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Uruguay: Comienzan a formar cuidadores en julio con mayoría de mujeres

Uruguay/27 de Junio/El Observador/

Desde que se anunció como programa bandera del actual gobierno de Tabaré Vázquez, la formación de personas para que se dediquen a cuidar a quienes están en una situación de dependencia ha sido uno de los puntos clave del Sistema Nacional de Cuidados (SNC). Hace un mes, el programa firmó un acuerdo con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y el objetivo es que los cursos comiencen el mes que viene, según dijo a El Observador Patricia Cossani, responsable del área de formación de la Secretaría de Cuidados.

En abril se comenzaron a recepcionar solicitudes para formación o para acceder a un cuidador a través del Portal del Cuidado, el sistema donde los interesados deben inscribirse por teléfono o a través de la web. Aunque todavía no cuentan con cifras precisas porque no se han procesado, Cossani sostuvo que la mayoría de las personas que solicitan formación son mujeres mayores, que ya trabajan como cuidadoras, aunque sin una capacitación previa. Desde su lanzamiento hasta el 30 de mayo, 5.000 personas se registraron en el Portal del Cuidado. Cuando las personas se anotan para capacitarse como cuidadores, se les consulta si tienen experiencia previa y algún tipo de formación. Con el Sistema de Cuidados en funcionamiento, solamente son válidos los cursos de capacitación habilitados por el programa, aunque se reconoce como insumo cualquier tipo de formación en el tema.

Los cursos serán gratuitos y se diseñó un programa curricular aprobado por la UTU, para que la formación sea lo más profesional posible. Para poder ser cuidador de personas dependientes, ya sean adultos mayores o con alguna discapacidad, es requisito ser mayor de 18 años y tener Primaria terminada. De todos modos, haber terminado la escuela no es excluyente y se buscará que quienes no hayan terminado y puedan acceder a la formación, culminen sus estudios de primaria mientras se capacitan.

Los cursos de formación que brindará Inefop tienen una duración de 152 horas y hay 12 horas de práctica en instituciones.

Cossani indicó que están analizando con qué instituciones realizar convenios. La Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) ofreció al Sistema de Cuidados el Hospital Piñeyro del Campo para que parte de esa formación práctica pueda realizarse allí. El Piñeyro es un centro de larga estadía donde viven o pasan varias horas del día adultos mayores, una de las poblaciones objetivo del Sistema de Cuidados. El anuncio fue realizado el jueves por el gerente general de ASSE, Richard Millán, en el marco del tercer encuentro y congreso multidisplinario de medicina, de opción médica. «Nosotros queremos ser parte y contribuir al Sistema Nacional de Cuidados y le estamos ofreciendo el Piñeyro para que se capaciten cuidadores. Es un campo de trabajo muy importante de educación.

Estamos convencidos de que podemos trabajar. Es nuestro compromiso y el compromiso del Piñeyro, que sea un campo para formación y educación», dijo Millán en un salón de la Intendencia Municipal de Montevideo.

Durante el segundo semestre, se aplicará un plan piloto por el que se medirán competencias de quienes ya tengan experiencia previa, para saber cuántas horas de formación requieren.

En el caso de la formación de personas para cuidar a niños de 0 a 3 años, es obligatorio tener ciclo básico de Secundaria terminado y ser mayor de 18 años. En ese caso, haber terminado tercero de liceo sí es un requisito excluyente. La capacitación para la primera infancia estará a cargo del Centro de Formación y Estudios del INAU.

Fuente: http://www.elobservador.com.uy/comienzan-formar-cuidadores-julio-mayoria-mujeres-n932305

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Uruguay: La Ministra de Educación Julia María Muñoz teme a la unidad del pueblo en la lucha

 

América del sur / Uruguay / 26 de junio de 2015 / Por: Valeria Fariña, Resumen Latinoamericano

 

La entrevista concedida este 23 de Junio por la Ministra de Educación y Cultura, Julia María Muñoz, al diario “Búsqueda”, se enmarca en una política de desacreditación a los sindicatos, que sostenida desde hace ya varios años por muchos personajes gubernamentales, infunda serias consecuencias en un escenario conservador y reaccionario que en la región parece acentuarse con mayor ahínco en estos últimos tiempos.

Las declaraciones recientes se suman a muchos otros ataques que encontraron su traspié en el rechazo masivo al Decreto de Esencialidad de la Educación en el 2015, demostrando el significado y alcance que tiene la organización y movilización popular.

En la entrevista indicada la Ministra afirma que el “compromiso” es llegar al 6% del PBI para la educación en… lo que resta del período de gobierno y que aunque se esperaba más dinero, “el desafío es hacer lo mismo con lo que se tiene”. (¿?) También afirma que “en captación el número meta es que todos ingresen a la educación media” aunque “siempre pasan cosas” por lo cual esto podría no suceder; piénsese que los “alumn@s se mudan o se van del país” (!). A pesar de esto nos recuerda que “las utopías siempre hay que tenerlas”.

Entre los dichos y no dichos de Muñoz, lo cierto es que pudieran “suceder cosas” que, entre otras cosas muestren, cuán utópico es gestionar la educación mercantil con reveses sociales y políticos, preocupación que late entre gestores y tecnicistas que avisoran los límites y cotos de sus modelos.

A todos consta que para mantener el “consenso social” no basta sólo con “humanizar el capitalismo”, se requiere además contener y dividir al movimiento popular y a las diversas expresiones y corrientes que lo integran. La Ministra lo advierte, por ello despliega una retórica facilista que esquiva responsabilidades bien concretas vinculadas a la política que viene sosteniendo.

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La Ministra contragolpea ante lo que se avecina: la movilización en rechazo a los recortes presupuestales, que sufrirá particularmente la educación, como ya lo anunció el gobierno para esta Rendición de Cuentas. Naturalmente los sindicatos de la enseñanza jugarán un papel importante pero no menor al que caben a los estudiantes de todos los niveles, y a los sindicatos en general. Avisada de que al pueblo no se le une, la “bárbara” -como ella misma se autoproclama- se concentra en los sindicatos de la educación remarcando que “las maestras tanto en el orden sindical como en el orden docente, son mucho más apegadas a la tarea, más vocacionales, tienen mucho más compromiso con la educación”.

Esta grosera caricatura de la labor de maestr@s y docentes, plantea una falsa oposición en un intento por alentar intereses corporativos entre los gremios, un propósito por confundir y asignar papeles distintos en la lucha que se avecina.

La entrevista desborda en apreciaciones tecnicistas que muestran no sólo cuánto se ha abandonado el debate ideológico sino también el temor por abordarlo. Las trampas retóricas envuelven y asfixian al tratamiento que realiza la Ministra sobre distintos temas, como el asunto de la violencia en los centros educativos, “síntoma de una fractura social espantosa” y una “pérdida de códigos y valores”. ¿Cuál es la fractura y a qué se debe?. De eso tampoco dice nada, silencio absoluto… pues hacerlo supondría reflexionar sobre la profundización de los valores y códigos burgueses en los marcos de una sociedad que ella venera.

Para colmo de cinismos intenta trasladar el problema moviendo el foco hacia los profesores que “no quieren” dar clases en contextos de violencia, y con una pedantería poco austera, la Ministra exige a los docentes propuestas concretas (!), pues a su parecer “faltos de madurez” sólo “protestan por todo”; quien sabe si está desinformada, si no lee las propuestas docentes o si es pura demagogia. Lo cierto, y por supuesto lo que no dice, es que hay muchas propuestas que difieren y discrepan con la política mercantil educativa que sostiene, y por ello las esconde y teme debatirlas ideológicamente.

Este tipo de abordajes políticos son el caldo del cultivo a la reacción que el cortoplacismo minimiza, porque en el fondo no sólo estamos ante la despolitización de la sociedad sino ante la desideologización de amplios sectores populares. Urge recuperar la lucha política-ideológica, y propiciar la unidad del pueblo en la movilización concreta. A no dejarse distraer.

resumenlatinoamericano.org/2016/06/24/uruguay-la-ministra-de-educacion-julia-maria-munoz-teme-a-la-unidad-del-pueblo-en-la-lucha/

 

Fuente de la noticia: http://kaosenlared.net/uruguay-la-ministra-de-educacion-julia-maria-munoz-teme-a-la-unidad-del-pueblo-en-la-lucha/

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Uruguay / La Ministra de Educación Julia María Muñoz teme a la unidad del pueblo en la lucha

Uruguay/25 Junio 2016/Autor: Valeria Fariña/Fuente: Resumen latinoamericano

La entrevista concedida este 23 de Junio por la Ministra de Educación y Cultura, Julia María Muñoz, al diario “Búsqueda”, se enmarca en una política de desacreditación a los sindicatos, que sostenida desde hace ya varios años por muchos personajes gubernamentales, infunda serias consecuencias en un escenario conservador y reaccionario que en la región parece acentuarse con mayor ahínco en estos últimos tiempos.

Las declaraciones recientes se suman a muchos otros ataques que encontraron su traspié en el rechazo masivo al Decreto de Esencialidad de la Educación en el 2015, demostrando el significado y alcance que tiene la organización y movilización popular.

En la entrevista indicada la Ministra afirma que el “compromiso” es llegar al 6% del PBI para la educación en…lo que resta del período de gobierno y que aunque se esperaba más dinero, “el desafío es hacer lo mismo con lo que se tiene”. (¿?) También afirma que “en captación el número meta es que todos ingresen a la educación media” aunque “siempre pasan cosas” por lo cual esto podría no suceder; piénsese que los “alumn@s se mudan o se van del país” (!). A pesar de esto nos recuerda que “las utopías siempre hay que tenerlas”.

Entre los dichos y no dichos de Muñoz, lo cierto es que pudieran “suceder cosas” que, entre otras cosas muestren, cuán utópico es gestionar la educación mercantil con reveses sociales y políticos, preocupación que late entre gestores y tecnicistas que avisoran los límites y cotos de sus modelos.

A todos consta que para mantener el “consenso social” no basta sólo con “humanizar el capitalismo”, se requiere además contener y dividir al movimiento popular y a las diversas expresiones y corrientes que lo integran. La Ministra lo advierte, por ello despliega una retórica facilista que esquiva responsabilidades bien concretas vinculadas a la política que viene sosteniendo.

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La Ministra contragolpea ante lo se avecina: la movilización en rechazo a los recortes presupuestales, que sufrirá particularmente la educación, como ya lo anunció el gobierno para esta Rendición de Cuentas. Naturalmente los sindicatos de la enseñanza jugarán un papel importante pero no menor al que caben a los estudiantes de todos los niveles, y a los sindicatos en general. Avisada de que al pueblo no se le une, la “bárbara” -como ella misma se autoproclama- se concentra en los sindicatos de la educación remarcando que “las maestras tanto en el orden sindical como en el orden docente, son mucho más apegadas a la tarea, más vocacionales, tienen mucho más compromiso con la educación”.

Esta grosera caricatura de la labor de maestr@s y docentes, plantea una falsa oposición en un intento por alentar intereses corporativos entre los gremios, un propósito por confundir y asignar papeles distintos en la lucha que se avecina.

La entrevista desborda en apreciaciones tecnicistas que muestran no sólo cuánto se ha abandonado el debate ideológico sino también el temor por abordarlo. Las trampas retóricas envuelven y asfixian al tratamiento que realiza la Ministra sobre distintos temas, como el asunto de la violencia en los centros educativos, “síntoma de una fractura social espantosa” y una “pérdida de códigos y valores”. ¿Cuál es la fractura y a qué se debe?. De eso tampoco dice nada, silencio absoluto… pues hacerlo supondría reflexionar sobre la profundización de los valores y códigos burgueses en los marcos de una sociedad que ella venera.

Para colmo de cinismos intenta trasladar el problema moviendo el foco hacia los profesores que “no quieren” dar clases en contextos de violencia, y con una pedantería poco austera, la Ministra exige a los docentes propuestas concretas (!), pues a su parecer “faltos de madurez” sólo “protestan por todo”; quien sabe si está desinformada, si no lee las propuestas docentes o si es pura demagogia. Lo cierto, y por supuesto lo que no dice, es que hay muchas propuestas que difieren y discrepan con la política mercantil educativa que sostiene, y por ello las esconde y teme debatirlas ideológicamente.

Este tipo de abordajes políticos son el caldo del cultivo a la reacción que el cortoplacismo minimiza, porque en el fondo no sólo estamos ante la despolitización de la sociedad sino ante la desideologización de amplios sectores populares. Urge recuperar la lucha política-ideológica, y propiciar la unidad del pueblo en la movilización concreta. A no dejarse distraer.

Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=google+glass&client=ubuntu&hs=dPi&channel=fs&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiCk7es4MTNAhXFVyYKHeJLAjIQ_AUICCgB&biw=1366&bih=673#channel=fs&tbm=isch&q=La+Ministra+de+Educaci%C3%B3n+Julia+Mar%C3%ADa+Mu%C3%B1oz

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«Hay que empezar de nuevo» Entrevista con Boaventura de Sousa Santos

Uruguay/23 junio 2016/Autor: Diego León Perez y Gabriel Delacoste/Fuente: la diaria

Entrevista a Boaventura de Sousa Santos

Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y docente en la Universidad de Coimbra, en Portugal, y en la de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos. Su trabajo busca producir un conocimiento que respete e incorpore los creados en las luchas populares y les sea útil. Ha escrito sobre América Latina, los problemas de la izquierda contemporánea y los procesos constituyentes y es un referente del Foro Social Mundial y de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales. El 16 de abril dictó una charla en la Facultad de Ciencias Sociales, ocasión que se aprovechó para hacer esta entrevista.

¿Cómo ves la situación en Brasil después de la votación del juicio político a Dilma Rousseff?

-En el momento en que te hablo no sabemos qué va a pasar, pero de todos modos me parece que va a haber un período bastante turbulento políticamente. El impeachment es claramente un acto que configura un golpe parlamentario, sobre todo porque no se ha demostrado la presunta responsabilidad en crímenes que lo justificaría. Pero también por razones políticas, en la medida en que quizá la presidenta Dilma Rousseff es la política menos corrupta de América Latina, y va a ser impedida por un conjunto de los más corruptos de América Latina. Eso es grave para la democracia de Brasil y es grave para el continente. Entonces, me parece que lo que está en juego en este momento es una normalidad democrática.

Si se da el impeachment, va a tener algunas consecuencias. Obviamente, la polarización social en Brasil en este momento es muy alta, y pienso que ni los movimientos sociales, ni los ciudadanos, ni las clases populares van a aceptar este acto, sobre todo porque de él resultaría un gobierno liderado por un partido [el Partido del Movimiento Democrático Brasileño] que es conocido por ser uno de los más corruptos de la historia de Brasil. Y, por otro lado, porque probablemente el fenómeno más importante que está por detrás de todo esto es la operación Lava Jato, o sea, la gran investigación contra la corrupción, que quizá vaya a ser cancelada, ya que, según todos los indicios que tenemos, hay mucha gente involucrada en la corrupción que pertenece precisamente a ese partido que va a estar en el poder.

