encuentro académico coorganizado por la Fundación Friedrich Ebert y el proyecto «Cambio trasnacional, desigualdad social y manifestaciones estéticas: el ejemplo Patagonia», ejecutado por la Universidad Friedrich Schiller de Jena y sus instituciones asociadas en Chile y Argentina. Fue financiado por el DAAD y el Centro de Investigaciones en Trabajo, Distribución y Sociedad de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

En aquella ocasión, Eduardo Gudynas presentó su conferencia «Extractivismo en América del Sur después del auge de los commodities«. Su presentación abordó el concepto de extractivismo y evaluó críticamente sus impactos socioambientales en Latinoamérica. Según Gudynas, el extractivismo «se caracteriza por la explotación de grandes volúmenes de recursos naturales, que se exportan como commodities y dependen de economías de enclave (que pueden estar localizadas, como los campos petroleros o las minas, o bien ser espacialmente extendidas, como el monocultivo de soja) 1. En sus trabajos ha distinguido un extractivismo conservador y otro progresista (al que en ocasiones denominó también neoextractivismo) y ha desarrollado una crítica implacable y rigurosa a dichos modelos de desarrollo.

A lo largo de la entrevista que a continuación reproducimos, tanto Eduardo Gudynas como los entrevistadores Hernán Cuevas y Dasten Julián aluden a dichos conceptos, así como a la conferencia dictada y a las discusiones que ella suscitó. La entrevista fue editada por Hernán Cuevas, Dasten Julián y el equipo editorial de Pléyade. Para facilitar su lectura el texto se divide en dos secciones: «Extractivismo, transiciones y alternativas al extractivismo» y «Crítica del desarrollismo, extractivismo, y la emergencia de una nueva teoría social en América Latina».

Agradecemos a Eduardo Gudynas que haya aceptado corregir la entrevista y autorizado su publicación.

Entrevistadores (en adelante consignado como E, en singular): En América Latina podemos observar una matriz extractiva de carácter minera, petrolera o sojera. ¿Podemos preguntarnos si hay otros fenómenos extractivos, es decir, otras industrias extractivas?

Gudynas (en adelante consignado como G): Según nuestra definición, es extractivismo la apropiación de recursos naturales en un gran volumen o bajo alta intensidad, donde la mitad o más es exportado como materias primas. A partir de esa idea básica ofrecemos precisiones sobre sus componentes, como por ejemplo qué quiere decir gran volumen o intensidad, o cómo delimitar las materias primas.

Bajo esa definición, otros sectores como los monocultivos forestales de exportación o las salmoneras son extractivas. Incluso el turismo de masas es extractivismo.

Nosotros hemos probado esta definición con diferentes ajustes, en distintos contextos, etcétera. No digo que sea perfecta, pero es una definición estable y robusta.

Siempre hay algunos que critican algo de la definición y eso es aceptable. Pero de todos modos se contemplan todas las posibles opciones, porque ya la hemos probado de arriba para abajo durante años. Bajo nuestra perspectiva, los extractivismos son plurales, no pueden ser entendidos como una «industria» y siempre están anclados localmente pero a la vez se insertan globalmente (son glocales) 2.

E: ¿Por qué es tan importante la orientación a la exportación en esta definición de extractivismo?

G: La orientación a la exportación de las actividades extractivas es clave en nuestra definición de extractivismo ya que es un sector dependiente de los precios y demandas internacionales. Por ejemplo, la apropiación de minerales que necesitamos en América Latina para nuestro propio consumo es muy poca en comparación con lo que se extrae hoy principalmente para su exportación. Puede haber ciertos emprendimientos mineros que sean aceptables, de menor escala, con cuidado del ambiente y orientados al consumo interno, y eso lo hemos defendido. Esa clase de emprendimientos mineros no constituyen expresiones de extractivismo.

Hay que entender que el principal factor de presión ambiental sobre América Latina a escala continental, lejos en el primer lugar, es el conjunto de actividades extractivas para alimentar los mercados globales. Todos los otros problemas vienen muy por detrás y pueden ser solucionables con medidas internas más o menos autónomas; con eso quiero decir que el Estado las puede llevar adelante. Me refiero a problemas como el saneamiento de las ciudades y el manejo de residuos sólidos urbanos. Pero al extractivismo no lo controlas nacionalmente, porque depende de los precios y demandas globales. Entonces, la distancia que hay entre el extractivismo y el siguiente problema ambiental en cada país de la región es en verdad enorme.

E: Sin embargo, muchos actores sostienen que este neoextractivismo o este extractivismo va a ser bueno para la sociedad, que «va a ser bueno para todos», agregan. Entonces preguntan ¿cuál es tu propuesta?, ¿cuál es tu escenario alternativo?, ¿cuáles son tus actores? Con estas preguntas pienso en espacios locales, territoriales, específicos, en comunidades y en actores concretos. Lo pregunto porque son ellos los que suelen estar involucrados en los conflictos propios del modelo extractivo.

G: Es así. Por ello postulamos «transiciones» 3 para salir del extractivismo, y ellas recuperan todas esas experiencias locales, las articulan y postulan alternativas que deben ser de países y de conjuntos de países. Nuestras ideas balancean dos aspectos. Por un lado, un horizonte de cambio más allá del desarrollo, por lo tanto, más allá de la modernidad. Queremos salir de la modernidad en ese sentido, pero a la vez reconocemos que esa salida, para romper con estas profundas raíces culturales, no va a ser instantánea. Vamos a tener que ir sumando sectores sociales de a poco y demostrando que es viable ese cambio. Por lo tanto, nuestra idea del cambio radical va de la mano con la idea de la transición hacia el cambio radical. No son elementos separados. Me parece que es una distinción importante.

