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Afganistán: La escuela secreta de Nafeesa

La escuela secreta de Nafeesa

Pese al riesgo que implica llevar la contraria a los fundamentalistas islámicos, cientos de miles de niñas, adolescentes y mujeres jóvenes de Afganistán acuden a escuelas clandestinas, entusiasmadas por labrase un mejor futuro.

Nafeesa encontró el lugar ideal para esconder sus libros escolares en la cocina, donde los hombres raramente se aventuran y están a cobijo de la mirada recriminadora de su hermano talibán.

“Los chicos no tienen nada que hacer en la cocina, así que allí acomodo mis libros”, explicó Nafeesa, de 20 años, quien frecuenta una escuela clandestina en su aldea rural en el este de Afganistán.

“Si mi hermano lo supiera, me pegaría”, aseguró.

Cientos de miles de niñas, adolescentes y jóvenes mujeres afganas como ella se han visto privadas de escolaridad desde el regreso al poder de los talibanes hace un año. Los fundamentalistas islamistas impusieron severas restricciones a las mujeres de cualquier edad para someterlas a su concepción integrista del islam.

Se han visto excluidas de la mayoría de empleos públicos y no pueden realizar largos trayectos sin la compañía de un familiar hombre.

También deben cubrirse enteramente en público, incluido el rostro, idealmente con el burka, un velo integral con una rejilla a nivel de los ojos, usada ampliamente en las regiones más aisladas y conservadoras del país.

Incluso antes del regreso de los talibanes al poder, la inmensa mayoría de las afganas ya usaban velo, aunque fuera con un pañuelo suelto.

Para los talibanes, como norma general, las mujeres no deben dejar su domicilio salvo absoluta necesidad.

Pero la privación más brutal fue el cierre en marzo de los colegios de secundaria para mujeres en numerosas regiones, justo después de su reapertura anunciada desde hacía tiempo.

A pesar de los riesgos y por la sed de aprender de las niñas, los colegios clandestinos han proliferado por el país, a menudo en las habitaciones de los hogares.

Periodistas de la AFP pudieron acudir a tres de ellas, a conocer a sus alumnas y profesoras, cuyos nombres fueron modificados para preservar su seguridad.

Vale la pena el riesgo

Nafeesa tiene 20 años pero todavía estudia las asignaturas del colegio de secundaria dado los retrasos de un sistema educativo golpeado por décadas de guerras en el país.

Solo su madre y su hermana mayor saben que sigue sus clases. Pero no su hermano, que durante años luchó con los talibanes en las montañas contra el antiguo gobierno y las fuerzas extranjeras y no volvió a casa hasta la victoria de los islamistas el pasado agosto.

Por la mañana le permite acudir a una madrasa para estudiar el corán, pero por la tarde, sin que él lo sepa, se cuela en una clase clandestina organizada por la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas en inglés).

“Hemos aceptado este riesgo, sino nos quedaríamos sin educación”, explicó Nafeesa.

“Quiero ser médica (…) Queremos hacer algo para nosotros mismas, queremos tener libertad, ser útiles a la sociedad y construir nuestro futuro”, dijo la joven.

Cuando la AFP acudió a su clase, Nafeesa y las otras nueve alumnas discutían de la libertad de expresión con su profesora, sentadas lado a lado sobre una alfombra y leyendo por turnos un libro en voz alta.

Para llegar al curso, suelen salir de casa horas antes y tomar itinerarios distintos para no llamar la atención en una región dominada por los pastunes, un pueblo de tradición patriarcal y conservadora que es mayoritario dentro del movimiento talibán.

Si un combatiente talibán les pregunta dónde van, ellas responden que están inscritas a un taller de costura y esconden sus libros escolares en bolsas de la compra o bajo su vestimenta.

Corren riesgos, pero a veces también se sacrifican, como la hermana de Nafeesa, quien abandonó la escuela para despejar las sospechas que pudiera tener su hermano talibán.

¿Tradición religiosa?

Según los eruditos religiosos, nada en el islam justifica prohibir la educación secundaria a las mujeres. Un año después de su llegada al poder, los talibanes insisten que permitirán la reanudación de las clases, pero sin ofrecer un calendario.

La cuestión divide al movimiento. Según varias fuentes entrevistadas por la AFP, una facción radical que aconseja al jefe supremo, Hibatullah Akhundzada, se opone a la escolarización femenina o pretende que se limite a estudios religiosos y clases prácticas de cocina o costura.

Desde el inicio, los talibanes justifican la interrupción de la educación secundaria a una simple cuestión “técnica” y aseguran que las chicas volverán a clase una vez se establezca un programa educativo con base en las reglas islámicas.

En cambio, las niñas pueden seguir la escuela primaria y las estudiantes pueden acudir a la universidad, aunque en clases segregadas por sexo.

Pero sin diploma de estudios secundarios, las adolescentes no podrán pasar a la universidad. Las actuales promociones de mujeres en educación superior pueden ser las últimas del país en un futuro cercano.

Asunto de derechos

Para el investigador Abdul Bari Madani, “la educación es un derecho inalienable en el islam, tanto para los hombres como para las mujeres”.

“Si esta prohibición continúa, Afganistán volverá a la época medieval (…) Una generación entera de chicas será sacrificada”, señaló en conversación con la AFP.

Es este miedo a perder una generación el que llevó a la profesora Tamkin a transformar su casa de Kabul en una escuela.

La cuarentañera ya se negó a perder su educación cuando tuvo que parar sus estudios durante el primer mandato talibán (1996-2001), cuando prohibieron la escolarización de todas las mujeres.

