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Casa-Residencia Artística Gusanos de la Memoria

Inician la construcción de la “Casa-Residencia Artística Gusanos de la Memoria” en La Montaña, Guerrero, espacio que busca generar diálogo entre intelectuales y comunidades indígenas de la zona

Gusanos de la Memoria

www.gusanosdelamemoria.org

Malinaltepec, Guerrero, Mx., 23 de enero 2024. – Con la finalidad de crear un puente entre artistas, intelectuales, investigadores y las comunidades de la zona de La Montaña de Guerrero, la organización Gusanos de La Memoria A.C. inició la construcción de un espacio que servirá como residencia artística donde se impartirán talleres e intercambios de saberes con las juventudes e infancias de esta región, donde se concentra la mayor parte de la población indígena del estado de Guerrero.

El proyecto se anuncia como un espacio que funcionará como Residencia Artística, con la que se busca reforzar el trabajo en las comunidades de la Montaña de Guerrero. La “Casa-residencia Artística Gusanos de la Memoria” se ubicará en la comunidad de Llano de Heno, en el municipio de Malinaltepec, y será un lugar para hospedar artistas, creadores e investigadores de distintas disciplinas, quienes podrán impartir talleres o diferentes intercambios de saberes en torno a la literatura, música, fotografía, pintura, teatro, filosofías, entre otros. Y trabajarán principalmente con jóvenes e infancias de las comunidades cercanas.

Este proyecto tiene como objetivo fortalecer los conocimientos e incentivar a los jóvenes y niñes para que se acerquen, experimenten y aprendan desde diversas materias y les permitan expresarse a través del arte, el idioma propio, la filosofía y otros saberes. Esto en diálogo con artistas y pensadores de amplia y consolidada trayectoria en México y el extranjero. También se impartirán talleres sobre identidad, filosofía, historia, lengua y escritura propia y se mantendrá abierta para trabajar otros temas de relevancia para las comunidades.

Gusanos de la Memoria A.C. aprovecha este boletín para agradecer a la comunidad de Llano de Heno, por su confianza para realizar esta idea; a las autoridades de Bienes Comunales de Malinaltepec, por la donación de piedras y arena; a Cooperación Comunitaria ONG por su asesoría arquitectónica; y a NDNCollective por la Beca Imaginación Radical.

Fuente de la información e imagen:  https://www.tlachinollan.org

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Violencia y trabajo infantil en la Montaña

Por: Tlachinollan

 

El trabajo de niñas y niños en México se ha extendido entre las familias pobres, cuyos padres y madres no cuentan con un ingreso seguro y con lo poco que ganan sería imposible atender las necesidades más apremiantes de sus hijos. Además de que la canasta básica se ha tornado inalcanzable para millones de familias pobres, los niños y niñas no asisten a la escuela por onerosa que se ha vuelto la educación pública y porque tienen que dedicar parte del día a realizar algún trabajo que les dé la oportunidad de obtener un ingreso.

De acuerdo con el último reporte del INEGI hay alrededor de 3.3 millones de niñas y niños involucrados en algún trabajo, lo cual representa el 11.5 por ciento de la población de entre 5 y 17 años. Un gran número de niñas y niños no sólo enfrentan el flagelo de la pobreza que por varias generaciones se ha reproducido ante la imposibilidad de romper con este círculo de la exclusión social, sino que muchas de ellas son víctimas de la violencia familiar y delincuencial.

Hemos documentado casos graves de niñas que se encuentran en total indefensión y que luchan a brazo partido para no sucumbir ante la tragedia familiar. Cinco niñas del municipio de Alpoyeca quedaron huérfanas de madre a causa de la violencia del padrastro que fue el autor del feminicidio. Ninguna autoridad las auxilió y el Ministerio Público las revictimizó. Las obligaron a declarar cuando ellas no estaban en condiciones de hacerlo. Las cuatro niñas menores se refugiaron con la hermana mayor que estudiaba el bachillerato. El mundo se les vino encima porque no encontraron redes de apoyo familiar que las cobijara y les brindara la ayuda necesaria para enfrentar esta trágica muerte de su madre. Las cinco niñas que antes habían acompañado a su mamá para trabajar como jornaleras agrícolas en el estado de Sinaloa, y que los sueldos de tres menores y la mamá les permitieron levantar su casa, se vieron obligadas vender memelas y atole. De manera esporádica las hermanas mayores han trabajado en las casas como empleadas del hogar. Han pasado cinco años del feminicidio de su madre y las cinco niñas se han sobrepuesto para sostenerse con las diferentes actividades que realizan. Las hermanas mayores ya no pudieron continuar sus estudios y decidieron trabajar para asegurar que sus dos hermanitas puedan asistirá la escuela.

Dos niñas me’phaa de Juanacatlán, municipio de Metlatónoc, no sólo vivieron la agresión sexual de su propio padre, sino que tuvieron que desplazarse del domicilio donde vivían porque los abuelos paternos las echaron de la casa. No les permitieron sacar sus cosas, ni la carcacha que habían logrado comprar de los ahorros de la mamá que vende tostadas. Tuvieron que refugiarse en una comunidad de la Montaña para evitar que algún familiar del padre las amenazara o las agrediera. Su mamá desde que tuvo conocimiento de que su esposo abusaba sexualmente de sus dos menores hijas se armó de valor para denunciarlo, asumiendo las consecuencias de lo que implicaría esta denuncia.

Fue muy difícil para la mamá de las niñas encontrar un lugar para vivir, sobre todo, rentar una casa donde pudieran rehacer su vida. Actualmente las niñas tienen que ayudar a su mamá para sobrevivir. Le ayudan a elaborar las tortillas, las ponen en el comal, después las secan al sol para que queden doradas y puedan venderlas como tostadas. Su mamá las guisa en aceite y las deja escurrir varias horas para que sus pequeñas hijas se encarguen de empaquetarlas y salir a las calles a venderlas. En un principio intentó venderlas en el mercado, sin embargo, no le convino porque la competencia era desleal y una docena la tenía que vender a 15 pesos para que los clientes se animaran a comprarla. Salía perdiendo porque no le alcanzaba para costear el aceite que utiliza. No tuvo otra opción que empezar a vender casa por casa. Desde hace dos años ha encontrado personas que le compran semanalmente 300 tostadas, sin embargo, sus ganancias son de 300 pesos al día, por eso sus hijas le ayudan con otros trabajos para completar los gastos de comida de la casa que ascienden a 600 pesos por semana. La hija mayor aprendió a elaborar pulseras de hilo y chaquira y las logra vender en la escuela Sor Juana Inés de la Cruz. Hay días que vende tres o cuatro pulseras por 35 pesos. Este dinero le alcanza para comprar un cono de huevo o dos bolsas de frijol para comer. La segunda hija le ayuda a vender bolis en la escuela Felipe Ángeles Ramírez, donde ha logrado tener varias amigas. Diariamente carga con su cubeta para llevar los bolis que ahora con el calor vende todos. Por su parte, su mamá les ha enseñado a elaborar canastitas y bolsas de palma, que logró aprender en las comunidades nahuas de Tixtla. Estas artesanías son baratas y accesibles para incrementar un poco su ingreso. El gran logro de su mamá es que animó a sus hijas a que continuaran sus estudios que a pesar de las precariedades han sabido organizarse para trabajar y estudiar. Su mayor sueño es que sus hijas no vuelvan a ser víctimas de la violencia y que encuentren en la escuela el modo más seguro para enfrentar este trauma y encontrar en la educación un camino más seguro para fortalecer su espíritu y seguir el ejemplo de su mamá para no permitir que nadie más atente contra su dignidad.