Cuando vos tenés a veces propuestas que van desde «es solo el cambio radical», y propuestas que dicen «no, es solo una transición cortita que al final termina siendo una reforma instrumental al estado de cosas prevaleciente», nosotros postulamos el horizonte del cambio drástico de salida al desarrollo. Pero agregamos que ese horizonte de cambio indique, construya y permita armar políticas y estrategias de salida hoy, que sean transicionales, que sean concretas, efectivas y expresables en público y entendibles por la mayoría. Por ejemplo, si nuestro país quiere salir de la dependencia del extractivismo minero, ¿cómo funcionaría la economía de nuestro país, sin depender de la minería? Esto implica dar propuestas concretas de cómo sería la reforma tributaria, cómo sería el gasto del Estado y demás. Entonces, pensar esas reformas a la luz de un cambio de alternativa radical por fuera del desarrollo, esa es una particularidad importante.

Por otro lado, ahora con la crisis de los progresismos hay varios colegas míos que dicen que «la idea de revolución está muerta», «no podemos hacer nada», «habrá que esperar y solo podemos hacer cosas a nivel micro». Sin embargo, hay una idea de revolución que sigue siendo vigente, pero el lugar de esa revolución está en las raíces culturales, no está en la toma del Estado. Es que si tú vas a tomar el Estado para terminar reproduciendo, por ejemplo, un extractivismo minero con una empresa estatal minera, ya se ha demostrado que no funciona. Por lo tanto, el lugar de la revolución, su alcance y hacia donde apunta cambia de lugar.

También hay que considerar cuáles son los nutrientes de este proceso de transición. Hay un componente que es reflexivo-conceptual. Por ejemplo, ¿cuál sería la reforma tributaria necesaria?

Pero hay otro componente desde la sensibilidad, del afecto, que tiene que ver con ese romanticismo. Es cómo me imagino esa sociedad alternativa que sea más convivenciable. Entonces, a partir de eso están armadas las ideas de cambio radical y de transiciones.

Finalmente, quién es el sujeto de este cambio, que es otra de las discusiones llevadas hace cien años. Esto es sencillo: el sujeto somos nosotros.

E: Pero eso no me parece sencillo. La constitución de un sujeto de cambio me parece un proceso difícil.

G: La «constitución» de un sujeto no lo es. Pero el problema es que antes se ponía la carga del cambio en un tercero, que había que ilustrar, formar o educar. En cambio, en mi perspectiva tú dices: el sujeto del cambio sos tú mismo. ¿Qué vas a hacer tú mañana para empezar ese cambio? ¿Qué vas a hacer tú?

E: Cuando hablamos de cambios sociales, nos referimos usualmente a cambios colectivos.

¿Cómo concibes ese proceso?

G: El cambio social siempre empieza por grupos. Insisto que en primer lugar debemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer nosotros? Nosotros podemos dar talleres, podemos participar de campañas públicas, movilizarnos. Los que están en la universidad pueden hacer otro tipo de investigaciones, otro tipo de enseñanza, y así sucesivamente.

En segundo lugar, esto implica diálogos con otros actores. Podemos hablar con otros que tal vez no opinen en todo lo mismo que nosotros. Pero debemos coordinarnos con ellos si lo que queremos es avanzar algo en la dirección de producir cambios importantes y duraderos.

Tercero, las diferentes políticas o instrumentos de cambio transicional que yo aplico las tengo que sopesar y evaluar en referencia a ese objetivo de mediano plazo. Por ejemplo, no es lo mismo decir que un cierto monto económico es el valor de un bosque –lo que sería contribuir a mercantilizar la naturaleza por medio de la valorización del bosque– que decir «no quiero introducir en las cuentas nacionales el costo económico del daño ambiental». La valorización del costo de los impactos económicos me permite visibilizar un daño oculto y presentarlo a aquellos que solo entienden el lenguaje de los números en dinero. Esta también es una tarea de las transiciones. Entonces, algunos me dirán que utilizar un instrumento económico, como el costo de un impacto ambiental, me acerca a un neoliberal. Pero yo pienso que eso es un error. Los instrumentos económicos tienen diferentes usos posibles. Depende del instrumento económico, de para qué se lo use y de cómo se lo use. Hay muchas personas en la sociedad que solo entienden el lenguaje de la valoración económica. Y hacer uso de ese lenguaje no debe ser tomado como una concesión al economicismo.

Sigo reivindicando los derechos propios de la naturaleza, pero también tengo que hablar con los que piensan de otra manera, en clave económica. Lo que debemos hacer es demostrarles que lo que ven como crecimiento económico es un error, una creencia equivocada, porque nunca restaron el costo del daño ecológico que se produce en aras del crecimiento económico. Si queremos introducir otro tipo de debate en las políticas públicas y para poder incidir tenemos que poder hablar también los lenguajes de otros, pero sin abandonar nuestros principios. Se trata de hablar sus lenguajes para poder interactuar, para facilitar que me entiendan y para poder generar reacciones según sus propios lenguajes.

E: Me parece que es interesante esa propuesta, pero presenta un riesgo: sigue estando contaminada con la lógica de comodificación.

G: Todos estamos comodificados, porque estamos insertos en eso. Salimos de a poco. Se requieren pasos sucesivos, ensayos, y va a haber errores. Se necesita un nuevo lenguaje, nuevos términos, una nueva manera de pensar. Sí, siempre vamos a estar en esa tensión.

E: Pero cuando tenemos disponibles otros lenguajes, diferentes del lenguaje economicista, por ejemplo, el discurso de los derechos o el discurso de los bienes comunes (de uso público), ¿no sería mejor insistir en ellos para no entrar en este juego de lenguaje economicista?

G: Bienes, sí. Pero bienes comunes depende de qué significa bienes comunes para cada uno. Buena parte del término y de la discusión alrededor del término gira en torno a una concepción anglosajona, trasplantada a América del Sur. Cuidado, que no es lo mismo que decir bienes de la comunidad o comunitarios. Entonces hay una gran mezcolanza que es necesario separar. Los bienes comunes anglosajones se referían fundamentalmente a las tierras comunes, y esa concepción es muy diferente de nuestra idea de lo comunitario o de lo colectivo.