Todo esto crea un problema de legitimidad democrática difícil de manejar y cuyas consecuencias son difíciles de prever. Pero el impacto de lo que va a pasar será muy importante para toda la región, porque si el impeachment sale, será una afirmación de que las democracias que existen en el continente son fácilmente manipulables y de que si alguien gana las elecciones y obtiene, por tanto, el derecho de gobernar, cuando importantes fuerzas antidemocráticas deciden que no debe gobernar, tiene maneras de lograrlo por medio de una conjunción de medios: un Poder Judicial conservador, que está al servicio de esas fuerzas antidemocráticas, y fuerzas externas, que en este caso pienso que son del imperialismo estadounidense y que realmente no están interesadas en que continúe en Brasil un proceso que, si bien no es anticapitalista (Dilma no es anticapitalista; obviamente hay muchas críticas a su gobierno por no cumplir con el programa que propuso realizar cuando fue elegida), es posneoliberal, en el sentido de que tiene empresas públicas importantes nacionalizadas, como Petrobras, y recursos naturales importantes fuera del mercado internacional.

El propio Partido de los Trabajadores, antes de este proceso de impeachment, ya había llevado adelante una política basada en exportaciones extractivistas y ya había fortalecido a las policías que ahora son parte de las fuerzas conservadoras. ¿Qué queda de todo esto, cuando muchas de las fuerzas que están conspirando fueron desatadas por el propio gobierno?

-Es verdad que, a lo largo de estos años, estos gobiernos populares latinoamericanos, muchos de ellos salidos de movimientos sociales, cometieron numerosos errores.

¿Cuáles fueron los errores en el caso de Brasil? A mi juicio -y esto también puede aplicarse a otros gobiernos, como el de Cristina Kirchner, en Argentina-, lo que ocurrió fue que aprovecharon una coyuntura completamente excepcional, que es lo que llamamos el consenso de los commodities, es decir que, debido al impulso del desarrollo de China, los precios de las materias primas subieron y permitieron ganancias importantes a estos países. Los gobiernos populares decidieron entonces profundizar el modelo de desarrollo extractivista, con el objetivo de sacar algo de la renta resultante de esa alza de precios para hacer algo de redistribución social. O sea, no cambiaron el modelo económico: permitieron que los ricos y las oligarquías se siguieran enriqueciendo. Los bancos, por ejemplo, nunca ganaron tanta plata en Brasil como en los tiempos de Lula, pero, como los precios eran altos, quedaba un excedente significativo para hacer una redistribución sin precedentes. Por medio de mecanismos como bonos, becas familia y otras políticas sociales, se logró que más de 45 millones de personas salieran de la pobreza, lo que es un hecho político importante. Pero no era el socialismo, porque dependía totalmente de los precios internacionales, en cuya formación Brasil no incide de ninguna manera.

Por eso, por aceptar ese modelo de desarrollo, aceptaron también el modelo político que venía detrás, y que viene de muy atrás. Ese modelo político es el colonial. Hay una continuidad enorme con el modelo colonial, que se había interrumpido en algunos países con la industrialización y la sustitución de importaciones. Durante estos gobiernos populares no hubo cambios en el sistema político, ni en el sistema de los medios de comunicación, ni en el sistema fiscal, y eso fue lo que acabó por llevar a que estos partidos quedaran atrapados en el mismo proceso de gobierno que las oligarquías y las derechas tradicionales, que siempre han utilizado la corrupción, que siempre han utilizado los medios, que siempre han utilizado ilegalidades para poder consolidar su poder. Y hubo aquí una tentación: quizá, si se dejaba a los ricos ser aun más ricos, ellos iban a permitir que el país cambiara lentamente en términos sociales. El problema es que el consenso de los commodities duró hasta que los precios bajaron por la crisis de China, y desde entonces dejó de haber plata para poder garantizar las políticas públicas.

En el momento en que la plata escaseó, ¿qué podía hacer el gobierno? Sólo había una solución real, y era una política fiscal distinta: que los ricos pagaran más impuestos. Pero, como no se cambió el sistema político, eso está totalmente prohibido. Y, por lo tanto, el mismo gobierno empezó a hacer dos cosas: por un lado, profundizar aun más el agronegocio, la frontera agrícola, la frontera minera, lo que contribuyó al despojo de las poblaciones, a la contaminación del agua, a la crisis ambiental, en complicidades extrañas con los ejércitos privados que existen, con organizaciones paramilitares que matan a los indígenas y a los líderes campesinos por todo el continente, mientras estos gobiernos miran hacia otro lado. Por eso el ciclo se agotó.

Era una manera de gobernar como siempre se gobernó en América Latina, más a favor de las clases dominantes que de las clases populares, pero, en un contexto favorable, dejando una parte significativa de la riqueza para la redistribución social. Eso dejó de ser posible, se hizo insostenible para estos gobiernos. Por eso la crisis que tiene Brasil es la crisis que tenemos también en Ecuador en este momento, es la crisis que tenemos en Argentina, donde una derecha muy revanchista en pocos meses destruye todos los avances sociales que se habían conquistado en los últimos 12 años. Y por eso hay que empezar de nuevo.

¿Los gobiernos progresistas no se la pusieron un poquito fácil a la derecha? En este escenario, las fuerzas conservadoras van a volver al poder y se van a encontrar con una Policía militarizada y poderosa en términos materiales y legales, con leyes más represivas, cambios que a la derecha le habrían costado mucho más.

-Comprendo tu pregunta. Los gobiernos progresistas hicieron mucha continuidad con los anteriores, y por eso las rupturas pueden parecer más drásticas de lo que son en realidad. Realmente los líderes indígenas siguieron siendo asesinados en Brasil durante los gobiernos populares, como lo eran antes. Ahora -y aquí hay una división dentro del pensamiento crítico latinoamericano, dentro del cual estoy por adopción, porque no soy latinoamericano-, yo no voy al punto de considerar que estos gobiernos son gobiernos reaccionarios. Algunos colegas consideran que Evo Morales es un reaccionario. Yo no soy capaz, y te digo “no soy capaz” porque es un límite de mi inteligencia, de mi capacidad analítica. Pero es verdad que el progresismo fue hecho con las maneras antiguas de hacer política, y por eso los resultados están ahí. Y facilitaron realmente la entrada de la derecha. Este fue el gran error que cometieron algunas izquierdas del continente.

Uno de los grandes intelectuales de este continente, Álvaro García Linera, después de los resultados de las últimas elecciones en Bolivia dijo muchas veces que, si la derecha volviera al poder, tendría que reconocer que el centro de la política está desplazado hacia la izquierda, porque las fuerzas de izquierda lograron muchos avances que no se pueden destruir. Dijo que podrían reducirlos, pero siempre a partir de un centro ubicado más a la izquierda que antes. Como tú sabes, no fue eso lo que pasó. Mira a [el presidente de Argentina, Mauricio] Macri. En tres semanas, desapareció casi todo lo que se había hecho en 12 años. La derecha, cuando viene, viene revanchista. Viene con la decisión de eliminar todo lo que fue posible durante estos años, con la idea de que, por un lado, es insostenible y, por otro lado, las clases populares no lo merecen. Son privilegios. Las clases populares tuvieron demasiados privilegios, hay que recortarlos. Y la crisis va a ser la excusa.

Por eso yo creo que estos gobiernos populares han cometido muchos errores: no transformaron el modelo económico, ni el modelo de desarrollo, ni el sistema político. Quizá fueron víctimas de su entusiasmo. Tengo que decir que en el inicio estaba 100% con estos procesos. Participé en la redacción de las constituciones de Bolivia y Ecuador. ¿Cuántas veces cené en casa de [el presidente ecuatoriano] Rafael Correa y acabé cantando canciones revolucionarias, del Che Guevara, como si la revolución estuviera próxima? No podía imaginar que años después la alternativa es que, si no tienes inversión estadounidense de despojo, tienes a China, que te cobra de la misma manera y destruye los territorios de la misma manera. Entonces, muchos intelectuales tenemos que hacer una autocrítica también y ser menos arrogantes. Quizás ahora tienes la clave para las epistemologías del sur: ir más despacio, con menos confianza en que las ideas nuevas crean realidades nuevas. No, las realidades nuevas decantan de algunas ideas nuevas, pero no eres tú el que crea las realidades nuevas, es la gente que está en la calle, en la lucha, son ellos quienes están realmente innovando, no eres tú con la teoría.

Imaginas, entonces un escenario en que las cosas vuelven a la normalidad, Estados Unidos vuelve a mirar a América Latina, los precios de las commoditiesvuelven a estar bajos y el ciclo termina. Has sido una figura protagónica de este ciclo que ahora termina. ¿Cómo te imaginas lo que viene? ¿Qué ciclo puede venir ahora? ¿Qué tipo de cosas habría que empezar a pensar en relación con lo que acaba de terminar?

-Pienso que no estamos regresando a lo normal; cuando mucho, vamos a tener una nueva normalidad bastante turbulenta. Va a ser una democracia de fachada, pero cada vez más vaciada; ya no una democracia de baja intensidad, sino una de bajísima intensidad. No podemos pensar esto como la normalidad, sino como el resultado de un fracaso histórico que se debe analizar, de modo de encontrar las fuerzas que hagan posible un nuevo ciclo más duradero, menos frágil, en el que las conquistas sean menos reversibles. No sabemos en qué condiciones va a ocurrir eso, pero, con alguna turbulencia institucional, va a implicar una reforma política, que va a ser quizá demandada en las calles, reivindicada por los movimientos sociales, por las organizaciones sociales. Quizá necesitamos otro ciclo constituyente. Una nueva asamblea constituyente u originaria, digamos, que haga una reforma política fuerte, para que esta democracia pueda defenderse de las fuerzas capitalistas que la secuestraron.

Eso va a exigir, por ejemplo, que de una vez por todas se acepte que en las condiciones actuales del mundo no hay alternativa socialista en la agenda política, que no existe la posibilidad de una política revolucionaria, como hubo en otros tiempos. La democracia es el único instrumento de lucha que nos queda. Esa democracia tiene que ser reinventada, no puede ser apenas la democracia representativa. El nudo central del proceso político es que va a ser necesario articular democracia participativa con democracia representativa. ¿Qué quiero decir?: que los partidos políticos van a dejar de tener el monopolio de la representación política. Las asociaciones, las organizaciones sociales, los movimientos sociales, reunidos en asambleas, organizando los barrios, en el campo, en la ciudad, van a tener que encontrar formas de participar, no sólo a nivel de consulta, sino también a nivel de implementación, en algunas o en muchas de las políticas públicas -consejos populares de educación, de salud, de infraestructura-, o sea, una forma de que los ciudadanos, además de elegir representantes, puedan tomar algunas decisiones ellos mismos.

Hay que inventar otras formas políticas que permitan esa articulación entre la democracia representativa y la democracia participativa. Para que sea eficaz, va a ser necesario que esté presente en los propios partidos. Hay que refundar los partidos existentes o inventar otros partidos de izquierda construidos con una lógica de base distinta, y esa lógica tiene que incluir la democracia participativa desde el inicio. Tenemos en España a Podemos, que representa esta nueva voluntad política de crear lo que llamamos partidos-movimientos. Articulaciones varias y distintas entre círculos de ciudadanos, asambleas de ciudadanos que deliberan sobre las políticas del partido, que escogen a los candidatos y toman decisiones, que después son asumidas por los liderazgos partidarios. Es una manera totalmente distinta de hacer política, y además es la única que puede impedir que el dinero domine las decisiones político-partidarias y lograr que la corrupción deje de ser endémica.

Hay un campo muy grande para la creatividad democrática. Por eso yo lucho en mi trabajo por lo que llamo las epistemologías del Sur, en el sentido de crear también una reforma en el conocimiento. Porque no pienso que sea posible la justicia social global sin justicia cognitiva global, o sea, una democracia entre diferentes formas de conocimiento. En la raíz de todo el sistema político está el conocimiento académico que controla las universidades y que es eurocéntrico, como la ciencia política, la sociología y la antropología. Son los instrumentos que produjeron las políticas y las formas de representación política que tenemos. Eso tiene que transformarse, aceptando que hay otras maneras de conocer, que la representación del mundo es mucho más amplia que la representación occidental del mundo. Hay otras formas de transformación social que quizá no se van a llamar socialismo ni comunismo: se van a llamar respeto, dignidad, protección de los territorios, derechos del cuerpo de las mujeres. A esto le llamo una ecología de saberes, que implica también una reforma de la universidad.

Si me preguntas cómo definir este nuevo ciclo en términos progresistas (porque también puede ser una nueva barbarie, todavía peor), diría que tiene que tener una dimensión epistemológica muy fuerte, y que esa revolución epistemológica va a pasar por las universidades. Las universidades van a tener que aceptar que dentro de ellas circulen otras formas de conocimiento. Otras concepciones de vida son posibles, pero en nuestros departamentos de ingeniería, de ciencia, de biología, de física se ríen si hablamos de la Pacha Mama, de la Madre Naturaleza o de derechos de la Madre Tierra.

¿Cómo hacer avanzar ese tipo de pensamiento político sobre el conocimiento en un campo universitario en el cual se van a reír? ¿Cómo compatibilizar esta concepción más política, que intenta legitimar saberes externos a la universidad, con dinámicas universitarias para las que cierta forma de producción parece ser la única forma de legitimar cierta forma de conocimiento?

-Es una buena pregunta. Si miras históricamente, gran parte del conocimiento innovador y novedoso que siglos después se lee con atención y provecho no fue creado en la universidad, sino fuera de ella. Frantz Fanon, David Hume, David Spinoza, Karl Marx, Galileo Galilei, no sé… [ríe]. En el siglo XIX, las universidades de este continente seguían enseñando una ciencia aristotélica, que no tenía nada que ver con la realidad. Fue después, con Alexander von Humboldt y la revolución universitaria, y en Argentina con la reforma universitaria de Córdoba, en 1918, que las universidades empezaron a tener una idea de lo que es la responsabilidad social. No fue una reforma epistemológica, pero por lo menos fue una reforma social, que les dio una responsabilidad social más intensa. Y se debió a los estudiantes.