Lucino, un niño me’phaa de 12 años, que vive con su mamá y su abuela, junto con su hermano Braulio de 10 años y otro hermano menor han tenido que soportar el desprecio de su padre. Es muy común en la Montaña que los papás abandonan a sus parejas, sobre todo cuando saben que están embarazadas. La historia se repite, el papá no los quiso reconocerlos como sus hijos y dejó abandonada a su madre. La mayor desilusión de los tres hijos es ver a su padre alcoholizado negándoles cualquier apoyo con el argumento de que no tiene dinero.

Ante la irresponsabilidad del papá, Lucino empezó a trabajar como peón desde que tenía 9 años para ganar 50 pesos al día y compartir con su abuela y su mamá ese precario ingreso. Fue un ejemplo para la familia porque continuó estudiando la secundaria y con el poco dinero que gana le ayuda a su hermano Braulio para que pueda terminar la primaria.

Desde pequeños salieron a trabajar en el campo con su mamá. Iban a comunidades de la misma región de la Montaña. Se han alquilado para chaponear y pizcar. Salen en temporada de lluvia que es cuando logran conseguir trabajo. Poco dinero logra juntar, y sólo les alcanza para comer y comprar algunos útiles de la escuela. A veces se dan el lujo de comprarse algunos huaraches. Regularmente la gente les regala ropa porque ven que por más que trabajen los niños no mejora su situación económica. En ocasiones se levantan a las 6 de la mañana para cortar leña. Les alcanza para comer una tortilla que remojan con una taza de té. Así se van al cerro con un burro prestado y cuando no consiguen trabajo, la leña que cortan la venden en las casas para tener algún recurso extra. También van a cuidar sus cinco chivos que con mucho trabajo han criado para que cuando ocurra una enfermedad puedan venderlos. Todo el tiempo están pendientes de los trabajos que salen, por eso siempre cargan un garabato cada quien porque en cualquier momento los pueden llamar para trabajar.

Su situación empeoró porque hace unos meses a su mamá le detectaron un cáncer cérvico uterino. Hace más de un mes Braulio acompañó a su mamá al hospital de Acapulco para que le den el tratamiento que requiere. El viaje y la atención médica tienen un alto costo. Para las familias pobres de Guerrero no existen los servicios médicos gratuitos, por eso Braulio tuvo que conseguir 20 mil pesos con un familiar. Se echó a cuestas una deuda que no saben en cuánto tiempo va a cubrir, pero el amor por su madre puede más que cualquier sacrificio para luchar por su salud. En la casa materna se quedaron Lucino y su hermano el más pequeño. Ahora ellos hacen el trabajo de Braulio. En la mañana y en la tarde muelen con un molino de mano el nixtamal para hacer tortillas. En algunas ocasiones su tía visita a su abuelita que desde hace años no camina. Los nietos ya aprendieron a darle de comer y atender sus necesidades fisiológicas. Además de trabajar también son los que cuidan a su abuela.

El niño Lucino, como centenares de niños y niñas de la Montaña no sólo tiene que trabajar en el campo y en las calles para recibir un ingreso que mitigue el hambre de su familia, sino que es víctima de la violencia que se expande en las comunidades y que se reproduce en el ámbito familiar. Las autoridades de los tres niveles de gobierno se han desentendido de esta violencia y son cómplices de la tragedia que padece la niñez indígena. Los han dejado en el olvido como si se tratara de personas sin derechos. La niñez indígena es víctima del racismo institucionalizado. En este gobierno que supuestamente les da prioridad a las familias pobres, las autoridades educativas del Estado son un ejemplo claro de la demagogia en que han caído al negarles a las madres y padres de familia el derecho a tener un maestro o maestra en sus comunidades. Es inconcebible que se escuden en la falta de presupuesto y que condenen como han hecho los demás gobiernos corruptos y mestizos a la niñez indígena ser parte de la población analfabeta que padece los estragos del desempleo y del desprecio de los políticos y patrones.

El actual gobierno de Evelyn Salgado no ha emprendido acciones de gran calado para proteger a la niñez indígena, para garantizar la educación básica, para crear un entorno seguro en las comunidades donde viven.

La niñez indígena no sólo crece en la orfandad institucional, sino que padece la violencia de un gobierno racista que les niega a los niños y niñas el derecho a soñar un mundo donde reine la magia, el encanto, el juego y la felicidad tan ausente en la Montaña de Guerrero.

Fuente de la información e imagen:  Tlachinollan

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México|- El Charco: violencia sin límites

Por: Tlachinollan

 

Desde el momento en que el ejército fue informado por personas infiltradas dentro de las comunidades indígenas, que en El Charco se realizaba una reunión con autoridades de varias localidades y que en ella participaban personas de un grupo guerrillero, los mandos militares planearon la masacre en la madrugada del 7 de junio de 1998. Este proceso organizativo era impulsado por varios promotores comunitarios que se encargaban de atender a los enfermos, a los niños y niñas que no estudiaban y a las mismas mujeres monolingües que padecían el maltrato de la población mestiza, cuando bajaban a la cabecera municipal de Ayutla de los Libres. La geografía agreste fue el terreno propicio para promover entre las comunidades indígenas la organización de los pueblos con el fin de luchar contra el yugo opresor de los caciques y enarbolar sus derechos para enfrentar la violencia del Estado.

Los jefes militares de Cruz Grande y Acapulco pusieron en marcha la maquinaria de la guerra. Cerca de 300 militares llegaron a la cabecera municipal de Ayutla y emprendieron la marcha con Hummer y Torton bien apertrechados. Subieron para hacer la guerra, para destruir al enemigo, para masacrar a los indígenas que se encontraban en la escuela primaria Caritino Maldonado. Los camiones llegaron hasta Ocote Amarillo, desde ese lugar se distribuyeron para rodear la comunidad de El Charco y cercar la escuela. Constataron que no había guardias que resguardaran el lugar de la reunión. Se apostaron en diferentes frentes. Con megáfono en mano se escuchó el grito de un militar que iba al frente de la tropa “salgan perros, muertos de hambre”. En ese momento rafaguearon los salones de clase. También tiraron algunas bombas. Al no tener respuesta, el militar engallado volvió a gritar “salgan perros, entreguen las armas”. Continuaron los disparos, mientras tanto la gente que dormía en los salones de clase trató de colocarse en los rincones para librar las balas. Una de las autoridades se animó a gritar “¡no tiren por favor, nosotros estamos desarmados!”. Las ráfagas continuaron. Conforme pasaba el tiempo los disparos fueron más esporádicos. Fue una trágica noche en la que había personas heridas y algunas habían muerto. Tuvieron que esperar a que amaneciera para salir de los salones con las manos en alto. Varios de ellos se arrastraban y se sobreponían a las heridas por las que desangraban y perdían fuerza. Los concentraron en la cancha y los obligaron a que se tiraran para someterlos y dar el tiro de gracia a varios de los que estaban heridos.

El testimonio de una de las viudas nos relata que su esposo era una de las personas que estaban heridas, con dificultades caminaban. Esto no les importó a los militares, más bien recibió más golpes para demostrar su poder. A pesar de que se encontraba sometido, trataba de defenderse y de no arredrarse ante el enemigo. Al demostrar que estaba dispuesto a todo, un militar le dio el tiro de gracia en la cabeza.