Nosotros tenemos un acervo especialmente andino que define en nuestra cultura qué es lo comunitario. Muchas veces veo que hay una mezcla o sinonimización rápida, lo cual supone que bienes comunes es lo mismo que lo comunitario, confusión que también siguen varios sudamericanos. Me parece que con eso hay que tener cuidado.

Por otro lado, no quiero decir que algunos de los elementos de bienes comunes no sean rescatables, porque sí los hay. Pero necesitamos hacer nuestra propia reflexión. Debemos reconstruir, redefinir, ajustar el concepto de bienes comunes a nuestra realidad si queremos usarlo. Prefiero lo comunitario, que es más propio y adecuado a nuestra condición. Por otro lado, lo comunitario no está exento de problemas. La versión andina de lo comunitario debe ser tomada con ciertas precauciones, porque en su concepción del espacio y la geografía de lo comunitario, el espacio es una geografía humanizada. En este concepto no hay una naturaleza silvestre.

E: En esas transiciones quizás hay que pensar una «temporalidad del extractivismo».

G: Eso dice ahora Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia). Sostiene que los extractivismos son como temporales o que van a tener unos años y se acaban. Y ese es el problema: es un marxista leninista que todavía no entiende que, por ejemplo, la destrucción ecológica es perpetua. Uno destruye un ecosistema y no hay marcha atrás.

E: Bueno, por ello no va a haber regeneración, ¿no?

G: Bueno, ellos defienden esto desde una versión del marxismo y el leninismo. Yo sé que es una discusión extraña para Chile, pero ustedes tienen que entender, por ejemplo, que en Ecuador el presidente Rafael Correa lanza una proclama diciendo «si Marx fuera latinoamericano sería extractivista». O que se tiene un vicepresidente que publica libros que salen como suplemento del diario del domingo, como sucede en Bolivia, haciendo una defensa de los extractivismos citando a Lenin, Stalin y a Gramsci. ¡Imaginen algo así en Chile! El Mercurio en Chile nunca sacaría un suplemento reivindicando el extractivismo con una cita de Marx.

E: En tu artículo «Conflicto y extractivismo. Conceptos contenidos y dinámicas»4 revisas el concepto de los «umbrales», que refiere a los umbrales de tolerancia de esta dinámica extractiva.

Frente a este proceso ¿qué implica la redefinición en la micropolítica, entendiendo por micropolítica los espacios locales, territoriales donde el capital aún no ha avanzado o lo ha hecho de manera parcial?

G: La idea de umbral es sobre todo referida a un margen por el cual una comunidad pasa de una situación de aceptar cierta condición en el ambiente y cierto impacto ambiental a una condición donde los considera intolerables, ya que afectan su salud o porque son negativos para su reproducción.

E: Deja ponerlo más en contexto. Por ejemplo, en el caso de un país que recorta a través de una medida fiscal la subvención, los bonos, etcétera, alimenta un proceso de aún mayor vulnerabilización del territorio, y hace que el sujeto esté en una posición distinta o una simetría distinta con respecto a la relación política con el Estado y la relación política con el capital, ¿crees que el umbral se mueve, permanece, se sostiene o muta?

G: Hay dos procesos en paralelo. Por un lado, es un proceso por el cual el límite del impacto ambiental que se tolera o acepta sube o baja. La tendencia que veo es que en general está bajando en muchos lugares por razones varias, tales como que la gente tiene más acceso a la información y sabe si su suelo está contaminado con plomo, por ejemplo. También sabe si en una comunidad vecina ese mismo tipo de minería contaminó.

Por otro lado, empresas, gobiernos locales, gobiernos nacionales u otros miembros de la comunidad dicen: «Acepte ese impacto, porque a usted lo compensaré». Esa propuesta de compensaciones puede ser rechazada o aceptada. Además se discute qué tipo de compensación es viable o no viable. En este caso, la situación no es tan clara; hay lugares donde el conflicto está centrado en este asunto.

Entonces los umbrales reflejan si se aceptan o no ciertos impactos, y si se reciben o no ciertas compensaciones. Son discusiones que van en paralelo. Algunas comunidades se contentan con recibir dinero, otras dicen «no, no me alcanza el dinero, y quiero que ustedes construyan tal infraestructura», por ejemplo.

Finalmente, otras no aceptan ni las compensaciones ni los impactos.

A mi modo de ver, los extractivismos que van acumulando impactos también cambian el nivel de conocimiento de formación y de organización de las comunidades, y por ello creo que la tendencia es que los umbrales bajan.

E: ¿No habría que considerar acaso también los impactos positivos que se pueden derivar de los extractivismos? Por ejemplo, al fomentar la generación de cadenas de proveedores, al ofrecer puestos de trabajo directos e indirectos, al fomentar inversión en ciencia y tecnología. ¿No cometemos un error si solo valorizamos los costos negativos de los extractivismos, pero no consideramos algunos de sus impactos positivos? Además, los defensores de dichas industrias extractivas, con los que debemos comunicarnos como dices tú, enfatizan estos impactos positivos.

G: Es que si seguimos nuestra definición de extractivismo, concluimos que el extractivismo carece de un impacto positivo. El paquete, es decir, el extractivismo como totalidad, no tiene un impacto positivo. Desde tu mismo razonamiento habría que decir que si bien el reactor de Fukushima estalló, antes de eso también produjo una cantidad de impactos positivos: había desarrollo científico y tecnológico, estaban los trabajadores, la red de proveedores de servicios, etcétera. Pero una vez que estalló, arruinó todo. Si bien el caso es diferente, buena parte de lo que hace el extractivismo es comparable, sobre todo en el caso de la megaminería, cuyos efectos son como amputaciones ecológicas.