Le llevó años formarse ella sola, de forma autodidacta, y convertirse en profesora. Ahora, se quedó sin su trabajo en el ministerio de Educación cuando los talibanes volvieron al poder en agosto de 2021 y reenviaron a su casa a casi todas las mujeres con un empleo público.

“No quería que estas chicas fuera como yo”, explicó Tamkin a la AFP, con lágrimas en los ojos. “Deben tener un futuro mejor”, dijo.

Con el respaldo de su marido, ha transformado un trastero en aula. Después vendió una vaca familiar para comprar libros escolares, porque la mayoría de sus alumnas proceden de familias pobres y no pueden permitírselos.

Hoy en día, enseña inglés y ciencias a unas 25 alumnas entusiastas.

Recientemente, en un día lluvioso en Kabul, las chicas llegaron para una clase de biología.

“Yo solo quiero aprender. Poco importa el aspecto del lugar de estudio”, declaró Narwan, sentada con compañeras de todas las edades y que teóricamente debería estar terminando la educación secundaria.

Detrás suyo, un cartel colgado en un muro anima a las alumnas a ser buenas: “La lengua no tiene hueso, pero es tan fuerte que puede romper el corazón, así que prestad atención a vuestras palabras”, dice.

Es la bondad de sus vecinos que ha permitido a Tamkin poder disimular el nuevo objetivo de su trastero. “Los talibanes han preguntado varias veces: ‘¿Qué hay aquí?’ Dije a los vecinos que dijeran que era una madrasa”, explicó.

Maliha, alumna de 17 años, está convencida de que algún día los talibanes no estarán en el poder. “Entonces, haremos buen uso de nuestro conocimiento”, aseguró.

Inspiración

En la periferia de Kabul, en un laberinto de casas de adobe, Laila dirige otra clase clandestina.

Cuando vio el rostro de su hija tras la repentina anulación de la educación secundaria en marzo pasado, supo que debía hacer algo.

“Si mi hija lloraba, entonces las hijas de los otros padres también deberían llorar”, recordó la profesora de 38 años.

Una decena de chicas se encuentra dos días por semana en casa de Laila, que tiene un patio y un jardín donde cultiva verduras.

En el aula, una larga ventana se asoma al jardín. Sus alumnas, con libros y libretas forradas de plástico azul, están sentadas en la alfombra, implicadas y estudiosas. Al principio, toca corregir los deberes hechos en casa.

“No tenemos miedo a los talibanes”, afirmó Kawsar, de 18 años. “Si dicen lo que sea, nos pelearemos pero seguiremos estudiando”, dijo.

Estudiar no es el único propósito de las chicas y mujeres afganas, a menudo casadas en relaciones abusivas o restrictivas. Algunas buscan un poco de libertad.

Zahra, que frecuenta la escuela clandestina en un pueblo rural del este de Afganistán, se casó a los 14 años y vive actualmente con sus suegros que se oponen a la idea de que siga sus clases.

Debe tomar somníferos para luchar contra la ansiedad y teme que la familia de su marido la fuerce a quedarse en casa.

“Les digo que voy al bazar local y vengo aquí”, explicó Zahra en la escuela, el único medio que tiene para hacer amigas.

Agence France-Presse (AFP)

 

Fuente de la Información: https://www.prensa.com/vivir/la-escuela-secreta-de-nafeesa/

 

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Bacha Bazi: el abuso a menores disfrazado de tradición en Afganistán

A través de la red social TikTok, se han revivido videos de esta práctica o “tradición” de Afganistán, donde se ven niños y jóvenes bailando frente a varios hombres mayores.

Esta tradición conocida como “Bacha Bazi” qué traducida significa: “jugar con los niños”, renace desde la toma del poder de los Talibanes en Afganistán, que al tener leyes tan estrictas han logrado reducir el número de población de mujeres y dentro de la necesidad sexual y de entretenimiento, buscan la “femineidad” en niños y adolescentes hermosos.

Inicialmente, varias investigaciones de medios internacionales, afirman que esta práctica viene únicamente desde los más poderosos o altos mandos militares de Afganistán y lo que significa tener a un joven Bacha Bazi, es poder tanto monetario como en la sociedad.

Frente al tema, varios videos en TikTok se han compartido, viralizando los bailes que se publican por esta red social, que en un inicio se pensaba, era con motivo artístico propio de su cultura.

Sin embargo, varios creadores de contenido que tenían conocimiento de la práctica, que fue prohibida en 2017, empezaron a concientizar a los demás usuarios de lo que realmente significan estos bailes: abuso sexual hacia menores de edad en Afganistán.

¿Quiénes son los Bacha Bazi?
De una forma sencilla son niños y/o jóvenes, que, o fueron vendidos por sus familias, o con promesas de una “vida mejor” se fueron con “el mejor postor”.

Estos niños son los más vulnerables de la sociedad, pasan necesidades y al ver la oportunidad de un cambio con mayores ingresos económicas, toman la “decisión” de ser un Bacha Baresh, lo que traduce “niño sin barba”.

Los hombres económicamente estables o poderosos, se acercan a las comunidades más pobres para buscar a sus futuros esclavos y “amantes” para así volverlos su propiedad y presumir de la adquisición.

Por estos días se ha creado una reacción en masa donde varios creadores de todas partes del mundo, no solo por TikTok, sino también por Twitter, han denunciado que el Bacha Bazi no es más que un abuso a menores de edad disfrazado de una tradición en Afganistán.

Lo que ha logrado que en redes las personas dejen de ver esta tortura como símbolo de arte y cultura.