En esa mañana su esposa había quedado de salir a las 5 horas junto con otros compañeros para participar en la reunión de El Charco. Uno de los responsables de la brigada ya sabía que el Ejército tenía rodeado a la gente que se encontraba en la escuela Caritino Maldonado. A pesar de la noticia emprendieron la marcha, sin embargo, no pudieron avanzar porque un camión del Ejército se encontraba atravesado en el camino de terracería que va hacia El Charco. La esposa junto con la suegra pidió a los militares que las dejaran pasar. No sólo las intimidaron con las armas, sino que las obligaron a que se regresaran. Uno de los militares les gritó “no tienen nada que hacer allá. Es mejor que se vayan”. Era imposible pasar, había más de 50 militares bien armados y algunos helicópteros volaban en la ruta hacia El Charco. Desde esa mañana del 7 de junio las viudas de El Charco padecen los estragos de la masacre perpetrada cobardemente por el Ejército. Las autoridades civiles de los tres niveles de gobierno permitieron que el Ejército tomara el control de la comunidad y utilizara toda su fuerza para ejecutar arbitrariamente a 10 indígenas y un estudiante que pernoctaban en los salones de la escuela Caritino Maldonado. Consumaron una masacre para causar terror entre la población civil, para demostrar el poder destructor del Ejército contra la población indígena que se organiza y se defiende de la violencia institucionalizada.

Las autoridades civiles justificaron esta masacre con el pretexto de que en la reunión habían llegado integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) que promovían la lucha armada entre las comunidades pobres, atentando contra el estado de derecho. La presencia del nuevo grupo guerrillero en esta comunidad puso en marcha la estrategia guerrerista de un Ejército que trata como enemigos a la población civil y que usa la fuerza letal para supuestamente ser garante del orden y la paz de un sistema que protege a los violadores de derechos humanos.

A las viudas no les permitieron ver a sus esposos que se llevaron en helicóptero. Se ensañaron contra ellas al negarle cualquier información sobre el paradero de los cuerpos. Recibieron amenazas de que las iban a detener por ser cómplices del grupo armado. Resistieron los malos tratos, las vueltas de Ayutla a Acapulco, los engaños y las burlas de las autoridades municipales, con tal de que les entregaran a sus esposos. Una de las viudas, al identificar el cuerpo de su esposo vio que le habían quebrado las dos piernas y los dos brazos. Sostiene que le dieron el tiro de gracia porque su cabeza estaba totalmente destruida. Estas muertes violentas protagonizadas por el Ejército nunca han sido investigadas por los Ministerios Públicos, por el contrario, todos los aparatos del Estado se encargaron de protegerlos y, más bien, reconocieron su valor por haber descubierto y enfrentado al nuevo grupo guerrillero. A ninguna autoridad le interesó atender a las víctimas, tanto a las esposas de los asesinados como a los 22 detenidos que fueron torturados en el 48 batallón de infantería, en Cruz Grande y en la IX Región Militar de Acapulco. Fueron muy conocidos los casos de la estudiante Erika Zamora y del activista de derechos humanos Efrén Cortés, por el ensañamiento que hubo por parte de los militares por asumir la causa de los indígenas.

La masacre de El Charco es una herida que sigue sangrando no sólo en los hogares de los indígenas caídos, sino en todas las comunidades na savi y me’phaa de Ayutla de los Libres sumidas en la miseria y cuyos hijos crecieron con el trauma de la tragedia que los ha marcado para toda su vida, dejando profundas consecuencias en su salud física y mental. A 25 años de la masacre no hay alguna investigación que señale a los militares como los autores materiales de las ejecuciones extrajudiciales contra 11 indígenas; por la tortura aplicada a 22 de los detenidos y los cateos ilegales que realizaron en las precarias viviendas de los indígenas ejecutados y torturados.

Este clima de impunidad que persiste en las instituciones que investigan delitos cometidos por el Ejército ha propiciado graves violaciones a los derechos humanos como las ejecuciones arbitrarias, las torturas y desapariciones forzadas de personas. La violencia castrense destruyó la unidad familiar y las redes de solidaridad entre las comunidades; incrementó la violencia y el desorden y profundizó la pobreza, la desigualdad y la injusticia social. Esta masacre incubó la violencia intracomunitaria, desarticulando todos los procesos organizativos y desencadenando una guerra que se focalizó contra los líderes comunitarios, quienes de manera selectiva fueron asesinados.

El caso de la masacre de El Charco se encuentra en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) esperando el informe de fondo. En estos cinco años el gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador se ha desentendido de estos hechos atroces que han lastimado la vida y la dignidad de las familias indígenas de Ayutla de los Libres. Varias viudas y sobrevivientes han muerto, y durante este tiempo ninguna autoridad se ha interesado en defender su causa, más bien, siguen olvidadas e invisibilizadas. Son víctimas del racismo y los atracos de las autoridades que abusan de su estado de indefensión.

Las viudas de El Charco son mujeres indígenas honorables con mucha dignidad. Poseen una gran fortaleza espiritual y tienen la fuerza y capacidad para resistir las penurias y mantenerse firmes en su exigencia de justicia.  Han demandado que el gobierno mexicano castigue a los militares por estas atrocidades y que repare de manera integral los daños ocasionados que se han materializado en analfabetismo, desnutrición, enfermedades curables, viviendas derruidas, siembras de hambre, caminos destrozados, violencia delincuencial, trabajo no remunerado, racismo y olvido secular.

Las viudas de El Charco son la dignidad sufriente de un pueblo combativo. Los rostros de las mujeres que sufren, pero que tienen un corazón inquebrantable. Con sus faldas coloridas y sus blusas bordadas escalan las montañas con sus pies desnudos, trabajan en los surcos, cortan y acarrean la leña para sus fogones de tres piedras, sólo cultivan su lengua materna porque el Estado les ha negado el derecho a la educación. Mantienen viva la memoria de sus esposos e hijos, a pesar de que las han confinado a sobrevivir fuera del presupuesto público. Subsisten con lo que sus brazos siembran y cosechan, son el ejemplo de las grandes mujeres que luchan contra un mundo que las oprime y contra la violencia del Ejército que no tiene límites.

Fuente de la información e imagen:  Tlachinollan

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Educar con el corazón por delante

Por: tlachinollan

A pesar de la bruma por la quema de los Tlacololes, se distinguen los cerros más altos que aguardan a la pequeña comunidad na savi de que sus pobladores nombraron como Yuu Timi, que significa Piedra del Búho por la piedra que se encuentra en la loma de la comunidad que tiene rasgos de esta ave nocturna considerada de mal agüero. Después de cruzar la cabecera municipal de Metlatónoc, el quebrado camino que lleva a la comunidad de Llano de la Rana, se encuentra esta comunidad donde habitan 150 personas. La mayoría de padres de familia siembran maíz, sin embargo, sus cosechas son raquíticas por el deslave de sus tierras y las pequeñas superficies que poseen. Varias familias se van en la temporada de secas al corte de jitomate en el estado de Sinaloa.

Yuu Timi forma parte de las 74 comunidades mayoritariamente na savi, que se ubican en extrema pobreza. Todas sus viviendas son de adobe, con techos de lámina de cartón y lámina galvanizada, sus pisos son de tierra y la vivienda es de una sola pieza. Las madres de familia no dominan el español y los mismos niños y niñas se comunican sólo en su lengua materna. Son de las pocas comunidades afortunadas que cuentan con un tanque de agua cerca de la Piedra del Búho y cada familia compra su manguera para llevarla a su vivienda.