Crítica del extractivismo, el desarrollismo y la emergencia de una nueva teoría social en América Latina

E: Eduardo, tienes una gran producción científica vinculada al extractivismo en América Latina, ¿con qué referentes teóricos es posible dialogar en esta aproximación a/desde América Latina? Recordando tus textos, estoy pensando en un acercamiento a teorías más pos y decoloniales, especialmente cuando planteas el concepto de posdesarrollo. Hay un enfoque con respecto al extractivismo que empalma también con la propuesta del colonialismo interno de Aníbal Quijano 5.

Hay un acercamiento a los sujetos o actores a través de cómo internalizan, cómo se apropian del extractivismo, lo cual se vincula con la propuesta de Boaventura de Sousa Santos 6 respecto de la multiplicidad de saberes 7. También hay un enfoque que se concentra en el relato de la modernidad como un discurso hegemónico que también haría pensar una relación con Enrique Dussel 8 en términos de trasmodernidad. ¿Cómo dialoga claramente un enfoque como el extractivismo, que empieza a pensar América Latina como un concepto y como una realidad también total y diferenciada, con sus propias particularidades en la relación sistema-mundo para además tener un rendimiento práctico y político para la construcción de un nuevo escenario? ¿Es un diálogo práctico o un diálogo abstracto todavía?

G: Buenísima la pregunta. Hay un diálogo con muchos de esos autores. En ese diálogo con estos autores voy a hacer la distinción después entre práctico y abstracto. Comenzaré con el diálogo abstracto de «leer al autor». Dialogo con varios de los autores que se han mencionado, como Dussel, Quijano y varios otros más. Ese es el diálogo, digamos, personal, de cuando uno está por ejemplo leyendo un texto. En lo que escribo, no siempre los cito a todos. Por eso me llama la atención que a veces evalúan lo que escribo o digo dependiendo de si cité a «fulano de tal» o porque no está citado «mengano». Entonces a mí me parece importante señalar que hay un diálogo con varios de esos autores y que no necesariamente eso se traduce en una cita. Es más, hay otros que leo, me parecen interesantes, pero como estamos en desacuerdo con su formulación, aunque no con su espíritu crítico, no me parece interesante o relevante criticarlo.
¿Te pongo un ejemplo? A mí me parece que hay un diálogo bien interesante para hacer con [Walter] Mignolo y con [Enrique] Dussel. Me parece que es una lectura interesante Bolívar Echeverría, pero la defensa que hace Echeverría de que puede haber modernidades alternativas no es una línea en que yo me embarcaría a continuar. Por el contrario, creo más bien que hay que salir de la modernidad.
Es así que, pongamos por caso, la ausencia de Echeverría no quiere decir que no sea leído, quiere decir que se puede coincidir en su espíritu de crítica a la modernidad capitalista pero no estamos compartiendo la misma visión de las alternativas. Después hay otro nivel de diálogo con quienes son los compañeros de ruta, donde el diálogo se mezcla con el conocimiento personal y la reflexión compartida en diferentes niveles. Ahí es donde destacaría sobre todo Alberto Acosta en Ecuador, quien fue un buen amigo con el que iniciamos toda la reflexión sobre los extractivismos hace muchos años atrás. En paralelo también quisiera señalar mi amistad y diálogo con Arturo Escobar y Marisol de la Cadena, antropólogos.
Aquella discusión sobre los extractivismos de principios del 2000 no estaba claramente relacionada con los diálogos iniciales con Arturo Escobar, por ejemplo.
En parte eran como dos mundos más o menos separados. Lo que sucedió es que a medida que se avanzaba en la reflexión, las piezas de una línea de trabajo y las piezas de la otra línea comenzaron a coordinarse, a articularse unas con las otras.
Ante los extractivismos se necesitaba una crítica al desarrollo, y nuestra crítica del desarrollo era en parte inspirada por lo que hacía y escribía Arturo [Escobar]. A la vez, la realidad de lo que sucedía en América del Sur obligaba también a decirle a Arturo que él tenía que reformular sus propias críticas al desarrollo, ya que por ejemplo la llegada de los gobiernos progresistas cambió sustancialmente el marco del debate.
En el caso de Alberto Acosta, Arturo Escobar, Marisol de la Cadena y Mario Blaser, también mantenemos un espacio de diálogo que es raro en el mundo académico, que tiene un componente de generosidad y de apertura donde nosotros podemos discutir borradores de ideas, podemos incluso criticarnos y discutirnos desde diferentes abordajes y eso es parte de esa construcción en colectivo y a la vez individual.
E: Me parece que es poco usual encontrar ese nivel de diálogo en la comunidad científica, al que me refiero más como diálogo «práctico» que abstracto.
G: Sí, yo he visto varios colectivos que se llaman a sí mismos «grupos de trabajo» pero realmente no hay un trabajo compartido alrededor de un tema, más allá de reconocer que puede haber diferentes opiniones sobre la misma problemática –lo que no tiene nada de malo–, pero que igualmente se pueden discutir en común. Entonces, por un lado, a veces no se discute en común, porque hay competencia académica, pero por el otro lado hay casos de exageraciones en los que se supone que todos los participantes debemos arribar a conclusiones iguales e idénticas.
E: ¿Es también una consecuencia de «la modernidad» en las ciencias sociales latinoamericanas ese tipo de práctica?
G: Sí, bueno, no solo la modernidad. Me parece que hay un modelo academicista muy basado en el journal en inglés, con alto nivel de impacto, y que eso se está devorando la academia.

Una vez en un taller, discutiendo estos temas, estaban los editores de una de las revistas más prestigiosas de desarrollo rural de América Latina. Uno de ellos me relataba que producto de esta moda academicista del artículo en inglés, con el review y altos índices de impacto, tuvieron que reformular su revista para introducir estos sistemas de arbitraje, evaluación y publicar en inglés. El editor decía que su revista hace diez años atrás publicaba mucho sobre temas de coyuntura, era leída en el país, la usaban los colectivos rurales, las federaciones agrarias, y participaba de un debate público nacional. Ahora, la revista tiene un excelente nivel en el ranking de las publicaciones académicas pero no se la lee. No es que no nos lea nadie, dijo, sino que la lee muy poca gente en el ámbito académico y no tiene impacto político.