No es claro que esta renovación epistemológica necesaria vaya a ser producida dentro de las universidades. Quizás en el siglo XXI va a haber una división entre universidades hegemónicas, que sigan produciendo el conocimiento reproductor de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal, y universidades o sectores de universidades con un papel contrahegemónico, en un contexto que me parece favorable y que resulta de que, contrariamente a los períodos anteriores, las universidades públicas, sobre todo en nuestro continente, pero también en gran parte del resto del mundo, ya no tienen el apoyo de las élites económicas y políticas. Las élites están formando a sus hijos en las universidades globales: en Harvard, en Europa. No confían ni siquiera en la enseñanza media, y sus niños van desde muy temprano a otros países. Porque las universidades eran importantes para crear un proyecto de país, pero ahora ya no es necesario un proyecto de país. Hay un proyecto de mundo, para el que el ejecutivo financiero trabaja hoy aquí, mañana en Hong Kong y pasado en Malasia. Por eso las universidades no tienen apoyo de las élites, y por eso tenemos un problema de financiación de las universidades públicas. Pero tampoco en este momento tienen el apoyo de las clases populares, debido a la arrogancia con que han tratado a las clases populares, sus luchas, sus movimientos y sus conocimientos, siempre usando y mirando con desprecio toda la creatividad popular.

Hay gente en la universidad que está intentando incorporar en ella estos saberes. Y esa gente no puede aguantar que les enseñen como héroes a los que mataron a sus ancestros. Eso, más tarde o más temprano, va a llevar a una revolución, a un conocimiento más fuerte, más articulado, más diversificado. Como digo siempre, el conocimiento científico no se debe demonizar. En algunas de las luchas en que hemos estado muy involucrados, como la lucha contra Monsanto, contra el agronegocio, contra el glifosato y los insecticidas, necesitamos ciencia para conocer, por ejemplo, el porcentaje exacto de veneno en una frutilla o en una papaya. Y hoy podemos decirlo. Los campesinos saben cuándo beben agua contaminada por lo que les pasa, pero no saben exactamente la cantidad de veneno que están tomando. Por eso, la ciencia que va a ser necesaria va a ser la que pueda dialogar con otros saberes, como el de los campesinos. Siempre que un dirigente campesino, indígena o urbano es asesinado, lo es porque está luchando por otra manera de ver la ciudad, por el derecho al agua limpia, por el derecho al territorio. Y no es sólo su lucha, sino también la de los estudiantes y las futuras generaciones; es por la calidad de los alimentos de tus hijos, por tu salud en el futuro. Es una lucha por el mundo. Son guardianes de nuestra salud, y por eso los están matando.

¿Deberíamos recuperar la reflexión sobre la ética en la universidad?

-Creo que sí, pero no una ética según las epistemologías del norte, de ontologías individualistas, como cuando en la ciencia política o en la sociología la unidad fundamental es el individuo. Hay que seguir otras ontologías, para, por ejemplo, rescatar el concepto de comunidad, que se ha perdido en las ciencias sociales.

En toda la construcción de la ciencia social moderna, de [Thomas] Hobbes, [John] Locke y [Jacques] Rousseau, de hecho está siempre presente una tensión entre el principio del mercado, el principio del Estado y el principio de la comunidad. La comunidad de toda la vida, de los ciudadanos, de las obligaciones horizontales entre ciudadanos que no son mercantiles: mi cuidado por ti, mi amistad, que te ayude cuando estás en dificultades. Con el tiempo, ese concepto de comunidad desapareció; las universidades y las ciencias sociales lo redujeron a una cosa que no existe, llamada sociedad civil, un concepto que nunca he usado en mi trabajo. Es un conjunto de individuos hostiles a todos los otros individuos. Hoy en día, lo que les dicen todo el día a los estudiantes es: “tienes que ser un emprendedor”; o sea, para que tengas éxito, es necesario que otros fracasen. Tu éxito es perfectamente simétrico con su fracaso. No hay ninguna posibilidad de que todos ganemos. Este sistema es de un individualismo total. Una ética basada en esta idea es la ética de la autonomía, por ejemplo. Tenemos que ser autónomos. Pero ¿cómo puedes ser autónomo si no tienes condiciones para serlo? ¿Qué es eso de que el emprendedurismo quiere decir trabajar sin derechos y tal vez sin plata durante mucho tiempo? No es eso lo que queremos. Necesitamos buscar otra ética, con otras ontologías.

Las ontologías no occidentales son mucho más ricas. Aquí, en este continente, están en las calles, en los pueblos; ontologías que tienen un respeto muy grande por los ancestros, que todavía son considerados vivos dentro de la comunidad. Por eso el territorio es sagrado. Es el territorio donde enterraron a sus muertos. Nosotros tenemos hoy pueblos de Mozambique, donde hago investigación, en los que los cementerios son cambiados de lugar todos los años porque se descubrieron recursos mineros debajo de ellos. ¡Es una ofensa enorme para la ontología de la gente! Sus ancestros están con ellos y, por otro lado, para ellos también están vivas las futuras generaciones. Nosotros, en el mundo occidental, no logramos entender que tenga derechos quien no tiene deberes. Por ejemplo, las futuras generaciones no tienen derechos, porque tampoco tienen deberes. La naturaleza no tiene derechos, porque tampoco tiene deberes. Esa simetría es totalmente desastrosa. Tienes que entender que las futuras generaciones tienen derechos sobre los que ya están entre nosotros hoy, como garantes de un futuro. Y de la misma manera, la naturaleza. Si no cambias la ontología, si no cambias la epistemología, más tarde o más temprano tu ética va a justificar el individualismo posesivo, el emprendedurismo salvaje, la idea de que eres un ser antisocial y de que para que tengas éxito en la vida debe haber ruinas alrededor de ti. Entonces eres un creador de ruinas.

En Uruguay hay una gran discusión en torno al tema de la extensión, que ha sido históricamente una vía institucional para que la universidad se relacione con otros saberes. ¿Cómo ves esa función?

-De por sí es rebelde y reveladora de la naturaleza de la universidad. Si debe extenderse, es porque está cerrada sobre sí misma. Fue construida así, y por eso la extensión fue una respuesta positiva, sobre todo a principios del siglo XX, en la reforma de Córdoba. Era una de las diez demandas de los estudiantes. Es una respuesta en el marco convencional de una universidad que debe compartir su conocimiento con las clases populares, que muchas veces son las que más lo necesitan, pero no tienen acceso a él. La extensión fue una manera de profundizar un poco la responsabilidad social de la universidad sin que perdiera su identidad. Pero se hizo, en general, de una manera muy débil, porque se concibió como un área al lado de otras dominantes. Investigación, docencia y extensión. Como si la extensión no fuera también docencia e investigación. Los profesores que se dedicaron más a la extensión, porque tenían sus propias lealtades políticas y compromisos con las clases populares, nunca fueron bien vistos en las universidades. La extensión es siempre algo que no tiene la misma dignidad que la docencia o la investigación, como una forma degradada de ser universitario. Extensionista es una palabra horrible.

Yo no quiero despreciar de ninguna manera el trabajo que muchos profesores hicieron, a menudo con el sacrificio de sus carreras, para que la universidad se articulase de una manera más dinámica con las clases y los barrios populares. De ninguna manera. Pero eso tiene que ser complementado con otra cosa en el ciclo que viene ahora. Es lo que llamo la extensión al revés. No es llevar afuera la universidad, sino traer el conocimiento popular a la universidad. Los universitarios tienen que partir de la idea de que hacer extensión no es simplemente llevar afuera el conocimiento académico. Es para aprender. Aprender con la gente, con los movimientos, con las organizaciones, de sus luchas, con la idea de que ellos, trabajando y viviendo cotidianamente esas luchas, tienen maneras de ver la realidad, la convivencia humana, la ética, la vida digna que quizá no están en nuestros libros ni en los artículos científicos, pero que deben ser tenidas en cuenta y nos pueden ayudar a producir conocimientos socialmente más solidarios y más eficaces.

Tenemos maestros populares, sabios, médicos populares, jueces tradicionales de las comunidades campesinas e indígenas que vienen a la universidad a explicarles a los estudiantes otras maneras de resolver conflictos. De resolver casos criminales sin que haya prisión. Que hay otra forma de integración de los jóvenes en la comunidad que no pasa por la cárcel. Entonces, ¿extensión? Y sí, pero con extensión al revés. Traer a otros para adentro de la universidad. En eso, los estudiantes deberían tener un papel muy importante, y es necesario un cambio curricular muy fuerte. Tan fuerte que yo pienso que los estudiantes y los profesores que se interesen por esta reforma tendrán que asumir algún riesgo.

Cuando se entra a la universidad, el primer año o los dos primeros años deberían ser dedicados a desaprender. A olvidar muchas cosas que tenemos en nuestras cabezas. De nuestra historia, de nuestra realidad, de nuestra manera de vivir, de nuestra manera de consumir. Para poder abrir un poco los ojos a otra realidad y aceptar que hay otras maneras. Yo tengo que imaginar una necesidad para hacerla real. Por ejemplo, tengo que imaginar que este producto [toma un celular] va a ser válido durante dos años. Ya sé que dentro de un año o dos voy a empezar a pensar que no me satisface: que la batería debería durar más, que ya inventaron otro, etcétera. Imaginamos necesidades para hacerlas reales. Y, al mismo tiempo, la gran mayoría tiene necesidades inimaginables de agua, de electricidad. Y a veces están a tu lado. Por ejemplo, en un taller que estamos organizando en Minas Gerais, con la Universidad Popular de los Movimientos Sociales, en una comunidad indígena, será necesario un acuerdo de convivencia para usar el agua, porque vamos a tener 40 personas con un solo cuarto de baño durante 200 días, y no se va a poder gastar más de dos litros de agua al bañarse. Imagínate. Vamos a aprender eso porque haremos un taller fuera de la universidad con los movimientos sociales. Será una ocasión sorprendente para ver la realidad de la vida, que está por todos lados. Eso es parte de lo que llamo la sociología de las ausencias, de los invisibles, los que no cuentan. Si los mencionas de alguna manera en tu universidad, los profesores te dirán: “Ah… sí, ese problema existe, pero ya se va a resolver. Es una cuestión de tiempo, de desarrollo. Necesitamos más Monsanto, vamos a electrificar obviamente todo el país, y ahí se va a resolver”. Así que cuando el país esté totalmente destruido, estará totalmente desarrollado.

Fuente: http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/5/hay-que-empezar-de-nuevo/

Fuente de la imagen: http://contested-cities.net/CCmadrid/wp-content/uploads/sites/3/2013/12/sousasantos3.jpg

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Uruguay: Expo Educa 2016

Uruguay/ 23 junio 2016/ Fuente: MEC

a Comisión Nacional de Organización lanza la convocatoria a instituciones de educación privada, formal y no formal a participar de la propuesta Expo Educa 2016, en calidad de expositores, en la ciudad de Montevideo.

Este año la participación de Expo Educa en el interior tendrá un nuevo formato y modalidad. Aquellas instituciones interesadas en participar en las ferias del interior del país, deberán explicitarlo en el formulario de inscripción, y la Comisión Nacional de Organización se comunicará para hacer efectiva esta participación.

La Expo Educa Montevideo se realizará los días 19, 20 y 21 de octubre en el Atrio de la Intendencia Departamental.

Tras la selección de las instituciones participantes de Expo Educa en Montevideo, la Comisión Nacional de Organización informará e invitará a todos los expositores a participar de las ferias educativas que se realizarán durante el año en otros puntos del país.

El período de postulación será desde el 21 de junio al 3 de julio de 2016.

La inscripción se realizará mediante formulario online publicado en la web www.expoeduca.edu.uy.

La Comisión Nacional de Organización evaluará las propuestas y publicará el listado de instituciones expositoras en la misma web para la edición de Expo Educa 2016.

Convocatoria a expositores – Expo Educa 2016

Reglamento – Expo Educa 2016

Propuesta – Expo Educa 2016

Expo Educa

Expo Educa constituye la mayor muestra de oferta educativa del país a nivel público y privado, de educación formal y no formal. Mediante un dispositivo que apela al carácter interactivo de las propuestas presentadas, promueve que los/as jóvenes sean sujetos activos y puedan aprehender y conocer la información sobre las diversas propuestas formativas, así como acercarlos/as a las instituciones, y crear redes.

La feria se ha desarrollado en diversos departamentos del país, involucrando un número importante de estudiantes, docentes, profesionales y técnicos que presentan y recorren la oferta educativa a través de los stands, de paneles con expositores, talleres de orientación vocacional ocupacional, oferta de becas, diversas propuestas artísticas, entre otros.

Instituciones co-organizadoras 2016

• Ministerio de Desarollo Social (MIDES)/Instituto Nacional de la Juventud (INJU)
• Ministerio de Educación y Cultura (MEC) / Centros MEC
• Universidad de la República (UdelaR) / Programa de Respaldo al Aprendizaje
(PROGRESA)
• Fondo de Solidaridad (FDS)
• Administración Nacional de Educación Pública (ANEP)
• Universidad Tecnológica (UTEC)

Fuente: http://www.mec.gub.uy/innovaportal/v/88817/2/mecweb/expo-educa-2016?parentid=79771

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Uruguay recibirá a la Directora General de la UNESCO

Uruguay/21 de Junio de 2016/Fuente: UNESCO

Del 25 al 27 de junio de 2016, la Directora General de la UNESCO, Sra. Irina Bokova, se encontrará en misión oficial en el Uruguay para sellar acuerdos y lanzar una campaña de apoyo del país al patrimonio cultural.

A pocas horas de llegada a suelo uruguayo, el día 26, volará al Departamento de Río Negro para hacer entrega a las autoridades y la ciudadanía en general del Certificado de inscripción de la UNESCO al Paisaje cultural industrial de Fray Bentos, incorporado en 2015 a la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Durante su visita a Montevideo, la Directora General será recibida el lunes 27 por el Presidente de la República Oriental del Uruguay, Sr. Tabaré Vazquez. El mismo día se reunirá con el Ministro de Relaciones Exteriores, Canciller Rodolfo Nin Novoa, entre otras autoridades.

Su venida será además ocasión de la firma entre la UNESCO y la Suprema Corte de Justicia del Uruguay de un Memorando de Entendimiento para cooperación mutua en temas de libertad de expresión, acceso a la información y seguridad de periodistas, entre otros temas.

Adicionalmente, tendrá la oportunidad de reunirse con miembros del Cuerpo diplomático en el Uruguay, representantes del Sistema de las Naciones Unidas, y de la sociedad en general. Al cierre de la misión, ese mismo día, Irina Bokova, lanzará en Uruguay la Campaña Unidosxelpatrimonio (#Unite4Heritage) en un acto abierto que tendrá lugar a las 14:30 en el Centro Cultural de España.