En plena pandemia llegó la maestra Saby Francisco David, después de trabajar en la comunidad de Dos Ríos. De inmediato se presentó con el comisario y los principales de la comunidad para informarles que había sido nombrada atender a los niños de los seis grados de primaria. Lo primero que le informaron a la maestra es que no contaban con un salón de clases, le propusieron la comisaría para que atendiera a 29 niños y niñas que se encontraban inscrito en esta escuela multigrado, luego de dos semanas de dar clases en la comisaría  la maestra les planteó a los padres de familia que pudieran hacer el esfuerzo de construir una enramada para que los niños contarán con un espacio que les permitiera interactuar con ellos. Fue sorprendente la respuesta de las autoridades y padres de familia. En una asamblea determinaron que el terreno que se encontraba en la entrada de la comunidad se destinara para construir una aula. Comisionaron al comité de padres de familia que investigara cuánto cobraría una máquina para que emparejara el terreno y trazara una calle que comunicara al camino principal que lleva a Llano de la Rana. Lograron juntar 27 mil 900 pesos con la cooperación de los padres de familia. Con ese recurso compraron tablas, troncos y láminas. El dinero para la renta de la máquina lo dieron los jóvenes que se encuentran trabajando en Estados Unidos.

 Fue increíble  la forma en cómo se organizaron. Después de que la máquina dejó listo el terreno, los hombres se encargaron de hacer la sepa para poner un pequeño cimiento con piedra y cemento, al mismo tiempo varios señores y jóvenes se encargaron de cepillar las tablas para clavarlas y asegurarlas para que el viento no las vuele. Armaron el techo con algunos polines y colocaron las láminas galvanizadas. Fue una larga jornada que al final del día dejó contentos a todos los padres y madres porque lograron construir el aula para sus hijos. La maestra quedó muy motivada y les pidió a las madres que le ayudarán a coser la tela que ella misma compró para izar su bandera. Demostró que también tiene habilidades para dibujar y ella se encargó de darle forma al escudo nacional. Al tercer día se organizaron para inaugurar formalmente la primera aula de su escuela primaria que lleva el nombre de Lucio Cabañas Barrientos. Ellos mismos decidieron honrar al maestro que se fue a las montañas a pelear por tantas injusticias, pensando en la educación de los niños. En estos rincones de la Montaña está viva la memoria del maestro Lucio que algunos de sus paisanos se unieron a su casa por la justicia social.

El trabajo continuó al interior del salón, consiguieron un pizarrón de medio uso y con los pedazos de madera que sobraron armaron las butacas para sus hijos. El salón está tapizado de láminas y dibujos elaborados por las mismas niñas y niños. Sus papás han hecho el esfuerzo para comprarle sus útiles escolares y al mismo tiempo la maestra Saby en varias ocasiones tuvo que sacrificar parte de su quincena para la compra de material didáctico. Con este nuevo espacio se ha creado un ambiente propicio para la enseñanza y aprendizaje de estos 29 niños. La maestra se las ha ingeniado para enseñar en un solo pizarrón a los niños de diferentes grados, les pone los ejercicios y previamente les explica lo que van a realizar, tiene la capacidad de incentivar el aprendizaje a pesar de tantas precariedades. Lo más satisfactorio es que las niñas y niños son muy creativos y cooperativos.

Abandonados a su suerte los padres de familia y el mismo comisario municipal han tenido que animar a la gente para tomar en sus manos la construcción de sus aulas. De nada les ha servido las vueltas que han dado a Metlatónoc para hablar con el presidente municipal. Es imposible que los reciba porque se dedica a viajar a Tlapa y Chilpancingo, no tiene tiempo para atender a la gente de sus comunidades. Los funcionarios han aprendido las malas costumbres de sus jefes políticos. Son déspotas y nunca dan una respuesta favorable para atender las necesidades de la población.

Han solicitado la construcción de un aula en tres ocasiones pero nadie les da respuesta por escrito ni verbalmente, también han pedido butacas pero ni para eso hay fondos por parte del ayuntamiento. Se quedan con la promesa incumplida de que por lo menos una obra al año se construirá en cada comunidad del municipio. Todo es una falacia porque cada año que concluye la gente se cansa de esperar para el inicio de una obra que en la reunión de Coplademun apareció programada.

Metlatónoc lleva más de dos décadas sumergido en la pobreza extrema, lo que ha pasado durante estos años es que se ha multiplicado los grupos políticos que disputan la presidencia municipal y se han especializado en comprar los votos con el apoyo de líderes locales. Las disputas por la presidencia se han dirimido con armas de fuego provocando una mayor división política entre las mismas comunidades y la cabecera municipal. Esta situación ha profundizado el abandono por parte de las autoridades municipales y utilizado los recursos públicos para destinarlos a negocios privados. Las obras que realizan son de mala calidad y no resuelven los grandes problemas relacionados con la educación, la salud, vivienda, servicios de agua potable, drenaje, luz eléctrica y caminos.

El periodo pasado el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, destinó 21 millones para el mejoramiento de caminos, los pobladores nunca supieron cuáles fueron los tramos que se trabajaron con el dinero que donó la presidencia de la república, esto mismo pasó con el municipio de Cochoapa el Grande.

Un resultado favorable de este trabajo realizado tanto por los padres de familia y la maestra Saby, fue el incremento de la matrícula escolar para el ciclo escolar del 2022. En ese periodo se inscribieron 42 niños que requerían la presencia de otro docente que pudiera atender a los niños de los primeros tres grados. La comunidad nuevamente se organizó y en el receso de verano se cooperaron nuevamente juntaron 30 mil pesos para comprar la madera, polines y láminas para la construcción de un nuevo salón de clases, también pidieron el apoyo de los familiares que se encuentran en Estados Unidos. Con la experiencia que han adquirido construyeron el segundo salón y se dedicaron a gestionar ante las autoridades de la Delegación Regional de los Servicios Educativos de la Región Montaña Alta una nueva maestra para su comunidad. La suerte les favoreció y lograron que se incorporara una nueva maestra, actualmente los niños de primero a tercer año reciben clases en un salón y los de cuarto a sexto grado han podido contar con un espacio más desahogado para sus actividades propia de cada grupo y brindar una mejor atención a los estudiantes que cursan el sexto grado.

Para la comunidad fue muy satisfactorio que culminaran el sexto grado cuatro estudiantes que actualmente estudian la secundaria en Metlatónoc. Es muy grande la motivación que tienen porque quieren que sus hijos e hijas estudien, no sólo la primaria sino que puedan ir a la universidad en Tlapa o en Chilpancingo. El sufrimiento secular que han padecido los mueve a luchar, sobre todo, a sacrificarse para que sus hijos e hijas ya no tengan que sobrevivir como jornaleros agrícolas. Han entendido que el estudio es el mejor camino para reducir la brecha de la desigualdad y romper las cadenas de la exploración y la discriminación.

En la Montaña de Guerrero decenas de comunidades se han movilizado para exigir a la secretaría de educación la adscripción de más maestros a sus escuelas, sin embargo,  las autoridades educativas han argumentado que no hay personal docente para cubrir estas plazas. Tampoco hay recursos para construir aulas, sobre todo, en las comunidades más rezagadas. Lo más grave es que las autoridades municipales y estatales han ignorado estas demandas al grado que dejan que las protestas se prolonguen como ha sucedido con los bloqueos carreteros que frecuentemente suceden ante la falta de una interacción apropiada que dé cauce a las demandas más sentidas de la población. El gran malestar de la gente es el cinismo de las autoridades  que dilapidan recursos sólo para exhibirse  apadrinando corridas de toros y organizando bailes para congraciarse con la gente que se vuelve cómplice de estas actuaciones ostentosas que agravian a la población más pobre.