E: En ciertos artículos dialogas con la teoría de la dependencia (TD), digamos, de forma crítica con respecto a su legado y a su actualidad. Al revisar, por ejemplo, «Conflicto y extractivismo, conceptos contenido y dinámica» uno está sujeto a pensar que al encontrarse América Latina en una coyuntura política, en una situación geopolítica a nivel regional donde izquierda, derecha o el gobierno de turno está atravesado por este modelo extractivista de dependencia global, de colonialismo externo, etcétera, la teoría de la dependencia sigue teniendo gran vigencia explicativa. Especialmente el caso de conceptos como sobrexplotación o sobrexplotación en el trabajo, también de acumulación por desposesión u originaria, ¿hay procesos en ese sentido, o sea, en esa dirección?
G: Sí, a mí me parece que algunas ideas de algunos autores del gran paquete de la TD, su visión y parte de su crítica son totalmente válidas en cuanto a la dependencia global, y en cuanto a cómo esa articulación global determina cierto tipo de estructura dentro de los países. Ideas que deben ser reformuladas, actualizadas y demás, pero como inicio de ese pensamiento en diálogo crítico con «nuestros propios autores», conceptos como el de colonialismo interno, ideas referidas a la simetría en el comercio global, etcétera, todo ello sigue siendo necesario. Además, lo que más me gusta de toda esa época, de todo ese grupo de gente en esas tres grandes tendencias a su vez dentro de la TD, es que ellos se propusieron «pensar nosotros por ellos mismos». Eso me parece muy válido.

Incluso, por ejemplo, releyendo el clásico libro Dependencia y desarrollo en América Latina 9, cuando lo repaso, me pregunto qué pasaría si ahora esa monografía es sometida a una revista arbitrada. Sospecho que sería rechazada. Es que hay ciertas generalizaciones, manejo de bibliografía, que puede ser cuestionado, etcétera.

Pero de todos modos me parece que aquel espíritu es interesante, y también, de esa época, creo que es muy potente esa práctica que había del ensayo crítico. Se escribían ensayos.

Entonces, volviendo a la pregunta anterior, también la manía de los papers en los journal te fragmenta toda una línea de pensamiento que a veces se exagera para publicar diferentes artículos, porque eso me da más puntaje, cuando todo se podría resumir en un libro o en una monografía.

E: Cuestión que muestra otra cara de la dependencia, ¿no? ¿Cuál es entonces la «novedad» de esta dependencia?

G: Sí, sin duda. Bueno, pasa por la idea de extractivismo, neoextractivismo como concepto de extractivismo progresista. En mi uso, la palabra neoextractivismo fue puesta de manera secundaria para darle agilidad al texto, porque el término en el que pensamos en aquel momento era «extractivismo progresista» en paralelo a los extractivismos conservadores. Entonces, para no repetir extractivismo progresista o porque era muy largo poníamos neoextractivismo [risas]. Esa palabra se popularizó.

Más recientemente la he visto en usos, especialmente desde el inglés y del alemán, que están alejados, incluso, del significado inicial de hace diez años atrás. Por ejemplo, hay quienes piensan que el neoextractivismo es una fase pos o nueva del extractivismo, cuando la discusión a la que se respondía en aquel momento era una coyuntura política muy clara.

En aquel tiempo los gobiernos progresistas decían: «Como nosotros somos de izquierda, no hacemos extractivismo. Lo nuestro no se llama extractivismo». Por lo tanto, la respuesta de reflexión y de práctica desde donde estamos fue decirles: «No, ustedes hacen un extractivismo que es distinto, es un extractivismo progresista».

E: ¿No podría ser una modalidad o una variedad más del extractivismo?

G: Es la definición de extractivismo conservador, que incluye los casos chileno, peruano y colombiano. En Chile hay muchos ejemplos. Por ejemplo, ha habido un intento de reforma de la gestión minera para reducir sus impactos, y eso ha introducido ciertas exigencias para las empresas, incluso fuertes presiones para que desarrollen políticas de responsabilidad social empresarial y demás. Pero en verdad es típica de los extractivismos conservadores la apelación a una gestión de mejor calidad científico-tecnológica y la trasferencia de ciertas políticas de compensación económica que se traducen en lo social. Así, en vez de llevar adelante el gobierno municipal o el gobierno nacional la regulación o la gestión de algunos los impactos socioambientales de la actividad empresarial, se privilegia que lo hagan directamente las propias empresas. Pero eso no cambia para nada la esencia del extractivismo.

También me parece que hay un cambio en la actitud de las grandes empresas. Ustedes ven, por ejemplo, los informes sobre la marcha del sector minero a nivel global, donde parecería que a mediados de los años 2000 las grandes mineras reconocieron que tienen que hacer ciertos cambios de gestión porque llegaron a «un techo en el poder» al ingresar a ciertos países y territorios. Además estas empresas ya introducen como uno de los principales factores de riesgo los conflictos con las comunidades locales. Por otro lado, tener una activa política de responsabilidad social empresarial era mucho más fácil con los altos precios de las commodities, porque el excedente que manejaban las empresas era más alto y les permitía gastar plata en eso. Ahora, tengo mucha curiosidad de ver qué pasa con esas políticas empresariales en la actualidad, en esta época restrictiva. Vemos, por ejemplo, que sobre todo las empresas mineras se están retrayendo, achicando, incluso vendiendo parte de sus activos. Entonces, surge la pregunta ¿qué capacidad tienen para mantener esos programas de responsabilidad social en contextos más restrictivos?