En el país, las normas en contra de esta práctica como tal no existen, ya que se refugian en afirmar que hace parte de su cultura desde hace años atrás.

Fuente: https://noticias.canal1.com.co/internacional/bacha-bazi-el-abuso-a-menores-disfrazado-de-tradicion-en-afganistan/

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La escuela secreta para niñas afganas que desafía al Talibán

Escondida en un barrio residencial se encuentra una de las nuevas escuelas «secretas» de Afganistán, un pequeño pero poderoso acto de desafío contra los talibanes.

Alrededor de una docena de alumnas adolescentes asisten a una clase de matemáticas.

«Sabemos de las amenazas y nos preocupamos por ellas», nos dice la única maestra, pero añade que la educación de las niñas vale «cualquier riesgo».

En casi todas las provincias del país, el Talibán ha ordenado que las escuelas secundarias de niñas permanezcan cerradas.

En la escuela que visitamos han hecho un trabajo impresionante tratando de replicar un salón de clases real, con filas de pulcros pupitres azules y blancos.

«Hacemos todo lo posible para hacer esto en secreto», dice la maestra, «pero incluso si me arrestan y me golpean, vale la pena».

alumnas de la escuela Sayed ul Shuhada en Kabul

En marzo, parecía que las escuelas de niñas estaban a punto de reabrir. Pero apenas una hora después de que comenzaran a llegar las alumnas, los líderes talibanes anunciaron un cambio repentino de política.

Las estudiantes de la escuela secreta, y muchas otras adolescentes, no han podido procesar el dolor.

«Han pasado dos meses y todavía no han vuelto a abrir las escuelas», nos dijo una joven de 19 años en el aula improvisada.

«Me pone muy triste», agregó cubriendo su rostro con las palmas de las manos para contener las lágrimas.

Pero también hay un estado de ánimo de desafío.

Otra estudiante de 15 años quería enviar un mensaje a otras niñas en Afganistán: «Sé valiente, si eres valiente nadie puede detenerte».

Las escuelas primarias para niñas reabrieron bajo el Talibán y, de hecho, han visto un aumento en la asistencia luego de la mejora de la seguridad en las zonas rurales del país, pero no está claro si las niñas mayores podrán volver a clase o cuándo lo harán.

Los talibanes han dicho que primero se debe crear el «ambiente islámico» correcto, aunque debido a que las escuelas ya estaban segregadas por género, nadie parece estar seguro de lo que eso significa.

Los funcionarios talibanes insisten repetidamente en público en que las escuelas para niñas reabrirán, pero también admiten que para ellos la educación femenina es un tema «delicado».

Posiciones encontradas

Durante su período anterior en el poder en la década de 1990, a todas las niñas se les impedía ir a la escuela, aparentemente debido a «preocupaciones de seguridad».

Ahora, varias fuentes le dijeron a la BBC que un puñado de personas de línea dura pero muy influyentes en el Talibán parecen todavía oponerse.

En privado, otros miembros del Talibán han expresado su decepción por la decisión de no abrir escuelas para niñas.

El Ministerio de Educación de los talibanes pareció sorprendido cuando los líderes anularon sus planes en marzo, y se cree que algunos altos funcionarios talibanes están educando a sus hijas en Qatar o Pakistán.

En las últimas semanas, varios eruditos religiosos con vínculos con los talibanes han emitido «fatwas«, o decretos religiosos, que respaldan el derecho de las niñas a aprender.

El jeque Rahimulá Haqqani es un clérigo afgano que reside principalmente al otro lado de la frontera en Peshawar, Pakistán.

Es muy respetado por los talibanes y en un viaje a Kabul el mes pasado se reunió con figuras importantes de su gobierno.

jeque Rahimulá Haqqani
Pie de foto,El influyente clérigo jeque Rahimulá Haqqani se reunió el mes pasado con líderes talibanes.

Tiene cuidado de no criticar el continuo cierre de las escuelas pero, hablando en su madraza en Peshawar, con su teléfono móvil en la mano, recorre el texto de su fatwa, que comparte decretos de eruditos anteriores y relatos de la vida del profeta Mahoma.

«No hay justificación en la sharía (ley) para decir que la educación femenina no está permitida. No hay justificación en absoluto», le dice a la BBC.

«Todos los libros religiosos han declarado que la educación femenina es permisible y obligatoria porque, por ejemplo, si una mujer se enferma, en un entorno islámico como Afganistán o Pakistán, y necesita tratamiento, es mucho mejor si la trata una doctora».

Los clérigos de las provincias de Herat y Paktia en Afganistán han emitido fatwas similares.

Es un símbolo de cuán generalizado es el apoyo a la educación de las niñas en el país, incluso entre los círculos conservadores, pero no está claro qué impacto tendrán los decretos.

Comité de evaluación

Los talibanes formaron un comité para examinar el tema, pero varias fuentes con vínculos con el Talibán le dijeron a la BBC que, si bien incluso los ministros talibanes de alto rango estaban de acuerdo con la reapertura de las escuelas de niñas en marzo, la oposición se centró en el liderazgo del grupo en el ciudad sureña de Kandahar, donde tiene su sede el «emir» o Líder Supremo, el mulá Haibatulá.

Después de adoptar inicialmente una actitud más flexible cuando tomaron el poder en agosto pasado, los talibanes han estado emitiendo recientemente edictos cada vez más duros, que incluyen hacer obligatorio el velo facial para las mujeres y alentarlas a quedarse en casa.

Parece haber muy poca oposición comunitaria a la educación femenina en Afganistán, pero algunas figuras talibanes citan preocupaciones sobre la posibilidad de que el grupo autodenominado Estado Islámico la utilice como una herramienta de reclutamiento si se abren escuelas para niñas.