Se trata de la segunda visita a Uruguay de la Directora de la UNESCO desde 2012. Creada en 1949, la Oficina de Montevideo surgió como el primer Centro de Cooperación Científica de la UNESCO, y en 1974 pasó a ser la Oficina Regional de Ciencias de la UNESCO en América Latina y el Caribe. Actualmente inmersa en un proceso de reconversión y fortalecimiento, asegura la implementación de programas regionales y subregionales en todas las áreas de la Organización enfocados en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible – Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

Así, la UNESCO ha elegido a Uruguay como sede del Primer Foro abierto de ciencias – América Latina y el Caribe de la UNESCO (CILAC, Montevideo, Uruguay, del 6 al 9 de setiembre de 2016). El país también alberga en Montevideo al Centro Regional para la Gestión de Aguas Subterráneas en América Latina y el Caribe (CeReGAS) impulsado por la Organización y creado en 2014 con su apoyo. Uruguay participa asimismo en el Centro Regional de Cambio Climático y toma de decisiones creado a instancias de la UNESCO en 2013.

La colaboración de la UNESCO con socios gubernamentales y no gubernamentales en Uruguay ha dado resultados contundentes en el avance de políticas nacionales en aspectos como la gobernanza de internet, gobierno abierto, la libertad de expresión y el desarrollo de los medios. Cabe mencionar el estrecho trabajo con el poder judicial, junto con socios internacionales y la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (SIDA).

El apoyo al desarrollo de la carrera docente, la evaluación de políticas educativas, y el apoyo a la reforma del sistema educativo forman también parte del programa de cooperación de la Organización en el país. El fomento de la innovación social en jóvenes es asimismo objeto de atención a través delProyecto Estamos Comprometidos.

El Subdirector General de la UNESCO de Comunicación e Información, Sr. Frank La Rue acompañará la delegación oficial de Irina Bokova en su visita al país.

Fuente: http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/uruguay_receives_unesco_director_general/#.V2hmfevhCUk

Imagen: http://www.granma.cu/file/img/2015/09/medium/f0043059.jpg

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Descolonizando. Diálogo con Yuderkys Espinosa Miñoso y Nelson Maldonado-Torres

Iberoamérica/19 de Junio de 2016/Kaosenlared

Diálogo con Yuderkys Espinosa Miñoso y Nelson Maldonado-Torres

Por: José María Barrosos

Tenemos la oportunidad de presentar una entrevista con dos de las mayores voces del grupo modernidad-colonialidad. Ambas son referencias, tanto a nivel teórico como práctico, en la lucha por la decolonización mundial a través de sus aportaciones epistemológicas y de acción.

Yuderkys Espinosa Miñoso, nacida en Santo Domingo, República Dominicana, es una de las más importantes voces sobre feminismo decolonial antirracista. También es una importante activista del Grupo Latinoamericano de Estudios, Formación y Acción Feminista (GLEFAS) mediante el cual llevan a la práctica las reflexiones teóricas envuelta en su producción de conocimiento.

Nelson Maldonado-Torres, nacido en Puerto Rico, es docente en la Universidad Estadual de Nueva Jersey. Posee una gran producción sobre la teoría decolonial, siendo especialmente importantes sus contribuciones hechas al giro decolonial. Además de su producción teórica es un activista envuelto en diferentes movimientos sociales.

Iberoamérica Social: Para comenzar el diálogo considero importante que definamos lo que va a ser el centro de la conversación, la descolonización. En la visión general de la población, la descolonización se dio por concluida al ser expulsados los gobiernos colonizadores del poder político y, de esta manera, conseguir la independencia los pueblos colonizados. ¿Qué pensáis acerca de esta definición de descolonización?

Taller en Casa de las Mujeres, Temuco, Chile 15 y 16.03.14 (2) (1)Yuderkys: En primer lugar quiero hacer una acotación que considero oportuna. No creo que esta idea de que la descolonización ocurrió o se dio por concluida con las independencias nacionales sea tan generalizada como dices. De hecho, creo que es una mirada que ha estado más en la cabeza de los grupos dominantes de la naciones que surgen de estos procesos “independentistas” y también  quizás en la cabeza de algunes historiadores y cientistas sociales. Pero lo cierto es que, como nos recuerdan los grandes movimientos indígenas y populares que se han dado en diferentes momentos de la historia reciente y de más largo plazo aun luego de las independencias; y como me lo han recordado insistentemente compañeras feministas de origen indígena y afrodescendientes,una cosa han sido estos relatos construidos por las clases dominantes y otra cosa lo que han vivido los grupos racializados bajo el yugo posterior del colonialismo interno y el imperialismo de las ex-metropolis. Las luchas anticoloniales que atraviesan la historia de América Latina de norte a sur muestran que para una parte importante de la población la descolonización nunca ocurrió, más bien lo que ocurrió fue una reconfiguración del sistema mundo moderno colonial a partir de los procesos independentistas y el surgimiento de los nuevos Estados-nación. Esta reconfiguración no sirvió sino para la conformación de grupos dominantes ahora internamente, grupos que continuaron la labor iniciada por los colonizadores de antaño. Por esto las independencias nacionales poco cuentan como hito en la historia larga de saqueo, imposición, exterminio, dominación y explotación de los pueblos indígenas y descendientes de africanos en América Latina.

En este sentido la descolonización la veo más como un programa en continuo desarrollo y por desarrollar, no es algo que se haga de una vez y para siempre y mucho menos en manos de una élite interesada. La descolonización es procesual y siempre ha estado en camino sin poder completarse. Añadiría algo más, la descolonización podríamos pensarla también como condición, una condición permanente que nos hace ser los sujetos histórica y geopolíticamente definidos que somos. Para regiones como las nuestras, para el sujeto colonial, podríamos pensarla como el motor de “nuestra” historia.

En Sudáfrica (1)Nelson: La noción de descolonización como la búsqueda de la independencia es parte de la historia oficial de los Estados-nación que se hicieron independientes de imperios europeos en el siglo diecinueve y luego en el veinte. Forma parte de sus narrativas de legitimación y, por tanto, es un eje central de la educación y la formación de ciudadanxs. La escuela y la universidad así como los medios de comunicación en masa, entre otras esferas de la cultura y el conocimiento, se encargan de implantar la noción básica que el Estado-nación es la creación de algo nuevo que rompió con el colonialismo y que le permite a todas y todos los miembros del Estado-nación aspirar incorporarse a la Modernidad a través del progreso y del desarrollo. Las independencias son propuestas como eventos épicos que generan una temporalidad, una espacialidad, y una subjetividad distinta, más allá de las dinámicas de la colonización. Es una idea paralela a la noción de que la creación de Estados-nación europeos después de la Ilustración representan un nuevo comienzo donde la razón puede finalmente utilizarse como elemento orientador en la construcción de sociedades modernas. Se trata de presupuestos fundacionales que motivaron el surgimiento de las ciencias sociales y que marcaron todo el resto de las ciencias europeas, entre tantas otras esferas, por ofrecer un ejemplo. Esto explica que la idea de que la descolonización concluya con la independencia obtenga un carácter fundacional y, de alguna manera, normativo en ciertos círculos donde se ha producido una identificación con las narrativas modernas de los Estados-naciones y de sus instituciones. También explica por qué la idea es tan frecuente en la Academia y por qué a muchas y muchos académica/os les parezca anacrónico, meramente ideológico, o irrelevante hablar de descolonización hoy. Al hacerlo son consistentes con su preparación, su disciplinamiento, por así decirlo, y su posicionalidad institucional.

Lo que ocurre, sin embargo, es que estos mitos fundacionales no han sido demasiado exitosos en imponerse porque, para empezar, el Estado-nación nunca ha podido formarse del todo, particularmente en territorios que fueron colonizados por los europeos o convertidos en periferia. Lo que existe más bien son intentos de homogeneización nacional y estos son poco exitosos. La escuela, por ejemplo, no es accesible a todo el mundo y su calidad varía demasiado, lo que hace imposible la tarea de implantar un convencimiento generalizado sobre los mitos fundacionales de los estados nación o de la Modernidad en las educandas y educandos. Además, la continuidad, y en muchos casos el empeoramiento, de las formas de jerarquización de la diferencia y de la desigualdad en la distribución de recursos y bienes se vuelven parte de una realidad que atestigua contra estos mitos fundacionales.  De aquí que, como bien apunta Yuderkys, muchos movimientos y comunidades han sido portadoras de un sentido común distinto a la norma que el Estado-nación, la escuela, la universidad, y los medios de comunicación en masa han intentado implantar en la población. Para estas comunidades la descolonización continúa siendo un proyecto incompleto. A partir de esa experiencia y conocimiento las narrativas fundacionales de la Modernidad y de los Estados-nación modernos aparecen como mitos irracionales, por lo que estos sectores  típicamente buscan no ser integrados a la Modernidad o al proyecto de Estado-nación, sino a continuar y/o a crear otras formas de pensar, sentir, y existir, y a descolonizar la cultura, la sociedad, la economía y las instituciones del Estado moderno. Proceso que demanda un nuevo tipo de conocimiento y, utilizando el lenguaje académico actual, unas nuevas “ciencias”.

Yuderkys: Es clave lo que apunta Nelson, nuestros Estados-nación y las instituciones que abrigan, han construido una historia oficial y han necesitado de estos mitos fundacionales para legitimarse aun en contextos muy adversos a su plena realización. Hay algo que me interesa resaltar sobre esta cuestión, se trata de la trama que ayuda a ocultar el mito: mientras el mito fundacional independentista anuncia el fin del de la empresa colonial y el inicio de una “patria” soberana, lo que se piensa como el comienzo de un tiempo de autogobierno donde el destino está en las propias manos del pueblo liberado, no hay un discurso como éste que muestre de manera más patente el éxito en la colonización mental de los pueblos colonizados. La interiorización de la mirada, los deseos y las aspiraciones del colonizador por parte del pueblo colonizado. Así, los gritos de independencia van acompañados de unos ideales y de unos discursos que no solo refuerzan la expansión del eurocentrismo y su mirada racista del mundo sino que lo naturalizan de tal forma que no es posible verlo. Me recuerda lo que Rivera Cusicanqui denuncia: la forma en que el discurso oficial oculta más que lo que muestra. Se logra convencer del compromiso con la descolonización y la construcción de un destino propio al tiempo que no hacemos otra cosa que aspirar y emular el proyecto producido por la filosofía, las ciencias políticas… el discurso de la Modernidad. Un buen ejemplo de ello han sido las posiciones y las trayectorias de las izquierdas y de los proyectos “populares” en América Latina. ¿Podríamos decir que ellos han contribuido efectivamente a los procesos de descolonización? La respuesta variará dependiendo de quién responda, pero lo indiscutible es que en la respuesta una puede encontrar un discurso y una apuesta muy contradictoria, que al tiempo que muestra un compromiso con la descolonización o las luchas antiimperialistas, muestra un profundo compromiso con las ideas de progreso y bienestar producidas por la Modernidad y que es impuesta a los colonizados.

Por último, quiero llamar la atención respecto a la manera en cómo estos discursos sobre la descolonización la mayor parte de las veces han obviado un debate y una atención al racismo epistémico como la expresión más fidedigna de la pervivencia de la razón imperial en estos mitos fundacionales, y en los programas posteriores que han surgido en diferentes momentos de la historia nacional.

Nelson: En efecto, Yuderkys, la colonización de la mente (lenguaje, ideas del yo y percepciones de otras personas o grupos, deseo, ideas de productividad y de plenitud, categorías de análisis, presuposiciones acerca de la razón y de criterios de veracidad, etc.) y el racismo epistémico son excluidos por completo cuando se piensa que la descolonización acabó, o acaba (pensando en casos como los de Puerto Rico, de donde soy, el cual nunca ha sido independiente, en los términos que se entiende usualmente), con la tal llamada independencia política (la que nunca es, en realidad, tan independiente de todas formas).  Esta colonización y este racismo epistémico son justo los que llevan a pensar que el colonialismo es distinto a la Modernidad y que, una vez se consiga la independencia, la nueva nación puede entonces olvidarse de la descolonización y enfocarse en progresar, desarrollar y modernizar. Todo esto cambia cuando se advierte que el colonialismo, en la Modernidad, deja de ser simplemente una relación política y se convierte en un sinnúmero de jerarquías ontológicas, epistemológicas y de poder (es decir, en lo que se ha intentado teorizar como colonialidad, entre otras formas) que incluye la dimensión política pero que va mucho más allá de ella, llegando inclusive a definir en gran medida quienes somos (como nos vemos, qué deseamos, etc.; la colonización de la mente y de la subjetividad). Es decir, hay colonialidad más allá de simple colonialismo, y esta colonialidad está ligada indisolublemente con la Modernidad como régimen espacio-temporal, de formación de la subjetividad, y como ideal civilizatorio. Entonces, hablar de Estado independiente dentro de la Modernidad, no hace irrelevante a la descolonización sino todo lo contrario, pues apunta a la continuidad de la colonialidad y por tanto a la relevancia de la descolonización, la que, en este contexto, puede ser también denominada como de(s)colonialidad o decolonialidad, entre otras posibles formas.

IS: Ambos concordáis en que los Estados-nación se valieron de los mitos fundacionales, a través de la historia oficial, para su fallido intento de homogeneizar la población. De forma conjunta, y como mecanismo base de lo anterior, se produce el racismo epistémico que arrasa con toda forma de producción de conocimiento que no se encuentre en los límites de la razón occidental. Esto me lleva a la pregunta, ¿es posible continuar profundizando en los procesos de descolonización bajo el sistema de Estados-nación que persiste en imponer esa ilusoria homogeneidad?

Nelson: Yo haría dos puntos iniciales con relación a esta pregunta. El primero sería matizar la idea de que el racismo epistémico “arrasa” con las formas de conocimiento que no se encuentren dentro o se ajusten a la razón occidental. Diría que el racismo epistémico intenta a veces arrasar, a veces incorporar o domesticar, a veces cambiar el significado y reducir, y a veces excluir, entre otras varias acciones posibles, las formas de conocimiento que no se ajustan a sus intereses. Es decir, la eliminación es una entre varias modalidades de la acción racista/colonizadora, y, de forma más amplia aún pero ligada a las otras dos, deshumanizadora. Otro punto importante sería reconocer que muchas veces el intento, mecanismo, y/o el proceso de eliminación no es completamente exitoso, ya sea porque no logra identificar adecuadamente la forma de llevar esto a cabo (porque, a veces, tampoco realmente entiende lo que confronta), o porque las respuestas que se dieron a tal intento complicaron la situación y no hicieron posible la eliminación. Se podría continuar matizando y complicando el punto, pero la idea principal es que colonialidad o racismo, epistémico o no, no siempre intenta o resulta en la eliminación. Esto apunta entonces a la necesidad de reconocer la presencia de lo que queda y de lo que surge dentro del contexto de la colonización.

El segundo punto está ligado al primero, particularmente a la idea de que la respuesta de las colonizadas y los colonizados puede dificultar e inclusive hacer imposible objetivos del proyecto colonizador, racista, o deshumanizador. Esto ocurrió en el sistema de centros imperiales y periferias coloniales o territorios periferializados a nivel global, y continúa ocurriendo bajo el de un sistema jerarquizado de Estados-nación. Ocurrió aún en el contexto de la plantación y la esclavitud racial y tantos otros. El punto es que debemos siempre contar con la agencia de las colonizadas y los colonizados y con la complejidad de sus prácticas y formas de pensamiento.