La transformación de estas condiciones de pobreza extrema la libran diariamente la gente pobre que siembra en sus terrenos agrestes para mal comer durante algunos meses. Con muchos sacrificios juntan dinero que ganan como jornaleros agrícolas para construir aulas de madera para sus hijos. Las autoridades municipales y estatales siguen estando lejos de estas comunidades. No escuchan la voz de la gente que sufre, trivializan su lucha y dejan que los niños y niñas se hundan en el fango del analfabetismo y la desnutrición.

Gracias a que hay maestras como Saby y ahora Estela, que saben educar con el corazón por delante, hay niños y niñas en la Montaña que han encontrado en el estudio el camino más seguro para dar la batalla contra la pobreza y el abandono secular.

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

Fuente de la información e imagen:  https://www.tlachinollan.org

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Las niñas de la Montaña mueren en los campos agrícolas

En la madrugada de este 26 de marzo la niña Lizbeth Oropeza Ortiz del pueblo me’phàà, de 8 meses de edad, murió en el cuarto que rentan sus papás en el municipio de Villa Unión, estado de Sinaloa. Su mamá Brenda Ortiz dejó de trabajar el viernes pasado para llevarla al médico particular. Tenía la fiebre alta y no dejaba de llorar. Le recetaron varios medicamentos sin que mejorara su estado de salud. El sábado su mamá trabajó media mañana en el corte de chile jalapeño para juntar algo de dinero porque los gastos médicos ya ascendían a 3 mil pesos. Regresó al cuarto donde renta para atender a su pequeña hija. Le preparó té de yerbabuena para que por lo menos probara algo porque vomitaba la leche. El sábado que les pagaron permanecieron en vela tanto su papá Gerónimo Oropeza y su mamá Brenda Ortiz. Los demás familiares y compañeros de Linda Vista, municipio de Tlapa, se cooperaron y estuvieron al pendiente para apoyar a los papás. En un petate sobre el piso de tierra murió Lizbeth por la fiebre que no se le pudo controlar. Desde la tres de la mañana los tíos de la niña se organizaron para comprar la cajita y llevar velas y flores. Durante este domingo buscaron un lugar en el panteón de Villa Unión para sepultarla. Todas estas vueltas y trámites tuvieron un costo de 11 mil pesos que Gerónimo y Brenda no tenían.

El pasado 18 de marzo la niña Josefina de dos años de edad, originaria  de Llano de la Rana, municipio de Metlatónoc, murió después de que sus papás acudieron varias veces a la cabecera municipal con la esperanza de que el médico les dijera cuál era el problema de salud de su pequeña hija. La respuesta del doctor fue poco alentadora, les comentó que la niña presentaba problemas en su corazón y por lo tanto tenían que trasladarla a un hospital de especialidades. Don Rufino sintió que el mundo se le derrumbaba al saber que ni en Tlapa su hija podría ser atendida por el personal médico. Regresó a su comunidad con algunos medicamentos y con el consuelo de que pudiera mejorar. Habló con algunos familiares para ver si le podían prestar dinero, sin embargo, la mayoría estaba en la misma situación y más bien se preparaban para salir a trabajar como jornaleros agrícolas. Con impotencia y enojo don Rufino nos comentó: “aquí la gente se muere, pero no pasa nada, el gobierno ni se da cuenta cómo la estamos pasando. No hay doctores, ni medicinas. Cuando nos enfermamos nos curamos con plantas medicinales, a veces se nos calma el dolor y cuando la enfermedad es fuerte, esperamos aquí tirados a que el dolor se calme solo o que la muerte nos recoja”. El dolor más grande de Rufino es que a los dos años de nacida su hija Josefina haya muerto.

La comunidad de Llano de la Rana tiene más de un año que la casa de salud -hecha de adobe por la misma gente de la comunidad-, no cuenta con medicamentos, ni personal médico. A pesar de estas carencias existe el comité de padres y madres de familia que diariamente acuden por las tardes para barrer la tierra de esta casa abandonada. En los estantes hay algunos medicamentos caducados, todos los tienen que comprar en Metlatónoc porque el dinero no alcanza para comprar un cono de huevos. La desnutrición infantil se ha arraigado como parte de los males endémicos que cargan los niños y niñas indígenas desde el seno materno.

De acuerdo con estimaciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) 2020 la localidad de Llano de la Rana cuenta con 179 habitantes con un grado muy alto de marginación, el 54.17 por ciento de la población es analfabeta y el 32.4 por ciento de las viviendas tiene piso de tierra. La mayoría de las casas son de adobe y lámina de cartón y de asbesto. La carretera que conecta con Metlatónoc es de terracería y sólo hay una pasajera, pero muchas familias que no tienen recursos para pagar tienen que caminar a la comunidad del Zapote donde compran algunos productos básicos que no hay en su comunidad.

Herminio Aguilar Olea, secretario de la comisaría de Llano de la Rana, lamenta que las autoridades municipales, estatales y federales no atiendan a las comunidades indígenas. “La gente batalla para comer diariamente porque aquí no hay trabajo para sostener a una familia de ocho integrantes. Cuando queremos ir al municipio son tres horas en carro y caminando hacemos cinco. No tenemos otra alternativa para comprar lo más necesario. Aquí cuando alguien se enferma buscamos a la gente mayor para que nos prepare un remedio casero. Así sobrevivimos mientras el cuerpo aguanta. Cuando la enfermedad nos tira tenemos que pedir prestado para ir al médico y comprar los medicamentos. El dinero está escaso en el pueblo, todos vamos al día y gracias a Dios no nos morimos de hambre porque en la Montaña todavía hay quelites y cosechamos algo de maíz y frijol”.

En la Montaña no hay médicos ni maestros, y el argumento de las autoridades es que nadie quiere ir a nuestras comunidades. Con ese pretexto sienten que cumplen con su responsabilidad de atender las necesidades de la población. Todo el tiempo los comisarios tienen que viajar a Tlapa o a Chilpancingo para hacer llegar las solicitudes, sin que se merezcan una respuesta por escrito. Los tratos discriminatorios son sistemáticos y el abandono de estas comunidades es secular, porque por décadas el analfabetismo de la población indígena sigue profundizando la exclusión social y el número de muertes infantiles y maternas están más allá de la media nacional, al grado que ni siquiera aparecen en los libros del registro civil. Abundan las historias de hombres y mujeres que están marcados por la desnutrición, los maltratos, la discriminación y los trabajos extenuantes que realizan de sol a sol.

Con tristeza Rufino nos comenta: “Desde que era niño trabajaba con mi papá, siempre me llevaba a limpiar la milpa y a sembrar frijol. Desde niño comencé a ver cómo sufre mi papá, cómo nos miraba a cada uno de nosotros. A veces no podía alimentar a todos, por eso teníamos que ayudarle a limpiar la milpa, la calabaza para poder comer. Ahí aprendí cómo sufrió mi papá para alimentarme y entendí que es muy difícil sobrevivir cuando esta uno pequeño porque no tiene defensas para enfrentar la enfermedad. Aquí en el pueblo todas las familias somos pobres, nadie tiene dinero para comprar alimentos o medicinas. Todos sufrimos, sobre todo, nuestros hermanitos porque a veces no hay para comer. Me da mucha tristeza ver que no hay para cuándo va a cambiar esta situación en el pueblo. De lo que recuerdo siempre hemos sido pobres y nunca los gobiernos nos han hecho caso”.

