Miles de docentes de Argentina salieron esta semana a las calles a protestar por mejores salarios y escuelas dignas en un paro nacional de 72 horas que retrasó en varias escuelas el inicio del curso escolar.
Mientras varias escuelas de la capital y el conurbano bonaerense abrieron sus puertas al igual que en otras seis provincias, en otras la situación fue muy distinta.
Los maestros, con sus guardapolvos blancos -su uniforme típico-, se juntaron en una sola voz para reclamar al Estado políticas dignas para la escuela pública, mejores sueldos para los maestros y sobre todo mayor infraestructura.
Como sucedió el año pasado, la Confederación de Trabajadores de la Educación (Ctera) -que nuclea a cientos de docentes y auxiliares en las 23 provincias y la capital- convocó a una gran medida de fuerza con paralización total de tres días y una marcha federal que desbordó varias calles hasta la plaza de Mayo, donde con carteles en manos salieron a defender sus derechos.
Allí también estaban los maestros de la localidad de Moreno, donde el pasado año fallecieron sus colegas Sandra y Rubén por la explosión de gas en una escuela en malas condiciones.
‘Paritaria nacional docente ya’ (en referencia a los convenios salariales), fue la frase más repetida de esta manifestación pacífica, en la cual se escuchó el repicar de tambores y cánticos en defensa de la educación pública.
Los profesores piden al ejecutivo una negociación a nivel de país que demande un piso justo, algo que fue eliminado por decreto hace tres años, una herramienta que dictaba el mínimo salarial docente en todo el país y no a nivel de provincia. ‘Estamos reclamando la paritaria nacional docente, el cumplimiento del financiamiento educativo y que las escuelas estén en condiciones de enseñar y de aprender. Hay un altísimo acatamiento en todo el país a pesar de las presiones y los aprietes del Gobierno’, resaltó en la movilización la secretaria de Ctera, Sonia Alesso.
‘Menos armas, más educación’, resaltaba una de las tantas pancartas que portaban los docentes en esta movilización donde también denunciaron una grave situación de infraestructura escolar, cierre de programas socioeducativos, congelamiento de partidas para becas y comedores escolares.
Conversamos con Natalia Martínez sobre la metáfora de las olas del feminismo en Argentina y el mundo. La doctora en ciencia política, investigadora asistente del CONICET e investigadora del área FemGeS (Feminismos, Género y Sexualidades) del Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichón de la Facultad de Filosofía y Humanidades realiza un repaso por la historia de los feminismos.
Por Redacción La tinta
Para ella, la metáfora de las olas del feminismo, si bien ordena, al mismo tiempo, hay que mantenerla siempre abierta. En la historia de los feminismos y hacia el interior del movimiento, hay límites difusos, porosos, siempre hubo tensiones, contradicciones y debates que van y vuelven como la marea.
“La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Olympe de Gouges (1748-1793)
“No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”. Mary Wollstonecraft (1759-1797)
—¿Por qué se habla de las olas del feminismo y cuáles fueron las principales demandas de cada una?
—Las feministas “de la primera ola” no se reconocieron así, fueron las feministas “de la segunda ola” las que comenzaron a nombrarse como tal, como un reconocimiento al legado de las primeras. Se reconocieron a sí mismas como parte de una historia, pero, a su vez, distintas a las de la primera ola. Como referencia, se suele citar a los ’60 en Estados Unidos: un artículo, en el New York Times del año 1968, se tituló “La segunda ola feminista”, es decir, el término ya circulaba en ese momento. Hay otra referencia también, menos conocida. Una activista irlandesa, Frances Power Cobbe, a fines del siglo XIX, ya habló de las olas del movimiento de mujeres. Dijo que la articulación de las distintas luchas, al igual que las olas, comenzaban separadas, pero terminaban acoplándose unas a otras, se iban sumando y la ola se iba haciendo cada vez más grande.
Luego, con la complejidad de las demandas y las agendas de los feminismos, lamentablemente, la referencia a “las olas” en los feminismos comenzó a tomar un cariz progresivo. Es decir, se instaló la noción de que las olas sucesivas eran superadoras de las precedentes, que cada ola era mejor que la anterior. Las olas venían a mostrar un cambio que excedía los límites de la anterior. Ahora, afortunadamente, comenzaron a aparecer lecturas revisionistas sobre este sentido progresista de la metáfora, porque uniformiza períodos históricos que son re distintos y opaca los conflictos, la variedad y diversidad que hubo en cada ola. Se termina contando un cuentito que dice: “La primer ola hizo tal cosa, la segunda, tal otra…” y así, cuando, en realidad, en todas las olas hubo de todo.
A mí me gusta la referencia a las olas del feminismo, pero entiendo que las olas van y vienen, como la marea, las olas nunca se van, sino que se mezclan y una nunca sabe cuál es cuál. Por ejemplo, creo que seguimos muy enganchadas, pensando, luchando y saliendo a la calle por problemas que escribieron y dieron cuenta las feministas de la primera ola.