Los funcionarios occidentales, sin embargo, también han dejado claro que el progreso en los derechos de las mujeres es clave para que los talibanes puedan acceder a algunos de los miles de millones de dólares de reservas extranjeras que están congeladas.

mujeres en Kabul
Pie de foto,El Talibán decretó que las mujeres deben usar el velo para cubrirse la cara.

Mientras tanto, las activistas por los derechos de las mujeres afganas intentan asegurarse de que una generación de niñas no se quede rezagada.

En la escuela secreta que visitamos, dan lecciones de una o dos horas por día, enfocadas en matemáticas, biología, química y física.

La maestra a cargo sabe que hay muchas otras niñas a las que les gustaría asistir, pero están limitadas por la falta de espacio y recursos, así como por la necesidad de permanecer fuera del radar.

No tiene esperanzas sobre la posibilidad de que se abran escuelas regulares en el corto plazo, pero está decidida a hacer lo que pueda.

«Como mujer educada, es mi deber», le dice a la BBC. «La educación puede salvarnos de esta oscuridad».

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61495693

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La violencia talibana contra las mujeres

Por: Víctor Arrogante

No digo que sea un tema que no preocupe, pero no parece que esté de actualidad denunciar la violencia que sufren las mujeres en Afganistán, como consecuencia de las políticas que siguen realizando los talibanes en el poder contra los derechos humanos.

Cuando los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021, aseguraron que todas las mujeres gozarían de sus derechos en el ámbito laboral, educativo y social. Nada están cumpliendo, no son de fiar. Parece que el desacuerdo en el seno talibán es una realidad y una de las consecuencias es la intensificación de la represión.

Las autoridades afganas advierten a las mujeres que, de no obedecer, castigarán a los hombres de sus familias. La Misión de la ONU señala que la medida contradice las declaraciones de los talibanes garantizando el respeto de los derechos humanos de las mujeres y de todos los afganos. De hecho, los talibanes ordenan a las mujeres cubrirse y no salir de casa.

Tras la caída de la República afgana y la instauración del nuevo Emirato Islámico, los talibanes se hicieron famosos internacionalmente por su sexismo y violencia contra las mujeres y su trato en Afganistán. Su motivo declarado fue crear un ambiente donde la castidad y la dignidad de las mujeres puedan ser sacrosantas.

Las mujeres afganas se vieron obligadas a usar el burka en público, porque, el rostro de una mujer es una fuente de corrupción para los hombres que no están relacionados con ellas. En una segregación sistemática, a las mujeres no se les permitía trabajar, no se les permite ser educadas después de los ocho años, y solo se les permite estudiar el Corán.

Ahora, según información de la prensa en la zona, sobre la nueva normativa, las mujeres deberán usar burkas que las cubran desde la cabeza hasta los pies, mostrando sólo los ojos, como tuvieron que hacerlo en el periodo en que los talibanes gobernaron el país, entre 1996 a 2001. El nuevo atropello contra las mujeres se suma al de no permitir que las niñas asistan a la escuela secundaria, en vigor desde septiembre pasado, poco después de que los talibanes tomaran el control del país.

En este mandato, también se prohíbe que las maestras regresaran a sus trabajos. Inmediatamente después de la ofensiva talibana de 2021, todas las universidades se segregaron por sexo. Durante la ofensiva de agosto, los talibanes aconsejaron a las mujeres que se quedaran en casa porque sus soldados no estaban capacitados para respetar a las mujeres.

En mayo de 2022, el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio publicó un decreto que obliga a todas las mujeres de Afganistán a cubrirse todo el cuerpo cuando estén en público (ya sea un burka o una abaya combinada con un niqab, que deja solo los ojos descubiertos). El decreto decía que se tomarían medidas de cumplimiento, incluidas multas, prisión o despido de puestos públicos, en contra los tutores masculinos que no se aseguran de que sus parientes cumplan con la ley.

Esas medidas recibieron una amplia condena en todo el mundo, exigiendo que siguieran estándares internacionales para establecer relaciones positivas en el plano global. La Misión de la ONU informa de que solicitará reuniones de inmediato con las autoridades de facto talibanes para buscar aclaraciones sobre la decisión actual. Llevará a cabo consultas con miembros de la comunidad internacional para determinar las implicaciones que pudieran resultar. Desde que los talibanes tomaron el poder, los donantes recortaron la asistencia al desarrollo e impusieron sanciones al sistema bancario del país, colocando la economía afgana en situación de colapso.

La legislación destinada a poner a las mujeres afganas siempre bajo tutela masculina es un triunfo de las redes Haqqani y del ala militar sobre la llamada facción ‘realista’. Sobre el terreno, la oposición armada ha llevado a cabo sus primeras operaciones en los valles de Andarab y Panchir, donde el Frente Nacional de Resistencia, el movimiento dirigido por Ahmad Massoud, habría matado a 16 talibanes

Es la consagración de la rama más dura, más ideológica y más guerrera de los talibanes. El líder religioso, Haibatullah Akhundzadeh, el guía supremo, que no se ha mostrado desde hace dos años, tuvo que elegir entre varias líneas. Pero el 7 de mayo decidió validar el decreto que impone el uso del chadri (o burka) a las mujeres afganas, con sanciones para los jefes de familia que no hagan cumplir la nueva normativa. Estos retrocesos recuerdan los peores momentos del anterior gobierno talibán, entre 1996 y 2001, cuando a las mujeres afganas ni siquiera se les permitía ir a los hospitales por la ausencia de mujeres médicas.