Herminio Aguilar que es el secretario de Llano de la Rana recuerda que cuando tenía seis años su papá lo llevaba caminando a Metlatónoc porque no había carretera. “Un día antes cortábamos ocote para alumbrarnos en el camino, salíamos a la una de la mañana para llegar al amanecer a Metlatónoc. Ahí mi papa me compraba huaraches, ropa y pan. Nos alegrábamos un poco porque íbamos a merendar café con pan y a veces comíamos carne seca de res. El caldo rojo es lo que más me ha gustado. A pesar de los años la situación no ha cambiado. Aunque ya tenemos un camino de terracería el problema sigue siendo el mismo, porque la pobreza nunca se ha ido de la Montaña. De nada sirven los caminos si no tenemos trabajo, nuestras tierras también necesitan dinero para que haya producción de alimento. Trabajamos mucho en el campo, pero todo es en vano porque no ganamos nada y solamente gastamos nuestra fuerza y nuestro tiempo. Por eso no nos queda de otra que salir a trabajar. Ese es otro problema que enfrentamos. No tenemos dinero para pagar los pasajes del autobús. Nos vamos toda la familia porque nuestros hijos no se pueden quedar solos, tenemos que cuidarlos y darles de comer. Cuando salimos del pueblo sufrimos más porque nuestros hijos se enferman y el dinero no nos alcanza para curarlos. Allá en el campo el patrón no te paga si no llenas las cubetas de chile jalapeño o las arpillas que pesan más de 20 kilos. Nos exprimen como si fuéramos naranja y nos pagan a cinco pesos la cubeta. A veces recolectamos 50 cubetas para ganar 250 pesos diarios. Por eso mi esposa y mis hijos grandes tienen que trabajar porque tenemos que comprar todo: tortillas que ahora cuesta 13 pesos el kilo, el cono de huevo que está como en 65 pesos, y más de 3 mil pesos tenemos que pagar la renta de un cuarto donde no tenemos agua y por la luz nos cobran 400 pesos cada bimestre. Le damos gracias a Dios de regresar vivos a nuestro pueblo, de que nuestros hijos no se hayan enfermado y de que no nos hayan quitado dinero los que ahora andan armados. A veces traemos como 15 mil pesos y eso es todo nuestro dinero que nos va ayudar para comprar lo que necesitamos en la casa, por eso cuando se enferman nuestros padres y nuestros hijos se llena de tristeza nuestro corazón porque sabemos que alguien de la casa se va a morir. En la Montaña seríamos felices si hubiera trabajo para todos los que vivimos del campo, nos alegraríamos mucho si nuestros niños y niñas fueran a la escuela y seríamos una comunidad saludable si tuviéramos medicinas, enfermeras y médicos que diariamente nos atendieran. Tristemente el futuro que soñamos todavía sentimos que está muy lejos, por eso nuestras hijas siguen muriendo en los campos agrícolas”.

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

Fuente de la información e imagen:  https://www.tlachinollan.org

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Pensamiento y palabra de una mujer Guerrera

Por: Yaosiuatl PCP (Citlali Pérez Vázquez)

 

“Lo más revolucionario que una mujer puede hacer, es decir, siempre en voz alta,lo que realmente piensa, siente, observa y escucha”(Yaosiuatl PCP).

 

Por siglos las mujeres fuimos despojadas, explotadas, ultrajadas, violadas, asesinadas, encarceladas, guillotinadas, debido a un sistema político-ideológico machista, que se basa en la creencia de que las mujeres no son poseedoras de conocimiento, no tienen derechos y deben estar subordinadas a los hombres, hacer lo que sus maridos les digan, aceptar todo lo que el hombre ordene, a costa de su propia voluntad, dignidad,  su vida, su energía, su trabajo, su tiempo, su cuerpo, todo, absolutamente todo, al servicio del hombre.

Esta ideología, modo de pensar y de ser, sigue predominando en todo el mundo, hasta los rincones más alejados de la comunidad y la ciudad. Lo cual, ha originado, una relación violenta, destructiva,  antagónica entre los hombres y mujeres, pues sin darse cuenta, inician una lucha por el poder, por el control. Lo que nos lleva a perder el camino, pues nos lleva a batallas agotadoras, violentas, divididas, manipuladoras, alentadoras, en la supuesta búsqueda de libertad, justicia, amor y paz. Cuando en realidad, lo único que estamos haciendo es alejándonos de la conciencia, del amor, del respeto, de la convivencia y del equilibrio natural que emerge en el ser mismo.

En la búsqueda de libertad, de trabajo, salarios dignos y equitativos, el derecho al voto y asumir cargos públicos. Se encuentra la lucha de miles de mujeres, una lucha  larga, constante, feroz, sinuosa, aterradora. Pues muchas de esas batallas, se desarrollaron en medio de la violencia. Los hombres y el grupo político hegemónico predominante en aquellas épocas,  para aplacarlas y ejercer control sobre ellas las quemaban vivas en plazas públicas o las guillotinaban, otras las atemorizaban destruyendo su hogar, su matrimonio, su familia por el solo hecho de hablar,  protestar y participar en reuniones de sensibilización y de exigencia de sus derechos políticos, laborales, sociales,  dignos, justos y equitativos para todas las mujeres y los hombres. Ellas, trabajaban más en las fábricas y ganaban menos que los hombres, la injusticia se hacía presente en la sociedad por el solo hecho de ser mujeres, por eso, se organizaban y se reunían para luchar, exigir que fueran respetadas como seres humanos y  para dejarles un camino de esperanza a otras mujeres, para que sus hijas e hijos tuvieran una vida mejor y distinta a lo que ellas vivieron.

Quiero decirles que esos derechos políticos que hoy tenemos, no fueron gratis, por ocurrencia o porque algún hombre que dijo: ¡si, las vamos a tomar en cuenta, también las mujeres valen, hay que dejarlas que participen!, ¡no señores!, ¡eso no fue así!. Fue una batalla que se ganó con sangre, con vidas, con despojos, encarcelamientos, violaciones, torturas, destrucción de su hogar, de su matrimonio. Las primeras mujeres que se manifestaron en el mundo, fueron guillotinadas, como fue el caso de Olympe de Gouges. Muchas de ellas fueron asesinadas, ultrajadas, apedreadas, despojadas de su hogar, de sus hijos/hijas.

Cuando recuerdo,  leo su historia de vida e  imagino a esas mujeres que nos antecedieron luchando por nosotras, se me salen las lágrimas por el dolor, el sufrimiento y el daño que les hacían.  La rabia y su rebeldía eran su fuerza, pero lo que las motivaba a seguir luchando era la esperanza de dejar  una vida mejor a todas  sus hijas e hijos.  Hacer valer los derechos y libertades que nos dejaron esas mujeres en el mundo, que dieron su vida por nosotras para que viviéramos felices, es el mejor legado que nos han dejado. Gracias a esas mujeres y algunos hombres que fueron sus aliados, se lograron conquistar los derechos que hoy en día se encuentran establecidos en la constitución política.

Todo esto tuvo que pasar para que fueran escuchadas y visibilizadas sus demandas, sus sentimientos, su forma de pensar, de ver el mundo y la vida. Sin embargo, en la actualidad siguen ocurriendo algunos de estos acontecimientos, lo que hoy solemos ver y escuchar por las redes sociales y medios informativos, que muchas mujeres siguen siendo  golpeadas, encarceladas, asesinadas, violadas, vendidas, desaparecidas, traficadas, por el simple hecho de buscar una vida diferente, querer salir de una cadena de violencia que lastima, mata y destruye la existencia de una mujer.