E: Tomando justamente esa pregunta, tú mencionaste en tu conferencia de hoy los temas de la compensación y de la corrupción. No sé si cabe ponerlo en una especie de continuo, pero te voy a nombrar otros temas, como la figura del lobby y las políticas de responsabilidad social. Todas ellas –políticas de responsabilidad empresarial, compensación, lobby e incluso corrupción– tienen que ver con maneras de negociación de los impactos con las comunidades, con los entornos, y también con tratar de mover esos umbrales, de modificarlos. La pregunta fundamental es ¿crees tú que estos fenómenos pueden ser comprendidos como constitutivos de una misma operación fundamental?

G: No, una operación no. Me parece que son distintos factores moviéndose, pues no creo que estén organizados.

E: Aun así hay algunos autores que han llamado posextractivismo a este modelo que busca la dinámica de compensación, de gestión, de manejo sustentable, responsabilidad social, «gobernanza», etcétera.

G: Sigue siendo extractivismo, como decía anteriormente.

E: En tu texto «El postdesarrollo como crítica y el buen vivir como alternativa» 10, hay una parte donde hablas de los «modos de pensar el desarrollo» y actuar en su nombre. Así es como identificas su forma de saber, sistemas de poder, formas de subjetivación y régimen de representación. A partir de estos cuatro elementos, las empresas empiezan a tener otro enfoque en términos de gubernamentalidad dentro de los espacios territoriales. ¿Qué es lo nuevo en esta dinámica de expansión del capital?

G: Creo que la empresas son consecuencia de eso. Me parece que esto no solo lo generan las empresas, lo generan múltiples actores en múltiples niveles a la vez.

E: ¿En qué actores estás pensando? ¿En el Estado… ?

G: Sí, y en los políticos, la academia también. Una de las consecuencias de esta articulación de este conjunto heterogéneo de actores es este tipo de empresa que desempeña actividades extractivas. Si tú dices «esto lo crean las empresas» es como si consideraras que las empresas son un actor privilegiado, que crean el tipo de gubernamentalidad que permite esa modalidad de desarrollo. Pero la idea de gubernamentalidad o de régimen de saber es mucho más profunda que la organización de la empresa. Para expresar esa profundidad a veces utilizo la palabra cultura. Pero no es el mejor término. Por eso se usa a veces el concepto ideología, pero también tiene sus limitaciones. Por ejemplo, en el uso tradicional la palabra ideología termina siempre pensada como ideología política partidaria.

Cuando utilizamos la palabra cultura, que me parece que tiene la ventaja de ser más abarcadora, debemos admitir que su uso tiene un problema. La concepción pluralista de cultura (es decir, de culturas en plural, que es más adecuada que una visión de cultura en singular) no asegura una adecuada comprensión de su relación con la naturaleza.

Quienes aceptan esa pluralidad de culturas también se equivocan cuando tienen como referencia una única naturaleza, concebida como una entidad científicamente descriptible y objetiva en sí misma. Sin embargo, en la realidad cuando vamos a lugares concretos, por ejemplo, a diferentes territorios y comunidades en América del Sur, encontramos que hay concepciones de culturas en plural que van englobadas, atadas, articuladas con concepciones de naturaleza también distintas. Son paquetes asociados.

Entonces, para incluir esa diversidad en concepciones de naturaleza y culturas la palabra que hay ahora, en una cierta definición de ella, es ontología. Este término, ontología, describe la cultura y la naturaleza a la vez, y por eso en los últimos años paulatinamente he ido usando más la palabra ontología, la que no siempre es fácil de explicar en una conferencia o en un taller. Por ejemplo, cuando hacemos talleres con organizaciones locales o grupos indígenas, frecuentemente usamos como sucedáneo la idea de «territorios del saber y del sentir», pues eso ellos lo entienden. Y los talleres son fructíferos, funcionan porque entienden que hay un espacio propio que es del saber y del sentido. Entonces, no es porque usemos la palabra ontología que estamos hablando de lo mismo, al igual que cuando se habla del concepto de territorio, del saber y del sentido.

E: Me parece muy interesante este tránsito desde el uso de categorías más materialistas, ancladas en ciertas versiones del marxismo, que son articuladas con otras categorías que forman parte de este nuevo giro ontológico en la teoría social. Uno ve algo similar también en Quijano 11.

G: Sí, sí, tal cual.

E: ¿Cómo evalúas ese tránsito en el pensamiento latinoamericano contemporáneo, visible tanto en tu caso como en el de Aníbal Quijano, por nombrar solo dos casos?

G: A mí me parece que es un tránsito que aprendí a los golpes, por medio del trabajo en algunos lugares concretos y con alguna gente de grupos locales donde la aproximación convencional no funciona. Es decir, la aproximación convencional no recoge y no permite un diálogo con lo que está pasando en algunos sitios.

Además, las visiones convencionales tampoco son capaces de ofrecer propuestas alternativas al desarrollo. No funcionan, por ejemplo, para salir del extractivismo.

El extractivismo tiene una fuerte base cultural que le permite reproducirse en el tiempo, y que es común tanto a sus versiones progresista como conservadora. Los problemas del extractivismo no se corrigen solo con una reforma tributaria o una reforma de la propiedad de los recursos. Hay que atacar esas otras concepciones más profundas que le subyacen.

Tampoco esto quiere decir regresar a un indigenismo, porque el que de verdad hace trabajo con esas comunidades ve que en las comunidades indígenas hay mucha pluralidad también, hay muchos problemas. Por ejemplo, un problema repetido en muchas comunidades indígenas o campesinas es el machismo. Entonces ellos también necesitan un diálogo con todos los diálogos feministas, especialmente con las ecofeministas. Es una tarea de aprendizaje, de diálogo y cambio de todos, y de todo a la vez.

E: Hasta qué punto hay, o puede haber, riesgo de romantizar ciertas formas de pensamiento como el indigenismo.