La facción más radical del movimiento, triunfa en detrimento de los llamados talibanes históricos, cuya figura dominante, Amir Khan Mutaki, ministro de Asuntos Exteriores, podría haberse opuesto al decreto sobre el burka. Por primera vez desde la vuelta al poder de los talibanes el 15 de agosto, aparecen desacuerdos entre las dos facciones principales a plena luz del día.

Lo que les separa no son tanto las diferencias ideológicas –todos los talibanes están de acuerdo, en general, en poner a las mujeres afganas bajo tutela masculina– como la actitud a tomar frente a la comunidad internacional. Para la llamada rama realista, es necesario tener esto en cuenta para beneficiarse de un flujo financiero en un momento en que Afganistán se hunde en una crisis económica sin precedentes. Para los ultras, no es cuestión de ceder a ninguna presión o negociación. Poco después de la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de proporcionar ayuda a la población damnificada, se adoptaron algunas medidas coercitivas.

Los grupos de derechos, incluida la Misión de las Naciones Unidas en Afganistán, criticaron duramente la decisión. Se espera que la decisión afecte negativamente las posibilidades de reconocimiento internacional del Emirato Islámico.

Las mujeres no deben aparecer en las calles sin un pariente de sangre y sin burka. Las mujeres no deben usar zapatos de tacón alto ya que ningún hombre debe escuchar los pasos de una mujer para no excitarlo. Las mujeres no deben hablar en voz alta en público, ya que ningún extraño debe escuchar la voz de una mujer.

La situación actual parecía que había cambiado desde el 15 de agosto de 2021, cuando las mujeres podían seguir trabajando sólo en sectores privados. Las médicas, las enfermeras y las profesoras también podían seguir trabajando en el sector público y privado. Las abogadas y las juezas no pueden trabajar. En los últimos seis meses, los talibanes han discriminado sistemáticamente a las mujeres y las niñas introduciendo políticas que han restringido gravemente la libertad de circulación y expresión de las mujeres, socavado el acceso de las niñas a la educación y a las mujeres al empleo.

Los despachos de prensa sobre la nueva normativa reportan que las mujeres deben usar burkas que las cubra desde la cabeza hasta los pies, mostrando sólo los ojos, como tuvieron que hacerlo en el periodo en que los talibanes gobernaron el país, de 1996 a 2001, cuando los talibanes prohibieron toda educación y acceso al trabajo a las mujeres. En 2021, dijeron que habían aprendido la lección. De momento, siguen sin demostrarlo.

Fuente de la información e imagen: https://rebelion.org

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Afganistán: El Talibán ordena a las mujeres cubrirse y no salir de casa, la ONU expresa gran preocupación

Las autoridades afganas de facto advierten que, de no obedecer, castigarán a los hombres de sus familias. La Misión de la ONU señala que la medida contradice las declaraciones de los talibanes garantizando el respeto de los derechos humanos de las mujeres y de todos los afganos.

La Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA) expresó profunda preocupación este sábado tras el anuncio del Talibán, la autoridad de facto de ese país, de que las mujeres deben cubrirse el rostro en público y quedarse en sus casas, saliendo únicamente en casos de necesidad.

La disposición también señala que si las mujeres contravienen la ordenanza, los hombres de sus familias serán castigados.

De acuerdo con la información recibida por la UNAMA, la medida no es una recomendación sino una directiva formal.

La UNAMA señaló que la decisión contradice las repetidas declaraciones de los talibanes garantizando que respetarían y protegerían los derechos humanos de todos los afganos, incluidas las mujeres y las niñas.

Dichas afirmaciones fueron hechas durante las discusiones y negociaciones que la comunidad internacional sostuvo con representantes del Talibán en los últimos diez años.

Cuando los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021, aseguraron una vez más que todas las mujeres gozarían de sus derechos en el ámbito laboral, educativo y social.

Atropellos a los derechos de las mujeres

Los despachos de prensa sobre la nueva normativa reportan que las mujeres deberán usar burkas que las cubran desde la cabeza hasta los pies, mostrando sólo los ojos, como tuvieron que hacerlo en el periodo en que los talibanes gobernaron el país, de 1996 a 2001.

El nuevo atropello contra las mujeres se suma al de no permitir que las niñas asistan a la escuela secundaria, en vigor desde septiembre pasado, poco después de que los talibanes tomaran el control del país.

Con ese mandato, también se prohibió que las maestras regresaran a sus trabajos.

Esas medidas recibieron una amplia condena en todo el mundo y socavaron las promesas de los talibanes en el sentido de que seguirían estándares internacionales para establecer relaciones positivas en el plano global.

Dos mujeres afganas caminan cerca de una mezquita en la provincia de Herat.
UNAMA
Dos mujeres afganas caminan cerca de una mezquita en la provincia de Herat.

La UNAMA buscará aclaraciones

La Misión de la ONU informó que “solicitará reuniones de inmediato con las autoridades de facto talibanes para buscar aclaraciones sobre esta decisión”.

Además, señaló que llevará a cabo consultas con miembros de la comunidad internacional para determinar las implicaciones de esta orden.

Desde que los talibanes tomaron el poder, los donantes recortaron la asistencia al desarrollo e impusieron sanciones al sistema bancario del país, colocando la economía afgana en situación de colapso.

El 30 de agosto de 2021, el Consejo de Seguridad adoptó una resolución pidiendo a los talibanes que permitieran el tránsito seguro para todas las personas que decidieran salir del país.

Crisis humanitaria

Luego, en septiembre, se realizó una reunión de alto nivel en Ginebra, en la que la comunidad internacional prometió más de 1200 millones de dólares en ayuda humanitaria para el pueblo afgano.