Y, en relación a las demandas y agendas de cada ola, se suele englobar a las sufragistas como la primera ola, pero también hay una referencia anterior que se encuentra en la Revolución Francesa con Olympe de Gouges que escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) en respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Los jacobinos la guillotinaron en 1793. En la misma época, en 1792, en Inglaterra, Mary Wollstonecraftescribió un hermoso libro llamado Vindicación de los derechos de la mujer, fue la primera publicación que realizó una reflexión sistemática sobre la opresión femenina. Ella le discute a Rousseau que el maravilloso discurso de la ciudadanía, la igualdad y la libertad se caía a pedazos cuando había que pensar en la mujer.
Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft son individualidades. A mediados del siglo XIX, se comienza a ver más lo colectivo con la Declaración de Séneca Falls (1848) en el estado de New York. Tiene 12 puntos que hacen explícitas las demandas del período: inclusión de derechos civiles, acceso a la educación, al trabajo rentado, a la salud y, como aspiración última, los derechos políticos. Esta primera ola estadounidense estuvo muy vinculada con la lucha antiesclavista.
Para la segunda ola, las limitaciones que tuvo esta primera ola pasaron por creer que se iba a encontrar la igualdad en la ley, sin llegar a reconocer la importancia de la cultura o de la propia sexualidad, sin llegar a comprender los efectos de las diferencias raciales o de clase entre las mujeres, diferencias que hacían que la opresión fuese vivida de una manera muy distinta. Por eso, la primera ola suele caracterizarse como protagonizada por mujeres de clase media alta, blancas y educadas. Aunque eso no fue del todo así. Las increíbles declaraciones de Sojourner Truth en la Convención de mujeres de Akron, Ohio, donde interpela a lxs presentes con la pregunta: “Acaso no soy yo una mujer”, es una referencia ineludible de esa primera ola también.
Las feministas de la segunda ola son las feministas de los sesenta, en particular, reconociendo a las yanquis, aunque todas estuvieron muy inspiradas en la obra de Simone de Beauvoir, referente del feminismo francés quien escribió su obra más conocida en el ’49 (El segundo sexo). La segunda ola fue enorme, con múltiples activismos y grandes obras que han terminado siendo nuestras “clásicas”, obras increíbles -pensemos en La política sexual de Kate Millet, Dialéctica del sexo de Shulamith Firestone o Enemigo Principal de Christine Delphy-. Pero, lamentablemente, las referencias que pasaron con la tercera ola, en general, terminaron simplificándolas, reconociendo, por un lado, al “feminismo de la igualdad” y englobando ahí a las radicales, liberales, socialistas y marxistas, y, por otro lado, al “feminismo de la diferencia”, también conocido como “feminismo cultural” en EE.UU. El primero (de la igualdad) aspirando a la igualdad con los varones (por vías muy diferentes entre sí) y el segundo, a la valoración social y cultural de las diferencias que serían propias de las mujeres.
Pero, si te detenés a analizar las obras y los activismos del período, te das cuenta, rápidamente, que las fronteras no son tan nítidas (entre esos dos feminismos). Las demandas, en general, las unificaban y los análisis abrían múltiples aspectos, algunos complementarios entre sí y otros contrapuestos. Por ejemplo, si se reconocía que el rol principal de las mujeres en nuestras sociedades era su identificación como “madres” y que trabajaban de forma gratuita, invisibilizadas, en condiciones precarias, explotadas. Para cambiar esta situación: ¿se pedía al Estado reconocimiento público, licencias y beneficios sociales por maternidad? ¿o una repartición equitativa de la crianza y el cuidado de hijes entre padres y madres, o guarderías públicas? Ambas propuestas salieron de la mano de esas feministas y ambas dan cuenta de los diferentes planteamientos entre feministas de la igualdad y de la diferencia. Son planteamientos contrapuestos entre sí, que parten de premisas muy diferentes, pero que, sin embargo, conviven en sus efectos, digo, en las prácticas políticas que posibilitaron.
Y la tercera ola que, a grandes rasgos, aparece a mediados de los ’80 y llega a nuestros días, comenzó a partir de las críticas que se hicieron a esos feminismos. Se plantea que la atención se focalizó demasiado en la opresión de las mujeres por sus múltiples causas, pero no vieron que, en esta equiparación de la opresión, terminaron invisibilizando las diferencias al interior de las mujeres. Las críticas las hacen, sobre todo, feministas lesbianas, negras, feministas chicanas. Y son críticas que vienen de la mano de la crítica poscolonial y posestructuralista que ya se estaba dando en gran parte del pensamiento político y filosófico del período. Una crítica centrada en la mirada esencialista que se había filtrado cuando se definía “la opresión común” de las mujeres. ¿Quiénes eran las que definían esa opresión? ¿qué experiencias, de qué mujeres era la opresión que se privilegiaba en las perspectivas feministas?
(Imagen: Colectivo Manifiesto)
“La liberación de las mujeres deberá ser encarada por ellas mismas en una lucha que arrastrará todos los vestigios anacrónicos de una vida cotidiana deshumanizada y sin alicientes. La acción revolucionaria de las mujeres, su ingreso a la historia, significará la ‘humanización de la humanidad’, por eso es la revolución más profunda, auténtica y necesaria para la realización de la especie humana”. (Mirta Henault, Las mujeres dicen basta, 1972)
“Somos el grito de las que ya no tienen voz”. (Movilización Ni Una Menos)
—¿En qué contextos históricos se fueron situando las olas del feminismo en Argentina? ¿Cuáles fueron los principales debates que han generado diferencias al interior del movimiento feminista argentino?