Hoy en día, no se trata de aprovechar la situación hostil que viven muchas mujeres en todo el país, para ganar adeptos políticos, manipular, enajenar, o ganar ventaja maniobrando dichos derechos de las mujeres bajo el supuesto de hacer respetar las leyes, “haciendo entre ver que las respetan y que las toman en cuenta”, cuando en la realidad muchos se aprovechan de la situación para satisfacer un interés personal o de algún grupo político. Tan es así, que cuestionar hoy en día un gobierno, contradecirlo y pensar diferente a lo que él cree y plantea, “te convierte en su enemigo, te llama traidor al pueblo, enemigo del pueblo o bien respondes a intereses de un grupo político traidor a la patria”. Hablar con dignidad, protestar, exigir justicia por una hermana o hermano que es violentado en su integridad, por señalar un gobierno autoritario, indiferente al dolor de muchas mujeres. Pareciera que es ¡un delito!

Por eso, la lucha para romper con esas cadenas de violencia y el machismo, es dura como la roca, larga, constante, pero tenemos que ser perseverantes, conscientes, y jamás rendirnos, mantener nuestro espíritu de esperanza.

La lucha actual para derrocar un sistema machista, opresor, autoritario, hegemónico, corrupto, mañoso, manipulador y violento. Radica e inicia en luchar para despojarnos, desprendernos de nuestras creencias, hábitos, conductas, costumbres, sentimientos, que siguen alimentando el poder a los hombres.  Es decir, la lucha por la transformación de las mujeres, la libertad, la justicia y el respeto hacia las mujeres y los hombres, inicia desde abajo. Empieza por nosotras, pasa por nosotras y termina con nosotras, “Si yo cambio, todo cambia”, como lo dice la compositora y artista Mercedes Sosa en su canción: cambia todo cambia, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…

Estoy consciente de que la lucha es necesaria, pues donde no hay lucha no hay fuerza. Pero esta lucha, es necesaria hacerla también, al interior de nosotras mismas,  con nosotras mismas, a lo que llamo una lucha por la transformación social desde abajo por la vía pacífica.

Un sistema que degrada a la mujer a una mera incubadora y que se alimenta con sus inocentes víctimas, no es un gobierno de la transformación, menos de la democracia. Por lo tanto, no hay cambio, no hay justicia, no hay  desarrollo, ni equidad, menos el ejercicio del derecho de las mujeres como seres humanos con capacidad, conocimiento e inteligencia. Estaríamos hablando entonces de un sistema político-social machista, que su elemento más violento en la sociedad nace en la ignorancia (itlanemilis uan itlajtol, Se Yaosiuatl PCP).

Por eso hoy, ¡8 de marzo 2023!,  reivindico la lucha de todas las mujeres que fueron y siguen siendo participes en todos los movimientos que se han gestado en Guerrero y en todos los rincones del mundo, para abrirnos el camino, el paso a la libertad, al derecho de vivir, existir, defendiendo la vida, la tierra, el agua, los bosques, los minerales, nuestro hogar, nuestra familia, nuestros hijos e hijas. Y Una forma de honrarlas y dignificarlas, más que haciéndoles honores, es poniendo en práctica y ejerciendo por la vía del hecho su espíritu de lucha, de rebeldía, que llevaban no solo en el cuerpo, en el alma, en la sangre, sino en el corazón.

Por ello,  hago un llamado a todas las mujeres de territorio, del campo, de los diferentes pueblos del mundo, de las colonias y de la ciudad, ha hermanarnos y unificarnos no solo para hacer la resistencia contra el opresor, sino hacer la revolución desde abajo, transformando nuestra vida, nuestro hogar, nuestro espacio y territorio comunitario. Para eso, tenemos que dar una lucha más; la más dura, la más difícil y la que pocas se atreven a enfrentarla, porque aquí se necesita no solo gritos, valía, constancia, rebeldía, sino voluntad, amor, consciencia, esperanza. Y un ingrediente más que Emma Goldman lo dejó muy claro: “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”. Ésta, si es una verdadera lucha revolucionaria que transforma desde abajo la vida de las mujeres.  Pues la lucha que hicieron nuestras ancestras, hermanas,  nos abrieron paso en este mundo, para mostrarnos el camino, la luz, la esperanza, la vida, la libertad, la justicia y el amor.

Las invito, a mantener la lucha firme y constante, hay que seguir puliendo la roca que se encuentra no solo afuera sino dentro de una misma.

Termino con esta frase de una mujer guerrera y revolucionaria: “La verdadera revolución no surgirá en las urnas ni en los juzgados, surgirá del alma de la mujer. Quienes no se muevan no notaran sus cadenas” (Rosa Luxemburgo).

Fuente de la información e imagen:  https://www.tlachinollan.org

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Sin juguetes y sin maestras ni maestros

Por: Tlachinollan

Las niñas y niños indígenas de Joya Real no solo están enfermos por el frío sino porque su estómago está vacío. En este año más de 15 menores perdieron a sus padres: 5 mamás murieron por falta de atención médica. Una de ellas tuvo complicaciones en el parto, murió junto con su bebé. Otra joven madre que viajaba a Ometepec perdió la vida al desbarrancarse la camioneta. Las demás mamás optaron por curarse con remedios caseros ante la imposibilidad de ir al centro de salud a la cabecera municipal de Cochoapa El Grande.

Varias madres optan por caminar 6 horas para ahorrarse el viaje especial que cuesta mil pesos, sin embargo, su salida resulta infructuosa porque solo hay consulta externa y no siempre las atienden. La medicina la tienen que comprar. Los servicios públicos de salud son sumamente precarios; no hay equipo para revisar a las pacientes, mucho menos material de curación y atención a madres embarazadas que tienen complicaciones en el parto. Ante alguna emergencia médica la familia se tiene que endeudar porque el viaje especial a Tlapa es de 3 mil 500, sin tomar en cuenta los gastos de la medicina, los alimentos y la estancia. Esta misma cantidad cobran a Ometepec. Lo inadmisible es la indolencia de las autoridades municipales, que están al margen de estos dramas que enfrentan las familias pobres. No apoyan para los traslados de las enfermas, tampoco para la compra de medicinas y no asumen el compromiso de gestionar ante las autoridades de salud para que mejoren los servicios de salud en el municipio más pobre del país.

Además de la pobreza, los casos de violencia se multiplican en la cabecera municipal y en las comunidades indígenas. En noviembre pasado asesinaron en pleno centro a una madre de 50 años que llevaba entre sus brazos a su nieto. Varios asesinatos ocurrieron en la ruta que va de Cochoapa a Dos Ríos, en el entronque de Arroyo Prieto. En una de las emboscadas hirieron a dos promotores de CONAFE. Ante la inseguridad imperante se suspendió el servicio de transporte público, a pesar de que se construyó un módulo de seguridad que está abandonado.  En Joya Real 5 padres de familia murieron, 3 fueron asesinados y 2 murieron por complicaciones de la diabetes. Estas tragedias familiares dejaron en la orfandad a 15 niñas y niños que fueron recogidos por sus tíos y abuelas. Su sufrimiento no solo es por la pérdida de sus papás o mamás sino por la falta de alimentos, de cariño y de atención a sus necesidades básicas.