Relacionado a esto habría que considerar que quizás por definición la descolonización nunca ocurre en contextos que ella misma escoge. Es decir, la descolonización es respuesta a la colonización, y la colonización es siempre brutal y deshumanizante. Entonces no podemos esperar tener el contexto ideal para que ocurra la descolonización, sino más bien que la descolonización, como proyecto, incluye el reto a la colonialidad no importa las formas que esta tome o el contexto donde se confronte.

residuos de una quema de obras de arte conoció como Shackville en Cape Town (1)Esto es un punto importante que uno encuentra en el trabajo de Chela Sandoval, por ejemplo, particularmente en su formulación de conciencia oposicional. Sandoval lamenta el pesimismo de aquellas y aquellos que piensan que ya no existen las condiciones para posicionarse en contra del sistema hegemónico y recuerda que, en su larga y extremadamente difícil lucha, las colonizadas y los colonizados han construido un arsenal de tecnologías oposicionales que permiten continuar el proyecto de la descolonización. Piénsese solamente en la identificación de fracturas y contradicciones internas en las estructuras hegemónicas, o en el cimarronaje, para solo mencionar un par de entre muchas otras formas de acción de las colonizadas y los colonizados que pueden interpretarse como parte de lo que Sandoval denomina una metodología de las oprimidas y los oprimidos (“methodology of the oppressed”).

Por supuesto, no reconocer la agencia de las colonizadas y los colonizados o su legado teórico y práctico es justo uno de los resultados de ese racismo epistémico que mencionas. Lo mismo ocurre con pensar que la descolonización no es relevante hoy. El texto de Sandoval mismo debe considerarse, a mi manera de ver, como una contribución a la profundización en la tarea de descolonizar el conocimiento desde la teoría y práctica de mujeres de color (lo que Sandoval llama U.S. Third World Feminism), producido no menos que en las “entrañas del monstruo”, es decir en los Estados Unidos, uno de los países hegemónicos que sostiene el sistema de Estados-nación. Los lugares y las posibilidades de descolonización han sido y continúan siendo masivas.

Como último quisiera añadir, siguiendo a Fanon, que la descolonización no tiene garantías y esta no se lleva a cabo porque uno considere que las condiciones pueden resultar en el fin de la Modernidad, incluyendo su sistema de Estados-nación. Uno lleva a cabo la descolonización porque no es posible concebir la vida con dignidad y en comunidad si no es como lucha contra la colonialidad y como proyecto de inter-relacionalidad humana y harmonía con el ambiente más allá de la Modernidad. Entonces, como dicen en Mozambique y Sudáfrica: “a luta continua“, frase que apunta a una temporalidad de la descolonización, distinta al marco temporal de los Estados-nación, inscrito en sus mitos fundacionales y homogeneizantes–otro ejemplo más de la continuidad de la decolonialidad hoy. El reto es tomar todas estas contribuciones en serio. Ahí es justamente que veo la relevancia principal del Pensamiento decolonial y del Giro decolonial, entendidos de forma amplia, hoy.

Yuderkys: Coincido en que debemos evitar caer en narraciones que contribuyen a enterrar la agencia del pueblo oprimido y su resistencia histórica. Esta, la resistencia, siempre ha estado a pesar y en contra de la presión por parte de los Estados-nación y los intereses del gobierno de turno. Esa resistencia interrumpe en variadas y múltiples manera el relato colonial y de la Modernidad que nos reduce a pasado, a cosa superada, a apuestas vencidas que ya no corresponden al tiempo presente. Los Estados-nación en América Latina a través del sistema educativo, pero también incluso como nos recuerda Breny Mendoza: a través de la construcción de símbolos y héroes patrios que rescatarían el origen múltiple (negro, indio y español) del sujeto nacional elevando un reconocimiento del indio y el negro muerto que queda sepultado en los orígenes de la nación para ser desconocido en las luchas y las apuestas del presente nacional. Lo que me llama la atención es encontrar este tipo de operaciones en ciertas narraciones provenientes de las ciencias sociales en la Academia latinoamericana, así como, y aún más triste, en discursos provenientes de movimientos sociales: el feminismo, el de la liberación sexual, el anarquismo, en muchas de las izquierdas, e incluso que algunos de aquellos que se están nombrando como descoloniales. En estos relatos hay un doble movimiento, por un lado hay una condena al Estado racista, neocolonial, pero por otro lado hay una especie de acuerdo tácito en la efectividad de la empresa colonial y el Estado dependiente, dominado por los intereses de las élites y del capital en la destrucción de toda otra forma de vida, de pensar y estar en el mundo. En esta mirada el capital ya domina todo espacio de la vida en sociedad a nivel global, no hay más que orden capitalista y orden moderno.  Me recuerda algunos debates que he sostenido con mi amigo y colega, el filósofo Santiago Castro Gómez, y los debates que escuché cuando asistí al “Primer Congreso Internacional de Comunalidad: Luchas y estrategias comunitarias. Horizontes más allá del capital”, celebrado en Puebla en octubre del año pasado. Fue evidente allí la oposición entre quienes viniendo del marxismo ortodoxo no pueden ver las variadas y múltiples formas de resistencia de pueblos y comunidades enteras que racializadas, etnizadas, olvidadas, han quedado por siglos en los márgenes del Estado-nación y de su deseo de emular el orden de la vida y el camino del “progreso” propuesto por la Modernidad y el capital. Estas variadas formas de resistencia y agenciamiento se han puesto en práctica en una diversidad de experiencias de memoria, de preservación de creencias, espiritualidad y de formas de alimentar el lazo comunal y una organización basada en el convencimiento de la interrelación de la vida. Como nos recuerda Gladys Tzul, por fuera de las formas de organización impuestas por el modo estatal, su ideal de democracia representativa e instituciones ejecutoras, los pueblos y comunidades indígenas, por ejemplo, han desarrollado sus propios dispositivos de gobierno, sus propias formas de deliberación, toma de decisiones y organización de la vida colectiva. Estas formas otras de organización de la vida común, estas formas de vivir aún como parte de la “realidad realmente existente” atentan sin lugar a dudas contra el deseo de uniformidad e imposición del modelo occidental de gobierno como aquel que sería él único realmente válido y promisorio. Atenta contra la mirada sesgada y pesimista de que ya nada hay por fuera del modelo centrado en el Estado y la democracia moderna, con su separación del mundo privado y público y sus consecuencias en términos de responsabilidad en las esferas de la reproducción; con su idea de naturaleza-cultura que implica el dominio y la explotación de la primera a beneficio de lo humano; con su institución del matrimonio heterosexual (u homosexual que hoy ya es lo mismo) monogámico; con la producción jerarquizada de una subjetividad dicotómica masculina-femenina; con su apuesta en un desarrollo máximo de la técnica y el desarrollo tecnológico; con el abandono de la relación directa con la tierra, con el territorio, la autosostenibilidad y producción de alimentos; con los procesos de urbanización, construcción de grandes infraestructuras, mega ciudades donde se aglomeran gran cantidad de la población y en donde el valor monetario finalmente termina de intervenir en todo tipo de intercambio. Aunque nos parezca mentira, este modelo no se ha terminado de completar y aún hoy en muchos territorios hay otros modos de organización basados en otras genealogías y formas de experimentar la vida en relación. Es lo que autorxs como Arturo Escobar, Marisol de la Cadena y Mario Blaser, nombran como ontologías relacionales.11059624_940687725974818_2244232637343359092_n (1)

No sé si habría una “racionalidad” en estas otras formas de organización de la vida comunitaria en el sentido de pensarse y enunciarse a sí mismas como opositoras o antagonistas al sistema mundo-colonial moderno pero efectivamente constituyen una afrenta a su intento de constituirse como “El modelo” y devenir de la humanidad. Terminan, búsquenlo o no, siendo programas oposicionales, metodologías de resistencia a la opresión, como diría Sandoval. En un momento crítico como al que asistimos, de procesos de destrucción masiva y acelerada de estos estilo de vida y formas de estar-ser en el mundo -cuando la minería a cielo abierto, la militarización de la sociedad, la expulsión y desterritorialización forzada, los procesos amplios de descampesinización y urbanización de sociedades hasta hace pocos años fundamentalmente agrícolas, como China, o, más cercano, Colombia, cuando la pedagogía de la violencia y el terror produce una guerra interna contra los cuerpos de mujeres y varones racializados y empobrecidos, y las comunidades y territorios durante décadas olvidados están hoy en la mira del gran capital gracias a las “riquezas naturales” sobre la que se asientan produciendo procesos de fractura acelerada de formas preservadas de vínculo comunal respetuoso de la interconexión de la vida, se hace entonces necesario más que nunca, un programa de recuperación de esa memoria histórica de oposición, de autonomía, de resistencia activa. Porque lo que sí es un peligro que nos acecha es el intento de borrarla, de desconocerla, de hacer como si no hubiera existido y fueran solo pasado deseado o aborrecido. Nuestros proyectos políticos tienen que acogerse a esa mirada relacional, esa perspectiva no fragmentada de la opresión/dominación, y sus vínculos con las propuestas de futuro, con nuestros horizontes de felicidad y deseo que acompañan nuestras estrategias y que prescribimos a través de nuestras prácticas y miradas de mundo. “Nosotras morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones“, nos recuerda Caddy Adzuba, activista africana. En nuestros proyectos políticos no puede estar ausente una reflexión y un debate urgente sobre cómo queremos el mundo, que modelos de organización y gobierno de la vida comunal han de ser posibles para garantizar la vida del planeta, cuáles son las consecuencias del modo de vida basado en el consumo y en el desarrollo tecnológico en el que vivimos cada vez más personas en el mundo y que proponemos como aspiración al resto. Para ello es necesario partir por reconocer el lugar que han tenido estos programas otros de la Modernidad en preservar aquello que nos hemos empeñado en destruir; es necesario volver a mirar allí donde hemos dejado de mirar y estar dispuestxs a (des)aprender. Se necesita mucha humildad, se necesita sabernos ignorantes, se necesita de un afán de construcción de memoria, afán por develar y recuperar una memoria histórica de resistencia, de lucha y oposición anticolonial, que en sí mismas fueron apuestas de vida en sociedad más allá del capital, más allá de la colonialidad.

Sobre tu pregunta, te diría que el Estado-nación hace ya mucho tiempo que ha estado ahí, él ha representado desde su surgimiento la prueba fehaciente del triunfo a gran escala de la gesta colonizadora, la incorporación de la mirada y el orden propuesto por el colonizador en grupos de la población local en los territorios colonizados que se sometieron a las directrices del nuevo orden y el nuevo tiempo instaurado a partir del hecho colonial. Esta aceptación de las reglas del juego del colonizador permitió el surgimiento y el desarrollo de una élite local que rige los destinos del proyecto nacional dando continuidad al modelo civilizatorio impuesto por los colonizadores. Estos grupos representantes y cuidadores de la continuidad del proyecto moderno, racista, patriarcalista, capitalista… son clave para entender el colonialismo interno. Sin embargo, y a pesar de ello, los Estados en América Latina gracias a su debilidad y desvarío, no han podido completar su objetivo y a veces han resultado un problema menor que aquel que nos representa el proyecto de una sociedad global regida por el libre mercado con sus instituciones y mecanismos transnacionales. Piensen en los “mecanismos de ayuda al desarrollo”, la banca mundial, las Naciones Unidas, las ONGs locales, los intereses transnacionales que pretenden controlar la producción de alimentos, de medicamentos y enfermedades, patentar bienes de la humanidad. Las más de las veces el Estado está en manos de élites dominantes que trabajan conjuntamente con estos estamentos, y a veces, de tanto en tanto hay propuestas que han llegado al Estado y que intenta desafiarlos, en sus propios términos estamos de acuerdo, pero al fin y al cabo terminan siendo un desafío. Lo cierto es que aún y a pesar que sabemos que los Estados-nación con sus proyectos de democracia global al fin y aún en el mejor de los casos representan la cara más cercana de la colonialidad, tampoco podemos darnos el lujo de pretender ignorarlos o prescindir de ellos. La experiencia histórica nos demuestra que ante su ausencia quedamos totalmente en manos del capital, sin mediación y sin mecanismos de protección alguna. Ejemplos como el golpe en Honduras, la muerte de Chávez en Venezuela y el proceso paulatino de descalabro del proyecto que intentó impulsar, el retorno a gobiernos de ultraderecha como el macrismo en la Argentina, el golpe de Estado a Dilma en Brasil, lo que se viene luego de Evo Morales en Bolivia… nos alertan en la necesidad de preservar el mal menor que nos permita un marco base de garantía de derecho sobre el cual seguir apostando proyectos de justicia y buena vida que atenten contra esos marcos y el orden desde donde han sido concebidos. Y digo todo esto al tiempo que mantengo el optimismo: pienso por ejemplo que de este momento que se está cociendo y que devendrá seguramente en una etapa funesta mucho más opresiva para los sectores más empobrecidos y desprotegidos en nuestros países, podría devenir  una etapa de renovación y rearticulación de los movimientos sociales y las luchas anti y descoloniales…y es que uno de los problemas que seguimos enfrentando en las formas de gobiernos populistas, como lo que hemos tenido en la última década en varios países de América Latina, es que producen un debilitamiento en los movimientos sociales, una dependencia al Estado y una política estadocentrista, que diluye toda forma de radicalidad, que suspende la crítica bajo la lógica del “enemigo común” y del si no estás con nosotros eres parte de “las fuerzas enemigas que nos acechan”. Eso significa en poco tiempo la criminalización de la protesta y por tanto la negación y el olvido de aquellos proyectos de vida de poblaciones enteras que siguen siendo aniquilados en nombre de la “nación”. Es al fin la paradoja de la política que nos habita.

IS: Voy a recuperar un trecho de Yuderkys para comenzar la siguiente pregunta. “Se necesita mucha humildad, se necesita sabernos ignorantes”. La Modernidad se encargó de establecer lo universal como categoría, situando las dicotomías racional-irracional, superior-inferior o moderno-tradicional siempre desde una perspectiva hegemónica occidental donde ella se considera como lo válido y el resto como no válido. Sin embargo, al considerarnos como ignorantes nos reconocemos como ausentes de conocimiento sobre el otro, lo que sería un primer paso para reconocer la diferencia desde la igualdad. No obstante, los sistemas educativos, de forma general, insisten en mostrar la realidad como única, convirtiendo a la mayoría de las personas en periferia. ¿Qué propuestas educativas aporta la perspectiva decolonial para traer “la humildad y la ignorancia” a los estudiantes? ¿La estructura educativa pensada a partir de un currículo nacional es coherente con la mirada decolonial?