—En la Argentina, la primera ola se suele ubicar a principios del siglo XX, aunque también se reconoce que, antes de eso, hubo producciones literarias y algunas organizaciones femeninas, no “feministas”, que tenían sus revistas como La Camelia o el Álbum de señoritas de Juana Manso. Pero la organización colectiva y la identificación con el “feminismo”, con esa palabra, se da recién en 1900.
Aunque, antes de esto, se suele englobar, dentro de nuestra primera ola, a las anarquistas que escribieron el periódico La Voz de la Mujer -entre 1896 y 1897-. Pero, en realidad, las anarquistas estaban en la vereda de en frente de las feministas porque, para ellas, el feminismo era burgués y contrario a sus objetivos. Propugnaron la emancipación de las mujeres desde una concepción anarquista más que feminista. No les interesaba el sufragio ni cualquier otro “derecho” porque la ley era un instrumento de la burguesía. De todas formas, el feminismo argentino se ha nutrido de esa tradición, en la actualidad, está muy presente en sus orgas. Por ejemplo, el lema: “Ni dios ni patrón ni marido” viene de las anarquistas. Ellas pensaban que las mujeres obreras eran “doblemente esclavas” por su explotación en las fábricas y en el hogar como madres y esposas. Muchas de ellas pasaron a la historia del feminismo, pero, en ese momento, el feminismo estaba representado, más bien, por socialistas como Elvira López. Ella formaba parte del Partido Socialista, junto a su hermana Ernestina y otras referentes como Alicia Moreau, y fueron las que participaron en el primer Consejo Nacional de la Mujer, en alianza con las matronas, mujeres de la alta sociedad que hacían caridad desde el Estado. Desde este sector, el feminismo era un movimiento que aspiraba a la “elevación de la mujer”, en particular, desde la educación. Decían que no aspiraban a la igualdad con los varones, porque eso era imposible. Había diferencias naturales, centradas en la posibilidad de gestar, sobre todo, y en el lugar “natural” de las mujeres en el cuidado del hogar, que impedían que las mujeres hicieran lo mismo que los varones en la sociedad.
Los límites -y la potencialidad- de este primer feminismo, quizás, tengan que ver con esta visión gradualista que le imprimió el propio ideario socialista. Las transformaciones más importantes llegarían de la mano de reformas graduales, muchas de las cuales fueron posibilitadas por su militancia. Lo interesante de nuestra historia es que, a la par de este ideario, las anarquistas clamaban por la destrucción del hogar y el amor libre.
Después de esta primera ola, que podríamos decir que termina en el ’47 cuando accedemos al sufragio, los feminismos se sostienen y diversifican. El peronismo las va a unir, aunque como opositoras. Desde el socialismo, el comunismo e incluso el anarquismo, las feministas van a salir juntas en contra del peronismo. Lo vieron, y algunas lo vivieron, como una dictadura. Pensemos que algunas fueron detenidas y otras exiliadas por el gobierno peronista. En ese sentido, el feminismo de ese período fue muy gorila -recordemos a Victoria Ocampo como una de sus principales referentes-. Por otra parte, para muchas mujeres que entraron a la política de la mano del peronismo, el feminismo era oligárquico e, incluso, imperialista. Era una moda que venía de EE.UU. Esta concepción también afectó a las feministas comunistas. Les costó mucho que sus partidos apoyaran su feminismo.
Nuestra segunda ola, que se suele ubicar en los 70’s, mantuvo bastante esta tensión, de hecho, se hizo más fuerte. Aparecen agrupaciones feministas antes de la dictadura. En 1970, la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina, luego Movimiento de Liberación Feminista (MLF), se formaron con activistas de clase media alta, intelectuales que viajaban y trajeron libros del feminismo radical de EE.UU sobre todo. Los traducen, los leen acá y comienzan a organizarse. La UFA replica los grupos de “consciousness raising”, que acá se traducen como “grupos de autoconcienciación”. Se juntaban de 8 a 10 mujeres a hablar de sus problemas cotidianos, para, entre todas, visibilizar su dimensión “común”, lo común de la opresión femenina.
Otros grupos también se arman desde las izquierdas, como la editorial Nueva Mujer que viene de Palabra Obrera(publicaron el libro: Las mujeres dicen basta), y, después, otra agrupación que se llamaba Muchacha que era del Partido Socialista de los Trabajadores. Todas estas grupas tienen diferencias, discusiones y rupturas en torno a un gran debate del momento: la relación entre la política y el feminismo. Así, se habla de la “doble militancia” (las que venían de partidos políticos y también eran feministas) y del “feminismo puro”. Esta división veía, en la política, una práctica patriarcal y criticaba fuertemente la jerarquía de los partidos y su injerencia en una agenda que aspiraba a ser “puramente feminista”. De todos modos, todas están cerca y se van a acompañar en un montón de iniciativas. El terrorismo de Estado tuvo sus efectos desmovilizadores en estas agrupaciones, pero, en algunas, las reuniones se van a mantener como grupos de estudio.