G: Pero no tiene nada malo. ¿Por qué se usa romantizar en un sentido negativo?

E: Cierto. Ahora yo lo estoy utilizando en ese sentido negativo para especificar una forma de comprender la realidad de manera mistificada. Tal vez habría que decir mitologizar ciertas formas de pensamiento.

G: Está bien, entiendo. Pero para escarbar en el problema, los defensores del desarrollo son los más románticos de todos, porque te lo presentan como maravilloso, y si admiten un problema es porque alguien lo aplicó mal. Entonces tampoco hay que tenerle miedo a romantizar ciertas ideas para poder hacer una ruptura con el mito del desarrollo. Tenemos que dialogar y convencer a amplias mayorías, eso es parte de esa tarea. Tiene que haber un sentido en ello, que las personas vean esa alternativa no solo como potencialmente posible, sino también como más querible. La salida de una alternativa no va a ser racional, no va a ser una ecuación matemática. Va a ser una cuestión muy enfocada, enraizada y articulada con emociones y sensibilidades de querer cambiar. Las transiciones operan sobre las ontologías.

E: Muchas de las categorías que estás utilizando, pero además tu lógica explicativa, tienen cierta resonancia con el pensamiento gramsciano. Te refieres a la cultura, a ir ganando posiciones en la sociedad, a la necesidad de persuadir a grandes mayorías, y al desafío que implica este proceso, que debe ser no solo racional sino sobre todo emocional. ¿Hay tal influencia?

G: No lo sé. Me da miedo discutir frente a autores marxistas porque siempre hay mucha gente que sabe más que yo de eso. Me parece que esa discusión, académica, de si tal autor marxista dijo tal cosa o tal otra, o si quería decir lo opuesto, no es conveniente para mis intereses.

E: Lo entiendo. Pero cuando tú afirmas que la solución no es una solución de «una ecuación,» no es una «solución racional», sino que esta necesidad de hacer grandes cambios para hacerse efectiva debe apelar a los sentimientos, debe apelar al convencimiento de grandes masas, ¿no estás acaso pensando en política y en hegemonía?

G: Sí, es así. Pero la discusión, por englobar la dimensión ambiental, impone diferencias importantes con toda la tradición marxista. Aún con aquellos que reivindican una lectura de un marxismo ecológico. Porque de todas maneras, lo que encontramos en el marxismo convencional es una reivindicación de las ideas de progreso materialista. Hay sobre todo un énfasis del ser humano como único sujeto capaz de asignar valor. En cambio, si nosotros estamos ahora defendiendo los derechos de la naturaleza, entonces reconocemos que hay «sujetos no humanos».

Esa es una ruptura importante con las versiones marxistas, al menos con aquellas definidas de manera más estricta o dogmática.

Dicho esto, hay en la tradición que podríamos llamar marxiana importantes reivindicaciones para esta crítica, que es a la vez social y ambiental. Por ejemplo, lo que mencionaba hoy, el uso que nosotros hacemos en la categoría de excedente, que está basada sobre todo en Paul Baran que es una relectura de la idea de renta de Marx 12. O la introducción del concepto de «modos de apropiación» hermanado con el de «modos de producción», que es también una lectura marxiana. Entonces ahí hay muchos componentes que podemos utilizar de una forma creativa para la discusión actual.

E: Me ha llamado la atención tu énfasis en la cultura, el espacio simbólico, y tu afirmación de que tenemos la necesidad de dialogar más con sociólogos y filósofos, pues como dijiste en tu presentación de hoy las respuestas a los problemas del desarrollo no parecen tenerlas los economistas ni están en la economía como disciplina. Si eso es cierto, en el actual contexto latinoamericano, ¿cuál es el tipo de teoría del desarrollo que estamos necesitando? O dicho de otro modo ¿qué tipo de teoría necesitamos para enfrentar la actual coyuntura?

G: Hay que reconocer varios problemas en la elaboración teórica, solo voy a mencionar algunos destacados. Primero, en la discusión sudamericana sigue habiendo una fuerte dependencia del entramado teórico y conceptual que se origina en los centros académicos globalizados, especialmente del norte. No me refiero solo a un norte geográfico, porque muchas veces uno lo encuentra en las más grandes universidades de Santiago de Chile, en Buenos Aires, o en Sao Paulo y se reproduce un marco teórico y un tipo de reflexión análogos o similar al que uno encontraría en las grandes universidades de los Estados Unidos de Norteamérica o de la Europa continental.

Nosotros tenemos que recuperar una forma nuestra de hacer teoría. Eso tiene algunas ventajas y algunos riesgos. Cuando me refiero a una nueva forma de hacer teoría no quiero decir que esta no debe ser rigurosa. Tiene que ser rigurosa, muy rigurosa, y también más rigurosa que la teoría convencional porque debe lidiar contra ella.

También reconozco que hay teorizaciones que yo «acompaño en espíritu»; comparto el mensaje que tratan de promover y su reflexión o la reflexión que tratan de desencadenar. Pero que lamentablemente carecen de rigurosidad.

Segundo, esa reflexión de tono sudamericano no quiere decir que sea aislada de los debates internacionales. Por el contrario, debe recuperar los debates internacionales en aquello que nos interesa, aquello que nos parece importante para nuestra tarea de reflexión y las prácticas que nos rodean.

Tercero, me parece que es muy necesario redescubrir o repensar lo que se ha escrito, lo que se ha conceptualizado en nuestra propia región. Por ejemplo, muchas veces encuentro artículos de jóvenes latinoamericanos, que invocan una idea que ya la había dicho algún otro latinoamericano en los años treinta, cuarenta o cincuenta, sin embargo, prefieren citar a un autor estadounidense o francés, y mejor si lo citan en una lengua extranjera. Me parece que falta una reconstrucción de algo así como nuestra propia historia de las ideas para que sean visibles y para que participen en un diálogo con otros entramados teóricos.