Yuderkys: A ver si me explico. Cuando hablo de la necesidad de practicar la humildad y la conciencia de la ignorancia estoy hablando desde el punto de vista de una intelectual de origen subalterno, en compromiso con los saberes otros de la Modernidad, pero que ocupa un lugar de frontera entre quienes tienen la legitimidad en la producción de saber y quienes no lo tienen. Con relación a ese primer grupo yo soy apenas la negra molestosa que de tanto gritar y arriesgarse incluso a la humillación, ha logrado cierto nivel de atención, debo ser algo así como una rara pieza de colección que logra entrar a duras penas a determinados circuitos de escucha en donde al parecer he logrado cierto nivel de audibilidad. Con relación al segundo grupo, soy definitivamente una privilegiada. En estos momentos podría decir que gozo de ese privilegio de lograr ser invitada a lugares generalmente reservados a una pequeña elite blanco-mestiza burguesa que es la que habita regular y, al parecer, naturalmente estos espacios; soy alguien que a pesar de toda la experiencia de marginación ha logrado superar el enmudecimiento al que somos condenadas la gente de donde procedo. Cuando hablo de la necesidad de una práctica de la ignorancia y de la humildad, estoy hablando desde el lado blanco (de poder) de esa división. Efectivamente estoy convencida que la primera gran tarea a la que se debe “el/la intelectual comprometidx” que pulula en el mercado de oferta y consumo del conocimiento, es la de someterse al silencio. No un silencio como desinterés o como indiferencia, sino como muestra de su compromiso con la subalterna.  El/la intelectual comprometidx, ese generalmente blancx, blancx-mestizx de origen burgués/clase media debería ejercitar más la escucha y menos el hablar por. Debería practicar el ceder la palabra y abandonar algo de su protagonismo del micrófono y de la tinta. Dejar el palco vacío, habitar de vez en cuando el silencio de palabra, como gesto que acompañe los esfuerzos de la gente oprimida, subalternizada, racializada…, por encontrar y ensayar su propia voz. Esa voz que sí, sabemos, no es paradigma de originalidad o de transparencia alguna (¿Acaso alguna voz lo es? ¿La nuestra lo es?) pero, una voz al fin. Entonces cuando digo que hay que practicar la humildad lo digo para el grupo de quienes de manera prepotentes han creído tener la verdad en las manos, de quienes se han creído en la posibilidad de salvar o iluminar a aquellxs que nada saben o son pura reproducción de doble conciencia. A la manera de Ranciere y su maestro ignorante, pero más allá de él quien desde su experiencia histórica solo piensa en una relación maestro-alumno donde las marcas geopolíticas, de clase, raza y género desaparecen. En ese sentido, no creo que a la y el subalterno se le pueda pedir esto, por el contrario, la tarea educativa sería apoyarles en su esfuerzo por (re)construirse o producirse como seres de conocimiento y de saber válido. Y sí, claro que la descolonialidad sabe, reconoce y apuesta en este sentido. Desde mi experiencia concreta con mis colegas y cómplices del Grupo Latinoamericano de Estudio, Formación y Acción Feminista (GLEFAS), concebimos la formación política como  un aspecto fundamental. Desde el inicio supimos y apostamos por la formación como forma de dar a conocer los esfuerzos de teorización y construcción de pensamiento feminista subalterno en América Latina. Apostamos por la lectura de textos producidos por autoras indígenas, afrodescendientes, campesinas, populares o en todo caso en franco compromiso con la descolonización del feminismo. Apostamos por una formación fuera de la universidad pero no por ello menos rigurosa o de baja calidad, una formación centrada en divulgar aquellas voces silenciadas por las reglas de circulación del conocimiento, al mismo tiempo que pensar y tratar a cada alumna/o como autor/a…como alguien capaz de pensar y complejizar su pensamiento y su capacidad de crítica. Con el tiempo esto coadyuvó a posicionar el feminismo decolonial en América Latina. Muchas de las activistas y voces que hoy presionan y hacen lo que hay que hacer para posicionar el feminismo decolonial o para habilitar algunas de sus preguntas en la Academia o fuera de ella, han pasado por nuestra propuesta formativa o se han nutrido de ella. Esta red de interés, este campo de conciencia cada vez más amplio está dispuesto a pedir la muerte de la voz grandilocuente, estamos haciendo la tarea de “localizar” los conocimientos producidos por campos teóricos como el feminista o del género y la sexualidad. Están/mos interviniendo en los espacios académicos para exigir algo de silencio al ruido que ya termina siendo esa voz que no para de hablar, que llena todo el espacio de la escucha impidiendo escuchar la voz pequeña en el pasillo, o que llega desde la calle. Esa voz de alcantarilla, como la he llamado. La práctica de la conciencia de la ignorancia y de la humildad, no la podremos enseñar en el aula como un programa general porque hoy día a ella llegan generalmente sujetos de muy disímiles orígenes -y que la gran Oxum me libre de reforzar a una estudiante de origen maya, guaraní, del Chocó o de Mata´e los indios a que calle su voz. Sin embargo, creo que será de la práctica concreta de la exigencia que vendrá del negro y la negra, del/la indígena envalentonada que la/el intelectual, comprometidx o no, aprenderá a callarse, a admitir su ignorancia… un poco…aunque sea un poco.

Nelson: Tanto la dimensión de la humildad como la del reconocimiento de la ignorancia apuntan a un asunto central que típicamente es dejado de lado, o no reconocido como relevante en la tarea del aprendizaje y sobre todo en la producción de conocimiento y de la investigación. Se trata del tema de la actitud. Las disciplinas académicas modernas tienden a definirse tanto por el objeto que estudian como por el método, y si no tienen un método específico se lo intentan inventar. A mi forma de ver, la perspectiva decolonial no solo cuestiona la idea del método como garantizador de verdad y revela la importancia de la actitud en la producción de conocimiento, sino que también resalta la importancia de lo que podría llamarse una actitud decolonial. Es decir, que la descolonización es una práctica, al igual que una forma de sentir y de conocer, y también un tipo de actitud que define la postura del sujeto cognoscente frente al mundo y otros sujetos cognocentes.

En conversación con el trabajo de Frantz Fanon y de Chela Sandoval he estado teorizando a la actitud decolonial como una actitud de amor en el mundo colonial, o de lo que Sandoval denomina “amor decolonial.” El amor decolonial es expresión de nuestro deseo por otrx ser humano en un espacio donde cuerpos, conocimientos, y experiencias son segregadas y segregados. Veo al amor decolonial como forma de conexión y de inter-relación, como raíz del interés por la búsqueda de la comunicación y la conexión erótica con unx otrx. Este amor es peligroso en la Modernidad/colonialidad, pues intenta cruzar fronteras establecidas y crear nuevas formas de ser, poder, y conocer.

El amor decolonial envuelve a la actitud de reconocer nuestros límites ante lo que no conocemos pero también de mostrar nuestra rabia ante todo aquello que fomente todo tipo de separación deshumanizadora.  El amor decolonial lleva al deseo de formar comunidad de insurgentes en contra de la colonialidad, y juega un rol crucial en el encuentro intra- e inter-cultural entre grupos subalternos mismos. Sin este tipo de amor, el yo que traumatiza o el yo traumatizado de la Modernidad/colonialidad puede hacer llevar aún a la crítica a la colonialidad a un tipo de hibris que impide la formación de comunidad contra la colonialidad en vías de crear un mundo donde muchos mundos puedan relacionarse entre sí y donde creen nuevos mundos.

La perspectiva decolonial contribuye a la formación de estudiantes con la introducción de contenidos ignorados o deslegitimados por la Modernidad, con el estudio crítico de los mecanismos que operan en esta deslegitimización (sexismo, racismo, y tantos otros “ismos”), y con la promoción de una actitud que intenta establecer relación con otrxs seres humanos más allá de las murallas que la Modernidad ha creado entre nosotrxs mismxs. Para esto la perspectiva decolonial identifica y avala al pensamiento fronterizo que establece relaciones entre dos o más mundos lingüísticos, y a la transdisciplinariedad decolonial que establece lazos entre el conocimiento académico, el conocimiento producido en el activismo, y las formas de conocer y ser que aparecen en el arte, entre muchas otras formas. Este esfuerzo rebasa los límites del Estado-nación y sus coordenadas espacio-temporales, y muchas veces ocurre, tal y como Yuderkys menciona, fuera de la Academia y de las aulas formales de clase. Lo que obviamente no quiere decir que no se den intentos interesantes dentro de la universidad, sobre todo en espacios que pueden considerarse fronterizos. Déjame comentar un momento sobre uno de estos espacios.

He tenido lo que considero la ventaja de haber desempeñado la mayor parte de mi carrera académica en unidades que fueron creadas para fortalecer el pensamiento de la descolonización. Cierto, esto es una excepción en los espacios universitarios, pero vale la pena darle su visibilidad y reconocimiento. Me refiero a lo que en los Estados Unidos se conoce como los espacios de Estudios Étnicos, incluyendo a los estudios afro-americanos y de la diáspora africana, los estudios indígenas, los estudios asiático-americanos y de la diáspora asiática, los estudios desde y sobre “latinxs” en los EEUU, etc. Estos espacios surgieron y se desarrollaron como parte de una revolución social y epistémica alimentada por la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, por la lucha por la descolonización en distintas partes del llamado “Tercer Mundo,” y por la lucha de mujeres “de color” contra el machismo nacionalista y el feminismo blanco.

En la Universidad de California en Berkeley, donde enseñe e investigué por siete años, fue una huelga estudiantil dirigida por una coalición de grupos de estudiantes “de color” que llevó a la formación de estos espacios. El nombre de la coalición de estudiantes era el “Frente para la Liberación del Tercer Mundo” (Third World Liberation Front), y buscaban la creación de una Escuela del Tercer Mundo (Third World College) dentro de la universidad. El propósito de la Escuela y de sus unidades era la de contribuir al empoderamiento de los grupos subalternos y a la descolonización de los Estados Unidos y del mundo. También la Escuela se planteaba como espacio fronterizo entre el resto de la universidad y las comunidades subalternas de donde se intentaría reclutar a muchos de sus estudiantes.

Fue en el Departamento de Estudios Étnicos donde en el 2005 se llevó a cabo la conferencia donde surgió el concepto de Giro decolonial, la que trajo a pensadorxs latinoamericanxs, latinxs, caribeñxs, y afro-americanxs para continuar explorando las conexiones que existían entre estas formaciones y pensar en otras formas del Giro decolonial a nivel global. Eso fue en el 2005. Luego, en el 2007 o 2008 formamos un grupo de Feminismo decolonial que, con la dirección de María Lugones desde Binghamton, donde había otro colectivo, establecimos contacto con otros grupos en Bolivia y México. No todxs lxs envueltxs trabajábamos en la Academia.

Doy esto como ejemplos del tipo de conversaciones y proyectos de producción de conocimiento que buscaban y buscan desconectarse de la colonialidad del poder, del ser, y del conocimiento plasmada en la universidad, aún dentro de la misma universidad, y de promover conexiones diversas entre grupos subalternos y formas subalternas de conocer. La universidad para nada es la única, y estos ejercicios no han de llegar muy lejos si no se conectan con esfuerzos parecidos fuera de la universidad. Puedo dar ejemplo de otros proyectos que destacan más esa dimensión. Pero lo que quisiera enfatizar es que para hacer esto se necesita renunciar a los criterios profesionales y de excelencia moderno/colonial de las universidades junto a su actitud moderna/colonial y liberal ante el mundo social actual. Por esto que sea tan difícil avanzar la práctica y el Pensamiento decolonial dentro de estas instituciones. Por esto también que la perspectiva decolonial a veces le pueda resultar tan antipática a aquellxs que todavía son leales a disciplinas, métodos particulares, o al ethos de las “artes liberales” y de las ciencias humanas supuestamente radicales. La perspectiva decolonial llama atención a la importancia de una actitud decolonial como actitud amorosa que le da orientación a la indignación, que promueve el respeto de sí y la insurgencia rebelde, y que incrementa el deseo de entablar relación y crear comunidad con otrxs. Puede estar en la universidad y en las aulas, pero nunca meramente dentro de ellas, lo que es otro ejemplo del tipo de actitud que promueve la perspectiva decolonial.