Ya después, en los ochenta, reaparecen algunas grupas y se arman muchas nuevas, con demandas específicas al Estado. En un clima que veía que la democracia iba a solucionar todos nuestros problemas, las feministas irrumpieron participando en política desde una concepción muy diferente a la que se tenía en los ’70.
Se multiplican los frentes con activistas peronistas, de las izquierdas y las feministas de antes (el MLF pasa a llamarse Organización Feminista Argentina OFA). Una demanda importante fue la patria potestad compartida, se hace una comisión en 1980 y, en el ’83, se forma el Tribunal Contra la Violencia hacia la Mujer. La mítica Multisectorial de la Mujer encuentra a feministas, políticas, sindicalistas, amas de casa y a las Madres de Plaza de Mayo. Luego, todas ellas son las que van a organizar el primer Encuentro Nacional de Mujeres en el ’86, inspirado a nivel internacional por los procesos que se fueron abriendo desde la primera Conferencia Internacional de la Mujer que se hizo en el ’75 y la segunda que se hizo en el ’85. También por los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe (EFLAC) que comenzaron a hacerse desde 1981. Todos estos eventos tuvieron mucha influencia en los feminismos latinoamericanos y en Argentina también.
Nuestra tercera ola empezaría a verse en los noventas, con un fuerte quiebre tras el 2001. O, quizás, el 2001 fue la precuela de nuestra cuarta ola. Todavía faltan análisis que den cuenta de cuáles fueron los ejes principales de nuestra tercera ola y si llegamos a estar ahora en presencia de una cuarta. A modo de hipótesis, algunas aproximaciones dicen que la irrupción de lo popular en los feminismos marcaría una cuarta ola, pero esto ya sucedió en el 2001.
Recordemos que, en los 90’s, uno de los ejes del gobierno neoliberal fue recortar la gestión pública y tercerizar las políticas sociales desde las ONG’s. En ese período, se multiplicaron las ONG’s feministas con financiamiento de organismos internacionales que sostuvieron políticas públicas dirigidas a las mujeres. Esto fortaleció y amplió la agenda de los feminismos. Se organizaron un montón de redes, se financiaron muchos eventos que conectaron a los feminismos en la región. Muchas demandas llegaron al Estado, incluso, de la mano de feministas que se comprometieron en la gestión de gobierno. Pero muchas fueron críticas de este proceso. Sostuvieron la necesidad de autonomía frente al Estado y los financiamientos internacionales porque llegaron a tener mucha injerencia en las agendas feministas y en la propia militancia. Criticaron que, en las ONG’s, el activismo se transforme en un trabajo rentado y que sus “directoras” tomen la voz por todo el movimiento sin mediar instancias de representación democráticas. Este proceso se dio en toda la región y llegó a ser un eje de discusión que opuso a los feminismos entre sí y los desmovilizó bastante. En otro punto, habilitó un cierto cuidado y una llamada de atención, tanto para pensar el modo en que los feminismos se vinculaban con el Estado así como sobre los modos en que se gestionaban sus recursos y se organizaban sus activismos.
Y la crisis del 2001 fue un sismo para todo el país y para los feminismos también. En particular, en el Encuentro Nacional de Mujeres 2003, que se hizo en Rosario, se llenó de organizaciones populares, de mujeres piqueteras y se hicieron visibles las diferencias de clases y las prioridades entre los feminismos. Frente a la disputa entre autónomas e institucionalizadas de los noventa, apareció la potencia de lo que se venía nombrando como “movimiento amplio de mujeres” y la necesidad de que el feminismo abriera su agenda a los problemas estructurales que estaban afectando al país. Fue un proceso que no sólo afectó a los feminismos, sino a muchos movimientos sociales.
En este sentido, los gobiernos de Néstor y Cristina, y el modo en que se abrieron e implicaron en la agenda de los movimientos sociales, también afectó a los feminismos. En particular, desde su vínculo con el movimiento de Derechos Humanos. Desde entonces, se han producido grandes cambios, otras sensibilidades y articulaciones entre activismos -políticos, populares, barriales, sexuales, académicos, institucionales- y se ha fortalecido un montón la movilización feminista en las calles. Aunque no se puede negar la masificación increíble que se generó desde el 2015 con el #Ni Una Menos y, más recientemente, con la reactivación de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, se trata de un proceso que es necesario comprender desde sus condiciones de posibilidad.
Los feminismos tienen más de un siglo de historia en nuestro país. En este marco, hablar de una cuarta ola, quizás, tenga sentido para entender una nueva dimensión que está dada por el increíble ingreso de pibas, pibes muy jóvenes, al feminismo, un ingreso que no sólo retoma lo que ya estaba sucediendo en los feminismos, sino que le imprime una potencia y vertiginosidad muy particular. Las redes sociales son un aspecto central (quizás, también, un límite). Pero también lo es la pregnancia, la facilidad con la que se reconocen como feministas, como si ya no hubiera necesidad de recorrer todas las olas porque ya las llevan puestas y van para adelante. Y acá, aunque se me pone la piel de gallina con todo esto que está pasando, no dejo de ver que hay un riesgo, porque, por ahí, lo difícil es habitar al feminismo en toda su complejidad, reconociendo sus antecedentes, su pluralidad constitutiva y, al mismo tiempo, hacer frente a sus múltiples implicancias, que no sólo afecta a las mujeres, ni siquiera a “las mujeres, tortas, travas y trans”.