Con casi 23 millones de personas en situación de hambre, Afganistán va rumbo a convertirse en la mayor crisis humanitaria del mundo, con necesidades superiores a las de Yemen, Etiopía, Siria o Sudán del Sur.

Frente a este escenario, la ONU y sus socios humanitarios hicieron en enero un llamamiento a reunir más de 5.000 millones de dólares para Afganistán para reactivar los servicios básicos en el país.

La ONU ha manifestado repetidamente el compromiso de mantenerse en el terreno entregando ayuda humanitaria para salvar las vidas de los afganos.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2022/05/1508292

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Nadia Ghulam: «Las mujeres en Afganistán son un objeto de intercambio, no tienen voz y para tenerla necesitan acceso a educación»

La activista y escritora da una conferencia en la UV y pide agilizar la burocracia para garantizar la enseñanza a todas las personas refugiadas con el fin de ser un «puente para el desarrollo de la paz en el país de origen»

Nadia Ghulam (Kabul, Afganistán, 1985), activista y escritora afgana refugiada en Cataluña, cumplirá pronto los 37 años y todavía se pone tiritas en la cara a diario para aliviar el picor de las quemaduras que sufrió tras el ataque de una bomba a su casa cuando apenas tenía ocho años. Son cicatrices físicas de una guerra que no se van. Las del interior tampoco.

Ha venido a València a dar una conferencia en la Facultad de Derecho de la Universitat de València (UV), (que impulsa una red para acoger a alumnas y profesoras afganas) y contar su historia vital, aunque duela recordarla. Una historia que empieza en Kabul y continúa en Barcelona, donde vive desde hace quince años como refugiada.

Durante diez años, Nadia Ghulam se hizo pasar por su difunto hermano para poder trabajar y mantener a su familia

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Charla con Levante-EMV sobre su llegada, su adaptación, la crisis humanitaria mundial y la necesidad de proporcionar un acceso a la educación real a todas las personas refugiadas por igual para que puedan construir puentes y establecer la paz en su país de origen. Nadia Ghulam no fue Nadia durante diez años. Tras aquella bomba de la que salió con vida, perdió a su hermano y su padre se encontraba muy débil de salud.

Era 1991 y los talibanes tomaron el país. Nadia se hizo pasar por su hermano difunto para poder trabajar y llevar un trozo de pan a casa para su familia. Dice que no fue una decisión consciente. «Era una niña, tenía diez años, pensaba que eso sería un día, que mañana volvería a ser Nadia, pero ese día se convirtió en diez años». Lo cuenta en su libro El secreto de mi turbante, escrito junto a Agnès Rotger.

«Todas las personas de mi país tienen un sueño: que llegue la paz. Lo sueñan, lo piden, lo imaginan; pero nunca lo viven»

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¿Cuándo empezó la guerra para ti? Le pregunta este periódico. «Nací en guerra, crecí en guerra y hasta que no llegué a España no supe lo que era la paz. No soy la única. Todas las personas de mi país tienen un sueño: que llegue la paz. Lo sueñan, lo piden, lo imaginan pero nunca lo viven«, dice la escritora. La guerra no dura un día o un mes, señala. «Un día de guerra son diez años de traumas, la mayoría de personas nunca recuperan su vida anterior o su capacidad psicológica de estar tranquilas. Viven con miedo, preocupación, violencia. Siempre en alerta», relata.

«La semilla de la paz es la educación»

Nadia dice que ha aprendido a vivir con dolor. Y que transforma su depresión en acción para cambiar las cosas a través de la asociación que fundó, Ponts per la Pau, una entidad «muy pequeña pero con objetivos muy grandes» que ayuda a niños y niñas afganas para proporcionarles «la semilla de la paz, la educación«. Dice que aspira a ser la nueva Organización de Naciones Unidas (ONU) para tender puentes por la paz, pues esta organización «ha fracasado«.

«Parar la venta de armas, concienciar o educar en valores son algunas de las soluciones para crear un proyecto de paz mundial»

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«Lleva desde los años cuarenta diciendo que quiere acabar con las guerras. Estamos en 2022 y sigue muriendo mucha gente en conflictos armados. No solo se trata de firmar un documento, sino de pasar a la acción«. ¿Cómo? «Parando la venta de armas, concienciando a la población, proporcionando educación en valores. Todo esto haría que se erradicaran las guerras y las personas trabajaran por un proyecto de la paz de verdad», dice Nadia Ghulam. Aunque apunta que la gente la llama utópica, «desde todo mi corazón y mi mente estoy convencida, y después de salir de debajo de una bomba, de que la paz es posible».

«Nos hablan de derechos como en mi país hablan de Dios. Allí justifican la violencia con Dios, aquí si no se puede convalidar estudios o acceder a enseñanza superior, es por las leyes y la burocracia»

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Pide a las instituciones que agilicen los trámites burocráticos para las personas refugiadas y recuerda su llegada a España. «No sabía ni lo que era una refugiada o si tenía algún derecho. No conocía los derechos porque no tenía. No supe que tenía el derecho a pedir asilo y las personas de la administración tampoco lo sabían ni les importaba. Al inicio no me trataron como refugiada y estuve cinco años sin permiso de trabajo y sin poder estudiar«. Por eso, en su labor como educadora social, ejerce una misión clave. La sensibilización. «Una de las cosas que hago ahora es insistir a las personas que trabajan en organizaciones o en migración que no nos traten como números, sino como seres humanos», dice la escritora.