Cuarto, estimo que tenemos que repensar qué quiere decir teoría crítica hoy, en el sentido de qué es lo crítico y cuáles son las especificidades de América Latina para que se dé un abordaje crítico diferente de, por ejemplo, Europa, Norteamérica o Asia.

Para mí esos componentes de la actual teoría crítica latinoamericana requieren algunas inflexiones muy importantes. Primero, nosotros tenemos una particular historia que no se repite en otras regiones. Hay que tener en cuenta esa herencia histórica que mezcla lo indígena y lo colonial, la imitación y lo original. Segundo, cualquier reflexión de una teoría crítica tiene que contener un componente ambiental. No olvidemos que estamos en América Latina, que es uno de los grandes reservorios de biodiversidad que aún persisten en el planeta. Entonces necesariamente tiene que haber un componente de esa cuestión ecológica. Tercero, vinculado a la recuperación de nuestras propias escuelas, me parece que una reflexión crítica siempre tiene que estar también articulada, a veces más, a veces puede ser menos, pero tiene que estar vinculada a los aconteceres reales de la gente real, con prácticas concretas. Considero muy importante la tradición sudamericana sobre la investigación participante y la investigación acción participante que por alguna razón ha quedado en desuso en los últimos años en varios lugares. En mis investigaciones, muchas de las preguntas parten de lo que veo en diferentes lugares e intentan responder a las preguntas que provienen de esos lugares.

Por lo tanto, necesitamos una teoría crítica que sea enraizada en lo ecológico, en la historia y la cultura, que sea latinoamericana, que sea rigurosa y que también sea independiente. Ese sería mi último punto en esta reflexión, porque si bien los gobiernos progresistas han tenido muchas ventajas, también han generado un efecto extraño en algunas comunidades científicas en que han terminado con una adhesión casi acrítica de lo que han hecho los progresismos. Es una postura con muchas incapacidades para analizarlas en forma independiente, y eso le ha hecho mal a la propia expresión política del progresismo porque no ha recibido a tiempo la crítica que era necesaria para que se reformulara.

Un síntoma de un bienvenido cambio es que este tipo de pregunta que me acabas de hacer antes no era frecuente pero en el último año me la han hecho varias personas.

E: Ese es un síntoma.

G: A mí me parece un supersíntoma, superbueno. Son preguntas que hace gente joven.

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Notas

1. Eduardo Gudynas, «Estado compensador y nuevos extractivismos. Las ambivalencias del progresismo sudamericano», Nueva Sociedad 237 (2012): 128-146.

2. N. de los E.: el término glocal es un neologismo con el que se describen fenómenos que presentan consideraciones de escala tanto global como local. Bob Jessop en «Reflections on the (Il)Logics of Globalization», en Globalization and the Asia Pacific: Contested Territories , ed. K. Olds et al. (Londres: Routledge, 1999), 19-38, se refiere a la glocalización como una estrategia de las firmas para obtener beneficios a nivel global de características y diferencias situadas localmente. Erik Swyngedouw en «Territorial Organization and the Space/Technology Nexus», Transactions of the Institute of British Geographers 17, no. 4 (1992): 417-433, enfatiza procesos de escala global como la acumulación y expansión del capital y su control sobre el espacio, y las reestructuraciones territoriales que implican a escala local estos fenómenos Globales

3. N. de los E.: Gudynas usa transiciones entre comillas para referirse a un concepto específico en el marco de su teoría posdesarrollista. Transiciones se refiere al diseño de estrategias para salir del extractivismo por medio de procesos de construcción social de aprendizajes situados en contextos históricos concretos. Así, las salidas del extractivismo serán comprendidas como procesos en construcción, en los que tienen lugar ensayos, errores y un aprendizaje de sus posibilidades y límites. Ver Gudynas, Eduardo «Más allá del nuevo extractivismo: transiciones sostenibles y alternativas al desarrollo», en El desarrollo en cuestión. Reflexiones desde América Latina, coord. Fernanda Wanderley (La Paz: cides / umsa, 2011), 379- 410.

4. Eduardo Gudynas, «Conflicto y extractivismo. Conceptos contenidos y dinámicas», Decursos 27-28 (2014): 79-115.

5. Anibal Quijano, «Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina», en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, comp. E. Lander (Buenos Aires: clacso, 2000), 201-246.

6. Boaventura de Sousa Santos, Descolonizar el saber (Montevideo: Ediciones Trilce Extensión Universitaria, Universidad de la República, 2010).

7. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de la razón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia. (Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer, 2000) y «Epistemologías del Sur», Utopía y raxis Latinoamericana 16, no. 54 (2011): 17-39.

8. Enrique Dussel, Transmodernidad e interculturalidad. Interpretación desde la filosofía de la liberación (Ciudad de México: uam-Iz., 2005).

9. Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 1977).

10. Eduardo Gudynas, «El postdesarrollo como crítica y el buen vivir como alternativa», en Buena vida, buen vivir: imaginarios alternativos para el bien común de la humanidad, comp. Gian Carlo Delgado (Ciudad de México: ceiich, unam, 2014), 61-95.

11. Aníbal Quijano, «Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina», 201-246 y «Colonialidad del poder y clasificación social», Journal of World-Systems Research, Special Issue: Festschrift for Immanuel Wallerstein – Part I 4, no. 2 (2000): 342-386.

12. Véase Paul Baran, «Economic Progress and Economic Surplus», Science and Society 17 (1953): 289-317 y La economía política del crecimiento (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1975), y de Karl Marx, Teorías sobre la plusvalía (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1987) y El capital. Crítica de la economía política (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1995).

Hernán Cuevas Valenzuela es investigador en la Universidad de chile, y Dasten Julián Vejar es profesor investigador en la Universidad católica de Temuco. La entrevista fue publicada en la revista Pléyade, Chile, No 18.

Fuente de la Entrevista:

https://www.aporrea.org/actualidad/n306078.html

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