Abre un horizonte emancipatorio radical y, acá, no me refiero a la UCR ni a las feministas radicales yanquis. Digo “radical” en el sentido de una transformación de toda la sociedad, desde la raíz, en lo personal y en lo político. De eso se trata cuando se dice que: “La revolución será feminista o no será”. No es soplar y hacer botella. El feminismo nos atraviesa desde todas las fibras, a su tiempo, y requiere una atención y un cuidado especial. De ahí es que creo que está bueno prestar especial atención a todas sus olas, aprender de sus vaivenes. Si la marea feminista nos alcanzó, será momento de zambullirse y disfrutar.
(Imagen: Colectivo Manifiesto)
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Eloisa Molina para La tinta.
Entrevista a Mara Avila, directora del documental “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, en el que cuenta el asesinato de su madre, María Elena Gómez. “No es sólo el caso mío o el de mi mamá. Es una situación que involucra a muchas mujeres y a muchas disidencias”, describió.
Por Enrique de la Calle
APU: Es la directora del documental “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, que entre otras cosas se refiere al asesinato de tu mamá, María Elena Gómez. Cuéntenos un poco de ese caso.
Mara Avila: Lo que motivó el documental tiene que ver con ese hecho. Mi mamá fue asesinada por su pareja (Ernesto Jorge Narcisi) el 19 de julio de 2005, en Puerto Madero. En 2007 fue el juicio, donde fui testigo y querellante. Le dieron 9 años y después le bajaron la condena a 8. Fue catalogado como “homicidio simple” y la prensa habló de “crimen pasional”. Eran otros tiempos. El documental parte de ese hecho para hacer un recorrido en primera persona, de lo que fue mi vida luego de esa tragedia. Soy un personaje en el relato y en la vida real. Quería hacer visible ese recorrido para poder contar qué pasa con las llamadas víctimas colaterales de un femicidio.
APU: ¿El proyecto de documental nació mientras estudiabas Ciencias de la Comunicación en la UBA?
MA: Fue mi tesina de grado. Empecé a trabajar en el proyecto en 2014. Luego, conseguí un subsidio del INCAA y terminé de darle forma.
APU: Imagino que fue todo un proceso encarar el documental, volver sobre esa tragedia personal que le tocó enfrentar.
MA: El documental habla de muchas cosas, pero entre otras cosas habla del duelo, de lo que supone hacer un duelo. Yo le encontré un sentido social a la tragedia, un sentido colectivo y político. Eso me ayudó a enfrentar ese duelo. Mientras hacía el documental me fui curando. Ese proceso se va cerrando ahora, con el estreno del documental (será el jueves 7 de marzo, en el cine Gaumont).
APU: El documental incluye escenas que tienen que ver con el movimiento de mujeres y las diferentes marchas contra la violencia de género. ¿Se trata de pensar la tragedia personal en un contexto social más amplio?
MA: Filmamos una escena el 8 de marzo de 2017, frente al Congreso nacional. Hicimos un presente por mi mamá, levantamos una pancarta que decía “Vivas nos queremos”. Después marchamos desde el Congreso a Plaza de Mayo. No vamos a spoilear, como dicen ahora, pero hay otras escenas relacionadas. También está incluida la idea de la lucha como felicidad, como proceso de sanación, personal y colectivo. Ese cruce está presente en el documental, que justamente se llama “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, que es un nombre que no me termina de gustar (risas), pero tiene sentido en ese cruce entre lo personal y lo colectivo. No es sólo el caso mío o de mi mamá. Es una situación que involucra a muchas mujeres y a muchas disidencias. Parte de esa lucha que viví yo, también tiene que ver con comprender que el caso de mi madre, por ejemplo, no era un “crimen pasional” sino que se trataba de un femicidio, con todo lo que eso implica.
APU: ¿Qué fue lo que más destaca del proceso que vivió al filmar el documental?
MA: Es un documental en primera persona, con bastante exposición de mi persona. Es una narradora que cuenta la historia y que está presente, tal vez demasiado. Puse el cuerpo y me expuse. Espero que eso pueda servir a otras personas que están viviendo una situación similar. Tiene unas escenas de danza, también, para dar cuenta de que todo este dolor pasa por el cuerpo. Y tenemos que hacernos cargo. Me gustaría que el documental genere una reflexión sobre diferentes temas: la justicia machista, el rol de los medios, qué pasa con el proceso de duelo, qué pasa con las familias cuando un tema se vuelve tabú. Entender también que son tragedias personales y a la vez colectivas. El documental tiene muchos aspectos que pueden generar reflexión. A mi, el documental me sirvió para sanar.
APU: El documental se estrena comercialmente en el Gaumont el próximo jueves (estará del 7 al 13 de marzo, a las 19:45hs). Supongo que tiene ganas de que la película también circule de otro modo, más militante tal vez, para alentar otro tipo de discusiones y reflexiones. ¿Es así?