«No quiero certificados ni títulos, quiero conocimientos»

«Nos hablan de derechos como en mi país hablan de Dios. Allí justifican la violencia con Dios, aquí si no se puede convalidar estudios o acceder a enseñanza superior, es por las leyes y la burocracia«, denunciaY recuerda que su país «que no tiene interés en la educación, no envió el título para convalidar sus estudios y poder continuarlos en España» y por ende, no podían aceptarla en la universidad. Un error. Un obstáculo para la paz, añade. «Como inmigrante no quiero certificado. Quiero conocimiento. Tengo hambre de conocimiento, quiero que abran las puertas de universidades a las personas refugiadas para poder estudiar», sentencia.

«Si nos cierran la puerta de la enseñanza prefiero morir, porque si las mujeres de mi pueblo no tienen posibilidad de recibir una educación, yo no puedo vivir tranquila»

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«Las instituciones tienen que garantizar un acceso fácil a la educación a los refugiados. Eso es lo que hace que nosotros podamos ser un puente para el desarrollo de nuestro país de origen«. Tener un futuro mejor a través de la educación es, señala, «la única esperanza que tenemos». «Si nos cierran esta puerta prefiero morir, porque si la gente, las mujeres de mi pueblo no tienen posibilidad de recibir una educación, yo no puedo vivir tranquila«.

Diez meses en pausa

Nadia Ghulam se rompe cuando relata las trabas burocráticas que ponen en pausa la vida de las personas refugiadas. Su hermana está en un centro de refugiados en Salamanca y no puede irse con ella a Barcelona hasta que no se resuelva su condición como tal. Algo dolorosísimo para la activista y escritora. «Mi sobrino me dice que estaba triste porque llegaron los talibanes y no podía celebrar su cumple, yo le dije que no se preocupara que lo celebraríamos y él me preguntó si en mi casa. Ojalá que sí». Además, relata cómo una chica joven recién llegada como refugiada estudiaba su tercer curso de periodismo en Afganistán y ahora ve su vida parada. «Me dice, ‘aquí no soy nadie, no puedo hacer nada'». «Ella pensaba que en diez meses habría acabado la carrera, habría empezado a trabajar. Es doloroso para mí que una persona que quiere estudiar no tenga la posibilidad». Tenga, al fin y al cabo, la vida en pausa.

A pesar de que Afganistán ya no ocupa el foco mediático, la vida allí sigue bajo el régimen talibán desde que el pasado agosto las tropas americanas abandonaran el país. «La violencia va aumentando mucho. La comunidad internacional mira hacia otro lado, la ayuda no llega, no hay comida, ni medicamentos, las mujeres están encerradas en sus casas sin salario y toda esta situación hace que la violencia aumente», dice Nadia Ghulam.

«La gente está muriendo de hambre, las familias venden a sus hijas para mantener al resto o las matan para tener una boca menos que alimentar, incluso hay familias enteras vendiendo sus órganos para sobrevivir». La situación, sentencia, es de desesperación absoluta. Y en ese contexto, las mujeres no existen. No tienen voz. No tienen voto. Viven en la sombra.

«Una mujer es un objeto de intercambio ahora mismo. Se la puede comprar, vender o hacer lo que quieran con ella»

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«Una mujer es un objeto de intercambio ahora mismo. Se la puede comprar, vender o hacer lo que quieran con ella. La mujer no tiene voz y para que la tenga es necesario acceder a la educación y la vida pública«. Critica que Estados Unidos entró en el país para «ayudar a las mujeres y niñas» y ahora se ha ido. «¿Ahora ya no hay mujeres o qué?», se pregunta. Sigue habiendo pero viven atemorizadas.

Además, señala al error de poner a Kabul como ejemplo de todo el país. «Afganistán es muy grande, si te vas a otro pueblo es como si te fueras a otro país» y lamenta que a las provincias no llegaron ni las escuelas ni los hospitales, pero sí la guerra. Lo que ha hecho que la población de los municipios haya sufrido muchísimo durante todos estos años. «Ahora estos jóvenes que vivieron la guerra de niños son talibanes personas que han crecido en la violencia, que tienen armas (que no se cultivan en la tierra, alguien se las ha dado)».

«Los afganos sufren de la misma forma que sufren los ucranianos»

«Solo porque no tenemos el mismo color de piel ni la misma religión, no se trata igual a los refugiados ucranianos que a los que vienen de otros países en guerra», dice Nadia. Eso le duele. Primero aclara una cosa: la ayuda a Ucrania «es una verdadera maravilla». Una que «querríamos de manera igualitaria para todas las personas refugiadas». Comenta que en las fronteras de Polonia y países limítrofes con Ucrania hay «miles de personas de Afganistán, Siria o partes de África a las que «no se les está dejando pasar». Aboga por una atención y ayuda humanitaria igualitaria. Sin discriminar por el color de piel, la religión, el origen. «Los afganos sufren de la misma forma que sufren los ucranianos», sentencia.

Ghulam lamenta que la tierra afgana está quemada. Literal y metafóricamente. Ya no cultiva verduras, hortalizas, alimentos. Las bombas y los productos químicos de guerra han destrozado todo. El país es una cicatriz enorme de una quemadura que no se acaba de curar. Y lo peor es que no se da valor a la educación.

«El valor de la educación solo lo saben los que la han recibido. Los niños de la guerra le dan valor a las armas pero no a los bolígrafos, sencillamente porque no saben usarlos»

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Nadia Ghulam comparte con este periódico un refrán que dicen en Afganistán: «El valor de una joya solo lo sabe el joyero«. «El valor de la educación solo lo saben los que la han recibido. Los niños talibanes le dan valor a las armas pero no a los bolígrafos, sencillamente porque no saben usarlos».