cartel-conversatorio-GLEFAS2 (1)Yuderkys: Creo que Nelson pone un tema que es necesario abordar en nuestras conversaciones sobre la praxis descolonial. Al llamado Giro descolonial muchas veces se lo ha intentado desacreditar porque sus varios de su impulsores e impulsoras iniciales y que terminaron convirtiéndose en las voces referentes más importantes, están ubicados en la Universidad, son académicxs de profesión y algunxs de ellxs están en Universidades Norteamericanas. Fue interesante ver cómo académicxs de América Latina, que por varias de las razones que menciona Nelson se sintieron en peligro, desarrollaron una especie de desconfianza y animadversión hacia este programa de crítica, oponiéndose muy tempranamente a esta teorización bajo el argumento de que se trataba de una teoría importada y no más que otra nueva moda del momento. Lo que me llamó poderosamente la atención fue ver a académicxs cercanxs y conocidxs cuyos programas de estudios son un ejemplo de la dependencia académica en nuestras universidades usando semejante argumento para justificar su resistencia a un programa que aun dentro de la universidad estaba llamando la atención respecto del problema de la colonialidad del saber y la necesidad de una autonomía epistémica. Mucha gente piensa que yo estoy en la universidad, a veces esto en espacios activista es incluso usado para intentar desacreditarme -vale decir que esto proviene de activistas universitarias o que frecuentemente citan y siguen con devoción académicas blancas, más o menos comprometidas, y, últimamente, a veces, también de color pero que están validadas por ser de Europa o los EEUU-. Más allá de intentar explicar este tipo de recelo hacia quienes nos hemos dedicado a producir teoría aquí y al lado, la cuestión es que no, yo no estoy en la Academia, no tengo un puesto universitario y nunca lo he tenido. Soy parte de un movimiento que se ha empeñado durante años en mostrar que era posible producir pensamiento propio desde fuera de la universidad, aposté también a una práctica que para las feministas siempre nos fue afín como lo es el aprendizaje autodidacta, autodirigido. Para muchas de nosotras, poder llegar a leer voces que no han sido parte de la teoría mainstream, ha significado una práctica de aprendizaje y búsqueda autónoma de conocimiento. Así pudimos llegar a autoras feministas negras, indígenas y de color, tanto en América Latina como en otras regiones del mundo, a las que nunca hubiéramos llegado de otro modo, ya que en los programas universitarios no han figurado como voces de saber sino hasta muy recientemente y, vale decir, gracias a nuestras producciones y la tarea de promoción de sus obras que hemos llevado adelante. Sin embargo, desde mi propia experiencia, a veces, debo decir, bastante crítica y pesimista sobre las posibilidades y los límites de las instituciones, puedo ver que han ocurrido lentamente algunos pequeños cambios en las universidades. Esto es gracias al esfuerzo realizado por docentes comprometidxs con el programa decolonial que han logrado habilitar algunos pequeños espacios de escucha de nuestras voces y de otras voces generalmente silenciadas o negadas por la Academia, y también gracias a una presión desde abajo. Un ejemplo cercano es lo que una activista, pensadora y docente como mi compañera de ruta, la feministas afrocaribeña, Ochy Curiel, logró hacer en la Escuela de Estudios de Género en la Universidad Nacional de Colombia. Junto a Mara Viveros, afrocolombiana, lograron hacer cambios importantes en los programas de estudios introduciendo voces otras del feminismo, que generalmente no caben en la Academia. Esto se multiplica en otras universidades e instituto conocidos. Pienso en María Teresa Garzón en el Posgrado de Estudios Feministas e Intervención Social del CESMECA, en Chiapas. Pienso en Karina Ochoa en la Escuela de Sociología en la UAM; Breny Mendoza en el Departamento de Estudios de Género en la Universidad de Los Ángeles; Encarnación Gutiérrez en la Universidad de Giessen, Alemania; Tjasa Kancler en la Universidad de Barcelona, Marina Grzinic en la Academia de Artes de Viena … la lista se hace cada vez más larga. Hoy vemos un renovado interés por lo que estamos diciendo en algunos espacios académicos. Y eso es bueno, no porque crea que debamos abandonar la lucha porque se reconozcan otros modelos y prácticas de producción de pensamiento que han quedado silenciados o desautorizados, sino porque también es importante incidir allí en donde se están formando muchxs de nuestrxs jóvenes. La universidad se ha convertido en una etapa obligatoria en nuestras vidas globalizadas, a ella acude una población muy variada proveniente de los más disímiles orígenes. Hoy están llegando a ella cada vez más población negra afrodescendiente e indígena, y migrantes racializados en países del llamado “Primer Mundo”. Es importante que estas generaciones encuentren allí al menos algunos nichos que les ofrezcan otras cosas, otras ideas que cuestionen el eurocentrismo de la universidad y propongan espacios cada vez más amplios de pluriversidad. En los últimos años a varias de nosotras, feministas descoloniales, nos invitan frecuentemente a estos espacios académicos en América Latina pero también en Europa y los EEUU. Es gratificante ver cómo a ellos llegan lxs estudiantes racializadxs, migrantes de los países del llamado “Tercer Mundo”, o de zonas muy apartadas de las grandes ciudades. Llegan y te dicen cosas como: “por fin siento que el feminismo tiene algo para decirme”. Me lo han dicho así, textualmente y de diferentes maneras luego de terminada la conferencia o la clase a la que me han invitado. Es alentador escuchar y ver este tipo de reacciones que cada vez se hacen más frecuentes. Lxs estudiantes presionan para que incluyan voces latinoamericanas, caribeñas o africanas en la bibliografía. Presionan para que nos inviten a quienes estamos siendo parte de esta revolución epistémica. Lo decolonial definitivamente tiene mucho que aportar a los espacios de enseñanza, formales y no formales. Varias de nosotras estamos interesadas, por ejemplo, en pensar metodologías de educación popular decolonial. Con María Lugones, Karina Ochoa y Diana Gómez tuvimos una conversación al respecto en donde pensamos cómo sería eso de una metodología de educación popular desde el feminismo decolonial. Salió publicado en el primer volumen de Pedagogías decoloniales que editó Katherine Walsh hace dos años. Allí planteamos una serie de desafíos a la manera en cómo el feminismo ha venido haciendo educación popular. Es interesante seguir avanzando en este tipo de apuestas.

Nelson: Vale la pena abundar en esta área porque resalta la importancia de los movimientos por descolonizar la universidad, los que han estado en aumento recientemente. Al momento se están dando de forma muy fuerte en Sudáfrica, donde estudiantes luchan por una educación libre de costo y descolonizada. Esto lo pude ver muy de cerca durante mi estadía en Sudáfrica en los primeros meses de este año, donde tuve la oportunidad de participar en eventos y actividades con estudiantes activistas. De Sudáfrica, el movimiento “Rhodes Must Fall” pasó a la Universidad de Oxford en Inglaterra. También en la Universidad de Warwick se lucha contra el currículo blanco y en Holanda se creó el movimiento por la “Universidad de Color.” La lista sigue.

Todo esto tiene mucho que ver con el aumento de estudiantes “de color” en universidades metropolitanas o nacionales históricamente dominadas por un estudiantado blanco o criollo y mestizo. En la medida en que la segregación formal de los espacios educativos ocurre y que nuevos cuerpos entran en el ámbito universitario, las posibilidades de las demandas por la descolonización de la universidad aumentan. Esos cuerpos que entran también tienen mentes, lo que explica por qué a la desegregación de cuerpos en el espacio universitario típicamente le sigue la demanda por la descolonización del conocimiento, lo que lleva a nuevos intentos de segregación. El neoliberalismo racial y el racismo de Estado de antemano están bien dispuestos a, y en realidad nunca paran de continuar la segregación de cuerpos y a controlar el acceso de ciertas poblaciones a las instituciones del capital y del Estado. La privatización y el aumento de los costos de la educación son mecanismos neo-segregacionistas en la universidad. Esto naturalmente lleva a que los movimientos por la descolonización de la universidad hoy tiendan también a luchar por una universidad libre de costos y por una sociedad que no tolere ni el liberalismo que reduce los problemas creados por la colonialidad a temas de diversidad e inclusión, ni el neoliberalismo que impone la privatización de los bienes colectivos y la austeridad fiscal que opera en beneficio de la continua acumulación de la riqueza en manos de unos pocos.Policia y seguridad privada es diferente de un espacio seguro (1)

En Sudáfrica, por ejemplo, el movimiento estudiantil negro actual comenzó cuestionando los símbolos de la autoridad académica y política liberal en un contexto de alta segregación económica, social, y epistémica que se atreve denominarse como democracia (en “Rhodes Must Fall”), y rápidamente se volcó también a montar una oposición masiva al incremento de los costos de matrícula (en “Fees Must Fall”). De ahí que, en oposición conjunta al liberalismo y al neoliberalismo, estos movimientos llamen a una educación “libre de costos y descolonizada.”  El llamado por la descolonización, lejos de ser un anacronismo, revela las distintas formas en que las políticas hegemónicas liberales y neoliberales continúan produciendo un orden de carácter segregacionista y colonial. La juventud negra ha hecho una contribución sustancial a la conciencia política del país mientras la universidad ha mostrado ser un campo de lucha donde distintos modelos de orden social, económico, y epistémico entran en pugna.

Estos movimientos, y tantos otros esfuerzos paralelos de mayor o menor intensidad, crean grietas en la universidad hegemónica –y esto es sin todavía hablar aquí del significado de universidades indígenas y de tantos otros proyectos no-hegemónicos. Estas grietas conectan instituciones y proyectos en el llamado Norte con otras en el llamado Sur global y viceversa. Pero ni las grietas, ni las conexiones, le resultan obvias o de mucho interés a la mayoría de lxs profesores universitarios, críticxs o no, dentro del sistema educativo hegemónico, cuyas concepciones sobre el conocimiento y coordenadas espacio-temporales están marcadas por la colonialidad. Por eso ven una relación simple entre Norte y Sur, sin ver los sures del Norte, los nortes del Sur global, u otros tantos espacios y tiempos que desafían los ejes espacio-temporales hegemónicos. Por esto, a veces ocurre que profesorxs del norte critican a los movimientos estudiantiles por estar aparentemente importando temas del Sur, y los del Sur acusan a los movimientos por importar teorías del Norte, sin querer darse cuenta de que muchas de esas teorías o ya existían en el Sur o se crearon en espacios fronterizos entre distintos sures, más allá de la división Norte/Sur. En esa ignorancia o atrevimiento delatan su compromiso con el orden colonial de las cosas, más allá de toda su retórica crítica. Estamos en un contexto donde el liberalismo de lxs profesorxs se concibe como radical frente al neoliberalismo creciente de las burocracias administrativas universitarias, mientras ambos son cuestionados y confrontados por discursos y prácticas decoloniales empuñados principalmente por sectores del estudiantado y de aliadxs en y más allá de la universidad.

Estos y otros movimientos por la descolonización crean nuevos espacios y tiempos. Estos también, cuando ocurren en la universidad, toman el lugar de las aulas como espacios donde se comparte el conocimiento. Los movimientos generan nuevas ideas, nuevas prácticas y estrategias, nuevas actitudes y nuevas formas de ser. Todo esto implica que la lucha por la descolonización del conocimiento en la universidad también pasa por la descolonización, no sólo del conocimiento y del poder–en la alianza entre estudiantes y trabajadores, por ejemplo–, sino también del ser–en cuanto se crean nuevas subjetividades y nuevas formas de vivir el espacio y el tiempo. Entonces, el reto mayor no consiste solo en descolonizar el conocimiento como si fuera un tema o una práctica aislada, sino de vincularla y adelantarla en relación a otras formas de descolonización.

Todo esto tiene que ver directamente con la pregunta inicial sobre la humildad epistémica, pues solo con esta humildad lxs profesorxs podrán concebir a los movimientos estudiantiles por la descolonización de la universidad como espacios donde se está dando el tipo de instrucción y formación con el que algunxs dicen estar comprometidxs. Entonces no es solo cuestión de cambiar las dinámicas pedagógicas dentro del aula y de añadir contenidos nuevos, sino de que tanto profesorxs como alumnxs salgan de las aulas y entren en contacto con los movimientos por la descolonización. No hay excusa ninguna cuando esos movimientos están ocurriendo o debieran de ocurrir en esas mismas instituciones.

IS: Para finalizar, me gustaría profundizar sobre lo decolonial a nivel orgánico. Tengo el conocimiento de que existe cada vez una mayor y más articulada organización al interior de movimientos de género y raza con una perspectiva decolonial. Sin embargo, a veces siento la falta de que, al mismo tiempo en que se realizan las luchas concretas de cada grupo, se establezca una organicidad de solidaridad donde a través del problema común, la colonialidad, se luche conjuntamente por las opresiones concretas. Puede que mi visión esté equivocada, y no pretendo que juguéis a ser futurólogos, pero ¿Qué visión y perspectivas tenéis sobre la organicidad más amplia dentro de los movimientos decoloniales?

Nelson: Esto es un tema muy importante al igual que muy complicado porque, en primer lugar,  no se puede generalizar demasiado sobre luchas concretas. Para empezar, los movimientos sociales son múltiples y cada uno de ellos tiende a ser altamente heterogéneo. También tienden a distinguir entre principios, tácticas, y estrategias y pocas veces uno puede esperar un consenso absoluto en la forma de entender cada una de estas en cada movimiento. Además, a veces lo que para la mayoría dentro del movimiento es táctica puede entenderse como principio o estrategia desde afuera, etc. llevando a juicios y conclusiones inadecuadas. Los movimientos sociales, particularmente los contra-hegemónicos, son una realidad viva sumamente compleja, lo que hace difícil hablar de luchas concretas como un todo. A lo sumo uno puede hacer aseveraciones tentativas y abiertas.

En segundo lugar, creo que la perspectiva decolonial, mientras lleva siglos elaborándose a la vez es muy temprana, en el sentido que todavía está en el proceso de tomarse en serio de forma más generalizada y que tiene muchos desafíos por delante. Estos desafíos incluyen continuar la exploración de la colonialidad en distintos órdenes de la existencia humana (lengua, instituciones, epistemologías, relación con la “naturaleza,” etc.) al igual que la forma en que la Modernidad reajustó y reajusta, inventó e inventa, y combinó y combina formas de explotación, dominación, y deshumanización. También hay que tener en cuenta las múltiples experiencias, formas de vida, lenguajes, y culturas desde donde se piensa con una perspectiva decolonial. Y tampoco hay que olvidar que la perspectiva decolonial en principio es una perspectiva abierta, lo que quiere decir que sus tareas nunca encontrarán fin en tanto y en cuanto se dedica no solo a intentar superar a la Modernidad/colonialidad sino también a evitar que elementos de la misma retornen. Entonces nunca habrá una perspectiva decolonial completa del todo o perfecta, y de ser así, siempre es posible que detalles en la perspectiva puedan ser parte de la causa por la cual, a nivel de la vida compleja de movimientos sociales, estos sean incapaces en momentos dados de formar conexiones cuando estás son posibles. Para esto hay que continuar elaborando y refinando la perspectiva continuamente e hilándola con la práctica de los movimientos. Mientras no logremos entender el significado de raza y género y las formas en que se relacionan, por ejemplo, la teoría puede contribuir a separaciones que disminuyen la posibilidad de coaliciones profundas entre movimientos.

En tercer lugar, mientras a veces la perspectiva teórica está más avanzada en ciertos puntos que una práctica, por lo que entonces puede ayudar a radicalizar una práctica, a veces es todo lo contrario: la práctica tiene dimensiones más ricas y complejas que las que provee la teoría. Entonces los movimientos sociales (e intelectuales así como los artísticos, por ejemplo) pueden recurrir a esas otras prácticas, y no solo a la teoría (o a la producción artística, para citar otro ejemplo), como fuentes para crear dinámicas de inter-relación y coalición con distintos otros movimientos.

Creo que hay que tener estos tres puntos muy claros al hablar del tema que propones. Habiendo hecho esas precisiones, me gustaría hacer otros tres puntos respondiendo más específicamente a tu pregunta. En primer lugar, es parte del legado de la Modernidad que tendemos todavía a utilizar los conceptos dominantes para entender nuestras causas. A veces, problemas graves que he visto en movimientos que luchan contra la dominación de raza o de género es que se quedan estancados en definiciones liberales (o a veces marxistas tradicionales) de lo que significa un concepto o el otro, aun cuando puedan estar utilizando cierta terminología del Giro decolonial. Esto lleva a que se fomente la desconexión en vez de nuevas formaciones de comunidad y de actividad de coalición. Aún el mismo concepto de interseccionalidad lo he visto usado, no tanto para poder construir conexiones, sino para, ya sea disimular prácticas no-interseccionales con una retórica interseccional, o para montar sobre el mismo cierto tipo de políticas de identidad basadas en una visión fragmentaria de la opresión, lo que no hace sino más que crear más fragmentación.  En esto se tiende a ignorar tanto, el significado particular de la interseccionalidad dentro del derecho, que fue donde emergió el concepto, como los debates en cuanto al término por parte particularmente de feministas decoloniales, incluyendo a Yuderkys.