MA: Quiero que circule de las dos maneras. Me interesa que esté en el circuito comercial, porque costó mucho esfuerzo hacerlo, y no hablo sólo de lo económico. Además, ese circuito te permite que llegue a otro público, porque entre la militancia tenemos en claro cuál es nuestra lucha. Me gustaría interpelar a otros públicos. Por eso también quiero mandar la película a festivales. Quiero que la película circule mucho para que pueda generar diferentes debates.
APU: Pasó un tiempo desde el femicidio de su madre. ¿Cambió algo en este tiempo en relación a la violencia contra las mujeres?
MA: Falta mucho por hacer, aún hoy el Estado invierte 11 pesos por mujer. Es nada. No están funcionando las políticas públicas. Hay que trabajar mucho en educación y prevención, hay que trabajar más con niños, niñas y adolescentes. Entre los aspectos positivos está la aprobación de la ley Brisa, que establece un resarcimiento económico para hijos y hijas de víctimas de violencia familiar o de género. Para el que no lo sepa, lo puede recibir a través de la ANSES. Se incorporó la figura penal de femicidio en 2012, pero todavía falta para que la justicia tenga una mirada menos machista. El movimiento de mujeres logró visibilizar muchas situaciones, es un avance increíble, pero a nivel Estado y Justicia falta mucho.
América del Sur/ Argentina/ 04.03.2019/ Fuente: www.infobae.com.
Tal como se preveía, la La Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) anunció un paro de 72 horas que impedirá el normal inicio del ciclo lectivo en todo el país.
En su congreso, que reunió a los secretarios generales de cada sindicato de base, el gremio mayoritario definió la huelga para el miércoles 6 y jueves 7 de marzo, además de sumarse al paro internacional por el Día de la Mujer el viernes 9. El principal reclamo que sostienen es la reapertura de la paritaria nacional.
La decisión cumple la presunción oficial. El propio Gobierno deslizaba que CTERA ya tenía definida la huelga incluso antes de sentarse a negociar.
Hasta el momento, solo seis provincias cerraron las paritarias con sus gremios docentes: Mendoza, Misiones, Tucumán, Santiago del Estero, Neuquén y Chubut. En cambio, en otras cuatro jurisdicciones todavía ni se entablaron negociaciones con sus sindicatos: La Pampa, que recién se reunirá hoy, Chaco, Formosa y San Luis, que suele otorgar aumentos unilaterales.
El anuncio oficial depuso las medidas de fuerza que UDA, otro de los gremios nacionales, tenía programadas para la semana que viene.
Asimismo, las dos principales centrales de docentes universitarios -Conadu y Conadu Histórica- también irán a una huelga para la semana próxima, aunque la medida se sentiría con menor fuerza ya que en muchas facultades todavía las clases no habrán arrancado.
Fuente de la noticia: https://www.infobae.com/educacion/2019/02/28/no-empiezan-las-clases-ctera-confirmo-un-paro-nacional-docente-para-los-dias-6-7-y-8-de-marzo/
América del Sur/ Argentina/ 04.03.2019/ Fuente: redclade.org.
Estudiantes, trabajadoras/es de la educación y CADE celebran el resultado de su lucha contra una resolución del Ministerio de Educación de la ciudad, que establecía el cierre de escuelas públicas
La Multisectorial Contra el Cierre de las Escuelas Nocturnas, de la que la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE) participa activamente en alianza con las comunidades educativas del país, logró que la Ministra de Educación de Buenos Aires anulara una resolución que determinaba el cierre de escuelas públicas secundarias nocturnas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por la resolución 2018-4055, el Ministerio de Educación de la ciudad había anunciado que 14 liceos y escuelas secundarias comerciales que funcionan en horario nocturno serían cerradas a partir del 2019 y se suprimirían cursos en otros 9 centros similares.
Estas modalidades educativas atienden de manera prioritaria a jóvenes de comunidades más pobres, quienes concurren en horario nocturno porque trabajan o buscan trabajo durante el resto del día. La CADE se pronunció en diciembre del año pasado para rechazar la resolución anunciada, la cual consideró intempestiva porque fue adoptada sin un diálogo previo con las comunidades educativas, sobre las mejores formas de solucionar los desafíos de los establecimientos educativos.
“Al cerrarlas, numerosos y numerosas estudiantes ven seriamente comprometidas sus posibilidades de continuar estudiando, más allá de los traslados que se proponen, y, sobre todo, muchxs docentes titulares, interinxs, suplentes y auxiliares docentes, perderán sus puestos de trabajo” afirmaba la declaración ante el cierre de las escuelas comerciales nocturnas.
La CADE, en alianza con organizaciones sociales, estudiantiles y juveniles de Argentina, difundió esta declaración y participó en movilizaciones en las calles y a través de las redes sociales, para denunciar que este tipo de medidas, en tiempos de ajustes presupuestarios, afectan el derecho a la educación pública y los derechos de los sectores con menos recursos que habitan la ciudad.
“Hacemos un llamado a las autoridades para que reconsideren estas medidas y procuren consensuada y participativamente, los mejores caminos para fortalecer las instituciones educativas y garantizar el derecho a la educación de lxs estudiantes que cursan en estas escuelas -y lxs que podrían hacerlo- y el derecho al trabajo de lxs docentes y auxiliares”, afirmó la declaración.