En el 2022,  7 niñas fueron víctimas de matrimonios forzados. Antes de la navidad una niña de 12 años fue obligada a casarse por 150 mil pesos. Después de la fiesta varias familias salieron a trabajar como jornaleros agrícolas a los campos de Apatzingán, Catalina, Buena Vista y Tomatlán del estado de Michoacán. Fueron al corte de limón, jitomate y chile serrano. En esas pequeñas empresas trabajan niñas y niños de 14 años, que son muy hábiles  para recolectar estos productos. También reciben su pago cada fin de semana. El apoyo económico de los hijos menores es la manera más efectiva para sobrevivir en los campos agrícolas. El ingreso de dos o más niños y niñas, que oscila de 800 a mil 200 pesos semanales, es fundamental, porque hace más llevadera la vida en las galeras.

De la comunidad de Joya Real alrededor de 60 familias se encuentran en los campos agrícolas. Salieron después de la fiesta de los difuntos y las que se quedaron fue por los compromisos que tenían por los matrimonios de sus hijos e hijas menores. Permanecerán 4 meses para regresar en marzo a la fiesta de san José que celebran el 18 y 19. La mayoría de niñas y niños en edad escolar no estudian. Los padres prefieren llevárselos porque los hijos mayores son contratados y porque las escuelas preescolar y primaria regularmente están cerradas. Ante la ausencia de los niños y niñas los maestros llegan esporádicamente a la comunidad.

Lamentablemente en estas comunidades olvidadas la escuela no representa un bien tangible porque no ven resultados inmediatos en el desarrollo intelectual, tecnológico y artístico de sus hijos. Más bien les resulta una carga por las cooperaciones que tienen que dar, por las reuniones a las que deben de asistir, por los trabajos de mantenimiento que requieren hacer en las instalaciones y por la compra de útiles escolares. A pesar de que hay 340 niños inscritos en la escuela primaria, la asistencia no llega a 100 alumnos. Lo mismo sucede en la escuela preescolar, de los 80 que se registran son muy pocos los que llegan a los salones.

En lugar de recibir algún juguete por parte de sus papás y mamás o de la autoridad municipal, las niñas y los niños más pequeños juegan con la tierra en los surcos y los mayores de 14 años recolectan limones y jitomates para ganar 200 pesos al día en los campos agrícolas. Su infancia es trágica porque sobreviven comiendo tortilla, sal, frijoles y agua. Aprenden a caminar descalzos en el cerro. Ayudan a sus mamás a cortar la leña y también tren su pequeña carga sobre sus hombros. Solo cuando regresan de los campos agrícolas estrenan alguna muda de ropa. Duermen sobre petates o cartones, cubiertos con alguna cobija llena de polvo. La falta de agua les impide lavarse las manos cuando comen y tienen que bañarse cuando van al río o alguna poza de agua. Desde pequeños caminan en los cerros, cuidan los chivos y aprenden a cazar animales. Conocen las plantas comestibles y se trepan a los árboles para cortar frutas y entretenerse bajo sus sombras.

Se educan en la adversidad, en el sacrificio diario, descubriendo los secretos de la naturaleza, desarrollando actividades agrícolas, recolectando frutos, y muy temprano aprenden a utilizar las herramientas del campo; el machete, el espeque, el azadón, el cahualo, la barreta. También adquieren la habilidad para sembrar maíz, frijol, chile, jitomate, cacahuate. En algunas comunidades aprenden las técnicas del rayado de la amapola. Son grandes exploradores y amigos de los animales. Conocen las estrellas del cielo, fácilmente captan las enseñanzas de los sabios y sabias que son expertas en interpretar las señales del universo. Respetan a la madre tierra y también rezan y piden permiso para no hacer enojar a los dueños del bosque o de los animales. Han crecido con la sabiduría comunitaria, han aprendido a caminar cuesta arriba, a luchar todo el tiempo para sobrevivir y enfrentar el maltrato y la discriminación de las autoridades y de la población mestiza.

El 2022 fue el año donde más protestas hubo por parte de las madres y padres de familia tanto en la Montaña como en otras regiones del estado por falta de maestros y maestras. Con el cambio de gobierno vislumbraron la posibilidad de que se atendiera el rezago educativo, que se renovaran los contratos de muchos maestros y maestras que estuvieron dispuestos a trabajar en las escuelas más lejanas. Creyeron que con la elaboración de solicitudes se atenderían sus demandas. La falta de interlocución con las autoridades educativas y sobre todo de respuestas favorables, obligó a tomar acciones más drásticas; bloquearon carreteras, la autopista del sol y varias comunidades resistieron varios días para ejercer mayor presión. A pesar de estas protestas no fueron atendidos, solo firmaron minutas con la promesa de concertar una reunión en Chilpancingo que resultaron infructuosas.

La falta de maestros y maestros sigue siendo la gran demanda en las comunidades indígenas de la Montaña. La misma CETEG ha tenido que movilizarse hasta palacio nacional para ser escuchada por el presidente Andrés Manuel, sin embargo, no fueron atendidos sus planteamientos centrales. A nivel estatal la gobernadora tuvo algunos acercamientos con la dirigencia de la CETEG de la Montaña pero no hubo respuestas de fondo. La confrontación ha crecido y la interlocución que tienen con el secretario de educación en el estado se encuentra empantanada. Los fondos para abatir el rezago educativo son insuficientes, lo grave es que no hay un incremento sustantivo para que en la Montaña haya suficientes maestros y maestras de nivel básico. Es inaudito que existan escuelas primarias cerradas por falta de personal docente, como en la comunidad de Rio de San Martín, municipio de Metlatónoc, en Ojo de Pescado, San Marcos y san Juan Huexoapa, del mismo municipio. De Cochoapa el Grande están las comunidades de Arroyo Prieto, Cieneguilla, Xaha Yucu Yaa. En las comunidades me phaa de Agua Dulce, Colonia de Guadalupe y san Miguel Zapotitlán, así como la escuela preescolar de la Colonia Mirasol del municipio de Tlapa están cerradas por falta de personal. En Tlaquiltepec municipio de Huamuxtitlán la escuela preescolar Itamar se encuentra sin servicio.  A nivel de escuelas secundarias técnicas hay 28 docentes que trabajan en los municipios de Cochoapa el Grande, Metlatónoc, Malinaltepec, Tlacoapa, San Luis Acatlán, Tlapa y Alpoyeca a quienes se les adeudan 212 horas. En la zona escolar número 15 de secundarias técnicas con sede en Tlapa hay 23 vacantes en las diferentes materias que se imparten y tienen 71 horas que adeuda la secretaría de educación. En todas estas escuelas los alumnos no reciben clases desde el inicio del ciclo escolar.

Hay un gran abandono a las escuelas indígenas de preescolar, primaria y secundarias técnicas, que nos muestran la radiografía de la discriminación, nos proyectan las políticas excluyentes y los tratos desiguales que se siguen reproduciendo en un gobierno que ha priorizado atender a la población pobre. La realidad es que en la Montaña el rezago educativo sigue zanjándose, la inequidad en la asignación del presupuesto es un indicador funesto de la desatención y la falta de compromiso de las autoridades educativas. El drama de la niñez indígena es atroz, no solo porque la niñas siguen siendo víctimas de matrimonios forzados y los niños tienen que trabajar como jornaleros agrícolas, sino porque las autoridades siguen alejadas de las comunidades indígenas, dejando en el olvido a la niñas y niños que viven su infancia sin juguetes y sin maestras ni maestros.

Fuente de la información e imagen:  Tlachinollan

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