Por eso, Ghulam lanza un mensaje. «Dar la posibilidad a las personas refugiadas afganas en las fronteras de aprender, de formarse en valores, de ser atendidas por psicólogas. Todo eso revertirá en hacer puentes de desarrollo con nuestro país«. «Vamos a construir nuestro país con la paz. Con todo lo aprendido. No las hagamos desgraciadas en el exilio. Eduquémoslas para construir un mundo mejor», concluye. Nadia Ghulam sueña con volver a su país. Y para eso trabaja. Por ella, por su pueblo. Y también sueña con algo que muchas personas afganas nunca han conocido: la paz.

Fuente: https://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2022/04/27/nadia-ghulam-mujeres-afganistan-son-65396539.html
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El veto a la educación femenina revela las divisiones de los talibanes afganos

El veto talibán a la educación femenina demuestra que los ultraconservadores mantienen el control del movimiento islamista y expone una pugna por el poder que pone en riesgo la ayuda internacional necesaria para la población de Afganistán, aseguran los expertos.

Los colegios de secundaria para mujeres fueron cerrados el mes pasado, apenas horas después de reabrir por primera vez desde el regreso de los talibanes al poder en agosto.

El giro, ocurrido tras una reunión secreta de los líderes del grupo en la ciudad de Kandahar, la cuna del movimiento, provocó indignación internacional y desconcierto en muchos de sus integrantes.

«La orden fue devastadora», indicó un alto responsable talibán a AFP. «El mismo líder supremo intervino», añadió.

Todas las autoridades talibanas que hablaron con AFP sobre la cuestión lo hicieron bajo condición de anonimato.

El movimiento nunca ha argumentado esta prohibición, más allá de señalar que la educación de las chicas debe concordar con los «principios islámicos».

Pero un alto responsable dijo a AFP que el líder supremo Hibatulá Akhundzada y otros dirigentes mantuvieron posturas «ultraconservadoras sobre este tema» y dominaron el debate.

Dentro del movimiento emergieron dos grupos: el urbano y los ultraconservadores, afirmó. Y «los ultraconservadores ganaron esta ronda», añadió.

En este grupo figuran influyentes clérigos como el jefe de justicia Abdul Hakim Sharai; el ministro de Asuntos Religiosos, Noor Mohamad Saqeb, o el ministro de la Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, Mohamad Jalid Hanafi.

– Kandahar impone su influencia –

Estos clérigos se sienten excluidos de las decisiones del gobierno y expresan su oposición a la educación femenina como una forma de restaurar su influencia, dijo Ashley Jackson, una investigadora en Londres que ha trabajado extensamente sobre Afganistán.

Según ella, la «desproporcionada influencia de esta minoría desfasada» ha impedido que el país avance en algo que la mayoría de afganos respaldan, incluso gran parte de quienes están en el poder.

Esto «demuestra que Kandahar permanece como el centro de gravedad de la política talibana», opinó el analista Graeme Smith, del International Crisis Group.

Otro alto miembro talibán explicó que los radicales estaban tratando de apaciguar a miles de combatientes que proceden de zonas rurales profundamente conservadoras.

«Para ellos, incluso si una mujer sale de su casa, es inmoral. Imagínate lo que significa educarla», señaló.

El líder Akhundzada estaba en contra de la «educación moderna y secular» porque la asocia a la vida bajo los gobiernos respaldados por Occidente de Hamid Karzai y Ashraf Ghani. «Es su visión del mundo», añadió.

Los talibanes regresaron al poder el año pasado aprovechando la salida de las tropas internacionales lideradas por Estados Unidos dos décadas después de la invasión que propició la caída del primer régimen de los fundamentalistas (1996-2001).

En estos 20 años, las chicas pudieron ir a escuela y las mujeres pudieron buscar trabajo en todos los sectores, a pesar de que el país siguió siendo socialmente conservador.

El activista y académico islámico Tafsir Siyaposh indicó que las chicas en Afganistán siempre estudiaron en clases segregadas por sexo y seguían un currículo islámico, con lo que el veto enseña que los talibanes solo quieren «oprimir los derechos de las mujeres dando excusas».

– Golpe a la ayuda internacional –

Una fuente talibana en Pakistán confirmó las diferencias en la cúpula del movimiento sobre esta cuestión, pero aseguró que no había riesgo de fragmentación.

«Hay debate en este tema (…), pero estamos intentando superar nuestros defectos», dijo.

En cualquier caso, los analistas argumentan que esta prohibición socavó el intento de los talibanes de ganar reconocimiento internacional y recaudar ayuda para la grave crisis humanitaria del país.

Jackson aseguró que ni el líder Akhundzada ni las personas cercanas a él «entendieron completamente» las consecuencias en la comunidad internacional que ha vinculado el reconocimiento del movimiento al respeto de los derechos de las mujeres.

Incluso algunos altos mandos talibanes coinciden en esto.

«Les estamos diciendo (a los ultraconservadores) que gestionar un país es diferente a gestionar una madrasa», una escuela musulmana, confesó un responsable talibán en Kandahar.

«Todo iba bien hasta que esta dura orden llegó. Y llegó de nuestro líder, con lo que tenemos que seguirla, aunque intentamos cambiarlo», añadió.

«Plantea la pregunta de con quién exactamente tienen que hablar dentro de los talibanes», agregó.

Fuente: https://www.swissinfo.ch/spa/el-veto-a-la-educaci%C3%B3n-femenina-revela-las-divisiones-de-los-talibanes-afganos/47519792

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