“Ha sido un gran logro de la lucha de toda la comunidad educativa, con participación activa de la CADE. ¡Estamos muy contentXs! La lucha y la movilización siguen siendo herramientas importantes para defender la educación pública y el derecho a la educación”, afirma Alberto Croce, secretario nacional de la CADE.
Fuente de la noticia: https://redclade.org/noticias/buenos-aires-comunidades-educativas-logran-anulacion-del-cierre-de-escuelas-publicas-nocturnas/
Argentina / 3 de marzo de 2019 / Autor: Jesús Cabaleiro Larrán / Fuente: Periodistas en Español
Objetivo impulsar un proyecto para que el ajedrez sea parte del currículo escolar como una materia más.
Argentina celebró en la Cámara de Diputados, en Buenos Aires, el Congreso Internacional ‘El poder educativo del ajedrez en el siglo XXI’ los días 21 y 22 de febrero de 2019.
La jornada fue convocada por el exvicepresidente y exgobernador bonaerense y actual presidente de la comisión de Deportes, Daniel Scioli, quien destacó en la inauguración los valores del deporte para “unir, integrar, promover los principios de la sana competencia”.
Scioli, gran aficionado, solía jugar al ajedrez con su padre, José, también seguidor del juego, y aprovechó para agradecer al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, por “facilitar las instalaciones del Congreso”, en concreto, el salón de los pasos perdidos y el auditorio del anexo.
El plan de Scioli, como presidente de la Comisión de Deportes, es impulsar un proyecto que presentará como diputado para que el ajedrez sea parte del currículo escolar como una materia más. “Esta iniciativa legislativa transforma al ajedrez en una herramienta educativa. Estoy comprometido en recorrer el país para llevarla adelante y convertirla en ley”, declaró.
Todos celebraron la iniciativa impulsada por Scioli, no solo de convocar al Congreso internacional, sino también de proponer un consenso para la posible ley que incluya al ajedrez en el expediente escolar.
Daniel Sciolli junto al expresidente Duhalde
Entre los intervinientes, el expresidente Eduardo Duhalde de 2002 a 2003, luego del estallido de la gestión de Fernando De la Rúaque dio lugar al conocido ‘corralito’.
Duhalde habló en la apertura del Congreso, recordando que en el año 1991, durante su gestión en la provincia de Buenos Aires, “intentamos incorporar el ajedrez como una materia y no lo logramos”. Hoy casi treinta años después el objetivo es el mismo, esperamos que el ajedrez ingrese a las escuelas”, enfatizó el expresidente.
Como aficionado e impulsor de este deporte, contó que juega una partida de diez minutos todos los días. Duhalde fue invitado por Scioli, quién evocó partidas de ajedrez jugadas entre ambos a bordo del Tango 01 (antiguo avión presidencial), en la Casa Rosada, y en su quinta de La Ñata.
Sobre Duhalde, explicó que, en su condición de buen ajedrecista “organizó como intendente el primer campeonato mundial infantil en Lomas de Zamora, allá por los años 1984 y 1985, con todo lo que ello significó en la vida de esos niños”, y en ese sentido, ponderó “los valores del ajedrez como herramienta educativa, con lo que ello representa hoy más que nunca en la formación de nuestros jóvenes”.
Además ya en un tono más político apuntó: “llevó a buen puerto desde el punto de vista institucional y poner a la Argentina en una senda de estabilización económica social”.
Scioli recordó a grandes maestros argentinos, destacando especialmente a Miguel Najdorf(1910-1997) y agradeció la presencia en el Congreso de los actuales grandes maestros Hugo Spangenberg y Diego Pereyra Arcija, y del excampeón mundial juvenil Pablo Zarnicki, quien dijo: “La ley la piden de todas las provincias y los barrios”.
En la inauguración del congreso también habló el diputado Daniel Filmus, quien en 2004, siendo ministro de Educación, llevó a cabo el Programa Nacional de Ajedrez Educativo.
Filmus disertó acerca de los desafíos de la educación en Argentina y consideró que es “un derecho la posibilidad de desarrollar las competencias que ofrece el ajedrez. El estado es responsable de que los chicos accedan democráticamente”.
Señaló además que la escuela “va atrás del cambio social” y pidió estar a la altura de la actualidad que demanda “otro tipo de saberes como la capacidad de planeamiento, el debate y el autoaprendizaje”.
Asimismo también participaron en el acto el presidente de la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), Mario Petrucci y el coordinador provincial del Plan de ajedrez escolar del Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe, Juan Luis Jaureguiberry.
En representación de la Ciudad de Buenos Aires, Daniel Justel, coordinador del Programa de Ajedrez Escolar, hizo un repaso histórico del programa “que cumple treinta años” en las escuelas porteñas. El programa empezó con talleres informales y se transformó en una “herramienta educativa con capacitaciones docentes y planificación diferenciada en las aulas”. Al mismo tiempo, pidió una coordinación nacional de este programa.
El coordinador Provincial del Plan de Ajedrez escolar, del Ministerio de Educación de Santa Fe, Juan Luis Jaureguiberry, comunicó que su objetivo es “ayudar a transformar la escuela”, porque la “clave de la potencia del ajedrez es que los docentes le generamos autonomía al niño, a pensar y a convivir”.