Es decir, el primer punto sería que en la medida en que continuemos operando, tanto en la teoría como en la práctica, con conceptos que no nos permitan entender los límites de las definiciones que hemos recibido, aun por parte de ciertos discursos críticos, sobre lo que es la raza, el género, la sexualidad, y la clase entre otras formas de diferenciación social, y de sus relaciones, tanto más difícil se nos hará establecer una práctica que se oponga a la colonialidad y la formación de comunidades insurgentes que desafíen a la misma sin que se vuelvan cómplices de la estructura que intentan desafiar. Me parece que el feminismo decolonial ha venido desempeñando un rol crucial en esta área.

El segundo punto es que conviene, para evitar caer al nivel de fragmentar movimientos y socavar las posibilidades de solidaridad, tanto continuar explorando los límites de los conceptos que utilizamos y las formas en que los mismos se relacionan (primer punto), como mantenerse enfocadx en ideas que pudieran considerarse centrales en la práctica decolonial. Recientemente en otro escrito identificaba dos de estas ideas que me parecen centrales a la perspectiva y a la práctica decolonial. Identificaba las mismas con la noción de la decolonialidad como proyecto incompleto (en contraste, por ejemplo, con la noción habermasiana de la Modernidad), por un lado, y a la conciencia coalicional y oposicional, por otro. La conceptualización de conciencia coalicional y oposicional la tomo directamente del trabajo de Chela Sandoval, quien ha trabajado el tema por muchos años, pero la idea de la decolonialidad como proyecto incompleto es también parte central del mismo. De hecho fueron las feministas chicanas, de forma más consistente que varios de los chicanos no feministas, las que mantuvieron la noción de una continuidad en la lucha descolonizadora después de que el paradigma de la colonización perdió apego por parte de una cantidad de intelectuales chicanos. Y esto me parece que fue en parte por las relaciones de coalición que mantenían con otros grupos de feministas de mujeres de color, incluyendo mujeres indígenas que mantenían la importancia de la idea de descolonización. Es decir, que en el feminismo chicano y en el feminismo de mujeres de color, las nociones de la descolonización como proyecto incompleto y la de la necesidad de forjar una conciencia coalicional y oposicional se enriquecían mutuamente: el compromiso con la descolonización incluía la oposición a la colonialidad y llevaba a la coalición, y la coalición hacía que se continuara el compromiso, no con una noción específica de liberación u otra, sino con la descolonización como proyecto. De aquí la importancia de la noción del “cuerpo como puente” (como propuesto en la antología, This Bridge Called My Back) en el feminismo de mujeres de color en los Estados Unidos, y la centralidad de la coalición y la descolonización en feministas tales como Gloria Anzaldúa (Chicana) con su noción decolonial de mestizaje, o María Lugones (“latina” de los EEUU/Argentina) con su proyecto “teorizar coaliciones contra opresiones múltiples,” por ejemplo.

Conviene entonces tomar en serio las distintas propuestas que intentan examinar críticamente los conceptos básicos de nuestros análisis (primer punto), y enfocarse en las dimensiones que pueden considerarse más comunes y centrales de la perspectiva y la práctica decolonial (segundo punto) para superar los límites de cualquier tipo de narcisismo y de arrogancia identitaria (hegemónica o no) y la hybris de la crítica negativa por otro que a veces se alojan en movimientos sociales e intelectuales entre otros. Se vuelve pues necesario, y este es mi tercer punto, estudiar e intentar poner en práctica las propuestas que más avancen la conciencia de un proyecto compartido e incompleto de la descolonización. Ya antes mencioné la coalición de grupos de estudiantes “de color” que formaron el Frente para la Liberación del Tercer Mundo (Third World Liberation Front) y el colectivo al que Sandoval se refiere como el Movimiento de Mujeres del Tercer Mundo dentro de los Estados Unidos (U.S. Third World Woman Movement). Estos son movimientos que, pese a cualquier límite que tengan, han mantenido como prioridad la lucha continua contra la colonialidad y la formación de lazos profundos a través de diferencias, a partir de lo cual han inventado tecnologías de lucha al igual que conceptos y prácticas de afiliación y reafiliación que les permite constituirse como movimiento y comunidad.  Estudiar este tipo de movimientos, así como las ideas y expresiones artísticas que surgen o son inspirados por los mismos es una actividad de educación crucial para todo tipo de movimiento anti-sistémico hoy. Se trataría de un estudiar práctico que se da en la educación política y teórica pero también fuera de toda aula: en el esfuerzo de entrar en relación con otrxs también comprometidxs en el proyecto descolonizador.

Para terminar esta ya larga intervención diría que criticar a la colonialidad o hacer un análisis decolonial es una cosa, y llevar a cabo una práctica decolonial, y no solo participar en un movimiento anti-sistémico cualquiera, es otra tanto o más compleja que incluye el análisis y la crítica pero envuelve la formación de nueva comunidad y la coalición entre ideas, sentimientos, y cuerpos. Los movimientos más radicales son aquellos que no olvidan esto y que intentan ejercer esa práctica, pensamiento y sentimiento, que como decía antes son tanto de rabia como de amor (una rabia y un amor decolonial). Creo que esto se está dando mucho más de lo que creemos, pero muchas veces ocurre en movimientos o en sectores de movimientos que no son conocidos ampliamente, o que son conocidos pero malinterpretados por las ciencias sociales o políticas hegemónicas. Entonces también hay que darse a la tarea de visibilizarlos y tomarlos en serio, mientras también se advierte la presencia de problemas y contradicciones en otros movimientos, aun cuando estos se consideran explícitamente decoloniales.

Yuderkys: Me siento identificada tanto con la preocupación que expresa la pregunta como con cada uno de los elementos abordados por Nelson, en su respuesta. Voy entonces a partir de lo ya dicho para aportar algunos otros elementos.

Antes que todo, debo recordar que yo vengo del movimiento social, durante al menos 20 o 25 años de mi vida fui sobre todo una activista; una activista que progresivamente se fue interesando cada vez más en el pensamiento y en la crítica interna, en los límites de la política feminista de la que puedo dar cuenta. Con los años esto se ha invertido un poco, mi corazón y mis compromisos siguen estando allí en las trincheras de la denuncia, en la marcha y la intervención callejera, pero en los últimos años ha operado un cambio que me ha llevado más hacia el lado del mundo de las ideas. Paso mucho de mi tiempo leyendo noticias, conversando con personas de diferentes partes del mundo, estando atenta a publicaciones y a las nuevas producciones de conocimiento que vienen de corrientes no hegemónicas de los feminismos y de otros campos del saber de aquí y de allá. No es que piense separado estos dos mundos, en mi experiencia nunca han estado separados, pero hay algo así como un énfasis allí en donde una está poniendo el cuerpo y el hacer. Y hay una forma de poner el cuerpo que es muy particular cuando tu hacer está puesto en el diálogo, la escritura, en poner atención a los discursos en el intento de desvelar lo oculto y responder la pregunta de lo que hace posible nuestro presente, el estado actual de las cosas.

Por otro lado ya mi cuerpo no es el de antes. Ir y estar en espacios del movimiento feminista -que es donde he estado fundamentalmente- se hace cada vez más difícil para mí en muchos sentidos. Los años me pesan y creo que les pesan también a las jóvenes que hoy son la carne que nutren los feminismos de la región. No sabemos muy bien cómo bregar nuestras diferencias de temporalidades, experiencias y comprensión de las cosas. Pero más allá de las disquisiciones personales-políticas que me alejarían de lo que quiero abordar con ustedes, lo cierto es -y debo decirlo mal que me pese- que todos esos largos años me han valido para acumular una profunda desilusión en la eficacia de los llamados nuevos movimientos sociales urbanos, como el feminista, el de la sexualidad disidente o las llamadas izquierdas. No es que deje de creer en su necesidad, en el importante rol que están llamados a cumplir. Lo que me pasa cada vez más es ver sus compromisos profundos con la Modernidad, su papel en la expansión del orden del mundo y las ideas de verdad que ésta nos propone. Esto tiene que ver con lo que señala Nelson: la manera como nos volvemos (re)productores de ese mundo dicotómico, categorial, fragmentando analítica y políticamente.

El grave problema que enfrenta nuestra política y nuestro hacer por la transformación social y la justicia tiene que ver con la imposibilidad de superar esa mirada categorial, esa política anclada a categorías pretendidamente universales y homogéneas que sufren del delirio de la unicausalidad. Para muchas feministas y feminismos el patriarcado es el origen de todos los sistemas, emulando así la gesta del marxismo con el sistema de clases. La mirada interseccional no nos ha servido para extirpar de raíz este mal de un análisis anclado en el género como explicación central que explicaría la opresión de “las mujeres” y de los géneros disidentes. Como mucho, la interseccionalidad ha servido como mención clave que parecería hacer posible que un discurso pase los controles y no prenda las alarmas de la sospecha o la acusación de racismo. Como mucho la interseccionalidad lo que ha logrado es producir una nueva sujeta particular que requiere de un tratamiento igual de particular, como “caso”, o como “variación” a la sujeta normativa del feminismo. Esto lo vengo sosteniendo hace rato. Lo que hemos logrado producir es la nueva sujeta interseccional: una sujeta (im)posible, mitad mujer (blanca), mitad (varón) negro, como nos recuerda Lugones.

Quizás hay quien piense que esto no tiene que ver con la pregunta que nos haces sobre la política descolonial concreta, quizás hay quien piense que no tiene que ver con las posibilidades de un programa descolonial ampliado a nivel orgánico, pero no es así. Creo al igual que Nelson, que mucha de la política feminista y de nuestras izquierdas sigue anclada a un programa moderno eurocentrado de transformación. Esto tiene que ver con esa imposibilidad de desarrollar una crítica profunda a los postulados, las ideas de verdad y de bien que sostienen su política. Es por eso que hoy cuando vemos una especie de despertar de una conciencia sobre el racismo y se renuevan los discursos antimperialistas, anticoloniales, o, por ejemplo, contra el extractivismo, vemos como nunca los límites de las respuestas posibles por parte de estos movimientos. En el fondo no se logra ver la colonialidad que impregna los programas liberatorios que proponen y llevan adelante. Por ejemplo, es impresionante cómo nuestras izquierdas y nuestros movimientos populares han incorporado las agendas más liberales de los movimientos LGTTB o sociosexuales, o cómo se insertan y se comprometen en las demandas hegemónicas del feminismo blanco eurocentrado. Como ya argumenté alguna vez, las agendas del feminismo blanco la podemos ver ya hasta en ciertos discursos de movimientos indígenas que son referentes importantes para todxs nosotras, como el zapatismo. Se vale hacer este llamado de atención.

Estoy convencida que todo esto tiene que ver con este problema que estamos enunciando: la fragmentación de la mirada y del análisis que produce una fragmentación igual en la agenda política. Es así que parecería que el problema de la violencia hacia “las mujeres” termina siendo un problema de género, un problema de las mujeres por ser mujeres sin poder comprender la complejidad histórica de la matriz de dominación que la produce. Comprender esa matriz permitiría encontrar los lazos profundos entre los procesos de modernización y occidentalización y los procesos de patriarcalización, contrario a la mirada que produce el discurso feminista más expandido. Comprenderla permitiría construir el problema no como un problema “de las mujeres” -con el cual, como mucho, a los varones les toca “solidarizarse”- sino como un problema de la comunidad toda en su conjunto. Así como los muertos de Ayotzinapa son los muertos de todos, las muertas de Ciudad Juárez lo son; estas últimas no son las muertas de las feministas, no sólo las feministas deberían llorarlas. Y, por igual, la política feminista no debería, en revancha, pensar los cuerpos desaparecidos de las trabajadoras supernumerarias de las maquilas, de las violadas en las guerras internas, de las maltratadas u acuchilladas en las villas y los barrios populares como cuerpos cargados de una particularidad que los descuajaría sin más de la violencia sistémica producida por una matriz de opresión que actúa con la misma saña en contra de toda la comunidad de origen. La política feminista no puede desatenderse de un análisis delsistema mundo moderno capitalista racista como si ello no definiera la vida de “las mujeres”, y no como agregado, sino como parte de la trama misma que define sus vidas como mujeres. Si nos duele que la sociedad no llore de la misma forma a “nuestras” muertas quizás la solución esté, no en hacerlas más nuestras que nunca, sino en estar dispuestas a abandonar la pretensión de propiedad, quizás esté en un trabajo de deshacer el cuarto propio para volverlo cuarto comunitario. ¿Cómo socializar el llanto? ¿Cómo hacer que la comunidad toda llore aquellas a las que le han arrebatado?

Es necesario abandonar esta fragmentación de las luchas y comprender que los procesos de descolonización, contra el racismo, contra el patriarcalismo y contra el régimen heterosexual implican, necesariamente, pensar los cuerpos desechables tanto de varones como de mujeres, como de subjetividades que enfrentan la normatividad del género y la sexualidad moderno-colonial provenientes de comunidades indígenas, afro, campesinas, poblaciones, barrios populares, villas, trabajadores supernumerarias, etc. Hay una relación entre las violencias hacia los cuerpos de todos estos orígenes, sectores, grupos marginalizados que no debería ser seccionada de un lado y del otro, por las izquierdas, los movimientos indígenas, campesinos, populares y feministas o de la disidencia de género y sexual. “Cual de mis yo sobrevivirá a todas estas liberaciones”, nos recuerda Audre Lorde al final de su poema Quién dijo que era fácil, recordando la esquizofrenia a las que nos somete una política de identidad para la cual hay una categoría nodal desde donde todo podría ser explicado. Desde la crítica a esta forma de organización de la política, pienso que no se trata tanto de la solidaridad necesaria con “otros” movimientos, se trata de que la descolonización debe sobre todo producir procesos de resistencia activa ampliada que excedan y confronten esta descuartización del cuerpo social. Los movimientos de descolonización son sobre todo movimientos que deberían restaurar el lazo que nos vincula, acogerse al llamado a una ontología relacional en el sentido que lo vienen planteando autores como Mario Blaser y Arturo Escobar.

En este mismo sentido, creo que sería injusto de mi parte no reconocer las prácticas descolonizadoras como parte de un movimiento más amplio que ha estado antes siquiera que comenzáramos a nombrarnos más recientemente como decoloniales. Mucho de las llamadas luchas anticoloniales llevadas a cabo por comunidades indígenas, afro, campesinas en los territorios han tenido una fuerte impronta en este sentido de impedir la fractura del lazo comunal, de la vida en relación. Esto no significa construir una mirada ingenua y no problemática de estas apuestas, pero estoy convencida que hay allí fracturas con la Modernidad que pueden servirnos aun.

Por José María Barroso Tristan

Para citar este artículo: Barroso, J. M. (2016). Descolonizando. Diálogo entre Yuderkis Espinosa Miñoso y Nelsón MaldonadoTorres. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 8 – 26. Recuperado de: http://iberoamericasocial.com/descolonizando-dialogo-yuderkys-espinosa-minoso-nelson-maldonado-torres

Fuente original: http://iberoamericasocial.com/descolonizando-dialogo-yuderkys-espinosa-minoso-nelson-maldonado-torres/

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