También acudió el periodista, conferenciante y consejero de Ajedrez Educativo de la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez), el español Leontxo García, quien expresó: “Argentina y España están a la vanguardia de la educación” y puntualizó que el camino es un método transversal e interdisciplinar.
Por su parte, el coordinador del programa ‘Ajedrez para la convivencia’ del Ministerio de Educación de Uruguay, Esteban Jaureguizar, afirmó: “esta política pública es una alternativa para instalar la inclusión y la circulación social”. Asimismo, aportó números: “Hay 70 escuelas que cuentan con este programa y alcanza a 15 000 personas”.
Por último, Jaureguizar contó que desde Uruguay desarrollan un trabajo transversal con “muchos colectivos que no se comunicarían entre sí de otra manera”.
El auditorio del Congreso estaba formado por expertos docentes; representantes de distintas provincias y miembros de la Fundación Kasparov para Iberoamérica.
En su día, el sindicato Unión de Docentes de la provincia de Buenos Aires (Udocba) abogaba que el ajedrez a nivel escolar fuera incluido como materia curricular y los docentes pudieran recibir materiales para una mejor enseñanza.
Equipo femenino de ajedrez argentino.De izquierda a derecha, Marisa Zuriel, Ayelén Martínez, María Florencia Fernández, Carolina Luján y Claudia Amura (en primer plano).
Discriminación a las mujeres ajedrecistas
Por otra parte, la cruz en el ajedrez argentino vine motivada por la reclamación de las cinco mejores jugadoras del ranking por el que solicitan un trato igual al de los varones. La demanda se remonta a la Olimpiada de Ajedrez de Batumi 2018.
Carolina Luján, Claudia Amura, María Florencia Fernández, Ayelén Martínez y Marisa Zuriel, eran las integrantes del equipo olímpico que estaban decididas a no participar en la final del Campeonato Argentino, del 24 de junio al 2 de julio, en Ushuaia, que ya acogió el torneo femenino el año pasado.
Consideraban que los premios eran bajos, unos 37500 pesos (850 euros); que tener doble ronda en tres días del torneo era obligarlas a un ritmo agotador; y que debía contemplarse que si una menor se clasificaba a la final, la FADA cubriera los gastos de un acompañante.
El quinteto, unido bajo el nombre Damas Olímpicas, logró mejoras en las condiciones por la buena voluntad de los organizadores: “Nos sentimos escuchadas una vez en la vida. Creo que va a servir mucho para el ajedrez femenino”, le comentó la actual campeona, Florencia Fernández, a un diario argentino.
“Los organizadores de Tierra del Fuego atendieron nuestras peticiones, nos escucharon y demostraron su voluntad por mejorar la final. Nos confirmaron que la bolsa de premios se elevará a 100 000 pesos (2263 euros); y que modificarán el calendario para no tener que jugar triple ronda doble, mientras que esperamos que los dirigentes de FADA realmente quieran sentarse a conversar con voluntad real de resolver los problemas”, comentaron las ajedrecistas.
La disparidad de premios entre los Campeonatos Argentinos absoluto y femenino en 2017 fue de 155 000 pesos (3508 euros); contra 50 000 (1131 euros) y el año pasado, 2018, de 110 000 pesos (2489 euros); contra 30 000 pesos (679 euros); más “premios especiales en tecnología” ofrecidos en Ushuaia.
En esta edición, lograron casi triplicar la bolsa: “Nos alegra sentirnos acompañadas en la lucha por la igualdad y equidad en el ajedrez. Con esfuerzo, compromiso, seriedad y convicción se puede lograr”, comentaron mientras continúan unidas en una lucha que tendrá más batallas.
Hay que recordar que el pasado 22 de enero el equipo femenino argentino –obtuvo el puesto 45 aunque partía del ranking con el 30- que participó en la Olimpíada de Batumi 2018, integrado por las cinco mejores maestras del país, denunció “cierto trato discriminatorio” por parte de los dirigentes de la FADA. Una de las trebejistas argentinas, Claudia Amura, representante en diez Olimpíadas señaló en una tribuna pública: “Lo que nos sucede no debe quedar oculto”.
La discriminación la centraron en cinco puntos: que no fueron consultadas sobre quién sería su entrenador en la Olimpíada; que la FADA no les dieron subvenciones para el viaje como a los varones; que la camiseta oficial que les otorgaron para jugar en Georgia tenía dos patrocinadores (Organización Marcel Duchamp y Liga Nacional de Ajedrez), mientras que la de los hombres tenía seis, lo que consideran demuestra diferencia de trato; que como en la Olimpíada decidieron no usar esa camiseta en algunas rondas, porque nadie se los había prohibido, el capitán del equipo (Eduardo Moccero) recibió “mensajes de contenido agresivo”; y que no las invitaron a un almuerzo organizado por FADA para entregarles la indumentaria oficial que la Secretaría de Deportes otorga a los becados.
Argentina / 3 de marzo de 2019 / Autor: Claudia Balagué [Compiladora], Inés Dussel. María Silvia Serra. Elisa Welti. Jason Beech. Jaqueline Moll. Cinthia Wanschelbaum. Ricardo Baquero. Marta Diaz. [Autores] / Fuente: CLACSO
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